Todas Las Cosas Cooperan Para Bien,
Parte 1

por John Piper

Romanos 8:28-32
Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito. 29 Porque a los que de antemano conoció, tambiénlos predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó. 31 Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quiénestará contra nosotros? 32 El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas?
Hoy acudimos a una de las promesas más abarcadoras y más amadas de toda la Biblia, Romanos 8:28: “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito”. Quizás, más que cualquier otra promesa en la Biblia, este versículo ha ayudado a las personas a confiar en Dios a través de experiencias que parecían dolorosas, malas y absolutamente insignificantes. Las personas se han aferrado a la frase “todas las cosas” y creyeron a la Palabra de Dios que afirma que este hecho terrible, este hecho aparentemente insignificante también ayudará para bien.

Años atrás enseñé a los niños de Bethlehem (y a todos los que son como niños) a decir:

Cuando las cosas no marchen de la manera deseada, Dios siempre las hace obrar para bien.
Los cristianos creemos que, tarde o temprano, las penas, los dolores, las desilusiones y las pérdidas algún día cooperarán para bien.

Sé que las traducciones difieren un poco en este sentido. Pero también creo que las diferencias no son serias. La NASB [New American Standard Bible] pone a Dios como el sujeto pero pone a “todas las cosas” como su esfera de trabajo, no como su objetivo: “En todas las cosas Dios obra para bien”. La versión King James y la NASB en inglés ponen a “todas las cosas” como el sujeto: “Todas las cosas cooperan para bien”. Todas, son posibles traducciones del original griego y al final no son muy diferentes. Cuando la King James dice: "all things work together for good" [“todas las cosas les ayudan a bien” RVR1960], no se refiere, a que “todas las cosas” obran por su propia cuenta, o guiadas por algún poder o predestinación. Se refiere a que Dios hace que “todas las cosas” cooperen para bien. De manera que Dios es el que obra en las tres traducciones, y lo que está provocando es bueno, y él está manifestando todas “las cosas”. Pablo no está diciendo que todas las cosas sean buenas, está diciendo que todas las cosas son transformadas por Dios para bien.

La próxima semana, cuando salgamos a las calles y adoremos en una gran multitud frente a todos los vecinos en el estacionamiento, trataré de mostrar esta promesa con ilustraciones bíblicas, históricas y personales. ¿Cómo es que todas las cosas cooperan para bien? ¿Cooperan para bien ahora o cooperan para bien después? De esto hablaré la próxima semana.

Pero hoy no quiero concentrarme específicamente en la promesa, sino en lo que hace a una persona beneficiaria de la promesa. Hoy nos preguntaremos: ¿Cómo puedo saber si la promesa es para mí? Y el próximo domingo nos preguntaremos: ¿Qué es lo que este texto realmente nos promete?

La promesa no es para todos
De modo que la primera situación que nos debemos plantear es que a todas las personas todas las cosas no les ayudan para bien de la misma manera. La promesa de que Dios transformará todas las cosas para bien no es real en todos los casos. Hay dos verdades que tienen que ser ciertas para que la promesa se cumpla en usted. Una es que usted ame a Dios, y la otra es que usted sea llamado conforme al propósito de Dios. “Y sabemos que [1] para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, [2]para los que son llamados conforme a su propósito”.

Pablo dice: «en efecto, si ustedes no aman a Dios, no pueden reclamar esta promesa, si no son llamados conforme a su propósito, no pueden reclamar esta promesa». O para decirlo de otra manera, para la persona que no ama a Dios y no sea llamada conforme al propósito de Dios, el optimismo en todas las cosas es necedad, y está fuera de lugar. El pesimismo es exactamente la posición correcta de la mente de aquel que no ama a Dios y no sea llamado conforme a su propósito. Las cosas no van a cooperar para su bien, sino para su desgracia.

Romanos 2:5 describe en qué forma influye en el futuro de esta persona esta experiencia: “Mas por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”. En otras palabras, las experiencias por las que esta persona atraviesa cada día no cooperan para su bien; se vuelven en su contra. Las bendiciones por las que esta persona no le agradece a Dios, ni le convierten en un adorador le condenarán algún día. Las experiencias dolorosas por las que atraviesa, sin confiar en la ayuda de Dios, acumularán ira en el día final. Esta persona puede parecer pobre; o próspera en este mundo. Pero si no ama a Dios y no es llamada conforme al propósito de Dios, todas estas experiencias no la conducen hacia nada bueno, sino hacia una miseria eterna.

¿Qué debe ser realidad en nosotros para que esta promesa sea nuestra?
Ese no es el camino en que quisiéramos estar. Queremos oír que esta promesa es nuestra. Queremos saber que todas las cosas están trabajando juntas para nuestro bien, no para nuestra condenación. Pues bien, ¿qué requisitos debemos cumplir? Tomemos uno a la vez, uno esta semana y otro la próxima semana.

Primero, Pablo dice que debemos ser personas que amen a Dios. En el original, esta es la primera idea del versículo: “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien”

¿A qué se refiere cuando dice: los que aman a Dios?
Primero, no se refiere a que usted puede salir y entrar del amor de Dios y que si usted tiene una mala experiencia cuando está amando a Dios esta experiencia se transforma para su bien, y si tiene una mala experiencia cuando no ama a Dios esta experiencia se transforma para su mal. Sabemos que no quiso decir eso, porque aclara “los que aman a Dios” con la característica al final de versículo: “los que son llamados conforme a su propósito [el de Dios]”. Este llamado (del que hablaremos más tarde) no es algo que suceda a menudo. Es el trabajo efectivo y definitivo de Dios quien nos llama de muerte a vida, de la oscuridad a la luz, y del poder de Satanás al poder de Dios, y de la enemistad con Dios al amor a Dios. El llamado al amor y a la fe es de una vez y para siempre, así que el amor a Dios es el sello de la persona que es verdaderamente llamada para siempre. Por supuesto, nuestro amor por Dios tiene momentos de intensidad y momentos de debilidad (tal y como cualquier otra relación que tengamos en nuestra vida terrenal). Pero en aquellos que son llamados, el amor a Dios es lo que los define. Es la condición permanente de nuestros corazones, no importa si es fuerte o débil.

De manera que Pablo no está diciendo que todas las cosas cooperan para bien en los cristianos algunas veces (cuando su amor es fuerte), y que todas las cosas no cooperan para bien en los cristianos algunas veces (cuando su amor por Dios es débil). Él está diciendo que para los cristianos (los llamados, aquellos cuyos corazones han sido comprados de la enemistad con Dios al amor a Dios), todas las cosas cooperan para bien, todo el tiempo.

¿Qué no es amor a Dios?
Por tanto, ¿qué quiere decir eso de amar a Dios? ¿Cómo puede usted saber si está en ese número? La mejor manera con que pienso aclarar la respuesta es diciendo tres argumentos de lo que no es amor a Dios. Al menos, la esencia de amar a Dios no está en ninguno de estos tres argumentos.

Amar a Dios no es conocer las necesidades de Dios. La forma en la que amamos a Dios es diferente a la forma en que amamos al hombre. En Hechos 17:25 Pablo dice: “ni es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que El da a todos vida y aliento y todas las cosas”. Dios es radicalmente diferente a nosotros. Él es la fuente de todas las cosas y no tiene necesidades. Él no puede ser ayudado o mejorado. No hay defectos que revertir o deficiencias que suplir. No podemos amarlo supliéndole sus necesidades, sencillamente porque Él no las tiene. Por lo tanto, la esencia de nuestro amor por Él debe ser una experiencia de recibir. (Y considero que el gozo es el placer de recibir de aquel quien es el objeto de nuestro deleite).

Esto nos conduce al segundo argumento que no es amor a Dios. Amar a Dios no es, en esencia, amarlo por sus dones (como el perdón, la justificación, la liberación del infierno, la resurrección a una vida libre de dolor y todo lo demás que tiene para nosotros). Ciertamente, si amamos a Dios, apreciaremos estos dones y estaremos agradecidos por ellos, porque no tendríamos a Dios sin ellos. Pero amar a Dios es atesorar a Dios por quien es revelado en sus dones y amar a Dios es atesorarlo por quien es más allá de sus dones. Sus dones son preciosos a tal grado que nos llevan a Dios y nos muestran más de Dios. Cuando usted ama a Dios, Dios es el centro de sus afectos, no sus dones.

Esta palabra “afectos” nos conduce al tercer argumento que no es amor a Dios. La esencia del amor a Dios no son las cosas que el amor a Dios le impulsa a hacer. El amor a Dios puede impulsarle a dejar a su madre y a su padre, y abandonar todo eso para declarar la gloria de Dios entre las naciones. Pero dejar a su madre y a su padre y abandonarlos no es la esencia del amor a Dios, es el fruto del amor a Dios. Jesús dijo: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”. Esto no quiere decir que guardar sus mandamientos es amarlo. Significa que el amor es el la nobleza del corazón que te impulsa a guardar sus mandamientos.

En Juan 21:15-17 Jesús demuestra esta conexión cuando pregunta tres veces a Simón Pedro: “¿Me amas más que estos?”. Cuando Pedro dice: “Sí”, Jesús no dice: «Bien, eso quiere decir que estás obedeciendo mis mandamientos, porque obedecer mis mandamientos es amarme». No, Jesús dice: “Apacienta mis corderos”. En otras palabras, si me amas, actúa como tal. Ama mi rebaño y apaciéntalo. Apacentar los corderos es el fruto del amor a Dios.

En otras palabras, lo que estoy diciendo es que el amor a Dios tiene que ver con la estima que nuestro corazón siente por Dios antes de que nos dé cualquier bendición. Es algo interno e involucra emociones espirituales. No es, en esencia, una decisión deliberada o una proeza. Es más bien un reflejo, en nuestro corazón, de la perfección de Dios revelada especialmente en Cristo. Si usted iguala las proezas del amor a Dios con la esencia del amor a Dios usted engendrará hipócritas, personas que imitan las proezas y reclaman amar a Dios cuando realmente su corazón está lejos de Él. Si iguala el amor a Dios con el amor por sus dones, estará engendrando hipócritas, personas que son muy felices por sentirse perdonadas y declaran ser justas, sacadas del infierno y comprometidas con el cielo, pero no sienten placer en Dios por quien él es. Ellos no aman a Dios. Sencillamente: no quieren tener sentido de culpa o no quieren ir al infierno.

Por tanto, pienso que es absolutamente esencial que aclaremos cuál es la esencia del amor a Dios. Déjenme utilizar las palabras correctas que considero nos ayudarán a saber si amamos a Dios o no. Amar a Dios es desear a Dios por quien es, desearlo más allá de sus dones. Amar a Dios es atesorar a Dios más allá de sus dones. Amar a Dios es deleitarse en Dios más allá de sus dones. Amar a Dios es estar satisfechos en Dios más allá de sus dones. Amar a Dios es apreciar a Dios más allá de sus dones. Amar a Dios es deleitarnos en Dios más allá de sus dones. Amar a Dios es valorar a Dios, apreciar a Dios, reverenciar a Dios y admirar a Dios más allá de sus dones. Todas estas palabras son ambiciosas para caracterizar esa respuesta esencial del corazón a la revelación de la gloria de Dios (que vemos especialmente en Cristo, a través del evangelio). Es un reflejo feliz del corazón ante todo lo que Dios es para nosotros en Cristo.

Un Efecto “Callejón Sin Salida” Originado Por Romanos 8:28 En Algunas Personas
¿Realmente usted ama a Dios de esta manera? Permítame ayudarle detonando cierto efecto “callejón sin salida” que Romanos 8:28 tiene en algunas personas. Suponga por un momento que usted acude a esta promesa en Romanos 8:28 y se siente excluido. Dice: «Esta promesa debe ser real para mí de manera que a cambio puedo amar a Dios». Pero ve que esto no funcionará, porque la promesa no es cierta a menos que ame a Dios. «La promesa debe ser real para mí», dice, «así que puedo amar a Dios, debo amar a Dios para que la promesa sea real para mí». Efecto “Callejón sin Salida”.

Esta es la trampa de muchas personas que piensan que el amor a Dios es esencialmente gratitud por sus bendiciones. Amaré a Dios cuando él me trate bien, porque, dicen que el amor a Dios es, esencialmente, la respuesta al recibir sus dádivas. Si se aferra a esa concepción del amor a Dios no hay salida de esa trampa y del efecto del “Callejón sin Salida” en Romanos 8:28. La promesa debe ser real para mí de manera que a cambio puedo amar a Dios, y tengo que amar a Dios para que la promesa sea real para mí.

La salida de la trampa, y le invito a que la tome ahora mismo, es mirar a Dios por quien es a través de la promesa, antes que él ponga en práctica la promesa en usted, y pueda contemplar a Dios en sí mismo en y a través de su promesa. Mire primero todo lo que él ha hecho en la historia para revelarse a sí mismo. Mire especialmente a Jesucristo y a la gloria que tenía antes de venir, y la gloria de su venida expiatoria, su ministerio y su sufrimiento. Mire la misericordia, la ira y la justicia de Dios mezcladas en la cruz hacia el hombre pecador indudablemente indigno. Mire el poder y la justicia de Dios al levantar a Jesús de entre los muertos. Mire el Nuevo Pacto, mire la lealtad de mantener la promesa que derrama el Espíritu Santo en personas pecaminosas. Mire el triunfo de la gracia de Dios al cambiar a las personas que rehusaban de Dios en personas humilladas y amantes de Dios.

Mire a Dios de todas estas maneras y contemple al Dios para el que fue creado. Contemple el cumplimiento de todos sus deseos. Contemple al tesoro más complaciente de todo el universo. Y después, cuando vea la gloria y el valor de Dios, y cuando atesore a Dios, entonces la promesa es suya. Todas las cosas cooperarán para bien, porque usted ama a Dios.

Y si ahora usted me dice: “Pastor John, no siento a Dios. Solo quiero ir a casa y ver televisión. Solo quiero estar con mis amigos. Solo quiero comer y trabajar en mi casa. No siento ningún deseo de buscar a Dios. Yo respondo: Si hay algún remanente de temor, si hay alguna chispa de deseo, Oh pecador en peligro, úsala para orar según la promesa en Deuteronomio 30: 6: “Además, el Señor tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas”.


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