"Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle.
Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz. Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo. Cuando lo hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.(1) Y sentados le guardaban allí. Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: este es Jesús; el rey de los judíos. Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él” (Mateo 27:27-44).
Siguiendo lo que hemos mencionado antes de esto, debemos considerar aun mejor que el reino de nuestro Señor Jesucristo no es de este mundo. Porque vemos de qué manera estuvo en desgracia, cómo se burlaron de él, y cómo en lugar de una diadema real llevó una corona de espinas. En lugar de un cetro sostenía una caña. Luego le hicieron todo cuanto uno pueda imaginarse para aumentar vergüenza sobre un hombre. Si limitamos nuestra atención a lo que se narra aquí, el relato realmente sería motivo de escándalo, para apartarnos de nuestro Señor Jesucristo, y consecuentemente de toda esperanza de salvación. Pero por la fe tenemos que contemplar el reino espiritual que fue mencionado anteriormente. Ellos nos llevarán a la conclusión de que si bien los hombres se mofan del reino de nuestro Señor Jesucristo, él jamás dejó de ser reconocido conforme a su dignidad, tanto delante de Dios como delante de sus ángeles. En efecto, tenemos que recordar que el Hijo de Dios fue tratado así en su persona a efectos de recibir toda la vergüenza que merecíamos nosotros. Porque, ¿cómo podremos estar en la presencia de Dios mientras seguimos contaminados por nuestras iniquidades? Pero puesto que nuestro Señor Jesús estuvo dispuesto a que le escupan en la cara, también estuvo dispuesto a ser abofeteado en la cabeza y a recibir todos los insultos; así es cómo en el día de hoy somos reconocidos y declarados como hijos de Dios, y en ello consiste nuestra confianza. En efecto, también tenemos que recordar siempre que Dios quiere inducirnos a ser tocados más íntimamente por nuestras faltas, que nos sean un horror y detestables, viendo que era necesario que el Hijo de Dios sufriera tanto a efectos de pagar por ellas y de adquirir para nosotros gracia y absolución, y que el Padre celestial no lo absolvió de ninguna manera. Viendo entonces, que la turbación causada por nuestros pecados en la persona del Hijo de Dios, realmente tenemos que humillarnos y ser turbados nosotros mismos. Sin embargo, también hemos de tomar coraje y estar fundamentados en una confianza tal que no tengamos ninguna duda de que al venir delante de Dios, nuestro Señor Jesucristo habrá adquirido gracia para nosotros y que lo hizo cuando aceptó ser sometido a tal vileza por causa de nosotros. Porque de esta manera adquirió para nosotros gloria y dignidad delante de Dios y de sus ángeles.
Ahora dice aquí que nuestro Señor Jesús fue llevado al lugar llamado "Gólgota," que quiere decir "lugar de la calavera." La palabra hebrea de la cual se deriva esto significa "rodar,"(2) pero ellos le daban este uso porque cuando un cuerpo se ha descompuesto encuentran la calavera seca la cual es semejante a una pelota que se va rodando.(3) Entonces llamaban "Gólgota" a este lugar porque allí se castigaba a muchos malhechores de manera que se podían ver sus cabezas. Aquí tenemos que recordar lo que dice el apóstol en la Epístola a los Hebreos, de que nuestro Señor Jesucristo fue conducido fuera de la ciudad, según era la costumbre con los sacrificios, es decir, con aquellos que habían sido quemados y cuya sangre era llevada al santuario a efectos de borrar los Pecados del pueblo.(4) Se decía que esa clase de sacrificio realmente era una maldición, de manera que era preciso llevarlo lejos. Entonces, aquí está el hijo de Dios, dispuesto a recibir en sí mismo semejante condición, para que nosotros supiéramos que realmente hemos sido librados y absueltos delante de Dios. Porque merecemos que Dios nos rechace, que incluso derrame su horrible venganza sobre nosotros, al mirarnos tal como somos. Entonces, no hay otro medio para adquirir gracia, excepto que vengamos a nuestro Señor Jesucristo, y que tengamos en él todo nuestro refugio, puesto que cuando él estuvo dispuesto a ser maldición y detestable por amor a nosotros, nosotros fuimos librados de semejante carga, a efectos de poder hallar favor delante de Dios y de poder ser aceptables a él. Porque, si bien Pilato, su juez ya lo había justificado muchas veces, todavía era preciso que en su persona recibiera todo lo que se requería a efectos de redimirnos. Porque él fue nuestra garantía, y él tenía que responder en todo y por todo por nosotros. De manera que entonces, habiendo conocido que nuestro Señor Jesús fue rechazado de esa manera, como indigno de pertenecer a la compañía de los hombres, llevando en realidad semejante infección que ya no podía ser soportado; digo que, viendo todo eso, aprendamos a seguirle, y a renunciar al mundo, según se nos exhorta en este pasaje. Y si tenemos que soportar la burla, y ser cortados todo pacientemente, rindiéndonos con sumisión hasta que venga el día cuando todas nuestras penas sean convertidas en gozo, cuando Dios enjugue nuestras lágrimas, y cuando, en efecto, aquello que ahora consideramos vergüenza, nos sea transformado en gloria. Porque es cierto que todo cuanto padecemos por nuestro Señor Jesucristo es más honorable delante de Dios que toda la pompa de este mundo. Eso es entonces lo que tenemos que recordar en este punto.
Ahora, el evangelista agrega que nuestro Señor Jesús soportó la burla de todos los que pasaban, y especialmente de parte de los sacerdotes y escribas y de los de su clase. ¿Y cuál era el motivo para ello? "Si es el Hijo de Dios que descienda," dicen, "y que se salve a sí mismo ya que ciertamente salvó a otros. Si es el Rey de Israel que lo demuestre." Vemos una terrible ceguera en esta gente miserable, posesionada por Satanás, por el hecho de no tener más sentimientos ni discernimiento. Allí están los sacerdotes que tendrían que ser los mensajeros de Dios.(5) Porque para esa función los había ordenado Dios, y para que su voluntad y su palabra pudiera ser conocida por medio de la boca de ellos. Allí están los escribas que eran doctos en la ley, y sin embargo, suponiendo que pueden aplastar a nuestro Señor Jesús, demuestran pisotear con sus pies toda la Santa Escritura y toda la religión de la cual se jactaban. Anteriormente, cuando se les había mencionado al Mesías, ciertamente respondieron que su nacimiento tenía que ocurrir en Belén Ciertamente también deberían haber sido advertidos y haber tenido la información de que el Redentor que les había sido prometido tenía que sufrir esa clase de muerte. Este no era un asunto oscuro. El pasaje de Isaías(6) era tan claro como un relato hecho de los sufrimientos de nuestro Señor Jesucristo. Entonces, tendrían que haber sabido que era imposible haber tenido un cuadro más claro de las cosas que el ofrecido por el profeta, aunque hacía tanto tiempo que había hablado. También en Zacarías como en Daniel hay declaraciones de que Dios tiene que reunir a su pueblo, y exaltar a su iglesia,(7) es decir, que el Redentor del mundo tendría que sufrir todo reproche y toda maldición delante del mundo. ¿Cómo se explica entonces que hayan desafiado tanto al Hijo de Dios cuando éste ejerció su oficio, tal como se había declarado suficientemente por los profetas? Así vemos que Satanás los descarrió, cuando ellos olvidaron todo cuanto habían sabido antes.
Seamos prudentes entonces de andar de tal manera en el temor de Dios que, habiendo gustado su palabra, la recibamos con reverencia y obedezcamos a nuestro Señor Jesucristo el cual nos es presentado en ella. Porque también es en él en quien hallaremos completa perfección de virtudes,(8) en efecto, si nos acercamos humildemente a él. Porque si presumimos jugar con Dios nuestra audacia ciertamente tiene que recibir una recompensa tal como la que leemos de estos hombres miserables que tanto se descarriaron en su furia. Sin embargo, debemos aprovechar de estas blasfemias, aprendiendo de ellas a hacer lo contrario. Porque puesto que nuestro Señor Jesús quiso ser nuestro Rey y nuestra Cabeza,(9) rehusó por ese motivo salvarse a sí mismo. Los enemigos de la verdad dijeron: "Si es el Rey de Israel que se salve a sí mismo." Pero en su persona tuvo que soportarlo todo a efectos de adquirir salvación para nosotros. ¿Por qué entonces no se escatimó a sí mismo nuestro Señor Jesús? ¿Por qué soportó una muerte tan amarga y tan vergonzosa, excepto que ella era necesaria para que pudiéramos ser librados(10) por medio de esa clase de rescate?(11) Tenemos que desafiar entonces a todos los agentes de Satanás y a todos sus villanos que vomitaron blasfemias tales como las que describe aquí el evangelista, y a estar tanto más seguros de que realmente tenemos un Rey que prefirió darnos salvación a nosotros antes que salvarse a sí mismo, y que sufrió todo cuanto fue necesario para nuestra redención y que no tuvo otra consideración sino la de salvar lo que se había perdido. Porque si el Hijo de Dios nos hubiera dejado en nuestro estado y condición habríamos quedado desprovistos de toda esperanza. Pero cuando es tragado así por la muerte es allí donde reside nuestra liberación. Al soportarlo todo tan pacientemente, esa es la causa por la cual Dios extiende ahora su mano y su poder para ayudamos en tiempo de necesidad. Fue necesario entonces que nuestro Señor Jesús estuviese allí, realmente abandonado por Dios para que en el día de hoy podamos sentir que él se preocupa por nuestra salvación, y que siempre estará presto para ayudarnos en la necesidad, cuando nosotros lo requerimos.(12) No obstante, aprendamos también a armarnos contra todas las tentaciones, cuando el diablo viene para asaltarnos queriendo hacernos creer que Dios nos ha abandonado, y que nos ha dado la espalda, y que esperar en él causa gran desengaño. Entonces, sepamos esto, cuando Jesucristo es el verdadero patrón(13) de todos los creyentes, y cuando nos ha mostrado el camino que debemos andar, ello es razón suficiente para que seamos conformados(14) a él. El soportó que semejantes blasfemias fuesen arrojadas contra él, y no obstante las resistió de tal manera que por ese medio adquirió la victoria para nosotros. Entonces, luchemos en el día de hoy, cuando viene el diablo para sitiarnos, y para derrumbar realmente nuestra fe y para cerrar la puerta sobre nosotros, de manera que no tengamos acceso a Dios, como si él se hubiera olvidado totalmente de nosotros. Sigamos a nuestro Señor Jesucristo, y esperemos la hora en que Dios extienda su brazo para mostrarnos que tiene piedad de nosotros, y que es un Padre para nosotros, aunque por algún tiempo soporta el vernos tan abatidos.
Suficiente con esto entonces en cuanto a los vituperios y las burlas que fueron amontonadas sobre nuestro Señor Jesús. Había otras más: "confió en Dios; líbrele ahora si le quiere." Esto y a había sido tipificado en la persona de David, porque estas mismas palabras(15) son mencionadas cuando él se queja de que sus enemigos han aprovechado la ocasión para aguzar sus lenguas en contra de él,(16) y que casi le pusieron los pies en el cuello,(17) reprochándole la confianza que había tenido en Dios. Ahora bien, es cierto que esta es la más fatal de las plagas que Satanás puede inventar contra nosotros. Porque la vida de los hombres consiste en tener fe, y en el refugio que tenemos en Dios, apoyándonos en sus promesas. Si somos desprovistos de estas cosas, estamos acabados, estamos completamente perdidos y abatidos. Es por eso también que Satanás trató de destruir la confianza que nuestro Señor Jesús tenía en Dios su Padre. Es cierto que Jesús luchó con un poder superior al que podemos exhibir nosotros. Porque no se sujetó a ninguna incredulidad. No obstante, aunque así haya sido, Jesús sintió la tremenda furia que había en estas tentaciones. Porque de la misma manera en que el diablo había ideado previamente cosas semejantes, ahora también duplica sus esfuerzos. El diablo le había dicho a Jesús: "Si eres el Hijo de Dios, que estas piedras sean cambiadas(18) en pan; luego come, porque eres un pobre hombre muerto de hambre.(19) Y ¿acaso no ves que tienes que comprobar si tienes algún poder o no?" Ahora bien, en todo esto Jesucristo no permaneció insensible, como tampoco cuando lo reprochan por la confianza que aquí tuvo en Dios. Ahora bien, aunque nosotros no tengamos el mismo poder para resistir, de manera de no angustiarnos, no obstante debiéramos ser fortalecidos en él, sabiendo que es para nosotros y para nuestro provecho que él haya triunfado sobre semejantes asaltos levantándose sobre ellos.
Allí están también aquellos que dicen: "A otros salvó, pero no se puede salvar a sí mismo." Una vez más vemos cuán confundidos estaban. Porque ¿acaso el hecho de haber salvado a otros no era una señal cierta e infalible de su poder divino? Jesucristo había resucitado a los muertos. Esto no les era desconocido. Había dado vista a los ciegos; había sanado a los paralíticos, a los cojos, incluso a los demoníacos. Entonces, he aquí Jesucristo, habiendo desplegado los grandes tesoros de su bondad y poder por medio de todos los milagros que fueron hechos por él.(20) Sin embargo, aun eso es un argumento contra él. Entonces vemos cómo estos pobres individuos enloquecidos, si no hay alguien que los refrene, se convierten en sus propios jueces para privarse de toda excusa; de manera que cuando se presenten ante el gran trono de juicio de nuestro Señor Jesucristo, no tendrán argumento alguno para cubrirse. Porque allí están, condenados por sus propias bocas. Si nuestro Señor salvó a otros, ciertamente pudo haberse salvado a sí mismo, a no ser que haya preferido a otros antes que a sí mismo. Lo que se puede percibir allí no es sino una bondad admirable, su disposición de ser arrojado al abismo conforme a los hombres, a efectos de rescatarnos de la profundidad del abismo; vemos que estuvo dispuesto a sufrir todo lo que nosotros merecíamos, con el propósito de librarnos de ello, en breve, vemos que renunció a toda salvación temporal, es decir, de ninguna manera quiso que fuese considerada su propia vida, de ninguna manera quiso proteger a su propia persona, a efectos de que tengamos esa garantía(21) y ese rescate. Entonces debiéramos ser tanto más confirmados en nuestra fe. Viendo todo lo que el diablo maquina para molestarnos y para impedir que vengamos a nuestro Señor Jesús, ello debiera darnos tanta mayor seguridad. Sepamos cómo aprovechar de todo esto. Ahora bien, es cierto que el diablo aplica todos sus esfuerzos para estorbarnos en este punto. Porque, sabiendo en qué consiste nuestra salvación, dedica todos los medios al propósito de privarnos de ella. Porque sabe que si puede inducirnos a quedar escandalizados en la persona de nuestro Señor Jesucristo habrá ganado su caso. Y nosotros hacemos demasiados experimentos con él. Además todos los escándalos que provoca el diablo poniéndolos ante nuestros ojos, con el propósito de apartarnos del Hijo de Dios, deberían servirnos como una confirmación. Porque cuando dice que Jesucristo salvó a otros pero no se salva a sí mismo, ello es una declaración que, conforme al razonamiento humano debería motivarnos a desdeñar en cierta medida a la persona del Hijo de Dios, a rechazarla, y a no depositar nuestra esperanza en él. Pero muy por el contrario, sepamos que cuando el Hijo de Dios no tuvo consideración de sí mismo, ni se preocupó por su propia vida, es porque tuvo en tanto estima la salvación de las almas, considerándola tan preciosa, que quiso utilizar todo a ese fin. Siendo esto así, debiéramos estar osadamente basados en él para invocarle y para estar totalmente seguros de que no es en vano que él haya sufrido así por amor a nosotros.
En cuanto a sus palabras: "Aquí está aquel que destruye el templo y lo reedifica en tres días," hay una malicia demasiado villana en imaginar que Jesús haya dicho que destruiría el templo. En cambio dijo: "destruyan este templo, y al cabo de tres días lo reedificaré." Entonces, no eran sino sus enemigos los que se referían a la destrucción del templo. Y cuando él era crucificado, ¿no deberían haber sabido que lo dicho ya comenzaba a ser cumplido? Porque ellos no ignoraban que Jesucristo habla declarado ser el auténtico templo de Dios, refiriéndose a su cuerpo humano. Porque, puesto que él es Dios manifestado en la carne, y puesto que su esencia divina está unida a su naturaleza, la cual él tomó de nosotros, puesto que, digo, toda la plenitud de la Deidad(22) habita en él, es sumamente cierto que su cuerpo merece ser llamado "templo," más que el templo de Jerusalén, y más que todos los cielos. Ahora ellos lo destruyeron puesto que estaba entre ellos, pero al cabo de tres días él lo reconstruyó. Además ellos no lo olvidaron, porque después supieron perfectamente bien qué decir a Pilato.(23) Pero en ello vemos que si el diablo posee a los hombres vuelven tan estúpidos que ya no pueden distinguir entre el bien y el mal. Están llenos de una furia tal que con abandono se arrojan contra Dios, como queriendo desafiarlo totalmente y con propósito deliberado. Veamos esto, para que seamos amonestados a andar tanto más en el temor de Dios, sabiendo cómo ha obrado por medio de su poder admirable para declarar que no en vano dijo Jesús con su boca: "Destruyan este templo y yo lo reedificaré." Porque de acuerdo a los hombres y a las apariencias y al sentido común solamente vemos turbación(24) en su muerte. Pero por medio de su resurrección Jesucristo lo reparó todo. Puesto que esto es así debiéramos ser tanto más confirmados en la fe, y desafiar a Satanás con todos los gestos que puede hacer para sacudirnos y hacernos dudas.
En cuanto a las palabras: "Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel y mirra," es correcto asumir que esto se hacía conforme a la costumbre de aquel tiempo a efectos de acortar la muerte de los malhechores. De todos modos, Jesucristo, habiéndolo probado no quiso beber porque sabía que su hora aun no había llegado. Es decir, estaban acostumbrados a dar a los malhechores, antes de que fuesen levantados en la cruz, esta bebida a efectos de revolver su sangre para que entregaran más pronto su espíritu. Porque esta clase de muerte era en sí suficientemente cruel de modo que necesitaban ayuda para sobrellevaría. En efecto, luego veremos cómo se les quebraba los huesos a los ladrones para que no languidecieran más. Aunque esto haya sido así, nuestro Señor Jesús no quiso tomar esta bebida, para declarar que estaba dispuesto a recibir en obediencia la condición que le había sido encomendada por Dios su Padre. Es cierto que esta muerte fue muy dura para él. Porque aparte de ser terrible, le significaba tormentos espirituales de los cuales, Dios mediante, hablaremos mañana. Entonces, todo ello podría haber inducido a nuestro Señor Jesucristo a acelerar en la medida de lo posible su propia muerte. Pero él quiso someterse con toda obediencia al sufrimiento hasta poder ser librado sin ningún medio humano. Eso es, entonces, en resumen, lo que tenemos que recordar. De todos modos, las Escrituras fueron cumplidas en estos artículos refiriendo que sus ropas fueron repartidas entre ellos y que sobre ellas echaron suertes. David, que es un tipo de nuestro Señor Jesucristo, presenta esa clase de quejas. Es cierto que se vale de una figura del lenguaje cuando dice que pusieron hiel en su bebida, y vinagre, y que se han repartido sus ropas, y que en sus aflicciones aun le atormentaban sometiéndolo a mayor agonía,(25) como lo harían personas crueles e inhumanas que se complacen en seguir molestando a sus pobres víctimas que ya no pueden ofrecer resistencia. Entonces, David usa esa clase de figura del lenguaje cuando dice que su riqueza fue repartida entre ellos.(26) Con esa palabra se refiere a su esposa, a su casa, a todos sus bienes y a toda su propiedad. Pero en la persona de nuestro Señor Jesucristo esto tenía que ser visto con el ojo. Entonces le dieron vinagre y hiel para que se pudiera saber que David realmente fue un tipo de aquel, y que Jesús fue el verdadero Redentor que había sido prometido desde siempre. Porque, ¿por qué fue edificado el Reino en la casa de David si no era por la promesa de que duraría más que el sol o la luna? Allí estaba entonces, este reino eterno en la persona del Redentor. Porque estas cosas, que en realidad fueron presentadas como sombra y tipificadas en la persona de David, tenían que tener su perfección en Jesucristo, tal como lo vemos aquí.
Además, en cuanto a lo que agrega el evangelista de que aun los ladrones que estaban con nuestro Señor Jesús se burlaban de él, se afirma de que era solamente uno, tal como aparece en San Lucas quien declara estas cosas más extensamente. Porque se trata de una forma común de hablar, como cuando uno dice: "hablando a los niñitos," aunque en realidad haya uno solo, la persona que habla utiliza el número plural. "Tiene que haber mujeres entre ellos." Sin embargo, es preciso que solamente haya una sola. Es de esta manera entonces, que se afirma que nuestro Señor Jesús fue escupido, burlado y blasfemado por todos, inclusive por los malhechores. Porque cuando lo igualaron a dos ladrones, ello era para agravar tanto más la vergüenza de su muerte. Es cierto que este era el lugar donde estaban acostumbrados a ejecutar a los malhechores. De todos modos, no están conformes con esa vergüenza. Al contrario, él tenía que ser considerado peor y más detestable que todos los ladrones del mundo, pero eso le pusieron uno a cada lado, a efectos de decir que él era el principal de todos ellos. Y de esa manera según dice San Marcos, fue verificado lo dicho por el profeta: "Fue contado(27) entre los transgresores."(28) Ahora, si no fuera por esta reputación, ¿en qué lugar y condición nos hallaríamos hoy al presentarnos delante de Dios? Porque no podemos obtener gracia sin justicia. Dios tiene que odiarnos y rechazamos hasta que seamos justos y hasta que estemos purgados de todas las manchas y ofensas delante de él. Y, siendo estas cosas así, ¿puede Dios renunciar a sí mismo? ¿Puede él despojarse a sí mismo de su santidad, justicia,(29) e integridad? Puesto entonces, que traemos ante él nuestras manchas, necesariamente tenemos que ser abominables a él. Ahora bien, ¿cómo podremos ser justificados delante de Dios sino es porque nuestro Señor Jesucristo fue reputado entre los malhechores? Entonces nosotros somos librados de esta clase y Dios nos recibe, y somos tan aceptables para él como si fuésemos totalmente puros e inocentes, ya que nuestro Señor Jesús sufrió estando en esa vergüenza y desgracia delante de los hombres. Eso es, en resumen, lo que tenemos que recordar acerca de los ladrones.
Pero es preciso que insistamos hasta el fin en el relato de San Lucas, es decir, en que uno de los ladrones amonesta a su compañero al verlo el tiempo en que te humillarás? Porque la condenación y el castigo que estás soportando son por tus malas obras y por tus crímenes. Eres una persona hundida en toda maldición, y aunque durante toda tu vida te has complacido en tus faltas mostrando lo bruto que eres, ahora es preciso que comiences a gemir." Porque una persona, por muy perdida que sea, aunque durante toda su vida se burle, y aunque piense que nunca vendrá a rendir cuentas, aunque se mofe de la justicia, e incluso la desafíe, aunque crea que jamás era castigada, no obstante, al ser capturada tiene que abandonar su cacareo. "Ahora, aquí estás," dice el otro ladrón," en gran tormento. Ves que ahora Dios y los hombres te hacen rendir cuentas. Además te amonesta tu conciencia diciéndote que sufres por causa de tus crímenes. Entonces, ¿es preciso que aun desafíes a Dios?" Hay aquí una declaración que muestra claramente que este ladrón había sido enseñado por el Espíritu de Dios. Aunque pronto lo veremos en una forma incomparablemente mejor, mediante esta palabra ya podemos juzgar qué clase de maestro es el Espíritu de Dios dando instrucciones a aquellos que han estado totalmente descarriados que en efecto se habían embrutecido; de modo que no solamente reconocen sus faltas preparándose de manera de obtener gracia, sino que pueden hablar tal como lo hacen los doctores eruditos y personas que durante mucho tiempo fueron instruidas en las Sagradas Escrituras. Porque la mayor advertencia que podríamos hacer a una persona tan endurecida y que todavía no deja de atacar a Dios cuando en realidad debería doblegarse y arrepentirse, ¿no es acaso la que hizo este pobre ladrón? Pero, aunque así fuere, de nada aprovechó aquella amonestación excepto para entregar tanto más inexcusable a aquel que estaba tan poseído por Satanás. Aunque la advertencia de nada sirvió a aquel a quien estaba dirigida, ciertamente, hoy nos debería ser útil a nosotros.
De manera que, aprendamos a temer a Dios, aunque él nos proteja. Pero sobre todo si somos castigados por sus varas, y si él nos hace sentir que está ofendido contra nosotros, sintámonos tanto más motivados a gemir, y tengamos también constancia para soportar pacientemente nuestras aflicciones, como vemos que lo hizo este pobre ladrón, y que de ninguna manera nos levantemos con orgullo y furia como lo hizo el otro. A más de esto, en estos dos realmente vemos espejos de toda la humanidad. Porque vemos las miserias con las cuales estamos rodeados. Esta vida realmente es una profundidad de todas las privaciones, y estos son los frutos de todos nuestros pecados. Porque en la caída de Adán hemos sido privados de las bendiciones de Dios. Es cierto que si bien Dios, por su inestimable bondad, se eleva por encima de esta maldición, siempre declarándose en muchas maneras como nuestro Padre haciéndonos sentir su benignidad,(30) y el amor que siente por nosotros y el cuidado que de nosotros tiene, no obstante, llevamos muchas marcas de nuestros Pecados y, tanto en las alturas como en las profundidades, deberíamos percibir que somos malditos por Dios. Al final la muerte es común a todos. Cuando hayamos languidecido en este mundo, cuando hayamos estado sujetos a muchos males, al calor y al frío, cuando hayamos sido atormentados de una y otra manera, en breve, cuando hayamos soportado infinidad de miserias, ¿cuál será el fin de todo ello? Es preciso que volvamos a corrupción y cenizas. Sin embargo, vemos a aquellos que son tocados de tal manera por Dios que las aflicciones que soportan les sirven para salvación y se les convierten en ayuda, tal como lo dice San Pablo en el capítulo octavo de Romanos. Otros se vuelven cada vez peores, y en vez de humillarse y ser tocados por algún arrepentimiento, se enconan aun más provocando en medida creciente la ira de Dios y encendiendo aun más el fuego por el cual serán consumidos. Eso es, entonces, lo que vemos. De manera que, fijemos nuestros ojos en estos dos ladrones como sobre espejos de todo el mundo. Porque desde el mayor hasta el menor, todos somos culpables delante de Dios. Y si todos juntos hemos de sufrir, ¿quién se va a jactar de su inocencia? ¿Quién podrá ser absuelto? Entonces, siendo arrojados a la condenación, sufrimos justamente por nuestros pecados. No obstante, no todos lo confesamos de la misma manera. Porque existen aquellos que van de mal en peor, y su rebelión con la cual se oponen a Dios es manifiesta. Ellos crujen los dientes, echan espumarajos por la boca en su furia y crueldad. Y de ninguna manera quieren venir a esta condenación. O quizá toman su porción entre los dientes mostrando un deseo contumaz(31) para decir que Dios no les hará absolutamente nada y que no quieren tener señor sobre ellos.
Ahora concluyamos diciendo que, cuando los pobres pecadores reconocen su condición, cuando se humillan, cuando confiesan su deuda, cuando dan gloria a Dios declarando que él los trata con toda equidad y justicia, y que existen buenos motivos por los cuales soportar tales castigos, cuando, digo, los pobres pecadores son inducidos a tal clase de razonamiento, sepamos que Dios ha puesto su mano sobre ellos, que él los ha tocado mediante su Santo Espíritu, y que en ello uno puede ver una bondad infinita cuando rescata así de la perdición y del infierno a aquellos que en realidad estaban despojados de toda esperanza. Ahora bien, en resumen, en la persona de este pobre ladrón vemos un ejemplo de fe que es tan excelente como todo otro que jamás haya existido. Tanto más debiéramos admirarnos y asombrarnos por semejante milagro realizado por Dios. Porque, ¿cuál es su condición? Allí está próximo a la muerte, esperando que alguien venga para quebrarle las piernas, esperando ser desmembrado allí, todavía está sufriendo un tormento tan amargo y terrible que le hará perder el sentido y la memoria y, viendo a nuestro Señor Jesucristo que está en la misma situación desesperada, en efecto, con mayor vergüenza aun, y ¿cómo le habla? No solamente reconoce sus faltas para humillarse delante de Dios, no solamente ejerce el oficio de maestro para convertir a su compañero y llevarlo de vuelta al buen camino, sino que hace una confesión tal que la misma debiera ser preferida, considerando bien aquellas circunstancias, por encima de todas las demás. "Acuérdate de mí," dice, "cuando vengas en tu reino."
¿Cómo es posible que pueda concebir un reino en Jesucristo? Jesús está allí pereciendo en la cruz, maldecido tanto por Dios como por los hombres. Porque esta sentencia de la ley había sido pronunciada por la boca de Dios, "Maldito por Dios es el colgado en el madero."(32) Y aquello no ocurrió como por casualidad, sino que Dios puso allí a su único Hijo. Entonces, cuando ve que Jesucristo está allí bajo la maldición tanto de Dios corno de los hombres, en efecto, desde el punto de vista humano en la profundidad de la desesperación, no puede deducir con sus pensamientos y afirmar que Jesucristo sea Rey, excepto por fe y en el espíritu. De manera que allí ve cosas que podrían apartarlo del Hijo de Dios llevándolo a la conclusión de que confiar en él no sería sino un abuso y una burla. No obstante, viéndolo en su muerte, lo llama Rey. "Sálvame," dice, "dame vida. Porque, que tú me recuerdes, ello será toda mi felicidad." Ahora bien, cuando hayamos ponderado bien todas estas circunstancias, es cierto que la fe que hubo en este ladrón fue tan excelente como la del que mayor fe haya tenido. Por eso, no nos avergoncemos de ser sus discípulos, porque, en efecto, la muerte de nuestro Señor Jesucristo no nos aprovechará a menos que realmente seamos condenados en nosotros mismos, a efectos de obtener salvación en él. Y no podemos ser absueltos delante de Dios si no hemos confesado que en nosotros solamente hay iniquidad y suciedad. Puesto entonces que es cierto que somos culpables delante de Dios, y que nuestra conciencia nos juzga y condena, no nos avergoncemos de seguir a este ladrón viendo que puede ser un buen maestro para nosotros.
Además, ahora que nuestro Señor Jesús ha ascendido a los cielos, que ha tomado posesión de la gloria que le fue dada por Dios su Padre, para que toda rodilla se doble delante de él, no dudemos de haber sido totalmente restaurados a su cuidado, y tengamos la convicción de que en ello consiste toda nuestra felicidad, esto es en saber que Jesucristo nos recuerda y que él nos gobierna. Puesto que él ha sido ordenado para ser nuestro Pastor, él vela por nuestra salvación, a efectos de que estemos seguros bajo su mano y bajo su protección. Además aprendamos a llevar pacientemente las miserias de la vida presente, y que ellas no nos Impidan a venir a nuestro Señor Jesucristo. Como vemos, el ladrón fue oído. Sin embargo, no escapó a la muerte la cual fue muy dura y terrible. De manera que, estimemos de tal modo la gracia espiritual que nos es dada en nuestro Señor Jesucristo, y la cual nos es ofrecida diariamente por la predicación del evangelio, a efectos de que nos haga superar todas las angustias, peleas, preocupaciones, problemas y asaltos que podríamos experimentar. Que todas nuestras aflicciones sean endulzadas puesto que sabemos que todo resultará para nuestro bien y salvación, por la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
Eso es entonces, lo que tenemos que observar. Agreguemos además la respuesta de nuestro Señor Jesucristo, cuando promete al ladrón que ese mismo día estará con él en el paraíso. Entonces, aunque nuestro Señor Jesús aun no había resucitado de los muertos, y todavía no había cumplido con todo lo que se requería para nuestra redención y salvación, ya exhibía el poder y el fruto de su muerte y pasión. Es cierto que el cumplimiento estaba en la resurrección. Pero puesto que ella está ligada a su muerte y pasión, y sabiendo nosotros que así como sufrió en la debilidad de su carne así también es levantado en el poder de su Espíritu. Así como sufrió por nuestros pecados a efectos de que nosotros seamos aceptables delante de Dios, así también es levantado para nuestra justificación. Digo entonces, cuando conocemos todo ello con cuánto mayor coraje hemos de acercarnos libremente a él. No dudemos de ninguna manera, cuando a él le complazca recordamos a ocultarnos bajo la sombra de sus alas, de que podemos desafiar a Satanás, y la muerte ya a todas las miserias, y gloriarnos en nuestra debilidad. Aunque, conforme al mundo seamos criaturas pobres y grotescas, nunca dejemos de regocijarnos en Dios, por el anticipo que por fe nos da de la gloria celestial de esta herencia que él ha adquirido a semejante precio, y por la esperanza de la cual jamás podremos ser privados.
Ahora inclinémonos en humilde reverencia ante la majestad de nuestro Dios.
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* *Procedente de: Corpus Reformatorum, Calvini Opera, Vol. 46, pp. 901 914.
(1)Salmo 22:18. La versión American Standard (1901) y la versión Revised Standard (1946) omiten toda referencia a esta profecía. Sin embargo, el Dr. Eberhard Nestle incluye, en la décima sexta edición del Nuevo Testamento Griego, en el pie de página la referencia. "El profeta" también presenta una dificultad, puesto que "el Profeta" sin más calificativo generalmente se refiere a Isaías.
(2)Hebr. GALAL, rodar. Así aparece 9 veces en el Antiguo Testamento.
(3)Une boule qui coule, en la traducción se pierde la rima.
(4)Hebreos 13:11,12.
(5)Les Anges.
(6)Isaías 53.
(7)Daniel 12:1-3 y Zacarías 2:11.
(8)Toute perfecion de biens.
(9)Chef, líder, principal.
(10)Delivrez, librado, rescatado, puesto en libertad.
(11)Fr. rancon es derivado del lat. redemptio (onis).
(12)Requerir puede significar o bien "requerir o bien "solicitar."
(13)Patron, patrón, santo patrono, empleador, señor, patrón del barco, nostramo, molde.
(14)Configurez a luy. Configurer ya no se usa en fr. moderno. Se refiere al acople exacto de dos o más moldes.
(15)Salmo 22:8.
(16)Salmo 22:7. Hebreo YAPETEEROO BESAPHAH, hacen que sus labios se abran. Probablemente bostezaban.
(17)Este comentario altamente imaginativo resume la actitud de la gente. Carece de base literal en lo que a mí concierne.
(18)Converties.
(19)Mateo 4:3.
(20)Par, por medio o a través de.
(21)Un tel gage, específicamente el reto de presentarse para la batalla, indicado por medio del acto de arrojar al suelo un guante.
(22Toute plénitude de Divinité.
(23)Mateo 27:63. "Recordamos que este engañador dijo, “Después de tres días resucitaré.”
(24)Confusion.
(25)Salmo 69:20,21 y Salmo 22:18, en forma más bien literal.
(26)Salmo 22:18.
(27)Reputé, reputado o considerado como.
(28)Marcos 15:28. Isaías 53:12. Las versiones American Standard y Revised Standard relegan esta referencia a una nota del pie de página.
(29)Calvino usa justicia tanto para "rectitud" como para "justicia." Cuando la aplicación era principalmente individual he usado "rectitud" y cuando era primordialmente social he usado "justicia." He aquí un asunto abierto.
(30)O "dulzura," uno de los atributos de Dios favoritos de Jonathan Edward.
(31)Contumace.
(32)Deuteronomio 21:33.