YO Y LA MORAL
Será bueno recordar este año que el hombre es una obra completa, pero un proyecto por realizar; y poseedor, como es, de múltiples facultades, a la imagen de Dios, se encuentra dotado de las mejores herramientas para ejecutar a plenitud la tarea de proyección humana, que evidentemente trasciende el plano de lo temporal, terrenal y exclusivamente individual.
En la proyección personal están inmersos la transformación del mundo, la búsqueda de condiciones óptimas de vida para la familia y el prójimo, la puesta en marcha del proyecto divino y la observancia del mandato del amor que le han sido dados al hombre.
Así, ninguna de las facultades humanas adquiere su verdadera dimensión si en su ejercicio hay carencia de amor y no están al servicio de Dios, de los hombres y del mundo; pues aun teniendo todas las facultades y dones “si no se tiene amor se es tan solo una campana que suena y un platillo que hace ruido” I Cor 13:1-2.
En este mismo sentido, los valores humanos constituyen la perfecta demostración del amor divino distribuido generosamente en cada corazón de los hombres; y las buenas actitudes no son otra cosa que el reflejo o mejor las buenas obras de ese mismo amor que “es paciente y bondadoso, no es envidioso ni hace alardes, no se envilece ni procede con bajeza, no busca su propio interés, no es rencoroso ni se irrita, no se alegra de las injusticias y goza con la verdad, lo soporta todo y todo lo sufre, cree sin limites”. I Cor 13:4-7. Por esto “el amor no pasara jamás”. I Cor 13:8 y es fuente de toda buena esperanza.
Por tal razón, Jesús llamó “bienaventurados” en Mateo 5 y prometió recompensa a quienes poseen los valores de:
• Humildad: para reconocer las propias capacidades y limitaciones.
• Flexibilidad: para aceptar a los demás con sus aciertos y errores.
• Sensibilidad: para alegrarse con el bien y llorar por el mal.
• Equidad: para dar a cada quien lo que le corresponde y trabajar por la justicia.
• Solidaridad: con los que sufren.
• Honestidad: para buscar siempre el bien.
• Servicialidad: por la paz.
• Lealtad: a Jesús y al reino de Dios.
Pero el amor propuesto por Jesús a sus seguidores supera, incluso, los limites del corazón humano para pedirles que amen con el mismo amor que Él ama a los hombres según Juan 13:34. Y en Lucas 6:27-35 dice: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odian, bendecid a quienes os maldicen, orad por quienes os insultan. Si vosotros amáis solamente a quienes os aman ¿cual es el merito?; hasta los pecadores se portan así; y si hacéis el bien a los que os hacen el bien ¿que tiene de extraordinario?”.
Tal grado de amor solamente es posible viviendo en el proyecto divino: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” Mateo 5:48. Y puesto que “por su fruto se conoce el árbol” según Mateo 12:33, necesita concretarse en actitudes permanentes de generosidad que no es más que “el estar preparados para toda clase de bien” como esta escrito y poder “perdonar setenta veces siete” de Mateo 18:21-22 y en actitudes “de misericordia” de Mateo 25:31-46, esto, es nacidas en el corazón, como:
• Dar de comer al hambriento
• Dar de beber al sediento
• Dar techo al que no lo tiene
• Vestir al desnudo
• Auxiliar al enfermo
• Solidarizarse con el prisionero.
Así, la moralidad de los actos humanos o cristianos si así lo prefieren, debe juzgarse a la luz del amor y del proyecto divino escritos en la Biblia. La bondad o maldad de un acto está estrechamente relacionada con la entrega o negación de amor a los demás; y un acto u omisión puede ser bueno o malo según secunde o contrarié la realización del proyecto-hombre en su triple relación con Dios, con los otros hombres y con el mundo a través de Jesús.
Que Dios nos ayude.
Reverendo Presbítero Carlos Mario Marín O.
"Ecclesia reformata semper reformanda" a la luz de la palabra de Dios.