SOBRE LA MUERTE FISICA DE JESUCRISTO
por William Edwards ; Wesley Gabel ; Floyd
Hosmer - (traducción : Luis Simpson)
Jesús de Nazaret pasó por el juicio
judío y el romano, fue azotado y sentenciado a muerte por crucifixión. La
flagelación produjo laceraciones en forma de rayas y considerable pérdida
de sangre, y probablemente contribuyó al shock hipovolémico, como se
evidencia por el hecho de que Jesús estaba demasiado débil para cargar la
cruz (patíbulum) hasta el Gólgota. En el lugar de la crucifixión, sus
muñecas fueron clavadas al patíbulum, y, luego que el patíbulum fuera
alzado hasta el poste (estípite), sus pies fueron clavados al estípite.
El mayor efecto patológico de la
crucifixión era la interferencia con la respiración. Así la muerte
resultaba básicamente de shock hipo-volémico y asfixia. La muerte de Jesús
fue asegurada por una punzada de lanza en su costado. La interpretación
médica moderna del evento histórico indica que Jesús estaba muerto cuando
fue bajado de la cruz.
(JAMA 1986; 255; 1455-1463)
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La vida y enseñanzas de Jesús de
Nazaret han formado la base para una de las principales religiones
mundiales (el cristianismo), han influido apreciablemente en el curso de
la historia de la humanidad, y, en virtud de una actitud compasiva hacia
los enfermos, también han contribuido al desarrollo de la medicina
moderna. La eminencia de Jesús como figura histórica así como el
sufrimiento y la controversia asociados con su muerte, nos han estimulado
a investigar, de manera interdisciplinaria, las circunstancias que
rodearon su crucifixión. En este tenor, es nuestra intención presentar, no
un tratado teológico, sino más bien un recuento médico e histórico preciso
de la muerte física de Jesús.
FUENTES
El material de referencia relativo a la
muerte de Cristo se compone de un cuerpo de literatura y no de un cuerpo
físico o sus restos. En este tenor, la credibilidad de cualquier discusión
sobre la muerte de Jesús será determinada básicamente por la credibilidad
de las fuentes. Para este repaso, el material de referencia incluye los
escritos de antiguos cristianos así como autores no cristianos, los
escritos de autores modernos y el Sudario de Turín. Utilizando el método
histórico-legal de investigación científica, los eruditos han establecido
la confiabilidad y precisión de los manuscritos antiguos.
Las descripciones más extensas y
detalladas de la vida y muerte de Jesús han de ser encontradas en los
evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los otros 23 libros del Nuevo
Testamento soportan pero no amplían los detallados registros de los
evangelios. Algunos autores contemporáneos cristianos, judíos y romanos
proveen información adicional sobre los sistemas legales judíos y romanos
del Ier siglo así como detalles sobre flagelación y crucifixión. Seneca,
Livy, Plutarco y otros se refieren a las prácticas de la crucifixión en
sus trabajos. Jesús es mencionado por los historiadores romanos Cornelius
Tacitus, Plinio el Menor y Suetonio, por los historiadores no romanos
Thallus y Phlegon, por el sátiro Luciano de Samosata, por el Talmud judío,
y por el historiador judío Flavius Josephus, a pesar de que la
autenticidad de porciones de este último es cuestionable.
El Sudario de Turín es considerado por
muchos como la tela con que envolvieron a Jesús, y varias publicaciones
sobre los aspectos médicos de su muerte sacan sus conclusiones de esta
suposición. El Sudario de Turín y descubrimientos arqueológicos recientes
proveen información valiosa sobre las prácticas romanas de crucifixión. La
interpretación de escritores modernos, basados en conocimientos
científicos y médicos desconocidos en el primer siglo, podría arrojar más
luz en cuanto a los posibles mecanismos de la muerte de Jesús.
Cuando se toman en conjunto ciertos
datos -el testimonio extenso y contemporáneo tanto de proponentes como
oponentes del cristianismo, y su aceptación universal de Jesús como una
verdadera figura histórica; la ética de los escritores de los evangelios,
y el corto intervalo de tiempo entre los eventos y los manuscritos; y la
confirmación del recuento de los evangelios por historiadores y por
descubrimientos arqueológicos- aseguran un testimonio confiable para
elaborar una interpretación médica moderna de la muerte de Jesús.
GETSEMANÍ
Luego que Jesús y sus discípulos
celebraron la Pascua en el aposento alto de una casa ubicada en el
suroeste de Jerusalén, viajaron al Monte de los Olivos, al noreste de la
ciudad. (Debido a varios ajustes del calendario, los años del nacimiento y
la muerte de Jesús permanecen controversiales. Sin embargo, es muy
probable que Jesús naciera en el 4 o el 6 AD y que muriera en el 30 DC.
Durante la celebración de la Pascua en el 30 DC, la Ultima Cena se habría
observado el jueves 6 de abril [Nisan 13], y Jesús habría sido crucificado
el viernes 7 de abril [Nisan 14].) En el cercano Getsemaní, Jesús,
aparentemente sabiendo que el tiempo de su muerte se acercaba, sufrió una
enorme angustia mental, y, como describe el médico Lucas, su sudor se
volvió como gotas de sangre.
Aunque es un fenómeno muy raro, el
sudor sangriento (hematidrosis o hemohidrosis) podría ocurrir en altos
estados emocionales o en personas con desórdenes sanguíneos. Como
resultado de hemorragias en las glándulas sudoríficas, la piel se vuelve
frágil y tierna. La descripción de Lucas soporta el diagnóstico de
homatidrosis en lugar de cromidrosis ecrina (sudoración
amarillenta-verdosa o marrón) o estigmatización (sangre brotando de las
palmas de las manos u otro lugar). Aunque algunos autores sugieren que la
hematidrosis producía hipovolemia, concordamos con Bucklin que la pérdida
real de sangre que experimentó Jesús fue mínima. Sin embargo, en el aire
frío de la noche pudo haber producido escalofríos.
LOS JUICIOS
Juicios Judíos
Poco después de la medianoche, Jesús
fue arrestado en Getsemaní por los guardias del templo, y fue llevado
primeramente ante Anas y luego ante Caifás, el sumo sacerdote judío ese
año. Entre la una de la mañana y el amanecer, Jesús fue juzgado ante
Caifás y el Sanhedrín político, y fue hallado culpable de blasfemia. Luego
los guardias lo vendaron, le escupieron, y le pegaron en el rostro con sus
puños. Poco después del amanecer, presumiblemente en el templo, Jesús fue
juzgado ante el Sanhedrín religioso (fariseos y saduceos), y de nuevo fue
hallado culpable de blasfemia, un crimen castigable con la muerte.
Juicios Romanos
Debido a que el permiso para una
ejecución tenía que provenir de los romanos gobernantes, Jesús fue llevado
temprano en la mañana por los guardias del templo al Pretorio de la
Fortaleza Antonia, residencia y asiento de gobierno de Poncio Pilato, el
procurador de Judea. Sin embargo, Jesús fue presentado a Pilato, no como
un blasfemo, sino como un rey autoproclamado que rechazaría la autoridad
romana. Pilato no presentó ningún cargo contra El y lo envió a Herodes
Antipas, tetrarca de Judea. Herodes tampoco presentó ninguna acusación
oficial y lo devolvió a Pilato. De nuevo Pilato no pudo encontrar base
alguna para un cargo legal contra Jesús, pero la gente demandaba la
crucifixión con persistencia. Pilato finalmente cedió a su demanda y
entregó a Jesús para ser flagelado y crucificado. (McDowell ha revisado el
clima político, religioso y económico prevaleciente en el tiempo de la
muerte de Jesús, y Bucklin ha descrito las varias ilegalidades de los
juicios judíos y romanos.)
La Salud de Jesús
Los rigores del ministerio de Jesús
(esto es, sus viajes a pie a través de la Palestina) habrían excluido
cualquier enfermedad física de importancia o una constitución débil. En
este sentido, es razonable suponer que Jesús gozaba de buen estado de
salud antes de su caminata a Getsemaní. Sin embargo, durante las 12 horas
entre las 9 pm del jueves y las 9 am del viernes, El sufrió una enorme
tensión emocional (como se evidencia por la hematidrosis), abandono de sus
más cercanos amigos (los discípulos) y el castigo físico (luego del primer
juicio judío). Además de esto, en el escenario de una noche traumática y
desvelada, El había sido obligado a caminar más de 4 kilómetros de uno a
otro local donde se celebraron los juicios. Estos factores físicos y
emocionales podrían haber dejado a Jesús particularmente vulnerable a los
efectos adversos y hemodinámicos de la flagelación.
FLAGELACIÓN
Prácticas de Flagelación
La flagelación era un preliminar legal
para toda ejecución romana, y solo las mujeres, los senadores romanos y
los soldados (con excepción de casos de deserción) estaban exentos. El
instrumento usual era un azote corto (flagrum o flagellum) con varias
tiras de cuero sencillas o entrelazadas, de diferente longitud, en las
cuales se ataban pequeñas bolas de hierro o trocitos de huesos de ovejas a
varios intervalos. Ocasionalmente se utilizaban barrotes. Para la
flagelación, el hombre era desnudado, y sus manos eran atadas a un poste.
Las espaldas, las nalgas y las piernas eran azotadas, bien sea por dos
soldados o por uno que alternaba la posición. La severidad de la
flagelación dependía de la disposición de los verdugos y su objetivo era
debilitar a la víctima a un estado próximo al colapso o la muerte. Después
de la flagelación, los soldados solían burlarse de sus víctimas.
Aspectos Médicos de la Flagelación
Cuando los soldados azotaban
repetidamente y con todas sus fuerzas las espaldas de su víctima, las
bolas de hierro causaban profundas contusiones, y las tiras de cuero y
huesos desgarraban la piel y el tejido subcutáneo. Al continuar los
azotes, las laceraciones cortaban hasta los músculos, produciendo tiras
sangrientas de carne desgarrada. El dolor y la pérdida de sangre
usualmente creaban las condiciones para un shock circulatorio. La cantidad
de sangre perdida podía muy bien determinar cuánto tiempo sobreviviría la
víctima en la cruz.
La Flagelación de Jesús
Jesús fue severamente azotado en el
pretorio. (Aunque la severidad de la flagelación no se describe en los
cuatro evangelios, queda implícita en una de las epístolas [1 Ped 2:24].
Un estudio detallado del antiguo texto griego indica que la flagelación de
Jesús fue particularmente fuerte.) No se sabe si el número de azotes se
limitaba a 39, de acuerdo a la ley judía. A este hombre debilitado que
reclamaba ser rey, los soldados comenzaron a escarnecer colocando una
túnica sobre sus hombros, una corona de espinas sobre su cabeza, y un palo
como cetro en su mano derecha. A seguidas le escupían y le golpeaban en la
cabeza. Más aun, cuando le arrebataron la túnica, probablemente reabrieron
las heridas.
La flagelación severa, con su intenso
dolor y apreciable pérdida de sangre, probablemente dejaron a Jesús en un
estado casi de shock. Más aun, la hermatidrosis había dejado su piel muy
sensible. El abuso físico y mental descargado por los judíos y los
romanos, así como la falta de alimentos, agua y descanso, también
contribuyeron a su estado general de debilidad. Por tanto, aún antes de la
crucifixión, la condición física de Jesús era por lo menos seria si no
crítica.
LA CRUCIFIXIÓN
Prácticas de Crucifixión
La crucifixión probablemente comenzó
entre los persas. Alejandro el Grande introdujo la práctica en Egipto y
Cartagena, y parece ser que los romanos aprendieron de ella de los
cartaginenses. A pesar de que los romanos no inventaron la crucifixión, la
perfeccionaron como forma de castigo y tortura diseñada para producir una
muerte lenta con máximo dolor y sufrimiento. Fue uno de los métodos de
ejecución más crueles y degradantes, y se reservaba únicamente para
esclavos, extranjeros, revolucionarios y los más viles criminales. La ley
romana usualmente protegía a los ciudadanos romanos de la ejecución, con
excepción tal vez de los soldados desertores.
En su forma inicial en Persia, la
víctima era atada a un árbol o a un poste, usualmente para evitar que sus
pies tocaran tierra santa. Luego se comenzó a usar una verdadera cruz.
Esta se caracterizaba por un poste (estípite) y un travesaño (patíbulum),
y tenía algunas variaciones. A pesar de que las evidencias arqueológicas e
históricas indican fuertemente que la cruz baja tipo Tau era preferida por
los romanos en la Palestina en el tiempo de Jesús, las prácticas de
crucifixión variaban frecuentemente en una región geológica particular y
de acuerdo con la imaginación de los verdugos, y la cruz Latina y otras
formas pudieron haber sido usadas.
Se acostumbraba obligar al hombre
condenado a cargar su propia cruz desde el poste de flagelación al lugar
de la crucifixión fuera de los muros de la ciudad. Este usualmente iba
desnudo, a menos que fuera prohibido por las costumbres locales. Debido a
que la cruz pesaba más de 300 libras (136 kilos), solo se llevaba el
travesaño. El patíbulum, que pesaba entre 75 y 125 libras (34 a 57 kilos),
era colocada sobre la nuca de la víctima y se balanceaba sobre sus dos
hombros. Usualmente se ataban los brazos extendidos al travesaño. La
procesión al lugar de la crucifixión era precedida por una guardia romana
completa, comandada por un centurión. Uno de los soldados cargaba un
letrero (titulus) en el cual se exhibía el nombre y el crimen del
condenado. Más adelante el titulus sería colocado sobre la cruz. El
guardia romana no dejaría a la víctima hasta estar segura de su muerte.
Fuera de los muros de la ciudad estaban
localizados, de manera permanente, los pesados estípites de madera sobre
las cuales se asegurarían los patíbulum. En el caso de la cruz tipo Tau,
esto se lograba mediante una junta de muesca y espiga, con o sin refuerzo
de sogas. Para prolongar el proceso de crucifixión, un travesaño o viga
horizontal frecuentemente se fijaba a mitad del estípite, sirviendo así
como asiento (sedile o sedulum). Solo raras veces, y probablemente luego
del tiempo de Cristo, se empleó un bloque de madera adicional
(suppedaneum) para la transfixión de los pies.
En el lugar de la ejecución, por ley se
le daba a la víctima un trago amargo de vino mezclado con mirra como leve
analgésico. El criminal era luego tirado al suelo sobre sus espaldas, con
sus brazos extendidos a lo largo del patíbulum. Las manos podían ser
clavadas o amarradas al travesaño, pero el clavado era preferido por los
romanos. Los restos arqueológicos de un cuerpo crucificado, encontrados en
un osario cerca de Jerusalén y fechados para el tiempo de Cristo, indican
que los clavos pinchos de hierro de punta agudizada de aproximadamente 5 a
7 pulgadas (13 a 18 centímetros) de longitud con sección cuadrada de 3/8
pulgadas (1 centímetro). Más aun, los descubrimientos de osarios y el
Sudario de Turin han documentado que comúnmente los clavos atravesaban las
muñecas en vez de las palmas de las manos.
Luego de fijar los brazos al travesaño,
el patíbulum y la víctima eran levantados juntos al estípite. En una cruz
bajita, cuatro soldados podían lograr esto con relativa facilidad. Sin
embargo, en una cruz alta, los soldados utilizaban ganchos de madera o
escaleras.
A seguidas de esto, los pies eran
fijados a la cruz por medio de clavos o sogas. Los descubrimientos de
osarios y el Sudario de Turin sugieren que el clavado era la práctica
preferida por los romanos. A pesar de que los pies podían ser fijados a
los lados del estípite o al descanso de madera (suppedaneum), usualmente
eran clavados en el lado frontal. Para lograr esto, habría sido necesario
flexionar las rodillas, y las piernas dobladas podían ser rotadas
lateralmente.
Cuando se completaba el clavado, el
títulus era fijado a la cruz, por clavos o cordones, sobre de la cabeza de
la víctima. Los soldados y los espectadores a menudo hacían burla y
escarnio al condenado; y los soldados acostumbraban a dividirse las ropas
entre sí. El lapso de supervivencia generalmente fluctuaba desde tres a
cuatro horas hasta tres o cuatro días, y parecía inversamente proporcional
a la severidad del flagelo. Sin embargo, aun cuando la flagelación pudiera
haber sido leve, los soldados romanos podían apresurar la muerte al
partirle las piernas debajo de las rodillas (crurifragium o skelokopia).
Era común que insectos se aposaran y se
metieran dentro de las heridas abiertas o los ojos, oídos y nariz de la
víctima moribunda, y que las aves de rapiña desgarrarían las carnes en
esos lugares. Más aun, era costumbre dejar los cadáveres colgados de la
cruz para ser devorados por animales salvajes. Sin embargo, según la ley
romana, la familia del condenado podía tomar el cuerpo para ser enterrado,
luego de obtener permiso del juez romano.
Como no se suponía que nadie
sobreviviera la crucifixión, el cuerpo no era entregado a la familia hasta
que los soldados romanos estuvieran seguros de que la víctima estaba
muerta. Se acostumbraba que uno de los guardas romanos clavara el cuerpo
con una espada o lanza. Tradicionalmente esto se había considerado como
una herida de lanza al corazón a través del lado derecho del pecho -una
herida fatal enseñada a la mayoría de los soldados. El Sudario de Turín
documenta esta forma de herida. Más aun, la lanza estándar de infantería,
de unos 5 a 6 pies (1.5 a 1.8 Mts) de longitud, podía fácilmente alcanzar
el pecho de un hombre crucificado en la acostumbrada cruz baja.
Aspectos Médicos de la Crucifixión
Con conocimientos de anatomía y de
prácticas antiguas de crucifixión, uno podría reconstruir los aspectos
médicos probables de esta forma de ejecución. Cada herida tenía la
intención de producir intensa agonía y las causas que contribuían a la
muerte eran múltiples.
La flagelación antes de la crucifixión
servía para debilitar al hombre condenado, y, si la pérdida de sangre era
considerable, producir hipertensión ortostática y aún shock hipovolémico.
Cuando la víctima era lanzada al suelo sobre sus espaldas, las heridas del
azote se reabrirían y se contaminarían con lodo. Más aun, con cada
respiración, las dolorosas heridas de las espaldas rozarían contra la
tosca madera del estípite. Como resultado de esto, la pérdida de sangre de
las espaldas continuaría probablemente durante la crucifixión.
Con brazos extendidos, pero no tensos,
las muñecas eran clavadas al patíbulum. Se ha demostrado que los
ligamentos y huesos de la muñeca pueden soportar el peso de un cuerpo
colgando de ellos, pero no las palmas de las manos. De esta forma, los
clavos eran probablemente clavados entre el radius y los carpales o entre
las dos hileras de huesos carpales, ya sea cerca o a través del fuerte
flexor retinaculum y los varios ligamentos intercarpales. A pesar de que
un clavo en cualquiera de los dos sitios en la muñeca podría pasar entre
los elementos óseos y así no producir fractura alguna, la posibilidad de
una herida periósea dolorosa es grande. Más aun, el clavo penetrado
destruiría el largo nervio sensorial motor. La afección de este nervio
produciría tremendas descargas de dolor en ambos brazos. Aunque la
laceración del nervio resultaría en parálisis parcial de la mano, las
contracciones isquémicas y el empalamiento de varios ligamentos por los
clavos podría provocar fuertes contracciones de la mano.
Comúnmente, los pies eran fijados al
frente del estípite por medio de un clavo de hierro clavado a través del
primer o segundo espacio intermetatarso, justo al lado de la junta
tarsometatarso. Es probable que el profundo nervio peroneo y
ramificaciones de los nervios medianos y laterales de la planta serían
heridos por el clavo. A pesar de que la flagelación producía considerable
pérdida de sangre, la crucifixión por sí misma era un procedimiento poco
sangriento, ya que ninguna de las arterias principales, excepto tal vez la
del arco de la planta, pasaban a través de los sitios anatómicos favoritos
de la transfixión.
El efecto principal de la crucifixión,
aparte del tremendo dolor, era la marcada interferencia con la respiración
normal, particularmente con la exhalación. El peso del cuerpo, jalando
hacia abajo por los brazos y hombros extendidos, tendía a fijar los
músculos intercostales en un estado de inhalación y por consiguiente
afectando la exhalación pasiva. De esta manera, la exhalación era
primariamente diafragmática, y la respiración muy leve. Es probable que
esta forma de respiración no sería suficiente y que pronto se produciría
la hipercarbia. El desarrollo de calambres musculares o contracciones
tetánicas, debido a la fatiga y la hipercarbia, afectarían aun más la
respiración.
Una exhalación adecuada requería que se
incorporara el cuerpo empujándolo hacia arriba con los pies y flexionando
los codos y aductando los hombros. Sin embargo, esta maniobra colocaría el
peso total del cuerpo en los tarsales y causaría tremendo dolor. Más aun,
la flexión de los codos causaría rotación en las muñecas en torno a los
clavos de hierro, y provocaría enorme dolor a través de los nervios
lacerados. El levantar el cuerpo rasparía dolorosamente las espaldas
contra el estípite. Los calambre musculares y la parestesia de los brazos
abiertos y doblados agregarían al malestar. Como resultado de esto, cada
esfuerzo de respiración se volvería agonizante y fatigoso, y eventualmente
llevarían a la asfixia.
La causa real de muerte por crucifixión
era multifactorial y variaba en cada caso, pero las dos causas más
prominentes eran probablemente el shock hipovolémico y asfixia por
agotamiento. Otros factores contribuyentes incluían la deshidratación,
arritmia causada por tensión, y paro cardíaco causado por congestión con
rápida acumulación de efusiones pericardias o pleurales. La crucifractura
(quebrando las piernas debajo de las rodillas), si se ejecutaba, resultaba
en muerte por asfixia en pocos minutos. La muerte por crucifixión era, en
todo el sentido de la palabra, intolerable.
La Crucifixión de Jesús
Cerca de las 9 am, luego de la
flagelación y el escarnio, los soldados romanos volvieron a poner las
ropas a Jesús y le llevaron a El y a los dos ladrones para ser
crucificados. Aparentemente Jesús estaba tan debilitado por la flagelación
que no podía cargar el patíbulum desde el pretorio al lugar de la
crucifixión, a un tercio de milla (600 a 650 metros) de distancia. Simón
de Cirene fue llamado a cargar la cruz de Cristo, y el procesional se
dirigió al Gólgota (o Calvario), un lugar establecido para crucifixión.
Una vez allí, se le removió la ropa a
Jesús, con excepción de un taparrabo de lino, de esta manera reabriéndole
las heridas de azote. Luego se le ofreció un trago de vino mezclado con
hiel, pero, luego de probarlo, lo rechazó y no quiso beber. Finalmente
Jesús y los dos ladrones fueron crucificados. A pesar de que se hacen
referencias bíblicas de clavos en las manos, estas no contradicen las
evidencias arqueológicas de heridas de muñecas, ya que los antiguos solían
considerar la muñeca como parte de la mano. El títulus fue colocado sobre
la cabeza de Jesús. No esta muy claro si Jesús fue crucificado en una cruz
tipo Tau o en una cruz latina; los descubrimientos arqueológicos favorecen
la última, y la antigua tradición la primera. El hecho de que a Jesús más
tarde se le ofreció un trago de vinagre en una esponja colocada en una
vara de una planta de hisopo (unas 20 pulgadas o 50 cms de largo),
fuertemente sugieren que Jesús fue crucificado en una cruz baja.
Los asistentes civiles escarnecían a
Jesús durante la crucifixión, y los soldados echaron suertes sobre sus
ropas. Cristo habló siete veces desde la cruz. Debido a que el habla
ocurre durante la exhalación, estas frases cortas deben haber sido
particularmente difíciles y dolorosas. A eso de las 3 pm del viernes,
Jesús clamó a gran voz, inclinó la cabeza y murió. Tanto los soldados como
los testigos presentes reconocieron el momento de su muerte.
Como los judíos no querían que los
cuerpos permanecieran en la cruz después del atardecer, el comienzo del
día de reposo, pidieron a Poncio Pilato que adelantara la muerte de los
tres crucificados. Los soldados quebraron las piernas de los dos ladrones,
pero cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le
partieron las piernas. En lugar de esto, uno de los soldados le atravesó
el costado, probablemente con una lanza de infantería, lo cual produjo un
flujo repentino de sangre y agua. Más tarde, ese mismo día, el cuerpo de
Jesús fue bajado de la cruz y colocado en una tumba.
LA MUERTE DE JESUS
Dos aspectos de la muerte de Jesús han
sido causa de una gran controversia. Uno es la naturaleza de la herida en
el costado, y el otro es la causa de muerte luego de solo varias horas en
la cruz.
El evangelio de Juan describe la herida
en el costado de Jesús y enfatiza la súbita efusión de sangre y agua.
Algunos autores han interpretado la efusión de esta agua como ascites u
orina, de una perforación de la vejiga a nivel abdominal medio. Sin
embargo, el término griego (pleura) usado por Juan claramente denota
lateralidad y frecuentemente implica las costillas. Por tanto, parece
probable que la herida fue en el torax y muy distante a la línea media
abdominal.
A pesar de que el lado donde se produjo
la herida no fue indicado por Juan, tradicionalmente se ha mostrado en el
lado derecho. En apoyo a esta tradición esta el hecho de que una gran
efusión de sangre es más viable con una perforación del atrium o
ventrículo derecho distendido. A pesar de que el lado de la herida nunca
podrá ser establecido con seguridad, el derecho es más probable que el
izquierdo.
El escepticismo en aceptar la
descripción de Juan ha surgido por la dificultad de explicar, con
precisión médica, la efusión tanto de sangre como de agua. Parte de esta
dificultad se crea al asumir que la sangre apareció primero, y luego el
agua. Sin embargo, en el griego antiguo, el orden de las palabras
generalmente denotaba prominencia y no necesariamente secuencia en el
tiempo. Por tanto, parece probable que Juan estaba enfatizando la
prominencia de la sangre en lugar de su aparición antes del agua.
Por consiguiente, el agua probablemente
representaba fluido pleural y pericardial, y habría precedido la efusión
de sangre, siendo también menor en volumen que esta. Tal vez, en la
generación de la hipovolemia y el inminente paro cardíaco, se habrían
desarrollado efusiones pleurales y pericardias y habrían agregado al
volumen del agua aparente. La sangre, por contraste, podría haberse
originado del atrium o ventrículo derecho, o tal vez del hemopericardium.
La muerte de Jesús luego de solo tres a
seis horas en la cruz sorprendió hasta Poncio Pilato. El hecho de que
Jesús clamara a gran voz y luego inclinara la cabeza y muriera sugiere la
posibilidad de un evento catastrófico terminal. Una explicación popular es
que Jesús murió de ruptura cardíaca. En el escenario de la flagelación y
la crucifixión, con estados asociados de hipovolemia, hipoxemia y un
estado coagulable alterado, se habrían formado vegetaciones trombótica no
infectivas en la válvula aórtica o mitral. Estas podrían haberse filtrado
por la circulación coronaria, produciendo así una aguda infarción
transmural del miocardio. Aunque poco común, podría haber ocurrido una
ruptura de la pared libre ventricular en las primeras horas luego de la
infarción.
Sin embargo, hay otra explicación más
probable. La muerte de Jesús pudo haberse precipitado sencillamente por su
estado de agotamiento y por la severidad de la flagelación, con su
consecuente pérdida de sangre y estado preshock. El hecho de que El no
pudo cargar su patíbulum apoya esta interpretación. La causa real de la
muerte de Jesús, así como la de otras víctimas de crucifixión, pudo haber
sido multifactorial y relacionada primariamente a shock hipovolémico,
asfixia por agotamiento, y agudo paro cardíaco. Una arritmia cardíaca
fatal pudo haber sido la causa del evento catastrófico terminal.
Por tanto, no se puede dejar por
sentado si Jesús murió de ruptura cardíaca o falla cardiorespiratoria. Sin
embargo, el hecho a resaltar no es cómo El murió, sino si murió. Esta
claro que el peso de las evidencias históricas y médicas indican que Jesús
estaba muerto antes de producirle la herida en su costado, y soporta el
punto de vista tradicional que la lanza clavada entre sus costillas
derechas, perforó no solo el pulmón derecho sino también el pericardio y
el corazón, asegurando así su muerte. Por consiguiente, las
interpretaciones basadas en la suposición de que Jesús no murió en la cruz
parecen estar en contraposición con los conocimientos médicos modernos.
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