“Nuestra preelección, nuestra seguridad”

por Evert De Vries

(P. F. Lea las porciones bíblicas y salmos incluidos).

Pensemos siempre que como hijos del Pacto o siendo miembros de la Iglesia (el cuerpo de Cristo) estamos seguros que estamos elegidos, no tenemos porqué preocuparnos, pensamos que es automático y así vivimos en un automatismo. ¿Es así? Realmente no, y leemos Juan 3 sobre Nicodemo con su visita nocturna al Señor, dónde El le explica que solo con un renacimiento y arrepentimiento y con la fe en su Salvación tiene vida eterna. Totalmente distinto a la creencia judía de un Mesías que los salvaría de la ocupación romana, por su sentido nacionalista. Le explica ampliamente cuál es el propósito de la Providencia Divina para la salvación de todo quien que cree como dice Juan 3:16. Por la generosidad de Dios como lo describe David en el Salmo 65. Como lo escribe Pablo a los Efesios: (a los miembros de la Iglesia) que Dios nos escogió antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de El.
A muchos les pasan escalofríos cuando se habla de la elección o la condenación por Dios. Si se le pregunta concerniente por su fe, contestan positivamente. Seguro, ellos creen en el Evangelio de la gracia y salvación. Pero si se les pregunta si están elegidos están vacilando. Que no lo saben. ¿Detrás de eso existe temblor y si no fuera así? Porque existe ahí la culpa del pecado que diariamente se incrementa.
Vivir a la luz de la Palabra realmente apenas les llega y sube el temor en los corazones. Cuando llega el juicio, para definir, ¿y yo no estaría elegido? Muchos están con ese temor sobre su seguridad de elección. Pero la Biblia habla totalmente distinto sobre la elección de Dios, ahí se canta, y no se teme, como inicia el texto de Efesios 1:3 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesús, como nos ha elegido”.
Son las bendiciones espirituales con que nos suministra diariamente. La elección es la riqueza de los creyentes, lo que se canta en el Salmo 65.
Tanto para los creyentes del Antiguo como el Nuevo Testamento la elección de Dios no es un temblor, un susto, sino una consolación. Para alabar a Dios se lo cantaba la grandeza de Su Nombre. Si aprendemos a cantar sobre la elección de Dios, nos regocijamos cuando vemos que Dios nos eligió antes de crear el mundo. No depende de nuestros quehaceres pero solo de la Gracia de Dios. Vea, antes de que Dios creo la tierra, el amor de Dios nos escogió. “Dios que había previsto, todos los acontecimientos”, el hombre en el paraíso, la caída en el pecado, nuestro nacimiento con los pecados e injusticias, ha elegido por compasión a algunas personas, ni mejor considerados que los otros, para Cristo.
Cuando no existía la tierra aún, Dios nos vio, como tendríamos que nacer. El vio nuestra vida, de donde brotaría todos los pecados y suciedades. Dios ha visto nuestra lucha con los pecados, nuestros tropiezos, nuestras caídas y nuestros fracasos, igual nos eligió para salvarnos. El registró nuestros nombres en el libro de la vida. Con la cual decidió llevar todos estos hombres a la fe y creencia, salvarlos por gracia por la sangre de Cristo, justificarlos, santificarlos y por fin glorificarlos. La complacencia de Dios sobre nuestras vidas, complacencia y no antojo. Si Dios lo ha pensado bien en salvar a los humanos elegidos antes de la fundación del mundo. No dependía de algo de nosotros, de algo especial, pero se produjo antes de nuestra existencia.
¿Es un tema de tener miedo? No, por lo contrario el que dice hoy con toda convicción, cree en Cristo como elegido, puede estar seguro. La fe es el fruto de la elección Divina.
Por la base de Su Complacencia nos llama a Su Iglesia para escuchar Su Palabra.
Puede entenderse ahora como cantaban en el Antiguo Pacto de esto en alabanzas. Bien aventurado de los que Tú has elegido. ¿Esto vale también para tu vida? ¿Dios no te ha llamado para escuchar Su Evangelio, en tu lugar y tu Iglesia? Pero ¡para vivir con El!
Como leemos en Romanos 3: 21 a 30: “todos hemos pecado”. La complacencia de Dios, nos ilumina aun mejor si pensamos que Dios no estaba obligado hacer tal cual. Hay condenación, quiere decir que Dios pasa por alto a algunos y los deja en la condenación eterna, en la cual ellos mismos se han entregado.
Si, Dios no seria injusto, si había dejado toda la humanidad en la maldición y condenado eternamente por sus pecados a todos.
A menudo se encuentra el reproche contra el Señor que no es justo, que si elige a unos y otros no. Pero nos debemos bien realizar que nosotros mismos nos hemos entregado al pecado. Concientemente Adán y Eva, aunque creados perfectos, han dado la espalda a Dios. No solamente nuestros antepasados, también nosotros pecamos diariamente.
Todos han pecado y reciben igual la gloria de Dios.
No hay nadie que procede bien, ni siquiera uno.
Adán y Eva eligieron concientemente contra Dios.
Hoy nosotros procedemos igual. ¿Seria Dios injusto con alguien si lo dejaría en la condenación eterna por la que eligió? Por lo contrario, es lo que deberíamos esperar. Siempre debemos ser concientes que no el dejarlo en el pecado, ¡sino la extracción del pecado es grandioso!
No el rechazo es extraño, pero si la elección.
Vale para todos. Ninguno hace el bien, ninguno entre nosotros. Nadie puede hacer valer derechos sobre la gracia de Dios. Todos han pecado. Cada día lo vamos a confirmar. ¿Quien puede decir que él solo cayó en el pecado? ¿Sin confesar que ya solo con los ojos abiertos seguimos el camino de Satanás? ¿No estamos todos condenados al juicio eterno de Dios? Cuán grande es la gracia de Dios que salva a los que en El creen, perdónales sus pecados por nada. Dios no haría injusticia si hubiera condenado a toda la humanidad por sus pecados. Es la verdad. Pero Dios nos llega con su amor, no imaginable, y busca a los humanos. No, porque ellos lo buscaban a El, pero El se mueve por Su gran amor.
La búsqueda por Adán y Eva en el paraíso: la huerta de Edén: “Adán: ¿Dónde estas tu? Desde ese momento continúa buscando al humano con su Evangelio milagroso, en la que dice que ha amado este mundo que entregó Su Hijo primogénito.
Mando Su Hijo para tomar el lugar de la humanidad. Ahí está es amor infinito de Dios, concientemente la humanidad  se aleja de El, pero Dios los busca con Su Palabra. Cierran sus corazones, pero El abre el Suyo.
Es la compasión de Dios, porque nosotros éramos enemigos, pero El dio su Hijo, para que el que cree no se pierda, mas tenga vida eterna.
Ese Evangelio hace predicar entre los hombres.
Los evangelistas van a llevar este mensaje a y entre todas las naciones. Tu tienes el privilegio de recibir la predicación de este Evangelio, que tuviste padres y antepasados creyentes, es la gran elección compasiva de El, que te enseñaron el contenido del Salmo 144, nuestra salvación.
Continuamos leyendo Juan 3 – 22 al 36, adonde se termina con El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
El que acepta el Evangelio recibe vida eterna.
Seriamente Dios llama al arrepentimiento, pero el que no cree en el Hijo recibe la ira de Dios.
Rogamos prestar atención a esto último, no que recibe la ira de Dios, sino que la ira de Dios ya está sobre el. Solo aceptando el Evangelio del crucificado Cristo se puede librar de esto, y al incrédulo le queda la ira de Dios.
Así se habla continuamente en los cánones de Dordt sobre la condena, dejarlo en el pecado, pasarlo por alto, no elegido. Eso significa que con la condena queda como está. Dios no lo empeora como está, se trata aquí de humanos que se entregaron a la condena. Condena no significa que Dios expulsa ciertas personas de su casa. No, personas que por si mismo abandonaron a Dios, han cerrado la puerta de la casa paternal detrás suyo. Aunque cuando El los llama  para regresar con el Evangelio, ellos empujados con su incredulidad propia lo cierran para si indefectiblemente. Así dice Jesús: el rechazo del Evangelio, mantiene la ira y la condena eterna. Es como dice nuestra confesión: es condena, dejar de lado, ser pasado, no atraído. Es como el humano mismo lo quiso, no quiso creer, no quiso ser salvado, la ira le queda. Por eso insiste las Sagradas Escrituras seriamente escuchar la Palabra.
El que rehúsa creer le queda la ira de Dios.
Escuche la voz del Buen Pastor como cantamos en los Salmos 95.
No quedará ninguna defensa que el Señor no los quiso aceptar o que el Evangelio no era destinado para ellos, porque así estarían inocentes o eximidos.
Dios lo explica bien claro en su Palabra. El incrédulo no es una víctima abúlica de la condena de Dios, pero el mismo no quiere creer. Es como dice Jesús en Juan 5: 24 – 40: “y no queréis venir a mi para que tengáis vida”.
Es realmente el Hijo de Dios, que vino al mundo, pero no quisieron recibir su testimonio. Tampoco quisieron aceptar las palabras de Juan el Bautista. Hasta las Escrituras que atestiguan de Cristo lo examinaron y no lo han creído.
¿Por qué no podían? ¿Por qué Dios los condenó? No porque no quisieron. Cristo no dice “No pudieron” pero, “no quisieron”. Cuando llora sobre Jerusalén, “Jerusalén que mata y apedrea los profetas que les fueron enviados, cuantas veces les quise reunir, pero no quisieron”.
Si una persona se pierde es por su propia voluntad, nunca se niega al ser humano la fe y creencia. Nunca Dios prohíbe en creer a una persona.
El no hace una presentación cualquiera, es la preocupación seria. No habrá excusas para el juicio final. Jesús les dirá “te he llamado pero tu no has aceptado”. Tuvieron la oportunidad. Le quedará cargada la ira. Como dice Jesús en Juan 6: 44 ninguno puede venir a Mi, si el Padre que me envió no lo trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. No lo hacemos nosotros de aceptar la verdadera fe viviente, sino es un don dado por Dios. Claramente expone Pablo a los Efesios que también ellos eran hijos de la ira como los paganos de donde fueron extraídos por el Evangelio. Es un don de Dios su creencia para que nadie se gloríe. Con su misericordia abre los corazones con su Espíritu. ¡El quiere que somos salvos!
Sobre el tema de la preelección seguimos leyendo en Juan 6 todo su capítulo, lo mismo como la carta a los Efesios. Como en Hechos: 13 de 44 a 49: “los gentiles, oyendo esto, se regocijaron y glorificaron la Palabra de Dios y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna”. Los judíos rechazaban y los gentiles aceptaban. Incomprensible para los judíos. Pablo y Barnabas comenzaron con la prédica a los judíos y terminaban con los paganos. Visible es aquí la elección.
Hasta la resurrección de Cristo el pueblo judío, en cierta forma era la Iglesia, la prédica se dirigía a ellos.
Nuestra fe es tal cual el fruto de elección por gracia por Dios. No que somos mejor que otras personas. No porque nosotros creemos y por eso somos elegidos. No que somos mejor considerados que los demás, estamos en la misma miseria que ellos, pero por gracia somos elegidos y llevados a la fe. ¡Grande es nuestro consuelo!
Agradecemos infinitamente a nuestro Creador.
Es lo que repite Pablo a los Romanos 8: 18 – 30, “a los que El predestinó, a estos también llamó, a estos también justificó, a estos también glorificó”.
Dios nos eligió antes de Su Creación en inmensa sabiduría, para estar después en la gloria con El. Así lo explican los Cánones de Dordt la cadena de Oro de nuestra beatitud, como los dice Pablo en la carta a los Romanos. Todas las personas predestinadas a vida eterna, están llamados. Una cierta multitud, así lo dice nuestra confesión, que quiere decir, su cantidad es seguro, no se eliminará ninguno, sus nombres están grabados imborrables en el libro de Vida. Por eso vivirán, lavados por la sangre de Cristo.
El eslabón que sigue en la cadena de salvación los que llamó, justificó y a estos glorificó, Dios lo sostendrá en su fe. Dios lo conservará, y hace todo, que ninguno de Sus elegidos faltará en el día de la venida de Cristo.
Ninguno faltará de los nombres escritos antes de la fundación del Mundo.
Esta cadena de oro de nuestra salvación nos da el consuelo para seguir viviendo.
Eslabón pasando eslabón. Lo vemos en muchos casos en nuestras vidas, nacidos de padres creyentes, bautizados, confesión de nuestra fe, la Santa Cena, un pregusto de la alegría eterna.
Como sigue en Romanos 8: 31 a 39. ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
Conservamos la prédica para quedar fiel a Su Palabra, con el conocimiento, estudio, autodominio, virtud, calidad, piedad y devoción. Abandono en nuestra vida de convicción, hará perder nuestra elección, a pesar Dios no lo permitirá y no nos va a soltar, es como lo escribe el Nuevo Testamento en 2 Pedro 1: 1 a 11, por lo cual hermanos, tanto más procurad hacer firme en vuestra vocación y elección.
Dios nos revela su Reino y Salvación, Jesús habla a los Judíos en parábolas, y a los que están dado de entender los misterios del Reino de los cielos son Sus discípulos. Aunque nos parece extraño, pero no entenderían por su ceguedad, sordera, su corazón cubierto por gratitud, como lo explica Mateo 13, vers. 11: “porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos, más a ellos no les es dado”.
Terminemos con lo que dice Pedro en su primera carta vers. 23, siendo escogidos y renacidos, no de la simiente corruptible, sino de incorruptible por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.   



Evert De Vries

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