SERMÓN N° 5
AUNQUE EL ME MATARE, EN EL ESPERARE*
"De cierto, su alteza os habría de espantar, y su pavor habría de caer sobre vosotros. Vuestras máximas son refranes de ceniza, y vuestros baluartes son baluartes de lodo. Escuchadme, y hablaré yo, y que me venga después lo que viniere. ¿Por qué quitaré yo mi carne con mis dientes, y tomaré mi vida en mis manos? He aquí, aunque él me matare, en él esperaré; no obstante defenderé delante de él mis caminos" (Job 13:11-15).
Debemos proseguir con la afirmación que comenzamos ayer, es decir, que las escrituras nos muestran muchas cosas que trascienden nuestro entendimiento. Porque cuando una persona nos habla de esa manera, refiriéndose a Dios, somos tan obstinados que nos parece no estar obligados a percibir aquellas cosas que nos desagradan. En consecuencia, existen algunos que desean pasarse por sabios disfrazando las cosas a efectos de agradar a todos; como en los dos ejemplos que hemos mencionado ayer. Uno está referido a la libre voluntad. He aquí lo que las escrituras nos dicen; las personas son absolutamente incapaces de hacer cosas buenas, y son totalmente cautivas del mal. Muchos creen que si esto fuera así, los pecadores tendrían excusa y serían absueltos, puesto que no tienen la capacidad de hacer lo bueno. Ahora bien, hay algunos que fraguan mentiras y reman entre dos aguas afirmando que entonces es mejor conceder a los hombres algo de libre voluntad para que también puedan ser culpados cuando han hecho el mal. Es cierto, pero las escrituras dicen otra cosa. ¿Por qué huyen a tales subterfugios si no es porque hablan mentiras en favor de Dios? ¿Acaso necesita Dios de nuestras mentiras? ¿Es preciso que su verdad sea sostenida con tales medios? Esto es lo que hay que decir de aquellos que oscurecen la gracia de Dios, en cuanto a que él ha elegido a los que le parecieron buenos, antes de la creación del mundo, y que él ha rechazado a los otros. ¿Y cómo es eso? Este es un punto muy difícil y vemos que hay muchas personas que han tropezado en él. Ustedes ven lo que alegan estos sabios y cómo inventan diciendo: "Por cierto, decimos que Dios ha elegido a aquellos que habrían de ser salvos. Y ¿por que? Porque vio de antemano que tendrían buena disposición para ello. Sabiendo entonces, que los tales estarían prontos a recibir su gracia, él los escogió, para poder decir, 'éstos son míos.1 " Pero, ¿dicen eso las escrituras? No, dicen totalmente lo contrario. Dicen que Dios nos ve a todos iguales, y que es él quien nos distingue; uno no es mejor que su compañero, sin que Dios, en su infinita bondad, nos rescata de la muerte.
Entonces ustedes ven la doctrina pura y simple de las santas escrituras. ¿Por qué vienen los hombres a embarrarla? Como ya les dije, es porque creen que de esa manera excusan a Dios. ¿De veras? ¿Le hace falta a Dios pedir prestadas nuestras mentiras? Y ¿tenemos nosotros que ser sus abogados, llenos de sutilezas, como en aquellos pobres casos que tienen que ser coloreados y totalmente disfrazados a efectos de cegar los ojos de los jueces, para que no comprendan nada? ¿Es preciso proceder de tal manera a efectos de defender a Dios? Entonces, notemos bien, se dice aquí que cuando hayamos aplicado todo nuestro ingenio para disfrazar lo que la gente de otra manera rechazaría y condenaría, para que ningún asunto de la santa escritura cause desagrado, Dios nos condenará por tan sofisticados inventos. Esto va más allá aún. Porque vemos cuántos hay actualmente que quieren tender un puente entre nosotros y los papistas. "Es cierto" dicen, "efectivamente existen muchos abusos en la iglesia (lo confiesan), y las cosas son demasiado pesadas e insoportables; hacen falta algunas reformas." Esto lo confesarán. Pero, entre tanto, consultados sobre nuestra predicación no hallan la más ínfima debilidad en nuestra doctrina, reconociendo que seguimos la pura simpleza del evangelio sin añadir ni quitar nada; no obstante, ven que es rechazada por muchos, y que los hombres no pueden concordar con ella, y que sería algo muy difícil reformar rigurosamente todas las cosas, y que los hombres no se dejan conducir tan fácilmente. Consecuentemente encuentran e inventan una mentira, diciendo, "Entonces sería mejor aceptar una posición intermedia, al menos por un tiempo." ¿Por qué nos vienen con tal perversidad? A menos que sus inventores deseen pasarse por alquimistas y descubrir alguna quintaesencia, y no sé qué. Porque estaban totalmente convencidos de que en el papado solamente hay horrible confusión, y que todas las cosas han excedido por mucho los límites. La idolatría no podría ser más grosera; y el servicio a Dios es totalmente destruido; vemos que los hombres depositan su confianza en méritos propios; han creído que Jesucristo está realmente sepultado así que corren de un santo a otro, a efectos de tener sus patronos delante de Dios; vemos que los sacramentos son puestos en venta; que compran y venden las almas; que a unos pedazos de cachivaches y a las ceremonias se les atribuye más de lo debido, al extremo de convertirlos en ídolos. Ya ven ustedes que todo esto lo saben suficientemente bien estos vagabundos y que son cosas que requieren ser remediadas. ¿Pero de qué manera? "Oh," exclaman, "lo que los luteranos han pretendido hasta ahora es realmente imposible; el mundo no soportaría semejante cambio. Entonces tiene que haber alguna posición intermedia. Muy bien, es cierto que los hombres han corrompido el servicio de Dios limitándose a los mandamientos dados por hombres; hay que decir entonces, que por amor a la obediencia, los hombres tendrían que continuar así, pero sin estar sujetos a tal obligación ni tan estrictamente como antes." Reitero, los hombres han confiado demasiado en los méritos de las obras; ahora es preciso decir que debiéramos comenzar con la gracia de Dios, y que ella es la principal base en la que debemos descansar. Si Jesucristo fue realmente aniquilado, pero los hombres no han tenido su refugio en él; entonces ahora tiene que ser declarado nuestro abogado, en efecto, nuestro principal abogado; pero no nuestro único abogado. Entre tanto, los hombres mezclan sus propios méritos con la gracia de Dios, de modo que los mandamientos humanos de todos modos sean de alguna manera observados. Además los hombres no deben dejar de tener como abogados a los santos difuntos, para que sean comisionados adjuntos de Jesucristo. En cuanto a la adoración de imágenes los hombres ya no serán tan estúpidos, pero es correcto decir que las imágenes sirven para promover la devoción de la gente simple e ignorante; y, ciertamente, es una tontería absolutamente grosera correr tras ellas en peregrinaciones, aunque entre tanto, por amor a los débiles e ignorantes los hombres pueden conservar cierta devoción a ellas. En cuanto a los sacramentos, la gente bien puede demostrar que no debieran ser tenidos en tanta estima, aunque debieran saber que el tenerlos en cuenta no es sino en memoria de Jesucristo; no obstante, la gente podrá retener siempre, no sé qué. En cuanto a la misa, bien, ya no será tan expuesta a la venta, los hombres ya no tendrán misas particulares por los muertos, ni en honor de algún santo, ni para esto o aquello; habrá, en cambio, una misa común; pero la gente siempre dirá que es un sacrificio; no para negar que Jesucristo es el verdadero sacerdote que se ofreció a sí mismo a Dios su Padre, sino afirmando que la misa representa la muerte y pasión de Jesucristo." Vean cómo estos constructores de falsedad les parecen haber obrado sutilmente haciendo semejante mezcla, para que el evangelio no fuese demasiado duro para el mundo. Al contrario, está dicho que Dios no le ayudan ni le sirven nuestras mentiras. ¿Qué se hará entonces? Andemos íntegra y simplemente, y callémonos la boca, para que cuando él hable nos sujetemos sin réplica a lo que procede de su boca. He aquí (digo) cómo seremos aprobados por él: él nos condenará con todos nuestros subterfugios cuando hayamos pensado que nos será favorable conforme a nuestras propias fantasías y cuando nos hayamos apartado en tan pequeña medida de la pureza de su palabra disfrazando sus juicios, aunque estos sean extraños para los humanos.
Y ahora consideremos lo que se agrega. "De cierto, su alteza os habría de espantar, y su pavor habría de caer sobre vosotros," dice Job. Y luego agrega que "su memoria es como ceniza, y sus cuerpos como un cuerpo de lodo." Con esto quiere decir que cuando mentimos en favor de Dios es como si no comprendiésemos su majestad, y que lo hacemos semejante a nosotros, y que lo traemos aquí abajo, como si nosotros estuviésemos en la misma categoría con él. He aquí (digo) ¿qué impulsa a los hombres? ¿Por qué son tan desfachatados falsificando la verdad de Dios? Porque la quieren medir con su propia medida. Pero, ¡qué distancia hay entre Dios y los hombres! Por eso, entonces, aprendamos a concebir lo que es la majestad de Dios; y luego ya no seamos tan necios como para querer intentar algo contra su palabra o contra sus juicios.
Inclinemos nuestras cabezas y dejemos que Dios diga lo que le plazca, y cuando hayamos oído su palabra dejemos también que haga lo que le parezca bien, y nosotros adorémosle en todas sus obras; especialmente cuando comencemos a considerar nuestra debilidad y fragilidad, diciendo, "¿qué somos nosotros?" Ustedes ven entonces las dos cosas que Job compara aquí, "¿Acaso no le asombra la majestad de Dios?" Al hablar de majestad o dignidad, muestra a los hombres que debieran estar un poco mejor aconsejados al hablar de Dios. ¿Pero qué? Nosotros procedemos a hacerlo estúpidamente, y nos parece que Dios permitirá que los hombres jueguen con él conforme a lo que agrega inmediatamente. Por eso, cuando hablamos de Dios aprendamos a concebir la gloria infinita que hay en él. Porque cuando la hayamos comprendido es imposible que no seamos humillados a decir, "Efectivamente, no se trata de hablar de Dios de la manera de los hombres, ni de hacer ninguna comparación con él. Porque, ¿qué haremos de él? ¿A dónde le colocaremos? ¿O, en qué categoría lo pondremos? ¿Quisiéramos igualarlo a sus criaturas? ¿No sería eso lo mismo que reducirlo a la nada? ¿Y en qué se convertirá su majestad cuando los hombres lo han degradado tanto? Entonces, si tuviéramos la sabiduría de contenernos, o de solamente gustar lo que es la infinita gloria de Dios, ciertamente aprenderíamos a humillarnos ante ella y dejaríamos de ser tan presuntuosos, pensando esto o aquello. Además, consideremos lo que somos nosotros. Porque la debilidad y pobreza, propios de la naturaleza del hombre, dan tanta mayor gloria a la majestad de Dios, de manera que él tiene que ser magnificado, aun más cuando somos totalmente conscientes de lo que somos. Si nosotros poseyéramos la gloria de los ángeles nos acercaríamos más a Dios; y aun así estaríamos obligados a hacer lo que ellos hacen, pues dice que bajo forma de querubines tenían que ocultar sus rostros sin poder ver perfectamente a Dios. Es cierto, las escrituras afirman que ven el rostro de Dios; Pero ¿cómo lo ven? No pueden verlo sino bajando la vista, y sin cubrirse el rostro con sus alas; es decir, no pueden verlo sin la modestia de adorar a Dios como a su soberano a quien no tienen acceso sino reconociendo su alteza, humillándose a sí mismos. Vean ustedes cómo es con los ángeles en el paraíso.
Y ahora nosotros, ¿qué somos sino pudrición? En cuanto a nuestras almas, éstas son como pequeñas chispas que pronto se apagarían y se convertirían en sombra si no fuera que Dios las conserva, y él lo hace por su bondad. Entonces, por nosotros mismos no podemos subsistir ni un solo minuto; Dios tiene que preservarnos porque en nosotros no hay sino humo y vanidad. Cuando sepamos esto, ciertamente toda nuestra presunción quedará bien abatida en nosotros, de manera que ya no tendremos el deseo necio de disputar a nuestra manera y de pintar a Dios con nuestros colores, tal como vemos que los hombres lo hacen desfigurándolo y despedazándolo. Ya no seremos tan presuntuosos y corajudos cuando sepamos cuál es la gloria suya y cuando hayamos pensado en la debilidad nuestra. Así, pues, vamos a asombrarnos y llenarnos de temor delante de él, como dice Job aquí. Porque es imposible que este conocimiento de Dios sea vano en los hombres, y que no los obligue a postrarse de tal manera que ya no tengan coraje de conducir habladurías contra él. Porque si han hablado superficialmente es señal de que nunca le han conocido ni sentido lo que es su majestad. ¿Y por qué? Llegar a comprender que es Dios quien nos ha creado, y que procedemos de él; y que, miremos hacia arriba o hacia abajo, todas las cosas están en sus manos, y que hay una maravillosa justicia en él, que hay en él una sabiduría oculta de nosotros, que hay en él una bondad incomparable; como he dicho, llegar a conocer todo esto, es imposible que no nos llenemos de asombro y que no seamos turbados en nuestro interior de modo de humillarnos completamente ante él y adorarle en su altura que es infinita. De modo entonces, aprendamos a conocer mejor a Dios, a efectos de ser entrenados en toda modestia y sobriedad, y, mientras tanto, examinemos también lo que somos. Cuando veamos que nuestra propia carne nos incita a aplaudirnos a nosotros mismos, de manera de inclinarnos a la auto-adulación buscando mantener nuestro amor propio, entonces sacudámonos para decir, " ¿De dónde proviene este vicio? Es que aun no te conoces a ti mismo. Considera lo que eres, entra a ti mismo y sé el juez de tu propia condición." Entonces veremos que en nosotros hay un abismo sin fondo de pecado y que estamos afectados por una horrible ignorancia, que es como una tiniebla tan densa que la misma nos ahoga y estrangula; y tan lejos estamos de tener abiertos nuestros ojos y de conocer a Dios que no percibimos lo que está ante nuestras narices. Entonces, cuando los hombres hayan pensado así de sí mismos, ciertamente serán tocados de tal modo por la majestad de Dios que, habiendo sido llenos de orgullo, hablando realmente enloquecidos de Dios, sin ninguna reverencia o modestia, el temor de Dios caerá sobre ellos. En vez de la temeridad grande y extraña que hay en el mundo los hombres hallarán reverencia a Dios. ¿Y por qué? Porque (como he dicho) una vez que hayamos comprendido lo que es Dios, nos humillaremos ante él. Por el otro lado, reitero, cuando veamos lo que somos nosotros ya no tendremos ocasión de agradarnos a nosotros mismos o de adelantarnos de alguna manera. Con esto entonces ustedes ven lo que Job quiso indicar haciendo estas dos declaraciones.
Ahora, a efectos de una mayor confirmación dice, " Ciertamente, ¿en realidad creen que él los soportará si juegan con él como con un hombre?” Job nos muestra que los hombres, desconociendo la majestad de Dios por la cual lo honrarían debidamente, son seducidos a jugar con él. Aunque debiéramos honrarlo, jugamos con él conforme a nuestra costumbre en el trato los unos con los otros, como aquel que sabe engañar, y que lo hace osadamente y todo pareciera estar bien, siempre y cuando no lo descubren. Entonces, conforme usamos nuestra astucia entre los hombres, también usaríamos nuestra habilidad para con Dios, pero ello sería un abuso demasiado grande. Por eso, no pensemos que podemos jugar con semejante maestro, y escapar ilesos. Porque si bien por un tiempo Dios permite que los hombre sean sediciosos, no obstante al final tiene que mostrarles que él no es el contrincante por quien le han tenido, sino otro tipo de persona. El no es el contrincante que ellos han creído, porque no es semejante a criaturas que tienen que obedecer a la regla común de tal manera que se les pueda pedir cuentas y puedan ser medidas por la ley que él nos ha dado; a nosotros digo, porque él ha establecido que su ley sea nuestra medida, y no para estar él mismo sujeto a ella. Así también los hombres tienen que entender que él es totalmente distinto de lo que ellos se lo han imaginado; porque no se fijaron en la gloria infinita que hay en él. Cuidémonos entonces, de jugar de esta manera. Porque Dios nos muestra que toda vez que discutimos su palabra o su obra, tenemos que ser bien conscientes de lo que hacemos.
Y ahora Job dice, "Escuchadme, y hablaré yo, y que me venga después lo que me viniere." Aquí Job muestra que él no es como estos chismosos que conducen a gran distancia escaramuzas con la palabra de Dios y con sus juicios. Como verán ustedes, algunos tienen sus lenguas bien afiladas para hablar, pero es solamente para debatir cuestiones frívolas muy alejadas de la práctica. Pero Job muestra que no es ese su caso. ¿Y por qué no? "Ya ven ustedes" dice, como llevo mi carne entre mis dientes como si me hubieran despedazado, estoy obligado a levantar mi carne y mi piel entre los dientes y así llevarlos. "Tengo" dice, "mi alma entre mis manos." Puesto que me ven en tal aflicción no piensen que estoy charlando como un loro en la jaula. No, no; estoy obligado a hablar de corazón. Porque Dios realmente me examina sobre la mesa de los tormentos. Así que tengo que exhibir mis sentimientos. Porque, en cuanto a mí, hablo como alguien que tiene experiencia; Dios me examina de tal modo que se puede ver claramente que no me queda aliento para disfrazar las cosas diciendo una cosa cuando pienso otra. De modo entonces, déjenme hablar. Porque ustedes no llevarán mi carga; es con Dios con quien tengo que tratar, y es a él a quien tengo que responder; y, en cuanto a las disputas de ustedes, las dejo allí para lo que pudieran ser útiles, es decir, para ser juguetes absolutamente inútiles y frívolos. Pero en cuanto a mí, hablaré conforme a lo que Dios me muestre y conforme a lo que me muestre en hechos." En resumen, ustedes ven lo que Job quiere decir.
Ahora, notemos aquí el tipo de discurso que usa: es decir, él sostiene su carne con los dientes para llevarla. Porque en realidad estaba despedazado, como si a un hombre le hubiese sido arrancada la piel, y que ahora no sabe qué hacer, excepto tomarla entre sus dientes. Ustedes ven entonces, que Job cuenta la aflicción en que se encuentra; de esa manera muestra en qué lamentable condición se hallaba, y que ya no se parecía a una criatura viviente. Cuando agrega que sostiene su alma (o su vida) entre sus manos, es como decir que estaba huyendo, y que en realidad había quedado abandonado a la corrupción. En esto una persona puede ver la necedad de los papistas al suponer que sostener el alma entre las manos significa tener poder para hacer el bien o el mal. "Dejen que los hombres hagan los proyectos que quieran" afirman, "yo tengo mi alma en mis propias manos,1 es decir, puedo hacer lo que considero bueno, mi condición es la de un ser libre."2 En breve, la intención de ellos era fundamentar la libre voluntad sobre esta frase "tengo mi alma entre mis manos." Pero sabemos que cuando Dios amenaza a los hombres, si les dice que los dejará librados a su propia mano, ésa es la peor de las aflicciones que les puede ocurrir.3 Porque Dios truena sobre nosotros diciendo que no dejará librados a nuestras propias manos. ¿Y por qué'? Porque a menos que Dios nos detenga corremos irremisiblemente a la destrucción. Vemos entonces la necedad de los papistas al torcer así las Santas Escrituras. Pero el sentido en este contexto, donde Job afirma llevar su alma entre sus manos como si su alma ya hubiese expirado, es muy claro. El alma está oculta en nuestro cuerpo como en un canasto, y esa es la forma de preservarla; pero si lo tenemos en nuestras manos es como que ya ha sido abandonada. Entonces Job quiere decir que está más muerto que vivo y que Dios lo trata como si fuera un ser semejante a una carcaza arruinada y podrida, de modo que ya no hay vida en ella y que ha venido a ser repugnante a todos los hombres. "Vean," dice, "yo sé bien que ya no soy contado como miembro de la compañía de los hombres, sino que debo ser estimado como un cuerpo muerto.4 De esta manera, como hemos dicho, Job muestra que no es un maestro de la especulación sino que verdaderamente practica las cosas que habla, es decir, los juicios de Dios. Además, indudablemente, sin esta experiencia no podemos conocer a Dios, ni a su mano, ni a su poder, ni a su justicia, ni a ninguna otra cosa. Es cierto que no todos los hombres serán examinados como Job, es decir, con tal severidad; no obstante, todos tenemos que venir a la piedra de toque, la cual demostrará que no tenemos sino vanas especulaciones. Si a veces Dios no nos emplaza de modo que podamos sentir lo que son nuestros pecados y cuan infinita es la muerte, y de modo que podamos entender que estamos destituidos de la salvación y que estamos separados de toda esperanza, respecto de nosotros mismos, nunca sabremos cómo discutir la verdad de Dios: digo que nunca sabremos, con todo el afecto del corazón, una sola palabra acerca de él. Porque los chismosos que juegan con esto bien pueden asumir una hermosa apariencia, y, ciertamente, pueden jactarse delante de los hombres; sin embargo, no serán constantes. ¿Queremos entonces hablar sinceramente, como realmente debemos hacerlo? Es preciso entonces que previamente hayamos sido examinados, y que hayamos llegado a practicarlo; es decir, que tenemos que haber sido presionados a efectos de conocerle tanto a él como a nosotros mismos. Ustedes ven, en resumen, lo que Job quiso decir en este pasaje.
Además notemos bien que nuestro Señor nos lleva a semejantes pruebas, y necesitamos un poder sobrehumano para poder subsistir. Al escuchar algunas de las palabras pronunciadas por Job, lo condenaríamos, y con justicia; sin embargo, deberíamos considerar bien la extrema dificultad en que se hallaba, para que no nos resulte extraño que algunas de las tentaciones fueron demasiado dominantes en él. Aunque al final de cuentas resistió todos los embates, no obstante, tuvo cierta debilidad mezclada, la que realmente lo aterrorizó. Y aunque su fe realmente no cayó, sin embargo, fue sacudida, y, con toda seguridad sintió el poder de ciertos vicios. Le correspondía entonces superar tales tentaciones, aunque las mismas fuesen muy pesadas de soportar; por eso, no nos parezca extraño su lenguaje. Porque, ¿quién puede decir hoy, como Job, que es semejante a un pobre ser que sostiene su carne y su piel entre los dientes, y que tiene en la mano su alma? Es cierto que David habla de la misma manera en el Salmo 119;5 y sin embargo, Job estaba, como vemos, al borde del abismo. Si solamente consideramos las cosas que soportó en su cuerpo, tan arruinado que nadie se rebajaría a mirarlo, ciertamente que el sólo verlo sería suficiente para que a uno se le paren de punta los pelos; viendo que se había convertido en algo hediondo, al extremo que la gente se avergonzaba de él, que, en efecto, le odiaban - entonces, si Job solamente hubiera soportado estos sufrimientos corporales, ¿no habría sido realmente mucho? Pero el punto más grave, como hemos dicho, era ser consciente del juicio de Dios, saber que Dios lo perseguía, que no hallaba el favor de su mano; tener la sensación de que Dios quería agregar plaga sobre plaga hasta enviarlo al fondo de la muerte y de la condenación. Entonces, si Job fue atacado tan severamente, no nos parezca extraño si hubo algunas tentaciones demasiado exorbitantes en él. Porque fue preciso que Dios mostrase aquí su fuerza perfecta en contraste con la debilidad del hombre. Pero, por nuestra parte, apliquemos esto a nuestra instrucción. Y, en primer lugar, si Dios nos envía aflicciones tan excesivamente grandes, que realmente parezcan tragarnos, no permitamos que ello nos lleve a la desesperación (lo cual pronto se volverá a expender más exhaustivamente), en cambio, resistámosla, sabiendo que Dios aun reserva su misericordia, pronta para manifestárnosla en el momento indicado. Y si languidecemos más de lo que quisiéramos, sepamos que Dios dejará madurar la enfermedad a efectos de sanarnos mejor. Cuando alguien tiene un absceso, o quizá una llaga hedionda, suficiente para deteriorar toda la salud del hombre, el médico o cirujano no la cortará enseguida. ¿Y por qué? Porque causaría una inflamación, porque el asunto todavía no está maduro. En cambio aplicará algún vendaje absorbente para que el absceso madure, y luego usará osadamente el bisturí. Es así como Dios obra con nosotros viendo que tenemos algunos abscesos muy malos. ¿Pero qué de ellos? No nos parezca extraño si no lo sana enseguida; porque la enfermedad primero tiene que madurar, luego Dios podrá aplicar su mano y hallar remedios adecuados. Sepamos entonces que Dios sabe lo que es bueno y adecuado para nosotros, y procedamos a esperar con paciencia en él. Pero si somos demasiado ansiosos por apurarnos, al soportar algunas aflicciones, ¿qué excusa podríamos presentar? Cuando vemos que Job llegó a las puertas del infierno y, sin embargo, se humilló ante Dios, que soportó tormentos tan graves que le produjeron angustia excesiva, y que sin embargo se contuvo; digo, si un hombre que fue afligido de tal manera aun se domina, les pregunto, no seremos también nosotros sin excusa alguna si nos irritamos y enojamos en nuestras adversidades? Entonces, consideremos estas cosas, y que cada uno de nosotros se mire a sí mismo. Viendo que un siervo de Dios como Job ha sido probado de esa manera, hasta sus límites, nosotros deberíamos controlarnos tanto más en nuestras adversidades y no enojarnos contra Dios como hemos estado acostumbrados a hacerlo. Ustedes ven lo que tenemos que recordar de este pasaje.
Job dice que si Dios lo mata aun confiará en él; no obstante, defenderá sus propios caminos ante el rostro de Dios. Es cierto que la palabra lo (que nosotros traducimos en él) también puede ser tomada como no, y así tiene su significado razonable. Sin embargo, a veces lo tomas relativamente, como dice, y una letra es cambiada por otra, lo cual era costumbre común entre los hebreos. Sin embargo, en ambos casos el significado es el mismo. Porque si usted lee no tiene que hacerlo a modo de una pregunta, "Aunque me matare, ¿no he de tener esperanza? Sí, tendré esperanza." O bien, si usted lee, "Yo confiaré en él," vemos que la esencia no cambia. En resumen entonces, Job indica que si bien sus pasiones lo han dominado y llevado a la ira, no por eso ha perdido la esperanza; no es que pretenda hacerle pleito a Dios, o quizá de apartarse de él, o quizá quiera enfadarse porque ya no le queda nada que hacer con él. ¿Por qué no? Job afirma su esperanza pase lo que pasare. "Aunque me mate," dice, "y me turbe, no dejaré de confiar en él; de todos modos presentaré mis caminos ante su rostro. Ciertamente tengo que mezclar esta vehemencia que ves y que percibes, ciertamente, debo mezclarla con la esperanza que tengo en Dios." Y con esto tenemos un hermoso y excelente espejo del obrar de Dios. Porque él deja caer a los fieles, a efectos de que su fe sea tanto más probada. Estas cosas aparentemente son incompatibles entre sí; pero Dios las hace compatibles. A primera vista los hombres dirían, "He aquí, fuego y agua," pero al final Dios conduce todas las cosas de tal modo que no hay ningún desacuerdo. Hay algunos que en sus disputaciones siempre han pretendido hacer conclusiones al modo de los filósofos, y que todas las cosas fuesen ordenadas de tal modo que no hubiese desacuerdo, sino cierto pacto de paz entre todas las cosas; pero esas personas nunca superaron lo que es haber sido zarandeados por Dios y haber pasado por sus juicios. ¿Y por qué? Porque, como he dicho, Dios obra en forma tan asombrosa con nosotros que todas las cosas se confunden. En efectos, también hay cosas en nosotros que nunca podrán coincidir. Porque a veces deseamos vivir y otras deseamos morir. Y, ciertamente, estas son cosas contrarias y sus implicancias son diferentes porque como dice San Pablo, por naturaleza queremos existir, y consecuentemente huimos de la muerte. La muerte nos resulta horrible porque es contraria a nuestra naturaleza. Es algo que causa espanto al hombre.
Por otra parte vemos que aquí estamos detenidos como en una presión; mientras el cuerpo nos rodee, estamos esclavizados al pecado, por eso somos constreñidos a gemir, y de esa manera a aspirar a la eternidad que nos es prometida cuando Dios nos haya sacado de este mundo (porque cuando nos aproximamos a la muerte, nos acercamos a la eternidad, puesto que también la muerte es la entrada a la vida), sabiendo que Jesucristo ha pasado por el mismo camino no tenemos que tener miedo de que la muerte tenga algún poder sobre nosotros; ella es como una espada mellada, con su hoja quebrada, de manera que no puede herirnos; y aunque nos haga sangrar un poco, no obstante ello, no será sino para librarnos de todas nuestras debilidades. Ciertamente pareciera que estos sentimientos son contrarios, y realmente lo son; pero Dios los hace coincidir de tal modo que lo que hemos percibido mediante nuestros sentidos naturales es desechado puesto que la fe gobierna. Esto es lo que hay que decir en cuanto a lo que Job discute en este pasaje. Porque ustedes ven que los creyentes están totalmente persuadidos de esto, es decir, de esperar en Dios y obtener salvación de él, pase con el mundo lo que pasare. Y esto podrían hacerlo si no le tuvieran por su Padre, y si no tuviesen en él su refugio, como diciendo, "He aquí, en las circunstancias extremas Dios ha sido mi Padre y luego me ha librado para acercarme a sí mismo. Por eso debo invocarlo a él, y ponerme debajo de su cuidad y, sin duda, siempre tendrá misericordia de mí. Ciertamente, pero me aflige y cuando me advierto que debo acercarme a él, no percibiré que me ha oído. Por cierto, saber esto es duro y difícil de soportar; y sin embargo, debo esperar silenciosamente en él, y honrarlo y descansaren sus promesas." Ven entonces, cómo los fíeles tienen absoluta claridad a este respecto. Pero por otra parte, les corresponde conocerse a sí mismos. Pero es imposible que conozcan sus propias debilidades, excepto que se lamente diciendo, "¿Y ahora qué? Mas estas cosas se contradicen. Porque si debemos esperar silenciosamente en Dios, ¿nos corresponde iniciar disputas y comenzar a lamentarnos? Porque hacerlo sería contrario a la fe." Es cierto que a primera vista es contrario, pero Dios lo hace coincidir totalmente. Porque cuando hemos sido agitados con algunos ataques de cólera, la fe nos silencia de tal modo que finalmente concluimos diciendo, "Sin lugar a dudas, nunca nos dejará la bondad de Dios, pase lo que pase al mundo; al contrario, siempre le hallaremos propicio aunque al principio no se revele así." Y ven ustedes lo que en resumen hemos de aprovechar de este pasaje. Ahora veamos cuál era el propósito de Job al decir; "Aunque Dios me mate, sin embargo confiaré en él; de todos modos disputaré con Dios para argumentar mis caminos." Pero la palabra hebrea que usa significa rechazar; también significa disputar o pleitear. Entonces dice y afirma, no ser el hombre por quien lo tomaron los bandos que hablaban. Porque lo tuvieron por un hombre que jugaba a dos puntas o que renunciaría, de modo de abandonar su esperanza en Dios y que, consecuentemente, esas cosas las había dicho en vano. Pero él declara que no, porque siempre mantuvo su fe en Dios. Ahora, puesto que confía en Dios, necesariamente tiene que someterse a él. Porque confiar en Dios es no huir de él ni permanecer apartado. Al contrario, confiar en Dios es acercarse a él, y cuando él parece estar lejos de nosotros, esforzarnos aun entonces para acercarnos a él. Y luego, saber también lo que las Sagradas Escrituras nos dicen, es decir, de refugiarnos bajo la sombra de sus alas, y volver a él, para que él nos reciba en su seno, como un hijo es recibido por su propio padre. Ya ven ustedes lo que contiene este pasaje.
Porque cuando Job dice que siempre esperará en Dios demuestra que no es como uno de estos vagabundos que saltan repentinamente queriendo pasarse por caballos desbocados. "Es totalmente lo contrario" dice Job, "porque sólo pretendo estar cerca de él y que él tenga su mano sobre mí." Con esto entonces, queda liberado del falso testimonio con que había sido calumniado. Sin embargo, luego dice, "Ciertamente debo disputar con Dios acerca de mis caminos. Es decir, que la esperanza que tengo no está completamente exenta de quejas, de manera de no levantarme jamás contra Dios ni quejarme." Es cierto que esto procede de la debilidad, de una debilidad realmente viciosa, digna de ser condenada; pero a pesar de ello Dios no abandona a Job completamente; porque como hemos dicho, la fe es mayor que nuestras pasiones. El hecho de esperar en Dios e invocarle, no significa que nunca vamos a tener conflictos en nosotros mismos; pero la fe tiene que triunfar, la paz que menciona San Pablo tiene que ganar la victoria; es decir, en nuestro corazón tiene que triunfar la fe. Cuando habla de la paz de Dios, atribuyéndole victoria, demuestra que vamos a tener tempestades en nuestro interior que nos sacudirán y llevarán de un lado a otro. ¿Pero, qué remedio hay para ello? La paz de Dios tiene que tener tal poder en nosotros que al final pueda mantener el control, y que todas nuestras pasiones puedan ser dominadas. Entonces, notemos bien que, confesando su esperanza en Dios, Job también confiesa su propia debilidad demostrando que no es tan perfecto como para nunca tener una falta que lo contradiga. Sea como fuere, siempre tiene su refugio en Dios. Siendo ese el caso, entendamos, por nuestra parte que cuando somos sacudidos por las provocaciones de nuestra carne y cuando nuestras emociones nos descaman un poco, no por eso debemos desesperar pensando que Dios no nos ayudará! en cambio, seamos amonestados a esperar en él; y aunque no lo hagamos con la requerida perfección, no obstante, estemos seguros que nos hará sentir que nuestra esperanza en él no es en vano. Él nos fortalecerá más y más en nuestra fe y le dará la victoria sobre todas las tentaciones del mundo y de esta vida.
Ahora inclinémonos en humilde reverencia ante el rostro de nuestro Dios.
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NOTAS DELTEXTO
SERMÓN NO. 5
*Sermón 50 en Calvini Opera, Corpus Reformatorum, v. 33, pp. 617-630
1.Compárese con el poeta americano, William Ernest Henley (1849-1903), "Invictus, Yo soy el señor de mi destino: el capitán de mi alma soy yo." Gracias a Dios esta filosofía está pasando gradualmente.
2.Francés: í 'ai une condition libre.
3.Compárese Jueces 6:13: Gedeón dijo..."¿No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas." También las palabras del Señor registradas en Jeremías 12:7, "He dejado mi casa, desamparé mi heredad, he entregado lo que amaba mi alma en mano de sus enemigos." Y 1 a oración de Lamentaciones 5:20, "¿Por qué te olvidas completamente de nosotros, y nos abandonas tan largo tiempo?"
4.Francés: un corps trespassé, un cuerpo del cual la vida o el alma han partido.
5."Mi vida está continuamente en mi mano." Salmo 119: 109.
6.Un juego de palabras francés, ees esgarez qui s'esgayent.
7.Colosenses 3:15.