SERMÓN N° 9
EN MI CARNE HE DE VER A DIOS*
"Y después de deshecha está mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré yo mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí. Mas debierais decir: ¿Por qué le perseguimos? Ya que la raíz del asunto se halla en mí. Temed vosotros delante de la espada; porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias, para que sepáis que hay un juicio" (Job 19:26-29).
Ayer vimos la presentación hecha por Job afirmando tener en cuenta a Dios y no estar de ninguna manera atado a los hombres; porque aquellos cuyo interés se limita al mundo aquí abajo, no escudriñan voluntariamente sus conciencias, como debieran hacerlo , no reconocen sus pecados, a efectos de poder pedir que Dios les perdone, confesando que han sido transgresores. Porque vemos que, tan pronto dependemos de la aprobación de los hombres, lo único que queremos es superarlos, sea con la verdad o con falsedad. Esta es la causa por la cual no pensamos adecuadamente en Dios y consecuentemente no nos preocupamos en corregir nuestras faltas como debiéramos hacerlo; brevemente, en nosotros sólo hay hipocresía. Por eso Job dice que, él sabe que su Redentor vive; como si dijera que no ha alegado lo suficiente para ser justificado delante de los hombres, y que no era ése su propósito, porque sabía que debía presentarse ante Dios, y ser juzgado allá, y rendir cuenta de toda su vida. Luego agrega que el día final Dios separará sobre el polvo; como diciendo, "Cuando los hombres hayan decaído porque el mundo tiene que perecer, Dios aun permanecerá; de modo que cometería una gran necedad queriendo excusarme a mí mismo delante de los hombres mientras Dios me condena, puesto que aquellos que ahora son mis jueces o que quisieran tener ese honor, tienen que perecer conmigo, pero Dios permanecerá siempre. De modo entonces, es suficiente con que me rinda a él, y con oír aquello que él quiera ordenar."
Ahora bien, cuando dice que "Dios se levantará sobre el polvo," quiere significar que él no es como los hombres; porque cuando seamos aniquilados tendremos que renunciar a todo; sabemos que debemos volver a aquellos de donde provenimos, en corrupción y descomposición. "Pero Dios," dice Job, "no puede ir a la perdición de la misma manera que los hombres, sino que siempre seguirá en su condición." Además notemos que Job quería decir que Dios derramará el poder que hay en él sobre el polvo, es decir, sobre los hombres que no son nada, y que no tienen poder en sí mismos. Ahora, bien este título que atribuyó a Dios implica mucho, implica que él es su garante, y que es él quien lo sustenta. Si Dios quisiera, Job podría permanecer, sin embargo, debemos perecer; Dios quiere hacernos partícipes de su poder y de tal modo que nosotros lo experimentemos. De manera entonces que Dios se para sobre el polvo, hace que el polvo reviva completamente, y luego, lo restaura; porque sin esto sería en vano llamarlo "Redentor" y "Garante." Notemos bien que Job no solamente quería expresar que Dios no se limita a guardar su poder encerrado en su propia esencia, sino que lo derrama sobre los hombres. Esta es una buena doctrina para nosotros. Porque en primer lugar somos amonestados acerca de la vanidad que es querer agradar solamente a los hombres y ser aprobados por ellos. ¿Qué ganamos? Porque aquí abajo todo tiene que perecer. Aprendamos entonces a tener nuestros ojos fijados en Dios a efectos de que él pueda poseernos, y que nosotros podamos ser aprobados por él. Es aquí donde hemos de aplicar todo nuestro estudio. Sin embargo, a efectos de no estar atados a este mundo, a efectos de no estar envueltos en la hipocresía que por naturaleza está demasiado arraigada en nosotros, sepamos que Dios es nuestra garantía, es decir, que es cosa exclusivamente suya mantener la integridad de los hombres, cuando hayan andado con la conciencia pura delante de él; que él será su Juez, de una vez para siempre, y que se parará sobre el polvo; y aunque todo cuanto veamos alrededor de nosotros sea frágil e inservible, Dios no es así, su condición es mucho mayor; y no solamente para sí mismo, sino a efectos de volver a poner a todas las criaturas en su condición original, una vez que hayan expirado. Y para los creyentes es un consuelo inestimable cuando se los ve oprimidos por calumnias en este mundo; aunque hayan tratado de caminar rectamente, nunca dejan de ser fastidiados y mordidos con falsedad; entonces, en vista de ello se pueden encomendar a Dios e invocarle como a su garante, descansando en la certeza de que Dios estará de pie con los hombres cuando estos sean aniquilados. Bien, aquellos que hoy presumen condenarnos y de hablar contra nosotros, tienen que caer, y las cosas seguramente serán revertidas; porque Dios será nuestro Redentor. Actualmente, los hombres por su temeridad usurpan el poder de Dios, emprenden aquello que no les es lícito; pero es preciso que al final Dios les muestre su lugar, tanto para que él sea exaltado como para que nosotros sepamos que es asunto suyo mantenernos.
Esto es lo que debemos recordar cada vez que alguien hable con falsedad contra nosotros: por una parte debemos tener un buen testimonio delante de Dios; por otra parte, que es suficiente con que él no apruebe aunque seamos rechazados por todo el mundo. Venimos a lo que dice Job. Job afirma que los gusanos (aunque la palabra no pueda ser expresada, sin embargo, se ve claramente que se refiere a todo tipo de gusano y corrupción), cuando hayan comido la piel, roerán y consumirán lo que haya quedado; no obstante, aunque espera ver a Dios, y verle a él, afirma: "en mi carne," es decir, espera ser restaurado; "si, yo le veré, y no otro, aunque mis riñones hayan decaído en mi interior," es decir, aunque todo mi poder haya sido disuelto y abolido. Aquí hay una afirmación digna de ser notada cuando Job declara que tendrá su atención fijada en Dios, y en ningún otro; en efecto, aunque pueda ser totalmente consumido es como si dijera que la esperanza que tiene en Dios no será medida conforme a lo que se puede ver, sino que, cuando aparentemente no se ve nada, él todavía no dejará de mirar a Dios. ¿Y cómo? Si una persona se encuentra como abandonada por Dios percibiendo solamente toda clase de mal, sintiendo que la muerte la amenaza de todas partes, que incluso la devora totalmente, si a pesar de todo persevera, es porque realmente tiene constancia en la fe para decir, "bien, yo invocaré a mi Dios, y aun experimentaré su poder; solamente su poder me puede dar fuerza; y ello ocurrirá aun cuando aparentemente yo esté perdido." Aquí hay una persona que triunfa sobre las cosas del presente. Entonces muestra la fe y esperanza que tiene en Dios, no porque puede ver y comprender con sus sentidos naturales, sino que trasciende el mundo; como está dicho, nuestra esperanza debe trascender la esperanza; y la esperanza debe estar referida a cosas ocultas. Ahora vemos la intención de Job. Es cierto que aquí no habla explícita y simplemente de la resurrección; no obstante, estas palabras no pueden ser expuestas a menos que se reconozca que Job quería atribuir a Dios ese poder que actualmente no se ve en el orden común de la naturaleza. Es como si dijera que Dios quería ser conocido por nosotros, no solamente cuando nos hace bien, mientras que nos preserva y alimenta; sino también cuando aparentemente nos falla, y cuando solamente vemos la muerte delante de nosotros; aun entonces tenemos que estar convencidos de que nuestro Señor no dejará de ser nuestro garante, y que, siendo suyos, seremos sostenidos mediante su protección.
Pero para obtener mayor provecho de este pasaje, pensemos bien lo que dice Job: "Si bien lo que queda aquí," dice, "sea deshecho después de mi piel, no obstante he de ver a mi Dios." Esto no es creer en Dios únicamente porque hace que la tierra produzca grano y vino; como vemos que ocurre con muchas personas brutas que no tiene sensibilidad o percepción del Dios que está en el cielo a menos que él los alimente y llene sus vientres. Cuando se les pregunta, "¿Adonde está Dios?" responden diciendo, "Es él quien nos alimenta." Es cierto que debemos entender cabalmente la bondad y el poder de nuestro Dios, manifestados en todos los beneficios que él nos concede. Pero no debemos detenernos allí; porque (como ya he dicho), nuestra fe tiene que elevarse por encima de todas las cosas visibles de este mundo. De manera entonces, no digamos, "Yo creo en Dios porque me sostiene, porque me da salud, porque me alimenta." Digamos más bien, "Creo en Dios, y aunque ya me ha dado algunas muestras de su bondad y de su poder al cuidar de este cuerpo que no es sino corrupción, viendo que él mismo declara ser mi Padre, viendo que subsisto por el poder de su espíritu; no obstante, solamente creo en él porque me llama al cielo, porque me ha creado semejante, no a un toro o un asno, para vivir por algún tiempo; sino que me ha formado al imagen suya, para que yo pueda tener esperanza en su reino y ser un participante de la gloria de su Hijo. Creo que diariamente me invita allí, para que yo no tenga dudas de que cuando mi cuerpo sea echado al sepulcro será como si fuera aniquilado, pero que será restaurado en el día final; y, mientras tanto mi alma estará seguramente guardada, cuando después de la muerte Dios me tenga bajo su protección, y que aun entonces contemplaré, mejor que ahora, la vida que ha sido adquirida para nosotros por medio de la sangre de nuestro Señor Jesucristo." Esto entonces, es lo que debiera ser nuestro credo a efectos de vivir bien gobernados. Ahora, cuando estemos así, bien dispuestos, estaremos en condiciones de decir con Job, "Muy bien, es cierto, veo que mi cuerpo está decayendo; si es que aun hay algún vigor, éste va menguando día tras día, y así contemplo a la muerte sin tener que ir a buscarla a diez leguas de distancia; porque es tan poco lo que veo en mis carnes, excepto debilidad, que ésta y es en sí un mensaje de muerte; no obstante, he de ver a mi Dios." Y si podemos hablar de esa manera viendo que nuestro poder declina y se desvanece poco a poco; si a Dios le agrada afligirnos de tal manera que realmente llegamos a ser semiconsumidos (ese fue el caso de Job; porque dice, "Mi piel es carcomida y consumida"; Job era, por así decirlo, un cadáver, y sin embargo, protesta y afirma: "Bien, no dejaré de tener en cuenta a mi Dios.") No dejemos de esperar en Dios de acuerdo al ejemplo de Job. De esta manera entonces, la gravedad de las aflicciones de parte de Dios no nos asombrará, siempre y cuando estemos dispuestos a reconocerlo a él en su manera de obrar con nosotros, es decir, considerando bien el propósito con el cual nos ha creado y por el cual nos mantiene en este mundo.
Además, cuando Job dice que él "verá a su Redentor desde su carne," su intención es (como ya hemos dicho), afirmar que será restaurado a una condición nueva, después que su piel haya sido de esa manera carcomida. Porque afirma que aun sus huesos serán consumidos y que nada quedará sano; y luego agrega, "En mi carne he de ver a mi Dios." Pero ¿cómo es que le verá en su carne? Esto es, "Seré restaurado a mi condición anterior, y aun he de ver a mi Dios." De esa manera confiesa que Dios es suficientemente poderoso para levantarlo aunque lo haya consumido totalmente y lo ha arrojado a las profundidades. La condición por la cual debemos esperar en Dios es ésta: que habiéndonos arrojado al sepulcro, podamos saber que extiende su mano para levantarnos de allí. No digamos entonces, "Espero en Dios porque veo que me ayuda y no me falla en nada;" sino que cuando Dios nos falle, cuando es como si estuviera lejos de nosotros, entonces digamos con Job, "Yo he de verle en mi carne; ahora no soy nada; aparentemente soy una sombra y mi vida se desvanece rápidamente; sin embargo, mi Dios se declarará tan poderoso hacia mí que yo he de verle." Así habló Job en una época en que todavía no había mucha doctrina, cuando la ley probablemente aun no había sido escrita; pero supongamos que sí había sido escrita, los profetas todavía no existían en esa forma; solamente existía Moisés (porque los profetas mencionan a Job como a un hombre de tiempos antiguos).1
Entonces, teniendo solamente una pequeña chispa de luz, Job tuvo esa fuerza en sus aflicciones, y no solamente viendo una especie de muerte, sino viendo que Dios aparentemente le había dado la forma de un monstruo entre la gente, una cosa terrible y aterradora, y sin embargo podía decir "Es así para que yo vea a mi Dios." ¿Qué excusa podría haber en la actualidad cuando Dios nos detalla la resurrección tan exacta y tan explícitamente, dándonos tan hermosas promesas de ella? Más aun, considerando que nosotros vemos el espejo y la sustancia de ella en nuestro Señor Jesucristo, viendo que fue resucitado para mostrarnos que no debemos dudar de que en un momento todos seremos partícipes de esa gloria inmortal. Entonces, si después de tales confirmaciones todavía no podemos tener el conocimiento que había en Job, ¿no debería imputarse ello a nuestra ingratitud? Porque si pudiéramos recibir las promesas de Dios con verdadera fe, ¿no tendrían ellas suficiente poder para hacernos vencer todas las tentaciones que tanto gobiernan sobre nosotros? Entonces, notemos bien este pasaje, para que también podamos decir con San Pablo (II Corintios 5:1), "Si este tabernáculo se deshiciere (con "tabernáculo" él se refiere a algo hecho de hojas, algún cobertizo que no tiene valor alguno) tenemos un edificio preparado, mucho mejor y más excelente en el cielo. Si este hombre exterior, es decir, todo lo que es de la vida presente y que tiene apariencia, es aniquilado, y sin embargo Dios quiere renovarnos para hacernos contemplar de alguna manera nuestra resurrección, viendo a nuestro cuerpo fallando de esa manera." Como San Pablo lo expresa también en otro pasaje (I Corintios 15:36) donde nos recuerda la semilla que es echada en la tierra, afirmando que no puede germinar para tener una raíz viva ni llevar fruto, a menos que antes sea transformada a descomposición. ¿Alcanzamos a ver entonces, que la muerte comienza a gobernar sobre nosotros? Sepamos que Dios quiere darnos verdadera vida, es decir, la vida celestial que fue adquirida para nosotros por medio de la preciosa sangre de su Hijo. Ahora bien, sin esto es inevitable que la menor de las tentaciones del mundo nos conquiste, porque (como ya lo he dicho) todas las miserias que tenemos que sufrir son otros tantos mensajeros de muerte. Ahora bien, viendo a la muerte y suponiendo que hemos de ser consumidos por ella, ¿no deberíamos desesperarnos completamente? Entonces, no existe otra forma de consolarnos en nuestras aflicciones excepto con esta doctrina; es decir, cuando todo lo que hay en nosotros haya sido consumido, aun no cesaremos de ver a nuestro Dios; en efecto, de verlo en nuestra carne.
Y luego se dice, "Mis ojos le contemplarán, y no otro." Job no agrega esto siguiendo la proposición que ya había hecho, es decir: "Puesto que Dios me ha dado la certeza de restaurarme al poder, yo me consagro totalmente a él; ya no tengo por qué estar perturbado, ni por qué distraerme de esta o aquella manera; porque debo consagrarme solamente a él. Entonces, "Mis ojos le contemplarán, y no otro." Acá hay todavía una hermosa doctrina. Lo que afirmó no hace mucho, es decir, que verá a Dios en su carne, está referido a la experiencia de cuando Dios lo incorpore sobre sus pies; lo que dice esta vez lo dice a partir de otra consideración, es decir, teniendo en cuenta la esperanza; porque nosotros tenemos dos formas de considerar a Dios: (1) Lo tenemos en cuenta cuando se revela en la experiencia como Padre y Salvador y cuando de ellos nos da una experiencia digna de ser notada. Allí está mi Dios; me habrá librado de tremenda enfermedad de manera que su obra se asemeja a una resurrección; es un testimonio de que ha puesto su mano sobre mí para ayudarme; por eso lo contemplo y lo contemplo por experiencia. Ahora, mientras estoy enfermo, y aunque ya no tengo esperanza, no ceso de contemplar a Dios; porque pongo mi confianza en él; luego espero con paciencia lo que él quiera darme, sin dudar que, aunque tal vez me quite de este mundo, yo soy propiedad suya. (2) Hay todavía otra manera de contemplar a Dios. Entonces Job dijo que contemplaría a Dios por experiencia una vez que haya sido restaurado a su condición. En segundo lugar agrega que no cesará de contemplarlo, a pesar de ser completamente desmenuzado por los males. "Mis ojos" dice Job, "estarán puestos en él, no quiero apartarlos." Ahora bien, aquí vemos la naturaleza de la fe, es decir, reflexionar de tal manera acerca de Dios que nada se pierda, que no haya tales distracciones como las que acostumbramos tener. Pregunto esto, ¿por qué no podemos descansar en Dios como tendríamos que hacerlo? Es porque separamos el oficio de Dios y todas sus virtudes en tantas partes y trozos que prácticamente no dejamos nada de él. Haremos bien en decir que es asunto de Dios sustentarnos; sin embargo, no cesamos de trepar hacia arriba y abajo, hacia adelante a atrás, buscando los medios para nuestra vida; no como medios dados por Dios, y provenientes de él; sino que incluso les atribuimos el poder de Dios y, en efecto, los convertimos en ídolos.
Es así como podemos considerar a Dios con placer, y, sin embargo, no hallar descanso o contentamiento en él. Entonces, notemos bien la palabra usada por Job. Dice que sus ojos contemplarán a Dios, y no otro; como si dijera, "Me aferraré a esto, y no me agitaré como lo hacen los hombres, sino que me entregaré enteramente a mi Dios diciendo, Tires tú, Señor, verdaderamente solo tú, de quien tengo mi vida, y si ahora decaigo, tú me restaurarás, tal como lo has prometido.'" Ahora bien, hagamos siempre la comparación entre Job y nosotros. Porque si Job, sin tener semejante testimonio de la bondad de Dios, sin disponer de una doctrina que fuese una centésima parte tan familiar como la que tenemos nosotros, sin embargo, dijo que contemplaría a Dios - ¿acaso tendremos excusa nosotros si nos descamamos por aquí y por allá; en efecto, habiéndose presentado a nosotros nuestro Señor Jesucristo en quien habita toda la plenitud de la gloria divina, y siendo mostrado todo el poder del Espíritu Santo en El, al ser resucitado de los muertos? Y, no es incluso necesario que extendamos mucho nuestra vista a efectos de contemplarlo. Porque el evangelio es un buen espejo en el que le vemos cara a cara. Siendo así (como ya he mencionado) seamos personas bien aconsejadas libres de la culpa de semejante ingratitud, del extremo de no haber sido suficientemente condescendientes de mirar a aquel quien se nos presentó en forma tan mansa. Esto es, en resumen, lo que debemos notar en este pasaje.
Luego Job agrega: "Aunque mi corazón desfallece dentro de mí," es decir, "aunque ya no hay a poder or vigor en mí." En resumen (siguiendo la proposición que él ha sostenido), ahora muestra que no mira a Dios porque Dios le haya tratado gentilmente porque Dios le haya concedido todos sus deseos, porque haya sido preservado de las aflicciones; porque ocurre completamente lo contrario. "Aunque," dice, "Estoy en tal angustia, aunque aparentemente Dios está golpeándome, aunque ya no hay vigor en mí, no obstante, contemplaré a mi Dios con mis ojos y me aferraré a él únicamente, y sé que aun he de verle como mi Redentor y Garante, después de haberme consumido de esta manera."
Ahora, para concluir, dice a sus amigos, "Ustedes han dicho, ¿por qué es perseguido? o ¡por qué hemos de perseguirlo puesto que la raíz del asunto o de la proposición se encuentra en mí?" Este pasaje es un poco oscuro porque la palabra puede ser interpretada de dos maneras: "¿Por qué es perseguido? o "¿Por qué le perseguiremos?" Si lo tomamos como "¿Por qué es perseguido?" es como que los amigos de Job están asombrados por la aspereza con que lo trata Dios, y sin embargo, arriban a la conclusión de que es un hombre totalmente rechazado. Si las palabras se traducen como: "¿Cómo le perseguiremos?" sería como que han venido con deliberada malicia para destacar sus faltas y satirizarlo. Pero, aunque hay diversidad de interpretaciones en cuanto a las palabras, el sentido resulta ser el mismo. Miremos la doctrina que hemos de deducir de ellas; porque la doctrina es lo principal, ella es el todo. Entonces Job reprocha a sus amigos por haber juzgado mal sus aflicciones. ¿Y por qué? Porque desde el comienzo mismo se apresuraron diciendo: "Oh, realmente tiene que ser una persona malvada; si hubiera andado con buena y pura conciencia no sería afligido de esta manera." Ahora, por el contrario, Job afirma que la raíz de la proposición es hallada en él. Es cierto que esta palabra a veces significa "cosa" y a veces "palabra." Pero aquí Job quiere indicar que tiene un fundamento bueno y firme, y cuando haya sido adecuadamente sondeado, se verá que su caso no es como los otros habían falsamente estimado.
Veamos ahora, a qué propósito lleva esto, y qué provecho podemos sacar de ello. Cuando Job plantea a sus amigos el haber dicho "¿Por qué está siendo perseguido ? " demuestra que es una crueldad de los hombres mirar buscando los pecados de otro tan pronto como éste es castigado por las varas de Dios, es decir: "Este hombre tiene que ser un malvado; por lo tanto hirámoslo hasta que muera." Porque este es el fin donde debiéramos comenzar. Es cierto (como ya fue dicho más plenamente antes) que en todos los azotes y correcciones que Dios envía siempre tenemos que contemplar su juicio sobre los pecados del hombre; pero su propósito es condenarnos a nosotros. No tenemos que ser jueces de otros, eximiéndonos a nosotros mismos; comencemos, comencemos con nosotros mismos. Entonces vemos la utilidad de esta doctrina, es decir: cuando un hombre es oprimido por males, no debemos ser tan apresurados para condenarlo, y, por cierto, no debiéramos tener la inclinación de encontrar crímenes en él; más bien, debiéramos mirar a Dios, quien se revela a sí mismo como Juez tanto de nosotros como de aquel, y que nos constriñe a reconocer que debemos tener piedad y compasión de aquel que sufre, y que tenemos que hacerlo gustosamente, aunque quizá conozcamos sus faltas; debiéramos, en cambio, seguir el consejo de alcanzarle alguna medicina, a efectos de poder restaurarlo. Cuidémonos de poner el arado delante del buey, es decir, de hacer juicios antes de haber entendido el caso, pues eso es lo que estamos acostumbrados a hacer. Ya se ha dicho con frecuencia que Dios no siempre afligirá a los hombres con el mismo propósito; algunas veces castigará sus pecados, a veces querrá probar su paciencia, o bien habrá alguna otra razón. Entonces, no seamos demasiado apresurados o atrevidos para juzgar antes de haber conocido todos los hechos; porque vemos lo que les pasó a los amigos de Job. Tan pronto lo vieron en aflicción dijeron: "Tiene que ser un malvado." Pero bendito el hombre que juzga con prudencia a los afligidos, tal como se dice en el Salmo.2 ¿Acaso David no fue oprimido por la mano de Dios y con una severidad tal que la misma no se vio en otro hombre? Sin embargo, Dios dice: "He hallado que David mi siervo es conforme a mi corazón, lo he ungido con el aceite del gozo."3 He aquí Dios tomando a David como en su seno, y sin embargo, vemos de qué manera es tratado. Si somos apresurados para juzgar condenaremos a David y a Abraham y a todos los santos patriarcas. Y ¿acaso semejante manera de juzgar no resultará en deshonra para Dios? Ciertamente. Entonces, seamos sobrios y modestos cuando vemos que nuestros semejantes son afligidos, y reconozcamos la mano de Dios para que no nos ocurra lo mismo que a los amigos de Job.
Ahora dice de modo particular que la raíz del asunto está en él, o la raíz de la proposición o su efecto y sustancia. Con esto indica que debemos inquirir antes de juzgar. Ahora, en efecto, cada uno seguramente confesará que cometiendo premeditadamente este error, será una presunción necia y arrogancia de parte nuestra, pues, este proverbio es muy común, "De juez necio, sentencia breve." Entonces, no arriesguemos semejante suposición sin antes haber sondeado y examinado la esencia del asunto. Notemos bien que debemos haber llegado a la raíz antes de emitir juicio alguno; y no juzguemos apresuradamente, por temor de parecer ignorantes, porque esto es lo que impulsa a los hombres a ser demasiado apresurados: la vergüenza que tienen de no ser suficientemente perspicaces para juzgar de inmediato; porque si no doy mi opinión al respecto, ya no me estimarán. Ahora bien, Dios se burla de esta ambición. Mantengámonos a nosotros mismos en sobriedad y modestia hasta que Dios nos haya declarado por qué castiga a uno y a otro no; no queramos adelantarnos a Dios. Es cierto, cuando hayamos inquirido, cuando hayamos llegado a la raíz, entonces estaremos en condiciones de juzgar libremente; porque el juicio no será de nosotros, sino que provendrá de Dios, porque estará fundado en la palabra suya y estará bajo el gobierno de su Espíritu Santo; entonces, sobre todo, hemos de llegar a la raíz que aquí se menciona. Y luego dice: "Temed vosotros delante de la espada; porque la indignación de iniquidad, o de la aflicción, de la espada está cercana, para que sepáis que hay juicio." Esta declaración es suficientemente oscura porque las palabras están cortadas, pero, en resumen, Job quiso expresar esto, "teman delante de la espada," como diciendo, "aquí ustedes están hablando en la oscuridad, están naciendo deporte como aquellos que no tienen ninguna otra cosa que hacer, y que tienen tiempo libre." Tal clase de gente siempre estará dispuesta a disputar; como tampoco no hay mejor gente para la guerra que aquellos que están lejos del frente de batalla; dirigirán la batalla, sitiarán ciudades, matarán, saquearán, se llevarán el botín, y todo será una maravilla; pero después de haber conducido grandes charlas, y cuando hayan bebido en el mercado, solamente les resta escuchar el tambor para esparcirse. Por eso Job reprocha a sus amigos el hecho de haber disputado sobre su caso como pasando el tiempo; debieran temer el juicio de Dios y temer la espada, como si Dios ya se hubiera mostrado sobre ellos.
Luego dice, "La indignación de iniquidad." Esta palabra denota la crueldad de la que previamente los había culpado. "La indignación," es como diciendo, "Aquí ustedes están enardecidos contra mí, en efecto, listos para afligirme." Porque la palabra hebrea puede significar "iniquidad" y también "aflicción." Pero Job declara aquí que sus amigos no han venido a él como teniendo cierta compasión por su problema, más bien han venido enardecidos contra él, en efecto, para afligirlo y para molestarlo aun más. Y ¿a qué se refiere con esto? La espada" dice; o sea, "Dios no dejará impune semejante salvajismo, porque aunque yo les haya ofendido, no obstante, ustedes tienen que ser más humanos hacia mí; pero condenándome sin causa no hacen sino mostrar mayor severidad conmigo; entonces, la espada de Dios tiene que ser mostrada sobre ustedes, en efecto, para que puedan reconocer que hay juicio." Aquí hay una sentencia digna de ser notada y muy útil; porque Job, amonestando así a sus amigos es como un profeta de Dios que se dirige a todos en común y en general. Entonces nos advierte que debemos temer la espada de Dios, si somos tan maliciosos como para juzgar el bien del mal, y si somos tan inhumanos para torturar a aquellos que ya están pasando suficientes miserias. Está dicho que, "Maldito aquel que llama bueno lo malo, y malo lo bueno;"4 y, sin embargo, vemos que este vicio ha reinado desde todos los tiempos, y que todavía reina. Aquellos que son guiados por sus pasiones, ¿qué escrúpulos tendrán para desafiar abiertamente a Dios? Saben suficientemente bien que, "Aquí hay un caso bueno en sí mismo y, no obstante, me opondré a él." "Aquí hay un hombre que quiere servir a Dios, yo he de impedirlo." "Aquí hay algo que podría ser para la edificación de la iglesia, algo que podría servir a la comunidad de los hombres, al bienestar público, pero yo voy a arruinarlo completamente." Porque se verá que aun aquellos que están sentados en el trono de la justicia, serán como diablos encarnados para desafiar a Dios, para trastocar toda equidad y rectitud y que serán llenos de corrupción y exceso. Qué podemos decir cuando vemos esto, excepto que hemos llegado a la cima de toda iniquidad. Con otros es igual; se ve que no hay pequeños ni grandes que no desafíen a Dios. Entonces, no debemos decir que el diablo posee a los hombres, siendo estos tan dados a trastornar el bien, a mantener el mal, a pesar de que esta horrible maldición ha sido pronunciada por el profeta (Isaías 5:20) contra todos aquellos que llaman bueno lo malo, y malo lo bueno? Y esto es lo que Job pretendía aquí diciendo: "Temed la espada." A quién está hablando? A aquellos que están inflados contra Dios y contra toda rectitud. Porque ¿contra quién hacemos guerra cuando queremos cambiar la luz en tinieblas, cuando queremos oprimir una causa buena, sino contra Dios? Aquí Dios está siendo asaltado por nosotros. De manera entonces que tenemos una buena causa para el temor, aunque aflijamos a una sola persona volviendo a molestarla. Porque aquí está Dios que se opone a ello; afirma que no quiere soportar tales actos de violencia, tales extorsiones. Cuando alguien desea cometer un salvajismo e injuria contra los pobres, Dios se adelanta mostrando que es su protector. Entonces, ¿no debiera hacernos temblar el recuerdo de estas palabras cuando somos tentados a ofender y molestar al pobre, y a aquellos que ya están en aflicción sabiendo que la espada de Dios está desenvainada contra todos aquellos que quieren angustiar aun más a aquellos que ya están demasiado afligidos? Entonces, aquí está Dios que desafía a todos los que son dados a injuriar, a cometer actos de violencia y extorsión, o cosas similares, y él los llama a fuego y sangre. Y así cuando sea asunto de alguna pobre persona en aflicción, carente de sostén, tengamos temor de pisotearla, de molestarla, y de avergonzarla. Y ¿por qué? Porque aquí está Dios que declara tener su espada desenvainada contra todos aquellos que hayan atormentado así a los buenos e inocentes.
Esto es lo que Job dice para concluir, que la indignación de iniquidad hará descender la espada; como si dijera: "Es cierto que los hombres, cuando han salido a molestar al bueno, les parece que seguirán impunes, no temen a Dios ni a sus juicios; en efecto, pero temen la espada." Job dice, "está lista para ellos." No seamos entonces tan presuntuosos de prometernos que la mano de Dios no puede venir sobre nosotros, cuando así hemos atormentado a pobres personas que solamente querían vivir en paz, y que no nos han ofendido en nada; cuando hayamos venido para punzarlos y cuando hayamos actuado con amargura contra ellos. Dios será cien mil veces más amargo contra nosotros, y así lo experimentaremos cuando nos hayamos presentado ante él como nuestro Juez. Ahora bien, si esto fuese adecuadamente ponderado es cierto que en el mundo las cosas serían mejores de los que son. Vemos a los príncipes que por su ambición saquearán el campo, quemarán las casas, destruirán las ciudades, robarán, harán destrozos, y pillajes y arruinarán todo en forma horrible. ¿Y por qué? Todo ello les es lícito bajo el título de la guerra. Pero primero debieran considerar si realmente están constreñidos a causar semejantes problemas y de hacer esas guerras en todo el mundo. Pero, puesto que es solamente su ambición lo que los inflama y puesto que son tantos los males producidos por esta avaricia que los mueve, ¿acaso piensan que la espada no está lista para ellos? Y luego, aquellos que les sirven en su codicia, y que la alimentan, ¿acaso suponen que Dios no desenvainará su espada sobre ellos? Pero no los consideremos solamente a ellos; porque vemos a aquellos que no son ni reyes ni príncipes y que no tendrán el poder de trastornar al país, ni de ir por la fuerza, y que sin embargo no cesarán de tener tanta malicia o más que los otros; porque serán como pequeños escorpiones que disparan su ponzoña a través de la cola cuando no tienen otra forma de causar daño; y vemos que cada uno solamente quiere aguijonear y molestar. Entonces, ¿acaso no es necesario que lo dicho aquí sea experimentado, es decir, que la espada está desenvainada contra toda esa gente? Y es por eso que Job dice de manera especial, "para que sepáis." Es cierto que estos no eran cabezas huecas; sabían que hay un Dios en los cielos que es el Juez del mundo, eran hombres de letras y bien preparados, tal como le hemos visto por sus declaraciones, y como aun hemos de ver, gratos a Dios. ¿Por qué es entonces que Job les dice, "Pan que sepáis"? Es que cuando los hombres son enceguecidos por sus malas aflicciones, no reconocen a Dios; les parece que, habiendo levantado un velo divisorio, Dios ya no ve una sola gota, y que ya no debiera castigarlos como se lo han merecido. Entonces, contemplemos la espada, aunque ahora no la podemos ver con los ojos; es decir, aunque Dios todavía no nos dé las señales de querer afligirnos, a efectos de hacernos reconocer que el es el Juez del mundo; permitiendo que se nos muestre que no desea ser excesivamente estrictos hacia nuestros semejantes. Además, sepamos que todavía no alcanza con abstenernos de todo mal, sino que debemos estar dispuestos a ayudar a todos aquellos que están en aflicción. Porque cuando una persona sea capaz de afirmar que se ha abstenido de todo mal e injuria, por ese motivo todavía no es justificada delante de Dios. ¿Y por qué no? Porque debía auxiliar y ayudar a aquellos que se han abstenido del mal no son absueltos delante de Dios, sino que se los considera culpables, les pregunto, qué hemos de decir de aquellos que de día y de noche solamente inventan malicia; los que se preguntan, "¿Cómo podré aguijonear ahora a este, y luego a aquel?" Cuando existan personas tan malvadas, que se aguzan con el propósito deliberado de destruir a sus semejantes, ciertamente, ¿no es preciso que la espada de Dios sea tanto más afilada contra ellos? Entonces, considerémonos a nosotros mismos, y no estemos depuestos solamente a aliviar a los que vemos que están siendo afligidos, sino que también, viendo que hay tantas miserias y calamidades en todo el mundo, tengamos piedad de aquellos que están lejos, y que nuestra visión se extienda hasta allí (así como la caridad tendría que abarcar a toda la humanidad) y oremos a Dios que él se complazca en tener compasión de aquellos que están así angustiados, y que, habiéndolos castigado con sus varas, pueda traerlos de regreso a sí mismo y hacer que todo ello converja para su salvación, para que en lugar de la ocasión que tenemos ahora para gemir, seamos capaces de regocijarnos todos juntos y de bendecir su nombre a una sola voz.
Ahora inclinémonos en humilde reverencia ante el rostro de nuestro Dios.
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NOTAS DELTEXTO
SERMÓN NO. 9
*Sermón 72 en Calvini Opera, Corpus Reformatorum, \. 324, pp. 127-139.
1.Ezequiel 14:14-20.
2.Salmo 106:3, "Dichosos los que guardan juicio."
3.En realidad no es una cita, sino un resumen de Salmo 89:20, I Crónicas 17:19 y Salmo 45:7.
4.Isaías 5:20 "¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!"