9. LA ETICA MOTIVACIONAL APOYA LA LEY
"Todo al pueblo de Dios, a través de ambos testamentos, tiene un corazón que anhela obedecer los mandamientos del Señor, porque la Ley es establecida en un trasfondo de misericordia de Dios hacia Su pueblo."
Los que son creyentes genuinos en Cristo sabe muy bien que su salvación no puede estar basado en sus propias obras de la Ley: " .... no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia nos salvo, ..... par que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna" (Tito 3:5 - 7). La justificación del creyente ante Dios se basa mas bien en la perfecta obediencia de Jesucristo (Gálatas 3:11; Romanos 5:19); es Su justicia imputada que nos justifica ante el trono de juicio de Dios (2a a los Corintios 5:21), "Que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley " (Romanos 3:28).
En Consecuencia, una verdad que es preciosa al corazón de cada cristiano es el resumen proporcionado por Pablo en Efesios 2:8, "Por gracia sois salvos por medio de la fe y esto no de vosotros, pues es don de Dios - no por obras, para que nadie se gloríe." La salvación se basa en la gracia de Dios, y el medio instrumental por el cual nosotros la alcanzamos es la fe salvadora. La Ley no nos salva sino nos mata de un sólo golpe (Romanos 7:9; 2a a los Corintios 3:6-7). Por lo tanto, es cierto que la vida y ética cristiana se debiera caracterizar por la gracia de Dios y la fe salvadora; la conducta del creyente debiera ser un reflejo de su fe en la misericordia de Dios. La ética cristiana no debe oponerse a la salvación por medio de la gracia por la fe. Como Pablo dijo, "con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo" (2a a los Corintios l:l2), y la vida cristiana se puede considerar como "la buena batalla de la fe" (1a a Timoteo 6:12). Sin embargo, esto no significa que la vida cristiana es una de antagonismo a la Ley de Dios, como mucha gente parece inferir. Con demasiada frecuencia se piensa que, ya que la Ley nos condena y no nos puede salvar, la gracia y la fe nos liberan de toda obligación a la Ley de Dios. Se nos ha dicho que una ética de gracia por la fe, no puede tolerar las reglas, reglamentos, o mandatos de Dios, lo que sería "legalismo," según se dice. Pero tal pensamiento y razonamiento no es bíblico. Tales consecuencias antinomianas (contraías a la Ley de Dios) deben ser corregidas por la Palabra de Dios.
La Ley y la Gracia Son Correlativas
La Ley de Dios define mi pecado y con eso mi necesidad de un Salvador. Cristo me ha salvado de la culpa y poder del pecado exactamente porque la Ley de Dios es sumamente importante; ella revela la clase de vida que Dios requiere, y no debemos cerrar los ojos ante las consecuencias de la desobediencia. Al salvarme de la ira de Dios contra los infractores de la Ley, yo naturalmente (sobrenaturalmente) deseare guardar los principios previamente transgredidos de la Ley de Dios. A esa luz podemos observar que la Ley y la gracia son correlativas según lo revelan las Escrituras. La gracia de Dios funciona dentro de los parámetros de Su Ley ― al justificar a Su pueblo, Dios no viola Su propia justicia (Romanos 3:26). Y la Ley de Dios es de gracia (Salmos 19:29). Ambas se apoyan mutuamente: la Ley impulsa el cumplimiento de la promesa de Dios (Romanos 5:20-21), y la gracia de Dios actúa para cumplir la Ley (Romanos 8:3-4).
Cuando Pablo dice que nosotros somos salvos por gracia por medio de la fe, él agrega inmediatamente que ya que somos hechura de Dios, Él espera que andamos en buenas obras (Efesios 2: 10).
Aunque es popular hoy en día mirar a la Ley como una carga intolerable para el hombre moderno, el apóstol amado escribió que para el creyente la Ley de Dios no es gravosa
(1a de Juan 5:3). Cuando el salmista reflexionaba sobre las bondades del Señor, el anhelaba ser enseñado en Sus estatutos y se levantaba a media noche para dar gracias por Sus ordenanzas justas (Salmos ll9:2―4). Moisés vio la entrega de la Ley de Dios como una señal segura de Su amor para Su pueblo (Deuteronomio 33:2-4). Todo el pueblo de Dios, a través de los dos testamentos, tiene un corazón que anhela obedecer los mandamientos del Señor, porque la Ley es establecida en un trasfondo de misericordia de Dios hacia Su pueblo (por ejemplo, Éxodo 20:2). Experimentos en carne propia de la redención de Dios es un motivo poderoso para guardar la Ley (Deuteronomio 7:10-11). Es decir, la gracia de Dios impulsa a los hombres a exclamar: "He deseado tu salvación, oh Jehová, y tu ley es mi delicia" (Salmos 119:174). Pablo por ejemplo, escribió, "Porque según el hombre interior, me deleito en la ley, de Dios" (Ro. 7:22). Por la gracia la Ley de Dios, había sido escrita en su corazón (Hebreos 10:16).
En Romanos 6, Pablo discute las repercusiones de estar bajo la gracia de Dios. Comienza haciendo la pregunta si deberíamos seguir en el pecado (el quebrantamiento de la Ley) para que la gracia abunde; su respuesta es dramática "!En ninguna manera!" (vs. l―2). Los que han tenido el viejo hombre crucificado con Cristo, los que están unidos con Cristo en Su muerte y resurrección, los que han resucitado con Él deben andar en novedad de vida, ya nunca mas en la esclavitud de la vida pecaminosa (vs. 3―11). Así que Pablo nos exhorta, "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad." Los que son salvos por gracia del poder del pecado debieran dejar de violar la Ley de Dios, Mas bien, habiendo sido resucitados de entre los muertos, deben presentar sus miembros como instrumentos de justicia (vs.12-13). " ¿Por qué es así? ¿Cómo puede ser que somos obligados a obedecer los requisitos justos de la Ley de Dios si hemos sido "salvados por la gracia? Pablo responde: "Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (v. 14). Irónicamente, aunque muchos grupos han usado esta declaración fuera de contexto para apoyar la libertad de toda demanda de la Ley, !el versículo es una de las pruebas bíblicas mas fuertes que los creyentes deben esforzarse en obedecer la ley de Dios! Como no estamos mas bajo la maldición de la Ley y encerrado en su impotencia inherente para habilitar la obediencia—como estamos bajo la gracia capacitadora de Dios, no bajo la Ley—no debemos permitir que las violaciones de la Ley (o sea, el pecado: la de Juan 3:4) dominen nuestras vidas. Para que la ordenanza justa de la Ley sea cumplida en nosotros Dios ha puesto Su Espíritu Santo dentro de nuestros corazones por Su gracia (Ro.6:15). "La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente," porque Cristo "nos redimió de toda iniquidad" (Tito 2:11-14). La gracia de Dios apoya Su Ley. Por lo tanto, es de esperar que Pablo hiciera la siguiente pregunta para suplir la respuesta obvia: "¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley" (Romanos 3:31). La fe que no produce obras obedientes—es decir; la fe que está separada de la Ley de Dios―es en realidad insincera y muerta (Santiago 2:14-26). Esta clase de fe jamás puede justificar a un hombre. La Confesión de Fe de Westminster (1646) es fiel a la Escritura cuando enseña que "las buenas obras, hechas en obediencia a los mandamientos de Dios, son frutos y evidencias de una fe verdadera y sincera" (16:2), Por la fe salvadora, dice la Confesión, un hombre rendirá obediencia a los mandamientos de la Escritura (14:2). Una fe salvadora y genuina siempre es acompañada de un arrepentimiento de corazón y de una búsqueda de Dios, "proponiéndose y luchando por andar con El en todos los caminos de Sus mandamientos" (15:2). Llegamos entonces a la conclusión de que la vida Cristiana de gracia y fe no es una que es indiferente o antagónica a la Ley de Dios. La gracia y fe salvadora de Dios establecen la validez de la Ley.
El Amor Cristiano y la Ley de Dios
Lo mismo se puede decir en cuanto a la ética cristiana básica del amor. Porque Dios ha manifestado Su amor para con nosotros, ahora nosotros hemos de vivir en amor por Él y por nuestro prójimo (Efesios 5:l—2; la de Juan 4:7-l2, 16-21). Sobre estos dos mandamientos de amor—hacia Dios y hacia nuestro prójimo (como enseña el Antiguo Testamento [Deuteronomio 6:5, Levítico l9:l8]) ―descansa toda la Ley y los profetas, dijo Jesús (Mateo22:37-40), De Cierto, "el cumplimiento de la ley es el amor" (Romanos l3:10). Pero en el pensamiento de Jesús y los apóstoles, ¿quiere decir esto que los Cristianos pueden dejar a un lado la Ley de Dios o repudiar sus detalles? En ninguna manera. Moisés había enseñado que el amor a Dios significa el guardar Sus mandamientos (Deuteronomio 30:16), y como Jesús nunca contradijo a Moisés dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos" (Juan l4:l5). El amor que resume y tipifica la ética cristiana no es una generalidad nebulosa ni un sentir que tolera, por ejemplo, todas las cosas desde el adulterio hasta la castidad. Juan escribió: "En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos" (1a de Juan 5:26). El amor resume la Ley de Dios, pero no la abroga ni la sustituye. Como Juan Murray escribió una vez, "el resumen ni elimina ni abroga la totalidad de la obra cuyo contenido resume." 1 Los mandamientos de Dios dan el carácter y dirección específica al amor que el creyente pone en práctica. En vez de ser una ley propia (autónoma), el amor es el reflejo del carácter de Dios (1a de Juan 4:8) y por lo tanto coincido con los dictámenes de la Ley de Dios, porque son una trascripción de la perfección moral de Dios a nivel de la creatura.
l.
John Murray, Principles of Conduct (Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 1957), pág. 192.
Dios mostró Su amor para con nosotros cuando nos salvó por gracia a través de la fe. De la misma manera la vida cristiana debe reflejar los principios de la gracia, la fe, y el amor; sin estos sería vana e insignificante. Sin embargo, lejos de abrogar la Ley de Dios, una ética de gracia de fe y amor establece la validez permanente — y nuestra necesidad — de los mandamientos del Señor.