TEMA: LOS QUE SE DUELEN POR SUS PECADOS RECIBEN CONSUELO DE DIOS
TEXTO BÍBLICO: MATEO 5: 4
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”.
INTRODUCCIÓN
El primer sermón que se predicó “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” nos llevó a pensar y reflexionar que; el mensaje era de vida interior y espiritual, no tan sólo algo material, exterior o corporal. Si bien en la manifestación de la vida eterna será exterior, interior, corporal y espiritual. La segunda como la primera bienaventuranza es desde luego para los ciudadanos del reino de los cielos. “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”. En ésta nuestro Señor Jesucristo va a indicar que el lloro ha sido puesto a sus discípulos en sus corazones, para que lamenten el descontento de su propia naturaleza, de sí mismo, de sus flaquezas, sus debilidades y todas aquellas miserias que brotan del corazón engañoso, aunque regenerado.
Nuevamente como en la primera bienaventuranza, se ha de considerar el pasaje en tres tópicos esenciales. En primer lugar se analizarán los motivos del llanto y su sentido bienaventurado, el segundo aspecto tocará el carácter del llorar espiritual - según el sermón del monte - y, por último, se explicará las consecuencias del llorar santo.
DESARROLLO
¿Quiénes de ustedes han llorado alguna vez? Quizás muchos, verdad, pero, por qué motivos ha llorado el ser humano en su existencia. Creo que la respuesta es disímil, pues, la gente llora por muchas razones: enfermedad, fracaso financiero, desempleo, dolor, luto, muerte, pobreza, temor, conflictos familiares, orgullo, problemas en la iglesia y tantas cosas que traen desconsuelo y miseria. Es más, la Biblia registra lloros genuinos, es decir, por motivos loables, aunque también se lee de lloros o lamentos caprichosos y, de hecho, pecaminosos. Basta con repasar algunos pasajes escriturales:
“Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla” (Gén. 23:2)
“Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos; y después sus hermanos hablaron con él” (Gén. 45:15)
“Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos” (Neh. 1:4)
“Tiempo de llorar” (Eclesiastés 3:4)
“Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos. 37Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban” (Hechos 20:236-37)
“Jesús lloró” (Juan 11: 35)
En efecto, sólo se han citado algunos pasajes de las Escrituras en cuanto al llanto como expresión de amor en diversas situaciones. Es sano y de buen espíritu no censurar todas las veces esta manifestación del ser humano; pues, no hay duda que los pasajes anteriores evidencian el lamento o el llanto como signo de amor hacia el prójimo. Ahora bien, ello no quiere decir que el duelo o llanto sea señal fidedigna de amor y compasión por los demás; como se advirtió anteriormente, la gente hoy en día llora por muchas cosas, las cuales no son puras ni altruistas hacia el ser humano. Cabe anotar, que la raza caída no puede por sí misma, amar genuinamente, no obstante, Dios en su gracia común bendice ciertas obras entre los hombres.
Por otro lado, se citarán pasajes que dan a conocer el corazón endurecido del ser humano; a saber:
•Números 11: 4, 10, 18, 19,20.
4Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne!
10Y oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira de Jehová se encendió en gran manera; también le pareció mal a Moisés.
18Pero al pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado en oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Ciertamente mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis. 19No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, 20sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto?
“15Al séptimo día dijeron a la mujer de Sansón: Induce a tu marido a que nos declare este enigma, para que no te quememos a ti y a la casa de tu padre. ¿Nos habéis llamado aquí para despojarnos? 16Y lloró la mujer de Sansón en presencia de él, y dijo: Solamente me aborreces, y no me amas, pues no me declaras el enigma que propusiste a los hijos de mi pueblo. Y él respondió: He aquí que ni a mi padre ni a mi madre lo he declarado, ¿y te lo había de declarar a ti? 17Y ella lloró en presencia de él los siete días que ellos tuvieron banquete; mas al séptimo día él se lo declaró, porque le presionaba; y ella lo declaró a los hijos de su pueblo. (Jueces 14: 15-17)
En los pasajes anteriores se observa que los motivos de llanto fueron pecaminosos; tanto es así, que ofendieron al Dios de gloria, desconociendo su providencia y su poder para sustentar al pueblo que Él se proponía salvar. Cuando la iglesia se sumerge en las cosas terrenales de este mundo y en sus propios gustos, termina deshonrando a Cristo; Juez y cabeza de ésta. El pasaje de Jueces en cuanto a la mujer sagaz de Sansón, refleja la más grande artimaña del corazón humano, como es el engaño y la traición. Esta escena es maligna y manipuladora, puesto que usa un tono sensiblero de amor, para lograr resultados perversos. Cabe preguntarse acerca del “famoso cristianismo sensual” donde se incita a buscar experiencias espirituales so pretexto de cultivar vida en el espíritu. El lloro aquí es ruin, diabólico y lleno de maldad.
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”.
(Bienaventurados: Supremamente bendecido. Bien librado. Dichoso. Feliz. Glorioso).
Hasta ahora se ha señalado algunos motivos de llanto registrados en las Escrituras; pero es importante que se considere el pasaje como tal. En primera instancia se dirá que la expresión bienaventurado en el contexto del lamento, dolor o llanto es supremamente significativa; puesto que la realidad de este mundo va por otro lado; es decir, buscan ser felices, pero sin lamentar, sin sufrir, sin tener que pagar un precio y, menos, sin honrar a Dios. Mientras que el mensaje del evangelio del Señor Jesucristo es totalmente lo contrario de lo que el hombre sin Dios y sin esperanza anhela. El Señor Jesucristo profirió su bendición anticipada a todos aquellos que lloran. Ahora bien; ¿quiénes son los que lloran? ¿Por qué lloran? ¿Qué tipo de lloro es? Para responder estas preguntas se ha de continuar con la interpretación del texto en cuestión.
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”.
Sin duda alguna, los que lloran son los que están en el reino de los cielos. Aquellos que Cristo ha llamado bienaventurados, son los que reconocen su pecaminosidad, sus flaquezas, su bancarrota espiritual, que por sí mismo no pueden renovarse para servir y amar a Dios, que no pueden salvarse a sí mismo, que se lamentan por sus pecados, que cuando se hacen un auto examen a la luz de la ley moral de Dios, no tienen otra cosa que decir, sino pobre de mí, que aún mi corazón le gusta pecar. Sin embargo, éstos que se duelen por razón de sus ofensas a Dios y a su prójimo, recibirán consolación; siendo santificados progresivamente por el Santo Espíritu, hasta terminar la obra que Dios mismo ha empezado, preservado y guardado por y para la eternidad. Lo anterior tiene su asidero en los méritos de la obra de Cristo en la cruz y no en las buenas obras del creyente; aunque éste es responsable de asirse de los medios de gracia que Dios ha dejado para su crecimiento en y para el Señor.
EL VERDADERO DISCÍPULO DE CRISTO SE LAMENTA POR SUS PECADOS Y LOS DE LOS OTROS.
Algunos pasajes para considerar el verdadero lloro del sermón del monte.
“Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio” (Salmo 51:4)
He aquí un lamento profundo de uno de los siervos del Señor; de manera intensa David reconoce que había pecado contra Dios. Cuyo hecho era abominable, reprochable ante un Padre de misericordia, Justo y puro en todas sus manifestaciones. A esto se le denomina lloro espiritual; que se duele cuando transgrede la ley de Dios. Cuando habla de bienaventurado los que lloran no se está refiriendo a un sentimiento sensiblero, sino al intenso lamento por los pecados; el hecho de haber ofendido al Dios cuya naturaleza es limpia y pura.
“De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (Jud.14-15)
Seguramente usted como hijo adoptado de Dios, conociendo la naturaleza santa del Padre, no podrá estar contento o feliz frente al salvajismo inmoral y contumaz que manifiestan los impíos. No hace mucho un número importante de homosexuales y, para no seguir nombrando; personas corrompidas moralmente en cuanto al sexo, han salido a las calles para “invocar sus derechos” y a su vez estimular a los legisladores que promulguen leyes que favorezcan su naturaleza perversa. Aunque en boca de ellos, se trata simplemente de orientaciones sexuales o predisposiciones genéticas, las cuales deben ser aceptadas y reconocidas por la sociedad y la familia. Lo anterior es una afrenta meridiana ante Dios, un desvarío que va a conducir a la familia a la más crasa decadencia moral de todos los tiempos. No hay que olvidar que el Señor controla y gobierna, por tanto, aun cuando muchos estén promoviendo estos desmanes pecaminosos, la ira de Dios pronto será derramada sobre ellos. Quiera el Señor llamar al arrepentimiento a esta nación. Con lo anterior y volviendo al verdadero llanto espiritual; Hermanos, ¿no se lamenta usted o se duele frente a esto que ve en las familias de hoy? El discípulo del reino de Cristo, no puede tolerar ni aceptar estos tipos de pecados y, menos, comulgar con ellos en el seno del pueblo de Dios. Claro, si esto se manifiesta en la iglesia se puede remediar con la ayuda del Señor; obrando a través de Su palabra y Santo Espíritu. Se cree que el Señor tiene poder para hacer que un impío nazca para nueva vida en Cristo. Repito, ¿nos dolemos o lloramos nosotros por lo que está pasando en las familias de hoy?
“Ríos de agua descendieron de mis ojos, Porque no guardaban tu ley” (Salmo 119: 136).
El salmista llega a las lágrimas por el pecado de otros. Si bien debemos cuidarnos de nosotros mismos y de nuestra doctrina, no obstante, el lloro espiritual según el sermón del monte, tiene que ver con esto: Sufrir en carne propia lo que otros padecen por su propia naturaleza; es decir, cuando estemos frente a acciones pecaminosas de los demás, no nos complazcamos en atribuirlo a su maldad, a su rebeldía, a su falta de amor a Dios o a su mala teología, no y otra vez, no. Aunque algunas de las anteriores se manifiestan. El que llora por sus pecados y los de los otros, emprende caminos de restauración en el Señor, presenta el evangelio de nuestro Señor Jesucristo como alternativa de arrepentimiento; desde luego, esperando que Dios ejecute su voluntad. He ahí el llamado de Dios:
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gál. 6:1).
“Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, 20sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5:19-20)
El pasaje de Gálatas prueba el amor, la benignidad, la paciencia, el gozo, la paz, la bondad, la verdadera fe del cristiano, la mansedumbre y la templanza del Salvo por Dios; pues si un creyente ve que otro ha caído, debe manifestar el fruto del Espíritu que está en él, ayudándole. Es otra manera de actuar los que son bienaventurados cundo lloran.
Por su parte, el pasaje de Santiago nos hace pensar acerca de la fe verdadera; de aquellos que permanecen en ella. Sin embargo nos hace un llamado, para que acompañemos y llamemos al arrepentimiento a todos aquellos que no están militando en el seno del pueblo de Dios. Insisto: los bienaventurados porque lloran, actúan en favor del reino de los cielos y lo hacen llamando al arrepentimiento. No pueden tener contentamiento cristiano, sino denuncian el pecado y buscan vías de restauración en Cristo.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Ya se ha considerado la primera parte, la segunda y por último la tercera: recibirán consolación.
Para terminar, alguien podría decir: es difícil pensar que los que lloran son felices o llegarán a ser felices. Pues, sí, Cristo dijo eso. Felices son los afligidos. La Biblia dice: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (II Cor. 7:10). Para los impíos la tristeza o el llanto es muerte, fracaso y frustración. Mientras que para los hijos de Dios la tristeza es motivo de arrepentimiento y, en última, quien goza de paz con el Señor vive con el consuelo eterno. Otra palabra de Dios:
“Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán” (Salmo 126:5). “Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón” (Eclesiastés 7:3). “Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él” (Hechos 12:5). “respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. 9Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (II Cor. 12:8,9)
Digamos de alguna manera, la consolación tiene varios matices; muchas veces podemos disfrutar de un refrigerio espiritual, otras, estar físicamente mal, aunque consolado por Dios, en fin, ser consolado no es sinónimo de ausencia de problemas. Es sustento y preservación del Señor en todo tiempo.
A modo de conclusión de este punto me permito citar la primera pregunta y respuesta del Catecismo de Heidelberg con sus citas bíblicas; a saber:
1. Pregunta: ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?
Respuesta: Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte (a), no me pertenezco a mí mismo (b), sino a mi fiel Salvador Jesucristo (c), que me libró del poder del diablo (d), satisfaciendo enteramente con preciosa sangre por todos mis pecados (e), y me guarda de tal manera (f) que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un solo cabello de mi cabeza puede caer (g) antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación (h). Por eso también me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna (i) y me hace pronto y aparejado para vivir en adelante según su santa voluntad.
a. Rom.14:8.- b. 1 Cor. 6:19.- c. 1 Cor. 3:23; Tito 2:14.- d. Hebr. 2:14; 1 Juan 3:8; Juan 8:34, 35, 36.- e. 1 Pedro 1:18, 19; 1 Juan 2:22, 12.- f. Juan 6:39; Juan 10:28; 2 Tes.3:3; 1. Pedro 1:5.- g. Mateo 10:30; Luc. 21:18.- h. Rom.8:28.- i.- 2 Cor.1:22; 2 Cor. 5:5, Efes. 1:14; Rom.8:16.- j. Rom. 8:14; 1 Juan 3:3.-
CONCLUSIÓN
•Felices son aquellos que se afligen por sus propios pecados y por el de los otros.
•Felices o bienaventurados son aquellos que no están contentos de sí mismos y corren al arrepentimiento según Dios.
•El Bienaventurado de este sermón es aquel que se esfuerza en presentar la santidad de Dios en medio de un mundo perverso; por medio de la verdad predicada y vivida.
•Bienaventurado es aquel que es celoso del Santo Nombre de Dios. “¿No odio oh Jehová, a los que te aborrecen, Y me enardezco contra tus enemigos? (Salmo 139:21).
•Bienaventurado es aquel que ora por sus propios pecados y por los de la iglesia de Cristo. (Daniel 9:1-20).
•Bienaventurado es aquel que renuncia a sus gustos, sentimientos, razones y se somete al señorío de Cristo como cabeza y Juez de la iglesia.
…Y todo por gracia a Él sea la suma gloria por los siglos de los siglos.
Su servidor, Rafael Correa Vargas
Bogotá, julio de 2009
hjoserafael7@hotmail.com
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