Capítulo XIV
En aquel tiempo oyó Herodes el tetrarca la fama de Jesus y dijo á sus criados: Este es Juan el Bautista, él es resucitado de entre los muertos y por esto las potencias obran en él. Porque Herodes habia prendido á Juan y lo habia atado y puesto en la cárcel por Herodiada, la mujer de Filipo, su hermano, porque le decia Juan: No te es licito á tí tenerla. Y queriéndolo matar temia á la gente por causa que lo tenian como profeta. Pero, siendo celebrados los nacimientos de Herodes, bailó la hija de Herodiada en medio, y agradó á Herodes, de donde con juramento prometió darle todo lo que le demandaria; y ella, amaestrada primero de su madre: Dame, dijo, en este plato la cabeza de Juan el Bautista. Y entristecióse el rey, pero por el juramento y por los convidados mandó que le fuese dada, y enviando cortó la cabeza á Juan en la cárcel y fué traida su cabeza en el plato y fué dada á la doncella, y ella la presentó á su madre. Y viniendo sus discípulos llevaron el cuerpo y enterráronlo, y venidos lo hicieron saber á Jesus.
Tomando San Mateo ocasion de la falsa opinion que Heródes tenia de Cristo, creyendo que fuese San Juan Bautista, viene á contar la historia de la muerte de San Juan, en la cual considero dos cosas. La una, que se sirve Dios de sus siervos en aquello para que los quiere y despues los lleva á la muerte temporal por darles la vida eterna; así hizo con San Juan: sirvióse de él para que diese testimonio de Cristo, y despues consintió que Heródes lo hiciese degollar. Y aquí aprendo que no se deben entristecer las personas cristianas ni por sus muertes tempranas ni por las de otras personas cristianas, considerando que ya Dios se ha servido de ellas en aquello para que las ha querido. Y la otra, que nunca habemos los cristianos de mirar con que genero de muerte morimos sino que en nosotros es ejecutada la voluntad de Dios, y que el morir nuestro es á tiempo, siendo nuestro vivir perpétuo.
Cuanto á la causa porque ordenó Dios que San Juan muriese ántes que Cristo y de una muerte así callada y secreta como murió, yo creeria que lo primero fué porque las gentes no se dividiesen, andando unas tras Cristo y otras tras San Juan, al cual parece que no estaba bien andar tras Cristo que vivia una vida comun, habiendo él comenzado con una vida así áspera y dura; y que lo segundo fué porque en ninguna cosa fuese San Juan semejante á Cristo, á fin que no cuadrasen de ninguna manera en él las profecías que estaban escritas de Cristo; pero en lo uno y en lo otro me remito á juicio más espiritual que el mio. Y cuanto á las otras cosas que en esta historia se pueden considerar, me remito á lo que otros escriben. Diciendo «y por esto las potencias obran» ó son eficaces «en él,» pienso que entiende lo mismo que si dijese: y por esto hace milagros; acostumbran los evangelistas llamar potencias á los milagros. Y no contenderé con quien querrá decir que entiende que de ser resucitado San Juan procedia que las virtudes sobrenaturales eran eficaces en él para hacer los milagros que hacia. Lo mismo es «los nacimientos de Heródes» que el dia de nacimiento de Heródes. Adonde dice: «los convidados,» el vocablo griego significa los que estaban asentados con él en la fiesta.
Y habiéndolo oido Jesus, se apartó de allí en una barca á un lugar despoblado á solas. Y oyendo esto las gentes, lo siguieron á pié de las ciudades, y salido Jesus vió mucha gente, y compadecióse de ellos y sanó á los que de ellos estaban enfermos. Y venida la tarde, se fueron á él sus discípulos, diciendo: El lugar es despoblado y la hora es ya pasada, despide á las gentes para que yendo á las aldeas se compren de comer. Y Jesus les dijo: No tienen necesidad de ir, dadles vosotros qué comer. Y ellos le dicen: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. Y él dijo: Traédmelos aquí. Y mandando asentar las gentes sobre las hierbas y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando los ojos al cielo, bendijo y partiendo dió á los discípulos los panes, y los discípulos á las gentes, y comieron todos y hartáronse. Y levantaron de lo que sobró de los mendrugos doce cofines llenos. Y los que comieron eran casi cinco mil hombres sin mujeres y muchachos.
Cuenta San Mateo que, como supo Cristo la muerte de San Juan Bautista, se partió de aquella tierra, adonde estaba, y en una barca se fué á un lugar despoblado, y que, sabiendo las gentes que era ido allí, dejando las ciudades se iban tras él á pié. Y dice que, saliendo Cristo de aquel lugar solitario adonde se habia ido y viendo la muchedumbre de gente que lo seguia, se movió á compasion y así sanó á los que entre ellos estaban enfermos. Y despues cuenta cómo dio de comer á todas aquellas gentes milagrosamente, con la cual cosa entiendo que confirmó y confirma Cristo la fé de sus discípulos, mostrándoles como es poderoso para cumplir lo que ha dicho en el cap. 6, prometiendo por añadidura estas cosas exteriores á los que buscaban el reino de Dios y su justicia.
Adonde puede considerar cada uno de los discípulos de Cristo, diciendo: pues es así que Cristo fué poderoso para dar de comer fuera del curso natural á tanta muchedumbre de gente que lo seguia con afecto humano, tambien será así que será poderoso para darme á mí de comer sin mi solicitud, que lo sigo con afecto cristiano. Y no cabe que ninguno diga: ¿Qué sé yo si sigo á Cristo con afecto cristiano? Por que á todo hombre que sigue á Cristo pertenece certificarse que lo sigue con afecto cristiano y que Cristo cumplirá con él lo que promete. En las palabras entre Cristo y los discípulos considero dos cosas. La una el poco crédito que tenian de la persona de Cristo, habiéndole visto hacer cosas tan grandes. Y desculpo á los discípulos, acordándome del poco crédito que tenia el pueblo hebreo de Dios en el desierto, habiendo visto cosas mayores; y á los unos y á los otros desculpo, con la infidelidad é incredulidad del ánimo humano, el cual con grandísima dificultad se reduce á tener buen crédito de Dios y de los que son de Dios, ántes es así que por ninguna manera se puede reducir si el mismo Dios no lo reduce. Esta infidelidad ó incredulidad no la sienten sino los que por favor de Dios la van dejando.
La otra cosa que considero es la paciencia con que Cristo comportaba la incredulidad de los discípulos y como los iba reduciendo á la fé, á que tuviesen buen crédito de él. Diciendo, «la hora es ya pasada,» entienden: para irse á sus casas. Aquello «mirando hácia el cielo» etc., es digno de consideracion, porque parece que hizo lo mismo Cristo en este milagro que en la institucion de la santa eucaristía, cuanto al mirar hácia el cielo, al bendecir y al partir. Lo que contenia esta bendicion, no se sabe. Las espuertas de pedazos ó mendrugos que sobraron, hacen que el milagro sea más evidente, pues, aunque no hubieran comido nada, era cosa milagrosa de cinco panes coger tantos mendrugos. Y con todo esto no hay remedio para reducirnos á descuidarnos de nosotros y á tener cuidado de Dios, á descuidarnos de lo que pertenece á la vida presente y á tener cuidado de lo que pertenece á la vida eterna, ciertos que Dios tendrá cuidado de nosotros, como nos consta que lo ha tenido de los que lo han seguido y se han ido tras él. En efecto es grandísima contradiccion la que halla la fé dentro de nuestros ánimos. Roguemos á Dios que la quite del todo, para que del todo confiemos en él.
Y luego hizo Jesus á sus discípulos subir en la barca y que fuesen ántes que él á la otra ribera, miéntras que él despedia á las gentes. Y habiendo despedido á las gentes, subió á un monte á solas á orar. Y venida la tarde, estaba solo allí. Y la barca estaba en medio la mar combatida de las olas, porque el viento era contrario. Y á la cuarta vela de la noche fué á ellos Jesus, andando sobre la mar. Y viéndolo los discípulos andar sobre la mar, se turbaron, diciendo: ¡Fantasma es! y gritaron de miedo. Pero luego les habló Jesus, diciendo: Estad de buen ánimo, yo soy, no temais. Y respondiéndole Pedro, dijo: Señor, si eres tú, mándame que vaya á tí sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y bajando Pedro de la barca, andaba sobre las aguas por ir á Jesus, pero, viendo el viento fuerte, temió y, comenzándose á hundir, gritó diciendo: ¡Señor, sálvame! Y luego Jesus, alargando la mano, lo tomó y le dijo: Hombre de poca fé ¿por qué dudabas? Y entrados ellos en la barca, cesó el viento, y los, que estaban en la barca, viniendo lo adoraron, diciendo: Verdaderamente eres hijo de Dios. Y pasado el mar, vinieron á la tierra de Genasaret. Y conociéndolo los hombres de aquel lugar, enviaron por toda aquella comarca y trajéronle todos los enfermos y rogábanle que solamente tocasen la fimbria de su vestidura, y todos los que la tocaron fueron salvos.
El intento con que Cristo envió delante á los discípulos se entiende por lo que de su ida resultó, esto es que, viéndose en peligro, temieron y, recurriendo á Cristo, fueron libres del peligro, y así tuvieron nueva causa porque desconfiar de sí mismos y confiar en Cristo, dando crédito á sus palabras; y consta clarísimamente que todo el intento de Cristo era reducir á sus discípulos á que tuviesen fé y no dudasen en lo que él les prometia. Y entiendo que, asegurándolos en estas cosas exteriores como en este peligro y en la necesidad precedente, tenia intento á dos cosas: la una, á que perdiesen el cuidado de las cosas de la vida presente y lo pasasen todo á las cosas de la vida eterna; y la otra, á que, por lo que veian que Cristo hacia con ellos y por ellos en estas cosas exteriores, se certificasen de la remision de los pecados y reconciliacion con Dios, que son cosas interiores. Y aquí aprendemos qué es el fruito que los que somos cristianos habemos de sacar de los favores exteriores y corporales que cada día recibimos de Dios.
En esta historia se entiende todo esto: Primero, que, aunque toda la vida del cristiano debe ser una contínua oracion, un contínuo deseo de la gloria de Dios, á las veces está bien á la persona cristiana tomar algun rato para estar en oracion, la cual ha de ser á solas, porque el ánimo esté más recogido en Dios, como hizo Cristo que se apartó á orar á solas. Segundo, que, si bien consiente Dios que los suyos sean tentados, poniéndoles el á las veces en la tentacion, como consta que puso aquí Cristo á sus discípulos, no consiente que perezcan en la tentacion, ántes al mejor tiempo los socorre, aún sin que ellos lo llamen, poniéndoseles él delante para que se acuerden de recurrir á él, como hizo aquí Cristo con sus discípulos.
Tercero, que el temor humano es causa que los hombres hacen extraños conceptos de Dios; unos lo tienen por inhumano, otros por cruel, otros por avaro etc., como los discípulos de Cristo que, estando temerosos, veian á Cristo y pensaban que era fantasma. Cuarto, que socorre Dios á los suyos aún cuando recurren á él temiendo y á más no poder, tanto es el deseo que tiene de mostrarnos el amor que nos tiene, como hizo aquí Cristo con sus discípulos que con temor lo llamaron. Quinto, que, mientras no llamamos en consejo á nuestra prudencia humana para ver si fiaremos ó no fiaremos en las palabras de Dios, nuestras cosas van bien, pero, cuando la llamamos en consejo, comenzamos á dudar y á vacilar en la fé, como aquí aconteció á San Pedro con Cristo.
Sexto, que entonces debe el cristiano confiar más en las palabras de Dios cuando está en mayor peligro y cuando ve ménos en que confiar; y, si San Pedro hiciera aquí así, no fuera reprehendido de incrédulo y de poca fé. Y aquí entiendo que, porque al tiempo de la muerte está el peligro al ojo, entónces es el hombre más solicitado á dudar en la fé cristiana, y entónces debe ser más animado á creer. Séptimo, que nos deja Dios á las veces perder en parte la confianza porque, cuando nos socorre, no podamos atribuir su liberalidad ni aún á nuestra confianza, como San Pedro que, temiendo perdió en parte la confianza y, llamando á Cristo, aunque fué á más no poder, mostró no haberla perdido del todo. De esto hay algunos ejemplos en los salmos.
Octavo, que, aunque los hombres sin piedad conocen por los milagros exteriores á Dios, no siguen á Dios, como aconteció á los hombres que estaban en esta barca, que conocieron, que Cristo era hijo de Dios, por el milagro exterior, pero no siguieron á Cristo. De manera que por el efecto conocemos que entre esta confesion de estos que afirman que Cristo es hijo de Dios y la confesion de San Pedro que veremos en el cap. 16, hay esta diferencia que la de estos era de carne y sangre, era de discurso y juicio humano, que por lo que veía juzgaba lo que no veía, y la de San Pedro era por divina inspiracion y revelacion, y por tanto no pronunció Cristo por bienaventurados á estos como á San Pedro, ni siguieron estos á Cristo como San Pedro. Y aquí entendemos que los milagros, aunque al parecer hacen alguna impresion en los hombres, con efecto es poquísima y se pasa presto, y así queda que los milagros sirvan solamente para confirmar la fé de los que creen por revelacion y divina inspiracion.
Nono, que la fé es de tanta eficacia que alcanza de Dios todo lo que quiere, si bien el que cree alcanzar aquello que quiere ó desea, no es justo, no teniendo la fé inspirada y revelada que abraza la remision de pecados y la reconciliacion con Dios, como aconteció á estos de Genasaret que, creyendo que el tocar la orilla de la vestidura de Cristo seria de tanta eficacia que los sanaria de sus enfermedades, tocándola sanaban. El que considerará bien estas nueve cosas soy cierto que sacará de ellas mucha edificacion cristiana.
Lo mismo es «hizo subir» que: constriñó que subiesen, y «despedir» que: dar licencia, licenciar, y lo mismo es «dudabas» que: vacilabas, y «fimbria» que orilla, y «fueron salvos» que sanaron.