LA BUSQUEDA DE DIOS
por Gerardo Martínez López
“Buscad á Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55.6).
Objeto: Motivar a los oyentes a volver sus ojos a Dios
Introducción: La preocupación mayor de todos los humanos es la búsqueda de las cosas que son necesarias para vivir. Esta búsqueda se ha acentuado en nuestro tiempo, cuando la vida se ha encarecido. En los días del profeta Isaías, la gente tenía las mismas preocupaciones, pues así lo expresa la Escritura: “A todos los sedientos: Venid á las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad, y comed. Venid, comprad, sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero no en pan, y vuestro trabajo no en hartura? Oídme atentamente, y comed del bien, y deleitaráse vuestra alma con grosura. Inclinad vuestros oídos, y venid á mí; oíd, y vivirá vuestra alma...”. Es por eso que el profeta llamó a su generación a buscar a Dios, porque:
I.- EL TIEMPO ES LIMITADO
a) La primera razón de esta verdad es la brevedad de nuestra propia vida. Así lo expresó Job: “El hombre nacido de mujer, Corto de días, y harto de sinsabores: Que sale como una flor y es cortado; Y huye como la sombra, y no permanece” (Job 14.1, 2), en tanto que Jacobo lo dijo de esta manera: “Ea ahora, los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y compraremos mercadería, y ganaremos: Y no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quisiere, y si viviéremos, haremos esto ó aquello. Mas ahora os jactáis en vuestras soberbias. (Sant. 4.14-16).
b) La segunda razón que debe movernos a buscar a Dios de inmediato es que la muerte nos puede sorprender en el momento menos esperado. “Y diré á mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, huélgate. Y díjole Dios: Necio, esta noche vuelven a pedir tu alma; y lo que has prevenido, ¿de quién será? (Luc. 12.19, 20)
c) La tercera y más poderosa razón es que un día Dios dejará de ofrecer la oportunidad de salvación. Así lo leemos de manera expresa en las Escrituras: “Porfiad á entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Después que el padre de familia se levantare, y cerrare la puerta, y comenzareis a estar fuera, y llamar á la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; y respondiendo os dirá: No os conozco de dónde seáis. Entonces comenzaréis á decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste; Y os dirá: Dígoos que no os conozco de dónde seáis; apartaos de mí todos los obreros de iniquidad. Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando viereis á Abraham, y á Isaac, y á Jacob, y á todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros excluídos” (Luc. 13.24-28).
II.- DEMANDA CONVERSION
a) Buscar a Dios implica la disposición de dejar de hacer lo malo. La característica humana es la maldad, la cual ofende a Dios. Esa maldad la describe el proverbista así: “Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente, El corazón que maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal, El testigo falso que habla mentiras, Y el que enciende rencillas entre los hermanos” (Prov. 6-16-19).
b) La conversión es el regreso a Dios, y eso solo es posible cuando el hombre decide dejar los malos consejos, los cuales siempre inducen al pecado. El sabio Salomón observó este gran mal en la vida de los jóvenes de su tiempo. “Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, No consientas. Si dijeren: Ven con nosotros, Pongamos asechanzas á la sangre, Acechemos sin motivo al inocente; Los tragaremos vivos como el sepulcro, Y enteros, como los que caen en sima; Hallaremos riquezas de todas suertes, Henchiremos nuestras casas de despojos; Echa tu suerte entre nosotros; Tengamos todos una bolsa: Hijo mío, no andes en camino con ellos; Aparta tu pie de sus veredas: Porque sus pies correrán al mal, E irán presurosos á derramar sangre” (Prov. 1.10-16). Este pasaje describe a la juventud de nuestros días.
c) La religiosidad no es garantía de conversión. En los días de Isaías, la gente practicaba el culto a Dios y ofrecía sus sacrificios como Dios lo había estipulado en la ley, pero su conducta era reprobable, por eso el profeta los llamó a buscar a Dios de la manera correcta. “¿Para qué á mí, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de animales gruesos: no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demandó esto de vuestras manos, cuando vinieseis á presentaros delante de mí, para hollar mis atrios? No me traigáis más vano presente: el perfume me es abominación: luna nueva y sábado, el convocar asambleas, no las puedo sufrir: son iniquidad vuestras solemnidades. Vuestras lunas nuevas y vuestras solemnidades tiene aborrecidas mi alma: me son gravosas; cansado estoy de llevarlas. Cuando extendiereis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos: asimismo cuando multiplicareis la oración, yo no oiré: llenas están de sangre vuestras manos. Lavad, limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de ante mis ojos; dejad de hacer lo malo: Aprended á hacer bien: buscad juicio, restituid al agraviado, oíd en derecho al huérfano, amparad á la viuda. Venid luego, dirá Jehová, y estemos á cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos: si fueren rojos como el carmesí, vendrán á ser como blanca lana” (Isa. 1.11-18).
III. OTORGA LA MISERICORDIA DIVINA
a) La primera razón por la que el pecador debe buscar a Dios es porque necesita de su misericordia. La Escritura afirma que Dios es grande en misericordia. “Espere Israel á Jehová; Porque en Jehová hay misericordia. Y abundante redención con él. (Sal. 130.7); ”Diles: Vivo yo, dice el Señor Jehová, que no quiero la muerte del impío, sino que se torne el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros caminos: ¿y por qué moriréis, oh casa de Israel? (Eze. 33.11).
b) El pecado humano es una ofensa tanto para la justicia como para la santidad de Dios, no obstante, Dios está dispuesto a perdonar de manera amplia. Así lo expresa con toda claridad el profeta. “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase á Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. (Isa. 55.7).
c) El Señor Jesús afirma que todos aquellos que le buscan, serán recibidos sin distinción alguna. “Todo lo que el Padre me da, vendrá á mí; y al que á mí viene, no le echo fuera.(Jn. 6.37), pero debemos aclarar, es el hombre quien debe tomar esta decisión, de otra manera, jamás podrá alcanzar esta misericordia.
Conclusión: El Señor Jesús hace esta invitación, la cual debe ser considerada cuidadosamente: “Venid á mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.(Mat. 11.28)
EL PLEITO DE DIOS CON SU PUEBLO
“Oíd, montes, y fuertes fundamentos de la tierra, el pleito de Jehová: porque tiene Jehová pleito con su pueblo, y altercará con Israel. (Miqueas 6.2)
Objeto: Advertir al hombre para que evite el juicio y castigo de Dios.
Introducción: Miqueas era un reformador social y un evangelista que dirigió su mensaje al pueblo de Dios. Su tarea fue hablar al corazón del hombre como individuo, para llamarlo de regreso a Dios advirtiéndole el gran peligro en que se hallaba. Mientras Isaías predicaba en la gran ciudad de Jerusalem, Miqueas lo hacía en el campo con el mismo poder, pues era portador del mensaje divino. ¿Por qué Dios estaba en pleito con su pueblo? Esas son las razones que ahora queremos considerar en este pasaje que hemos tomado para nuestra meditación.
I. ES POR LA INGRATITUD DE ISRAEL (Ver. 1-5)
a) “Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¡Dime en qué te he ofendido! Son dos preguntas de Dios que Israel no pudo contestar. Son preguntas que demuestran la fidelidad de Dios a su pacto, y que sacan a la luz la profunda ingratitud del pueblo. Pero también son preguntas que demuestran el profundo deseo de Dios por evitar que el hombre sea víctima de su alejamiento. “Porque dos males ha hecho mi pueblo: dejáronme á mí, fuente de agua viva, por cavar para sí cisternas, cisternas rotas que no detienen aguas. Tu maldad te castigará, y tu apartamiento te condenará: sabe pues y ve cuán malo y amargo es tu dejar á Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor Jehová de los ejércitos. Defiende tus pies de andar descalzos, y tu garganta de la sed. Mas dijiste: Hase perdido la esperanza; en ninguna manera: porque extraños he amado y tras ellos tengo de ir” (Jer. 2.13, 19, 25)
b) “Porque yo te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de siervos te redimí”. Dos cosas extraordinarias hizo Dios en la vida de su pueblo: liberarlos de su condición de esclavos y hacer de ellos una nación libre con una tierra propia. Dos grandes y poderosas razones para que el pueblo estuviera permanentemente agradecido, pero estos hechos eran solo una maravillosa historia que se contaba. La razón era clara, aquellos hombres eran esclavos de sus pecados y desconocían en su alma el gran amor de Dios. Así lo aprendemos de las palabras del Señor Jesús: “Y decía Jesús á los Judíos que le habían creído: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará. Y respondiéronle: Simiente de Abraham somos, y jamás servimos á nadie: ¿cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, es siervo de pecado. Y el siervo no queda en casa para siempre: el hijo queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. (Juan 8.31-36).
c) Dios presenta una razón más por la que Israel debía estar agradecido. Cuando el rey de Moab buscó a Balam para maldecir a Israel, de la boca de este hombre salió bendición. “Entonces Balac dijo á Balaam: ¿Qué me has hecho? hete tomado para que maldigas á mis enemigos, y he aquí has proferido bendiciones”. (Num. 23.11) Esto demuestra que Dios es justo, decía Miqueas a sus oyentes. Deberían estar agradecidos.
d) Estos argumentos divinos para Israel nos hacen reflexionar y nos obligan a plantear una pregunta ¿Qué ha hecho Dios contra el “cristiano” de hoy que se muestra tan lleno de ingratitud? Esa ingratitud se manifiesta en nuestra apatía por las cosas de Dios, o por nuestra indiferencia. Pero lo que es peor, a veces reclamamos a Dios su “falta de bendición en nuestra vida”, y más bien parecemos señores y no siervos de Dios.
II.-ES POR SU RELIGIOSIDAD MECANICA (Ver. 6-8)
a) Dejando las preguntas de Dios, que de por sí no tienen respuesta satisfactoria, pues nada podía responder Israel al respecto. El profeta pasa ahora a considerar la aparente preocupación del pueblo respecto de sus deberes religiosos. ¿Cuál será la mejor forma de agradar a Dios? pregunta Israel. “¿Cómo podré acercarme al Señor y postrarme ante el Dios Altísimo?” (Versión Internacional)
b) “¿Podré presentarme con holocaustos o con becerros de un año? ¿Se complacerá el Señor con miles de carneros, o con diez mil arroyos de aceite? ¿Ofreceré a mi primogénito por mi delito, al fruto de mis entrañas por mi pecado? Esta última pregunta demuestra la gran corrupción espiritual de Israel y cómo era solo un adorador mecánico. Los sacrificios humanos eran una costumbre de los pueblos idólatras. Muchos hermanos hoy piensan como los paganos en materia de culto, y suponen la posibilidad de que Dios se agrade de tal culto. San Pablo dice: “ASI que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable á Dios, que es vuestro racional culto. Y no os conforméis á este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Rom. 12.1, 2)
c) Pero la respuesta de Dios a estas preguntas es demasiado clara. Dios quiere tres cosas para estar contento con nosotros: una vida justa en todos los sentidos, una actitud compasiva para con todos nuestros semejantes, pero de modo especial “humillarte para andar con tu Dios”. Estas palabras del Señor no necesitan mayor explicación, si alguien no las comprende, es porque no quiere agradar a Dios en su vida.
III. ES POR SU PECADO (Ver. 9-16)
a) El robo y el fraude se volvieron una práctica común en toda la nación, ¿cómo puede un hombre con estas prácticas decir que es religioso y que adora a Dios? ¿cómo puede esperar que su adoración sea aceptable a los ojos de Dios? “¡Malvados! ¿Debo tolerar sus tesoros mal habidos, y sus odiosas medidas adulteradas? ¿Debo tener por justas la balanza falsa y la bolsa de pesas alteradas? (Versión internacional) ¿Roba y defrauda el cristiano de hoy? usted que escucha esta reflexión, ¿que pude responder a esta pregunta?
b) “Los ricos de la ciudad son gente violenta; sus habitantes son gente mentirosa; ¡engañan con la boca y con la lengua!”. Miqueas era un profeta valiente por no decir atrevido para denunciar el pecado de la gente de su tiempo. Aquel pueblo tenía la apariencia de ser temeroso, pero el profeta revela su verdadera condición moral y espiritual. ¿Cuál es la condición nuestra ante Dios?
c) El resto del capítulo versículos 13 al 16 los dedica el profeta para advertir las terribles consecuencias y calamidades que vendrán sobre el individuo y sobre la nación entera. Muchas de las calamidades que vienen a nuestra vida son sin duda el resultado de nuestro propio pecado. Es por eso urgente que reflexionemos y oigamos tanto a Miqueas como a Jeremías: “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos. (Jer. 6.16)
Conclusión: Miqueas concluye su libro con una maravillosa promesa que debemos hacer nuestra: ¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad, y olvidas el pecado del resto de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque es amador de misericordia. El tornará, él tendrá misericordia de nosotros; él sujetará nuestras iniquidades, y echará en los profundos de la mar todos nuestros pecados. Otorgarás á Jacob la verdad, y á Abraham la misericordia, que tú juraste á nuestros padres desde tiempos antiguos”. (Miq. 7.18-20)
Gerardo Martínez López
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