AL CRISTIANISIMO REI DE FRANZIA,
FRANZISCO PRIMERO UESTE NOMBRE,
SU PRÍNZIPE I SUPREMO SEÑOR, JUAN CALVINO,
PAZ I SALUD EN JESU CRISTO
Al prinzipio cuando yo me apliqué á escrebir este presente libro, ninguna cosa menos pensé, Rei potentisimo, que escrebir libro el cual fuese despues dedicado á vuestra Majestad: mi intento solamente era enseñar algunos prinzipios, con los cuales los que son tocados de algun zelo de relijion, fuesen instruidos en verdadera piedad. Este trabajo tomaba yo por nuestros franzeses prinzipalmente: de los cuales yo via mui muchos tener hambre i sed de Jesu Cristo, i via mui pocos delios ser bien enseñados. Haber sido este mi propósito, fázilmente se puede ver por el libro: al cual yo compuse acomodándome á la mas fázil i llana manera de enseñar que me fué posible. Pero viendo yo que el furor i rabia de ziertos hombres impios ha creszido en tanta manera en vuestro reino, que no han dejado lugar ninguno á la verdadera doctrina, parezióme que yo haria mui bien, si hiziese un libro, el cual .juntamente sirviese de instruezion para aquellos que están deseosos de relijion, i de confesión de fé delante de vuestra Majestad, por el cual entendiesedes cuál sea la doctrina, contra quien aquellos furiosos se enfurezca con tanta rabia metiendo vuestro reino el dia de hoi á fuego i á sangre. Porque no dudaré de confesar que en este libro yo no haya casi recopilado la suma de aquella misma doctrina que ellos á vozes dizen deber ser castigada con cárzeles, destierros, confiscazion, i fuego, i que debe ser echada del mundo. Yo mui bien sé con cuán horribles rumores i chismes hayan henchido vuestras orejas i entendimiento, á fin de hazeros nuestra causa odiosisima. Mas debeis considerar conforme á vuestra clemenzia que ninguna mozenzia, ni en dichos ni en hechos habria, si el solamente acusar bastase. Ziertamente si alguno por poner en ódio esta doctrina, de la cual yo pretendo datos cuenta i razón, arguyese ser ella, ya mucho tiempo ha condenada por comun consentimiento de todos los estados, i que mui muchas seritenzias se han contra ella dado: este tal ninguna otra cosa dina, sino que ella en parte ha sido violentamente abatida por la conjurazion i potenzia de los adversarios, i en parte maliziosamente oprimida con mentiras, engaños i calumnias. Fuerza es que se le haze cuando cruelísimas sentenzias, sin ser su causa oida son pronunziadas contra ella: i engaño es, que ella sin causa sea notada de sedizios i malhechora. A fin que ninguno piense que nosotros nos quejamos sin razon, vuestra Majestad misma puede ser testigo con cuantas falsas calumnias ella sea cada dia infamada delante de vos: conviene á saber, que ella no pretende otra cosa sino que todos los reinos i repúblicas sean arruinadas, la paz sea turbada, las leyes abrogadas, los señoríos i posesiones destruidas: i en conclusión, que en todo haya confusion. Con todo esto vuestra Majestad aun no oye la mínima parte: porque entre el vulgo se han sembrado en contra della cosas monstruosas: las cuales si fuesen verdad, con mui justa razon todo el mundo la podria juzgar á ella i á sus autores dignos de mil fuegos i horcas. ¿Quién se maravillará ahora que ella sea de tal manera aborrezida de todo el mundo, pues que se da crédito á tan malditas acusaziones? He aquí por qué todos los estados de un comun acuerdo han conspirado á condenar así á nosotros como á nuestra doctrina. Los que son constituidos por juezes siendo transportados desta pasion, pronunzian por sentenzia lo que ellos se han ya forjado en su casa: i piensan que han mui bien cumplido con su ofizio, si á ninguno hayan condenado á muerte sino á aquel que ha sido convenzido, ó por su propria confesion, ó por testigos bastantes. ¿Pero de qué crimen? Desta doctrina condenada, dizen ellos. Mas ¿con qué razon ha sido condenada? Esto era el punto de la defensa: no negar la doctrina, mas defenderla por verdadera. Aquí se quita la libertad de abrir la boca, Por tanto, oh Rei potentísimo, yo no demando sin razon que vos mismo querais tomar entre manos el conozimiento de toda esta causa: la cual hasta esta hora ha sido tratada confusamente, sin ningun órden de derecho, i con una furia impetuosa: sin la moderazion i gravedad que se debe tener en el juzgar. I no piense vuestra Majestad que yo pretendo con esto tratar mi defensa en particular, á fin de alcanzar libertad de poder volver á mi patria donde yo nazi: á la cual, aunque yo tengo el afeczion de humanidad que le debo tener: pero segun que al presente van los riegozios, yo no rezibo gran pena en estar absente della. Mas yo tomo la causa de todos los pios, i la del mismo Cristo: la cual el dia de hoi está en vuestro reino tan menoscabada i pisada, que pareze que ya no tenga remedio: i esto, mas por la tirania de ziertos Fariseos, que por vuestra voluntad. Pero cómo se haga esto, no es menester dezirlo aquí. Séase como fuere, esto es zierto, que ella está grandemente aflijida. Porque tanto han podido los adversarios, que la verdad de Cristo, ya que no es destruida ni desechada, á lo menos está como cosa de ningun valor; echada al rincon, escondida i sepultada: i la pobrezita de la Iglesia, ó es consumida con crueles muertes, ó alanzada con destierros, ó de tal manera amedrentada con amenazas i espantos, que ella no ose ni aun chistar. I aun con todo esto ellos insisten con la rabia i furor que suelen, por dar en tierra con la pared que ellos han tan socavado, para al fin concluir con la ruina i estrago que han comenzado.
En el entretanto ninguno hai que se atreva á oponerse contra estas furias. I si hai algunos que quieran parezer favorezer de Veras á la verdad, dizen que se debe perdonar la ignoranzia i imprudenzía de lajente simple. Porque estos modestos desta manera hablan, llamando ignoranzia i imprudenzia aquello que ellos saben ser la zertisima verdad de Dios: i idiotas á aquellos que saben que el Señor los ha en tanto estimado que les ha comunicado los secretos de la sabiduria zelestial. ¡En tanta manera todos se afrentan del Evanjelio! Pero vuestro ofizio será, oh Rei clementísimo, no apartar ni vuestras orejas, ni vuestro corazon de la defensa de una causa tan justa: prinzipalmente siendo el negozio de tanta importanzia; conviene á saber, como la gloria de Dios será mantenida sobre la tierra, como la verdad de Dios retendrá su dignidad, como el reino de Cristo permanezerá en su perfeczion i ser. Cosa es esta zierto digna de vuestras orejas, digna de vuestra judicatura, digna de vuestro trono real. Porque el pensar esto haze á uno verdadero Rei: si el reconoze ser Verdadero ministro de Dios en el gobierno de su reino: i por el contrario, aquel que no reina para este fin, de servir á la gloria de Dios, este tal no es Rei, sino salteador. I engáñase cualquiera que espera luenga prosperidad en reino que no es rejido con el zeptro de Dios: quiero dezir, con su santa palabra. Porque el oráculo divino no puede mentir, por el cual está anunziado que el pueblo será disipado cuando la profezía faltare. I no os debeís desdeñar de hazer esto por nuestra bajeza. Nosotros entendemos mui bien cuán pobrezillos, i cuán abatidos hombrezillos seamos: conviene á saber, delante de Dios miserables pecadores, delante de los hombres menospreziadísimos: basura (si asi os plaze) i estiércol del mundo, i aun cosa mas vil, si mas vil se puede nombrar. De suerte que ninguna cosa nos resta de que nos poder gloriar delante de Dios sino su sola misericordia, por la cual sin ningun mereszimiento nuestro nosotros somos salvos: ni entre los hombres nos queda sino nuestra impotenzia: la cual manifestarla, ó como quiera confesarla, es entre los hombres grandísima vergüenza i menoscabo.
Mas con todo esto es menester que nuestra doctrina esté en mas alto lugar que toda la honra del mundo, i que permanezca invinzible sobre todo poder que haya: porque no es nuestra, sino del Dios viviente, i de su Cristo, al cual el Padre ha constituido por Rei, para que se enseñoree desde el mar hasta el mar, i desde los nos hasta los fines de la tierra. I de tal manera se enseñoree, que en hiriendo toda la tierra con sola la vara de su boca, él la haga toda pedazos, í con ella su fuerza i gloria, como si fuese un vaso de tierra: conforme á lo que los Profetas han profetizado de la magnifizenzia de su reino. Es verdad que nuestros adversarios contradizen dándonos en cara que nosotros falsamente pretendemos la palabra de Dios, de la cual somos (como ellos afirman) falsarios maíignísimos. Pero vuestra Majestad. conforme á su prudenzia, podrá juzgar leyendo nuestra confesion cuán falsa sea esta acusazion i cuán llena, no solamente de una calumnia maliziosa, mas aun de una grande desvergüenza. Aquí tambien será bueno dezir alguna cosa, la cual os provoque el deseo i atenzion: ó por lo menos os abra algun camino para leerla. Cuando el Apóstol San Pablo quiso que toda profezía se conformase con la analojía ó proporzion de la fé, él puso una zertísima regla i nivel con que se reglase la interpretazion de la Escritura. Si, pues, nuestra doctrina se examinase con esta regla de fé, nuestra es la victoria. Porque ¿qué cosa cuadra mejor i mas propriamente con la fé, que reconozernos á nosotros mismos desnudos de toda virtud, para ser vestidos de Dios? vazios de todo bien, para ser hinchidos dél? nosotros ser esclavos del pecado, para ser dél librados? ser ziegos, para que nos dé la vista? cojos, para que nos encamine? débiles, para que nos sustente? quitarnos á nosotros toda materia de gloriamos, para que él solo sea el glorioso, nosotros nos gloriemos en él? Cuando nosotros dezimos estas cosas i otras semejantes, nuestros adversarios dan vozes que si esto fuese verdad, seria destruida no sé qué ziega luz natural, las preparaziones que ellos se han forjado para nos disponer á venir á Dios, el libre albedrío, las obras meritorias de vida eterna con sus obras de supererogazion: i esto porque ellos en ninguna manera pueden sufrir que la honra i gloria entera de todo bien, virtud, justizia i sabiduria resida en Dios. Mas nosotros no leemos que algunos hayan sido reprendidos por haber sacado mucha agua de la fuente de agua viva: mas por el contrario son gravemente reprendidos los que se cavaron pozos, pozos digo resquebrajados, i que no pueden retener el agua. Item, ¿qué cosa hai mas conforme á la fé, que el hombre se prometa á sí mismo á Dios por Padre benigno i favorable, cuando entiende que Jesu Cristo es su hermano i amparo? que esperar seguramente todo bien i prosperidad de Dios, cuyo amor infinito se ha en tanta manera estendido para con nosotros, que á su proprio hijo no perdonó, mas antes lo entregó por nosotros? que reposar con una zierta esperanza de salud i vida eterna, cuando consideramos que Cristo nos ha sido dado del Padre, en quien están tan grandes tesoros escondidos? Aqui nos quieren cojer gritando que aquella zertidumbre de fé no careze de arroganzia i presumpzion. Mas como ninguna cosa debemos presumir de nosotros, asi todo lo habemos de presumir de Dios, ni por otra razon somos despojados de toda yana gloria, sino para que aprendamos á gloriamos en el Señor. ¿Qué diré mas? Considere vuestra Majestad por menudo todas las partes de nuestra causa: tenednos por jente la mas maldita de cuantas el dia de hoi vivan, si claramente no hallardes que nosotros somos oprimidos i injuriados porque ponemos nuestra esperanza en Dios vivo: porque creemos ser esta la vida eterna conozer á un verdadero Dios, i á aquel á quien él envió Jesu Cristo. Por esta esperanza unos de nosotros son encarzelados, otros azotados, otros son sacados á la vergüenza, otros desterrados, otros cruelísimamente son atormentados, otros huyendo se escapan: todos padezemos afiiczion, somos tenidos por malditos i descomulgados, i injuriados i tratados inhumanísimamente. Considere vuestra Majestad por otra parte á nuestros adversarios (yo hablo del estado ecksiástieo, por cuyo antojo i apetito todos los otros nos son enemigos) i advertid juntamente conmigo la pasion que los mueve, Ellos fázilmente permiten á si mismos i á los demás ignorar, menospreziar, no hazer caso de la verdadera relijion que nos e enseñada en la santa Escritura, i debria valer entre nosotros: i piensan no hazer mucho al caso qué es lo que crea, ó no crea cada cual de Dios i de Jesu Cristo, con tal que con fr implizita (como ellos llaman) que quiere dezir, entricada i revuelta, subjete su entendimiento á la determinazion de la Iglesia. Ni tampoco hazen mucho caso si acontezca que la gloría de Dios sea profanada con manifiestas blasfemias: con tal que ninguno no hable palabra contra el primado de la silla Apostólica, ni contra la autoridad de ¡a santa madre Iglesia. ¿Por qué, pues, ellos con tanto furor i violenzia batallan por la Misa, Purgatorio, peregrinaziones i otros semejantes desatinos, de tal manera que ellos niegan la verdadera piedad poder consistir, si todas estas cosas no son tenidas ¡ creidas por fé explicatisima (por hablar así) aunque ninguna cosa dellas puedan probar por la palabra de Dios? ¿Por qué? sino por cuanto su Dios es el vientre, i su relijion es la cozina: las cuales cosas quitadas, no solamente ellos piensan no ser Cristianos, mas ni aun hombres? Porque aunque algunos delios se tratan delicadamente con grande abundanzia, i otros viven royendo mendrugos de pan, todos empero viven de una misma olla, la cual sin tales ayudas no solamente se enfriaria, mas aun se helaria del todo. Por esto cualquiera delios cuanto es mas solízito por el vientre, tanto es mas zelador i fortísimo defensor de su fé. Finalmente todos ellos desde el mayor hasta el menor, en esto concuerdan, ó en conservar su reino, ó su vientre lleno: no hai ni uno delios que muestre la menor aparenzia del mundo de zelo de Dios: i con todo esto no zesan de calumniar nuestra doctrina, i acusar i infamarla por todas las vias posibles para la hazer odiosa i sospechosa. Llámanla nueva, i de poco tiempo acá imajinada: dan en cara que es dudosa i inzierta: demandan con qué milagros haya sido confirmada: preguntan si sea ilzito que ella esté en pié contra el consentimiento de tantos Padres antiguos i contra la antigua costumbre: insisten en que confesemos ser szismtitica, pues haze la guerra ti la Iglesia, ó que digamos la Iglesia haber estado muerta tantos años há, en los cuales nunca se oyó tal doctrina. Finalmente dizen no ser menester muchas pruebas: porque por los frutos se puede conozer cuál ella sea: pues que ha produzido de si una tan gran multitud de sectas, tantas revueltas i tumultos, i una lizenzia tan sin freno de pecar. Si zierto, ti ellos les es bien fázii entre la jente neszia, i que es fázil ti creer, mofarse de la causa desamparada i sola; pero si nosotros tambien tuviésemos nuestras vezes de hablar, yo creo que su hervor, con que tan ti boca llena i con tanta lizenzia dizen cuanto quieren, se resfriaria.
Primeramente en llamarla Nueva, ellos hazen grandisima injuria ti Dios, cuya sagrada palabra no merezia ser notada de novedad. Zierto yo en ninguna manera dudo ser ella ti aquellos nueva, ti quien Cristo es nuevo, i su Evanjelio es nuevo: mas aquellos que saben ser aquel sermon de San Pablo antiguo: Jesu Cristo ser muerto por nuestros pecados, i ser resuzitado por nuestra justificazion, no hallarán cosa nueva en nosotros. Cuanto al haber estado mucho tiempo ha, escondida i sepultada, la falta estuvo en la impiedad de los hombres: ahora cuando por la bondad de Dios nos es restaurada, debia por lo menos ser rezebida en su autoridad antigua, jure, como dizen las Leyes, postliminii.
De la misma fuente de ignoranzia viene que ellos la tengan por dudosa i inzierta. Esto sin duda es lo que el Señor por el Profeta se queja que el buei conozió ti su dueño, i el asno al pesebre de su señor, mas que Israél no lo conozió ti él. Pero como quiera que ellos se burlen de la inzertitud de nuestra doctrina, si ellos hubiesen de sellar su doctrina con su propria sangre, i con el peligro de sus vidas, bien se podria entonzes ver en qué estima tendrian la suya. Mui otra es nuestra confianza: la cual ni teme los horrores de la muerte, ni aun al mismo tribunal de Dios.
Cuanto al demandarnos milagros, ellos lo hazen mui mal. Porque nosotros no nos inventamos un otro Nuevo Evanjelió: mas retenemos aquel mismo para confirmazión de cuya verdad sirven todos los milagros que jamás Cristo, ó sus Diszípulos hizieron. Pero podrán dezir que ellos tienen esto mas que nosotros, que pueden confirmar su doctrina con contínuos milagros que se hazen hasta el dia de hoi. A lo cual respondo que ellos alegan milagros, los cuales podrían hazer dudar, i mal pensar á un hombre que estuviese desinteresado i sin pasion, en tanta manera son ó frívolos, ó vanos, ó mentirosos i falsos, con todo esto aunque ellos fuesen los mas admirables que e pudiesen pensar, no convendria que ellos fuesen de algun valor en contra de verdad de Dios. Pues que es menester que el nombre de Dios sea siempre i en todo lugar santificado: séase ó por milagros, ó por el órden natural de las cosas. Pudiera ser que el engaño fuera mas aparente, si la Escritura no nos avisara cuál sea el verdadero uso de los milagros. Porque San Márcos dize que los milagros que los Apóstoles hizieron, sirvieron para confirmar su doctrina. De la misma manera cuenta San Lúcas que el Señor, cuando los Apóstoles hazian los milagros i portentos, dió testimonio á la palabra de su grazia. Mui semejante á esto es lo que dize el Apóstol, que la salud anunziada por el Evanjelio, ha sido confirmada por el Señor con señales, portentos i otros diversos milagros. Cuando nosotros oimos que los milagros deben ser sellos para sellar el Evanjelio, ¿convertirémoslos nosotros para destruir la autoridad de él? Cuando oimos que ellos son apropriados solamente para establezer la verdad, aplicarlos hemos nosoJn. tros para fortificar la mentira? Por tanto es nezesario que la doctrina (la cual dize el Evanjelista que debe prezeder) primeramente se ha de examinar i escudriñar: la cual si fuere aprobada, entonzes podrá mui bien ser confirmada con los milagros. I la señal de la buena doctrina (como enseña Cristo) es esta: si ella no se inclina á buscar la honra los hombres, sino la de Dios. Pues que Cristo afirma que tal debe ser la prueba de la doctrina, en vano se toman los milagros, los cuales traen á otro fin, que á hazer ilustre el nombre de un solo Dios. es menester que nos acordemos Satanás tambien tener sus milagros: los cuales aunque mas son ilusiones que verdaderas virtudes: con todo esto son tales,’que pueden engañar á los simples i rudos. Los nigrománticos i encantadores han sido siempre mui afamados por sus milagros. La idolatria de los jentiles ha sido sustentada con milagros maravillosos: los cuales con todo esto no nos son sufizientes para aprobar la superstizion de los nigrománticos, ni de los idóltras.
Los Donatistas con este mismo artiflzio abusaban de la smplizidad del pueblo, diziendo que ellos hazian milagros. Nosotros, pues, ahora mismo respondernos á nuestros adversarios que por entonzes respondia San Augustin á los Donatistas. Que el Señor nos ha hecho asaz avisados contra estos milagreros, profetizando que se levantarían falsos Profetas, los cuales con falsas señales i diversos milagros harian caer en error, si posible fuese, aun á los escojidos. I San Pablo nos advertió que el reino del Antecristo habia de ser con toda potenzia, señales, i falsos milagros. Pero dirán que estos milagros no son hechos por los ídolos, no por encantadores, no por falsos Profetas, sino por los santos. Como que nosotros no entendamos ser esta arte de Satanás transfigurarse en Anjel de luz. Los Ejipzios en otro tiempo honraron al Profeta Jeremías que estaba sepultado en su tierra dellos, con sacrifizios i otras honras debidas á Dios. Cómo ¿no abusaban del santo Profeta de Dios para sus idolatrías? i con todo esto con tal manera de honrar su sepulcro conseguian que pensasen que el haber sido ellos sanados de las mordeduras de las serpientes era salario recompensa de la honra que hazían al sepulcro. ¿Qué diremos sino que este ha sido ¡ siempre será un castigo de Dios justísimo enviar eficazia de ilusion si aquellos que no han rezebido el amor de la verdad, para que crean á la mentira? Así que no nos faltan milagros i mui ziertos, i de quien ninguno se debe mofar, Mas los que nuestros adversarios jactan, no son sino puras ilusiones de Satanás con que retiran al pueblo del verdadero servizio de Dios á vanidad.
Allende desto calumniosamente nos dan en cara con los Padres (yo entiendo por Padres los escritores antiguos del tiempo de la primitiva Iglesia, ó poco despues) como silos tuviesen por fautores de su impiedad: por la autoridad de los cuales si nuestra contienda se hubiese de fenezer, la mayor parte de la victoria (no me quiero alargar mas) seria nuestra, Pero siendo así que muchas cosas hayan sido escritas por los Padres sabia i exzelenteniente, i en otras les haya acontezido lo que suele acontezer a hombres (conviene si saber, errar i faltar), estos buenos i obedientes hijos conforme á la destreza que tienen entendimiento, juizio i voluntad, adoran solamente sus errores i faltas: mas lo que han bien dicho, ó no lo consideran, ó lo disimulan, ó pervierten: de tal manera que no pareze sino que aposta su intento fué cojer el estiércol no haziendo caso del oro que entre el estiércol estaba, i luego nos quiebran la cabeza con su importuno vozear llamándonos menospreziadores i enemigos de los Padres. Empero tanto falta que nosotros menospreziemos si los Padres, que si al presente hubiese yo de tratar, mui fázil me seria probar por sus escritos la mayor parte de lo que el dia de hoi dezimos. Mas nosotros de tal manera leemos sus escritos, que siempre tenemos delante de los ojos lo que dize el Apóstol: que todas las cosas son nuestras para servirnos dellas, no para que se enseñoreen de nosotros: i que nosotros somos de solo Cristo, al cual sin exzepzion ninguna se debe obedezer en todas cosas. El que no tiene este órden, este tal ninguna cosa tendrá zierta en la fé: pues que muí muchas cosas ignoraron los Padres: muchas vezes contienden entre sí: otras, ellos se contradizen á si mismos. No sin causa (dizen nuestros adversarios) Salomón nos avisa que no pasernos los límites antiguos que nuestros Padres pusieron: pero no ha de guardar la misma regla en los límites de los campos i en obedienzia de la fé: la cual debe ser tal, que se olvide de su pueblo de la casa de su padre. Mas si en tanta manera se huelgan con alegorías, ¿por qué no entienden por Padres si los Apóstoles, antes que otros, cuyos límites i término no es lízito moverlos de su lugar? Porque así lo interpretó San Jerónimo, cuyas palabras ellos alegaron en sus Cánones. I si ellos aun todavía quieren que los límites de aquellos, que ellos interpretan por Padres, sean fijos i firmes; ¿por qué causa ellos, todas las vezes que se les antoja, los pasan tan atrevidamente? Del número de los Padres eran aquellos de los cuales el uno dijo: que nuestro Dios ni comia ni bebia: i que por tanto no habla menester de cálizes ni platos: el otro, que los ofizios divinos de los Cristianos no requirian oro ni plata: i que no agradaban con oro las cosas que no se compran por oro. Así que ellos pasan los límites, cuando en sus ofizios divinos en tanta manera se deleitan con oro, plata, marfil, mármol, piedras preziosas i sedas: i no piensan que Dios sea, como debe, honrado, si no haya grande aparato externo i una pompa supérflua. Padre tambien era el que dijo: que él libremente osaba comer carne, cuando los otros se abstenian: por cuanto él era Cristiano. Así que pasaron los términos cuando descomulgaron á toda cualquiera persona que en tiempo de Cuaresma gustare carne. Padres eran, de los cuales el uno dijo que el monje (ó fraile) que no trabaja de sus manos, debe ser tenido por un ladron i salteador: otro, no ser lizito á los monjes (ó frailes) vivir de mogollon, aunque sean mui dilijentes en sus contemplaziones, oraziones i estudios. Tambien, pues, pasaron este límite, cuando pusieron los vientres oziosos i panzudos de los frailes en burdeles: quiero dezir, en sus monasterios, para que se engordasen del sudor de los otros. Padre era el que dijo: que era horrenda abominazion ver una imájen ó de Cristo ó de algun santo en los templos de los Cristianos, i esto no lo dijo un hombre solo, sino aun un Conzilio antiguo determinó, que lo que es adorado no sea pintado por las paredes. Mui mucho falta para que ellos se detengan dentro destos límites: pues que no han dejado rincon que no hayan hinchado de imájenes. Otro de los Padres aconsejó que despues de haber ejerzitado la caridad que se debe con los muertos, que es sepultaz-los, los dejásemos reposar. Aquestos límites han traspasado haziendo tener una perpétua solizitud por los muertos. Tambien era uno de los Padres el que afirma que la substanzia i ser del pan i del vino de tal manera permaneze en la Eucaristía i no deja de ser, como permaneze en Cristo nuestro Señor la naturaleza humana junta con la divina. Pasan pues este límite los que hazen creer, que luego al momento que las palabras de la consagrazion son dichas, la substanzia del pan i del vino deja de ser para que se convierta, ó transubstanzie (como ellos llaman) en el cuerpo i sangre de Jesu Cristo. Padres eran los que de tal manera distribuian toda la Iglesia solamente una suerte de Eucaristía: i como della ahuyentaban á los per verso i malvados, así gravisimamente condenaban á todos aquellos que siendo presentes no comulgasen. ¡Oh, cuánto han traspasado estos límites! pues que no solamente hinchen de Misas los templos, mas aun las casas particulares: admiten á oir sus Misas á todos, i tanto con mayor alegria admiten á la persona, cuanto mas desembolsa, por mas mala i abominable que sea: á ninguno convidan á la fé en Cristo, ni al verdadero uso de los Sacramentos: antes venden su obra por grazia i mérito de Cristo. Padres eran, de los cuales uno ordenó que fuesen del todo apartados del uso de la Zena todos aquellos que se contentasen con una sola espezie del Sacramento i se abstuviesen de la otra: el otro fuertemente contiende que no se debe negar al pueblo Cristiano la sangre de su Señor, por confesion del cual es mandado derramar su propria sangre. Tambien quitaron estos limites cuando rigurosamente mandaron la misma cosa, que el uno destos dos castigaba con descomunion, i el otro con bastantísima razon condenaba. Padre era el que afirmó ser temeridad determinar de alguna cosa escura ó por la una parte ó por la otra, sin claros i evidentes testimonios de la Escritura. Olvidáronse de aqueste límite, cuando sin ninguna palabra de Dios constituyeron tantas constituciones, tantos Cánones, tantas majistrales determinaziones. Padre era el que entre otras herejías dió en cara á Montano que él fué el primero que impuso leyes de ayunar. Tambien traspasaron mui mucho este límite, cuando establezieron ayunos con durísimas leyes. Padre era el que prohibió que el matrimonio fuese vedado á los Ministros de la Iglesia: i testificó el ayuntamiento con su lejitima mujer ser castidad. I Padres fueron los que se conformaron con él, Ellos han traspasado este límite cuando con tanto rigor defendieron el matrimonio á sus Eclesiásticos. Padre era el que dijo, quc solo Cristo debia de ser oido, del cual está escrito: A él oid: i que no se debía hazer caso de lo que otros antes de nosotros hubiesen hecho, ó dicho, sino de lo que Cristo (que es el mas antiguo de todos) haya mandado. Tampoco se entretuvieron dentro deste límite, ni permiten que otros se detengan, constituyéndose para sí i para los demás otros enseñadores que Cristo. Padre era el que mantuvo que la Iglesia no se debia preferir ti Cristo; porque Cristo siempre juzga justamente: mas los juezes Eclesiásticos, como hombres, se pueden engañar muchas vezes. Traspasando, pues, tambien este término, no dudan afirmar que toda la autoridad de la Escritura depende del arbitrio de la Iglesia. Todos los Padres, de un comun consentimiento, i ti una voz, abominaron, que la santa palabra de Dios fuese contaminada con las sutflezas de los Sofistas, i que fuese revuelta con las contiendas i debates de Los Dialécticos. ¿Entretiénense ellos por ven (ura dentro destos límites, cuando no pretenden otra cosa en todo cuanto hazen, sino escurezer i sepultar la simplizidad de la Escritura con infinitas disputas i contiendas mas que sofísticas? De tal manera, que si los Padres resuzitasen ahora, i oyesen tal arte de reñir, la cual estos llaman Teolojía especulativa, ninguna cosa crcerian menos que ser tales disputas de cosas de Dios. Pero ¿cuánto se prolongaría mi orazion, si yo quisiese contar con cuánto atrevimiento estos sacudan el yugo de los Padres, de los cuales ellos quieren ser tenidos por hijos mui obedientes? Por zierto faltarme ya tiempo i vida para contarlo. I con todo esto ellos son tan desvergonzados, que se atreven ti darnos en cara que habemos traspasado los límites antiguos.
Cuanto al enviarnos ti la costumbre, ninguna cosa les aprovecha. Porque se nos haria una grande injustizia si fuésemos constreñidos ti sujetarnos ti lo acostumbrado. Zierto si los juizios de los hombres Fuesen los que deben, la costumbre se debria tomar de los buenos. Pero muj de otra manera miii muchas vezes aconteze. Porque lo que veen que muchos hazen, eso es lo que luego queda por costumbre. I esto es verdad, que nunca los negozios de los hombres fueron tan bien reglados, que lo que fuese mejor pluguiese ti la mayor parte. Así que, de los particulares vizios deste i del otro se ha hecho un error jeneral, ó por mejor dezir, un comun consentimiento de vizios: el cual estos hombres honrados quieren que Valga por lei. Los que tienen ojos, veen, que no un solo mar de vizios ha crezido, que todo el mundo está corrompido con tantas pestilenzias contajiosas, i que todo va de mal en peor: de suerte, que ó es menester perder toda la esperanza de remedio, ó se ha de poner la mano á tantos males, i esto no menos que por medios violentos. I quitase el remedio, no por otra razon sino porque, ya mucho tiempo ha, somos acostumbrados i hechos á los males. Pero aunque el error público tenga lugar en las repúblicas de los hombres, con todo esto en el reino de Dios no se debe oir ni guardar sino sola su eterna verdad: contra la cual ninguna prescripIs. zion ni de largos años, ni de costumbre anziana, ni de conjurazion ninguna vale. Desta manera Esalas en su tiempo instruia á los escojidos de Diós que no dijesen Conspirazion á todo lo que el pueblo dijese Conspirazion. Que quiere dezir, que ellos no conspirasen juntamente con el pueblo malvado, i que no lo temiesen, ni hiziesen cuenta dél: mas que antes santificasen al Señor de los ejérzitos, i que él fuese su temor i pavor. Así que, ahora nuestros adversarios objéctennos tantos ejemplos como querrán, i de los tiempos pasados i del presente: nosotros santificáremos al Señor de los ejérzitos, no nos espantaremos mucho. Séase que muchas edades i siglos hayan consentido en una misma impiedad, el Señor es fuerte asaz para vengarse hasta en la terzera i cuarta jenerazion: séase que todo el mundo haya conspirado á una en una misma maldad, él nos ha enseñado con la experienzia cual sea el paradero de aquellos que pecan con la multitud, cuando destruyó ti todo el linaje humano con el diluvio, guardando Noé con su pequeña familia, el cual por su fé condenase ti todo el mundo. Finalmente, la mala costumbre no es otra cosa que una pestilenzia jeneral, en la cual no menos perezen los que mueren entre la multitud, que los que perezen solos. Allende desto seria menester ponderar lo que en zierto lugar dize San Zipriano: que los que pecan por ignoranzia, aunque no estén del todo sin culpa, con todo eso parezen ser en alguna manera escusables: pero los que con obstina haeretici zion desechan la verdad cuando les es ofrezida por la grazia de Dios, ninguna escusa tienen que pretendan. Ni tampoco nos presan tanto, como se pensan, con su otro argumento, que llaman dilemma, que nos compelan ti confesar, ó que la Iglesia fué por algunos tiempos muerta, ó que nosotros hazemos el dia de hoi la guerra contra la Iglesia. La Iglesia de Cristo zierto vivió, i vivirá en tanto que Cristo reinare ti la diestra del Padre: con cuya mano es sustentatada, con cuyo favor es defendida, i con cuya virtud es fortificada. Él sin duda cumplirá lo que una vez ha prometido: que él asistirá ti los suyos hasta la consumazion del siglo. Contra esta Iglesia nosotros ninguna guerra movemos. Porque de un consentimiento i acuerdo con, todo el pueblo de los fieles reverenziamos i adoramos ti un Dios, i ti un Cristo señor nuestro, como siempre fué de todos los pios adorado. Pero ellos no poco se han alejado de la verdad cuando no reconozen por Iglesia sino ti aquella que ellos á ojos vistas vean, á la cual quieren enzerrar dentro de ziertos limites en que ella nunca ha estado enzerrada. En estos puntos se funda toda nuestra controversia. Cuanto á lo primero, ellos demandan una forma de Iglesia, la cual siempre sea visible aparente: demás desto constituyen esta forma de Iglesia en la cátedra de la Iglesia Romana i en el estado de sus perlados. Nosotros al revés, dezimos que la Iglesia puede consistir sin aparenzia visible, i que forma no consiste en esta majestad que se vee, la cual ellos locamente tienen admirazion, sino en otra mui diferente señal: conviene á saber, en la pura predicazion de la palabra de Dios, i en la lejitima administrazion de los Sacramentos. No pueden sufrir que la Iglesia no sea siempre mostrada con el dedo. Pero ¿cuántas vezes acontezió que ella fuese tan desformada en el pueblo Judáico, que ninguna aparenzia restaba? ¿Qué forma de Iglesia pensamos que se vid cuando Elias quejaba que él solo habia quedado? ¿Cuantas vezes despues de venida de Cristo al mundo ha estado al rincon sin ningun lustre? ¿Cuántas vezes despues acá ha sido oprimida con guerras, sediziones i herejías, de tal manera que en ninguna parte se podia ver? ¿Por Ventura si ellos vivieran en aquellos tiempos, creyeran que habia Iglesia? Pero Elias oyó ser aun vivos siete mil ‘varones, los cuales no se habian arrodillado á Baal. I no debemos dudar que Cristo no haya
siempre reinado en la tierra despues que subió al zielo. Mas si los fieles buscaran entre tantas calamidades alguna notable forma Iglesia que se viera con los ojos, ¿por ventura no desmayaran? I zierto San Hilario ya en su tiempo tuvo esto por gran vizio que los hombres siendo zegados con la desatinada reverenzia en que ellos tenian á dignidad Episcopal, no consideraban la pestilenzial hedentina que estaba encubierta debajo de aquella máscara, cuyas palabras son estas: De una cosa os aviso, Guardaos del Antecristo: vosotros embarvascais mucho con el amor de las paredes buscando la Iglesia de Dios en la hermosura de los edifizios pensando que la Iglesia union de los fieles esté aID. Pues mal lo pensais. ¿Cómo? dudais que el Antecristo haya de tener su silla en ellos? Los montes, bosques, lagos, cárzeles i escondedijos me son mas seguros. Porque en estos los Profetas estando escondidos profetizaban. ¿I qué es lo que el dia hoi el mundo honra en sus Obispos enmitrados, sino porque piensa ser mas santos i mayores defensores de la relijion aquellos que son perlados en mayores ziudades? Quitad allá tan loco juizio. Mas contrario permitamos esto al Señor, que pues que él solo conoze quién son los suyos, que á las vezes quita de delante de los ojos de los hombres la externa forma de su iglesia. Yo confieso ser un horrible castigo de Dios sobre la tierra. Mas si así lo mereze la impiedad de los hombres, ¿por qué nos esforzamos á resistir á la justizia divina? Desta manera en los tiempos pasados castigó Dios la ingratitud de los hombres. Porque por cuanto ellos no quisieron obedezer á verdad, i apagaron su lumbre, él permitió que fuesen ziegos en sus sentidos, fuesen engañados con enormes mentiras, i fuesen sepultados en profundas tinieblas, de tal suerte, que ninguna forma de verdadera Iglesia se viese. Pero entre estas i estas él ha conservado los suyos en medio destos errores i tinieblas, los cuales estaban encubiertos i derra mados, el uno por acá i el otro por allá. I no hai por qué nos maravillar desto. Porque él ha aprendido á los guardar aun en la misma confusion de Babilonia, i en la llama de la hornaza ardiente. Cuanto lo que quieren que la forma de la Iglesia sea estimada por no sé qué yana pompa, yo, porque no quiero hazer largo prozeso, lo tocaré solamente como de pasada, cuan peligrosa cosa sea. El Papa de Roma (dizen ellos) el cual está sentado en la silla Apostólica, i los otros Obispos que él ordenó i consagró, representan la Iglesia, i deben ser tenidos por tales: por tanto no pueden errar. ¿Cómo así? Porque son pastores de la Iglesia i consagrados al Señor. Aaron i los demás que guiaban al pueblo de Israél, ¿cómo? no eran Pastores? Aaron i sus hijos, habiéndolos ya Dios elejido por sazerdotes, con todo esto erraron cuando hizieron el bezerro. Porque conforme á esta razon, aque Jer lbs cuatrozientos profetas que engañaban á Acab, ¿no representarian Iglesia? Pero la Iglesia estaba de la parte de Miqueas, que era un hombre solo i abatido, mas con todo esto de su boca salia la verdad. ¿Cómo? los profetas no representaban nombre i forma de Iglesia cuando se levantaban todos á una contra Jeremías, i amenazándolo blasonaban ser imposible que la Lei faltase á los Sazerdotes, ni el consejo al sábio, ni la palabra al Profeta? A la encontra de toda esta multitud de profetas es enviado Jeremías solo, el cual de parte de Dios denunzie; que será, que la Lei falte al Sazerdote, el consejo al sábio, i la palabra al Profeta. ¿No se mostraba otra tal aparenzia de Iglesia en aquel Conzilio que los Pontifizes, Escribas i Fariseos ayun taro para deliberar cómo matarian á Cristo? Váyanse, pues, ahora nuestros adversarios i hagan mucho caso de una máscara i externo aparato que se vee, i así pronunzien ser szismáticos Cristo i todos los profetas de Dios verdadero: i por el contrario, digan que los misterios Satanás, son instrumentos del Espíritu Santo. I si hablan de veras, respóndanme simplemente sin buscar rodeos: ¿En qué rejion, ó en qué pueblos piensan ellos que la Iglesia de Dios resida despues que por sentenzia definitiva del Conzilio, que se tuvo en Basilea, Eujenio Papa de Roma fué depuesto, i Amedeo Duque de Saboya, fué subs tituid en su lugar? No pueden negar (aunque revienten) aquel Con zilio cuanto á la solenidad i ritos externos, no haber sido lejítimo, convocado no por un Papa solo, sino por dos. En él Eujenio fué condenado por szismático, rebelde i pertinaz, i con él todos los Cardenales i Obispos que juntamente con él habian procurado que el Conzilio se deshiziese, Con todo esto, siendo dcspues sobrellevado por el favor de los Prínzipes, recobró su Pontificado; i la otra elezion Amedeo hecha solenemente con la autoridad del sacro i jeneral Conzilio, se tomó en humo: sino que el dicho Amedeo fué apaziguado con un Capelo, como un perro que ladra con un pedazo de pan. Dcstos herejes i contumazes deszienden todos los Papas, Cardenales, Obispos, Abades i Sazerdotes que despues acá han sido. Aqúi no se pueden escabullir. Porque ¿cuál de las dos partes dirán que era Iglesia? ¿Por ventura negarán haber sido Conzilio jeneral, al cual ninguna cosa faltó cuanto á la majestad i muestra exterior? Pues solenemente fué denunziado por dos bulas, santificado por el Legado de la sede Apostólica, el cual presidia en él, bien ordenado en todas cosas, ¡ que perseveró en esta su dignidad i majestad hasta que fué concluido. ¿Confesarán ellos que Eujenio con todos sus adherentes, de los cuales ellos son santificados, fué szismático? O pues pinten de otra manera la forma de la Iglesia: ó á cuantos, cuantos delios son, los tendremos, aun segun su doctrina delios, por szismáticos: pues que á sabiendas i así queriéndolo ellos, fueron ordenados por herejes. I si nunca jamás se hubiera visto antes de ahora, que la Iglesia de Dios no está atada á las pompas i aparenzias exteriores, ellos mismos nos pueden ser asaz sufiziente experienzia dello, los cuales con tan gran sobrezejo, so titulo i nombre de Iglesia, se han hecho temer de todo el mundo, aunque cran una pestilenzía mortal de la Iglesia. No hablo de sus costumbres, ni de aquellos sus actos execrables que siempre por toda su vida cometen: pues que ellos dizen, que son los Fariseos que se deben oir, i no imitar. Vuestra Majestad si quisiere tomar un poquito de pena en leer con atenzion nuestra doctrina, conozerá claramente, que la misma doctrina dellos, por la cual quieren ser tenidos por Iglesia, es una terrible carnizería de ánimas, i un fuego, ruina i destruizion de la Iglesia.
Finalmente, ellos hazen mui mal, dándonos en cara las grandes revueltas, tumultos i sediziones que la prcdicazion de nuestra doctrina haya traido consigo, i los frutos que ella el dia de hoi produzga en mui muchos. Porque la culpa destos males con gran tuerto i sin razon se le imputa, la cual debria ser imputada á la malizia de Satanás. Esta es la suerte de la palabra de Dios, que jamás ella sale á luz, sin que Satanás se dispierte i haga de las suyas. Esta es una zertisima marca, i que nunca le falta, con la cual es diferenziada de las falsas doctrinas: las cuales fázilmente se declaran, en que sin contradizion son admitidas de todos, i todo el mundo las sigue. Desta manera por algunos años pasados, cuando todo estaba sepultado en tinieblas escurisimas, este Señor del mundo se jugaba i burlaba como se le antojaba, de los hombres, i como un Sardanápalo se deleitaba á su plazer, sin que hubiese quien le contradijese, ni osase dezir: Mal hazes. Porque ¿qué hubiera de hazer sino reirse i holgarse, teniendo la posesion de su reino con gran quietud i tranquilidad? Pero luego que la luz resplandeziendo del zielo deshizo algun tanto sus tinieblas, luego que aquel fuerte lo salteó i revolvió su reino, entonzes comenzó á despertar de su sueño i quietud, i á arrebatar las armas. I primeramente inzitó la fuerza de los hombres, con la cual por violenzia oprimiese la verdad que comenzaba á mostrarse: desque por esta vía vido que no aprovechaba, dióse á perseguir la verdad de secreto i por asechanzas. Así que, por los Anahaptistas i otros tales como ellos, revolvió muchas sectas i diversidad de opiniones con que escureziese esta verdad, i finalmente la apagase. I el día de hoi él porfía á perseguirla con estas dos artes, porque procura con la fuerza i potenzia de los hombres desarraigar aquella verdadera simiente, i con sus zizañas (cuanto es en él) pretende ahogarla á fin que no crezca, ni dé fruto. Pero todo esto es en vano, si damos orejas á los avisos que el Señor nos da: el cual mui mucho antes nos ha descubierto sus artes, i mañas que tiene de tratar, para que no nos tomase desaperzebidos, i nos ha armado de mui buenas armas contra ellas. Cuanto á la resta, ¿cuán gran maldad es echar la culpa a la palabra de Dios, ó de las revueltas, que los perversos i contumazes levantan: ó de las sectas que los engañadores contra ella siembran? Pero esto no es cosa nueva. Preguntábanle á Elias: si por ventura fuese él el que revolvia a Israel: Cristo tenido de los judíos por revoltoso: acusaban á los Apóstoles de que habian alborotado al pueblo. ¿I qué otra cosa hazen los que el de hoi nos imputan á nosotros las revueltas, tumultos i sediziones que se levantan contra nosotros? Pero Elías nos enseñó como habíamos de responder á estos tales: Nosotros no ser los que sembrábamos errores, ó movíamos las revueltas: sino ellos mismos que resisten á potenzia de Dios. I aunque esta sola respuesta sea asaz bastante para confundir su temeridad, así tambien por otra parte es menester socorrer á la flaqueza de algunos: los cuales muchas vezes aconteze alborotarse con semejantes escándalos, i siendo perturbados vazilar. Estos, pues, para que no desmayen con esta perturbazioa ni vuelvan atrás, entiendan que las mismas cosas, que el dia de hoi nos acontezen, experimentaron los Apóstoles en su tiempo. Había entonzes hombres indoctos ¡inconstantes, los cuales (como escribe San Pedro) pervertian para condenazion suya propria lo que San Pablo habia divinamente escrito. Habia menospreziadores de Dios, los cuales oyendo que el pecado abundé para que sobreabundase la grazia; luego inferian; Quedarnos hemos en el pecado, para que abunde la grazia. Cuando oian que los fieles no estaban debajo de la leí; luego respondian: Pecaremos, pues no estamos debajo de la lei, sino de la grazia. No faltaba quien lo llamase persuadidor del mal. Injerianse falsos Apóstoles los cuales destruian las Iglesias que él habia edificado. Algunos por envidia i contenzion predicaban el Evanjelio no con sinzeridad, mas con malizia pensando acrezentar afliczion á sus prisiones. En algunas partes la doctrina del Evanjelio que prcdicaba, no hazia mucho fruto. Todos buscaban su provecho, i no el de Jesu Cristo. Otros se volvian atrás, tomándose como perros al vómito, i como puercos al zenagal. Los mas tomaban la libertad del espíritu para libertad de carne. Injeríanse muchos falsos hermanos, los cuales despues hazian gran daño á los fieles. Entre los mismos hermanos se levantaban grandes contiendas. ¿Qué habian de hazer en este caso los Apóstoles? ¿Habían de disimular por algun tiempo, ó del todo habían de dejar i desamparar el Evanjelio, el cual vian ser simiente de tantas contiendas, materia de tantos peligros, ocasion de tantos escándalos? Mas entre tales angustias acordábanse que Cristo era piedra de escándalo i de ofensa, puesto para caída i levantamiento de muchos. i por señal á quien contradirian, armados ellos con esta fiduzia pasaban animosamente por todos los peligros de los tumultos i escándalos. Con esta misma considerazion es menester que nosotros nos animemos: pues que San Pablo testifica ser esta siempre la condizion i suerte del Evanjelio que es olor de muerte para muerte á aquellos que perezen; aunque él fué antes ordenado á fin que fuese olor de vida para vida, á los que se salvan i potenzia de Dios para salud á todos los fieles. Lo cual ziertamemente experimentaríamos en nosotros mismos, si por nuestra ingratitud no echásemos á perder aqueste tan singular benefizio de Dios. I convertiésemos para nuestra destruizion lo que nos debiera ser único medio de salud.
Mas con vuestra Majestad vuelvo á hablar. No hagais caso de aquellos vanos rumores con que nuestros adversarios se esfuerzan á poneros miedo i temor; conviene á saber, que este nuevo Evanjelio (porque así lo llaman ellos) no pretende ni busca otra cosa, que ocasion de sediziones, i toda lizenzia para que los vizios no sean castigados. Porque nuestro Dios no es autor de division, sino de paz: i el hijo de Dios no es ministro de pecado, ci cual es venido al mundo para deshazer las obras del diablo. Cuanto á lo que toca á nosotros, nosotros somos injustamente acusados de tales empresas, de las cuales jamás dimos ni aun la menor ocasion del mundo de sospecha. Si por zierto, nosotros emprendemos la disipnzion de los Reinos: de los cuales jamás se ha oido una palabra que huela, ó vaya á sedizion, i cuya vida ha sido conozida por quieta i apazible todo el tiempo que vivimos en vuestro reino: i los que aun ahora siendo ahuyentados de nuestras proprías casas no dejamos de orar á Dios por toda prosperidad i buen suzeso de vuestra Majestad i de vuestro reino, Si por zierto, nosotros pretendemos lizenzia de pecar sin castigo: en cuyas costumbres, aunque hai mucho que reprender, pero con todo eso no hai cosa que merezca tan grande injuria i reproche. I por la bondad de Dios, no habemos tan poco aprovechado en el Evangelio, que nuestra vida no pueda ser á estos maldezidores ejemplo de castidad, benignidad, misericordia, contenenzia, pazienzia, modestia i de todas otras virtudes. Cosa es notoria que nosotros puramente tememos i honramos á Dios: pues que con nuestra vida i con nuestra muerte deseamos su nombre ser santificado. I nuestros mismos adversarios han sido constreñidos á dar testimonio de la inozenzia i justizia política cuanto á los hombres, de algunos de los nuestros: á los cuales ellos hazian morir por aquello que era digno de perpetua memoria. I si hai algunos que con pretesto de Evanjelio hazen alborotos (cuales hasta ahora no se han visto en vuestro reino) si hai algunos que cubran su lizenzia carnal con título de la libertad que se nos da por la grazia de Dios (cuales yo conozco mui muchos) leyes hai, i castigos ordenados por las leyes, con las cuales ellos conforme á sus delitos sean ásperamente correjidos: con tal que el Evanjelio de Dios en el entretanto no sea infamado por los malefizios de los malvados. Ya ha oido vuestra Majestad la emponzoñada maldad de los que nos calumnian, declarada en hartas palabras, para que no deis tanto crédito á sus acusaziones i calumnias. I yo me temo que no haya sido demasiadamente largo: pues que esta mi prefazion es casi tan grande como una entera apolojía: con la cual yo no pretendí componer una defensa, mas solamente enternezer vuestro corazon para que oyésedes nuestra causa: el cual aunque al presente está vuelto i enajenado de nosotros, i aun quiero añadir, inflamado, pero con todo esto aun tengo esperanza que podremos volver en vuestra grazia, si tuvieredes por bien sin pasion ninguna, fuera de todo ódio i indignazion leer una vez esta nuestra confesion, la cual queremos que sirva cte defensa delante de vuestra Majestad. Pero si al contrario, las rnurmuraziones de vuestros adversarios han ocupado de tal manera vuestras orejas. que á los acusados ningun lugar se les dé para responder por si: ¡ si por otra parte estas impetuosas furias, sin que vuestra Majestad les vaya á la mano, ejerzitan siempre su crueldad con prisiones, azotes, tormentos, cuchillo i fuego, nosotros ziertamente como ovejas deputadas para el matadero, padezeremos cuanto fuere posible: pero de tal manera que en nuestra pazienzia poseeremos nuestras ánimas, i esperaremos la fuerte mano del Señor: la cual sin duda cuando sea tiempo, se mostrará armada, así para librar á los pobres de su aflicción, como para castigar á estos menospreziadores, los cuales el dia de hoi tan á su plazer triunfan. El Señor. Rei de los reyes quiera establezer el trono de vuestra Majestad en justizia i vuestra silla en equidad.
De Basilea primero de agosto de 1136. (1536).