Quinta exposición: El calvinismo y las artes
En esta quinta exposición, que es la penúltima, hablaré de Calvinismo y las Artes. No es la tendencia prevaleciente de la actualidad que me induce a tratar este tema. La adoración casi fanática de las artes, como la incentiva nuestro tiempo, armoniza poco con la seriedad de la vida por la cual aboga el calvinismo. El amor por las artes que está tan en aumento en nuestro tiempo, no debe cegar nuestros ojos, sino debe ser examinado de manera sobria y crítica.
Se presenta el hecho de que el arte refinado, hasta ahora limitado a unos pocos círculos privilegiados, ahora gana terreno entre la clase media y a veces incluso en la clase baja. Podemos decir que es la democratización de una expresión de la vida que hasta ahora estaba asociada con la aristocracia. Aunque el artista realmente inspirado podría quejarse de que la música de piano de la mayoría no es más que tecleo, y su pintura no más que garabatos, sin embargo, el sentimiento exuberante de poder compartir los privilegios del arte es tan abrumador que se prefiere el menosprecio del artista al abandono de la educación artística. El hecho de haber puesto una producción propia, aunque pobre, sobre el altar de las artes, se vuelve más y más la característica de una educación cumplida. Finalmente, en todo esto se expresa el deseo de disfrutar con el ojo y el oído, especialmente en la música y en el escenario. Muchos desean estos placeres sensuales en formas menos nobles y más pecaminosas; pero en otras ocasiones, este amor por el arte lleva a los hombres a buscar formas más nobles y disminuye su apetito de baja sensualidad. Especialmente en nuestras ciudades grandes, los gerentes de teatros son capaces de ofrecer un entretenimiento de primera calidad; y los medios de comunicación entre las naciones imparten un carácter tan internacional a nuestros mejores cantantes y actores, que ahora los placeres artísticos más refinados están al alcance del público en general, a casi ningún costo.
Además, bajo la amenaza de atrofia por parte del materialismo y el racionalismo, el corazón humano busca naturalmente un antídoto contra esta tendencia, en su instinto artístico. Si no, las influencias del dinero y del intelectualismo estéril reducirían la vida emocional al punto de congelación. Y el misticismo del corazón, incapaz de captar los beneficios santos de la religión, reacciona por medio de una intoxicación de artes. Aunque no estoy olvidando que el genio verdadero busca las alturas del aislamiento en vez de las planicies bajas, y que nuestra época, tan pobre en la producción de arte realmente creativo, tiene que calentarse en las brasas del pasado; aunque admito que este homenaje a las artes por parte del vulgo profano tiene que llevar necesariamente a una corrupción de las artes; sin embargo, aun el fanatismo estético menos juicioso es todavía muy superior a la carrera común por las riquezas, o a la adoración pecaminosa a Baco o Venus. En esta época fría, irreligiosa y práctica, el calor de esta devoción a las artes mantuvo vivas muchas aspiraciones superiores del alma, que de otra manera hubieran muertas, como sucedió en la mitad del siglo pasado. Entonces, Uds. ven, no estoy subestimando el movimiento estético presente. Pero lo que debemos desaprobar es el esfuerzo loco de poner este movimiento a un nivel superior o igual al movimiento religioso del siglo XVI. Si yo abogo por la importancia del calvinismo en el dominio de las artes, no lo hago en vista de esta vulgarización de las artes, sino mantengo mis ojos fijos en el Hermoso y Sublime en su significado eterno, y sobre el arte como uno de los dones más ricos de Dios a la humanidad.
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Cada estudioso de la historia sabe que aquí me enfrento con un prejuicio profundamente arraigado. Se dice que Calvino personalmente carecía de todo instinto artístico, y que el calvinismo que en Holanda fue culpable de iconoclasta, tiene que ser incapaz de cualquier desarrollo artístico. Por tanto, es apropiada una palabra acerca de este prejuicio fuerte. Sin duda, Lutero era más artísticamente dispuesto que Calvino; ¿pero qué comprueba esto? ¿Negaremos el reconocimiento artístico al helenismo, solo porque Sócrates, carente de todo sentido de lo hermoso, se jactó de la hermosura de su nariz gigante porque permitía que su aliento pasara más libremente? ¿O demuestran los escritos de Juan, Pedro y Pablo, estas tres columnas de la iglesia cristiana, algún aprecio especial de las artes? Incluso puedo preguntar reverentemente: ¿Existe algún pasaje en los Evangelios de Cristo que aboga por el arte como tal, o busca disfrutar del arte? - Y si tenemos que responder negativamente a todas estas preguntas, ¿podemos entonces negar el hecho de que el cristianismo como tal era un aporte impagable para el desarrollo de las artes? Y si no, ¿por qué acusaríamos el calvinismo solo por la razón de que Calvino personalmente tuvo poco sentir artístico? Y si hablamos de los iconoclastas, ¿nos olvidamos que en el siglo VIII, en medio del mundo griego hermoso y artístico, León Isauro incentivó un iconoclasto todavía más violento, y negaremos por eso a Bizancio el honor de haber producido tantos monumentos hermosos? ¿Me piden más pruebas? Bien, todavía más que los iconoclastas del siglo XVI y León Isauro en el siglo VIII, luchó Mahoma en su Corán contra las imágenes de todo tipo; ¿pero justifica esto la acusación de que el Alhambra en Granada y el Alcázar en Sevilla no son productos hermosos del arte de la arquitectura?
No olvidemos que el instinto artístico es un fenómeno humano universal, pero respecto a los tipos nacionales, climas y países, el desarrollo de este instinto artístico es repartido entre las naciones de una manera muy desigual. ¿Quién buscará un desarrollo de las artes en Islandia? ¿y quién no percibirá su fragancia en todas partes del Levante con su naturaleza abundante? ¿Es entonces una sorpresa que el sur de Europa era más favorable al desarrollo de las artes que el norte? Y cuando la historia demuestra que el calvinismo fue más ampliamente recibido por los países del norte, ¿es esta una prueba en contra del calvinismo, que en naciones de un clima más frío y de una naturaleza más pobre no pudo incentivar la misma vida artística como en las naciones del sur? Puesto que el calvinismo prefirió la adoración a Dios en espíritu y verdad, en lugar de las riquezas sacerdotales, fue acusado por Roma de carecer de la apreciación de las artes; y puesto que desaprobó que una mujer se rebaje a ser el modelo de un artista, o que eche a perder su honor en el baile, su seriedad chocó contra el sensualismo de aquellos que no escatimaban ningún sacrificio para la diosa de las artes. Todo esto, sin embargo, solo limita el lugar que el arte debe ocupar en la esfera de la vida, y las fronteras de su dominio; pero no ataca el arte como tal. Entonces, para ver el significado del calvinismo para las artes, investigaremos tres puntos:
1. por qué el calvinismo no pudo desarrollar un estilo artístico propio,
2. qué fluye de su principio en cuanto a la naturaleza del arte,
y 3. qué hizo realmente para su avance.
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Por qué el calvinismo no pudo desarrollar un estilo artístico propio
Todo fuera bien, si tan solamente el calvinismo hubiera desarrollado su propio estilo de arquitectura. Al igual como Atenas se jacta de su Partenón, Roma de su Panteón, Bizancio de su Santa Sofía, Colonia de su Catedral, o el Vaticano de su San Pedro, así también el calvinismo debería haber sido capaz de exhibir una estructura impresionante, manifestando toda la plenitud de su ideal. Y que no lo hizo, es considerado como prueba suficiente de su pobreza artística. Por supuesto, se asume que el calvinismo intentó ascender al mismo lujo artístico y no lo logró; que su inflexibilidad estéril impidió todo desarrollo estético superior. En contra de esta acusación injusta, yo declaro que por la misma razón de su principio superior, al calvinismo no le era permitido desarrollar un tal estilo propio de arquitectura. Es este respecto, tuve que escoger la arquitectura como ejemplo, porque tanto en el arte clásico como en el arte supuestamente cristiano, la producción absoluta y abarcadora del arte se exhibía en la arquitectura, y todos los otros departamentos de arte se adaptaron finalmente al templo, a la iglesia, la mezquita o la pagoda. Apenas un estilo artístico se puede mencionar que no hubiera surgido desde el centro de la adoración divina, y que no hubiera buscado la realización de su ideal en la estructura suntuosa edificada para esta adoración. Este era un impulso noble. El arte derivó sus motivos más ricos de la religión. La pasión religiosa era la mina de oro que hizo posible sus conceptos más audaces. Para realizar sus conceptos en este dominio sagrado, el arte tuvo no solamente el círculo estrecho de amantes del arte, sino la nación entera a sus pies. La adoración divina era el lazo que unía las diferentes artes. El estilo artístico y el estilo de la adoración coincidían. Si este matrimonio de adoración inspirada por las artes, con artes inspiradas por la adoración, es la meta suprema, entonces el calvinismo sí es culpable. Pero si podemos demostrar que esta alianza de religión y artes representa un nivel inferior del desarrollo religioso y humano, entonces el calvinismo se muestra superior por su misma falta de un estilo arquitectónico particular. Esta es de hecho mi convicción, y les rendiré cuentas por qué.
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Primero, este desarrollo estético de la adoración que llevó a las alturas expresadas en el Partenón y el Panteón, Santa Sofía y San Pedro, es solamente posible mientras la misma forma de religión es impuesta a una nación entera, tanto por el príncipe como por el sacerdote. En este caso, cualquier diferencia en la expresión espiritual se funde en una sola forma de adoración simbólica; y esta unión de las masas, bajo el liderazgo del gobierno y del clero, provee la posibilidad de invertir sumas tan inmensas en estas estructuras colosales y su adorno. Pero en el caso de un desarrollo progresivo de las naciones, cuando los rasgos individuales dividen las masas, la religión también avanza a este nivel superior donde se mueve desde lo simbólico hacia la vida claramente consciente. Esto exige la división de la adoración en muchas formas, y la emancipación de la religiosidad madura de toda vigilancia sacerdotal y política. En el siglo XVI, Europa se acercaba lentamente a este nivel superior del desarrollo espiritual; y no fue el luteranismo con su sujeción de la nación entera bajo la religión del príncipe, sino el calvinismo con su concepto profundo de la libertad religiosa, que inició la transición. En cada país donde apareció el calvinismo, llevó a una multiformidad de tendencias de la vida, quebrantó el poder del estado en el dominio de la religión, y en gran medida puso fin al sacerdotalismo. Como resultado, abandonó la forma simbólica de la adoración, y se negó a manifestar su espíritu religioso en monumentos espléndidos a pedido de las artes.
La objeción de que una tal adoración simbólica tenía su lugar en Israel, no debilita mi argumento, al contrario, lo apoya. Pues, ¿no nos enseña el Nuevo Testamento que el ministerio de sombras que florecía bajo la antigua dispensación, bajo la dispensación de profecía cumplida "es viejo y se vuelve obsoleto y ya está por desaparecer"? En Israel encontramos una religión estatal que es una y la misma para la población entera. Esta religión está bajo el liderazgo sacerdotal. Y finalmente se expresa en símbolos, y en consecuencia se manifiesta en el templo espléndido de Salomón. Pero cuando el ministerio de las sombras cumplió los propósitos del Señor, Cristo vino a profetizar la hora cuando Dios no sería más adorado en el templo monumental de Jerusalén, sino en espíritu y en verdad. Y de acuerdo a esta profecía, no encontramos ningún rasgo ni sombra de artes para la adoración en toda la literatura apostólica. El sacerdocio visible de Aarón en la tierra cedió su lugar al sumo sacerdocio invisible según el orden de Melquisedec en el cielo. Lo puramente espiritual se abre paso por las nieblas de lo simbólico.
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Mi segunda prueba es que esto está enteramente en acuerdo con la relación superior entre religión y arte. Aquí apelo a Hegel y Von Hartmann, que serán testigos imparciales puesto que se encuentran afuera del calvinismo. Hegel dice que el arte, que en un nivel inferior de su desarrollo se presta para una religión todavía sensual, finalmente le ayuda a desechar las ataduras de la sensualidad. Pues en un nivel inferior es solamente la adoración estética que libera el espíritu; pero "las bellas artes no son su emancipación suprema, pues esta se encuentra solamente en el ámbito de lo invisible y espiritual." Y Von Hartmann declara que originalmente, la adoración divina estaba inseparablemente unida a las artes, pues en su etapa inferior la religión todavía se pierde en la forma estética. En ese período, dice, todas las artes participan en el servicio del culto; no solo la música, la pintura, la escultura y la arquitectura, sino también la danza, la pantomima y el drama. Por el otro lado, cuanto más la religión se desarrolla hacia la madurez espiritual, se desata de los lazos del arte, porque el arte para siempre es incapaz de expresar la misma esencia de la religión. Y el resultado final de este proceso histórico de separación, concluye, será que la religión plenamente madura se abstendrá enteramente del estimulante de la seudo-emoción estética, para concentrarse enteramente y exclusivamente en aquellas emociones que son puramente religiosas.
Ambos, Hegel y Von Hartmann, tienen razón en este pensamiento fundamental. La religión y las artes tienen ambas una esfera particular en la vida. Al inicio parece que no se puede distinguir entre estas dos esferas tan entrelazadas, pero con el avance del desarrollo se separan necesariamente. Viendo a dos bebés en la cuna, es difícil decir cuál es varón y cuál es mujer; pero cuando alcanzan la madurez, los vemos como hombre y mujer, ambos con rasgos y expresiones particulares. De la misma manera, cuando alcanzan su desarrollo maduro, religión y arte exigen ambos una existencia independiente; y los dos sistemas entrelazados ahora tienen ambos su propia raíz. Este es el proceso desde Aarón hacia Cristo, desde Bezaleel y Oholiab hacia los apóstoles. Y por medio del mismo proceso, el calvinismo ocupa un nivel superior en el siglo XVI de lo que pudo alcanzar el romanismo. En consecuencia, el calvinismo no fue capaz, ni le era permitido, de desarrollar un estilo artístico particular desde su principio religioso. Si lo hubiera hecho, hubiera retrocedido a un nivel inferior de la vida religiosa. Al contrario, tiene que esforzarse a liberar la religión y la adoración de su forma sensual, y devolverle su espiritualidad vigorosa. Y si en nuestros días nuestras iglesias calvinistas se consideran frías e incómodas, y se desea introducir nuevamente lo simbólico en nuestros lugares de adoración, entonces es porque el pulso de la vida religiosa en nuestros días es mucho más débil de lo que era en los días de nuestros mártires. Pero en vez de deducir de ello el derecho de descender nuevamente a un nivel inferior de religión, esta debilidad de la vida religiosa debe inspirarnos a orar por una obra más poderosa del Espíritu Santo. Una segunda niñez, en nuestra edad avanzada, es un movimiento doloroso de retroceso. El hombre que teme a Dios y cuyas facultades permanecen intactas, no regresa en el auge de su vida a los juguetes de su niñez.
Una objeción más podría levantarse. Uno podría preguntar si una cosmovisión realmente independiente no debería crear su propio estilo artístico, incluso si lo desarrollase de manera absolutamente secular. Esta pregunta no sugiere que el calvinismo debería haber dado una cierta dirección a la práctica de las artes; pues demostraremos que el calvinismo sí hizo esto. El punto es, primero, si un estilo artístico completamente secular es imaginable; y segundo, si se pudiese exigir del calvinismo la creación de un tal estilo artístico secular. Mi respuesta a lo primero es: que en la historia de las artes no se encuentra ningún estilo artístico tan abarcador, independiente de la religión. No me refiero con esto a una escuela de un arte en particular, sino a un estilo artístico que influencia a todas las artes en conjunto. En cierta medida podríamos decir que el arte romano y el arte del renacimiento, sin tener un impulso religioso que los dirigía, llegaron a expresarse en todas las formas de arte. El renacimiento será considerado en la tercera parte de esta exposición; en cuanto al estilo romano digo, primero, que un estilo que se prestó casi todos sus motivos del arte griego no puede llamarse independiente; y segundo, que en Roma la idea del Estado se identificaba tanto con la idea religiosa que cuando el arte alcanzó su prosperidad, al mismo tiempo se quemaron sacrificios al Divus Augustus; de manera que no podemos considerar la religión y el Estado como dos esferas distintas en aquel tiempo.
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Pero, aparte de la evidencia histórica, podríamos preguntar si un tal estilo artístico todo-abarcador podría haberse originado aparte de la religión. Esto exige que haya un motivo central en la vida mental y emocional de una nación, que domine toda su existencia desde adentro, y que por consecuencia lleve su efecto desde este centro espiritual hasta su circunferencia más exterior. - No como si un arte nacional pudiera ser el producto del pensamiento intelectual. Arte intelectual no es arte. Nuestra vida intelectual, ética, religiosa y estética gobiernan cada una, una esfera propia. Estas esferas son paralelas y no permiten que se derive una de la otra. Es la emoción central, el impulso central, y el ánimo central, en la raíz mística de nuestro ser, que busca manifestarse al mundo exterior en esta cuádruple ramificación. El arte tampoco es una rama lateral de un tronco principal, sino un tronco independiente que surge de la vida misma, aunque está relacionado con la religión de manera más cercana que con el pensamiento o con la ética. Pero si preguntamos cómo puede surgir un concepto que abarque estos cuatro dominios, entonces podemos en lo finito encontrar la unidad solo en aquel punto donde lo finito surge de la fuente de lo infinito. No hay unidad en el pensamiento excepto por medio de un sistema filosófico bien ordenado; y no hay ningún sistema filosófico que no ascienda a los asuntos de lo infinito. De la misma manera, no hay unidad en nuestra existencia moral excepto cuando unimos nuestra existencia interior con el orden moral mundial, y no existe ningún orden moral mundial excepto por medio de un poder Infinito que mandó orden en este mundo moral. Por tanto, tampoco podemos imaginarnos una unidad en el arte, excepto por medio de la inspiración artística de un Eterno Hermoso, que fluye de la fuente de lo infinito. Por tanto, ningún estilo artístico todo-abarcador puede surgir excepto como consecuencia de un impulso particular de lo Infinito que opera en nuestro ser interior. Puesto que esto es el mismo privilegio de la religión, por encima del intelecto, la moral y el arte, que solo ella lleva a cabo la comunión con lo Infinito, en nuestra conciencia; la exigencia de un estilo artístico secular, todo-abarcador, independiente de cualquier principio religioso, es simplemente absurda.
Entiendan que el arte no es un borde pegado a un vestido, y no es una diversión añadida a la vida, sino un poder muy serio en nuestra existencia presente; y por tanto, sus variaciones principales tienen que mantener, en su expresión artística, una relación cercana con las variaciones principales de nuestra vida entera. Puesto que estas variaciones principales de nuestra existencia humana entera, sin excepción, son dominadas por nuestra relación con Dios, ¿no sería una degradación y una subestimación de las artes, imaginarse que todas las ramificaciones de las artes serían independientes de la raíz profunda que toda la vida humana tiene en Dios? En consecuencia, ningún estilo artístico surgió del racionalismo del siglo XVIII, ni del principio de 1789, y todos los esfuerzos de nuestro siglo XIX de crear un nuevo estilo artístico propio fracasaron. Sus producciones artísticas tienen un verdadero atractivo solamente cuando son inspiradas por las maravillas del pasado.
Entonces, por sí misma tenemos que negar la posibilidad de que un estilo artístico propio podría surgir de manera independiente de la religión; pero aun si fuera de otra manera, siempre sería ilógico - y este es mi segundo argumento - exigir del calvinismo una tal tendencia secular. ¿Cómo puede Ud. desear que un movimiento que encontró su poder en el juicio de todos los hombres y de toda la vida humana ante el rostro de Dios, haya buscado el impulso, la pasión y la inspiración para su vida fuera de Dios, en un dominio tan importante como las poderosas artes? Entonces, no hay ninguna verdad en el reproche de que el calvinismo, por no haber creado su propio estilo arquitectónico, sea artísticamente pobre. Solo bajo los auspicios de su principio religioso, el calvinismo podría haber creado un estilo artístico general; y exactamente porque alcanzó una etapa tan superior en el desarrollo religioso, su mismo principio le prohibió la expresión simbólica de su religión en formas visibles y sensuales.
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El principio calvinista en cuanto a la naturaleza del arte
Entonces, tenemos que hacer la pregunta de una manera diferente. Y esto nos trae a nuestro segundo punto. La pregunta no es por qué el calvinismo no produjo aquello que, por su punto de vista superior, no le era permitido producir, o sea, un propio estilo artístico general; sino qué interpretación de la naturaleza de las artes fluye de su principio. En otras palabras, ¿hay en la cosmovisión del calvinismo un lugar para las artes? ¿Y si es así, cuál lugar? ¿Se opone su principio a las artes, o, según su principio, perdería un mundo sin artes una de sus esferas ideales? No estoy hablando ahora del abuso, sino simplemente del uso de las artes. En cada dominio, la vida tiene que respetar las dimensiones de su dominio. Entrometerse en el dominio de otros es siempre ilegal; y nuestra vida humana alcanzará su noble armonía solamente cuando todas sus funciones colaboran en proporción justa para nuestro desarrollo general. La lógica de la mente no debe menospreciar las emociones del corazón, ni debe el amor a lo hermoso silenciar la voz de la conciencia. No importa cuan sagrada sea la religión, ella tiene que quedarse dentro de sus propios límites; sino degenerará en superstición, locura o fanatismo. Y de la misma manera, la pasión demasiado exuberante por las artes que se ríe de las advertencias de la conciencia, terminará en una discordia fea. Por ejemplo, el hecho de que el calvinismo se opuso al juego profano con el honor de la mujer, y acusó toda forma de placer artístico inmoral como una degradación, no tiene que ver con nuestra pregunta. Todo esto denuncia apropiadamente el abuso, pero no tiene ninguna injerencia en cuanto al uso legal. Y Calvino mismo no se opuso al uso legal de las artes, sino lo animó e incluso lo recomendó. Donde las Escrituras mencionan la primera manifestación de las artes, en las tiendas de Jubal quien inventó el arpa y el órgano, Calvino nos hace recordar enfáticamente que este pasaje habla de "dones excelentes del Espíritu Santo". Él declara que con el instinto artístico, Dios enriqueció a Jubal y su descendencia con dones extraordinarios. Y él declara francamente que estos poderes inventores del arte son testimonios evidentes de la bondad de Dios. Más todavía, él declara, en sus comentarios sobre Éxodo, que "todas las artes vienen de Dios y deben ser respetadas como invenciones divinas." Según Calvino, estas cosas preciosas de la vida natural las debemos originalmente al Espíritu Santo. En todas las artes, la alabanza y la gloria de Dios deben exaltarse. Las artes, dice, nos fueron dadas para nuestro consuelo, en este estado deprimido de nuestra vida. Ellas reaccionan contra la corrupción de la vida y de la naturaleza por la maldición. Cuando su colega, el profesor Cop en Ginebra, alzó las armas contra las artes, Calvino inició medidas para restaurar a este hombre necio a la razón y a sus sentidos sanos, como él mismo escribe. El prejuicio ciego contra la escultura, a base del segundo Mandamiento, Calvino dice que ni merece la pena refutarlo. La música la exalta como un poder maravilloso para mover los corazones y para ennoblecer las tendencias y la moral. Entre los favores excelentes de Dios para nuestra recreación y disfrute, la música ocupa el rango más alto. Y aun cuando el arte se vuelve en un instrumento tan solo para el entretenimiento de las masas, Calvino asegura que no se les debe negar este placer. En vista de todo esto, podemos decir que Calvino estimaba el arte, en todas sus ramificaciones, como un don de Dios; o, más específicamente, un don del Espíritu Santo; que entendió plenamente los efectos profundos del arte sobre las emociones; que apreciaba el fin para el cual las artes fueron dadas, o sea, que por medio de ellas glorifiquemos a Dios y ennoblezcamos nuestra vida, y bebamos de la fuente de placeres superiores; y finalmente, lejos de considerar las artes una mera imitación de la naturaleza, les atribuía la noble vocación de revelar al hombre una realidad superior a este mundo pecaminoso y corrompido.
Ahora, si esta fuera solamente la interpretación personal de Calvino, no sería ninguna prueba para el calvinismo en general. Pero cuando observamos que el mismo Calvino no se desarrolló artísticamente, y que por tanto tuvo que haber derivado este sistema de estética desde sus principios, entonces podemos considerar que él expuso el concepto calvinista del arte como tal. Para ir directamente al corazón del asunto, empezamos con el último dicho de Calvino, que el arte nos revela una realidad superior a este mundo pecaminoso. Uds. conocen la discusión de si el arte debe imitar la naturaleza o transcenderla. En Grecia, se pintaban uvas con tanta exactitud que las aves se confundieron e intentaron comerlas. Esta imitación de la naturaleza era el ideal supremo de la escuela socrática. En ello hay algo de verdad, y los idealistas a menudo se lo olvidan, que las formas y relaciones exhibidas por la naturaleza siguen siendo las formas y relaciones fundamentales de toda realidad; y un arte que no mira las formas y los movimientos de la naturaleza, ni escucha sus sonidos, sino los pasa arbitrariamente por alto, se deteriora en un juego salvaje de la imaginación. Pero, por el otro lado, toda interpretación idealista del arte es justificada en oposición contra lo puramente empírico, donde lo empírico limita su tarea a la imitación. Porque entonces el arte comete el mismo error como los científicos cuando limitan su tarea a la mera observación y anotación. Igual como la ciencia tiene que ascender desde los fenómenos a la investigación de su orden inherente, para que el hombre por medio de este conocimiento pueda producir especies más nobles de animales, flores y frutas de lo que la naturaleza podría producir, así es también la vocación del arte, no solo observar todo lo visible y audible para reproducirlo, sino descubrir en estas formas naturales el orden de lo hermoso, y por medio de este conocimiento producir un mundo hermoso que transciende la belleza de la naturaleza. Y esto es lo que Calvino declaró: que el arte exhibe dones que Dios puso a nuestra disposición, ahora que en consecuencia del pecado la verdadera belleza se alejó de nosotros.
Nuestra decisión aquí depende enteramente de nuestra interpretación del mundo. Si consideramos el mundo como la manifestación de lo bueno absoluto, entonces no existe nada superior, y el arte no puede tener otra vocación que copiar la naturaleza. Si el mundo procede en un proceso lento desde lo incompleto a la perfección, como enseña el panteísta, entonces el arte se convierte en la profecía de una fase futura de la vida por venir. Pero si confesamos que el mundo era hermoso alguna vez, pero por la maldición fue deshecho, y por una catástrofe final tiene que llegar a su estado pleno de gloria que excede aun la belleza del paraíso, entonces el arte tiene la tarea mística de hacernos recordar la belleza que fue perdida, y de anticipar su época perfecta por venir. Esta última es la confesión calvinista. Más claramente que Roma se dio cuenta de la influencia del pecado que corrompe; esto llevó a una estimación más alta de la belleza de la justicia original en el paraíso; y dirigido por este recuerdo encantador, el calvinismo profetizó una redención de la naturaleza externa que se realizará en el reino de gloria celestial. Desde este punto de vista, el calvinismo honró el arte como un don del Espíritu Santo y como un consuelo en nuestra vida presente, que nos permite descubrir en y detrás de esta vida pecaminosa un fondo más rico y más glorioso. Parado al lado de las ruinas de esta creación antes tan hermosa, el arte le señala al calvinista tanto las líneas todavía visibles del plan original, como la restauración espléndida con la cual el Artista Supremo y Constructor Maestro un día renovará y exaltará la belleza de Su creación original.
Si entonces, en este punto principal, la interpretación personal de Calvino está enteramente de acuerdo con la confesión calvinista, lo mismo se aplica al siguiente punto. Si la soberanía de Dios es el punto de partida inalterable, entonces el arte no puede tener su origen en el maligno, pues satanás es destituido de cualquier poder creativo. Todo lo que puede hacer es abusar de los buenos dones de Dios. El arte tampoco puede tener su origen en el hombre, porque siendo una criatura él mismo, el hombre no puede hacer otra cosa que emplear los poderes y dones que Dios puso a su disposición. Si Dios es y permanece soberano, entonces el arte puede obrar de manera apropiada solo cuando se acomoda a las ordenanzas que Dios ordenó en cuanto a la belleza, cuando Él, como Artista Supremo, llamó este mundo en existencia. Y además, si Dios es y permanece soberano, entonces El también imparte estos dones artísticos a aquellos que Él quiere, primero incluso a la descendencia de Caín y no de Abel; no como si el arte fuera cainita, pero, como dice Calvino de manera tan hermosa, para que aquel que por el pecado perdió los dones supremos, tuviese por lo menos un testimonio de la bondad divina en los dones inferiores del arte. Esta habilidad artística tiene un espacio en la naturaleza humana que tenemos por ser creados en la imagen de Dios. En el mundo real, Dios es el Creador de todo; solo Él tiene el poder de producir cosas realmente nuevas, y por eso Él sigue siendo siempre el artista creativo. Como Dios, El solo es el Original; nosotros somos solamente portadores de Su imagen. Nuestra capacidad de crear detrás de Él y detrás de Sus obras, puede consistir solamente en las creaciones no reales del arte. Así podemos nosotros, a nuestra manera, imitar la obra de las manos de Dios. Creamos una especie de cosmos, en nuestro monumento arquitectónico; embellecemos las formas de la naturaleza, en la escultura; reproducimos la apariencia de la vida, en nuestra pintura; pasamos a las esferas místicas, en nuestra música y poesía. Y todo esto porque lo hermoso no es el producto de nuestra propia fantasía, ni de nuestra percepción subjetiva, sino tiene una existencia objetiva como expresión de la perfección divina. Después de la Creación, Dios vio que todas las cosas eran buenas. Imagínense que todo ojo humano se cierre y todo oído humano se tape - aun así, lo hermoso permanece, y Dios lo ve y escucha, pues no solamente "Su Eterno Poder", sino también "Su Divinidad", es percibida en Su creación, tanto espiritualmente como somáticamente. Un artista puede darse cuenta de ello en sí mismo. Si él se da cuenta de que su propia capacidad artística depende de su ojo para el arte, él tiene que llegar a la conclusión que el ojo original para el arte está en Dios mismo, cuya capacidad artística produce todo, y según la imagen del cual el artista fue creado. Lo sabemos por la creación a nuestro alrededor, por el firmamento encima de nosotros, por el lujo abundante de la naturaleza, por la riqueza de formas en el hombre y el animal, por el sonido del río y el canto del ruiseñor; pues ¿cómo podría existir toda esta belleza sino por la creación de Aquel quien preconcibió la belleza en Su propio Ser, y la produjo desde Su propia perfección divina? Así Uds. ven que la soberanía de Dios, y nuestra creación en Su imagen, necesariamente llevan a esta interpretación suprema del origen, la naturaleza y la vocación del arte, como Calvino la adoptó y nuestro instinto artístico la aprueba. El mundo de sonidos, el mundo de formas, el mundo de matices, y el mundo de ideas poéticas, no puede tener otra fuente sino Dios; y es nuestro privilegio como portadores de Su imagen, tener una percepción de este mundo hermoso, reproducirlo artísticamente, y disfrutarlo humanamente.
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Lo que hizo el calvinismo para el avance de las artes
Y así llego a mi tercer y último punto. Encontramos que la falta de un estilo artístico propio, en vez de ser una objeción contra el calvinismo, al contrario indica la etapa más avanzada de su desarrollo. Después hemos considerado la interpretación exaltada de la naturaleza de las artes que fluye desde el principio calvinista. Y ahora veremos cuan noblemente el calvinismo incentivó el progreso de las artes tanto en principio como en práctica.
Y aquí, en primer lugar, dirijo vuestra atención al hecho importante que el calvinismo fue el primero que reconoció la importancia de las artes, al liberarlas de la vigilancia de la iglesia. No niego que el renacimiento tenía la misma tendencia, pero esta fue manchada por una preferencia unilateral por lo pagano, y una pasión para ideas más paganas que cristianas; mientras Calvino, por el otro lado, mantuvo firmemente las ideas cristianas, y de manera más cortante que cualquier otro reformador se opuso a toda influencia pagana. Sin embargo, para ser justos hacia la iglesia más antigua, tenemos que dar una explicación más completa. La religión cristiana apareció en el mundo griego y romano, que aunque desmoralizado, todavía mostraba su civilización avanzada y su esplendor artístico. Por tanto, para oponerse a un principio con otro principio, el cristianismo tuvo que reaccionar en contra de la sobreestimación de las artes que dominaba en aquel tiempo, para así quebrantar la influencia peligrosa del paganismo. Por tanto, mientras la lucha contra el paganismo era una lucha a muerte, la relación del cristianismo con las artes tuvo que ser hostil. A este período siguió la invasión de las tribus germanas bárbaras en el Imperio Romano altamente civilizado. Después de que estas tribus fueron rápidamente bautizadas, el centro del poder se movió poco a poco desde Italia hacia el lado norte de los Alpes, dando a la iglesia desde el siglo VIII un señorío casi exclusivo sobre toda Europa. Debido a esta constelación, la iglesia se convirtió por varios siglos en el ayo de la vida humana desarrollada, y alcanzó un resultado glorioso. En el sentido literal de la palabra, todo desarrollo humano de aquel período dependía enteramente de la iglesia. Ninguna ciencia y ningún arte pudo prosperar sin el escudo de la protección eclesiástica. Y de allí se originó aquel arte específicamente cristiano, que en su primera pasión intentó expresar el máximo de esencia espiritual en un mínimo de forma y pintura y notas. No era ningún arte copiado de la naturaleza, sino un arte invocado desde las esferas celestiales, que ató la música en las cadenas gregorianas, que con su pincel y cincel anhelaba creaciones acósmicas, y que solamente en la construcción de catedrales realmente alcanzó lo sublime y la fama. Pero toda vigilancia educacional lleva a su propia disolución. Un ayo de actitud recta intenta hacer que su vigilancia sea superflua lo más pronto posible, y aquel que intenta prolongar su control aun después que su alumno haya alcanzado la madurez, crea una relación no natural y provoca resistencia. Cuando entonces la primera educación del norte de Europa fue completada, y la iglesia seguía levantando su cetro absoluto sobre el dominio entero de la vida, cuatro grandes movimientos empezaron desde lados diferentes: el renacimiento en el dominio de las artes, el republicanismo de Italia en la política, el humanismo en la ciencia y lo más central, en la religión, la Reforma.
Sin duda, estos cuatro movimientos recibieron su impulso de principios muy diferentes que en algunos casos estaban en conflicto entre ellos mismos. Pero todos estaban de acuerdo en un punto: Intentaron escapar de la tutela eclesiástica y crear una vida propia, en acuerdo con su propio principio. Entonces no nos sorprende que en el siglo XVI, repetidamente estos cuatro poderes actuaron de manera concertada. Era la única vida humana que buscaba de todas maneras un desarrollo más libre, y por tanto, cuando el viejo ayo intentó a la fuerza atrasar la declaración de la madurez, estos cuatro poderes naturalmente se animaron una a otra a resistir ferozmente hasta alcanzar la libertad. Sin esta alianza cuádruple, no solo hubiera permanecido la tutela de la iglesia sobre Europa, sino su señorío se hubiera vuelto incluso más opresor e intolerable después de aplastar la rebelión. Gracias a esta cooperación, la empresa audaz tuvo éxito, y los combatientes, con su energía combinada, trajeron las artes y la ciencia, la política y la religión, al disfrute pleno de su madurez.
¿Sería justo, sobre esta base, asegurar que el calvinismo liberó la religión, pero no las artes, y que el honor de la emancipación de las artes pertenece exclusivamente al renacimiento? Yo concedo que el renacimiento participó en la victoria, especialmente en cuanto estimuló a las artes a reivindicar su libertad por medio de sus producciones maravillosas. El genio estético, si puedo llamarlo así, fue implantado por Dios mismo en los griegos, y solo al redescubrir las leyes fundamentales de arte que el genio griego había descubierto, el arte pudo justificar su exigencia de una existencia independiente. Pero esto por sí solo todavía no hubiera logrado la liberación deseada. La iglesia de aquellos días no se oponía ni en lo mínimo a las artes clásicas como tales. Al contrario, ella dio la bienvenida al renacimiento, y el arte cristiano no vaciló en enriquecerse a sí mismo con lo mejor que el renacimiento ofrecía. En el auge del renacimiento, Bramante y Da Vinci, Miguel Angel y Rafael, llenaron las catedrales romanistas con tesoros de arte nunca superados. Así, el viejo lazo seguía uniendo la iglesia y las artes. La verdadera liberación de las artes requería mucho más energías patentes. Desde un principio, la iglesia tuvo que ser obligada a retirarse a su ámbito espiritual. El arte, que hasta entonces se había limitado a las esferas sagradas, tuvo que entrar al mundo social. Y en la iglesia, la religión tuvo que despojarse de sus vestimentas simbólicas, para que ascendiese al nivel espiritual superior y su aliento de vida animase el mundo entero. Como observa Von Hartmann acertadamente: "Es la religión puramente espiritual que con una mano despoja al artista de su arte específicamente religioso, pero con la otra mano le ofrece en cambio un mundo entero para ser animado religiosamente." Por cierto, Lutero deseaba una tal religión pura, espiritual, pero el calvinismo era el primero en captarla. Primero bajo los impulsos del calvinismo, nuestros padres rompieron con el splendor ecclesiae, o sea, con su brillo exterior, y con sus posesiones amplias, con las cuales mantenía atado el arte económicamente. Aunque el humanismo se rebeló contra este estado opresivo y no natural de las cosas, nunca pudo esperar lograr un cambio radical desde sus propios recursos. Solo piensen en Erasmo. El triunfo en la lucha de aquel tiempo no pertenecía al hombre que luchó por la libertad religiosa solo criticando, sino solo a aquel que desde un nivel superior de desarrollo religioso superó la religión simbólica como tal. Y por tanto, podemos asegurar que era el calvinismo que proveyó el impulso espiritual que llevó a la victoria, y con su perseverancia infatigable, puso fin a la tutela injustificada de la iglesia sobre toda la vida humana, incluido el arte.
Este resultado hubiera sido puramente accidental, si el calvinismo no hubiera al mismo tiempo llevado a una interpretación más profunda de la vida humana y así del arte humano. Cuando bajo Victor Emanuel, con la ayuda de Garibaldi, Italia fue liberada, el día de la libertad amaneció también para los valdenses; pero ni el Re galantuomo, ni Garibaldi, pensaban jamás en los valdenses. De igual manera era posible que en su lucha por la libertad humana, también el calvinismo cortó la atadura que hasta entonces había cautivado el arte, pero sin tener la intención de hacerlo, solo por virtud de su principio. Y por tanto tengo que ilustrar el segundo factor, que únicamente decide este caso. Ya mencioné, más que una vez, la importancia de la doctrina calvinista de la "gracia común", y por supuesto en esta exposición sobre las artes tengo que mencionarla otra vez. Lo que quiere ser eclesiástico, tiene que llevar el sello de la fe; por tanto, un arte genuinamente cristiano puede venir solo de los creyentes. El calvinismo, al contrario, nos enseñó que todas las artes son dones que Dios imparte tanto a creyentes como a no creyentes, e incluso que estos dones han florecido en una medida mayor afuera del círculo sagrado. "Estas irradiaciones de la luz divina", escribió, "brillaron más entre gente incrédula que entre los santos de Dios." Y esto, por supuesto, revierte el orden propuesto de las cosas. Si limitamos el disfrute del arte a la regeneración, entonces este don es exclusivamente la porción de los creyentes, y debe tener un carácter eclesiástico. En este caso sería el resultado de la gracia particular. Pero si la experiencia y la historia nos persuaden de que los instintos artísticos son dones naturales, y por tanto pertenecen a aquellos dones que a pesar del pecado siguieron brillando en la naturaleza humana por medio de la gracia común, entonces sigue que el arte puede inspirar tanto a creyentes como incrédulos, y que Dios es soberano para impartirlo según Su voluntad, a naciones paganas y cristianas por igual. Esto se aplica no solamente a las artes, sino a todas las expresiones naturales de la vida humana, y es ilustrado por la comparación entre Israel y las naciones en los tiempos tempranos. En cuanto a las cosas sagradas, Israel es elegido, y no solamente es bendecido por encima de todas las naciones, sino es único entre todas las naciones. En el asunto de la religión, Israel no solamente tiene una porción más grande, sino Israel solo tiene la verdad, y todas las otras naciones, incluso los griegos y los romanos, están bajo el yugo del error. Cristo no es parcialmente de Israel y parcialmente de las naciones; Él es de Israel solo. La Salvación viene de los judíos. Pero en la misma proporción como Israel brilla en el dominio de la religión, está atrasado cuando comparamos el desarrollo de su arte, ciencia, política y comercio con el de las naciones que lo rodean. La construcción del Templo requería la venida de Hiram de un país pagano; y Salomón, en quien se encuentra la sabiduría de Dios, sabe que Israel está atrasado en la arquitectura y necesita ayuda desde afuera; y con su acción demuestra públicamente que él, como rey de los judíos, no se avergüenza de la venida de Hiram, sino lo considera una ordenanza natural de Dios.
Entonces el calvinismo, a base de las Escrituras y de la historia, llegó a la confesión de que dondequiera que el Santuario se abre, todas las naciones incrédulas se quedan afuera; pero en su historia secular, ellas son llamadas por Dios a una vocación especial, y por su misma existencia son un eslabón indispensable en la larga cadena de fenómenos. Toda expresión de vida humana requiere una disposición especial en la sangre y descendencia, y tanto la adaptación de la suerte como el ambiente natural y los efectos climáticos contribuyen a su desarrollo. En Israel, todo esto fue adaptado a la herencia sagrada que recibió en la revelación divina. Pero si Israel fue elegido por causa de la religión, esto no impidió de ninguna manera una elección paralela de los griegos para el dominio de la filosofía y las revelaciones del arte, ni de los romanos para el desarrollo clásico en el dominio del derecho y estado. Un fenómeno como las artes llegan a la revelación de los fundamentos de su existencia inalterable una sola vez, y esta revelación, una vez dada a los griegos, permanece clásico y para siempre dominante. Y aunque un desarrollo futuro pueda buscar nuevas formas y material adicional, la naturaleza del hallazgo original permanece la misma. Así el calvinismo tuvo que confesar que por la gracia de Dios, los griegos eran la nación primordial del arte; que debido al desarrollo griego clásico, el arte conquistó su derecho de una existencia independiente; y aunque debía irradiar también en la esfera de la religión, no debería ser injertado de ninguna manera en el árbol eclesiástico. Por tanto, al ser un regreso del arte a sus líneas fundamentales, el renacimiento no se presentó al calvinismo como un esfuerzo pecaminoso, sino como un movimiento ordenado divinamente. Y como tal, el calvinismo animó el renacimiento no por accidente, sino con conciencia clara y propósito definido, en acuerdo con su principio más profundo.
De allí no hay duda que, simplemente como resultado involuntario de su oposición contra la jerarquía de Roma, el calvinismo iba al mismo tiempo a animar la emancipación de las artes. Reclamó esta liberación y necesariamente la logró, dentro de su propio círculo, como consecuencia de su cosmovisión. El mundo después de la caída no es un planeta perdido, solo destinado a proveer para la iglesia un lugar donde luchar; y la humanidad no es una masa de personas sin meta que sirve solo al propósito de hacer nacer a los elegidos. Al contrario, el mundo ahora como en el inicio es el escenario para las obras poderosas de Dios, y la humanidad sigue siendo una creación de Su mano, que aparte de la Salvación, completa en esta dispensación presente aquí en la tierra un proceso poderoso, y en su desarrollo histórico hay que glorificar el nombre del Dios Todopoderoso. Para este fin, Él ordenó para la humanidad todo tipo de expresiones de vida, y entre estas, el arte ocupa un lugar bien independiente. El arte revela ordenanzas de la creación que ni la ciencia, ni la política, ni la vida religiosa, ni siquiera le revelación, puede traer a la luz. Es una planta que crece y florece desde su propia raíz, y sin negar que esta planta requiere la ayuda de un soporte temporal, y que en los tiempos tempranos la iglesia proveía este soporte en una manera excelente, sin embargo, el principio calvinista exigió que esta planta de la tierra adquiera fuerza para crecer sola y extender sus ramas en todas las direcciones. Y así confesó el calvinismo que en cuanto los griegos descubrieron primero las leyes que gobiernan el crecimiento de esta planta del arte, ellos siguen encargados de atar todo futuro crecimiento del arte a su primer desarrollo clásico; no para quedarnos parados en Grecia, ni para adoptar su forma pagana sin criticar. El arte, como la ciencia, no puede permanecer en sus orígenes, sino tiene que seguir desarrollándose más y limpiándose de cualquier cosa que equivocadamente fue mezclada con la planta temprana. Solo que la ley de su crecimiento y vida, una vez descubierta, tiene que seguir siendo la ley fundamental del arte para siempre; una ley, no impuesta desde afuera, sino saliendo de su propia naturaleza. Y así, soltando toda atadura no natural, y manteniendo todo lazo natural, el arte tiene que encontrar la fuerza interior necesaria para mantener su libertad. Calvino, por tanto, no enajena el arte, la ciencia y la religión uno del otro; al contrario, lo que él desea es que toda la vida humana sea impregnada por estos tres poderes vitales juntos. Tiene que haber una ciencia que no descansa hasta que haya reflexionado sobre el cosmos entero; una religión que no puede sentarse tranquila hasta que haya impregnada cada esfera de la vida humana; y también un arte que adopta en su mundo espléndido lo entero de la vida humana, la religión incluida.
Esta sugerencia de la extensión amplia del dominio del arte introduce mi último punto: que el calvinismo efectivamente y de manera concreta hizo avanzar el desarrollo de las artes. Está claro que en el ámbito del arte, el calvinismo no pudo jugar el papel de un brujo, y pudo trabajar solamente con los hechos naturales. Que el italiano tiene una voz más sonora que el escocés, y que el alemán se deja llevar por un impulso más apasionado en su canto que el holandés, son hechos simples que el arte tiene que reconocer, tanto bajo la supremacía romana como bajo la calvinista. Por eso no es lógico ni honesto reprochar al calvinismo por lo que son solamente diferencias nacionales. Es igualmente obvio que el calvinismo no era capaz de producir, como por arte de magia, mármol o pórfido en el suelo; y que por tanto las artes de escultura y arquitectura se desarrollaron más rápidamente en aquellos países donde estos tipos de piedra abundan, que en Holanda donde el suelo consiste en barro y lodo. Solo la poesía, la música y la pintura podemos considerar como artes que son casi independientes de los recursos naturales. Aun así, las ciudades flamencas y holandeses ocupan una propia posición de honor entre las creaciones de la arquitectura. Louvain y Middleburg, Amberes y Amsterdam siguen siendo testigos de lo que el arte holandés produjo en piedra. Y aquel que vio las estatuas en Amberes y en la tumba de Guillermo el Silencioso, esculpidas por Quellino y por De Keyzers, no cuestiona la habilidad de nuestros artistas del cincel. Pero esto es sujeto a la objeción de que el estilo de nuestra Sala Municipal surgió mucho antes de que el calvinismo apareciera en Holanda, y que aun en su desarrollo posterior no exhibe ningún rasgo que nos recuerda del calvinismo. Por causa de su principio, el calvinismo no edificó catedrales ni palacios ni anfiteatros, ni pudo poblar los nichos de tales edificios con adornos esculpidos.
De hecho, los méritos del calvinismo en cuanto a las artes se encuentran en otro campo. No en las artes objetivas, sino en las más subjetivas, que no dependen del auspicio de las riquezas ni requieren de mármol, sino que surgen espontáneamente en la mente humana. La poesía no puedo mencionar en este contexto; para este propósito yo tendría que abrir ante Uds. los tesoros de la literatura holandesa que ha sido excluida del mundo en general, por causa de los límites estrechos de nuestro idioma holandés. El privilegio de convertir su poesía en un fenómeno mundial, es reservado para aquellas naciones grandes cuyo idioma, hablado por millones y millones, es un vehículo de comunicación internacional. Pero aunque el dominio del idioma es limitado para las naciones más pequeñas, el ojo es internacional, y la música que oye el oído, la entiende todo corazón. Para trazar la influencia del calvinismo en el desarrollo del arte, tenemos que limitarnos entonces, en el sentido internacional, a la pintura y la música.
De estas dos artes tenemos que declarar que antes de los días del calvinismo, volaban muy por encima de la vida común de las naciones, y solo bajo la influencia calvinista descendieron a la vida de los pueblos. En cuanto a la pintura, solo recuerden las producciones holandeses en los siglos XVI y XVII. El nombre de Rembrandt es suficiente para evocar todo un mundo de tesoros artísticos ante nuestras mentes. Los museos de cada país y continente siguen compitiendo por alguna pieza de sus obras. Y aun en nuestros días, los maestros en todo el mundo siguen prestándose sus motivos de mayor efecto de lo que era, en aquel tiempo, una escuela completamente nueva de pintura. Por supuesto, esto no significa que todos aquellos pintores eran personalmente calvinistas convencidos. En la escuela de arte anterior, que florecía bajo la influencia de Roma, los "buenos católicos" eran tampoco en la mayoría. Esta clase de influencias no operan personalmente, sino imprimen su sello sobre el ambiente y la sociedad, sobre el mundo de percepciones, representaciones y pensamientos; y como resultado de estas impresiones variadas, una escuela de arte aparece. En este sentido, la antítesis entre el pasado y el presente en la escuela de arte holandesa es inequivocable. Antes de aquel período, la gente no se tomaba en cuenta; solo aquellos fueron considerados que eran superiores al hombre común: los sacerdotes de la iglesia, los caballeros y príncipes. Pero desde entonces, el pueblo maduró, y bajo el auspicio del calvinismo, el arte de pintura era como una profecía de la vida democrática de tiempos posteriores, proclamando primero la madurez del pueblo. La familia dejó de ser un anexo de la iglesia, y defendió su significado independiente. En la luz de la gracia común, se vio que la vida no-eclesiástica era también muy importante y un motivo artístico. Después de haber estado bajo la sombra de distinciones de clase por muchos siglos, la vida común del hombre salió de su escondite como un mundo nuevo en toda su realidad. Fue la emancipación amplia de nuestra vida terrenal, y el instinto por la libertad, que cautivó el corazón de las naciones y las inspiró con el gozo de tesoros que tanto tiempo habían descuidado ciegamente. Aun Taine alabó la bendición del amor calvinista por la libertad en el ámbito de las artes; y Carriere, igualmente lejos de simpatizar con el calvinismo, sin embargo proclama que solo el calvinismo era capaz de arar el campo donde el arte libre pudo florecer.
Se observó a menudo que la idea de la elección solo por gracia contribuyó bastante a interesar el arte en lo que es aparentemente pequeño e insignificante. Si un hombre común, en quien el mundo no se fija, es valorado e incluso elegido por Dios, esto tiene que llevar al artista a encontrar también un motivo de arte en lo que es común y trivial, a estar atento a las emociones y asuntos del corazón humano en estas ocurrencias de la vida diaria, a captar con su instinto artístico su impulso ideal, y, finalmente, a interpretar con su pincel para el mundo este descubrimiento precioso que hizo. Incluso las extravagancias necias y exageradas se convirtieron en motivos artísticos, como revoluciones del corazón humano y manifestaciones de la vida humana. Al hombre se le tuvo que mostrar la imagen de su locura, para que se apartase de lo malo. Hasta entonces, los artistas habían trazado solamente las figuras idealizadas de profetas y apóstoles, santos y sacerdotes; pero ahora, al ver como Dios había elegido al cargador y al jornalero, tomó interés no solo en la cabeza, el cuerpo y la personalidad del hombre común, sino empezó a reproducir la expresión humana de toda clase y todo nivel. Y si antes los ojos de todos se habían fijado únicamente en el sufrimiento del "Varón de dolores", algunos empezaron ahora a entender que existía también un sufrimiento místico en el dolor general de la humanidad, que revelaba profundidades antes desconocidas del corazón humano, y de esta manera nos permitía entender mucho mejor las profundidades aun más profundas de la agonía misteriosa del Calvario. El poder eclesiástico ya no refrenaba al artista, y el oro del príncipe ya no lo ataba. Si artista, entonces también era hombre, mezclándose libremente con la gente, y descubriendo en y detrás de sus vidas humanas algo muy diferente de lo que el palacio y el castillo le habían ofrecido hasta ahora. Como dice Taine: Para Rembrandt, la vida humana escondía su rostro detrás de muchas matices sombrías, pero aun en este claroscuro, su mano agarraba esta vida de una manera profundamente real y significante. Como resultado de la declaración de la madurez del pueblo, y del amor por la libertad que el calvinismo despertó en el corazón de las naciones, la vida humana común pero rica abrió a las artes un mundo completamente nuevo; y al abrir sus ojos para lo pequeño e insignificante, y al abrir su corazón para los sufrimientos de la humanidad, la escuela holandesa de artes produjo estas producciones maravillosas de fama inmortal, que mostraron el camino a todas las naciones para nuevos descubrimientos.
Finalmente, en cuanto al significado del calvinismo para la música, encontramos una de sus excelencias que no es muy conocida, pero sumamente importante - como Douen nos enseñó hace diez años en sus dos tomos sobre Marot. Aquí, la música y la pintura van paralelamente. Al igual como en el período eclesiástico-aristocrático los pintores se interesaban solamente por lo sublime y sagrado, en la música el canto llano de Gregorio dominaba, que abandonaba el ritmo, despreciaba la armonía, y que según una crítica profesional, con su carácter provisional y conservador cerró el camino hacia un desarrollo futuro de la música. Muy debajo del nivel de este canto imponente, se encontraba el canto libre del pueblo, con demasiada frecuencia inspirado por la adoración de Venus, que en los tiempos de los así llamados "festivales de burros" penetraba incluso los muros de las iglesias. Solo la iglesia tenía el privilegio de hacer música, mientras lo que producía el pueblo era despreciado como indigno del arte. Aun en el mismo oratorio, mientras la gente podía escuchar la música sagrada, les era prohibido participar en el canto. Así, la música como arte no tenía ninguna existencia independiente. Solo hasta donde podía servir a la iglesia, se le permitía florecer artísticamente. Todo lo que emprendía por cuenta propia, no tenía ningún llamado aparte del uso popular. Y como en todas las áreas de la vida, el protestantismo en general y el calvinismo de manera más consistente, frenó la tutela de la iglesia y emancipó la música, y abrió así el camino para su desarrollo moderno. Los hombres que primero arreglaron la música de los Salmos para el canto calvinista, eran héroes valientes que cortaron las ataduras que nos ataban al "Cantus firmus", y seleccionaron sus melodías desde el mundo libe de la música. Al hacer esto, adoptaron las melodías del pueblo; pero como observa Douen, solo para poder devolver estas melodías al pueblo purificadas y bautizadas en seriedad cristiana. Desde entonces, también la música iba a florecer no dentro de las limitaciones de la gracia particular, sino en los campos anchos y fértiles de la gracia común. Se abandonó el coro; en los santuarios cantaba el pueblo mismo; y por tanto, Bourgeois y los virtuosos calvinistas que le siguieron tuvieron que seleccionar melodías populares, pero con la meta de que la gente ahora ya no iba a cantar más en la cantina o en la calle, sino en el santuario; y que así, en sus melodías, la seriedad del corazón triunfe sobre las pasiones inferiores.
Si este es el mérito del calvinismo, o mejor dicho el cambio que efectuó en el dominio de la música, de cambiar la idea del laicado por la idea del sacerdocio general, se requiere una elucidación más concreta. Si Bourgeois era el gran maestro cuyas obras le aseguran un alto rango entre los compositores de la Europa protestante, entonces tenemos que notar que este Bourgeois vivía y trabajaba en Ginebra, bajo los ojos del mismo Calvino y parcialmente incluso bajo su dirección. Fue este mismo Bourgeois que tuvo la valentía de usar ritmos, y de cambiar los ocho modos gregorianos por los dos modos de mayor y menor, de la música popular; y de santificar su arte en el himno consagrado, y así honrar este arreglo de melodías del cual ha surgido toda la música moderna. De la misma manera, Bourgeois adoptó la armonía, o el canto a múltiples voces. Él era el hombre quien adaptó la melodía a la letra por medio de lo que llamamos expresión. El solfeggio, o sea el cantar por notas, la reducción del número de acordes, la distinción más clara de las diferentes escalas, etc, todo lo que simplificó tanto el conocimiento de la música, se debe a la perseverancia de este compositor calvinista. Y cuando Goudimel, su colega calvinista, antes en Roma el profesor del gran Palestrina, al escuchar el canto de la gente en la iglesia, descubrió que las voces más agudas de los niños dominaban sobre el tenor, que siempre había sido la voz dominante, entonces dio por primera vez la voz principal al soprano; un cambio de gran alcance que se ha mantenido siempre desde entonces.
Perdónenme si me detuve por un tiempo en estos detalles, pero los méritos del protestantismo, y más particularmente del calvinismo, en cuanto a la música, son de demasiada importancia como para seguir siendo menospreciados. Yo reconozco que el calvinismo ejerció sobre algunas artes solo una influencia indirecta, al declarar su madurez y al proveerles la libertad de florecer en su propia independencia; pero en la música, la influencia del calvinismo era muy positiva, debido a su adoración espiritual a Dios, que no dio lugar para las artes más materiales, pero asignó un nuevo papel al canto y a la música, en la creación de melodías y canciones para el pueblo. Aun con todo lo que la escuela antigua hizo para juntarse con este nuevo desarrollo de la música, la música moderna permanecía ajena al cantus firmus, porque surgió de una raíz muy diferente. El calvinismo, por otro lado, no solo se juntó con ella, sino le dio su primer impulso bajo el liderazgo de Bourgeois y Goudimel, de manera que aun los autores católico romanos se ven obligados a reconocer que nuestro desarrollo hermoso de la música en los últimos siglos se debe en la mayor parte a los himnos heréticos.
No se puede negar que en un período posterior el calvinismo perdió casi toda la influencia en este dominio. Por mucho tiempo, los anabaptistas nos abrumaron con sus prejuicios dualistas, y un espiritualismo malsano prevaleció. Pero si por esta razón, y sin tomar en cuenta nuestro gran pasado musical, Roma acusa al calvinismo de una apatía estética, entonces es apropiado hacer recordar que el gran Goudimel fue asesinado por fanáticos romanistas en la masacre de San Bartolomeo. Entonces, preguntamos con Douen: ¿Tiene el hombre algún derecho de quejarse del silencio en el bosque, si él con su propia mano atrapó y mató al ruiseñor?
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