·Prefacio
·Capítulo 1: El Dios Vivo y Verdadero
·Capítulo 2: Los Decretos de Dios
·Capítulo 3: Los Decretos de Dios y la libertad del hombre
·Capítulo 4: Qué es la Predestinación
·Capítulo 5: La Biblia y la Predestinación
·Capítulo 6: Objeciones a la Predestinación
·Capítulo 7: La Creación y la Providencia de Dios
·Capítulo 8: La Providencia de Dios
·Capítulo 9: Los Milagros
·Capítulo 10: ¿Creó Dios al Hombre?
·Capítulo 11: ¿Cómo Creó Dios al Hombre?
·Capítulo 12: La Imagen de Dios en el Hombre
·Capítulo 13: El Pacto de Vida
·Capítulo 14: La Caída del Hombre
·Capítulo 15: ¿Qué es el Pecado?
·Capítulo 16: La Majestad de la Ley de Dios
·Capítulo 17: ¿Está el Género Humano Perdido en el Pecado?
·Capítulo 18: Consecuencias de la Caída del Hombre
·Capítulo 19: ¿Qué es el Pecado Original?
·Capítulo 20: Pecadores Salvados por la Gracia
PREFACIO
Este libro comprende la segunda parte de una serie de charlas radiofónicas que el autor pronunció en una emisora estadounidense, bajo los auspicios del Seminario Teológico Westminster. Philadelphia. La primera parte, publicada en febrero de 1936 con el título La Fe Cristiana y el Mundo Moderno, trató de la autoridad de la Biblia y de la doctrina bíblica de Dios. Este volumen trata de la doctrina bíblica del hombre, también de los temas conexos de los decretos de Dios y de la predestinación. Una parte considerable de la exposición versa acerca de lo que la Biblia dice en cuanto al pecado.
El libro no pretende en modo alguno ser original. Todo él se ha inspirado en los maestros de la Teología Reformada en especial en Charles Hodge. A.A. Hodge, B.B. Warfield y Geerhardus Vos también se debe agradecido reconocimiento a Caspar Wistar Hodge, de quien, al igual que de Warfield y Vos, el autor fue discípulo. El autor cree que la Fe Reformada debería predicarse, además de enseñarse en las aulas, g que la necesidad de dicha predicación es manifiesta sobre todo en estos tiempos. El autor trata de predicarla en este librito, y predicarla en forma muy específica a nuestra generación.
El libro no es, en realidad, una colección de sermones. Sus varios capítulos siguen una secuencia lógica y tratan de desarrollar un tema central. Pero sí trata de hacer ver que la doctrina reformada acerca del hombre, y en especial acerca del pecado y la gracia, no es algo que es útil sólo para el teólogo sino que es un asunto de importancia sumamente vital para todo hombre.
Vaya mi agradecimiento al Rev. Edwin H. Rian, de la Junta Directiua del Seminario Westminster, a quien se debe que comentara y continuara las charlas radiofónicas. El autor también se siente agradecido a sus colegas de la facultad del Seminario Teológico Westminster, cuyos consejos y asesoramiento generoso le han sido de un gran valor en más de un punto.
J. Gresham Machen
NOTA : Este volumen, con el prefacio que antecede, el actor mismo lo completó y envió al editor antes de morir. No ha sido sino una labor liviana nacida del amor por parte de estos sus colegas de la facultad del Seminario Teológico Westminster el cuidar que el Libro viera la luz.
John Murray
Paul Woolley
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EL DIOS VIVO Y VERDADERO
A1 comenzar a reflexionar acerca de la visión cristiana del hombre y de los decretos de Dios que sustentan la existencia del hombre, sin duda nos encontramos en medio de un mundo perturbado. Vivimos en tiempos de cambios vertiginosos. Menos de veinte años después de una guerra que se supuso haber sido en defensa de la democracia, esta democracia se halla casi en todas partes en estado precario y la libertad va rápidamente camino a la total desaparición. ¿ Quién habría pensado, hace veinte años, que al cabo de un período de tiempo tan breve la libertad de expresión y la de prensa iban a estar completamente exterminadas en grandes sectores de Europa occidental? ¿Quién habría pensado que Europa se fuera a hundir tan pronto en unas tinieblas peores que las medievales ?
Norteamérica no ha sido una excepción en cuanto a tal decadencia. La libertad se ve amenazada, y se cierne sobre nosotros en un futuro próximo el espectro de la vorágine sin esperanza de un estado colectivista.
No cabe duda de que si consideramos al mundo como a un todo, nos vemos obligados a reconocer que los fundamentos de la libertad y la honestidad están sufriendo un deterioro progresivo y que los lentos logros de siglos son arrinconados temerariamente.
En una época como esta de cambios caleidoscópicos, ¿ existe algo que siga inmutable? Cuando tantas cosas han demostrado no merecer nuestra confianza, ¿hay algo en que podamos confiar?
Hay por lo menos un punto claro no podemos confiar en la Iglesia. La Iglesia visible, la Iglesia tal como existe en la actualidad sobre la tierra, ha caído demasiado a menudo en el error y el pecado.
No, no podemos acogernos a la Iglesia en nuestro desengaño con el mundo.
Pero entonces, ¿hay algo a que podamos acogernos ? ¿ Existe algo que permanezca inmutable cuando tantas cosas cambian ?
Para esta pregunta tengo una respuesta bien concreta. Se contiene en un versículo tomado de la profecía de Isaías: "Sécase la hierba, marchitase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre." Hay muchas cosas que cambian, pero hay una que no cambia. Es la Palabra del Dios vivo y verdadero. El mundo sufre decadencia, la Iglesia visible ha apostatado en forma considerable; pero cuando Dios habla podemos confiar en El, y su Palabra perdura para siempre con garantía absoluta.
¿ Dónde ha hablado Dios ? ¿ Dónde podemos encontrar la Palabra de Dios ? Traté de responder a esto en la primera parte de esta serie de charlas, que ha sido publicada con el título de La Fe Cristiana en el Mundo Moderno. Encontramos la Palabra de Dios en la Biblia. No decimos solamente que la Biblia contiene la Palabra de Dios; afirmamos que la Biblia es la Palabra de Dios. En una época de agitación y angustia, y en medio de las dudas y debilidades de nuestras vidas, podemos acogernos con confianza absoluta a ese Libro.
Cuando decimos que la Biblia es la Palabra de Dios, queremos significar en realidad algo muy concreto. Queremos decir que la Biblia es verdadera.
Queremos decir que los escritores de la Biblia, además de todos los requisitos providenciales que Poseyeron para su tarea, recibieron un impulso y asistencia inmediatos y sobrenaturales por parte del Espíritu de Dios, impulso y dirección que hicieron que se vieran libres de los errores que se encuentran en los otros libros. Como resultado de ello, este libro, la Biblia, es completamente verdadero en todo lo que dice acerca de cuestiones de hecho y tiene una autoridad absoluta en lo que ordena. Esta es la gran doctrina de la inspiración plenaria o total de la Sagrada Escritura.
Esta doctrina, al contrario de lo que a menudo se le ha imputado, no violenta la originalidad y personalidad del escritor bíblico ; y no quiere decir que se convirtieran en simples autómatas que no sabían qué hacían. Sí significa, en cambio, que la acción del Espíritu Santo en la inspiración fue sobrenatural. No fue una simple acción providencial de Dios, ni el simple empleo por parte de Dios de los recursos del universo que había creado ; fue una interferencia benévola y gratuita en el curso de la naturaleza por parte del poder inmediato de Dios.
Esta doctrina significa que la Biblia es obra de Dios y no del hombre. Otros libros dan la idea que aconsejan en cuanto a lo bueno y lo malo; este libro sólo aconseja acerca de lo bueno, o más bien da mandatos precisos que nos llegan con la plena autoridad del Dios soberano.
Esta serie de charlas que ahora comenzamos se basa en esta visión elevada de la Biblia. Trataré de examinar la Biblia con ustedes a fin de descubrir qué ha dicho Dios, no un simple hombre.
En esta presentación de lo que Dios nos ha dicho en la Biblia espero de verdad no carecer de sincera compasión por el hombre que no cree en lo que yo creo ; espero no carecer de simpatía por el que duda. Espero poderle mostrar a ese hombre en el curso de mis conversaciones que algunas de las objeciones contra las enseñanzas de la Biblia, moneda corriente entre nuestros contemporáneos, se basan en un malentendido de lo que la Biblia dice o en una falta de examen de pruebas importantes que confirman la verdad de la Biblia. Pero todo esto no debería confundir lo que trato de hacer. No intento presentarles lo que he descubierto por mí mismo ni tampoco ayudarles a descubrir cocas por ustedes mismos, sino que les pido que escuchen conmigo lo que Dios nos ha dicho en su Palabra.
En la serie de la que ésta que hoy iniciamos es continuación, ya comencé a hablarles acerca de lo que Dios nos ha dicho en su Palabra.
La revelación de Dios que se contiene en la Biblia, dijimos, no es la única revelación que Dios ha hecho. Dios se ha revelado por medio del universo que ha hecho. "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos." También se ha revelado Dios por medio de su voz en nosotros, la voz de la conciencia. "Cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley, son ley para sí mismos." La Biblia pone el sello de aprobación en lo que se puede llamar "religión natural."
Pero la revelación de Dios por medio de la naturaleza no es la única revelación que Dios ha dado. Además de ella ha dado una revelación que se llama "sobrenatural" por razón de su naturaleza superior.
Esta revelación sobrenatural se necesitaba por dos razones.
En primer lugar, la revelación de Dios por medio de la naturaleza se había ido ocultando a los ojos de los hombres por razón del pecado. Las maravillas del mundo de Dios hubieran debido hacer que los hombres adoraran y glorificaran al Creador, pero su necio corazón se entenebreció. La voz de la conciencia hubiera debido decides con claridad qué era bueno y qué era malo, pero la conciencia de los hombres se había insensibilizado como cauterizada. Por ello el hombre pecador necesitaba una confirmación nueva y clara de lo que la naturaleza y la conciencia decían.
En segundo lugar y esto es todavía más importante que lo advirtamos el hombre como pecador necesitaba que se le revelaran acerca de Díos ciertas cocas de las que la naturaleza y la conciencia no ofrecían ni el más mínimo indicio. Necesitaba que se le revelara la gracia de Dios. El pecado no sólo lo había cegado sino también perdido. Se hallaba bajo su culpa y maldición. Se encontraba bajo su poder. Necesitaba que se le indicara la forma en que Dios lo había salvado. La naturaleza nada decía en cuanto a esto. El conocimiento de ello sólo le podía llegar al hombre pecador en una manera que fuera sobrenatural en el sentido más estricto.
¡Qué maravillosamente rica es la revelación sobrenatural que se encuentra en la Biblia! ¡Cuánto supera a la revelación de Dios por medio de la naturaleza! Toda la doctrina de la Trinidad, la aparición y obra del Señor Jesucristo, la aplicación de la obra de Cristo por medio del Espíritu Santo, la promesa gloriosa de un mundo venidero todo esto no se nos manifiesta por medio de la naturaleza ; se nos dice en la Biblia y en la Biblia únicamente. Se nos comunican con una revelación que no es natural sino sobrenatural.
En la serie anterior, comencé a hablarles acerca de esta revelación. Les expuse la gran doctrina bíblica del Dios trino. Hay un solo Dios, pero en tres personas Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En la médula misma de esa presentación de la doctrina de la Trinidad en la Biblia, según vimos, está la enseñanza referente a la divinidad de Jesucristo.
Hace unos mil novecientos años, vivió en Palestina una persona llamada Jesús.
Acerca de El hay dos opiniones.
Unos lo consideran simplemente como un gran genio religioso, como el fundador de una de las grandes religiones mundiales, como hombre que no mezcló su propia persona con el evangelio, que no exigió que los hombres tuvieran ninguna idea especial acerca de El sino que sencillamente les proclamó a Dios el Padre, que no pidió que los hombres tuvieran fe en El sino sólo en Dios de la misma forma que él había tenido fe en ese Dios. Según los que tienen esta idea Jesús fue tan sólo un maestro y ejemplo, el que abrió para el género humano una senda nueva hasta Dios. Esta es la idea de los incrédulos.
Pero hay otra idea acerca de Jesús. Según ella, la persona conocida en la historia como Jesús de desde toda la eternidad. Era infinito, Dios eterno a inmutable. Por medio de E1 fue hecho este vasto universo. Vino a este mundo por su propia voluntad. Tomó nuestra naturaleza, y .nació como hombre a fin de poder redimir a su pueblo en la cruz. Cuando vivió en la tierra, se ofreció a los hombres como objeto de fe, y no les pidió que tuvieran tan sólo fe en Dios como la que él mismo tenía, sino creyeran en El. Hizo depender la salvación de la fe en El. Murió en la cruz como sacrificio para satisfacer a la justicia divina y reconciliarnos con Dios. Es Dios y hombre en dos naturalezas distintas y una sola persona, y esto para siempre. Volverá y lo veremos con nuestros propios ojos. Esta idea de Jesús es la de los cristianos.
Vimos que esta perspectiva cristiana de Jesús es la que enseña en la Biblia, y es la que Jesús mismo enseñó en cuanto a su persona.
¿Se presentó Jesús a sí mismo mientras estuvo en la tierra sólo como ejemplo para la fe de los hombres ? ¿ Dijo tan sólo : "Creed en Dios de la misma forma que yo creo en El? ¿Fue indiferente a lo que los hombres pensaran de El ?
Estos interrogantes son fáciles de contestar si tomamos el relato bíblico acerca de Jesús como un todo. El Jesús que se presenta en forma total en la Biblia es evidente que se ofreció a sí mismo a los hombres como objeto de fe, y que hizo de la fe en su persona algo esencial para conseguir la vida eterna.
Pero los incrédulos no aceptan la presentación completa de la Biblia acerca de Jesús. Bien, entonces, le diré al amigo incrédulo : "Aquí times un Nuevo Testamento. Tómalo y escoge el pasaje que quieras para demostrarme que lo forma de pensar acerca de Jesús es la adecuada. Sé que no lo gustan los pasajes que yo lo cito. Veamos, pues, qué dicen los pasajes que tú escoges."
En nuestra serie anterior de charlas vimos que cuando se invita al incrédulo a que escoja un pasaje, lo más probable es que recurra al Sermón del Monte. En él, dicen los incrédulos, tenemos a un Jesús no teológico, a un Jesús que dio mandatos elevadísimos y dio a entender que estos mandatos se podían obedecer fuera cual fuere la idea que los hombres tuvieran acerca de El. No cesan de decirnos esto. La teología, se nos dice, .no es lo importante, ni siquiera la teología que se ocupa de Jesucristo. Si, prosiguen, los hombres se decidieran tan sólo a hacer lo que Jesús dice en el Sermón de la Montaña, sería macho mejor que llegar a algunos acuerdos en cuanto a El o al significado de su muerte.
"Bien," le diré a ese amigo incrédulo, "tomemos sólo ese pasaje que has escogido, veamos sólo el Sermón de la Montaña, y examinemos si realmente presenta lo idea de Jesús, si en realidad nos presenta un Jesús que fuera tan sólo un maestro y ejemplo y que no pidió a los hombres que tuvieran ninguna idea específica elevada en cuanto a El.
Esto hicimos en nuestra última serie. Tomamos el Sermón de la Montaña pare examinarlo desde esa perspectiva. ¿Y qué descubrimos? ¿Descubrimos un Jesús que no identificó su persona con el evangelio que predicaba y que no se preocupó de lo que los hombres pensaran de El!
Respondimos en forma rotundamente negativa. Lo que describimos en el Sermón de la Montaña fue un Jesús que en la forma más sorprendente otorgaba las recompenses en el Reino de Dios, un Jesús que situó sus mandatos en completa paridad con los de Dios en el Antiguo Testamento, un Jesús que no dijo como los profetas, "Así dice el Señor," sino que dijo, "Mas Yo os digo," un Jesús que llamó bienaventurados a los que mantuvieran una determinada relación con Él "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo" un Jesús que dijo de sí mismo que un día se sentaría en el mismo tribunal de Dios tiara determinar el destino final de las hombres de forma que a unos los enviaría al castigo eterno y a los otros a la vide perdurable.
No, en el Sermón de la Montaña no podemos hallar ningún indicio que nos permita eludir al Cristo del resto del Nuevo Testamento. No hallamos en dicho pasaje por favorito que sea de los incrédulos ningún Jesús simplemente humano que se mostrara indiferente a lo que los hombres pensaran de E1 y que les pidiera tan sólo que lo tomaran como ejemplo suyo que siguieran sus pisadas en la senda hacia Dios. Encontramos en ese pasaje al igual que en cualquier otro pasaje a un Cristo y a uno solo el Cristo que fue verdadero hombre y verdadero Dios.
Si, por otra parte encontráramos de hecho en el Nuevo Testamento el Cristo que algunos buscan, un simple líder y ejemplo, un simple descubridor de la senda que conduce hasta Dios, ¿qué bien haría este Cristo a nuestras almas ? ¿ Qué bien produciría un simple guía y ejemplo a quienes, como nosotros, estamos muertos en nuestras transgresiones y pecados y nos hallamos bajo la justa ira y maldición de Dios ?
Recuerdo que hace unos cuantos años dirigí la palabra a una asamblea que se reunió en Philadelphia pare estudiar el tema "La Responsabilidad de la Iglesia en esta Nueva Era." Uno de los oradores, que no era cristiano quiero decir que ni siquiera se profesaba cristiano dijo unas cuantas cosas muy agradables en cuanto a Jesús. Pero el punto culminante de su perorata fue la cite de las palabras de Jesús tomadas del Antiguo Testamento referentes al error de Dios y del prójimo: "Amarás al Señor lo Dios con todo lo corazón, y con toda lo alma, y con toda lo mente, y amarás a lo prójimo como a ti mismo."
"¿Acaso esto, que no es ningún dogma, no es suficiente pare cualquiera?" dijo el orador.
Desde luego que lo es un dogma o doctrina, sino un mandamiento. ¿Pero tuvo razón el orador en pretender que es suficiente para cualquiera; y si tuvo razón en esto, por qué los cristianos insistimos en agregarle doctrinas entre las que figura la de la divinidad de Cristo? ¿Por qué ,no nos contentamos con decir, "Amarás al Señor lo Dios, y amarás al prójimo como a tí mismo"? ¿ Acaso no es suficiente para cualquiera ?
¿Cuál es la respuesta desde el punto de vista cristiano ? Es muy sencilla. Sí, no cabe duda de que el gran mandamiento doble de Jesús, "Amarás al Señor lo Dios con todo lo corazón, y con toda lo alma, y con toda lo mente, y amarás al prójimo como a ti mismo" es más que suficiente para cualquiera. Ah, pero el caso es amigos, que es demasiado. Ahí está el problema. Esta es la única razón de por qué somos cristianos. Este mandamiento estupendo de Jesús es demasiado riguroso ; es tan riguroso que no hemos acertado a cumplirlo. Si hubiéramos amado a Dios y a nuestro prójimo, en la forma elevadísima que requirió Jesús, todo habría estado bien; nada aparte de esto habríamos necesitado ; no habríamos necesitado ninguna doctrina de la Cruz de Cristo porque no habríamos necesitado ninguna cruz de Cristo ; no habríamos necesitado ninguna doctrina de la persona de Cristo Dios y hombre en dos naturalezas distintas y una sola persona porque no habría habido necesidad de que Cristo se hiciera hombre. Hubiéramos sido justos, y no se hubiera necesitado un Salvador.
Pero el hecho es que somos pecadores. Esta es la razón de que necesitemos algo más que un maestro, que un ejemplo, que un legislador. Por esto necesitamos lo que los incrédulos desprecian por considerarlo simple doctrina pero que nosotros preferimos llamar el evangelio. Por esto nos aferramos con toda nuestra alma a las grandes doctrinas bíblicas de la persona y obra de Jesucristo.
Supongan que yo hubiera escuchado a Jesús sólo como a gran ejemplo y legislador. Supongan que yo hubiera oído que decía, "Amarás al Señor lo Dios y al prójimo como a tí mismo"; supongan que lo hubiera oído decir, en el Sermón de la Montaña, "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios." ¿ Qué podría decirle entonces ? Le diría : "Te doy las gracias, Jesús ; esto es lo que necesitaba saber; estoy tan feliz de saber que si amo a Dios y a mi prójimo y soy limpio de corazón todo irá bien y entrar é en el Reino de Dios."
Amigos míos, lo cierto es que no sé qué diría, aunque desde luego no sería nada parecido a esto. Sólo podría decir, después de escuchar los mandamientos de Jesús : "Ay, estoy perdido ; no he amado a Dios ni al prójimo; no he sido limpio de corazón; soy pecador; Jesús, ¿no tienes nada, aparte de tus exigentes mandamientos, para decirme ?
Cuando me llego a Jesús de este modo como pecador, confesándole que no he obedecido sus mandamientos y que no tengo nada que ofrecerle sino que soy completamente indigno y desvalido, ¿ tiene algo que decirme ? Se limita a decir : "Ya has oído mis rigurosos mandamientos ; esto es todo lo que tengo que decirte ; este es todo el evangelio que tengo para ofrecerte ; esta es toda la doctrina que necesitas."
No, gracias a Dios, esto no es todo lo que tiene par darme ese frío consuelo de un mandamiento que no he cumplido ni puedo cumplir. Me da algo más que esto. Se me da a sí mismo. Se me ofrece a sí mismo en la Biblia como mi Salvador que murió por mí en la cruz y que ahora vive como aquel en quien puedo confiar. Se me ofrece a sí mismo en las grandes doctrines de su persona y obra. Si hubiera sido distinto, no habría podido salvarme y yo no podría confiar en él pare que me salve. Pero como es el mismo Dios, me pudo salvar y me salvó y el Espíritu Santo me ha unido a El por medio de la fe.
¿Lo ven, amigos? Esta es la razón de que el cristiano insista en la doctrine de la divinidad de Cristo. No la considera como algo puramente académico, sino que recurre a ella como náufrago que se aferra a la tabla que lo puede salvar de ahogarse. Ningún Cristo inferior al del Evangelio podía salvarnos ; este Cristo solo pudo salvarnos de la muerte eterna.
Desde esta perspectiva vamos a enfocar lo que esperamos exponer en las charlas siguientes. La doctrine presentada en la Biblia no es pare nosotros un asunto de interés curioso ; no es algo pare ser relegado a los seminarios o aulas. Es un asunto de importancia trascendental ; es un asunto de vide o muerte. Nos hallamos al borde de la eternidad. Somos pecadores. Merecemos la ira y maldición de Dios. Nuestra esperanza radica sólo en lo que Dios nos ha dicho en su Palabra. Escuchémosla mientras tenemos tiempo.
***
2: LOS DECRETOS DE DIOS
En este capítulo deseo comenzar a hablarles de lo que Dios hace.
Pero antes de hablar de qué hace Dios, lo primero que hay que preguntarse es si Dios puede en realidad hacer algo. Hay muchas maneras de ver a Dios que en realidad le niegan por completo el poder de obrar. Si, por ejemplo, Dios no es más que una fuerza ciega, o un simple nombre que damos al universo en su totalidad, o si es tan sólo el nombre que aplicamos a una parte del universo, o un simple símbolo que expresa las aspiraciones más elevadas de la humanidad, entonces no se podría decir que obra más que en un sentido muy impreciso. Hablando en rigor sólo las personas actúan, y cuando venimos a hablar de Dios como obrando, lo hacemos porque descartamos todas las concepciones impersonales respecto a El y lo consideramos, tal como la Biblia hace, como persona.
Como Dios es persona, es libre. La libertad es una característica de la personalidad. Una máquina no es libre ; el agua que fluye por el canal que ha sido construido para encauzarla no es libre ; una planta no es libre. Pero la persona es libre para actuar o no actuar, para actuar de un modo o de otro. Como Dios es una persona también es libre. En realidad, es libre hasta un grado que ninguna persona finita puede igualar.
Pero cuando decimos que Dios es libre es muy importante que entendamos exactamente qué queremos decir y qué .no queremos decir.
Queremos decir que sus acciones son muy inciertas, de tal modo que es siempre imposible estar seguro de antemano si actuará o no y de qué forma lo hará ? ¿ Queremos decir que su voluntad es una especie de balanza que se inclina hacia un lado o a otro sin razón alguna ? ¿ Queremos decir que no existe nada a lo que tengan que conformarse sus acciones o que las ate en algún modo?
Creo que con no mucha reflexión llegaremos a convencernos de que no podemos en modo alguno querer decir esto. Si hubiéramos querido decirlo nos veríamos obligados a afirmar que Dios podría violar el pacto que hizo con su pueblo o hacer cualquier otra bajeza semejante. Pero si hay algo cierto es que Dios nunca hará algo de este estilo. Me parece que no es un error afirmar que no puede hacer nada semejante.
¿ Por qué no puede hacer esta clase de acciones ? ¿ Por qué hay algo desde fuera que le impide hacerlas? ¿Por qué si las hace alguien en alguna parte discutirá sus acciones ? Ciertamente que no. Nada obliga a Dios ; es soberano absoluto ; puede hacer lo que quiera ; nadie puede decirle, "¿ Qué haces ?"
Con todo, es absolutamente cierto que, cuando hay que decidir entre una obra buena y una mala, El escomerá la buena y rechazará la mala. De hecho, ,nada hay más cierto que esto. En esta certeza se basan todas las demás certezas. Es absolutamente imposible que Dios haga algo malo.
¿Por qué es imposible? La respuesta es fácil. Le es imposible hacer algo malo porque sería contradecir su propia naturaleza. "Dios es un Espíritu infinito, eterno, inmutable, en su ser, sabiduría, poder, santidad, justicia, bondad y verdad." Estos son sus atributos ; sin ellos no sería Dios; estos atributos condicionan todas sus acciones. Nunca, ni en la más insignificante acción que realice, se apartará ni un milímetro de esa norma perfecta que la perfección de su propia naturaleza establece.
Creo que esto es lo que quiso decir uno de mis maestros cuando afirmó, si recuerdo bien sus palabras, que Dios es el ser más constreñido que existe. Su propia naturaleza lo constriñe. Es infinito en su sabiduría ; por tanto nunca puede hacer algo que no sea sabio. Es infinito en su justicia; por tanto nunca puede hacer algo injusto. Es infinito en su bondad; por tanto nunca puede hacer algo no bueno. Es infinito en su verdad ; por tanto es imposible que mienta.
También las acciones del hombre están en cierto modo definidas. Nacen de su naturaleza. La experiencia no deja de enseñárnoslo. Pero la Biblia lo enseña todavía con mayor claridad. "No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos." El hombre es libre para decidir en el sentido de que no hay nada externo que lo fuerce. Pero sus actos no son libres si por libertad entendemos libre de lo que su propio carácter determina.
Así ocurre también en el caso del Ser supremo, de la Persona suprema, Dios. Sus actos son libres en el sentido de que nada exterior a El los determina. Pero sí los determina su propia naturaleza. Siempre serán santos, justos y buenos, porque El es santo, justo y bueno.
En realidad, los actos de Dios dependen mucho más de su propia naturaleza que los del hombre de la suya. Las acciones del hombre nacen de su naturaleza. Sí, pero la naturaleza del hombre puede cambiar ; Dios puede cambiarla. Pero en el caso de Dios esta posibilidad está excluida ; Dios es infinito, eterno a inmutable. Nunca, nunca, nunca, por tanto nunca ni por la más inverosímil de las posibilidades puede realizar una acción que no sea santa, sabia, poderosa, justa, buena y verdadera.
Sus actos, por tanto, son más libres que los de las personas finitas porque nunca, ni directa ni indirectamente, nada exterior a la Persona misma puede determinarlos, lo cual sí es posible en el caso de las personas finitas ; y están más directamente determinados que los de las personas finitas porque nunca por ninguna posibilidad puede cambiarse la naturaleza de la Persona misma.
Así pues, es muy importante que caigamos en la cuenta de que la libertad de los actos de Dios no quiere decir que pueda haber alguna posibilidad de que no armonicen con la naturaleza de Dios.
Pero hay otra cosa que es importante que advirtamos en cuanto a lo que no significa que los actos de Dios sean libres. No quiere decir que sus actos no tengan un propósito ; no quiere decir que no dependan de los fines que Dios busca.
También en esto hallamos una analogía verdadera entre la libertad de Dios y la de las personas finitas. Tomemos la persona finita que mejor conocemos el hombre. ¿ Qué el hombre sea libre quiere decir que actúe independientemente de los motivos ? ¿ Quiere decir que cuando un hombre escoge hacer algo en vez de otra cosa nada lo determina ? Bien, algunos al parecer han creído que es así. Pero no cabe duda de que están equivocados. No cabe duda de que las acciones de una persona, precisamente porque son libres, y no antojos sin sentido de la suerte ciega, están determinadas por motivos. Cuando alguien se halla en una encrucijada importante de la vida, sopesa los pros y los contras, y luego a la luz de este examen, de las ventajas de una decisión o de la otra, actúa. Esta acción de los motivos en determinar la actuación del hombre es precisamente lo que hace que dicha actuación sea verdaderamente personal y por ello la hace en el verdadero sentido de la palabra "libre."
Si pues una persona finita, el hombre, en sus acciones verdaderamente personales, se ve determinado por los motivos, algo semejante es también verdad de la Persona infinita, Dios. Dios también busca ciertos fines cuando actúa. No hay que pensar que su voluntad estuviera oscilando a ciegas como en una especie de vacío, sin relación ninguna con su conocimiento y sabiduría infinitos. No, las decisiones de la voluntad de Dios están siempre no a veces, sino siempre determinadas por los fines que su conocimiento infinito y su sabiduría infinita colocan frente a El.
Negar esta idea de la voluntad negar, es decir, la idea de que las acciones verdaderamente personales no son las acciones de una voluntad sin freno, sino las de una voluntad determinada por motivos o fines se presenta a veces como si fuera beneficioso para la libertad. ¿Cómo puede ser una persona verdaderamente libre, dicen, si sus acciones dependen de algo que no sea su voluntad en el momento de tomar una decisión ? ¿ Cómo puede ser libre la persona si ,no puede obrar prescindiendo de los fines que busca?
Unas breves reflexiones nos mostrarán que lo cierto es precisamente lo contrario. Si la elección que un hombre hace no depende de los fines que busca, sino tan sólo de fluctuaciones sin sentido de su voluntad, entonces no depende más que del azar y el hombre se convierte en el simple juguete de algo exterior a sí mismo.
Esto es sobre todo evidente en el caso de la Persona suprema, Dios. Si las elecciones de Dios no dependieran siempre de los fines santos que busca, si su voluntad quisiera ahora una cosa mañana otra sin relación con Dada que no fuera su voluntad misma, vista como si fuera independiente de su conocimiento y sabiduría, entonces sus acciones sólo podrían considerarse como dependientes de un azar ciego y sin sentido ; y en este caso dejarían de ser acciones verdaderamente personales y Dios dejaría de ser Dios.
No, cuando pensamos en la voluntad debemos realmente basarnos en un sano determinismo. La voluntad del hombre no es libre en el sentido de que actúe independientemente de los sentimientos y del entendimiento. En realidad, si consideramos la voluntad como algo separado que está dentro del hombre, que va a lo suyo, que se deja aconsejar por otras partes de la naturaleza del hombre aunque también actúa con completa independencia cuando se le antoja si vemos la voluntad en esta forma, estamos muy, pero muy lejos de la realidad. Hacemos en realidad de algo que llamamos la voluntad una pequeña personalidad separada ; rompemos la unidad de la personalidad del hombre. De hecho, no existe eso que se llama voluntad como algo aislado de los demás aspectos de la persona. Lo que llamamos voluntad es la persona toda en cuanto toma decisiones.
Con respecto a la Persona infinita, Dios, en ciertos aspectos importantes no podemos hablar de la misma forma en que lo hacemos de las personas finitas. Con todo, en su caso al igual que en el de las personas finitas que El ha creado, es siempre cierto que cuando quiere hacer algo, lo quiere hacer porque busca ciertos fines. Sus acciones no son el balance casual de algo dentro de El que se puede llamar su: voluntad, sino que son las acciones de la unidad soberana de su ser, y están determinadas por fines elevados y santos.
No quiero decir que cuando Dios quiere hacer algo nosotros podamos siempre ver cuál es el fin que busca. Antes al contrario, en innumerables casos, sólo podemos descubrir que es su voluntad, y esto debería bastarnos. Tenemos la seguridad de que todo lo que hace es con un propósito santo. Este propósito a menudo queda oculto en el misterio de la sabiduría divina. Negarse a inclinarse ante la voluntad de Dios sólo por ignorar el propósito que lo guía es el colmo de la impiedad. Es el pecado de pecados; es carear nuestra ignorancia con la sabiduría y conocimiento infinitos de Dios; es rebelión, orgullo y locura. ¡Que Dios nos libre de pecado semejante!
Con todo, si bien no tenemos derecho a conocer cuales son los propósitos de Dios, El en su maravillosa bondad ha querido alguna que otra vez levantar el velo que oculta sus planes a nuestros ojos. ¡Con qué reverencia deberíamos contemplar los misterios que nos revela tras el velo! ¡Con qué reverencia deberíamos acercarnos al Libro santo en el que se nos revelan dichos misterios !
Hemos hablado de los propósitos de Dios. Los teólogos los llaman sus decretos.
¿Son muchos estos decretos ? Un número infinito, estaríamos tentados de afirmar. ¡Cuántas son las manifestaciones de la bondad de Dios en nuestras propias vidas ! Y cuando pensamos en la vastedad del universo y en las edades sin fin, no podemos por menos que decir que los decretos de Dios no pueden en modo alguno contarse.
Lo dicho contiene una gran verdad; y con todo, cuando consideramos este asunto algo más de cerca y con más profundidad, en un sentido igualmente verdadero podemos decir que los propósitos de Dios, por infinito que nos parezca su número, no son más que un único propósito, no son más que partes o aspectos de un gran plan.
Esto es lo que el Catecismo Menor quiere decir cuando afirma que los decretos de Dios son "su propósito eterno." No es una casualidad que se emplee la palabra "propósito" en singular. Los innumerables decretos constituyen un único propósito o plan. No son independientes el uno del otro, sino que forman una unidad íntima al igual que Dios es uno.
Caerán en la cuenta de que el Catecismo Menor habla de ese propósito como de un propósito eterno. "Los decretos de Dios," dice "son su propósito eterno." ¿ Qué quiere decir con esto ? Bien, quiere decir algo que es muy importante que observemos, algo que pertenece a la entraña misma de lo que la Biblia enseña.
La Biblia habla a menudo de los decretos de Dios como si se sucedieran uno después de otro en orden temporal. En realidad, la Biblia a veces emplea expresiones audaces cuando habla de estos asuntos. Incluso habla de Dios que se arrepiente de lo que ha hecho. Por ejemplo, dice que "se arrepintió Jehová de haber hecho hombre" ; y que "Jehová se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey de Israel" . Estos pasajes podrían parecerle al lector superficiales, si los toma aislados, que quieren decir que Dios decreta muchas cosas en momentos diferentes y que los decretos son muy diferentes unos de otros.
Pero esta interpretación sería muy superficial. Cuando examinamos estos pasajes y otros semejantes vemos con claridad qué quiere decir la Biblia. Cuando habla de Dios que se arrepiente de algo que ha hecho, considera la cosa desde el punto de vista de hombres que viven en esta tierra en una secuencia temporal. Dios hace una cosa ahora y otra después. Hizo al hombre, y luego, cuando el hombre hubo pecado, lo destruyó, a excepción de los que dejó con vida. Hizo rey a Saúl, y luego le quitó la realeza. Visto desde la perspectiva de la ejecución de los decretos de Dios, es como si los decretos o propósitos de Dios hubieran cambiado ; y la Biblia así lo expresa con lenguaje sencillo tomado de la vida ordinaria de los hombres. Pero es igualmente claro que la Biblia no quiere indicar que esta forma de hablar haya que tomarla al pie de la letra como si quisiera decir que Dios se sorprendiera de la misma forma en que sorprende un hombre, o como si quisiera decir que los planes de Dios cambian como cambian los del hombre para adaptarse a circunstancias sobre las que no tiene control.
Es posible que se me objete: "Ya vuelven a las suyas, ustedes los pobres creyentes en la inspiración de la Biblia. Cuando encuentran en ella algo que les satisface, insisten en aceptarlo en la forma más angustiosamente literal ; pero cuando hallan algo que no les va tan bien, lo eluden, como en el caso que nos ocupa, diciendo que la Biblia habla en lenguaje metafórico."
Esta es la objeción. Pero, sepan, amigos míos, que no me hace mella. Creo que tengo una respuesta muy buena para la misma. "Sí," diría al objetante, "sí tomo algunas cosas de la Biblia en sentido literal y otras en metafórico. Pero tengo motivos para ello. Tengo una forma perfectamente aceptable de decidir qué tomo en sentido metafórico y qué en sentido literal. No es que tome en el literal lo que me agrada y en el metafórico lo que no ; sino que tomo en sentido literal lo que la Biblia presenta en forma literal y en sentido metafórico lo que presenta en forma metafórica."
Sostengo que la Biblia es esencialmente un libro fácil. Para leerlo el sentido común es una ayuda maravillosa. No olvido que la iluminación del entendimiento que el Espíritu Santo comunica en el nuevo nacimiento es necesaria para que el hombre pecador pueda en realidad comprender el mensaje central de la Biblia; pero a veces siento la tentación de decir que uno de los efectos más obvios del nuevo nacimiento sería la renovación del sentido común en la comprensión de las afirmaciones perfectamente sencillas de la Sagrada Escritura. Por ello opino que si alguien realmente lee con sentido común y buena voluntad esas afirmaciones de la Biblia en las que se dice que Dios se arrepiente de lo hecho y cosas parecidas, no experimentará dificultad ninguna en ver que estos pasajes no hay que interpretarlos en modo alguno en sentido literal y que la interpretación literal de los mismos es una manifestación gravísima de incomprensión y mal gusto.
Ese lenguaje antropomórfico si me permiten emplear una palabra tan larga proclama una verdad importante. Nos enseña que Dios nos trata como nos trataría una persona viva. Sigue nuestras acciones y las circunstancias cambiantes de nuestras vidas, y sus acciones tienen en cuenta el cambio en nuestras acciones y circunstancias. La Biblia lo proclama con el empleo del lenguaje del que hemos venido hablando.
Pero la Biblia también nos enseña en forma bien clara que cuando contemplamos la médula misma de este asunto debemos ver que el propósito de Dios, que se cumple en su trato infinitamente variado con el género humano y con el universo en sucesión temporal, se halla completamente fuera de cualquier secuencia temporal. Para Dios no hay ni antes ni después. El creó el tiempo, en realidad, cuando creó los seres finitos, y el tiempo, al igual que el resto del universo que Dios creó, no es una simple apariencia, sino que existe realmente. Pero para Dios todas las cosas son eternamente presentes.
Por ello el Catecismo Menor tiene razón cuando dice que los decretos de Dios son su propósito eterno. Me parece que este pensamiento penetra toda la Biblia. No queda para nada enturbiado por el lenguaje sencillo y antropomórfico del que acabamos de hablar. A veces aparece con toda claridad, como cuando la Biblia dice en el capítulo primero de Efesios que Dios escogió en Cristo antes de la creación del mundo. Pero lo que debería ponerse sobre todo de relieve es que la doctrina del propósito eterno de Dios es el fundamento sobre el que se basa toda la enseñanza de la Biblia. En la raíz de todos los acontecimientos de la historia humana, en la raíz de todos los cambios que tienen lugar en la vastedad inconmensurable del universo, en la raíz del espacio mismo y del tiempo, está el propósito misterioso y único de Aquel para quien no hay antes ni después, acá ni allá, para quien todas las cosas están presentes y ante quien todo está desnudo y manifiesto : el Dios vivo y santo.
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3: LOS DECRETOS DE DIOS
Y LA LIBERTAD DEL HOMBRE
Los decretos de Dios, hemos dicho, se pueden considerar como múltiples si se contemplan desde el punto de vista de su ejecución en el curso infinitamente variado de la relación de Dios con el mundo que ha creado; pero es una verdad todavía más profunda decir que en realidad son un solo decreto, un sólo propósito o plan eterno.
¿Cuánto abarca ese propósito eterno de Dios?
La verdadera respuesta a esta pregunta es muy sencilla. La verdadera respuesta es "todo." Todo lo que sucede está incluido en el propósito eterno de Dios ; nada sucede que no entre en este plan eterno.
Es obvio que nada es demasiado grande para Dios. Las distancias sobrecogedoras del universo, que los astrónomos miden en añosluz pero que ni ellos ni nosotros podemos en realidad concebir, no contienen misterio alguno para Dios. El lo hizo todo y lo gobierna todo, y todo está incluido en su propósito eterno.
Es igualmente evidente que nada es demasiado pequeño para Dios. Jesús expresó esta verdad con fuerza insuperable. "¿No se venden dos pajarillos por un cuarto?" dijo. "Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. " No, nada hay demasiado trivial como para no poder entrar en el plan eterno de Dios. Este plan lo abarca todo, tanto grande como pequeño.
La ciencia moderna ha descubierto maravillas nuevas en el firmamento, y también nos ha hablado del universo infinitesimal que contiene el átomo. Pues bien, todo ello está patente y al descubierto a los ojos de Dios, y todo ello es el producto de su sabiduría y poder infinitos.
Un momento, sin embargo. Dijimos que todo lo que sucede entra en el plan eterno de Dios, está determinado desde toda la eternidad en un solo propósito grandioso. ¿Fue esto lo que quisimos decir? Cuando dijimos "todo," ¿quisimos decir realmente "todo"? ¿No hicimos ninguna excepción? ¿Está todo determinado y fijado en el plan de Dios? ¿No hay nada que sea libre?
¿Qué diremos, entonces de las acciones libres de los seres personales, como el hombre? ¿No será esta libertad de elección que time el hombre un engaño si todo está determinado en el plan eterno de Dios?
Hay quienes han quedado impresionados ante tal objeción y han llegado a considerar que las elecciones personales de los hombres quedan fuera del ámbito de las cosas que están determinadas en el propósito eterno de Dios. Cuando Dios creó a las personas, dicen, las dejó libres; de lo contrario no hubieran sido personas. Por tanto, prosiguen, Dios se abstiene voluntariamente de usar la omnipotencia en cuanto a las acciones de sus creaturas que son personas. Como creador fue suficientemente poderoso para crear seres que poseen el don misterioso de la voluntad libre. Se mantiene, pues, al margen, y deja que estos seres ejerciten ese don misterioso. Sus acciones concretas, por tanto así argumentan no están determinadas en el plan eterno de Dios sino que dependen de ere poder misterioso de elección que Dios les otorgó una vez por todas.
Este punto de vista asume dos formas. En primer lugar, los que lo sustentan pueden decir que Dios ni siquiera sabe de antemano lo que elegirán las personas que E1 ha creado; y en segundo término, pueden decir que Dios sí sabe de antemano lo que dichas personas elegirán si bien no determina dichas decisiones. Conoce de antemano lo que van a elegir pero no lo preordena. Sabe lo que sus criaturas harán pero .no determina que lo hagan.
La primera forma de esta teoría parece eliminar la omnisciencia de Dios. Digan lo que digan en cuanto a la posibilidad de que Dios se abstenga voluntariamente de hacer use de su omnipotencia, es evidente que decir que se abstiene de poseer dicha omnisciencia no es más que caer en una contradicción. Si Dios conoce realmente todas las cosas, entonces conoce lo que sus criaturas, incluyendo el hombre, harán. No veo en realidad cómo se puede eludir esto.
Si Dios no sabe qué harán sus criaturas, incluyendo el hombre, entonces se hace entrar en el universo un factor incierto a inexplicable. ¿Se puede precisar ere factor inexplicable? ¿Podemos sostener que si bien Dios no conoce que van a hacer las personas que El ha creado, con todo puede seguir gobernando el resto del universo de manera ordenada? Desde luego que no se puede en modo alguno sostener esto. No, hay una maravillosa concatenación en el curso del mundo ; no se puede separar, de la forma que era teoría lo hace, una parte del resto. Si Dios no sabe qué van a hacer los seres personales del universo, entonces el curso todo del mundo se ve envuelto en una gran confusión. El orden de la naturaleza entonces deja de ser tal orden.
Dios, además, en tal teoría, deja de ser Dios. Se convierte en un ser que time que esperar a ver qué harán sus criaturas; se convierte en un Dios que time que cambiar de planes para acomodarse a circunstancias cambiantes. En otras palabras, se convierte en un Dios que está sometido a una secuencia temporal, para quien sí hay un antes y un después, un entonces y un ahora. Deja de ser el Dios eterno. Es decir, se convierte en un ser finito; no es Dios sino un dios, y aunque llegáramos a conocerlo deberíamos seguir buscando al Dios que es de verdad Dios.
Sería difícil imaginar una teoría menos filosófica que era que sostiene que Dios se mantuvo aparte y quiso depender para el resto de sus planes, de lo que sus criaturas se dignaran hacer . Pert además de no filosófico es no bíblico. Si hay algo que constituya la raíz de todo lo que enseñan las Escrituras acerca de Dios es que Dios lo sabe todo. Pero no sería así si no supiera qué van a hacer sus criaturas. Un Dios tal, con limitaciones de conocimiento, es muy distinto del Dios de la Biblia, del Dios para el que no hay secretor.
También la otra forma que adopta la teoría de que nos ocupamos es sumamente insatisfactoria. Según dicha forma, Dios no determina ni preordena las acciones de los seres personales que ha creado sino que deja que tales actuaciones procedan de la voluntad libre, si bien El conoce de antemano cómo van a actuar.
Sin macho esfuerzo de reflexión, creo, se ve que esta forma de la teoría en realidad no supera la dificultad que debería haber superado. Esta dificultad es que si las acciones de los seres personales, incluyendo al hombre, han de ser libres si, en otras palabras, han de ser acciones realmente personales no pueden estar predeterminadas. Por tanto, sostiene la teoría, Dios no las puede haber determinado de antemano ; por consiguiente, Dios debe haber limitado respecto a ellas el ejercicio de su poder.
Bien, pero el problema radica en que si Dios creó realmente estos seres personales sabiendo de antemano qué iban a hacer caso de que los creara, entonces en realidad determinó sus acciones. Sus acciones eran ciertas antes de que las realizaran. Pero si la certeza de una acción antes de que se realice significa que dicha acción no es libre ni verdaderamente personal, entonces dichas acciones, al conocerlas Dios de antemano con absoluta certeza, no eran libres ; y la teoría queda a merced de todas las objeciones que levantan contra nuestra doctrina.
Queda a merced de todas esas objeciones. Sí, y además se enfrenta con objeciones todavía mucho más graves.
¿Qué clase de Dios es ese que sólo sabe de antemano que sus criaturas van a realizar ciertas acciones y con todo no designa que las realicen? ¿No es acaso un Dios qué está consciente de que hay algo necesario fuera de su propia voluntad? Parece como si esa certeza de las acciones futuras de las personas creadas que permite a Dios predecirlas deba atribuirse o bien al propósito de Dios o bien a algún destino ciego, del que Dios está consciente pero que es independiente de E1. La segunda alternativa rebaja a Dios. Lógicamente, implica el abandono de ese punto de vista elevado que atribuye la existencia de todas las cosas a la voluntad misteriosa de una persona todopoderosa. Conlleva en realidad el abandono de la idea teísta del mundo, por poco que estén conscientes de ello los que defienden dicha alternativa.
No, debemos descartar todas estas componendas. Son sumamente peligrosas. Pero lo que resuelve el problema en nuestro caso es que son contrarias a la Biblia. La Biblia no hace excepciones cuando habla del gobierno de Dios sobre el mundo. Según la Biblia, Dios lo gobierna todo, y la Biblia es muy clara en enseñar que Dios determina los actos voluntarios de sus criaturas. Nada, según la Biblia, queda fuera del plan eterno de Dios.
Pero, llegados a este punto, a menudo proponen otra objeción. "Ustedes los calvinistas se olvidan de algo," afirma el objetante. "Si Dios preordena incluso las acciones libres de las personas, incluyendo el hombre, que El ha creado, ¿qué dicen de las acciones pecaminosas? ¿Las ha preordenado? En caso afirmativo, ¿dónde va a parar su santidad? ¿No debemos acaso atribuir cuando menos las acciones pecaminosas, sólo a la libre determinación de los pecadores quienes las cometen y no al plan o propósito de un Dios santo?".
En respuesta a tal objeción, es fácil recurrir a las palabras de la Escritura que enseñan precisamente lo contrario de lo que el objetante sostiene. La crucifixión de Jesús fue sin duda un acto pecaminoso; nadie puede dudarlo. Con todo la Biblia afirma repetidas veces que formaba parte del plan de Dios. "A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole. " La palabra que se traduce por "consejo" es una palabra muy sencilla; significa "deseo" o "propósito." ¿Pero qué fue lo que, según este versículo, fue hecho por el propósito expreso de Dios? Fue la entrega de Jesús. Creo que alude a la entrega de Jesús por parte de Judas, y no la entrega de Cristo a sus enemigos por parte de Dios. Entonces, el acto malvado de Judas, la entrega de su Señor, se dice ser algo que formaba parte del plan de Dios. Pero incluso si la entrega a la que se refiere es la entrega de Cristo a sus enemigos por parte de Dios, es muy difícil eludir las implicaciones directas del pasaje. Parece evidente, si se toma el versículo en su totalidad, que el crimen total de dar muerte a Jesús se realizó, según este versículo, "por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios."
Lo mismo aparece, quizá con mayor claridad todavía, en otro pasaje de Hechos. En el capítulo cuarto se dice : "Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra lo santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto lo mano y lo consejo habían antes determinado que sucediera. " Esos hombres perversos, con su perversa acción, no se opusieron al plan de Dios ni hicieron nada fuera de él. No, hicieron sólo lo que la mano de Dios y el consejo de Dios predeterminaron que se hiciera. Incluso las acciones malas de los hombres no constituyen, por tanto, excepciones al carácter absolutamente universal del propósito eterno de Dios. El Catecismo Menor está en perfecta armonía con la Biblia cuando afirma que con ese propósito eterno Dios ha preordenado todo lo que sucede no todo lo que sucede con la excepción de los actos libres o por lo menos de los actos malos de las personas creadas, sino todo lo que sucede sin excepción ninguna.
Recuerdo un sermón que oí el verano pasado. Me encontraba en Zermatt en los Alpes Suizos. Durante la semana, hacía alpinismo ; el Matterhorn, el Weisshorn y otros picos famosos. Los domingos iba a la iglesia.
E1 sermón concreto que recuerdo versó sobre el texto : "Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. " Estas palabras pronunció David cuando huía de Absalón. Cuando el rey pasaba acompañado de su séquito, reducido y melancólico, Simei le tiró piedras y lo maldijo, diciendo: "¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso ! Jehová lo ha dado el pago de toda la casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado, y Jehová ha entregado el reino en mano de lo hijo Absalón ; y hete aquí sorprendido en lo maldad, porque eres hombre sanguinario. "
Esta fue la maldición de Simei. No sorprende que Abisai hijo de Sarvia dijera al rey: "¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré la cabeza."
Pero David respondió : "¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá : ¿Por qué lo haces así?".
El predicador en esa pequeña capilla protestante en la parte católica de Suiza interpretó el incidente como ejemplo de la forma en que Dios utiliza las acciones de los hombres malos. David reconoció una gran verdad. Incluso la maldición de Simei, dijo David, ocupaba un lugar en el plan de Dios. "Jehová le ha dicho que me maldiga" dijo David.
Desde luego, dijo el predicador de Zermatt, David había merecido maldición. No, desde luego, la que Simei le lanzó ; no fue hombre sanguinario en el trato con la casa de Saúl, como Simei afirmó. Pero por otras cosas que hizo por haber llevado a la muerte, movido por la lujuria a Urías heteo mereció maldición.
Hubo Alguien, sin embargo, dijo el predicador, de quien no se pudo decir lo mismo y sobre quien, a pesar de todo, fueron lanzadas maldiciones. Hubo alguien que pendió de una ignominiosa cruz y soportó maldiciones v burlas de sus enemigos . A1 pasar cerca meneaban la cabeza con burla y lo maldecían v escarnecían en la cruz.
Esas maldiciones por lo menos gran del todo inmerecidas. Fueron dirigidas contra el único hombre verdaderamente inocente de entre todos los que han vivido en la tierra; fueron un pecado terrible, tenebroso, de quienes las profirieron.
Con todo, no cabe duda de que no hicieron algo que no entraba en los planes de Dios. En absoluto ; formaba parte de la entraña misma de ese plan. Por esas maldiciones proferidas contra el Justo y Santo, y por la muerte que las acompañó, todos nosotros, si formamos parte del pueblo de Dios, somos salvos.
Sí, sin duda que las acciones malas de los hombres ocupan un lugar en el propósito eterno de Dios. La Biblia lo dice con meridiana claridad. Los hombres malos quizá no piensen que están cumpliendo el propósito de Dios: pero no dejan de cumplirlo, incluso con los actos más perversos que realicen.
Esto, sin embargo, hace que se susciten preguntas muy graves. Si las acciones malas de los hombres ocupan un lugar en el plan de Dios, si Dios las preordena, entonces ¿es responsable el hombre de ellas, y no es Dios el autor del pecado?
A cada una de estas preguntas la Biblia da una respuesta inequívoca. Sí, el hombre es responsable de sus actos malos ; y no, Dios no es el autor del pecado.
Que el hombre es responsable de sus acciones malas se ve tan claro desde el comienzo de la Biblia hasta el fin que es innecesario mencionar textos concretos para demostrarlo. Pero también está claro en la Biblia que Dios no es el autor del pecado. Esto se comprende por la naturaleza misma del pecado, que es rebelión contra la ley Santa de Dios. También se enseña en forma explícita. "Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios ; porque Dios ,no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. "
¿Cómo, pues, podemos resolver la dificultad? Hemos dicho que Dios ha preordenado todo lo que sucede. Las acciones pecaminosas de los hombres son cosas que suceden. Con todo negamos que Dios sea el autor de las mismas y atribuimos la responsabilidad de ellas al hombre.
Con qué derecho lo hacemos? ¿Acaso no nos metemos en una contradicción sin solución?
La respuesta se halla en el hecho de que si bien Dios preordena todo lo que sucede, hace que las colas sucedan en formal muy diferentes.
No hace que sucedan las acciones ` de los seres personales de la misma forma que los sucesos del mundo físico. Esto es así incluso en el caso de las acciones buenas de los hombres que son sus hijos. Incluso cuando Dios hace que esos hombres realicen cierta acciones bajo él influjo de su Santo Espíritu, no trata con ellos como si fueran piedras o palos, sino que trata con ellos como hombres que son. No les hace realizar esas colas contra su voluntad, sino que determina dicha voluntad, y su voluntad como personas queda a salvo cuando realizan dichos actos. Los actos siguen siendo de ellos, incluso si el Espíritu de Dios los guía a realizarlos.
Cuando Dios hace que sucedan las acciones malas del hombre, influye todavía de una manera distinta. No tienta a los hombres para que pequen ; no influye en ellos para que pequen. Pero hace que sucedan esas acciones como elección libre y responsable de seres personales. Ha creado esos seres con el don temible de la libertad de elección. Lo que hacen como fruto de ese don son acciones suyas. En realidad no sorprenden a Dios cuando las hacen ; el hacerlas entra en el plan eterno de Dios ; pero por ellas, no Dios sino ellos son responsables.
¿Dónde está la verdadera dificultad en todo esto? ¿Es acaso la dificultad de armonizar la voluntad libre de la criatura con la certeza de las acciones de las criaturas como parte del propósito eterno de Dios? No, no creo que sea ésta la verdadera dificultad. Me parece que es ver cómo un Dios bueno y todopoderoso pudo permitir que entrara el pecado en el mundo que El había creado. Esta dificultad se enfrenta con la enseñanza consecuente y verdaderamente bíblica del decreto divino, enseñanza que hemos tratado de sintetizar en esta exposición, y también se opone a las opiniones inconsecuentes que hemos refutado. Nunca se debe emplear, por tanto, como argumento en favor de ninguna de las dos teorías inconsecuentes ni contra la enseñanza consecuente.
E1 problema subsiste. ¿Cómo pudo un Dios santo, si es todopoderoso, haber permitido la existencia del pecado?
¿Cómo resolver el problema? Me parece que debemos admitir algo que no le agrada mucho a nuestro orgullo. Me temo que tenemos que reconocer que es insoluble.
¿Es tan sorprendente que haya cosas que no comprendamos? Dios nos ha comunicado muchas cosas. Incluso acerca del pecado nos ha revelado mucho. Nos ha dicho cómo por un precio infinito, con el don de su Hijo, .nos ha dado la forma de evitarlo. Sí, Dios nos ha comunicado muchas cosas. ¿Es sorprendente que no nos lo haya revelado todo? No me parece, amigos míos. Después de todo, no somos más que criaturas finitas. ¿Sorprende que haya ciertos misterios que Dios en su bondad y sabiduría infinitas nos haya querido ocultar? ¿Sorprende que haya ciertos aspectos en sus consejos que nos ha pedido que nos contentemos con no conocer sino que nos conformemos con confiar en El que todo lo sabe?
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4: QUE ES LA PREDESTINACION
Respecto a la pasada charla se me puede acusar de haber dedicado todo el tiempo a hablar palabra una palabra en la definición de los decretos de Dios que se halla en el Catecismo Menor. Fue una sola palabra, pero de tal importancia que explicarla hubiera podido tomarnos muchos domingos por la tarde durante años. "Los decretos de Dios," dice el Catecismo Menor, "son su propósito eterno, según el consejo de su voluntad, por el cual, para su propia gloria, ha preordenado todo lo que sucede." La palabra de la que les hablé fue "todo." ¿Ha preordenado Dios todo lo que sucede, o ha preordenado sólo algunas cosas, mientras que otras las que dependen de la elección de seres personales las ha dejado fuera de su plan eterno? Defendí el primer punto de vista, y demostré que sólo ése está en armonía con la Biblia. Sostuve, de acuerdo con la Biblia, que no algunas cocas que suceden sino todas las cocas incluso las decisiones libres de seres personales incluso las acciones malas de hombres y demonios suceden según el propósito eterno de Dios.
No todas las cocas suceden de la misma forma según el plan de Dios. Dios no hace que las decisiones libres de seres personales sucedan de la misma forma en que hace que sucedan los acontecimientos del mundo físico. Hace que las acciones de los seres personales sucedan de una forma que resguarda por completo la libertad de elección, y que no destruye en absoluto la responsabilidad. Las acciones malas de seres personales hace que sucedan en una forma que no lo hace a El autos del pecado. Pero esto no debería confundir en lo más mínimo el hecho de que Dios hace que sucedan todas las cosas. Suceden en cumplimiento del propósito de Dios.
Quizá los hombres malos no piensen que están cumpliendo el propósito de Dios, pero con todo lo están cumpliendo, incluso con los actor más perversos. La crucifixión de Jesucristo nuestro Señor, el pecado más terrible que se haya cometido sobre la tierra, se llevó a cabo, según la Biblia "por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios." No hay nada que sorprenda a Dios ; todo lo que sucede es absolutamente cierto desde la eternidad porque todo entra en el plan eterno de Dios.
La gente a veces llama a eso fatalismo. Sería más correcto decir que se opone diametralmente al fatalismo. La diferencia entre eso y el fatalismo es la diferencia entre el destino y Dios, y es evidente que no hay diferencia mayor que era. El fatalismo basa la certeza de todas las cocas en algo ciego a impersonal llamado destino; el punto de vista que hemos presentado basa la certeza de todo en el propósito canto de un Dios vivo.
Pero la diferencia va más allá del fundamento último de todas las cocas. Sería del todo incorrecto decir que estamos de acuerdo con el fatalista en sostener que la libertad humana es un espejismo y que todo funciona en forma mecánica, y que diferimos de él en sostener que más allá de ere automatismo está el propósito de un Dios personal. No, de ninguna manera. Diferimos del fatalista en forma mucho más radical que la mencionada. Sostenemos que precisamente porque el Dios que está actuando en todas las cosas es un Dios personal, hay una diferencia maravillosa en la forma en que ejecuta sus decretos. Sostenemos que cuando trata con personas trata con ellas como con personas, y que la certeza con la que por medio de ellas realiza lo que se ha propuesto no destruye la libertad de las mismas ni su responsabilidad sino que la resguarda por completo.
Frente a esa certeza con que Dios realiza su propósito, no cabe duda que el temor se apodera de nosotros. "¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! " dice la Biblia. Sí, es realmente algo horrendo. Pero es algo muy diferente de hallarse en las garras de un destino ciego a impersonal. El teísmo bíblico y el fatalismo son en realidad polos radicalmente opuestos.
Además, si el punto de vista que hemos presentado es el polo diametralmente opuesto al fatalismo, es también el único contrincante realmente formidable del fatalismo. Teologías chapuceras, puntos de vista acerca del mundo que no son más que centones, que sostienen que el plan de Dios no se cumple a menudo debido a las acciones de seres personales, no son en modo alguno contrincantes serios del fatalismo. Ostentan demasiado a la vista las señales de no ser sino componendas y expedientes.
Supongo que esto es lo que un científico eminente quiso decir si llegó realmente a decir, como me refirieron, que desde el punto de vista científico el calvinismo es "la única teología respetable." Sólo el calvinismo hace justicia a la unidad del mundo, y es ciertamente el único que hace justicia a la enseñanza de la Biblia.
Si, pues, sostenemos el punto de vista de la Biblia, si sostenemos que todo lo que sucede está en armonía con el propósito eterno de Dios, ¿sabemos algo acerca de ese propósito eterno?
Sí, algo podemos llegar a saber acerca del mismo. No todo, desde luego. Lo que podemos conocer es muy poco comparado con lo que no conocemos. Pero con todo, algo conocemos acerca del mismo, y ese algo es muy importante en realidad.
No conocemos ese algo porque lo hayamos descubierto nosotros mismos, sino porque Dios se ha complacido en revelárnoslo en su Palabra.
¿Qué conocemos entonces acerca del propósito de Dios? ¿Por qué creó Dios el universo? ¿Por que lo ordenó en la forma que lo hizo?
Creó y ordenó el universo por algún propósito que se halle en el universo mismo? Desde luego que no. Esto haría que el mundo fuera un fin en sí mismo ; lo elevaría a una posición que pertenece sólo a Dios. No, la creación del mundo debe haber tenido como propósito algo que existió antes de que el mundo fuera. Pero antes del mundo no existía más que Dios. Por tanto el propósito del mundo debe hallarse en Dios.
Así podríamos razonar, y sería un razonamiento legítimo ; se basaría en lo que Dios nos ha revelado respecto a sí mismo. Pero no nos vemos obligados a depender sólo de tales razonamientos, por Buenos que sean. Dios también nos ha dicho en forma directa cuál es su propósito. Nos ha dicho en la Biblia que hace que las cosas sucedan para gloria suya.
Esta verdad penetra de tal modo toda la Biblia que no sé si hace falta citar pasajes concretos. Podría citar algún pasaje espléndido, por ejemplo, el capítulo primero de Efesios. En él se nos da una de las visiones más vastas, quizá, de los consejos de Dios. Se nos hace ver la perspectiva general del plan divino a partir de la elección que Dios hace de su pueblo antes de la fundación del mundo. Pero si el maravilloso drama comienza ahí, ¿dónde concluye? ¿Concluye tan sólo con la bienaventuranza del pueblo redimido o con la de las criaturas de Dios? De verdad que no. Esta bienaventuranza es gloriosa. Pero no es el fin de todo. Hay algo más elevado que esto, algo para lo cual esa bienaventuranza de las criaturas de Dios no es más que un medio. ¿Por qué son bienaventuradas las criaturas? E1 pasaje lo dice bien claramente. "Para alabanza de su gloria." Este es el fin último. E1 fin último de todo lo que sucede y sucederá incluyendo el fin último del gran drama de la redención se halla en la gloria del Dios eterno.
Esta verdad aparece repetidas veces en la Biblia. La Biblia difiere de los libros humanos religiosos no sólo en algún que otro punto sino en el eje mismo alrededor del cual todo gira. Los libros humanos tienden a hallar el eje en el hombre ; la Biblia lo pone en Dios.
A los hombres no les gusta esta característica fundamental de la Biblia. Prefieren pensar que la meta es la felicidad de la criatura ; interpretan mal el texto "Dios es amor" en el sentido de que Dios es sólo amor y que existe para el bien de sus criaturas. En oposición al Catecismo Menor, sostienen que el fin principal de Dios es glorificar al hombre. Pero la Biblia está claramente de acuerdo con el Catecismo Menor ; la Biblia enseña con toda claridad que el fin principal del hombre y el fin de todas las cosas es glorificar a Dios.
La gente tiene una especie de idea vaga de que eso es hacer de Dios un egoísta. Sería egoísta y odioso que uno de nosotros hiciera que el fin de todas sus actividades fuera su propia gloria, y por ello se apresuran a concluir que lo que sería egoísta en nuestro caso lo es también en el de Dios. Por ello tratan de hallar algún fin de las actividades de Dios que no esté en Dios mismo.
Esta forma de razonar, sin embargo, hace caso omiso del abismo infinito que existe entre el Creador y la criatura. Dios es infinitamente superior a todo lo creado. Si hiciera de las creaturas finitas el fin supremo de sus acciones, esto sería poner un fin más bajo en el lugar que corresponde sólo al más elevado. No hay nada más elevado que la gloria de Dios. Por tanto esa debe ser el fin supremo de todas las cosas.
Pero, ¿qué queremos decir con la gloria de Dios? Creo que es muy importante que respondamos con claridad a esta pregunta. No queremos decir nada que sea semejante a la gloria del hombre. No, queremos decir algo que es infinitamente comprensivo, que lo abarca todo. En la gloria de Dios entra la majestad toda de las perfecciones divinas sabiduría infinita, poder infinito, bondad infinita, amor infinito. Este es este esplendor pleno del ser de Dios y sus acciones y el reconocimiento del mismo en alabanza sin fin este es el fin supremo de todo. No puede haber otro más elevado; el poner algún otro en su lugar sería una abominación.
Sostenemos, por consiguiente, con todo nuestro corazón la gran definición de los decretos de Dios que se halla en el Catecismo menor de nuestra iglesia. "Los decretos de Dios son su propósito eterno, según el consejo de su voluntad, por el cual para su propia gloria ha preordenado todo lo que sucede."
Hemos expuesto en forma general la gran verdad que se contiene en esta definición. Queda ahora por tratar una esfera específica a la que se aplica esta verdad. Me refiero a la esfera de la salvación. La doctrina de los decretos divinos, cuando se aplica en forma específica a la esfera de la salvación, se llama "predestinación."
A1 pronunciar esta palabra, quizá algunos de mis oyentes se estremezcan. Se piensa que la "predestinación" es una doctrina muy espinosa. Por lo menos se cree que es una idiosincrasia de una secta sumamente estricta. Incluso los que la aceptan a menudo piensan que es una doctrina que es mejor descartar en la predicación ordinaria algo para exponer en las aulas teológicas, pero no algo que vaya a ser jamás aceptable para los cristianos corrientes.
Así tienden a considerar este punto los hombres. Pero tomen la Biblia, amigos míos, y léanla sin prejuicios. Si lo hacen se verán obligados a confesar que la Biblia considera el problema en una forma del todo diferente. En lugar de relegar la doctrina de la predestinación a un lugar secundario, la Biblia la sitúa en la médula misma de toda su enseñanza.
Hoy sólo dispongo de tiempo para decir unas breves palabras acerca de esta gran doctrina. Espero volver a tocar este punto; pero ahora sólo podré indicar con brevedad en qué consiste esta doctrina, tal como la Biblia la enseña.
Me parece que puedo hacerles ver con claridad en qué consiste la doctrina de la predestinación poniéndola en relación con lo que he expuesto en las dos últimas charlas.
He hablado del propósito eterno de Dios, por el cual y para su propia gloria ha preordenado todo lo que sucede. Pues bien, entre las cosas que suceden, según la Biblia, está la salvación de algunos hombres y la condenación de otros. Si el propósito de Dios ha preordenado todas las cosas, entonces también esas dos cosas han sido preordenadas. E1 proclamar el hecho de que han sido preordenadas se llama doctrina de la predestinación. Esta doctrina no es más que una aplicación especialmente importante, por tanto, de la doctrina de los decretos divinos.
Si esta doctrina de los decretos divinos es verdadera, entonces esta aplicación especial de la misma también es verdadera. Esto está claro.
Pero la Biblia no se deja en manos de una argumentación lógica como ésta, por buena a irrefutable que sea. No deja que deduzcamos tan sólo la doctrina de la predestinación de la doctrina general de la universalidad de los decretos divinos. No, enseña expresamente esa doctrina de la predestinación y la enseña en la forma más clara posible. La Biblia enseña con claridad que cuando algunos hombres se salvan y otros se pierden, ninguna de estas dos cosas representa una sorpresa para Dios, porque ambas suceden porque forman parte del plan eterno de Dios.
La Biblia insiste más en la primera de estas dos cosas ; insiste más en el hecho de que los salvos son predestinados a la salvación que en el hecho de que los perdidos son predestinados a la condenación eterna.
¿Por qué hace esto? ¿Será porque trata en cierto modo de oscurecer la predestinación de los perdidos? Ciertamente que no. Por el contrario, enseña esta doctrina en ciertos pasajes con la mayor claridad posible. ¿Por qué entonces insiste más en la predestinación de los salvos a la salvación?
Creo que puedo ofrecerles por lo menos una razón. Lo hace porque considera la salvación de los salvos y no la perdición eterna de los condenados como lo verdaderamente sorprendente. Nosotros propendemos más bien a considerar esta realidad en la forma exactamente contraria. Lo que nosotros consideramos sorprendente es que algunos miembros de la raza humana, algunas de esas criaturas excelentes llamadas hombres, que se supone que actúan lo mejor que saben y que son culpables cuando más de algunas menudencias y de faltas del todo excusables, vayan a caer bajo el desagrado divino. Pero lo que la Biblia considera sorprendente es que alguna de esas criaturas caídas llamadas hombres, todos los cuales sin excepción merecen la ira y maldición de Dios, vayan a ser recibidos en la vida eterna. Nosotros consideramos como sorprendente que algunos se pierdan; la Biblia considera como sorprendente que algunos se salven. Naturalmente es en lo sorprendente o inesperado en lo que se insiste. Por esta causa, o al menos en parte por esta causa, la doctrina bíblica de la predestinación se ocupa sobre todo de la predestinación de los salvos a la salvación más que de la predestinación de los no salvos a la perdición eterna. El segundo aspecto del tema se expone con menos extensión porque se presupone en todas partes. Constituye el tenebroso telón de fondo sobre el cual adquiere un relieve glorioso la maravilla del propósito de Dios para los que ha escogido para la salvación.
¿Por qué algunos hombres son salvos? ¿Es porque han hecho algo especial, porque son menos culpables ante Dios que los otros? La Biblia toda se ocupa de desmentir tal cosa. Dios escogió a Israel, según la Biblia, de entre todos los pueblos de la tierra. ¿Por qué? ¿Fue porque Israel mereciera más el favor divino, o porque poseyera cualidades excelentes que Dios vio que podía utilizar? Quien crea tal cosa, quien crea que éste es el significado del Antiguo Testamento, no hace sino demostrar con ello que jamás ha entendido para nada la médula de lo que enseña el Antiguo Testamento. En la conciencia del pueblo de Dios del Antiguo Testamento, en la conciencia que se formó con la revelación divina dada por medio de un legislador y de profetas, forma como el sustrato de todo lo demás un sentido profundo de maravilla de que Dios hubiera escogido a un pueblo tan insignificante, a un pueblo ni más fuerte ni mejor que otros, para que fuera su propio pueblo. Sea lo que fuere lo que contenga el Antiguo Testamento, esto es la médula de todo. Y esto es predestinación. Israel fue el pueblo de Dios .no por razón de algo que hubiera hecho o pudiera hacer o podría hacer sino sencillamente por la elección soberana de Dios.
Cuando pasamos al Nuevo Testamento nos encontramos con lo mismo. En el Nuevo Testamento hay una revelación más clara de lo que conlleva la elección divina. Se revelan nuevas bendiciones que están reservadas para el pueblo de Dios. Hay una revelación más patente en cuanto a las personas que constituyen ese pueblo de Dios. Es un pueblo escogido de entre todas las naciones de la tierra. Pero no hay cambio alguno en la revelación básica en cuanto a la soberanía de la elección divina. Según el Nuevo Testamento, al igual que según el Antiguo, los que constituyen el pueblo de Dios, los que están destinados a la salvación, son escogidos para formar el pueblo de Dios no por algo que hayan hecho o harían sino sencillamente por la soberanía del beneplácito de Dios.
Esta soberanía del beneplácito de Dios. es lo básico ; todo lo demás procede de ello. Aquellos a quienes Dios ha escogido creen en Cristo. Pero Dios no los escogió porque previó que creerían exactamente lo contrario. Dios no los escogió porque creyeron; sino que pudieron creer porque nos los escogió. El que no entiende esto no ha entendido algo que está en la misma entraña de v Biblia; no ha entendido el verdadero significado de la gracia de Dios.
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5: LA BIBLIA Y LA PREDESTINACIÓN
En la última charla comencé a hablarles acerca de la gran doctrina bíblica de la predestinación. Esta doctrina, dije, no es más que una aplicación concreta de la doctrina de los decretos divinos. Si Dios preordena todo lo que va a suceder, y si entre lo que sucede está la salvación de algunos y la perdición de otros, entonces se sigue con lógica ineluctable que preordena ambas cosas. Este decreto anticipado de Dios respecto a ambas cosas ha venido a llamarse "predestinación." La doctrina de la predestinación es precisamente la doctrina de los decretos divinos aplicada a la esfera específica de la salvación.
Pero la doctrina de la predestinación no es en modo alguno tan sólo una deducción de la doctrina general de los decretos divinos ; también se encuentra en forma expresa en la Biblia y en una forma clarísima.
¿Por qué, según la Biblia, algunos hombres se salvan y entran en la vida eterna, mientras otros reciben el justo castigo de sus pecados?
¿Sencillamente porque algunos Creen en Jesucristo y otros no?
Bien, desde luego que todos los que Creen en Jesucristo se salvan y todos los que no Creen en él se pierden. Esto es evidente.
Pero, ¿por qué algunos hombres Creen en Jesucristo, en tanto que otros no Creen en él?
¿Es tan sólo porque algunos, por decisión propia, escogen creer en Cristo, en tanto que otros, por decisión semejante, escogen no creer? ¿Es entonces la voluntad humana el factor decisivo en esta elección entre creer y no creer?
¿0 acaso algunos hombres creen y otros no, porque los ha destinado Dios de antemano, en sus eternos propósitos, a uno de estos dos cursos de acción?
Si lo primero es cierto, la doctrina de la predestinación es errónea. Si la voluntad humana es el factor final en la decisión de creer o no creer, de ser salvo o no, entonces resulta absurdo seguir hablando acerca de la predestinación.
Algunos, en realidad, defienden tal absurdo. La predestinación, dicen, significa tan sólo que los que creen están predestinados a salvarse. El que crean depende de ellos mismos, pero una vez han creído por decisión propia, entonces están predestinados a recibir la vida eterna.
No cabe duda de que nos hallamos ante un use equivocado del lenguaje. No se puede hablar de que algo está predestinado en el sentido de determinado de antemano si de hecho no está para nada determinado sino que sigue siendo incierto hasta que no se pone en movimiento por medio de un acto de la voluntad humana.
La razón de que emplee el lenguaje en esta forma equivocada es obvia. Creen, desde luego, en la Biblia. La Biblia emplea la palabra "predestinar" ; por tanto han de emplear esta palabra, aunque repudian lo que dicha palabra, en el sentido más obvio que tiene, parecería denotar.
No insistimos, sin embargo, en la palabra, sino fijémonos en lo que constituye el sustrato de la misma. Tratemos de llegar a la médula del problema.
¿ Qué se discute en realidad ? Me parece que se lo puedo decir en forma bien clara. Se trata de si el hombre está predestinado - si de momento concedemos a nuestros adversarios en esta cuestión el empleo elástico que hacen de la palabra se trata de si Dios predestina a un hombre a que se salve porque cree en Cristo o bien cree en Cristo porque está predestinado.
No estamos frente a un problema sin importancia o puramente académico. No se trata de una sutileza teológica. Por el contrario, es un problema de gran importancia para las almas de los hombres.
Sé, claro está, que algunas personas verdaderamente cristianas deciden en forma equivocada ; yerran en cuanto a este problema y con todo aceptan lo suficiente de la Biblia de modo que son verdaderos cristianos. Sin embargo sería una gran equivocación deducir de esto que estamos ante una cuestión sin importancia. Por el contrario, cuanto más me fijo en el estado actual de la Iglesia, cuanto más considero la historia reciente de la Iglesia, tanto más me convenzo de que equivocarse en el problema que nos ocupa conduce en forma ineluctable a más y más errores, y a menudo viene a ser la cuña que abre brecha y deteriora el testimonio todo de los cristianos y de las Iglesias.
Bien, pues, si el problema es tan importante, ¿qué solución tiene? ¿Se soluciona a base de lo que uno prefiere o con razonamientos personales respecto a lo que creemos ser justo y adecuado? Dirán los que opinan de una manera : "No me gusta esta noción de predestinación absoluta ; no me gusta esta idea de que desde toda la eternidad ya está determinado en el propósito de Dios quienes y cuantos se salvan y quienes y cuantos se pierden ; me gusta mucho más la idea de que el salvarse o el perderse depende de lo que uno mismo escoja." Y dirán los que opinan en forma contraria, en respuesta a lo que precede : "A mí en cambio me gusta lo que a tí no lo agrada; me gusta la idea de predestinación absoluta ; me gusta creer que cuando alguien se salva depende por completo de Dios y no del hombre; prefiero retroceder ante el misterio que esto conlleva, ante el inescrutable consejo de la voluntad de Dios."
Es así cómo debe debatirse este problema? ¿Debe depender sólo de lo que agrada o desagrada? Me parece que no, amigos míos. En realidad, si fuera a depender de esto, ni valdría la pena discutirlo. Si estamos frente a un problema de simple preferencia, entonces uno diría que merece que lo pongamos en la lista que figura bajo el refrán antiguo "sobre gustos y colores no se han puesto de acuerdo los autores". Quizá sería mejor en este caso acabar con las discusiones. No, amigos míos. Sólo hay una manera de zanjar la cuestión. Es examinar qué dice la Biblia acerca de ello. Nunca hay que darla por terminada diciendo que nos gusta más una respuesta que otra, sino que hay que zanjarla después de oír lo que ha dicho en cuanto a la misma en su santa Palabra.
Muy bien, entonces ; veamos qué dice la Biblia acerca de este problema de la predestinación.
Pero antes de que busquemos la respuesta que la Biblia da a este problema, es importante que tengamos una idea bien clara del mismo.
Ya hemos formulado la cuestión antes. ¿Predestina Dios a algunos hombres a que se salven porque creen en Cristo, o por el contrario pueden algunos hombres creer en Cristo porque han sido predestinados? En otras palabras, ¿depende la predestinación de este acto de la voluntad llamado fe, o es ese acto de la voluntad humana conocido como fe el resultado de la predestinación?
Este es el problema formulado en forma sintética. Pero es importante darse cuenta de que la primer a de las dos respuestas al problema ha adoptado dos formas diferentes.
Si se considera que la predestinación a la salvación depende de la decisión de la voluntad humana entre creer o no creer, entonces se plantea el problema ulterior de si Dios conoce o no de antemano cuál va a ser la decisión de la voluntad.
Algunos han dicho, "No. Dios no sabe de antemano cuál va a ser la decisión de la voluntad del hombre. Se limita a esperar a ver qué hará la voluntad, y entonces, cuando el hombre ya ha decidido, Dios actúa en consecuencia, dando la salvación a los que han escogido creer y enviando a la muerte eterna a los que han escogido no creer."
Según esta opinión, la única predestinación de la que se puede hablar es una predestinación condicional. Es una predestinación con un gran "sí". Dios no predestina a nadie para la vida eterna o para la muerte definitiva sino que se limita a dejar establecido de antemano que si alguien cree en Cristo entrará en la vida eterna y si alguien no cree en Cristo entrará en la muerte eterna. La decisión referente al grupo del que cada persona llegará a formar parte depende de cada uno, y Dios ni siquiera sabe cuál va a ser la decisión.
La otra forma que asume la teoría que estamos exponiendo afirma que Dios conoce de antemano pero no preordena. Dios sabe de antemano, dicen, cuál va a ser la decisión de cada uno de los hombres en cuanto a creer o no en Cristo, pero no determina tal decisión.
Esta forma de la teoría, como señalamos al tratar de los decretos divinos en general, es un pobre fruto híbrido. Se queda a medio camino ; se enfrenta con todas las dificultades, reales o imaginarias, que acompañan a la doctrina de la predeterminación completa de todo lo que sucede por parte de Dios, y también se ve rodeada de dificultades propias.
Pero ya es hora de que volvamos a la Biblia. La Biblia se expresa con absoluta claridad en cuanto a todo este problema. Se opone en forma radical a las dos formas de la teoría que acabamos de exponer. Es por completo opuesta a la idea de que Dios no sabe qué va a decidir el hombre, y también se opone a la idea de que Dios no preordena lo que conoce de antemano. Frente a tales ideas, nos dice en la forma más clara que se pueda imaginar, no sólo el consejo de su voluntad sino también en concreto que ha predeterminado la salvación de algunos y la perdición de otros.
Esto lo hallamos en realidad incluso en el Antiguo Testamento. Nada podría repugnar más a la revelación del Antiguo Testamento acerca de Dios que esta idea de que las decisiones del hombre constituyen una especie de excepción a la soberanía de Dios. Si hay algo que parezca más claro que lo demás en el Antiguo Testamento es que Dios es el Señor absoluto del corazón del hombre. Puede cambiar el corazón; puede cambiar el corazón viejo por uno nuevo. Esto no es más que una forma de decir que las acciones que nacen del corazón del hombre no quedan fuera del plan de Dios sino que constituyen una parte integral del mismo. Dios, según el Antiguo Testamento, es Rey, y lo es con una soberanía absoluta que no admite excepciones ni restricciones de ninguna clase.
En ejercicio de dicha soberanía absoluta, según la Biblia, Dios escogió a Israel. Su elección de Israel no se debió a méritos ni virtudes que Israel poseyera. El Antiguo Testamento reitera este gran pensamiento. No, se debió a la gracia misteriosa de Dios. Israel fue el pueblo de Dios, no porque hubiera decidido ser el pueblo de Dios sino porque fue predestinado a ser el pueblo de Dios. El que no capta esto no ha captado la médula y meollo de la revelación del Antiguo Testamento.
Pero cuando pasamos al Nuevo Testamento lo que ya aparecía claro en el Antiguo se vuelve todavía más evidente y maravilloso. Si los hombres se salvan, según el Nuevo Testamento, se salvan por la predeterminación misteriosa de Dios.
Sólo puedo mencionar unos pocos pasajes en los que se enseña esto.
Se encuentra en la enseñanza de nuestro Señor que nos refieren los Evangelios Sinópticos. Cuando Jesús ofreció la salvación, algunos la aceptaron y otros la rechazaron. ¿Por qué? ¿Sólo porque así lo decidieron independientemente del decreto de Dios? Jesús mismo dio la respuesta. "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así lo agradó." "Porque así lo agradó" esta es, según Jesús, la razón definitiva de por qué algunos recibieron un conocimiento salvífico de Dios y otros no.
Se halla con claridad especial en la enseñanza de nuestro Señor que se refiere en el Evangelio de Juan "No ruego por el mundo," dice Jesús, "sino por los que me diste." "Tuyos eran", dice Jesús un poco antes, "y me los diste, y han guardado lo palabra." No veo cómo se podría enseñar la predestinación con más claridad que en el conjunto de la oración sacerdotal de Jesús en el capítulo diecisiete de Juan. Un pensamiento básico podría taxi decir que el pensamiento básico del mismo es que la predestinación precede a la fe. Los discípulos pertenecían a Dios es decir, a su plan eterno antes de creer; no llegaron a pertenecer a Dios porque creyeron, sino que pudieron creer porque ya pertenecían a Dios y porque en cumplimiento de su plan Dios los llamó a sí.
La misma doctrina se enseña en el libro de Hechos. Este es el libro, recuérdese, que contiene la famosa respuesta del carcelero en Filipos. "¿Qué debo hacer para ser salvo?" preguntó el carcelero. "free en el Señor Jesucristo, y serás salvo," respondió Pablo. La salvación se ofrece, pues, con la única condición de creer en Jesucristo. Pero ¿cómo se explica, según la Biblia, que algunos crean y otros no? El libro ofrece la respuesta en la forma más clara posible. A1 hablar de la predicación de Pablo y Bernabé en Antioquia de Pisidia, dice que algunos gentiles que los oyeron creyeron. Bien. ¿qué gentiles que los oyeron creyeron? ¿Creyeron los que por voluntad propia decidieron creer? En absoluto. No, se nos dice expresamente algo por complete diferente. ¿Qué dice el libro referente a esto? Citaré las palabras exactas. "Creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna." No veo cómo sea posible proponer la doctrina de la predestinación en forma más clara y con menos palabras que en este texto. Sólo Creen en Cristo los que de antemano han sido determinados a ello en los consejos de Dios. No están predestinados porque Creen, sino que pueden creer porque están predestinados.
En las Cartas de Pablo, la gran doctrina de la predestinación se enseña repetidas veces. De hecho, no sería exagerado decir que constituye la base de todo lo que Pablo enseña. El apóstol se preocupa, además de aclarar cualquier posible inconsecuencia que sus lectores tengan respecto a esta gran doctrina; con una lógica absolutamente intrépida acorrala nuestro orgullo humane y lo enfrenta con el hecho definitivo de la voluntad misteriosa de Dios.
"Pues no habían aún nacido," dice de Jacob y Esaú, "ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama, se le dijo: El mayor servirá al menor. Come está escrito : A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí." ¿Cómo se podría decir en forma más clara que en este pasaje que la predestinación de Jacob a la salvación y la de Esaú al repudio no se debió a nada que ellos hicieran o que se hubiera previsto ni siquiera a la fe prevista de uno y la incredulidad y desobediencia previstas del otro sino a la elección misteriosa de Dios?
Entonces el apóstol se enfrenta a una objeción. Se trata de una objeción que se sigue presentando en el siglo veinte contra esta gran doctrina de la predestinación. ¿Acaso esta doctrina no hace de Dios un ser injusto y parcial?
Cómo resuelve esta dificultad el apóstol? ¿La resuelve según la forma habitual moderna de abandonar la posición contra la que se presenta la dificultad? ¿Elimina la doctrina de la predestinación diciendo que lo que quería decir era que la predestinación era condicionada, dependiente de las elecciones futuras del hombre o de algo parecido?
De ninguna manera. No hace nada de esto ; no abandona su posición ni en un centímetro ; no elimina la doctrina. Por el contrario, vuelve a recurrir en apoyo de la doctrina, al puro misterio de la voluntad soberana de Dios.
"¿Qué, pues diremos? ¿Que hay injusticia en Dios?" según afirma "En ninguna manera," dice Pablo en respuesta a la misma.
Pues a Moisés dice : Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que come, sino de Dios que time misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo lo he levantado, para mostrar en tí mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, time misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me dirás : ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó : ¿Por qué me has hecho así? ¿0 no time protestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?
No veo cómo la doctrina de la predestinación podría proclamarse con más claridad que en este pasaje. Pero lo que hay que notar en especial es que este pasaje no es algo aislado y único en las Cartas de Pablo ni en la Biblia. Por el contrario, sólo formula en una forma algo más explícita que de costumbre lo que se presupone en todas panes. En realidad viene casi a ser el meollo de lo que Dios nos ha revelado en su Palabra.
Todos los hombres merecen la ira y maldición de Dios, algunos, no más merecedores del favor de Dios que los demás, salvados por la misteriosa gracia de Dios estas cocas constituyen en realidad la entraña de la Biblia. Confundirlas en favor del mérito a orgullo humano, y el resultado es que se substituye la Palabra de Dios por la sabiduría del hombre.
En la charla siguiente deseo aclarar ciertos malentendidos de la gran doctrina de la predestinación. Deseo decides unas pocas palabras acerca de ciertas cocas que la doctrina de la predestinación no quiere decir. No quiere decir que la elección de algunos hombres por parte de Dios para salvación sea arbitraria y sin razón buena y suficiente por misteriosa que dicha razón sea. No quiere decir que Dios se complazca en la muerte del pecador; no quiere decir que la puerta de la salvación esté cerrada para todo el que entrará, no quiere decir que el hombre vive desesperado por pensar que la gracia de Dios no le vaya a ser concedida. El horror con que a menudo se contempla esta gran doctrina de la Biblia se debe a lamentables malentendidos respecto a su significado.
Pero lo que deseo pedirles que hagan ahora es que tomen la Biblia y lean por sí mismos lo que dice. Si lo hacen, creo que se convencerán de que la doctrina de la predestinación, tan desagradable para el orgullo humano, es en realidad el único fundamento sólido de esperanza para este mundo y para el venidera. Poca esperanza tenemos, amigos míos, si nuestra salvación depende de nosotros mismos ; pero la salvación de la que habla la Biblia se base en el consejo eterno de Dios. En la realización poderosa del plan eterno de Dios no caben fisuras. "A los que predestinó," dice la Biblia, "a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó." "A los que amen a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" qué poco consoladores serían estas palabras si se detuvieran aquí si se nos hubiera dicho tan sólo que todas las cocas ayudan a bien a los que amen a Dios, y luego se nos hubiera dejado que prendiéramos por nosotros mismos la llama de ese amor de Dios en nuestros corazones fríos y moribundos. Pero, gracias a Dios, el versículo no concluye ahí. E1 versículo no se limita a decir : "A los que amen a Dios, todas las cocas les ayudan a bien." No, dice : "A loS que amen a Dios, todas las cocas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados." Ahí, amigos míos, está el verdadero fundamento de nuestro consuelo no en nuestro amor, no en nuestra fe, no en nada de lo que hay en nosotros, sino en ese consejo misterioso y eterno de Dios del que procede toda fe, todo amor, todo lo que tenemos y somos y podemos ser en este mundo y en el mundo venidero.
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