Isaías 30:1-5
"¡Ay de los hijos rebeldes," declara el SEÑOR,
"que ejecutan planes, pero no los míos,
y hacen alianza, pero no según mi Espíritu,
para añadir pecado sobre pecado;
los que descienden a Egipto, sin consultarme,
para refugiarse al amparo de Faraón
y buscar abrigo a la sombra de Egipto!
El amparo de Faraón será vuestra vergüenza,
y el abrigo a la sombra de Egipto,
vuestra humillación.
Porque sus príncipes están en Zoán,
y sus embajadores llegan a Hanes.
5Todos se avergonzarán a causa de un pueblo que no les trae provecho,
no les sirve de ayuda ni de utilidad,
sino de vergüenza y también de oprobio."
En el lugar de Dios, al paso de Dios
La impaciencia es una forma de incredulidad. Es lo que comenzamos a sentir cuando dudamos la sabiduría del momento oportuno o la benevolencia de la enseñanza de Dios. Brota en nuestros corazones cuando el camino al éxito se enloda o está esparcido con rocas o un tronco caído que nos impide el paso. La batalla con la impaciencia puede ser una escaramuza sobre una larga espera en línea en la caja de una tienda. O puede ser una gran batalla sobre una incapacidad o enfermedad o circunstancia que derriba la mitad de sus sueños.
Lo opuesto a la impaciencia no es una negativa superficial y labiosa de frustración. Lo opuesto de la impaciencia es una disposición profunda, madura y tranquila a ya sea esperar a Dios donde usted está en el lugar de obedecerle, o de perseverar al ritmo que El permite en el camino a la obediencia - esperar en su lugar o llevar su ritmo.
La batalla contra la incredulidad.
Cuando la manera en que usted planeó su día, o la manera en que planeó vivir su vida son cortada o retrasada, la incredulidad de la impaciencia le tienta en dos direcciones, en parte dependiendo de su personalidad y parte en las circunstancias.
1. Por una parte, le tienta a darse por vencido, a dejarlo por un lado. Si habrá frustración, oposición y dificultad, entonces lo olvidaré. No me quedaré en este trabajo, o tomaré este reto, criar a esta criatura o permanecer casado, o vivir esta vida. Esa es una manera en que la incredulidad de la impaciencia lo tienta. Dese por vencido.
2. Por otra parte, la impaciencia lo tienta a tomar medidas impulsivas y contraatacantes contra los obstáculos en su camino. Le tienta a ser impetuoso o precipitado o impulsivo o imprudente. Si no le da la vuelta a su carro y se va a su casa, se precipita a un desvío de ruta mal aconsejado para tratar de ganarle al sistema.
Cualquier manera que tiene usted para batallar la impaciencia, el punto central de hoy es que es una batalla contra la incredulidad y por tanto no solo es cuestión de personalidad. Es la cuestión de si usted vive por fe y si hereda las promesas de vida eterna. Escuche estos versículos para percibir que tan vital es esta batalla:
Lucas 21:19 – “Con vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas”.
Romanos 2:7 – “a los que por la perseverancia en hacer el bien buscan gloria, honor e inmortalidad: vida eterna;”
Hebreos 6:12 – “…a fin de que no seáis indolentes, sino imitadores de los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas”.
La paciencia en hacer la voluntad de Dios no es una virtud opcional en la vida cristiana. Y la razón no es porque la fe no es una virtud opcional. La paciencia en hacer el bien es el fruto de la fe. Y la impaciencia es el fruto de la incredulidad. Y bien la batalla contra la impaciencia es la batalla contra la incredulidad. Y el arma principal es la Palabra de Dios, especialmente sus promesas.
Como el salmista batalló contra la impaciencia
Antes de que veamos a Isaías 30, quiero que vean la relación entre las promesas de Dios y la paciencia del creyente en Salmo 130:5. ¿Cómo batalla el salmista contra la impaciencia en su corazón?
Espero en el Señor; en El espera mi alma,
y en su palabra tengo mi esperanza.
“Esperando en el Señor” es una manera de describir lo opuesto de la impaciencia en el Antiguo Testamento. Esperando en el Señor es lo opuesto de correr adelante del Señor y es lo opuesto de abandonar al Señor. Es quedarse en el lugar indicado mientras El dice que se quede, o es ir al paso que El marca cuando le dice que proceda. No es impetuoso y no es inconsolable.
Ahora, ¿Cómo sostiene su paciencia el salmista mientras espera en el Señor que le demuestre el siguiente paso? El versículo 5 dice: “Espero en el SEÑOR; en El espera mi alma, y en su palabra tengo mi esperanza”. La fuerza que lo sostiene en paciencia es la esperanza, y la fuente de la esperanza es la Palabra de Dios. “¡En su palabra tengo mi esperanza!” Y la esperanza es la fe en el tiempo futuro. Hebreos dice: “La fe es la certeza de lo que se espera”.
Así que lo que tenemos en el Salmo 130:5 es una ilustración clara que la manera de batallar la impaciencia es de fortalecer su esperanza (o fe) en Dios, y la manera de fortalecer su esperanza en Dios es escuchar su Palabra, especialmente sus promesas.
Si usted está tentado a no esperar a Dios apaciblemente, a permitirle a El que le diga su paso siguiente, si usted está tentado a abandonarlo o a proceder sin El – por favor entienda que éste es un momento para gran batalla espiritual. Tomad, y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios (Efesios 6:17), y empuñe la maravillosa promesa contra el enemigo que es la impaciencia.
El lado impetuoso de la impaciencia
Ahora veamos una ilustración de Israel cuando no hizo esto. Durante la época de Isaías, Israel fue amenazado por enemigos como Asiria Durante esos tiempos Dios envió al profeta con su palabra para decirle a Israel como quería que respondieran a la amenaza. Pero Israel se impacientó con el tiempo de Dios. Estaba demasiado cercano el peligro. Las probabilidades del éxito eran demasiado pequeñas. Isaías 30: 1-2 describe lo que hizo Israel en su impaciencia.
¡Ay de los hijos rebeldes, declara el SEÑOR, que ejecutan planes, pero no los míos, y hacen alianza, pero no según mi Espíritu, para añadir pecado sobre pecado! Los que descienden a Egiptosin consultarme, para refugiarse al amparo de Faraón, y buscar abrigo a la sombra de Egipto.
Esto es lo opuesto a esperar en el Señor. Israel se impacientó. Dios no los había librado de su enemigo en el tiempo o en la manera que ellos habían esperado, y se les había terminado la paciencia. Ellos acudieron a Egipto para que los ayudara. Hicieron un plan y un tratado, pero no eran de Dios, Las palabras clave en el verso 2: “Los que descienden a Egipto SIN CONSULTARME”.
Esta es una ilustración perfecta del lado impetuoso de la impaciencia. Aquí es donde muchos de nosotros pecamos casi a diario: Surgiendo adelante con nuestros propios planes sin detenernos a consultar con el Señor.
La advertencia del Señor
Así que el Señor nos da una advertencia en el versículo 3: “El amparo de Faraón [el rey de Egipto] será vuestra vergüenza, y el abrigo a la sombra de Egipto, vuestra humillación”. En otras palabras, su impaciencia le va a producir una consecuencia indeseada. Egipto no lo abrigará; será su vergüenza. Su impaciencia se convertirá en su humillación.
Esto es una advertencia para todos nosotros. Cuando hay obstáculos en su camino y el Señor dice espera, más vale que confiemos en él y esperar, porque si salimos adelante sin consultarlo, nuestros planes probablemente no son sus planes y nos traerán vergüenza en vez de gloria. (Ver Isaías 50: 10-11 y el caso de Abraham y Hagar para el mismo punto).
¿Qué debe hacerse en lugar de eso?
¿Que debería de haber hecho Israel? ¿Qué deberíamos de hacer cuando nos sentimos atrapados por obstáculos y frustración? La respuesta se encuentra en el versículo 15 y en el versículo 18.
Porque así ha dicho el Señor DIOS, el Santo de Israel: “En arrepentimiento y en reposo seréis salvos; en quietud y confianza está vuestro poder”.
Por tanto, el SEÑOR espera para tener piedad de vosotros, y por eso se levantará para tener compasión de vosotros.
Porque el Señor es un Dios de justicia; ¡cuán bienaventurados son todos los que en El esperan!
Aquí están dos grandes promesas esta mañana que deberían darles un fuerte incentivo para sobrellevar la incredulidad de la impaciencia.
Versículo 15: “en quietud y confianza está vuestro poder". En otras palabras, si están quietos en Dios, si lo buscan a Él en vez de ir corriendo a Egipto, si confían en el, entonces él les dará toda la fuerza que necesitan para ser pacientes y sobrellevar las tensiones donde se encuentran.
Entonces el versículo 18: “¡Cuán bienaventurados son todos los que en El esperan!” Dios promete que si esperan su guía y ayuda pacientemente, en vez de irse de cabeza "sin consultarle", El les dará una gran bendición.
Predicándole a su propia alma
Esta es la manera en que ustedes batallan la incredulidad de la impaciencia. Le predican a su alma con advertencias y promesas. Ustedes dicen: Mira lo que le pasó a Israel cuando actuaron impacientemente y acudieron a Egipto para ayuda en vez de esperar a Dios. Fueron avergonzados y humillados. Y luego le dicen a su alma: pero mira lo que nos promete Dios si descansamos en él si somos callados y confiados. El nos hará fuertes y nos salvará. El dice que nos bendecirá si lo esperamos pacientemente.
Entonces quizás usen la promesa en Isaías 49:23,
y que no se avergonzarán los que esperan en mí.
Y luego en Isaías 64:4,
ni el ojo había visto a un Dios fuera de ti que obrara a favor del que esperaba en El.
Y finalmente en 40:31,
los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán.
Así que batallan la incredulidad de la impaciencia utilizando las promesas de Dios para persuadir a su corazón que el tiempo oportuno de Dios y la guía de Dios y la soberanía de Dios van a tomar esta situación frustrada, encajonada y no productiva y convertirla en algo eternamente valioso. Vendrá una bendición, una fortaleza, una vindicación, una ascendencia con alas como águilas.
La constancia paciente de Charles Simeon
Permítanme concluir con una ilustración de un hombre que vivió y murió en batalla exitosa contra la incredulidad de la impaciencia. Se llamaba Charles Simeon. Era un pastor de la Iglesia de Inglaterra de 1782 a 1836 en el Colegio Trinity de Cambridge. Fue asignado a su iglesia por un obispo contra la voluntad del pueblo. Se oponían a él no porque fuera un mal pastor sino porque era evangélico – él creía en la Biblia y llamaba por la conversión, santidad y las misiones mundiales.
Durante 12 años el pueblo se negaba a permitirle dar el sermón vespertino dominical. Y durante ese tiempo boicotearon el servicio dominical matutino y atrancaban sus bancas para que nadie se pudiera sentar en ellas. ¡Por 12 años él le predicó al pueblo en los pasillos! ¿Cómo perduró?
En este estado de cosas, no vi más remedio que fe y paciencia. [¡Observen el enlace de fe y paciencia!] El pasaje de las Escrituras que atenuó y controló mi mente fue este: “El siervo del Señor no debe ser rencilloso”. [Nota: ¡El arma en la batalla por la fe y paciencia era la Palabra!] Ciertamente era muy doloroso ver a la iglesia casi abandonada, con la excepción de los pasillos; pero yo pensaba que si Dios solo le diera bendiciones dobles a la congregación que si asistía, entonces habría en general tanto bien hecho como si la congregación fuera doble y la bendición limitada a solo la mitad. Esto me consoló muchas, muchas veces, cuando sin esta reflexión, yo me hubiera hundido bajo mi carga. (Charles Simeon, por H.C.G. Moule, p. 39)
¿Dónde recibió la certidumbre de que si seguía el camino de la paciencia, habría una bendición sobre su obra que compensaría por las frustraciones de tener todas las bancas cerradas? Sin duda, la recibió de los textos como Isaías 30:18, “ ¡cuán bienaventurados son todos los que en El esperan!” La Palabra conquistó a la incredulidad y la creencia conquistó a la impaciencia.
Cincuenta y cuatro años después se estaba muriendo. Era octubre de 1836. Las semanas pasaban lentamente, como han pasado para muchos de nuestros santos moribundos en Belen. Yo he aprendido que la batalla con la impaciencia puede ser muy intensa en el lecho de muerte. El 21 de octubre le escucharon decir estas palabras lentamente y con pausas largas:
La sabiduría infinita ha dispuesto todo con amor infinito; y el poder infinito me permite - a reposar en ese amor. Estoy en las manos de un Padre querido ---todo está protegido. Cuando miro hacia El, no veo más que fidelidad---e inmutabilidad---y verdad; y tengo la paz más dulce---no puedo tener más paz. (Charles Simeon, p. 172)
La razón por la cual Simeon podía morir de esa manera es porque por 54 años se había entrenado a sí mismo a acudir a las Escrituras y sujetarse a la sabiduría infinita y amor y poder de Dios y usarlos para conquistar la incredulidad de la impaciencia.
Y bien, yo les exhorto como dice en Hebreos 6:12, que “sean imitadores de" Charles Simeon y de todos…”los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas".