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LOS ARGUMENTOS EN CONTRA
DEL USO POLITICO DE LA LEY
"Los teonomístas predican y fomentan la autoridad y la sabiduría de la Ley bíblica, y oran que los ciudadanos sean persuadidos de buena voluntad para adoptar los principios de Dios como la Ley de la nación."
Aun cuando admitan que Ia Ley de Dios tiene una validez general en la época del Nuevo Testamento, algunas cristianes creen que es equívoco mantener que esta validez y uso de la Ley se extienda a la esfera política. Dicen; "Es posible que la Ley de Dios sea vigente generalmente en los asuntos personales, eclesiásticos, y sociales interpersonales, pero no debe ser el principio para la justicia y la práctica política en el mundo moderno."
Como esta actitud contradice directamente las conclusiones a las que nos ha llevado nuestro estudio de la enseñanza bíblica de la Ley, necesitamos examinar las razones que respaldan esa actitud negativa hacia la aplicación política contemporánea de Ia Ley de Días. ¿Son suficientes para abandonar nuestro entendimiento de los requisitos bíblicos? Parece que no.
Los Argumentos Relativos a la Ley de Dios y el Estado
l. La revelación sin dirección
Algunos querrían que creyésemos que la revelación del Nuevo Pacto de Dios no da ninguna dirección para la moralidad política, porque (se cree) la reforma social en una sociedad incrédula no es, una tarea propia del cristiano. Sin embargo, esta perspectiva, truncada del Cristianismo, es lo que se opone a la revelación del Nuevo Pacto, Cristo ya es "Rey de reyes," y en el futuro Él juzgará todos los magistrados de acuerdo a cómo gobernaron. Los cristianos han de ser "santos en toda manera de vida," aun en su relación con las autoridades civiles. A la Iglesia se le ha encomendada la misión de enseñar a las naciones todas las cosas que Cristo ha mandado, y eso incluye Sus palabras relativas a la moralidad sociopolítica y la validez de la Ley del Antiguo Testamento. El cristianismo ha de ser sal que tenga influencia en la tierra y luz que no se pone debajo de un almud. Verdaderamente, el cristianismo es una cosmovisión completa de la vida, no solamente un mensaje estrechamente "religiosa" acerca del mas allá. Dios no es sólo el Dios de las iglesias. Él es el Dios viviente sobre toda la creación. ¿Cuál estándar de moralidad política deberia usar el pueblo de Dios hoy en día, si no es Ia Ley revelada de Dios? ¿No demuestra, por contraste, la oposición política de los creyentes a "aquel inicuo" (el hombre de anti-ley) dónde ellos encuentran su dirección?
2. La singularidad del Israel bajo el pacto
Algunos han sostenido que es erróneo considerar los aspectos civiles de la Ley del Antiguo Testamento como obligatorios sobre los estados modernos porque tal perspectiva pasa por alto el contexto de la Ley del Antiguo Testamento, dada solamente a Israel como una nación redimida, en pacto con Dios. Como las naciones modernas no están en Ia misma situación que la del Israel del Antiguo Testamento (o sea, no siendo redimido para un pacto nacional con el Señor), se piensa que el "imponer" la Ley Civil de Dios sobre los que no participan en el pacto redentor con Dios — sobre los que no se han convertido o ingresado en la Iglesia ― sería pasar por alto el único contexto correcto para tal Ley.
Al responder, necesitamos recordarles a los que expresan esta crítica que no estamos proponiendo la "imposición" forzada de la Ley de Dios sobre una sociedad maldispuesta. Los "teonomistas" predican y fomentan la autoridad y sabiduría de la Ley bíblica, orando que los ciudadanos sean percudidos de buena voluntad a adoptar los principios de Dios como la Ley de la nación. De la misma manera que los secularcitas hacen campaña y debaten para asegurar que sus convicciones tengan influencia sobre la ley civil, así también los cristianos deben trabajar para que la Palabra de Dios en lugar de la cosmovisión secularcita influencie sobre la ley Civil. No propugnamos ninguna "guerra santa" o el use de fuerza para obligar la sumisión a los principios de Dios. No todas las cosas acerca del Israel antiguo pasará a ser parte de nuestra experiencia política moderna, como ya lo hemos señalado.
Tenemos interés solo en las leyes permanentes de la justicia civil. "La guerra santa" durante la conquista de la tierra prometida por Israel era por el mandato directo y específico de Dios, para un tiempo y lugar fijo, relacionado a culturas abominables particulares de aquellos tiempos; no era una política civil permanente para todos los hombres (como tampoco fue la orden específica para que Samuel ungiese a David rey de Israel en un tiempo y lugar fijo). Las leyes que Dios reveló en el Antiguo Testamento en cuanto a clases de situaciones generales (por ejemplo, el homicidio, la violación, el perjurio) tuvieron un carácter permanente o político, a diferencia de los mandatos especiales para ocasiones particulares. En electo, el Israel antiguo experimentaba de vez en cuando una variedad de distintas Clases de administración política: ahechas de tribus, ancianos de la ciudad, jueces-libertadores, la monarquía, un concilio dirigente, etc, De esto vemos que Dios no ha prescrito una forma administrativa particular para el gobierno político. No tenemos la obligación hoy de abolir las tres ramas del Gobierno Civil en los Estados Unidos, o el Parlamento británico, o la monarquía de Jordán, etc. Lo que proponemos aquí, es que todos los gobiernos civiles, sea cual fuese su estructura, debieran ser alentados a someterse y a aplicar las leyes permanentes del Israel del Antiguo Testamento.
NO obstante, algunos criticarían esta proposición, afirmando que aun las leyes permanentes relativas al gobierno civil eran únicamente para Israel como nación redimida por Dios y en pacto nacional con El. Lo que tales argumentos implican es que el plan de acción política moderno para las naciones "seculares" no se debe moldear en base a los principios de la Ley mosaica para el Israel "del pacto."
Así que, ¿enseña la Palabra de Dios que la Ley civil del Antigue Testamento era limitada en su validez a Israel como una nación en pacto redentor con Dios? Las capítulos anteriores han demostrado ciertamente que no. Dios juzga las naciones que están fuera de Israel por transgredir los principios de Su Ley, y en Su revelación a Israel Él animó la diseminación de la Ley entre las naciones gentiles. En el Nuevo Testamento, Cristo aprobó cada jota y tilde de la Ley de Dios (a no ser que sea modificado por la Escritura en otro lugar), y las escritores apostólicos aceptaban la Ley de Dios como el estándar para la ética política—aun en el tiempo de los emperadores romanos paganos.
La historia redentora y el pacto nacional disfrutado por Israel ciertamente separaban a las judíos del Antiguo Testamento de las naciones modernas. Pero esto no significa que Israel era en todo respecto diferente de sus vecinos o de las naciones de hoy. Pablo enseña en Romanos l, 2 y 3 que los mismos principios morales revelados a Israel por medio de "la Palabra de Dios" eran mas generalmente revelados a todos los hombres por medie de la revelación general o natural. Israel no tenía un código moral único, como si Dios funcionase con un estándar doble para Israel y otro para los gentiles.
Además, Israel no era completamente diferente de las naciones modernas o sus vecinos gentiles, porque como todos ellos, Israel enfrentaba problemas históricos de crimen, justicia social, y castigo. La Ley del Señor dirigía a Israel en cuanto a los requisitos de justicia divina en tales situaciones, y aquella Ley debe ser también el principio de justicia para el crimen y el castigo en todas partes (aun en las naciones que no tenían o no tienen un pacto corporativo, redentor con Dios) —porque la justicia social ante los ojos de Dios no varia racialmente ni de nación a nación.
La justicia es absoluta. Si les aspectos civiles de la Ley de Dios fueron concebidos sólo para Israel, como lo dicen algunos críticos, entonces se les debe pedir que expliquen la práctica aparente del Nuevo Testamento de aceptar los principios de la ética política de la Ley de Dios ― y preguntarles cuál es el principio del Nuevo Testamento para la justicia política, si no son los mandamientos de Dios. Es posible que los que limitan la validez de la Ley del Antiguo Testamento a Israel no se den cuenta, de que su perspectiva filosófica es aquella de "relativismo cultural," donde lo que cuenta como justicia se ajusta de cultura a cultura.
Los que forzad el argumento que los estados modernos no son limitados a los aspectos civiles de la Ley de Dios en vista de que fue entregada dentro de un pacto nacional y redentor con Israel, encontrarán hoy que no pueden mantener con consistencia ninguna de los mandamientos del Antiguo Testamento por mucho tiempo.
No sólo los aspectos civiles de la Ley eran revelados en el contexto del pacto nacional, pero también los aspectos personales e interpersonales de la Ley. Si la desaparición del pacto nacional significa invalidar aquellos principios morales revelados en él, ¡perderíamos hasta los Diez Mandamientos! Si se piensa que las leyes judiciales del Antiguo Testamento se vencieron cuando los propósitos de Dios para la nación judía se cumplieron — es decir, si solamente los aspectos "nacionales" del pacto nacional han pasado— entonces pasaríamos por alto la justicia de aquellas leyes que habían de ser un estándar a las otras naciones (Deuteronomio 4-:6—8) y su pleno propósito. Además, la Palabra de Dios nunca distingue entre los aspectos "personales" de la Ley y los aspectos "políticos," como si el uno reflejase mas la santidad inmutable de Dios que el otro. ¿Quiénes somos para poner tal distinción por iniciativa propia, con el propósito de evadir o dejar a un lado una porción de aquellos deberes revelados por Dios? El meter esto en el texto (en vez de sacarlo del texto) es ensoberbecemos por sobre la Palabra del Señor!
3. La pureza "superior" de Israel
La dirección que Dios dio a la sociedad judía no era un modelo "superior" de pureza y no encarnaba una "severidad única "- no era una "intrusión" de los estándares del Juicio final en el curso de la historia normal. Los principios superiores o únicos difícilmente podrían ser un modelo de justicia ni se los podría aplicar justamente a otras naciones; sin embargo el Antiguo Testamento presenta la Ley de Dios como tal modelo y sus principios eran aplicables a otras naciones. Además, si la Ley civil del Antiguo Testamento era un reflejo de los principios del juicio final, entonces todos los pecados hubiesen sido crímenes y todos hubiesen sido castigados por la muerte, pero ni lo uno ni lo otro es correcto.
Aunque las sanciones penales de la Ley de Dios son en un sentido prefiguraciones tipológicas del Juicio final, no son meramente prefiguraciones; son también la dirección de Dios para la justicia en asuntos de crimen y castigo antes del Juicio final. El sostener que las leyes que tienen un aspecto simbólico o tipológico quedan anuladas hoy en día sería abandonar la validez de mas que ciertos mandamientos civiles del Antiguo Testamento. Sería invalidar aun las leyes relativas al matrimonio y pureza sexual, por ejemplo, ¡porque ellas simbolizan la relación de Dios con Su pueblo!
4. Principios morales múltiples
Algunos que critican la perspectiva tomada en este libro dicen que los magistrados (pasados o presentes) que están fuera de la "teocracia" de Israel deberían gobernar según los principios morales de la revelación general, no los de la Ley de Dios. La falacia es aquí, desde luego, que Dios tiene dos principios morales, uno revelado por medio de la naturaleza y la consciencia y otro diferente revelado en la Biblia. La perspectiva bíblica es que la Ley revelada a los judíos en su forma hablada se ha revelado en su forma no hablada a los gentiles, y los dos códigos morales son co-extensivos. Pablo no restringía de alguna forma la revelación natural al Decálogo (véase, por ejemplo, Romanos 1:32), aun cuando pudiéramos ver cómo los Diez Mandamientos pueden ser comprendidos aparte de sus explicaciones y aplicaciones en las leyes judiciales.
5. No hacer caso a la evidencia
Otros que no coinciden con la perspectiva avanzada aquí han querido mitigar la fuerza de los aspectos u observaciones secundarios en los argumentos que hemos promovido (por ejemplo, negando la afirmación que los gobernadores judíos y gentiles del Antiguo Testamento hayan tenido títulos religiosos). Aun si dejásemos tales detalles sin defensa, los argumentos principales sobre el uso político de la Ley de Dios no serían afectados por estas críticas menores. De este modo tales detalles no necesitan ser defendidos aquí, porque no son cruciales al casos Otros que no han coincidido con el caso que hacemos en este libro Se han quejado de que éste está impulsado "por inferencias" de la Escritura aparentemente, en vez de una afirmación directa y explicita de la validez política de la Ley de Dios, Pero como la misma queja errónea se podría hacer acerca de las doctrinas, principales de la le (por ejemplo, la Trinidad, la unión hipostática, tal planteamiento no tiene vigor contra la posición que hemos tomado sobre la ćtira política).
Otro argumento ha sido que si dejásemos a un lado temporáneamente la evidencia principal del Nuevo Testamento que se utiliza para apoyar la perspectiva tomada en estés estudios, y si leyésemos el Nuevo Testamento sin tornar en cuenta aquella evidencia, no recibiríamos la impresión de que la Ley de Dios, en sus aspectos políticos, es valida hoy en día. Se cree que la evidencia presentada a favor de nuestra postura se ha interpretado erróneamente en una manera que no armoniza con el resto de Nuevo Testamento.
Esta forma de crítica demuestra cuán desesperados algunos se ponen cuando procuran refutar la tesis que el uso político de la Ley de Dios es válido en la actualidad. En primer lugar, si sustrajeramos la evidencia explicita para la tesis, el resto del Nuevo Testamento no sería contrario a la tesis; solamente haría silencio en cuanto al tema. En segundo lugar, ¡esta es difícilmente una queja legítima contra una posición, que no tiene apoyo alguno cuando se quita sus evidencias principales! Un abogado que debata por su cliente pidiendo únicamente que el jurado cierre sus ojos a la evidencia presentada por el fiscal no retendrá su oficio por mucho tiempo. Hasta que se puedan inferir evidencias negativa definitivas contra la tesis del Nuevo Testamento, debiéramos confesar que la Escritura enseña el uso político de la Ley de Dios. Tal evidencia negativa de la perspectiva fomentada en estos estudios todavía no se ha aparecido impreso por ningún critico. Los llamamientos al "énfasis del Nuevo Testamento" o "la impresión dada por el Nuevo Testamento" son sencillamente demasiados vagos y subjetivos para tener peso crítico alguno en las decisiones teológicas.
Los Argumentos Que Se Concentran en las Relaciones de Iglesia-Estado
1. Diferencias del Nuevo Testamento
Los que no coinciden con la aplicación política de la Ley de Dios sostienen algunas veces que como la relación de Iglesia y Estado es diferente hoy en día de lo que era en el Antiguo Testamento, las leyes que gobierna la sociedad deben de la misma manera ser diferentes. Sin embargo, es difícil comprender qué razonamiento podría uno tener para tal hilo de pensamiento. Puesto que la equidad, validez, y autoridad de las leyes civiles del Antiguo Testamento de alguna manera no dependían de alguna relación especifica entre la Iglesia y el Estado (es decir, Moisés nunca condicionó la obligación de los magistrados civiles a una interacción Iglesia-Estado especial), sean lo que fuesen los cambios en esa relación que se hayan introducido en el Nuevo Testamento sería éticamente irrelevante a la justicia del código civil que los magistrados deben hacer cumplir. No hay una clase de justicia para el violador cuando la relación de la Iglesia y Estado es X, y otra clase de justicia para el violador cuando la relación de la Iglesia y Estado es Y. La violación es la violación, y la justicia es la justicia — sin hacer caso de la intimidad de la Iglesia con el Estado o la falta de ella. Recordemos que los magistrados eran en el Antiguo Testamento—no los sacerdotes—quienes juzgaban y castigaban a los violadores (y a otros criminales), así como los magistrados del Nuevo Testamento deben también tratar con el problema criminal de la violación. La relación de estos magistrados con los sacerdotes (o a la Iglesia) no es relativa a su relación con el criminal, ni afecta lo que la justicia demanda en el caso de crimen; el cuestión Iglesia-Estado no viene al caso.
La afirmación común que los aspectos religiosos y civiles de la vida de comunidad estaban fusionados en el Israel del Antiguo Testamento no armonizará con una lectura del texto del Antiguo Testamento, como ya lo hemos señalado. Con esto no quiero decir, como algunos críticos lo han pensado, que la relación de Iglesia-Estado en el Antiguo Testamento es idéntica a la del Nuevo; tal premisa no es imprescindible a nuestra posición. La posición se opone a la argumentación no acertada que se suele escuchar, que dice que no hubo separación de Iglesia y Estado en Israel. La adoración del Antiguo Testamento era claramente una autoridad y función separada del Gobierno Civil del Antiguo Testamento. (Habrá que explicar a algunos críticos que esta observación no implica que la adoración del Antiguo Testamento se acepte como totalmente idéntica con la Iglesia del Nuevo Testamento; sin embargo hay un paralelo o analogía, como Pablo indica en la a los Corintios 9:13-14). Los reyes no podían sacrificar, y los sacerdotes no podían ajusticiar, en la situación del Antiguo Testamento; el Estado y la Iglesia tenían funciones y direcciones separadas.
Sin embargo, algunos escritores han creído que hay diferencias significantes (¿moralmente significantes?) entre nuestra situación actual y la situación de Iglesia-Estado en el Israel del Antiguo Testamento. Israel era una nación sacerdotal en aquel entonces, mientras que la Iglesia tiene esa posición en el día de hoy. Esto es correcto: la misión religiosa del cuerpo corporativo (la función saccrdotal de la comunidad como una totalidad) actualmente ha sido asumida por una clase diferente de cuerpo, la comunidad internacional de la fe, en vez de una nación particular. Sin embargo, esto no dice nada acerca de la relación de la Iglesia-Estado dentro de la nación de Israel, y ciertamente no desmiente la separación legítima entre los dos de la cual hemos leído en otros lugares en el texto.
2. El argumento de la "teocracia"
Se ha afirmado que la Iglesia-Estado del Antiguo Testamento (el sentido dado a la "teocracia") se ha sustituido actualmente con una iglesia internacional (menos el Estado) en el Nuevo. Esto tropieza con la presuposición errónea de que la Iglesia y el Estado del Antiguo Testamento eran idénticos. Según explicamos previamente, los sacerdotes y reyes tenían autoridades separadas, y la membresía del Estado no era co-extensiva con la membresía del cuerpo religioso (por ejemplo, los extranjeros de Israel).
3. El argumenta de la "comunidad redentora"
La afirmación que el Estado del Antiguo Testamento era una comunidad "redentora" y que el Estado existía para un "propósito religioso" es demasiado ambigua - siendo claramente correcta en cuanto a algunas interpretaciones (por ejemplo, que el Estado surgió como fruto de la redención de Dios cuando les sacó del pueblo de Egipto y que servía el propósito religioso de castigar la maldad social), pero no es pertinente a lo anulación de los aspectos civiles de la Ley de Dios. Tal perspectiva del "Estado redentor" es obviamente tan errónea con respecto a otras interpretaciones (por ejemplo, que las leyes civiles tuvieron un electo redentor, o que las autoridades estatales eran también cabezas de adoración y religión) que sencillamente no sirve como argumento. Asimismo, las afirmaciones en el sentido de que el Estado del Antiguo Testamento castigó los crímenes "religiosos" (por ejemplo, la blasfemia) pasa por alto el carácter "religioso" de otros crímenes (por ejemplo, el homicidio, el adulterio). Tales argumentos están basados sobre una noción falsa de la dicotomía secular / sagrada que el humanismo moderno promueve, y por lo tanto, son inútiles en la argumentación teológica.
Lo que los opositores de la Ley bíblica necesitan de mostrar ― pero no hacen — es que los crímenes "religiosos" como la blasfemia no tienen ninguna relevancia o importancia continua para la justicia social en el Estado moderno. ¿Es contrario a la misión evangelística de la Iglesia que los cristianos fomenten el uso político de la Ley de Dios, si esto significa que el Estado castigará a los blasfemos e idólatras descarados? Tal conflicto seria posible sólo si primeramente presupusiésemos que la Palabra de Dios se puede contradecir a sí misma (enseñando una cosa en cuanto a la ética civil y una cosa contradictoria acerca del evangelismo). Promover el castigo de los blasfemos no es mas contrario a la meta evangelístic que la promoción del castigo de los asesinos.
Los Argumentos Pertinentes a las Sanciones Penales
1. Solo para Israel
En oposición al uso político contemporáneo de la Ley de Dios algunos promueven la consideración que las sanciones penales de la Ley eran dadas sólo a Israel. Sin embargo, en vista de que la Biblia enseña que la Ley entera de Dios era la obligación moral de las naciones que existían fuera de y antes que Israel (por ejemplo, Sodoma, las tribus cananitas), ¿dónde se revela la excepción condiciondora que dice que las sanciones penales eran excluidas de esta obligación? No se la encuentra. El argumento delante de nosotros es impuesto a la Biblia, no sacado de la Biblia. La Biblia alabó a los gobernantes paganos por asegurar el cumplimiento de las sanciones de la Ley de Dios (por ejemplo, Esdras 7:25-27).
2. Israel únicamente como Iglesia
Algunos críticos afirman que las penas del Antiguo Testamento eran reveladas a Israel como Iglesia, en vez de como Estado, y que solamente la Iglesia debería castigar hoy en día los agravios "religiosos." Sin embargo, falta de completo apoyo escritural para tal razonamiento. Eran los magistrados de Israel los que aseguraban el cumplimiento de los requisitos de la restitución y retribución, porque esos requisitos eran revelados para ellos, no para los sacerdotes. Así que, no era Israel como Iglesia, sino Israel como Estado Civil, que castigaba a los ladrones, violadores, y blasfemos. Si sólo los crímenes "religiosos" en la Ley hubiesen sido reservados (supuestamente) para la disciplina de la Iglesia contemporánea — dejando que por lo menos algunos transgresores fuesen tratados por el Estado—entonces necesitaríamos un mecanismo con principios definidos bíblicamente para distinguir los crímenes "religiosos" de los "no religiosos? Aparte de eso, el argumento es sencillamente inservible o arbitrario; peor todavía, no tiene autorización de la Escritura.
La premisa que solomente la Iglesia está llamada a tratar con las ofensas "reIigiosas" hoy en día (sean las que fueran) es una que necesitaría respaldo bíblico, dada la reafirmación que hace el Nuevo Testamento de la Ley de Dios en general, y dada también la doctrina neotestamentaria que señala que los magistrados deben asegurar el cumplimiento de la Ley de Dios (Cuyos "Servidores," son vengadores de Su ira contra los malhechores). ¿Es la blasfemia menos atroz ante los ojos de Dios hoy en día, o menos destructiva a la justicia social, o menos relevante en cuanto a los deberes del "siervo de Dios" en el Estado? Es perfectamente cierto, como algunos señalan, que la "maldad" que Pablo dice que el magistrado debe castigar (Romanos 13:4) debe ser restringída, ya que no todos los pecados son crímenes. Pero lo razonable parece ser restringirla según la Ley de Dios, ¡no restringirla mas que la Ley de Dios estipula! El problema básico con la mayor parte de los argumentos contra la posición tomada en este libro es que estos argumentos no tienen autorización ni autoridad bíblica. El pueblo de Dios por lo tanto debe abanelonarlos como inválidos.
3. La "severidad" de la Ley
Decir que las sanciones penales del Antiguo Testamento son "demasiado severas" para un período de "gracia común" (la gracia que Dios da a la humanidad en general, a diferencia de la "gracia especial" que Dios da sólo a los regenerados) es pasar por alto por lo menos dos puntos importantes: (1) El Israel de antes disfrutaba la gracia común de Dios (por lo menos como se la define en Génesis 8:22), y sin embarga se le requería asegurar el cumplimiento de Su Ley, y (2) las leyes políticas de Dios sirven para preservar el orden exterior y la justicia de una civilización y de este modo son una señal de la "gracia común" de Dios — en vez de disminuir la gracia común. Si la "gracia común" realmente tiene conflicto con la Ley de Dios, entonces el crítico necesitará demostrar que lo que él quiere decir por la "gracia común" esta enseñado verdaderamente en la Escritura y lógicamente implica la abrogación de la Ley. Hasta el momento, nadie ha logrado hacer esto. La parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30, 36-43) enseña que la ejecución general de los incrédulos injustos aguarda el Juicio final, no que los magistrados civiles nunca deben ajusticiar aquellos individuos culpables de crímenes civiles (mas específicos que la incredulidad general) ― o de otro modo no habría ninguna sanción penal de muerte (aun para el homicidio), y el propósito especifico del Estado (el poder de la "espada") desaparecería,
4. La ausencia de sanciones explicitas
Se ha sugerido—sin la debida reflexión ―que las sanciones penales del Antiguo Testamento no promulgan cuáles crímenes real y plenamente merecían el Castigo (principalmente, la condenación eterna), y por eso hoy en día es aceptable para los magistrados castigar de una manera menos severa que lo que requiere la Ley. Pero en primer lugar la Ley del Antiguo Testamento sí decía lo que cada agravio merecía justamente (Hebreos 2:2) dentro de la esfera de la justicia civil. Por eso los ladrones eran castigados diferentemente que los violadores, aunque tanto los ladrones como los violadores sufrirán en el infierno eternamente. En segundo lugar, si la Ley de Dios prescribe menos que lo que la justicia plena demanda para los criminales, ¿cómo ese hecho justificaría que un magistrado requiera aun menos que lo que la Ley prescribe? Tal magistrado seria simplemente culpable de desobedecer lo que Dios manda, ni siquiera satisfaciendo la severidad penal (supuestamente) limitada de la Ley.
5. El argumento del silencio
Es posible agregar los últimos tres argumentos rápidamente, todos los cuales son culpables de falacias notorias de razonamiento.
Primero, está el "argumento del silencio" que sostiene que como en el caso del fornicador incestuoso el Nuevo Testamento no nos llama explícitamente a demandar las sanciones penales de la Ley (1a a los Coriritios 5:l-5). Pues bien, es posible que no haya una ilustración disponible (dado el carácter de la sociedad y el magistrado en aquellos días), pero los principios ciertamente nos son enseñados ―como lo hemos visto en los estudios anteriores. No es necesario que Pablo diga algo mas acerca del deber del magistrado relacionado al incesto, por ejemplo, en vista de que el Antiguo Testamento y la revelación natural ya eran adecuados.
Lo que el necesitaba revelar era los procedimientos disciplinarios requeridos de la Iglesia—a la cual, después de todo, la epistola corintiana iba dirigida (no al magistrado civil). Dada la doctrina bíblica de la validez continua de la Ley (Deuteronomio 4:2; Mateo 5:17-19), necesitamos mas que el silencio para anular los mandamientos de Dios.
6. El argumenta de abusa
Segundo, existe el argumento del abuso ― el argumento de que algunos magistrados réprobos han abusado la Ley de Dios procurando forzar su cumplimiento en el pasado, resultando en horrores tales como la Inquisición. Pero desde luego, Dios nunca mandó estos abusos en Su Ley (por ejemplo, El no otorgo al magistrado el derecho de juzgar a los herejes en primer lugar), y por eso este argumento es realmente un argumento A favor de nuestra tesis. Ya que estos abusos violan la Ley de Dios, la Ley de Dios debe ser respaldada a fin de condenar autoritativamente todo abuso de la libertad personal, la dignidad, y la vida. Si los abusos de la Ley por el magistrado son corregidos quitando toda ley, entonces el magistrado civil no aseguraría el cumplimiento de ninguna ley excepto su voluntad propia y arbitraria ― ¡lo cual es a forma mas Segura para lograr la tiranía!
7. El argumento de lu tradición .
Tercero, existe el argumento de la tradición, la afirmación que la perspectiva aceptada en estos capítulos nunca ha sido aceptada por ninguno de nuestros antepasados de la teología. Tal argumento es teológicamente fútil, si nuestra obligación es creer lo que la Escritura (sólo y completamente la Escritura) enseña, en lugar de nuestras tradiciones falibles (Mateo 15:3-9). Si uno no puede mostrar que la Escritura no respalda verdaderamente la posición presentada aquí, tendrá que escoger entre la Palabra de Dios y su tradición teológica. Los que son sumisos a la autoridad del Señor sabrán cuál deben elegir. Pero mas allá de esto podemos indicar brevemente que hay abundante evidencia que teólogos respetados del pasado han enseñado y promovido la perspectiva tomada aquí hacia el uso político de la Ley de Dios. En mis otros libros sobre el tema uno puede seguir las indicaciones de Bucer, Calvino, Bullinger, Latitner, Cartwright, Perkins, Gillespie, Bolton, Ames, Cotton, y muchos mas que han aceptado la autoridad general de la Ley de Dios y el uso político de ella en nuestra era. Este ha sido uno de los pilares de la ética política reformada durante siglos.
8. El ultimo recurso
Puesto que ninguno de los argumentos comunes o hasta ahora publicados contra la posición que tenemos tomado aquí tiene éxito en refutar la validez general de la Ley de Dios o su obligación política hoy en día, la única cosa que le queda a quien quiera continuar resistiendo esta posición, es señalar ciertos "ejemplos horribles" de lo que la Ley de Dios requiere, apelando a nuestra emoción o razonamiento autónomo de que tales cosas sencillamente no pueden ser aceptadas hoy en día dentro de nuestros patrones morales. Es decir, el crítico trata de ridiculizar los mandarnientos morales revelados por Dios a Israel. Esto nos fuerza a escoger entre la sabiduría y las evaluaciones de hombres que no tienen ningún estándar bíblico (y que realmente no están de acuerdo con las normas bíblicas) o seguir de todo corazón los decretos de la Ley de Dios. ¿Corregirán nuestros sentimientos la Biblia, o debe la Biblia corregir nuestros sentimientos? ¿Cuál tendrá autoridad suprema, el pensamiento de los hombres pecaminosos o la Palabra infalible del Señor? "Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso" (Romanes 3:4). "¡Escogeos hoy a quién sirváis!" (Josué 24:15).
Conclusión
En el Capítulo 29, no encontramos ninguna refutación exitosa a la validez general de la Ley del Antiguo Testamento, y en este capítulo hemos visto que esta validez general de la Ley se aplica tanto a los asuntos políticos como a los asuntos particulares, familiares, y eclesiásticos. Dios es ofendido por todas las expresiones de injusticia, y maldad, incluyendo (tal vez especialmente) los que ocupan posiciones del Gobierno Civil sobre su prójimo. Si ellos se rehúsan a someterse al Señor (Salmos 2), responderán finalmente al "Rey de reyes" (1a a Timoteo 6:15) por su rebelión. Esto significa que hay principios de justicia por los cuales ellos seránresponsables.
Si esos principios no se encuentran en el Antiguo Testamento, ¿por que no? ¿y entonces donde se los encontrarán? Tales preguntas no recibe ninguna respuesta consistente persuasiva y teológica de quienes rechazan el uso político de la Ley del Antiguo Testamento. ¿Creen estos críticos de la teonomia que los gobernantes políticos están libres para hacer todo lo que les parezca bien a sus propios ojos?
Se ha intentado refutar la validez de las leyes socio-políticas de Moisés apelando a alguna característica especial acerca del Israel del Antiguo Testamento. Sin embargo, tal característica nunca está claramente definida. El segmento de la Ley que se cree invalidado nunca está delineado sobre la base de un principio explícito; las leyes especificas son mas bien incluidas o excluidas de este segmento arbitraria y subjetivamente por la persona que defiende tal argumento. Muchas veces esta supuesta característica especial no es siquiera cierta del Israel del Antiguo Testamento.
Finalmente, no se ha demostrado, en base a la Escritura, que la validez de la porción de la Ley mosaica en cuestión, se basaba exclusivamente sobre aquella característica especial del Israel del Antiguo Testamento. Otras clases de argumentos contra el uso moderno del Antiguo Testamento en la ética política apelan a consideraciones que son totalmente irrelevantes a la veracidad o falsedad de esa idea ― argumentos de silencio, impresiones subjetivas, abuso, tradición, y ridículo. En breve, los que han abogada contra el uso político de la Ley mosaica hoy en día han caído en errores y razonamientos falaces que ningún estudioso cristiano puede encontrar aceptable.
Al fin y al cabo
, no se encuentran buenas razones para rechazar las principales morales en las asuntos socio-políticos hallados en la Ley del Antiguo Testamento. Cuando se quita el razonamiento débil, lo que queda como el centro de la oposición a esos principios es el sentimiento personal - el sentimiento personal que aquellos principios son demasiados severos o tiránicos para nuestra época pluralista.
Desde luego, para ser intelectualmente honesto, uno se ve obligado a preguntarse si la Ley de Dios debería cambiar el pluralismo, o el pluralismo debería cambiar la Ley de Dios. Esa pregunta no debe ser evitada (aunque generalmente se lo hace).
Si los magistrados son a la verdad "ordenados" como "servidores de Dios" para el publico (Romanos 13:1, 4). ¿les permite moralmente Jehová que sirvan a muchos dioses, o requiere El que ellos solamente se sometan a Su gobierno? Es posible que esto parezca déspota a las mentes de algunas, pero la opción es otra clase de despotismo, una que es infinitamente peor — el despotismo de aquellos gobernantes civiles que se consideran libres de las principios objetivos de la Ley santa de Dios. Resulta así la peor clase de tiranía imaginable, donde la fuerza política no es limitada por lo que es moral y objetivamente recto.
Por esta razón, debemos ver los argumentos refutados en este capítulo como mas que simples ilustraciones de un razonamiento falaz en la esfera intelectual. Debemos verlos comototalmente (aunque inconscientemente) peligrosos al bienestar de la civilización cristiana.