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LA CONTINUIDAD ENTRE LOS PACTOS BASADOS EN LA LEY
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"La Ley eterna y justa de Dios es inalterable, según la nseñanza combinada del Antiguo y Nuevo Testamnto."
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El propósito de los próximos dos capítulos será sencillamente omparar y contrastar la perspectiva en cuanto a la Ley de Dios que encontramos en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Puesto, que hay muchas maneras de resumir la teología de la Ley en uno u otro testamento; la siguiente es sólo una entre muchas, Ojalá sirva como un instrumento útil para: recalcar la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento referente a la Ley de Dios — a diferencia de las equivocaciones contrarias fomentadas por algunos maestros—y de indicar puntos relevantes de discontinuidad —a diferencia de los temores sin fundamento de algunos que aceptan la vigencia continua de la Ley de Dios hoy en día suprimiendo o haciendo caso omiso a importantes diferencias.
La Continuidad Entre los Testamentos
I. La Ley de Díos es perpetua en sus principios.
(A) Desde un principio los mandamientos de Dios no se considera una administración únicamente mosaica sino una obligación para el hombre en general.
(1) Antes que el hombre cayera en pecado, Dios le entregó mandamientos que eran su obligación moral,como por ejemplo las ordenanzas acerca del casamiento (Génesis 2:24), el trabajo (Génesis 2:15), y el Sábado (Génesis 2:1-3), como también el mandato cultural de dominio sobre la creación (Génesis 1:28). Pablo también vería los principios de la moralidad como vigentes desde el principio mismo, lo que se comunica constantemente a traves de la revelación general (Romanos 1:18-21). En particular, las ordenanzas acerca de la creación (por ejemplo, Mateo 19:5) y el mandato cultural (por ejemplo, 1a a los Corintios 10:31) se apliean en el Nuevo Testamento.
(2) Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento enseñan que (Romanos 5:13-14), entre Adán y Moisés, la Ley estaba en el mundo.
El pacto adámico establece un orden matrimonial (Génesis 3:16) y el requerimiento de trabajar (Génesis 3:19), ambos vigentes en el Nuevo Testamento (1a a Timoteo 2:12-14; 2a a los Tesalonicenses 3:10), El pacto con Noé reafirmó el mandato cultural (Génesis 9:1) y reveló el estándar de Dios de retribución contra los asesinos (Génesis 9:6), ambos igualmente válidos en el Nuevo Testamento (por ejemplo, Romanos 13:4). En el pacto abrahamico vemos que Abraham tuvo que guardar los mandamientos, estatutos, y leyes (Génesis 18:19; 26:5), y el Nuevo Testamento nos recomienda la le obediente de Abraham (Santiago 2:21-23; Hebreos 11:8-19).
Además, antes de la revelación especial de la Ley Mosaica podemos ver la validez perpetua de sus principios morales en el juicio ejemplar de Dios sobre Sodoma (Génesis 19), que fue castigada por haber desobedecido la Ley judicial contra la homosexualidad (Levítico 18:23) - a causa de sus "hechos inicuos" según el Nuevo Testamento (2a de Pedro 2:6-8): De cierto, según Pablo, todos los hombres conocen los principios morales de Dios a través de la revelación general — que muestra "la obra de la ley escrita en sus corazones" (Romanos 2:14-15). Esta comunicación uni-ersal de la Ley de Dios es tan amplia que Sus demandas éticas, que no se limitan estrechamente a los Diez Mandamientos (por ejemplo Romanos 1:32, donde dice que los homosexuales condenados conocen "la ordenanza de Dios").
(B) Los principios de la Ley de Dios son perpetuos porque reflejan el carácter de Dios, que es inmutable.
Levítico 20:7-8 declara, "Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios. Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra"; así se santifica a si mismo el pueblo de Dios ― llegando a ser santo como Dios es santo (1a de Pedro 1:15-16) o imitando Su perfección (Mateo 5:48, en el contexto de las demandas de la Ley). El Antiguo Testamento enseña que la Ley de Dios es perfecta (Salmos 19:7), que es santa, justa, y buena como Dios (Deuteronomio l2:28; Nehamís 9:13), y la perspectiva del Nuevo Testamento es idéntica: la Ley es perfecta (Santiago 1:25), santa, justa, y buena (Romanos 7:12).
II. La Ley de Dios completa en su extensión.
(A) Sus mandamientos se aplican a los asuntos del corazón, y no sólo a los asuntos externos.
En el Antiguo Testamento Dios requirió que Su pueblo le buscase con todo su corazón (Deuteronomio 4:29) y que circuncidase sus corazones (Deuteronomio 10:16), así como el Nuevo Testamento sigue mostrando que hemos de amarle de todo corazón (Mateo 22:37) y someternos a Su Ley en nuestros pensamientos, actitudes, e intenciones (por ejemplo, Mateo 5:21-48).
(B) La Ley de Dios se aplica a Carla área de la vida.
Los mandamientos de Dios exhortaron a Su pueblo a amarlo con todo lo que tuviesen (Deuteronomio 6:4-6), a través del día (v. 7), en la casa y fuera de la casa (v. 9), ya sea de pensamiento o hecho (v. 8). De cierto, el hombre tenía que vivir según cada palabra que salía de la boca de Dios (Deuteronomio 8:3, 6). De la misma manera el Nuevo Testamento requiere que cada aspecto de la vida y ser del hombre sea entregado al amor de Dios (Mateo 22:37) y que el pueblo de Dios demuestre su santidad "en toda nuestra manera de vivir" (1a de Pedro 1:15-16).
(C) La Ley de Dios es un estándar para todas las naciones
(no sólo Israel).
Deuteronomio 4:6, 8 claramente enseña que los mandamientos entregados por Moisés a Israel habían de ser su sabiduría ante los ojos de las naciones, quienes exclamarían "¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?" De forma semejante, Pablo indica que los patrones de la Ley de Dios son declarados a través de la revelación natural v son válidas para todos los hombres (Romanos 1:32; 2:14-l5). Como las naciones que una vez ocuparon la tierra de Canaán violaban los principios de la Ley de Dios, se les castigaría con la expulsión de la tierra (Levítico 18:24-27) — así como expulsaría también a Israel si ella violara Sus leyes (Dt. 30:17-18). El estándar y juicio moral sobre la desobediencia eran lo mismo para Israel que para las naciones.
En conformidad, Pablo enseña que todos los hombres, judíos y gentiles, han pecado violando la Ley de Dios (Romanos 2:9; 19-20), y Judas declara que Dios juzgará a todos los hombres impíos por todos sus hechos impíos (Judas 14-15).
Donde el Antiguo Testamento enseña que "La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones" (Proverbios 14:34), el Nuevo Testamento enseña que todo lo que Cristo ha mandado se ha de propagar a las naciones (Mateo 28:20). La Ley de Díos obliga a todos los hombres de todos los tiempos en todos los lugares. Hasta aquí hemos visto que el Antiguo y Nuevo Testamento coinciden perfectamente en que la Ley de Dios es perpetua en sus principios — que no es únicamente mosaica, sino que refleja el carácter eterno de Dios—y total en su extensión—que toca asuntos del corazón, que se aplica a todos los aspectos de la vida, y que obliga a toda la humanidad a la obediencia. En este momento será importante que agreguemos:
III. La Ley de Dios es complementaria a la salvación por la gracia
(A) No se debía usar la Ley como una forma de justificación.
El Antiguo Testamento enseña que en la vista de Dios "no se justifica ningún ser humano," porque si Dios mirase a los pecados, ningún hombre podría mantenerse (Salmos 14-3:2; 130:3). Mas bien, "el justo por su fe vivirá" (Habacuc 2:4). El salmista vio que "Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada," y "al que espera en Jehová, le rodea la misericordia" (Salmos 32:2, 10). Los santos del Antiguo Testamento no se salvaron por obedecer la Ley sino por la fe en el Salvador que venia, tipificado en los sacrificios del Antiguo Testamento. Además, el Nuevo. Testamento declara en términos claros que "por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de el" (Romanos 3:20). Verdaderamente, "si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo" (Gálatas 2:21). La Ley de Dios es el estándar de jústicia, pero a causa de que los pecadores no pueden ajustarse a ese estándar su salvación debe provenir de la gracia de Dios por la fe (Efesios 2:8-9). Esto fue cierto tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
B) La Obediencia a la Ley de Dios es armoniosa con la gracia y fe salvadora.
El Antiguo Testamento indica que la Ley de Dios fue revelada especialmente a Israel en el contexto de que Él redimió y liberto a Su pueblo de la esclavitud (Éxodo 19:4; 20:2); los que estaban dispuestos a guardar Su Ley ya habían recibido Su gracia. De esta manera David podía cantar, "en tu misericordia concédeme tu ley" (Salmos 119:29)—percibiendo ninguna tensión entre el uso correcto de la gracia de Dios y la Ley. Los que se justificaron por la fe en el Antiguo Testamento, tal como Abraham y Rahab, fueron los que estuvieron tan renovados por la gracia de Dios que estuvieron dispuestos u obedecer Sus demandas (véase Santiago 2:21-15). Los que fueron justificados y andaban por la fe, debido a la gracia de Dios, deseaban obedecer los mandamientos de Dios por respeto a Su autoridad, amor a Su pureza, y gratitud por Su salvación. Lo mismo es cierto para los santos del Nuevo Testamento. Pablo no dice que hemos sido salvados por las buenas obras sino que hemos sido salvados para buenas obras — es decir, a fin de vivir obedientemente ante Dios (Efesios 2:10). La gracia de Dios nos enseña a renunciar la impiedad (Tito 2:11-14), y por la fe nosotros realmente establecemos - en vez de anular — lo que fue enseñado en la Ley de Dios (Romanos 3:31).
IV. La Ley de Dios es central a Su único pacto de gracia.
(A) La Ley puede representar el pacto mismo.
Nosotros leemos en Génesis 17:10, 14 que la circuncisión puede representar el pacto mismo que Dios hizo con Abraham. De igual manera, las estipulaciones de la Ley mosaica se podían usar para encarnar el pacto mismo, como en Éxodo 24·:3—8 (véase Hebreos 9:19-20). Tal como la circuncisión es el pacto, así también la Ley es el pacto de Dios. Por eso las tablas de la Ley y los mandamientos que Dios dio a Moisés sobre el Monte Sinai (Éxodo 24:24:12) se pueden llamar realmente "las tablas del pacto" (Deuteronomio 9:9, 11, 15). Por lo tanto, cuando Jeremías habla del nuevo pacto que vendría, indica que la Ley de Dios es central a sus corazones: "Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón" Jeremías 31:33).
Esto es reproducido cuando el Nuevo Testamento enseña sobre el carácter del Nuevo Pacto (Hebreos 8:10), usando estas palabras para resumir su totalidad (Hebreos 10:16). Una preocupación por el pacto, entraña entonces, una preocupación por la Ley de Dios tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento.
(B) La Ley dada por medio de Moisés sivio al pacto abrahamico como promesa, y no como una antitesis.
Según el Antigua Testamento, es precisamente como el Dios de Abraham y a causa del pacto hecho con Abraham, que Dios trato con Moisés en forma de pacto (Éxodo 2:24; 3:6). El éxodo o libertad otorgada a los israelitas por medio de Moisés fue una realización de la promesa hecha a Abraham (Éxodo 6:1-8). Dios había prometido a Abraham en el pacto abrahamico ser Dios para él y para su simiente, la cual llegaría a ser el pueblo de Dios (Génesis 17:7-8). Esta misma bendición fue ofrecida en forma de libertad por parte de Dios a través de Moisés (Éxodo 6:7). En particular, esta promesa abrahamica seria la recompensa para la conformidad a la Ley mosaica: "Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra,...yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo" (Levítico 26:3,12). El Antigua Testamento no reconoció un antagonismo entre el pacto abrahamico de la promesa y el pacto mosaico de la Ley. Tampoco lo hizo el Nuevo Testamento. Pablo refleja sobre la relación entre la promesa abrahamica y la Ley mosaica (véase Gálatas 3:17) con precisión inspirada y hace la pregunta, "¿La Ley es contraria a las promesas de Dios?" Su respuesta es decisiva: "¡En ninguna manera!" (véase Gálatas 3:21). Mas bien la ley servia para llevar a cabo el cumplimiento de la promesa hecha con Abraham (Gálatas 3:19, 22, 29). La Ley mosaica que fundo la comunidad de tribus de Israel en Sinai es juzgada por Pablo como uno de "los pactos de la promesa" (Efesios 2:12). A través de la Escritura la Ley es congruente con la promesa.
(C) Asimismo, la promesa abrahamica que se realiza en Cristo sirve a los propósitos de la ley mosaica.
La perspectiva del Antiguo Testamento era que la gente que disfrutaba la promesa debía obedecer la Ley de Dios. Se suponía que cuando Israel recibiera lo que "te ha dicho Jehové el Dios de tus padres," la gente "guardaría todos sus estatutos y sus mandamientos" revelados por medio de Moisés (Deuteronomio 6: 1-3), Además, el Nuevo Testamento ve a los que pertenecen a Cristo -Aquel a quien la promesa de Abraham le fue dada (Gálatas 3:16) - como la simiente de Abraham y herederos según la promesa (Gálatas 3:7, 29). Ellos reciben la promesa por fe no deseando estar bajo la Ley como una manera de justificación para caer de la gracia (Gálatas 3:2, 6-14, 24-26; 4:21; 5:4). Sin embargo, los que disfrutan de la promesa abrahamica en Cristo lo hacen por la fe que obra por medio del amor (Gálatas 5:6), lo que quiere decir una fe que obedece la Ley (Gálatas 5:13-14) - una fe que anda por el Espíritu y por eso no viola la Ley (Gálatas 5:16-23). El Hijo de la promesa de Dios nos hace andar según el Espíritu para que guardemos la ordenanza de la Ley (Romanos 8:3-4). Por lo tamo, nosotros observamos que la promesa sirve la Ley, aun en la medida que la Ley sirve a la promesa, y esta relación reciproca es revelada tanto en el Antigua como en el Nuevo Testamento. La Ley juega un papel integral a través del único pacto de gracia de Dios.
V. La Ley de Dios es aceptada por Su pueblo como una señal y delicia redentora.
La discusión anterior de la Ley de Dios se ha enfocado en su carácter y función objetiva. Es importante también que notemos la actitud subjetiva que se expresa hacia la Ley de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. La polémica negativa contra la Ley que se suele escuchar en la actualidad no encaja con el sentimiento y evaluación de los escritores bíblicos inspirados. Según ellos:
(A) La obediencia a la Ley es su prenda de redención, comprobación de su amor, y señal de su dedicación al Señor.
EI Antiguo Testamento enseña que el significado mismo de la Ley de Dios y la obediencia a ella era que Dios había libertado a Su pueblo Deuteronomio 6:20-25; por ejemplo, 5:15). Por cierto, el no guardar los mandamientos de Dios fue identificado como olvidarse de su propia redención (Deuteronomio 11:11-17), y era claro que la salvación estaba lejos de los que no deseaban los estatutos de Dios (Salmos ll9:155). De la misma manera en el Nuevo Testamento, donde la vida eterna es "conocer a Cristo" (Juan 17:3), nosotros indicamos que "le conocemos, si guardamos sus mandamientos," y es una mentira decir que uno conoce a Cristo si no guarda Sus mandamientos (1a de Juan 2:3-4). El Antigua Testamento dijo que los que aman al Señor obedecerian Sus mandamientos (Deuteronomio 10:12-13), y el amor neotestamentario para el Señor se prueba en la misma manera (Juan 14:15; 1a de Juan 5:3). En el Antiguo Testamento la dedicacion a Dios y a Sus propósitos se demostraba por la adherencia a la Ley de Dios (Deuteronomio 26:l7; Josué 22:5). Las cosas no son diferentes en el Nuevo Testamento, donde los que eligen seguir a Cristo en vez de la bestia son identificados como "los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonie de Jesucristo" (Apocalipsis 12:17; 14:12). Tanto en uno como en otro Testamente seria inconcebible para un santo redimido, quien amo al Señor y fue dedicado a El, rehusar, criticar, o desobedecer la Ley de Dios.
(B) Había que amar la Ley de Dios como una delicia y bendición.
Aunque los hombres se burlen, la delicia del hombre piadoso se encuentra en la Ley del Señor (Salmos 1:2; 119:16); Feliz es aquel hombre, dice el Antigua Testamento, que se deleita grandemente en la Ley de Dios (Salmos 112:1), La perspectiva neotestamentaria de Pablo fue idéntica: "Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios" (Romanos 7:22), Para Juan la Ley de Dios fue de tanto gozo que El pudo declarar, "Sus mandamientos no son gravosos" (1a de Juan 5:31;), Es el pecado—es decir, según ambos testamentos, la violación de los pactos de Dios (Josué 7:11; Isaías 24:5; 1a de Juan 3:4) — que debe ser abominable al pueblo de Dios, porque trae la muerte (Romanos 6:23). Aparte de la inhabilidad pecaminosa del hombre, la Ley misma es ordenada por gracia para que el hombre viva (Levítico 18:5; Nehemias 9:29; Ezequiel 20:11, 13, 21; véase Proverbios 3:7-8). No solo el Antiguo Testamento acepta esta realidad. Pablo discierne la conexión entre la obediencia a la Ley y la vida del Espíritu (Romanos 8:2-4·, 6-7, 12·14) y confiesa que, aparte de la corrupción pecaminosa que él tenia, la Ley tiene el propósito de comunicar vida (Romanos 7:10), Todo aquel que esta en contra de las demandas de la Ley; entonces, esta también en contra de la doctrina que da salud (sana), según 1a de Timoteo 1:8-10 (véase 6:3). Dios nos dio Su Ley para nuestro bien, y por esa razón los escritores del Antiguo y Nuevo Testamento se regocijan en ella. Es para vergüenza nuestra si nosotros no emulares su actitud.
VI. La Ley de Dios es eterna y no debe ser alterada.
Al paso del tiempo cuando muchos ven la Ley del Señor como arbitraria, sacrificable, o temporánea en su autoridad para la vida del hombre, es sumamente valioso observar la perspectiva de los escritores inspirados, Moisés escribió que para siempre seria bueno para el pueblo de Dios observar los mandamientos que El revelo (Deuteronomio 12:28). David exclamo que "Fieles son todos sus mandamientos, afirmados eternamente y para siempre" (Salmos 111:7-8; véase 119:152). Por cierto, la autoridad eterna de los mandatos de Dios caracteriza a todos ellos: "Eterno es todo juicio de tu justicia" (Salmos 119:160). Miranda al día terrible del Señor cuando los malos serán consumidos con fuego (Malaquias 4:1), el profeta Malaquias pronuncia como una de las palabras finales del Antiguo Testamento, "Acordaos de la ley de Moisés mi siervo" (4:4). Sin embargo, en las paginas del Nuevo Testamento nosotros oímos las palabras de Uno quien es mucho mayor que Moisés, David, o cualquier profeta de la antigüedad. El testimonio de ellos sobre la autoridad eterna de la Ley de Dios es pálido comparado con la declaración absolutamente clara y sin oposición de Jesucristo de que los mandamientos de Dios — cada uno de ellos - son eternamente validos; "De cierto os digo que hasta que pasen el ciclo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasara de la ley, hasta que todo se haya cumplido" (Mateo 5:18). El Antiguo y Nuevo Testamento se unen en esta doctrina. Las voces de los dos Testamentos están unidas al decir que la Ley de Dios no se debe alterar. David reconoció que: Dios demanda solo lo que es justo y recto, y por lo tanto apartarse de Sus mandamientos es desviarse de la integridad moral. "Por eso estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas, y aborrecí todo camino de mentira .... Todos tus mandamientos son justicia" (Sal. 119:128, 172). El cambiar o hacer caso omiso a cualquiera de los mandamientos de Dios es necesariamente crear un modelo injusto de conducta. Por lo tanto, la Ley misma se guarda contra las alteraciones dentro de si; "No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno" (Deuteronomio 4:2; véase 12:32). Ningún hombre tiene la prerrogativa de alterar los requisitos proclamados por Dios, Solo Dios mismo, el Dador de la Ley, tiene la autoridad de abrogar o alterar Sus mandamientos. No obstante, el testimonio de Dios encarnado del Nuevo Testamento es que la Ley no ha de ser cambiada, ni siquiera con el evento trascendental del Su venida:
"No penséis que he venido para abrogar la Ley o los profetas, . . . De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos " (Mateo 5:17, 19). La Ley eterna y justa de Dios es inalterable, según la enseñanza combinada del Antiguo y Nuevo Testamento.
VII. Por lo tanto, hay en día tenemos la obligación de guardar toda la Ley.
Cualquiera que sugiera, sin la autorización de la Palabra de Dios, que alguna Ley del Antiguo Testamento no es obligatoria hay en día para nuestra conducta caería bajo la censura doble tanto de los escritores del Antiguo como de los del Nuevo Testamento. Tal insinuación estaría en desacuerdo con la perpetuidad y extension de la Ley de Dios que ambos testamentos enseñan; evidenciaria un olvido de las misericordias de Dios, violaría el pacto, y privaria al pueblo de Dios de una de sus delicias. Tal insinuación estaría diametralmente opuesta a la eternalidad e inmutabilidad de la Ley como esta proclamado en el Antiguo y Nuevo Testamento. El oponerse a la Ley sin la dirección bíblicamente revelada del Señor es acongojarle y retarle; los que lo hacen serán rebajados en el reino de Dios. A menos que la Escritura mismo nos muestre algún cambio con respecto a la Ley de Dios o a nuestra obediencia a ella, el principio que gobierna nuestra actitud y conducta debiera ser el mismo que presentan como las presuposiciones categóricas de la Biblia— a saber, que nuestra instrucción en conducta justa se encuemra en cada Escritura del Antigua Testamento: (1a a Timoteo 3:16-17), cada punto de la Ley (Santiago 2:10), aun los mandamientos mas pequeños (Mateo 5:19; 23:23), cada palabra (Marco 4:4), y cada letra (Marco 5:18). Esta es claro en los puntos principales - a los cuales tanto el Antigua como el Nuevo Testamentos dan aprobación -los cuales ya hemos repasado. Dado estos puntos en que estamos de acuerdo, no tenemos ninguna razón para esperar que el Nuevo Testamento relevarían ni categórica ni implícitamente al creyente de su deber moral hacia la Ley de Dios.
Conclusión
Para resumir: debemos presuponer la continuidad del deber moral entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. En efecto, basados en esta presuposición bíblica, la responsabilidad de proveer prueba escritural le corresponde directa y gravemente sobre quien quiera negare la validez para nuestro tiempo de la autoridad vigente de alguna estipulación particular del Antiguo Testamento. La próxima vez que alguien diga, " nosotros no necesitamos seguir ese mandamiento porque es una Ley del Antiguo Testamento," el lector debe afirmar (tanto a si mismo como a su interlocutor): "Esa clase de afirmacion requiere una explicación y comprobación bíblica clara antes que cualquier cristiano fiel a la pueda aceptar ." Muchos autores fieles e inspirados de la Escritura - tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento - escribieron exactamente lo contrario.