¿CONOCES A DIOS?  ¿TE CONOCES A TI MISMO?

Sospecho que se han pasado muchos años  de nuestra corta existencia y aún, no se ha empezado a conocer a Dios y a nosotros mismos.  Esto sería el más agudo fracaso del ser humano, no conocer a  su Creador y por ende así mismo. Ahora bien, lo anterior no es algo de poca monta; pues, comenzar una relación o comunión con el Señor, nos  compromete hasta el sumun de nuestro ser total y nos exige más allá de lo que podemos dar. No es para menos, ya que nos estamos refiriendo al Dios cuya naturaleza es eterna, infinita y trascendente. Usted que está ahí, no sé si tiene comunión con Dios a través de Jesucristo, si ha sido llamado por el Creador de todas las cosas para salvación, no sé; pero, sea lo que sea lo invito a reflexionar acerca de Dios y de sí mismo.
Amigos y hermanos, no escapemos a ese conocimiento loable, sublime y único para ser librado de la ira de Dios. Conocer a Dios y luego a nosotros mismos  mediante las Escrituras. “Para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos…” (Hechos 17:27,28). ¿Te preguntarás cómo lo conozco? ¿Qué tengo que hacer? ¿Dónde leo u oro? ¿A qué iglesia voy? Las respuestas a estas preguntas no las responde el hombre, sino Dios mismo. Es decir, ninguno puede ir a Cristo si el Padre no le da la gracia para recibirlo, así mismo, conocer o tener comunión con Dios es un don que Él otorga a todos los que quiere llamar a vida eterna. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). “¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais” (Juan 8:19). “y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Juan 11:27). Estas palabras bíblicas son contundentes para enseñarnos que el hombre, sólo podrá encontrar a Dios cuando Él le ha revelado a su Hijo Jesucristo. ¡Que maravilla para suplir nuestra ruina, Jesús en nuestras vidas! ¡Oh Dios ven a mí y sálvame por razón de tu amor y bondad!
Amigos y hermanos, la salvación es de Jehová. Sólo espera en su infinita gracia, aunque si no crees, serás condenado y si alguien llega a conocerle, debe darle honra y gloria a Él, que le quiso salvar sin que lo mereciera. Si ya has creído en el Salvador Jesucristo, confía en él hasta la muerte. No temas a nadie en este mundo pasajero; porque la vida en el Señor es segura y eterna.
Saludos con ósculo santo y que el Señor le anime para seguirle amando y sirviendo por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Su servidor, Rafael Correa Vargas. Bogotá, julio de 2009.

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