EL ARGUMENTO
El plan de Pedro en esta Epístola es de exhortar a los fieles a una negación del mundo y un menosprecio del mismo, para que sean librados de afecciones carnales y todos los estorbos terrenales, pueden con su alma entera aspira al reino celestial de Cristo, y en estar apoyándose por medio de la paciencia y fortificados usando valor y perseverancia para vencer toda clase de tentaciones, y proseguir en este camino y la práctica de esta vida.
Por eso al principio proclama en palabras expresas la gracia de Dios que fue dado a conocer a nosotros en Cristo; y al mismo tiempo agrega, que es recibida por fe y poseída por esperanza, para que los piadosos levanten sus mentes y sus corazones por encima del mundo. Por eso, los exhorta a la santidad, por temor a que den por cancelado el precio con que fueron redimidos, y por temor a que ellos hagan que la semilla incorruptible de la Palabra, con que habían sido regenerados a la vida eterna, sea destruida o muera. Y como había dicho, que habían sido nacidos de nuevo por la Palabra de Dios, menciona su infancia espiritual. Además, para que su fe no vacile ni tiemble, porque vieron que Cristo fue despreciado y rechazado por casi el mundo entero, les recuerda que esto fue sólo el cumplimiento de lo que había sido escrito de él, que sería la piedra de tropiezo. Pero aún más les enseña lo que sería una base firme a los que creen en él. Por eso, otra vez se refiere al gran honor a que Dios los había levantado, para que sean animados por la contemplación de su estado anterior, y por la percepción de sus beneficios presentes, para dedicarse a sí mismos a una vida santa.
Viene después a exhortaciones particulares, — que se conduzcan a sí mismos en humildad y obediencia bajo el gobierno de príncipes, que los sirvientes deben estar sujetos a sus maestros, que las mujeres deben obedecer a sus maridos y ser modestas y castas, y así, por otro lado, los maridos deben tratar a sus mujeres con bondad. Y entonces les ordena observar lo que fue justo y correcto del uno hacia el otro; y para que hagan esto de buena gana, pone ante ellos lo que sea el fruto — una vida pacífica y feliz.
Sin embargo, como sucedió a cristianos, que no importa cuánto buscaron la paz, a menudo fueron acosados por muchas heridas, y en cuanto que el mundo no tenía ninguna causa justa para ser hostil a ellos, los exhorta que soporten tranquilamente sus persecuciones, que supieron promoverían su salvación. Para este fin trae hacia adelante el ejemplo de Cristo. Por otro lado, les recuerda qué fin infeliz aguarda a los impíos, mientras tanto Dios entregue maravillosamente su Iglesia de la muerte por la muerte. El se refiere aún más al ejemplo de Cristo para imponer la mortificación de la carne. A esta exhortación agrega varias oraciones breves; pero poco después regresa a la doctrina de la paciencia, para que los fieles mezclen consuelo con sus males, para considerar como bueno para ellos el ser castigado por la mano paternal de Dios.
Al principio del quinto capítulo él recuerda a los ancianos de su deber, no de tiranizar sobre la Iglesia, sino para presidir bajo Cristo con moderación. Recomienda a los jóvenes la modestia y de ser dóciles para aprender. Por fin, después de una exhortación corta, cierra la Epístola con una oración.
En cuanto al lugar dónde escribió, no todos están de acuerdo. Sin embargo, no hay razón que veo por qué debemos dudar que estuviera en este momento en Babilonia, como declara expresamente. Pero como la persuasión había prevalecido, que había cambiado de Antioquía a Roma, y que él murió en Roma, los antiguos, dirigidos por este único argumento, se imaginó que Roma aquí es llamada alegóricamente Babilonia. Pero como sin alguna conjetura probable que creyeron temerariamente lo que han dicho del episcopado romano de Pedro, así que también esta invención alegórica debía ser considerada como nada. Es verdaderamente mucho más probable que Pedro, según el carácter de su apostolado, viajó sobre esas partes en las que la mayor parte de los judíos residieron; y sabemos que un gran número de ellos estuvo en Babilonia y en los países circundantes.
1 Pedro 1:1-2
1. Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,
2. elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
1. “Pedro, apóstol” Lo que expresa en esta salutación es lo mismo que en la de Pablo, y no requiere ninguna explicación nueva. Cuando Pablo oró por la gracia y la paz, el verbo está dejado afuera; pero Pedro lo agrega, y dice, “sean multiplicadas”; mas el significado es todavía el mismo; porque Pablo no deseó a los fieles el principio de la gracia y la paz, sino el crecimiento de ellas, eso es, que Dios completaría lo que había empezado.
“A los elegidos”, o los escogidos. Puede ser preguntado, ¿cómo puede ser averiguado?, porque la elección de Dios es oculta, y no puede ser conocida sin la revelación especial del Espíritu; y como cada uno está asegurado de su propia elección por el testimonio del Espíritu, así que no puede saber nada con certeza sobre los demás. A este contesto, que no debemos de preguntar con curiosidad acerca de la elección de nuestros hermanos, sino al contrario debemos considerar su llamamiento, para que todos los que sean admitidos por fe en la iglesia, deben de estar contados como los elegidos; porque así Dios los separa del mundo, que es un signo de elección. No es una objeción en decir que muchos caigan lejos, sin tener nada sino la apariencia; porque es el juicio de la caridad y no de fe, cuando creemos que todos son elegidos en quien parece la marca de la adopción de Dios. Y que él no trae su elección del consejo escondido de Dios, sino lo entiende de su efecto, es evidente del contexto; porque después lo conecta con la santificación del Espíritu. Hasta que entonces como demostraron que fueron regenerados por el Espíritu de Dios, por lo mismo los cree ser los elegidos de Dios, porque Dios no santifica a nadie sino más que a los que ya ha elegido.
Sin embargo, al mismo tiempo nos recuerda de donde viene dicha elección, por la que estamos separados para la salvación, para que no perezcamos con el mundo; porque dice, según la presciencia de Dios que Esto es la fuente y la primera causa: Dios supo antes que el mundo fuera creado a quien había sido elegido para la salvación.
Pero debemos considerar sabiamente lo que esta precognición o presciencia es. Para los sofistas, para oscurecer la gracia de Dios, se imaginan que los méritos de cada uno son previstos por Dios, y por eso así los reprobados están distinguidos de los elegidos, como cada uno demuestra ser digno de este o ese terreno. Pero la Escritura pone por todas partes el consejo de Dios, en que está fundada nuestra salvación, en la oposición a nuestros méritos. Por eso, cuando Pedro les llama elegidos según la precognición de Dios, él insinúa que la causa de ello depende única y solamente en Dios solo, porque el de su propio albedrio libre nos habría escogido. Entonces la presciencia de Dios excluye cada mérito en la parte del hombre. Hemos tratado este asunto más ampliamente en el primer capítulo de la Epístola a los Efesios, y en otros lugares.
Sin embargo, como en nuestra elección le asigna el primer lugar al favor gratuito de Dios, así que otra vez nos haría saberlo por los efectos, porque no hay nada más peligroso o más absurdo que dejar pasar nuestro llamamiento y para buscar la certeza de nuestra elección en la presciencia oculta de Dios, que es el laberinto más profundo. Por lo tanto para evitar este peligro, Pedro suministra la mejor corrección; porque aunque en primer lugar nos hace considerar el consejo de Dios, la causa de que es solamente en él mismo; todavía nos invita a advertir el efecto, por lo cual expone y testifica de nuestra elección. Ese efecto es la santificación del Espíritu, aún el llamamiento eficaz, cuando la fe es añadida a la predicación externar del evangelio, la cual fe es engendrada por la operación interna del Espíritu.
“A los expatriados” Los que piensan que todos los piadosos están llamados así, porque son extranjeros en el mundo, y avanzan hacia el país celestial, se equivocan mucho, y este error es evidente de la palabra dispersión que sigue inmediatamente; porque esto solo se puede aplicar a los judíos, no sólo porque fueron desterrados de su propio país y dispersados aquí y allá, pero también porque habían sido expulsados de esa tierra que había sido prometida a ellos por el Señor como una herencia perpetua. El verdaderamente después llama a todos los fieles expatriados, porque son peregrinos en la tierra; pero la razón aquí es diferente. Fueron expatriados, porque habían sido dispersados, algunos en Ponto, algunos en Galacia, y en algunos en Bitinia. No es extraño que dirigió esta Epístola más especialmente para los judíos, porque supo que fue designado en una manera especial de ser su apóstol, como Pablo nos enseña en Gálatas 2:8. En los países que él enumera, él incluye todo de Asia Menor, del Euxino a Capadocia.
“A obediencia” El agrega dos cosas a la santificación, y parece comprender la novedad de la vida por obediencia, y por el rociar de la sangre de Cristo la remisión de pecados. Pero si éstos son partes o efectos de la santificación, entonces santificación debe ser entendida aquí en una manera diferente de lo que significa cuando se usa por Pablo, eso es, más generalmente. Dios entonces nos santifica por un llamamiento eficaz; y esto es hecho cuando somos renovados a una obediencia a su justicia, y cuando estamos rociados por la sangre de Cristo, y así estamos limpiados de nuestros pecados. Y allí parece de ser una alusión implícita al antiguo rito de rociar utilizado bajo la ley. Porque como no fue suficiente para la víctima de ser matado y la sangre derramada, salvo que el pueblo fue rociado; así también ahora la sangre de Cristo que ha sido vertida, no nos servirá para nada, si nuestras conciencias no están limpiadas por la misma. Entonces debe estar entendido aquí un contraste, eso, como anteriormente bajo la ley el rociar de sangre fue hecho por la mano del sacerdote; así ahora el Espíritu Santo rocía nuestras almas con la sangre de Cristo para la expiación de nuestros pecados.
Por eso ahora expresemos la sustancia en total; que es, que nuestra salvación fluye de la elección gratuita de Dios; pero que es de ser averiguado por la experiencia de fe, porque nos santifica por su Espíritu; y entonces que hay dos efectos o fines de nuestro llamamiento, aún renovación en la obediencia y la ablución por la sangre de Cristo; y además, de ambos son la obra del Espíritu Santo.
Por eso concluimos, que la elección no debe de estar separada del llamamiento, ni la justicia gratuita de fe de la novedad de la vida.
1 Pedro 1:3-5
3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,
5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
3. “Bendito el Dios” Hemos dicho que el objetivo principal de esta epístola es de levantarnos sobre del mundo, para que podamos estar preparados y animados a sostener las luchas espirituales de nuestra guerra. Para este fin, el conocimiento de los beneficios de Dios nos ayuda mucho; porque, cuando su valor se presenta ante nosotros, todas las otras cosas serán creídas sin valor, especialmente cuando consideramos lo que son Cristo y sus bendiciones; porque todo sin él es nada más que la escoria. Por esta razón él ensalza sumamente la gracia maravillosa de Dios en Cristo, eso es, para que creamos que es mucho para abandonar el mundo para que disfrutemos el tesoro inapreciable de una vida futura; y también para que no seamos destruidos por los problemas presentes, sino soportarlos pacientemente, para estar satisfechos con la felicidad eternal. Aún más, cuando da gracias a Dios, él invita a los fieles a la alegría espiritual, que puede tragarse todos los sentimientos opuestos de la carne.
"Y Padre de nuestro Señor Jesucristo" Entienda las palabras así, — "Bendito sea Dios que es el Padre de Jesucristo". Porque, como se dijo anteriormente, en llamar a sí mismo el Dios de Abraham, él designó para marcar la diferencia entre él y todos los dioses ficticios; así también después de que se haya manifestado en su propio Hijo, su voluntad es, no ser conocido de otro modo que en él. Por eso, los que forman sus ideas de Dios en su majestad desnuda aparte de Cristo, tienen un ídolo en vez del Dios verdadero, como es el caso con los judíos y los turcos. Quienquiera, entonces, que busca conocer al único Dios verdadero, lo debe considerar como el Padre de Cristo; porque, cuando nuestra mente busque a Dios, si no piensa de Cristo, vagará y será confundida, hasta que sea perdida enteramente. Pedro querría insinuar al mismo tiempo cómo Dios es tan generoso y amable hacia nosotros; porque, Cristo se puso como la persona intermediaria, y su bondad nunca podría ser realmente conocida por nosotros.
"Que nos hizo renacer " El muestra que la vida sobrenatural es un regalo, porque estamos nacidos como los hijos de ira; porque si hubiéramos sido nacidos a la esperanza de la vida según la carne, no habría sido necesario de estar nacidos de nuevo por Dios. Por lo tanto Pedro nos enseña, que estamos por naturaleza destinados a la muerte eterna, estamos restaurados a la vida por la misericordia de Dios. Y esto es, como si fuera, nuestra segunda creación, como está declarado en el primer capítulo de la Epístola a los Efesios. "Esperanza viva o viviente", significa la esperanza de la vida. Al mismo tiempo parece de ser un contraste implícito entre la esperanza que está fija en el reino incorruptible de Dios, y las esperanzas que desaparecen y son transitorias de hombre.
"Según su gran misericordia" Menciona primero la causa eficiente, y entonces indica la causa que media, como se dice. Muestra que Dios no fue inducido por ningunos méritos nuestros de regenerarnos a una esperanza viva, porque asigna esto enteramente a su misericordia. Pero para reducir más completamente los méritos de las obras a nada, dice, "gran (multam) misericordia". Todos, verdaderamente, confiesan que Dios es el único autor de nuestra salvación, pero inventan después causas extraordinarias, que quitan tanto de su misericordia. Mas Pedro encomienda solamente misericordia; y conecta inmediatamente la manera o el camino, "por la resurrección de Cristo;" porque Dios no descubre en cualquier otra manera su misericordia; por eso la Escritura siempre dirige nuestra atención a este punto. Y que la muerte de Cristo no es mencionada, sino su resurrección, no implica contradicción, puesto que está incluido; porque una cosa no puede ser completada sin tener un principio; y trajo especialmente adelante la resurrección, porque hablaba de una nueva vida.
4 "Para una herencia" Las tres palabras que siguen están designadas para ampliar la gracia de Dios; porque Pedro (como he dicho antes) tuvo este objeto a la vista, para impresionar a nuestras mentes completamente en cuanto a su excelencia. Además, estas dos cláusulas, "a una herencia incorruptible," etc., y "la salvación que está preparada para ser manifestada," creo como estén en la yuxtaposición, el último explicando el anterior; para expresar la misma cosa en dos maneras.
Cada palabra que sigue es de importancia. La herencia está declarada de ser reservada, o de estar preservada, para que podamos saber que está más allá del alcance del peligro. Porque, si no estuviera en la mano de Dios, podría estar expuesto a peligros interminables. Si estuviera en este mundo, ¿cómo lo podríamos considerar como seguro entre tantos cambios? Para que nos liberte de cada temor, él testifica que nuestra salvación está colocada en la seguridad más allá de los daños que Satanás puede hacer. Pero en cuanto que la certeza de salvación no nos puede traer sino consuelo pequeño, si cada uno no sabe que pertenece a sí mismo, Pedro agrega, “para vosotros”. Porque las conciencias pueden con calma descansar aquí, eso es, cuando el Señor les grite de los cielos, "Miren, su salvación está en mi mano y está guardada para ustedes". Pero como salvación no es sin discriminación para todos, él llama nuestra atención a la fe, para que todos los que están dotados con fe, sean distinguidos de los demás, y para que no duden sino que son los herederos verdaderos y legítimos de Dios. Porque, como la fe penetra en el cielo, así que también apropia a nosotros las bendiciones que están en el cielo.
5 "Que sois guardados por el poder de Dios" Debemos advertir la conexión cuando dice, que somos guardados mientras estamos en el mundo, y al mismo tiempo nuestra herencia es reservada en el cielo; de otro modo este pensamiento arrastraría inmediatamente, "¿Por qué nos sirve que nuestra salvación es guardada en el cielo, cuándo estamos tirados aquí y allá en este mundo como en un mar turbulento? ¿Qué nos puede servir que nuestra salvación es asegurada en un puerto callado, cuándo estamos manejados aquí y allá entre mil naufragios"? El apóstol, por lo tanto, anticipa objeciones de esta clase, cuando él muestra, que aunque estamos en el mundo expuesto a peligros, somos mantenidos todavía por fe; y que aunque estamos así cercanos a la muerte, estamos todavía seguros bajo la tutela de fe. Pero como la fe misma, por la enfermedad de la carne, a menudo tiembla, estaríamos siempre preocupados por el día siguiente, si el Señor no estuviera para ayudarnos.
Y verdaderamente vemos que bajo el Papado una opinión diabólica prevalece, que debíamos dudar nuestra perseverancia final, porque somos inciertos si estaremos mañana en el mismo estado de gracia. Pero Pedro no nos dejó así en suspenso; pues testifica que estamos firmes de pie por el poder de Dios, para que ninguna duda surja de un conocimiento de nuestra propia enfermedad, y nos preocupe. Cuán débil que podemos estar, nuestra salvación no es incierta, porque es sostenida por el poder de Dios. Como, entonces, somos engendrados por la fe, así también la fe misma recibe su estabilidad del poder de Dios. Por eso, así es su seguridad, no sólo para el presente, sino también para el futuro.
"Para alcanzar la salvación " Como estamos por la naturaleza impacientes de una demora, y bien pronto sucumbimos bajo la fatiga, por lo tanto nos recuerda que la salvación no es diferida porque ya no está preparada, sino porque el tiempo de su revelación ya no ha venido. Esta doctrina intenta alimentar y sostener nuestra esperanza. Además, llama el día de juicio "el tiempo postrero", porque la restitución de todas las cosas no debe estar esperado anteriormente, porque el tiempo intermedio todavía está en progreso. Lo que es llamado en otra parte el último tiempo, es el total del advenimiento de Cristo; es llamado así de una comparación con las edades anteriores. Pero Pedro tuvo una consideración del fin del mundo.