Capítulo III
El erasmismo en Portugal. -Damián de Goes.
I. Preludios de la Reforma en Portugal. Audacias del teatro de Gil Vicente. Antonio Pereira Marramaque. -II. Damián de Goes antes de su proceso. Sus relaciones con Erasmo, Lutero y Melanchton. -III. Proceso de Damián de Goes. Su abjuración y muerte.
- I -
Preludios de la Reforma en Portugal. -Audacias del teatro de Gil Vicente. -Antonio Pereira Marramaque.
Incompleto sería el estudio que del erasmismo hemos intentado si no extendiésemos a Portugal las consideraciones que hemos hecho sobre Castilla. Es ley de la civilización peninsular que al mismo tiempo y por los mismos pasos vengan siempre en ambos reinos las revoluciones políticas y religiosas.
En Portugal se había clamado mucho, lo mismo por los ascéticos que por los satíricos, sobre la corrupción de las costumbres de los eclesiásticos. Pero nadie se ensañó con el clero tanto [767] como el poeta Gil Vicente, uno de los padres de nuestro teatro (1393). Los modernos impíos portugueses han tomado pie de aquí para estimarle como precursor de la Reforma, como eco de las doctrinas de Juan de Huss, y una de las primeras águilas (fénices querrá decir) que renacieron de sus cenizas. El bueno de Teófilo Braga, de quien son estas expresiones, añade que Gil Vicente es el alma de la nacionalidad portuguesa, violentamente ahogada por un exagerado respeto al clasicismo y por la censura represiva del catolicismo: luchó para restituirnos la alegría..., pero triunfó el partido clerical y quedamos convertidos en una nación esterilizada y sombría, vacilante entre la realidad de las cosas y la pesadilla de la otra vida (1394).
Sexquipedalia verba! Si Portugal es una nación esterilizada y sombría, la culpa no es del partido clerical, sino de haberse empeñado los portugueses en formar nación y gente aparte, sin recursos para ello y aun sin tener verdadera unidad orgánica y poderosa. Portugal se mueve en un círculo de hierro: quisiera salir del espíritu y de la nacionalidad peninsular y no puede, y cuantos más esfuerzos hace por aislarse, su actividad resulta más estéril y más sombría su tristeza. Compárese el estado de Portugal con el de Cataluña, y dígase de buena fe si para la vida y prosperidad de un país de corta extensión vale más la autonomía que la unión sincera y leal con pueblos de la misma raza y de análogas tradiciones, aunque tengan diversa historia y lengua. Portugal forma hoy un reino al modo de la Edad Media; no forma ni puede formar una nación en el sentido etnológico, y ésta es la causa de todos sus males.
Volvamos a Gil Vicente, y, para no cargarle temerariamente con la nota de hereje, abramos su teatro, fijándonos principalmente en los pasajes que mandó borrar la Inquisición, como veremos al tratar del Indice expurgatorio. El Auto da Mofina Mendes empieza con un sermón predicado por un fraile; mandóse quitar por la irreverencia del título de sermón, y en lo demás se reduce a ligeras burlas sobre las distinciones escolásticas y las citas impertinentes de los predicadores, no sin alguna puntada contra las barraganías de los clérigos:
Estes dizem juntamente
nos livros aqui allegados:
Se filhos haver nao podes,
cría desses engeitados,
filhos de clerigos pobres...
En la comedia Rubena, los protagonistas de aquella acción nada limpia son un abad de la Tierra de Campos, una doncella y un clérigo mozo; pero no se prohibió por esto, sino por [768] contener gran número de hechicerías y oraciones supersticiosas. Nada de cuanto en la Nao de amores, en la Fragoa d'amor, en el Templo d'Apollo y en otras piezas se dice de frailes, clérigos y ermitaños tiene novedad ni trascendencia alguna. Cosas tanto o más graves se leen a cada paso en Lucas Fernández, en Torres Naharro y en todos los autores de comedias, farsas y églogas de aquel entonces, y se necesita tener muy poca erudición en aquella literatura para asombrarse de las audacias de Gil Vicente. Porque se lea en la Fragoa:
Somos mais frades que a terra,
sem conto na christiandade
sem servirnos nunca en guerra,
e havian mister refundidos
do menos tres partes delles
em leigos, e arnezes n'elles,
e assi bem apercebidos,
e entao a Mouros com elles...
y diga luego un fraile aseglarado y licencioso que aborrece la capilla y el cordón, y las vísperas y las completas, y el sermón y la misa, y el silencio y la disciplina:
Pareze-me bem bailar,
e andar n'huma folía...
Pareze-me bem jogar,
pareze-me bem dizer:
Vae chamar, minha mulher,
que me faga de jantar,
esto, eramá, he viver,
¿hemos de deducir, con la ligereza de Teófilo Braga, que la Fragoa d'amor está llena de ideas de la Reforma y que Gil Vicente era enemigo del estado monástico y predicaba la secularización (1395) sólo porque puso en escena a malos frailes? Sería como calificar a Molière de hipócrita y avaro porque introduce estos personajes en sus comedias.
Y nunca va Gil Vicente mucho más allá que en los versos transcritos, ora nos presente en la Farsa dos Almocreves el tipo de un capellán que, en servicio de un hidalgo pobre, desciende hasta tener cuidado de los gatos y de los negros de la cocina e ir a hacer compras a la plaza, ora en la Romagem de Aggravados traiga a la escena a un Fr. Paço, fraile cortesano con espada y gorra de velludo; ora en la Tragicomedia pastoril da Serra da Estrella haga decir a un ermitaño:
Eu desejo de habitar
n'uma ermida a meu prazer,
onde podesse folgar.
E queri-a eu achar feita
Antes bem larga que estreita,
e pudesse eu danzar n'ella, [769]
e que losse n'um deserto
d'infindo vinho e pao,
e a fonte muito perto
e longe a contemplaçao...
Muita caça e pescaria,
que podesse eu ter coutada
e a casa temperada:
no verao que fosse fria,
e quente na invernada,
a cama muito mimosa..., etc.;
ora pinte al clérigo de Beira, que anda de caza, rezando maitines con sus hijos; ora en la Exhortaçao de guerra se queje de que los priores no repartan su renta con los pobres. Y a quien haya leído la sátira famosa de Torres Naharro a los pasajes de Fr. Francisco de Osuna, Fr. Pedro de León y otros que en anteriores capítulos transcribimos, ¿cómo no han de parecerle blandas y casi lugares comunes las invectivas contra Roma en el Auto da feira?
A feira, á feira, egrejas, mosteiros,
pastores das almas, papas adormidos:
comprae aquí pannos, mudae os vestidos,
buscae as çamarras dos outros primeiros
os antecessores.
Feirae o Surao que trazeis dourado,
o presidentes do crucificado,
lembrae vos da vida dos sanctos pastores
do tempo passado.
O Roma, sempre ví lá
que matas pecados cá,
e leixas viver os teus.
Assolves a todo o mundo,
e nao te lembras de tí,
nem ves que te vas ao fundo.
Porque tu seras perdida,
se nao mudas a carreira.
Nao culpes aos reis do mundo
que tudo te vem de cima...
A esto, y no más que a esto, se reduce la ponderada heterodoxia de Gil Vicente, mártir de la libertad de pensamiento, según dice con su habitual garrulería democrática Teófilo Braga. «Sintió (añade, y no le pesará al lector conocer algo de su singular estilo) que era necesario implantar en Portugal ese espíritu de secularización y de individualismo para que no se extinguiera del todo la raza de los muzárabes (!!!). La primera vez que proclamó el verbo de la Reforma fue en 1506, once años antes del primer grito de Lutero» (1396). Y en prueba, copia [770] los siguientes versos del sermón que recitó Gil Vicente en Abrantes cuando el nacimiento del infante D. Luis:
Noquiero disputas en predicaciones,
no quiero deciros las opiniones...
ni alegar texto antigo o moderno
de el Papa si puede dar tantos perdones,
ni el precito que está condemnado
nel saber divino, si tiene albedrío...
Ni disputar si el romano Papado
tiene poderío en el purgatorio.
¡Conque es decir que, según la lógica de Teófilo Braga, el anunciar que no se va a tratar del purgatorio ni de las indulgencias es lo mismo que acostarse a las opiniones de Lutero en estos puntos! Pero lo más gracioso es esa teoría estrafalaria sobre los muzárabes, a cuyo nombre da Braga una significación que nunca tuvo. «El pueblo portugués (dice) está formado por esa grande y fecunda raza muzárabe, atrofiada en la creencia religiosa por el catolicismo, en la autonomía jurídica por el civilismo de los romanistas, en la independencia política por el cesarismo monárquico y en las creaciones poéticas por la imitación de los clásicos.» De suerte que el bello ideal sería para Teófilo un pueblo portugués sin catolicismo, ni ciencia jurídica, ni literatura clásica, es decir, en un estado muy próximo a la absoluta barbarie, de la cual, gracias a Dios, anduvieron siempre muy lejanos los verdaderos muzárabes. Júntese el profesor de Lisboa con un moderno historiador de los celtíberos, que atribuye todos nuestros males... a la invasión de los romanos y exclama: «La nefasta intervención de Roma, privando a España de su autonomía política, anulándola ante la historia, hirió de muerte sus tradiciones religiosas...; enmudecieron las musas... y el sol de la nacionalidad llegó a su ocaso» (1397).
¡Dios nos dé juicio, que es lo que más escaso anda por el mundo!
Gil Vicente, que no era muzárabe ni celtíbero, tampoco fue mártir de novela progresista, diga lo que quiera Braga, sino muy protegido en la corte de D. Manuel y de D. Juan III, reyes fanáticamente salvajes, según quiere el historiador de la literatura portuguesa, que en su misoclerical manía llega a atribuir a los frailes las envidias literarias de que Gil Vicente se queja, y de las cuales nació la Farsa de Inés Pereira. Nada de esto es serio ni merece discutirse. El mismo Braga confiesa (p.51) que los émulos de Gil Vicente eran los partidarios de la escuela italiana, y esto es lo racional e históricamente cierto. El ver en todas partes frailes e Inquisición es la manera de no comprender nunca la historia literaria. [771]
Dicen (1398) que Erasmo se deleitaba con las obras de Gil Vicente, que quizá le dio a conocer inter pocula Damián de Gocs; pero el menos intencionado de los coloquios del roterodamense tiene mas sana y malicia que todos los autos, farsas, comedias, tragicomedias y obras menudas del portugués juntas.
En Portugal las ideas de la Reforma nunca fueron populares (1399) escribe Braga. Y ni conocidas apenas, pudo haber añadido. Cítase como partidario de ideas erasmianas a Antonio Pereira Marramaque, señor de Basto, amigo y vecino de Sa de Miranda, que solía pasar en casa de él largas temporadas, orilla de la Fonte da Barroca (1400)
.Era Antonio Pereira de calificada nobleza, que se jactaba de descender de Alfonso el Casto.
De los nobles Floyais
en Pereiras mudados,
derecho tronco, sin algún contrasto...
dice Sa en la dedicatoria de la égloga Nemoroso (1401).En casa de Pereira se representó la égloga 7 de Sa de Miranda, si hemos de creer a Ticknor (1402). Las epístolas del padre de la escuela italiana en Portugal, especialmente la segunda, están llenas de agradables alusiones a los solaces literarios que en casa de Marramaque disfrutaba.
Hizo correr manuscritos. Antonio Pereira: un tratado sobre aquel versículo del salmo 18, Lex Domini immaculata,en forma de diálogo entre el gallo y otro animal, pretendiendo probar que la Biblia debe traducirse en lenguas vulgares; un Tratado sobre el poder del Sumo Pontífice en materia de encomiendas, y otro en que reprendía el estado monacal. Todas estas obras fueron prohibidas por el Indice expurgatorio de 1624. No consta que se imprimiera ninguna de ellas (1403) ni se sabe otra cosa de su contenido. [772]
- II -
Damián de Goes antes de su proceso. -Sus relaciones con Erasmo, Lutero y Melanchton.
El proceso de Damián de Goes, aunque poco importante en sí, tiene alguna curiosidad por ser la única prueba de que las ideas de la Reforma llegasen a penetrar en el reino lusitano. Por lo demás, el insigne cronista ni dogmatizó ni escribió nada en favor del protestantismo; los cargos contra él se reducen al trato familiar con herejes excomulgados y a ciertas dudas e inobservancia de las prácticas religiosas.
Damián de Goes, comendador del Cristo, guarda mayor o archivero de la Torre do Tombo y cronista del reino, nació en Alenquer (1404), de hidalga familia, por los años de 1501. A los nueve de su edad entró en el palacio del rey D. Manuel, y allí permaneció hasta la muerte de este príncipe en 1521. En 1523 emprendió un viaje semiliterario, semidiplomático, a Flandes, con el cargo de escribano de hacienda de la factoría portuguesa en los Países Bajos, empleo lucrativo que le permitía hacer considerables regalos a varias iglesias y a algunos príncipes y otras personas. Era apasionado de todas las bellas artes y, sobre todo, de la música, muy dado a los estudios clásicos, amenísimo en sociedad y de apacible trato. En este su primer viaje oyó hablar a muchos luteranos y abrazó sus opiniones en materia de indulgencias, aunque luego se arrepintió de ello, confesó este pecado y fue individuo de varias congregaciones religiosas. Pero no pararon aquí sus dudas: también pensó, sin comunicárselo a nadie, que la confesión aricular no era necesaria y que bastaba la general. Su entendimiento se llenó de sombras; continuamente leía los libros de los protestantes alemanes y buscó su trato y comunicación. En 1531 fue a la corte de Dinamarca con una legación de D. Juan III, y a la vuelta se detuvo en Lübeck, donde había un predicador de la secta luterana llamado Juan Pomerano, en cuya casa comió juntamente con los próceres de la ciudad. Yendo después a Dantzick (Polonia), torció el camino y se detuvo en Witemberg para conocer a Lutero y a Melanchton. Llegó un domingo de Ramos, e instado por su huésped fue a oír predicar a Lutero, aunque no le entendió porque hablaba en alemán. El hostelero en cuya casa paraba Damián convidó a comer a los dos reformadores para que el portugués los conociera. En la mesa habló Lutero de sus opiniones y quiso defenderlas, apoyándole, como de costumbre, el dulce Melanchton. Damián de Goes no recordaba [773] a punto fijo lo que les contestó, pero sí que se enojó gravemente con ellos y que no volvió a verlos hasta cuatro días después.
Esto afirma en una de sus confesiones (1405); pero en otras se contradice, especialmente en el interrogatorio de 25 de abril de 1571. Allí cuenta que su huésped le presentó en la mesa un cáliz lleno de vino blanco, del cual Damián no quiso beber, antes alzó las manos al cielo pidiendo al Señor que convirtiese aquel vino en su sangre, de lo cual se burló el huésped, tratándole de supersticioso, y se isto nao é assim como elle confessante tem dito, fogo do ceo caiga sobre elle e o queime. A la comida asistía el capitán de la fortaleza, y por la tarde, lejos de separarse, fueron de paseo al castillo y allí merendaron, volviéndose por casa de Lutero, cuya mujer les sirvió manzanas y avellanas. Y, quedándose allí Fr. Martín, siguieron los demás hasta casa de Melanchton, que vivía en suma pobreza, y hallaron a su mujer hilando, vestida con una saya vieja de bocaxim. Al día siguiente, Melanchton visitó a Damián y amistosamente se separaron, no sin que el portugués visitase la iglesia luterana, según en otra declaración confiesa.
Decidido a emprender seriamente los estudios de humanidades y de teología, residió en 1532 ocho o nueve meses en la Universidad de Lovaina, de donde pasó (a consecuencia de una enfermedad de los ojos) a Friburgo y Basilea. Allí hubieron de acrecentarse sus tendencias reformistas por el trato y convivencia con Erasmo, aunque él asegura que hablaron no más que de cosas de letras y que sólo vio a Sebastián Munster en casa de un librero y a Simón Grineo a la puerta de su posada.
De improviso vino a sorprender a Damián, en medio de sus estudios, el nombramiento de tesorero de la casa de la India y una orden de D. Juan III para que volviese a Portugal. Así lo hizo en 1533, deteniéndose a la ida en París, donde «un padre predicador de la Orden de San Francisco, llamado Fr. Roque de Almeida (1406), cuñado de Juan de Barros y hombre muy docto en las tres lenguas (hebrea, griega y latina), le descubrió muy en secreto que deseaba ardientemente ir a estudiar dos o tres años en Witemberg para oír a Lutero y poder combatir sus opiniones con pleno conocimiento de ellas y con mejores armas, y le pidió de rodillas una carta de recomendación para Melanchton (1407). Damián no vio ningún mal ni peligro en ello [774] y se la entregó; no dice en qué términos iba. Erasmo remitió a nuestro portugués la respuesta de Melanchton a los pocos meses.
Brevísima fue la estancia de Damián en nuestra Península, aunque la aprovechó para ir en romería a Santiago, quizá por ahuyentar alguna sospecha que hubiese de su fe y opiniones, y logró que el rey le permitiese volver a Alemania y a sus estudios. En 11 de abril de 1534 le escribía Erasmo desde Friburgo: «Beberemos de tu vino español; encontrarás preparada la casa» (1408). En 25 de agosto de 1534 le habla de Melanchton como de un amigo común (epíst.1271). En 21 de mayo del 35 torna a convidarle con su casa, «que nunca le parecerá más segura y adornada que siendo huésped Damián» (epíst.1279).
Vivió, en efecto, cinco meses en casa de Erasmo; pero su insaciable deseo de aprender cosas nuevas y de visitar la dulce Ausonia le llevó pronto a la Universidad de Padua, foco de la filosofía averroísta y alejandrina, ilustrada por los sucesores de Pomponazzi y Montes de Oca. Cinco años permaneció allí sin interrumpir sus relaciones epistolares con Erasmo, a quien en 26 de enero de 1536 daba memorias de Bembo y Bonamico (epíst.381 del Apéndice), manifestando a la vez tan vivo entusiasmo erasmiano, que se proponía escribir la vida de su maestro y hacer a costa propia una edición completa de sus libros. Tachábale, sin embargo, de alguna incorrección de estilo, dócil en esto a la opinión de los ciceronianos de Italia; y Erasmo, con buen juicio y humildad en él desusada, respondía: «Soy de natural extemporáneo y arrebatado y no sirvo para la corrección... He escrito no para oídos italianos, sino para los crasos bátavos y los rudos germanos... Mucho me deleita en los demás la elegancia de la frase tuliana; pero yo, sin despreciarla, no la busco con afectación... Espero que tú, con el trato de esos doctísimos varones, conseguirás fácilmente la corrección que en mis escritos se echa de menos» (epíst.1284). Esta dulce amistad, tan natural en dos sabios del Renacimiento, se extendía hasta darse mutuamente consejos higiénicos y de buen vivir. En las vacaciones de verano recorría Damián de Goes la Italia, buscando siempre el trato de varones doctos, como los ya citados Pedro Bembo y Lázaro Bonamico y los cardenales Jacobo Sadoleto y Cristóbal Madrucio, obispo de Trento, a quienes deleitaba [775] su varia erudición y su pericia en la música, que Andrés Resende, en un epigrama, comparó con la de Orfeo:
Elige utro mavis horum te nomine dici,
an Phoebi an Orphei: dulcis uterque modis.
En cierta ocasión, Sadoleto, que tenía esperanzas de reducir a Melanchton al gremio de la Iglesia, confió a Damián de Goes una carta suya para que la hiciese llegar a manos del humanista alemán, con quien él conservaba buenas relaciones, según parece, y aun había recibido una afectuosa carta suya y otra de Fr. Martín, por medio de aquel aventurero Fr. Roque de Almeida, que de improviso remaneció en Italia, llamándose Jerónimo de Pavía, convertido en luterano o poco menos, con muy pocas ganas de volver a su Orden y empeñado en que Damián le tuviese en su casa a título de pobre. No pudo conseguirlo, y, desesperado, se hizo alquimista en Venecia, aunque a la larga tornó a entrar en religión, arrepentido o cansado de su errante vida.
El célebre jesuita Simón Rodríguez, uno de los compañeros de San Ignacio, refiere en su declaración de 5 de septiembre de 1545 que disputó en Venecia y en Padua, por espacio de dos meses, con Damián de Goes y Fr. Roque y que les oyó defender pertinacísimamente doctrinas luteranas sobre los tres puntos de gracia y predestinación, confesión auricular y poder del Papa. Añade que no guardaban las constituciones de la Iglesia respecto de ayunos ni rezaba Fr. Roque las horas canónicas y que leían y prestaban a otros los libros de Lutero. «Y ¿qué harías si volvieras a Portugal?», preguntó Simón a Goes. «Oiría misa y confesaría como los otros, pero guardaría en mi interior la doctrina que profeso», le replicó.
Las malas nuevas que tuvo de la salud de Erasmo le obligaron a hacer precipitadamente un viaje a Friburgo para asistir en los últimos momentos a su amigo, que falleció en 15 de julio de 1536.
En uno de sus viajes de Alemania a Italia se detuvo Damián en Estrasburgo, donde cenó con Martín Bucero y otro hereje ex obispo, Gaspar Edro, convidados, dice, por el hostelero. A los postres riñeron por cuestión religiosa, y Goes no paró en Estrasburgo más que día y medio.
Como no tenía intención de volver a España, acabó por fijar su residencia en Lovaina, donde ya había sido estudiante y conservaba buenos amigos, entre ellos Contado Goclenio y Pedro Nannio, eximios latinistas, maestro el segundo de Fox Morcillo y Cornelio Grapheo, elegante poeta antuerpiense. Y para arraigarse más en el suelo holandés, contrajo matrimonio en La Haya con Juana de Hargen, noble y bellísima doncella, cuyas nupcias cantó en un brillante epitalamio Alardo, poeta de Amsterdam (1409): [776]
Nec melius teneris iunguntur vitibus ulmi,
nec plus Cetos aquas, littora Myrtus amat:
quam GOSIO lepido est sociata JOANNA marito,
quam generosa suum deperit HARGA virum.
Quam platanus rivo gaudet, quam, populus unda,
et quam limosa canna palustris humo,
tam formosa suum consplectitur HARGA maritum,
tam coniux HARGAM suscipit ipse suam.
Foemina digna illis quos aurea condidit aetas,
principibus natis, principe digna viro.
Floridor prato, longa procerior alno,
splendidior vitro, candidiorque nive.
Candidulum lucet sic per bombycina corpus,
calculus in liquidis ut numeratur aquis...
El nacimiento de Manuel, primer hijo de este matrimonio, fue asimismo cantado por Pedro Nannio en un Genethliacon:
Cresce, puer, patremque refer, sint numina tecum,
praesidioque Dei quidquid agas, facias.
Sit mens coelestis, sit semper lumine plena,
regius in magno pectore sitque animus
En 1542, un ejército francés, o más bien del país de Gueldres, pero a sueldo de Francisco I, se presentó sobre Lovaina, y los estudiantes se armaron para la defensa, nombrando capitán a Damián Goes, que fue hecho prisionero y estuvo nueve meses en Lombardía, hasta que, al fin, le rescataron por 63.000 escudos de oro (1410), siendo recibido triunfalmente en la ciudad. Carlos V le concedió en recompensa un escudo de armas.
Casi todas las obras latinas, o más propiamente opúsculos, de Damián de Goes, pertenecen a esta su temporada lovaniense. Una minuciosa y agradable descripción de la ciudad de Lisboa; una apología de España contra las calumnias de Sebastián Munster, obra en que la buena intención supera de mucho a las noticias y al desempeño, aunque el amor patrio de Damián respira en cada página, como que entonces los portugueses no se avergonzaban de llamarse españoles y tener por cosa propia las ofensas a la madre común; una breve historia del primer cerco de Diu, enderezada al cardenal Bembo, con observaciones contra Paulo Jovio, y una relación de las cosas de Etiopía, intitulada Fides, religio, moresque Aetiopum, con un apéndice sobre los lapones: tales son los trabajos históricos [777] en que se ocupaba y que coronó más adelante con tres comentarios sobre a segunda guerra de Cambaya (1411). Obras son éstas de buen latín, pero de ninguna crítica en que Damián de Goes, crédulo en demasía, dio por buenas todas las relaciones de soldados y viajeros fantásticos o mentirosos sobre el preste Juan, cuyo nombre latiniza él de extravagante manera, llamándole pretiosus Ioannes, y las costumbres de indios y etíopes. Por motivos que ignoramos, quizá por el calor con que defiende el catolicismo de los súbditos del preste Juan, a pesar de la diferencia de sus ritos, prohibió en Portugal el infante-cardenal don Enrique, muy poco amigo de Damián de Goes, la circulación del libro sobre los etíopes. Así resulta de dos cartas unidas al proceso. El comentario sobre el segundo cerco de Diu es muy inferior en elegancia de estilo al de Diego de Teive.
En estas solaces literarios pasaba la vida nuestro Damián, querido y admirado por los doctos de Bélgica, Suiza y Alemania, cuales fueron, a más de los citados, Enrique Glareano, que se acuerda de él en los libros de Música; Bonifacio Amervachio y Segismundo Gelenio, que le dedicó sus observaciones a la Historia natural, de Plinio. Corría el año 1545 cuando por alguna sospecha que hubiera de su fe o sólo por el deseo de honrarle y tenerle en casa fue llamado por el rey de Portugal, obligándole a emprender, muy contra su voluntad, un viaje molestísimo, en que gastó 1.500 cruzados. En 1548 fue nombrado guarda mayor o archivero de la Torre do Tombo, y en 1558, cronista real. En desempeño de este cargo escribió sucesivamente la Chronica do felicissimo rei Dom Emmanuel, dividida en cuatro partes..., de la cual se hicieron en un mismo año (1566), y por el mismo impresor lisbonense Francisco Correa, dos ediciones, una de ellas del todo inutilizada, y de la cual se conserva un rarísimo ejemplar en la Biblioteca de Ajuda o del palacio de los reyes de Portugal (1412); la Crónica del Príncipe D. Juan, impresa en 1567, libro, como el anterior, de bastante crédito, aunque el estilo no tiene ni la ingenuidad y gracia de las crónicas medievales ni la majestad y perfección artística de [778] la historia clásica, y, finalmente, un Nobiliario o Libro de los linajes de Portugal, que nunca se ha impreso, pero que le acarreó grandes disgustos y el odio de muchas familias poseídas de una necia vanidad de abolengo y empeñadas en sostener ficciones y embustes de asalariados genealogistas y reyes de armas.
La imprudencia y falta de recato de Damián de Goes, su olvido de las prácticas religiosas; en una palabra, la mala leche que en Flandes y Alemania había bebido, vinieron a dar muy pronto armas y fácil venganza a sus numerosos émulos y enemigos.
- III -
Proceso de Damián de Goes. -Su abjuración y muerte.
Ya en 5 de septiembre de 1545 había comparecido el jesuita Simón Rodríguez en Evora, ante el licenciado Pedro Alvarez Parede, a dar testimonio de las pláticas que en Venecia y Padua había tenido con Damián de Goes y Fr. Roque de Almeida, añadiendo que éste, aun después de vuelto a la Orden, continuaba en polémicas con otros frailes. Item: que el duque de Aveiro poseía algunas libros heréticos y que un tal Lucas de Orta le parecía sospechoso en la cuestión de fide et operibus.
En 6 de septiembre añadió a su declaración que Fr. Roque se había explicado heréticamente defendiendo la transgresión de los votos monásticos y que así él como Damián de Goes habían querido atraerle a sus opiniones. Y tornó a jurar que no tenía odios ni rencor contra ellos.
El 24 de septiembre de 1550, en Lisboa, delante de fray Jerónimo de Azambuja y Ambrosio Campello, confirmó sus anteriores declaraciones con leves variantes.
¿Qué causa pudo mover a Simón Rodríguez a este paso, además del celo por la pureza de la ortodoxia y del creer que Damián de Goes podía hacer mucho daño, porque alem do latin sabe alguma cousa de theologia, e sabe e falla francés, e ytallano, e lhe parece tambem que sabera a framengua e allemana, porque andou muyto tempo entrelles? El acusado le rechazó [779] siempre como a enemigo personal suyo desde que habían querido en competencia ser maestros de letras del príncipe D. Juan, cargo que se dio al fin a D. Antonio Pinheiro.
Por entonces, estas delaciones no produjeron efecto; pero, renovadas más adelante y declarado en contra de Damián de Goes el infante-cardenal D. Enrique, dio orden la Inquisición, en 4 de abril de 1571, para que D. Diego de Fonseca, corregidor del crimen en Lisboa, prendiera al cronista y le entregara al alcalde Gregorio Veloso. También fue interrogado el duque de Aveiro, y declaró que Damián de Goes le había aconsejado fundar su capilla en una parroquia más bien que en un monasterio.
A los testimonios de Simón Rodríguez se añadieron los de D.ª María Tavora, viuda de Antonio Teixeira da Silva; Manuel Correa, que con referencia a Sebastián de Macedo, contador de la casa del cardenal, refirió que Damián de Goes comía carne de puerco en días de vigilia; D.ª Briolanja de Macedo, residente en Alenquer, y su marido Antonio Gómez de Carvalho, que repitieron lo de la carne de puerco, aunque advirtiendo que quizá la comería Damián por acompañar a su mujer, que estaba enferma, y que en lo demás ellos le tenían por buen cristiano; Elena Jorge, madre de D.ª Briolanja y retirada en Santa Catalina de Carnota, la cual le acusa de enviar sus hijos a estudiar a Flandes (1413). Interrogada D. Catalina, hija de Damián y mujer de Luis de Castro, responde que nada sabe de semejantes cosas y que su padre tenía bula para comer carne en días prohibidos. En 5 y 9 de abril contesta el acusado al primer interrogatorio «que nunca tuvo por buena la doctrina de Lutero y que desconoce del todo la de Calvino». Su yerno testifica el mismo día contra él por haberle oído decir que muchos papas habían sido tiranos, y que de la tiranía de los papas viniera mucho mal a la Iglesia, y que los jesuitas no seguían las huellas de su fundador, y que los extranjeros eran mejores que los españoles.
El procurador fiscal del Santo Oficio presenta su primer libelo de acusación. Damián de Goes confiesa, en 19 de abril de 1571, que «cuando estaba en Italia pensó, entre otras cosas, que se seguiría gran bien de dar a los legos la comunión en ambas especies y de dispensar en materia de ayunos y delectu ciborum».
En 22 de abril, Pedro de Andrade Caminha, hidalgo de la casa del rey y poeta insípido, aunque muy elogiado por Ferreira (1414) declara que «cuando Damián escribía la Crónica de D. Manuel pidió a la infanta Isabel algunas memorias de su marido D. Duarte, y que, habiéndoselas enviado, pareciéronle [780] necias al cronista las últimas palabras del infante, y dijo a Caminha que nao havia homen que na morte nao disesse algumas parvoices. Escandalizó esto a Pedro de Andrade, porque D. Duarte había muerto cristianísimamente y casi en olor de santidad.
Tras esta necia declaración, de que ni el Santo Oficio ni Damián de Goes hicieron caso, presentó nueva acusación el fiscal «por tener y leer el reo libros prohibidos sin licencia del Santo Tribunal».
Nombra Damián procurador suyo a Ayres Fernández Freire y pide audiencia para declarar que, cuando estaba en Flandes, dudó del valor de las indulgencias y de la confesión auricular, pero que entonces era hombre lego y no sabía latín. En otra audiencia de 10 de marzo se ratifica en todo lo dicho y añade que nunca abrazó los yerros luteranos sobre el purgatorio y veneración de imágenes.
Presentación de testigos y súplica de Damián de Goes para que se despache pronto su negocio, por llevar nueve meses de prisión, y para que se le permita escribir una carta al cardenal y se le den libros. En sucesivas audiencias (11 de diciembre del 71 y 9 de febrero de 1572) dice que es fácil que en sus conversaciones con Simón Rodríguez se inclinara a la parte de los luteranos porque entonces no estaba la cuestión tan clara, y que, en cuanto a Fr. Roque, le tenía por tocado de luteranismo.
Publicación de los dichos de los testigos, suppresso nomine, según la costumbre del Santo Oficio. Don Antonio Pinheiro, D. Pedro Diniz y Juan Carvalho testifican que Damián no iba a misa, que le habían oído proposiciones sospechosas sobre el purgatorio, que loaba a Erasmo y a Melanchton y que a su casa iban muchos extranjeros que comían con él y cantaban cantigas extrañas y no oídas en Portugal. Francisco Rodríguez declaró que los días de fiesta, por la mañana, se iba Damián de Goes a cabalgar con dos criados flamencos; pero Antonio Gómez asegura haberle visto oír misa diferentes veces en la capilla del castillo donde moraba, y otras, en la iglesia de Santa Cruz. A su casa concurrían muchos flamencos y alemanes de las urcas, y entre ellos Jacques, el que faz oculos, y cantaban cosas que este declarante no entendía. El fiscal presenta en 30 de mayo los nuevos capítulos de acusación. El reo niega, y en audiencia de 12 de junio presenta sus testigos y descargos, entre otros, que tenía gran veneración a las imágenes y había regalado muchas a iglesias y monasterios.
En 21 de julio se le declara hereje, amonestándole a que recuerde todos sus yerros. Los confiesa en 23 de julio y 19 de agosto, refiriendo todo lo que ya sabemos; pide que se examinen sus escritos para ver si contienen alguna herejía, y sólo advierte tres cosas: 1.ª Que era inclinado a oír misas y que las había fundado en la capilla que tenía para enterramiento suyo y de su mujer. 2.ª Que nunca había dudado en la cuestión [781] de la gracia. 3ª Que nunca oyó a Erasmo nada contra la fe católica y que no le tenía por hereje. Pide misericordia como culpado en los dos artículos de confesión e indulgencias, aunque ya se había confesado de ellos en Padua, y sin duda le absolvieron. porque en Italia, dice, andan estas cosas más largas que aquí. En cuanto al trato con herejes, no los buscó para tomar nada de sus opiniones, sino por curiosidad, como hacen otros católicos de Europa, y además había roto las cartas de Lutero y no sabía si conservaba las de Melanchton. Libros de herejes tenía entre los suyos, pero no sobre materias de religión.
La sentencia de 16 de octubre le declara hereje, luterano y apartado de la fe, y manda que se le admita a reconciliación en forma ante los inquisidores y que cumpla su penitencia en la cárcel perpetua, en el lugar que por su alteza le fuere señalado. La reconciliación no debía ser pública, «vistos los inconvenientes que se seguirían de la calidad de la persona del reo, por ser éste muy conocido en los reinos extraños pervertidos de herejes, que de esto se pueden gloriar, y porque así convenía a la limpieza y reputación de este reino en las cosas de fe; y asimismo porque los yerros en que anduvo no los platicó con persona alguna en Portugal». Firman esta sentencia Simón de Saa Pereira, León Enríquez, Antonio Santado, Jorge Gonsalves Ribeiro, Luis Alvares Oliveira y Fr. Manuel da Veiga (1415).
«Vistos estos autos y confesión de Damián de Goes, cristiano viejo, morador en la ciudad de Lisboa..., por los cuales se muestra que siendo cristiano bautizado y obligado a creer todo lo que tiene y cree la santa madre Iglesia de Roma, él, en el año de 31, yendo de la corte del Rey de Dinamarca para la del Rey de Polonia, pasó por la Universidad de Witemberg, en Alemania, donde entonces residía el maldito de Martín Lutero, heresiarca famoso, y Felipe Melanchton, su secuaz, y con ellos habló y comió y bebió, deteniéndose allí por espacio de dos días, desviándose del camino derecho que llevaba, tres o cuatro leguas, para ver al dicho Lutero, yendo una vez a oír cómo predicaba su perversa doctrina, y después escribiendo cartas a entreambos y recibiendo respuestas suyas... Y esto después de haber consentido, estando en Flandes, en algunos yerros de la maldita secta luterana, teniendo y creyendo para sí que las indulgencias que el Papa concedía no aprovechaban para nada; y así lo disputaba, y por esta causa no tomaba los jubileos que Su Santidad concedía. Y también le pareció que no era necesario confesarse a un sacerdote, sino a Dios, puesto que [782] no dejaba de confesarse todos los años; mas no confesaba esta opinión que traía en su pensamiento..., hasta que hará treinta años o más que se apartó de ella, según dice...; declaramos que ha incurrido en excomunión mayor y en las otras penas en derecho establecidas, y en confiscación de todos sus bienes para la cámara real. Y como quiera que usando de mejor consejo ha confesado sus culpas y pedido de ellas perdón y misericordia con señales de arrepentimiento, y como pensó estas cosas siendo aún mancebo de edad de veintiún años, no moviéndose por autoridad alguna, puesto que entonces aún no había comenzado a aprender la lengua latina, y después, con el estudio y comunicación de hombres doctos y católicos. salió de su error..., mandamos que sea absuelto in forma ecclesiae de la dicha excomunión mayor en que incurrío.»
Así se hizo en 6 de diciembre de 1572 ante el promotor fiscal y demás oficiales del Santo Oficio, anatematizando Damián de Goes la herejía y prometiendo ser obediente siempre al papa Gregorio XIII y a sus sucesores, perseguir a los herejes y delatar lo que de ellos supiere a la Inquisición.
Fray Francisco Pereira, superior del monasterio de Batalha, y Fr. Antolín Nogueira, dan fe, en 15 de diciembre, de haber recibido al reo de manos de los comisarlos del Santo Oficio para someterle a perpetua penitencia en dicho convento.
No hay que tomar al pie de la letra estas cárceles perpetuas: que no era tanto el rigor de la Inquisición como se supone. La penitencia de Damián de Goes duró muy poco. Bien pronto fue absuelto del todo, y volvió a su casa y familia. No se sabe con certeza cuándo ni cómo murió. Según unos, de un accidente apoplético; según otros, asesinado por sus criados (1416), que querían robarle. Benito Arias Montano le dedicó este elogio:
Gentis Thucydides enarrat gesta Pelasgae,
Romana claret Livius in historia.
Hic alia ut taceam sera data scripta senecta,
AEtiopum accepit nomen ab historia.
No se vuelve a hablar de Reforma en Portugal en todo el siglo XVI. [783]