CAPITULO IV
1. Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino,
2. que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
3. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,
4. y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.
1. Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo. Es conveniente notar cuidadosamente que esta cláusula está relacionada con el pasaje anterior, lo cual quiere decir que Pablo liga con propiedad la Escritura con la predicación. Esto también refuta a ciertos fanáticos, quienes en forma arrogante se ufanan de que ya no tienen necesidad de nosotros, porque la lectura de las Escrituras les es suficiente. Empero Pablo, después de haber hablado de la utilidad de la Escritura, infiere no únicamente que todos deben leerla, sino que los maestros deben dispensarla como un deber que se les impone. Por consiguiente, como toda nuestra sabiduría está contenida en las Escrituras, ni nosotros ni los maestros debemos sacar nuestra enseñanza de ninguna otra fuente; de modo que aquel que, descuidando el auxilio de la voz viva, se satisface a sí mismo con la lectura silenciosa de la Escritura, encontrará cuan penoso y malo es despreciar esa forma de enseñar que ha sido impuesta por Dios y Cristo. Recordemos, pues, que la lectura de la Biblia se nos recomienda en tal forma como para no estorbar, en lo más mínimo, el ministerio de los pastores; y por lo tanto, que los creyentes se esfuercen por aprovechar la lectura y la exposición de la Palabra; porque no en vano ha ordenado Dios ambas cosas.
Aquí, como en todo asunto importante, Pablo da un solemne aviso de amonestación a Timoteo, presentándole a Dios como el Vengador y a Cristo como el Juez, para que no descuide su ministerio. Y ciertamente Dios, al no escatimar a su Hijo Unigénito, demostró cuan grande es el cuidado que Él tiene de su Iglesia, de modo que no permitirá que quede impune la negligencia de los pastores, por quienes las almas, que Él ha redimido a tan alto costo, perecen y están expuestas a ser presa del enemigo.
Que juzgará a los vivos y a los muertos. Muy especialmente el Apóstol enfoca la atención en el juicio de Cristo; porque, como nosotros somos sus representantes, Él demandará así una cuenta más estricta de una mala administración. Por "los vivos y los muertos" se entiende aquellos que Él encontrará vivos en el momento de Su venida, y también aquellos que han muerto. Por lo tanto, nadie se escapará de este juicio.
La manifestación y el reino de Cristo significa la misma cosa; porque aunque Él ahora reina en el cielo y en la tierra, sin embargo, hasta ahora su reino no está claramente manifestado; mas por el contrario, está cubierto por el oscuro velo de la cruz, y es violentamente atacado por sus enemigos. Su reino, pues, será establecido en aquel tiempo cuando, después de haber conquistado a sus enemigos, y después de haber quitado o reducido a la nada todo poder que se le oponga, exhiba Su majestad.
2. Que instes a tiempo y fuera, de tiempo. Por estas palabras Pablo recomienda no sólo ser constante, sino también formal para vencer todas las dificultades y obstáculos; porque, siendo por naturaleza excesivamente tímidos y perezosos, fácilmente cedemos ante la menor oposición, y algunas veces gustosamente tratamos de dar excusas por nuestra pereza. Consideremos ahora cuántos ardides emplea Satanás para detener nuestra carrera, y con cuánta lentitud marchan y cuan fácilmente se cansan aquellos que son llamados. Por consiguiente, el Evangelio no podrá conservar su lugar por mucho tiempo, si los pastores no lo proclaman con toda seriedad y con la debida urgencia.
Además, esta seriedad debe relacionarse tanto con el pastor como con la gente; al pastor, para que él no se dedique al oficio de enseñar sólo cuando quiera y cuando le convenga, sino que, sin escatimar fatigas ni molestias, ejercite sus facultades a su máxima capacidad. Por lo que toca al pueblo, habrá constancia y seriedad cuando los pastores despierten a esos que están dormidos, cuando amonesten a los que se apresuran por caminos torcidos, y cuando corrijan las triviales ocupaciones mundanas de algunos. Para explicar más plenamente en qué aspectos el pastor debe "instar", el Apóstol añade:
Redarguye, reprende, exhorta. Con estas palabras enseña que tenemos necesidad de muchos estímulos que nos apremien a avanzar en la dirección correcta; porque si estuviéramos dispuestos a aprender, como debemos estarlo, un ministro de Jesucristo nos podría conducir con el menor esfuerzo de su voluntad. Empero ahora, ni las exhortaciones moderadas, ni los consejos sanos, serían suficientes para sacudir nuestra pereza, si no hubiera una creciente vehemencia de reprensiones y amenazas.
Con toda paciencia y doctrina. Es ésta una explicación muy necesaria; porque las reprensiones, o caen por su propia violencia, o se disipan como el humo, si no se apoyan en la doctrina. Tanto las exhortaciones como las reprimendas son meros auxiliares de la doctrina, y por consiguiente, tienen poco peso sin ella. Vemos un ejemplo de esto en aquellos que únicamente tienen mucho celo y amargura, pero no van armados de la doctrina sólida. Tales personas se esfuerzan mucho, gritan mucho, hacen mucho ruido, y todo para nada, porque edifican sin tener una base. Yo hablo de hombres que, en otros aspectos, son buenos, pero que tienen pocos conocimientos y que son excesivamente fogosos; porque aquellos que emplean toda la energía que poseen en luchar contra la sana doctrina, son todavía más peligrosos, y no merecen ser mencionados aquí de ningún modo.
En suma, Pablo enseña que las reprensiones deben basarse en la doctrina, para que justamente no sean despreciadas como cosas frívolas. Segundo, él insinúa que la impetuosidad se modera con la amabilidad; porque nada hay tan difícil como poner límite a nuestro celo, una vez que nos hemos acalorado. Ahora bien, cuando nos dejamos llevar por la impaciencia, nuestros esfuerzos son del todo infructuosos. Nuestra aspereza no sólo nos expone al ridículo, sino que también exaspera la mente de las personas. Además, los hombres impetuosos y violentos generalmente son incapaces de soportar la obstinación de aquellos con quienes tienen tratos, y no pueden someterse a muchas opresiones e insultos, que no obstante tienen que pasarse por alto, si es que deseamos ser útiles. Que la severidad, pues, vaya acompañada de la amabilidad, para que se sepa que proviene de un corazón apacible.
3. Porque vendrá tiempo. Por la misma depravación de los hombres Pablo demuestra cuan cuidadosos deben ser los pastores; porque muy pronto se extinguirá el Evangelio y perecerá de la memoria de los hombres, si los maestros piadosos no trabajan con todas las fuerzas para defenderlo. Mas Pablo indica eme debemos aprovechar la oportunidad, mientras queda alguna reverencia para Cristo; como si dijéramos que cuando la tempestad se acerca, no debemos trabajar remisamente, sino que debemos apresurarnos con toda diligencia, porque después ya no se presentará otra ocasión apropiada.
Cuando no sufrirán la sana doctrina. Esto significa que no sólo sentirán aversión y despreciarán la sana doctrina, sino que la odiarán; y Pablo la llama "sana" (o salutifera) con relación al efecto que produce, porque realmente instruye en la piedad. En el versículo siguiente declara que la misma doctrina es verdad, y la contrapone a las fábulas, es decir, las imaginaciones inútiles, con las cuales la sencillez del Evangelio se corrompe.
Primero aprendamos de esto: que cuanto más extraordinaria sea la avidez de los hombres perversos por despreciar la doctrina de Cristo, más celosos deben ser los ministros en defenderla, y más enérgicos sus esfuerzos por preservarla íntegra; y no sólo en esta forma, sino también por su diligencia en contrarrestar los ataques de Satanás. Y si esto debe hacerse alguna vez, la ingratitud de los hombres lo hace absolutamente necesario ahora; porque aquellos que al principio reciben el Evangelio con entusiasmo, y hacen demostraciones de fervor poco comunes, después adquieren aversión, la cual se convierte luego en repulsión; otros, desde el mero principio, o la rechazan furiosamente, o, prestando poca atención, la tratan con burlas; mientras que otros, no soportando el yugo que les ponen sobre la cerviz, le tiran coces; y, por el odio a la santa disciplina, están del todo alejados de Cristo y, lo que es peor, de amigos se vuelven enemigos. Lejos de ser ésta una buena razón para que nos desanimemos y retrocedamos, debemos luchar contra ingratitud tan monstruosa, y aun esforzarnos con mayor empeño que si todos estuviesen recibiendo gozosamente al Cristo que les ofrecemos.
Segundo, habiéndosenos informado que los hombres en esta forma desprecian y aun rechazan la palabra de Dios, no debemos quedarnos asombrados, como si fuese un nuevo espectáculo, cuando veamos actualmente realizado aquello que el Espíritu Santo nos dijo que sucedería. Y, ciertamente, siendo por naturaleza inclinados a la vanidad, no es una cosa nueva u ordinaria el que prestemos oídos con más disposición a las fábulas que a la verdad.
Finalmente, la doctrina del Evangelio, siendo sencilla y llana en su aspecto, es insatisfactoria en cierto modo a nuestro orgullo, y en cierto modo también a nuestra curiosidad, Y cuan pocos hay que estén dotados del gusto espiritual, como para saborear la novedad de vida y todo lo que se relaciona con ella. Con todo, Pablo predice una impiedad todavía mayor en una época particular, contra la cual él previene a Timoteo para que esté en guardia temprana.
Se amontonarán maestros. Es conveniente observar la expresión amontonarán, con la cual quiere decir que la locura de los hombres será tan grande, que ellos no estarán satisfechos con unos cuantos engañadores, sino que desearán tener una gran multitud; porque, como existe una ted insaciable por aquellas cosas inútiles y destructivas, así el mundo busca, por todas partes e interminablemente, rodos los métodos que pueda inventar e imaginar para destruirse a sí mismo; y el diablo siempre tiene a mano un número suficiente de tales maestros como el mundo los quiere tener. Siempre ha habido una abundante cosecha de hombres perversos, y la hay todavía en la actualidad; y por consiguiente, Satanás jamás tiene escasez de ministros para engañar a los hombres, y tampoco carece de los recursos para engañar.
Ciertamente, esta monstruosa depravación, que prevalece casi constantemente entre los hombres, merece que Dios, y su salutífera doctrina, sean despreciados o rechazados por ellos, para que con mayor agrado se entreguen a sus falsedades. Por consiguiente, el que frecuentemente abunden los falsos maestros, y el que algunas veces se multipliquen como un nido de avispas, debemos atribuirlo a la justa venganza de Dios. Nosotros merecemos ser cubiertos y ahogados por esa clase de inmundicia si la verdad de Dios no encuentra lugar en nosotros, o si, habiendo logrado entrada, inmediatamente la arrojamos de su posesión; y puesto que somos tan adictos a las ideas fabulosas, jamás nos ponemos a pensar que tenemos una grandísima multitud de engañadores. ¡Qué abominables son los monjes dentro del papado! Si sostuviéramos a un pastor piadoso en lugar de diez monjes y otros tantos sacerdotes, dentro de poco ya no escucharíamos sino quejas acerca de sus excesivos gastos.
La disposición del mundo es tal, que "amontonando" insaciablemente un gran número de engañadores, desea eliminar todo lo que pertenece a Dios. La causa de tantos errores no es otra sino estos hombres, que por sí mismos deciden ser engañados y no instruidos convenientemente. Y ésta es la razón por la que Pablo añade la expresión teniendo comezón de oír. ("La mayoría no puede admitir correcciones, o amenazas, o aun siquiera la sencilla doctrina. Cuando denunciamos los vicios, aunque no utilicemos un lenguaje violento, ellos piensan que todo está perdido. Nunca el mundo había sido tan obstinadamente perverso como lo es ahora, y aquellos que han hecho una profesión de fe evangélica parecen esforzarse, tanto como pueden, por destruir la gracia de Dios. Pues no estamos hablando únicamente de los papistas, quienes combaten furiosamente contra nosotros, sino de aquellos que se adhieren a la reforma protestante del Evangelio. Vemos que ellos desearían ser como potros desenfrenados. (No les preocupa el yugo, ni el gobierno, ni cosas de esta naturaeza.) Dejemos que actúen como ellos quieran, que se les permitan todas las blasfemias y todo el libertinaje; todo es lo mismo, con tal que no tengan ninguna clase de ceremonias, y que desprecien al Papa y a los idólatras. Ésta es la forma en que muchos que hacen una profesión de fe evangélica quisieran ser gobernados; empero la razón es que tienen «comezón de oír»." Fr. Ser.) Cuando él quiere asignar una causa a tan grande mal, se vale de una elegante metáfora, con la cual indica que el mundo tendrá oídos tan refinados, y tan excesivamente ansiosos de novedades, que buscará para sí diferentes instructores, y será seducido por los nuevos inventos. El único remedio para este vicio es que los creyentes sean enseñados a apegarse fuertemente a la pura doctrina del Evangelio.
5. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.
6. Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.
7. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
8. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
5. Pero tú sé sobrio (vela) en todo. Sigue con la exhortación anterior, a fin de que cuanto más graves sean las enfermedades, más intensamente pueda Timoteo dedicarse a curarlas; y que cuanto más cerca estén los peligros, tanto más diligentemente se mantenga en guardia. Y puesto que los ministros de Cristo, cuando fielmente desempeñan su oficio, son llamados inmediatamente a combatir, Pablo al propio tiempo recuerda a Timoteo que se mantenga firme e inmutable en medio de la adversidad. ("Cuando el diablo ha levantado su bandera, y cuando los escándalos y los disturbios abundan por todas partes, no podemos estar lo suficientemente atentos para guardarnos contra ellos, a menos que estemos fortalecidos por la paciencia, y a menos que no desmayemos por la adversidad que tengamos que soportar. Si este aviso fue alguna vez provechoso, ¡cuan excesivamente necesario nos es en la actualidad! ¿Acaso el mundo no ha llegado a la cúspide de la iniquidad? Nosotros vemos que la mayoría rechaza furiosamente el Evangelio. En cuanto a otros que pretenden recibir el mismo, ¿qué clase de obediencia le prestan? Hay tanto desprecio y tanto orgullo que, tan pronto como condenamos los vicios, o tan pronto como empleamos más severidad de la que se acomoda al gusto de aquellos que quisieran tener permiso para actuar perversamente, y cuyo único objeto es destruirlo todo, se llenan de rencor. Aunque los papistas permitan a sus frailes y predicadores gritar y estallar contra ellos, y que al propio tiempo no hagan nada sino empaparse en mentiras para su propia destrucción, aquellos que abiertamente declaran que desean la reforma del Evangelio no pueden soportar la reprensión cuando es necesaria, sino que se rebelan contra Dios, y cumplen lo que Pablo dice a los corintios: que si los engañadores vienen a imponerse sobre ellos, ellos soportarán toda la tiranía, y tendrán que guardar silencio cuando son abofeteados; mas si les enseñamos fielmente en el nombre de Dios, y para su salvación, se enfadan tanto, que una sola palabra los provocará a la rebelión; y si perseveramos en cumplir con nuestro deber, nos declararán la guerra inmediatamente. Ojalá que estas cosas no estuvieran tan visibles entre nosotros como lo están." Fr. Ser.)
Haz obra de evangelista. Es decir "haz lo que pertenece a un evangelista". Si Pablo generalmente denota con este término a algunos ministros del Evangelio, o si éste fue un oficio especial, es dudoso; empero yo estoy más inclinado a la segunda opinión, porque en Efesios 4:11 se hace evidentemente claro que ésta era una clase intermedia entre los apóstoles y los pastores, de modo que los evangelistas ocupaban un lugar como auxiliares después de los apóstoles. Es también muy probable que Timoteo, a quien Pablo había asociado con él como su más allegado compañero en todas las cosas, sobrepasara a los pastores ordinarios en rango y dignidad de oficio, y por lo tanto no era solamente uno entre los demás. Además, el mencionar un título honorable al oficio tiende no sólo a animarlo, sino a recomendar su autoridad a los demás; y Pablo se proponía estas dos cosas.
Cumple tu ministerio. El significado de esta cláusula puede entenderse mejor así: "Tú no puedes desempeñar plenamente el oficio que se te ha encomendado sino haciendo aquellas cosas que te he mandado. Por lo tanto, procura no capitular a la mitad de la carrera". Mas por cuanto ple-roforein comúnmente significa "tener certeza" o "probar", yo prefiero el significado que sigue, el cual está más de acuerdo con el contexto: que Timoteo, por la vigilancia, y por soportar pacientemente las aflicciones, y por la enseñanza constante, tendrá éxito en dejar establecida la verdad de su testimonio, porque por tales marcas todos lo reconocerán como buen y fiel ministro de Jesucristo.
6. Porque yo ya estoy para ser sacrificado. Señala la razón para el empleo de tan solemne declaración. Como si dijera: "Mientras tuve vida, extendí mi mano hacia ti; mis constantes exhortaciones no te faltaron; mis consejos te han ayudado mucho y mi ejemplo te ha confirmado; ahora ha llegado el tiempo en que tú tendrás que ser tu propio maestro y exhortador, y que comiences a nadar sin necesidad de que te sostengan; ten cuidado que no se observe algún cambio en ti cuando yo muera."
Y el tiempo de mi partida (disolución) está, cercano. Debemos fijarnos en las formas de expresión con las cuales Pablo denota su muerte. Por la palabra partida quiere decir que no perecemos del todo cuando morimos; porque la muerte es sólo una separación del alma y el cuerpo. De aquí inferimos que la muerte no es otra cosa sino la partida del alma cuando se separa del cuerpo; definición que contiene un testimonio de la inmortalidad del alma.
"Sacrificio" fue un término particularmente adecuado a la muerte de Pablo, que le fue aplicado por sostener la verdad de Cristo; porque aunque todos los creyentes, ya sea por su vida de obediencia o por la muerte, sean víctimas u ofrendas aceptables a Dios, sin embargo los mártires son sacrificados en una forma más excelente, al derramar su sangre por el nombre de Cristo. Además, la palabra spendesthai, que Pablo emplea aquí, no denota toda clase de sacrificios, sino sólo aquellos que sirven para la ratificación de los pactos. Por consiguiente, él en este pasaje denota lo mismo que en forma más clara manifiesta en aquel otro pasaje: "Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros" (Fil. 2:17). Porque en este pasaje Pablo enseña que la fe de los filipenses fue ratificada por su muerte, precisamente en la misma forma que los pactos eran ratificados antiguamente por los sacrificios de animales degollados; y no es que la seguridad de nuestra fe se base, estrictamente hablando, en la constancia de los mártires, sino porque tiende a confirmarnos grandemente. Pablo ha adornado aquí su muerte con una espléndida recomendación, cuando la llamó la ratificación de su doctrina, para que los creyentes, en vez de hundirse en el desaliento como frecuentemente ocurre, pudieran cobrar más ánimo por ella para perseverar.
El tiempo de mi disolución (partida). Esta forma de expresión es digna de notarse, porque Pablo bellamente aminora el excesivo temor a la muerte señalando su efecto y su naturaleza. ¿Por qué es que los hombres se acongojan tanto cuando alguien menciona la muerte, sino porque piensan que cuando mueren perecerán completamente? Pablo, por el contrario, al llamarla "disolución", afirma que el hombre no perece, sino que únicamente se separa el alma del cuerpo. Es, pues, con este objeto, que él sin miedo declara que el "tiempo está cercano", lo cual no podía haber dicho a menos que despreciara la muerte; porque aunque es natural que jamás podremos eliminar completamente el terror y el estremecimiento ante la muerte, sin embargo, ese terror puede desvanecerse por fe, para que no nos impida partir de este mundo en forma obediente, cuando Dios nos llame.
7. He peleado la buena batalla. Ya que es costumbre formarse un juicio del evento, la batalla de Pablo pudo ser condenada por no haber terminado felizmente. Él, pues, se enorgullece de que ésta haya sido excelente, cualquiera que sea la opinión que el mundo pueda tener de ella. Esta declaración es un testimonio de una fe distinguida; porque Pablo no sólo era tenido por miserable en la opinión de todos, sino que su muerte también tendría que ser ignominiosa. ¿Quién, pues, hubiera afirmado que él peleó con buen éxito? Empero él no se confía en los juicios corrompidos de los hombres. Por el contrario, con magnánimo valor se eleva más allá de toda calamidad, para que nadie contradiga su felicidad y su gloria; y por lo tanto, declara que "la batalla que peleó es buena y honorable".
He acabado la carrera. Ahora se felicita por su muerte, porque puede considerarla como la meta o terminación de su carrera. Sabemos que aquellos que participan en una carrera han realizado su deseo cuando han llegado a la meta. En esta forma también él afirma que para los combatientes de Cristo la muerte es deseable, porque pone fin a sus labores; y, por otra parte, igualmente declara que jamás debemos descansar en esta vida, porque de nada sirve que hayamos corrido bien y constantemente desde el principio hasta la mitad de la carrera, si no alcanzamos la meta.
He guardado la fe. ("Esta palabra «fe» puede ciertamente entenderse por fidelidad; como si dijera que él era leal a nuestro Señor Jesucristo, y que jamás se acobardó, que siempre ejecutó los deberes que pertenecían a su oficio. Empero también podemos entender esta palabra fe en su significado ordinario: que Pablo no se desvió de la sencillez pura del Evangelio, y que confió en las promesas de la salvación que se le habían dado, y, habiendo predicado a otros, demostró que tomaba en serio lo que hablaba. Porque, ciertamente, toda la lealtad que Dios demanda de nosotros proviene de adherirnos firmemente a su Palabra, y de estar arraigados en ella de tal forma que no seamos movidos por ninguna tempestad que pueda azotarnos." Fr. Ser.
Esto puede tener un doble significado: bien sea que hasta el fin haya sido un soldado fiel a su capitán, o que continuaba en la sana doctrina. Ambos significados son altamente apropiados; y ciertamente Pablo no podía hacer su fidelidad aceptable al Señor en ninguna otra forma sino profesando constantemente la buena doctrina del Evangelio. Sin embargo, no abrigo dudas de que se refiera el solemne juramento hecho por los soldados; como si dijera que él era un buen soldado, fiel a su capitán.
8. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia. Habiéndose jactado de pelear su combate, de terminar su carrera, y de haber guardado la fe, él ahora afirma que no se ha esforzado en vano. Ahora bien, es posible hacer esfuerzos tenaces, y sin embargo vernos defraudados del galardón merecido. Pero Pablo afirma que su galardón es seguro. Esta seguridad proviene de enfocar sus ojos hacia el día de la resurrección, y es esto lo que también nosotros debemos hacer; porque en derredor nuestro no vemos otra cosa sino la muerte, y por lo tanto, no debemos enfocar nuestra mirada a la apariencia exterior del mundo, mas por el contrario, fijar nuestra atención en la venida de Cristo. El resultado será, que nada nos impedirá nuestra felicidad.
La cual me dará el Señor, juez justo. Porque Pablo menciona "la corona de justicia" y "el Juez justo", y emplea la expresión "me dará", los papistas, apoyándose en este pasaje, hacen esfuerzos por afianzar los méritos de las obras en oposición a la gracia de Dios. Mas su razonamiento es absurdo. La justificación por la libre gracia, la cual se nos otorga por fe, no está en desacuerdo con la recompensa de las obras, sino que por el contrario, esas dos afirmaciones se hermanan perfectamente, ya que el hombre es justificado gratuitamente por la gracia de Cristo, y sin embargo, Dios le otorga la recompensa por sus obras; porque tan pronto como Dios nos ha recibido en su favor, Él acepta igualmente nuestras obras, hasta el punto de dignarse darnos una recompensa, aunque no la merezcamos.
Aquí los papistas han cometido dos disparates: primero, sosteniendo que nosotros merecemos recibir algo de Dios, porque obramos el bien en virtud de nuestra libre voluntad; y segundo, aseverando que Dios está obligado para con nosotros, como si nuestra salvación dependiera de otra cosa y no de Su gracia. Pero de esto no se concluye que Dios nos deba algo, porque Él retribuye justamente lo que tiene que retribuir; pues Él es justo aun en aquellos actos de bondad que proceden de su libre gracia. Y Él da la recompensa que ha prometido, no porque nosotros tomemos la iniciativa en algún acto de obediencia, sino porque Él continuará con la misma liberalidad con que comenzó al principio, y nos dará lo último así como nos dio lo primero. En vano, pues, y sin objeto alguno, los papistas se esfuerzan por probar con esto, que las buenas obras provienen del poder de la libre voluntad; porque no es absurdo afirmar que Dios corona en nosotros sus propios dones. Ellos se esfuerzan en forma no menos absurda y tonta, apoyándose en este pasaje, para destruir la justicia que es por fe; puesto que la bondad de Dios —por la cual Él gratuitamente acoge al hombre, no imputándole sus pecados— no es inconsistente con el galardón de las obras que Él otorgará por la misma bondad con que hizo la promesa. ("Los mismos papistas deben observar cuidadosamente lo que expresó uno de sus propios doctores: «¿Cómo podría Dios dar la corona como Juez justo, si primero no hubiera otorgado la gracia como un Padre misericordioso? ¿Y cómo hubiera podido existir la justicia en nosotros, si no fuese precedida por la gracia que nos justifica? ¿Y cómo se nos hubiera podido otorgar esa corona como cumplido, si todo lo que tenemos no se nos hubiera dado antes de ser un cumplido?» Éstas son las palabras de san Agustín; y aunque los papistas no se guían por las Escrituras, al menos no deben ser tan tercos como para renunciar a lo que ellos mismos pretenden sostener. Pero esto no es todo. Es cierto que ésta es una doctrina que bien merece ser acogida: que Dios no puede ser un Juez justo para salvarnos, a menos que previamente haya declarado estar en la más encumbrada posición de Padre misericordioso; que no habrá justicia en nosotros salvo aquella que Él mismo ha colocado allí; y que Él no puede galardonarnos sino coronando Sus propios dones. Pero también es cierto, que, aunque Dios nos haya dado gracia para servirle; aunque hayamos obrado incansablemente, de acuerdo con nuestra habilidad, todo lo que era posible para nosotros; aunque lo hayamos ejecutado tan bien, de modo que Dios lo acepte todo; todavía habrá mucho que criticar en las mejores obras que hayamos hecho, y la mayor virtud que pueda percibirse en nosotros será siempre imperfecta." Fr. Ser.)
Y no sólo a mí. Para que todo el resto de los creyentes pudiera combatir valerosamente junto con él, les invita a una participación de la corona; porque su firme constancia no hubiera podido servirnos de ejemplo, si la misma esperanza de obtener la corona no se nos hubiera ofrecido.
A todos los que aman su venida. Éste es un signo extraordinario que Pablo emplea al describir a los creyentes. Y, ciertamente, dondequiera que la fe es fuerte, no permitirá que sus mentes se adormezcan en este mundo, sino que las elevará a la esperanza de la final resurrección. Su significado es, por lo tanto, que todos los que están muy entregados al mundo, y que aman tanto esta vida efímera como para interés por ella, se privan a sí mismos de la gloria inmortal no preocuparse de la venida de Cristo, y no tener ningún tal. ¡Ay de nosotros si por nuestra estupidez jamás pensamos seriamente en la venida de Cristo, en la cual deberíamos centralizar toda nuestra atención! Además, Pablo excluye del número de los creyentes a aquellos a quienes la venida de Cristo produce terror y alarma; porque su venida no puede ser acariciada a menos que sea considerada como agradable y deliciosa.
9. Procura venir pronto a verme,
10. porque Demás me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia.
11. Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.
12. A Tíquico lo envié a Éfeso.
13. Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos.
9. Procura, venir pronto a, verme. Como sabía que el tiempo de su muerte estaba próximo, había muchos asuntos —no lo dudo— sobre los cuales deseaba tener una entrevista personal con Timoteo para el bien de la Iglesia; y por lo tanto él no titubeó en expresarle su deseo de que acudiera desde un país de allende el mar. Indudablemente que no debió haber una razón trivial para que lo llamara teniendo que desprenderse de la Iglesia que pastoreaba, y mediando una distancia tan grande. De aquí podemos inferir cuan importantes son las conferencias entre tales personas; porque lo que Timoteo iría a aprender en un tiempo tan corto, sería provechoso, por largo tiempo, a todas las iglesias; de suerte que la pérdida de medio año, o aun de un año entero, sería trivial en comparación con lo que iba a ganar. Y no obstante, de lo que sigue parece que Pablo llamó a Timoteo también para su propio beneficio personal; aunque sus asuntos personales no ocupaban la preferencia sobre los asuntos de la Iglesia, no obstante estaba involucrada la causa del Evangelio, que afectaba a todos los creyentes; porque así como la defendía desde una prisión, así también necesitaba la ayuda de otros en esa defensa.
10. Amando este mundo. Fue verdaderamente vil que este hombre trocara el amor de Cristo por el amor del mundo. Y sin embargo, no debemos suponer que él del todo haya negado a Cristo, o que se haya entregado a la impiedad y a las atracciones del mundo; sencillamente prefirió sus propias conveniencias, o su seguridad personal a la de Pablo. Demás no podía haber auxiliado a Pablo sin muchas molestias y vejaciones, además del inminente riesgo de su vida; estaba expuesto a muchos reproches, y debe de haber soportado muchos insultos, aparte de verse obligado a dejar a un lado sus propios asuntos; y, por consiguiente, dominado por su aversión a la cruz, resolvió atender a sus propios intereses. Tampoco es de dudarse que él haya disfrutado de una buena posición en el mundo. Y que fue uno de los hombres más importantes puede conjeturarse por el hecho de que Pablo lo menciona entre un número reducido de personas (Col. 4:14), y también en la Epístola a Filemón (v. 24), donde igualmente ocupa un puesto entre los ayudantes de Pablo; por consiguiente, no tenemos por qué extrañarnos de que Pablo lo critique tan duramente en esta ocasión, por preocuparse más de sí mismo que de Cristo.
Otros, a quienes Pablo menciona después, no se habían separado de él sino por motivos justos, y con su propio consentimiento. De aquí se deduce que Pablo no pensó en su propia ventaja, como para despojar a las iglesias de sus pastores, sino únicamente obtener de ellos alguna ayuda. Indudablemente que él era siempre cuidadoso en cuanto a sus visitantes o acompañantes, seleccionando a aquellos cuya ausencia no fuese perjudicial a las iglesias. Por esta razón había enviado a Tito a Dalmacia, y unos a un lugar y otros a otro, cuando invitó a Timoteo a que acudiera a verlo. Y no sólo esto, sino que a fin de que la iglesia en Éfeso no quedase abandonada y sin pastor durante la ausencia de Timoteo, mandó a Tíquico allá, y menciona esta circunstancia a Timoteo para que sepa que a la iglesia no le faltará un sustituto que lo reemplace en su ausencia.
13. Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas. En cuanto al significado de la palabra felone, los comentaristas no están de acuerdo, porque algunos piensan que es un cofre o una caja para guardar libros, y otros que es una prenda de vestir utilizada por los viajeros, y adecuada para protejerse contra el frío y la lluvia. Ya sea que adoptemos una interpretación u otra, ¿cómo es que Pablo daba órdenes para que le llevasen ya fuese una prenda de vestir o cofre de un lugar tan distante, como si allí no hubiese obreros, o como si no hubiese abundancia tanto de madera como de ropa? Si se afirma que era un cofre lleno de libros, o manuscritos, o epístolas, la dificultad quedará resuelta; porque estos materiales no podrían conseguirse a ningún precio. Empero, ya que muchos no admiten la conjetura, yo de buena gana traduzco la palabra como capote. Tampoco es absurdo afirmar que Pablo deseaba que se lo llevasen desde tan lejos, porque esa prenda de vestir, por el uso prolongado, le sería más confortable, y él deseaba evitar gastos. ("Y también porque deseaba evitarse el gasto de comprar otra.")
Sin embargo, en honor a la verdad, yo doy preferencia a la interpretación anterior; y muy especialmente porque Pablo inmediatamente después menciona libros y pergaminos. De esto se hace evidente que el Apóstol no había abandonado la lectura, aunque ya se estaba preparando para la muerte. ¿Dónde se encuentran aquellos que piensan que han progresado tanto que ya no necesitan estudiar más? ¿Quién de ellos se atreverá a compararse con Pablo? Más aún, esta expresión refuta la locura de aquellos hombres que —despreciando los libros y condenando la lectura— no se ufanan de otra cosa sino de sus propias enthousiasmous, inspiraciones divinas. Empero sepamos que este pasaje recomienda a todos los creyentes ("Ante todo, que aquellos cuyo oficio es instruir a otros, tengan cuidado de sí mismos; pues por hábiles que sean, están muy lejos de ser como Pablo. Siendo este el caso, que resuelvan entregarse a Dios, para que Él les dé gracia y que tengan un conocimiento más amplio de Su voluntad, y que puedan comunicar a otros lo que han recibido. Y cuando fielmente hayan enseñado durante toda su vida, y cuando estén para morir, que aun así deseen aventajar, a fin de impartir a sus semejantes lo que saben; y que los grandes y pequeños, los doctos y el pueblo común, los filósofos y los tontos, los ricos y los pobres, los viejos y los jóvenes, puedan aprender mediante la exhortación dada aquí, a aventajar durante toda su vida, en tal forma que jamás declinen en sus esfuerzos, hasta que ya no vean «en parte» o «como en un espejo», sino que contemplen la gloria de Dios «cara a cara»." Fr. Ser.), la constante lectura, para que puedan sacarle provecho.
Mas alguno preguntará ¿por qué Pablo pedía una capa o una prenda de vestir, si entendía que su muerte ya estaba cercana? Esta dificultad también me induce a interpretar la palabra como denotando un cofre, aunque pudo haber tenido necesidad de utilizar el "capote", el cual es desconocido en la actualidad; y por consiguiente no prestaré mucha atención a estos asuntos.
14. Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos.
15. Guárdate tú también de él, pues en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras.
16. En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta.
17. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león.
18. Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos. Amén.
19. Saluda a Frisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo.
20. Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo dejé en Mileto enfermo.
21. Procura venir antes del invierno. Eubulo te saluda, y Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos.
22. El Señor Jesucristo esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros. Amén.
14-15. Alejandro el calderero. Este hombre fue exhibido como un espantoso ejemplo de apostasía. Él había ayudado celosamente en la propagación del reino de Ciisto, contra el cual después declaró la guerra abierta. No hay otra clase de enemigos que sea tan perjudicial o venenosa como ésta. Empero, desde el principio, el Señor determinó que su Iglesia no quedara exenta de este mal, para que nuestro ánimo no desfallezca cuando somos probados con experiencias de esta naturaleza.
Me ha causado muchos males. Es conveniente observar cuáles son los "muchos males" que Pablo dice haberle causado Alejandro. Consistían en esto: que se oponía a su doctrina. Alejandro era un artífice, y no tenía la preparación escolar para ser un gran controversista; pero los enemigos domésticos siempre han sido muy hábiles para perjudicar. Y la perversidad de tales hombres siempre obtiene crédito en el mundo, de suerte que la ignorancia maliciosa e imprudente algunas veces produce molestias y dificultades mayores que lo que pueden producir los más grandes talentos respaldados por el saber. Además, cuando el Señor lleva a sus siervos a luchar con personas de estirpe tan baja, Él intencionadamente los aparta de la vista del mundo, para que no se entreguen a una exhibición ostentosa.
De las palabras de Pablo, en gran manera se ha opuesto a nuestras palabras, podemos inferir que no había cometido mayor ofensa que atacar la sana doctrina; porque si Alejandro hubiera herido su persona, o cometido algún asalto contra sus bienes, Pablo hubiera soportado pacientemente; pero cuando la verdad de Dios es atacada, su ser arde con santa indignación, porque en todos los miembros de Cristo esta verdad debe ser una realidad: "Porque me consumió el celo de tu casa" (Sal. 69:9). Y también éste fue el motivo de la severa imprecación que salió de su boca: el Señor le pague conforme a sus hechos- Un poco después, cuando se queja de que todos le han desamparado, aun así él no pide venganza al cielo contra ellos, mas al contrario, aparece como su intercesor, rogando que puedan obtener perdón. Siendo tan amable y misericordioso para con los demás, ¿cómo es que se muestra tan severo e inexorable para con este individuo? La razón es ésta: puesto que algunos habían caído por temor y humana flaqueza, él desea que el Señor los perdone; porque en esta forma debemos tener compasión para con los hermanos débiles. Mas por cuanto este hombre se levantó contra Dios con malicia y sacrílego atrevimiento, y abiertamente atacó la verdad conocida, tal impiedad no merecía ninguna compasión.
No debemos pensar, pues, que Pablo haya sido impulsado por el excesivo ardor de su temperamento, cuando lanzó esta imprecación; porque fue por el Espíritu de Dios, y con celo bien equilibrado, que él deseaba la eterna perdición para Alejandro, y misericordia para los demás. Sabiendo que es por la dirección del Espíritu Santo que Pablo pronuncia un juicio celestial que procede de arriba, podemos inferir de este pasaje cuan querida para Dios es Su verdad, y con cuánta severidad castiga Él a sus atacantes. Especialmente, debemos notar cuan grande crimen es luchar con malicia deliberada contra la verdadera doctrina.
Mas para que ninguno, imitando falsamente al Apóstol, lance imprecaciones semejantes en forma imprudente, hay aquí tres cosas dignas de notarse. Primero no nos venguemos nosotros mismos de las injurias que nos hacen, no sea que el amor propio y una consideración de mera ventaja personal, nos hagan actuar con violencia, como ocurre frecuentemente. Segundo, mientras sostengamos la gloria de Dios, no mezclemos con ella nuestras pasiones, las cuales siempre perturban el buen orden. Tercero, no pronunciemos sentencia contra todos sin discriminación, sino únicamente contra los réprobos, quienes, por su impiedad, dan evidencias de que así es su verdadero carácter; y así nuestros deseos estarán de acuerdo con el propio juicio de Dios; de otro modo hay motivo para temer que también a nosotros se nos dé la misma respuesta que Cristo dio a sus discípulos cuando éstos indistintamente tronaron contra todos los que no estaban de acuerdo con sus opiniones: "Vosotros no sabéis de qué espíritu sois" (Le. 9:55). Ellos pensaban que tenían a Elías de su parte (2 Re. 1:10), el cual oró al Señor en la misma forma; mas porque disentían completamente del Espíritu de Elías, la imitación era absurda. Es, pues, necesario que el Señor nos revele Su juicio antes de que nosotros nos atrevamos a lanzar tales imprecaciones; y que por su Espíritu Él controle y dirija nuestro celo. Y siempre que recordemos la vehemencia de Pablo contra un individuo en particular, recordemos también su sorprendente mansedumbre para con aquellos que tan vilmente le habían abandonado, para que aprendamos, por su ejemplo, a tener compasión de las debilidades de nuestros hermanos.
Deseo aquí hacer una pregunta a aquellos que pretenden que Pedro presidió la iglesia en Roma. ¿Dónde se encontraba él entonces? De acuerdo con la opinión de los papistas, Pedro no estaba muerto; porque ellos nos dicen que pasó un año exactamente entre su muerte y la muerte de Pablo. Además, alargan su pontificado a siete años. Pablo menciona aquí su primera defensa; su segunda audiencia ante la corte no ocurriría tan pronto. ¿Es que Pedro, a fin de que no perdiera el título de papa, tendría que soportar la acusación tan vergonzosa de haberse rebelado? Ciertamente, cuando todo el asunto se haya examinado a conciencia, encontraremos que todo lo que se ha creído acerca de su papado os fabuloso.
17. Pero el Señor estuvo a mi lado. Pablo agrega esto, a fin de evitar el escándalo que pudiera provocar esa vil deserción de su causa. Aunque la iglesia en Roma había faltado en el cumplimiento de su deber, Pablo afirma que el Evangelio no había sufrido pérdida por ello, porque, descansando en el poder celestial, él era capaz por sí mismo de llevar todo el peso de la carga, y estaba tan lejos de desalentarse por la influencia de ese temor que se apoderó de todos, que sólo se hizo más palpable que la gracia de Dios no tiene necesidad de recibir auxilio de ninguna otra fuente. Pablo no se jacta de su valor, sino que da gracias a Dios porque, aunque reducido a los extremos, no retrocedió ni se descorazonó al encarar pruebas tan peligrosas. Pablo reconoce, pues, que el brazo del Señor le sostuvo, y está satisfecho con esto, porque la gracia interior de Dios le servía de escudo para protegerlo contra todo asalto. Señala luego la razón.
Para que fuese cumplida la predicación (proclamación). La palabra proclamación es empleada por Pablo para denotar el oficio de anunciar el Evangelio entre los gentiles, el cual le fue asignado a él especialmente;1 porque la predicación de otros no se asemejaba tanto a una proclamación, por estar confinada a los judíos. Y con sobrada razón hace él uso de este vocablo en muchos pasajes. No fue una insignificante confirmación de su ministerio que, cuando todo el mundo se encendía en cólera contra él, y cuando, por otra parte, toda ayuda humana le faltaba, no obstante permanecía firme. Así Pablo dio una demostración práctica de que su apostolado provenía de Cristo.
Así que describe ahora la forma de la confirmación: que todos los gentiles oyesen que el Señor le había ayudado poderosamente; porque de este acontecimiento ellos podían inferir que tanto su llamamiento como el de Pablo procedían del Señor.
Así fui librado de la boca del león. Por la palabra "león" muchos suponen que se refería a Nerón. Yo, por mi parte, prefiero c pinar que Pablo hace uso de esta expresión para denotar el peligro en general; como si dijera: "como de un fuego ardiente", o "de las garras de la muerte". Él quiere decir que no fue sin la maravillosa ayuda divina que escapó, pues el peligro era tan grande, que de no ser por esto hubiera sucumbido.
1 "El vocablo griego propiamente denota una publicación o proclamación que se hace solemnemente, y acompañada del sonido de una trompeta".
18. Y el Señor me librará de toda obra mala. Pablo declara que tiene las mismas esperanzas para el futuro; no es que se pueda escapar de la muerte, sino que no será derrotado por Satanás, ni se desviará del camino recto. Esto es lo que debemos desear principalmente: no que se promuevan los intereses del cuerpo, sino que podamos elevarnos sobre toda tentación, y podamos estar dispuestos a sufrir mil muertes antes que llegue a nuestra mente el deseo de contaminarnos con alguna "obra mala". Sin embargo yo sé muy bien, que hay algunos que entienden la expresión obra mala en el sentido pasivo, como denotando la violencia de los hombres perversos, como si Pablo dijera: "El Señor no permitirá que los hombres perversos me hagan mal". Mas el otro significado es mucho más apropiado: que Dios lo preservará puro y sin mancha de toda acción perversa; porque inmediatamente añade: para su reino celestial, con lo cual quiere decir que sólo en esto consiste la verdadera salvación: cuando el Señor —ya sea por vida o por muerte— nos conduce a su reino.
Éste es un pasaje extraordinario para mantener la ininterrumpida comunicación de la gracia de Dios, en oposición a los papistas. Después de haber confesado que el principio de la salvación viene de Dios, ellos atribuyen que su continuación depende del libre albedrío; de suerte que en esta forma la perseverancia no es un don celestial, sino una virtud humana. Y Pablo, al atribuir a Dios esta obra "de preservarnos para su reino", afirma claramente que nosotros somos guiados por su mano durante todo el curso de nuestra vida, hasta que, habiendo terminado toda nuestra lucha, obtengamos la victoria. Y tenemos un memorable ejemplo de esto en Demás, a quien Pablo mencionó un poco antes, porque, siendo un noble campeón de Cristo, se había convertido en un vil desertor. Todo lo que sigue ya lo habíamos explicado anteriormente, y por consiguiente no necesita explicación adicional.
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