Capítulo XVII
Y desde á seis dias tomó Jesus á Pedro, á Jacobo y á Juan, su hermano, y subiólos á un monte alto aparte y transfiguróse en presencia de ellos, y resplandeció su cara como el sol, y sus vestiduras se tornaron blancas como la luz, y hé aquí vieron á Moisen y á Elías hablando con él. Y respondiendo Pedro dijo á Jesus: Señor, bueno nos es estar aquí; si quieres hagamos aquí tres cabañas, una para tí, otra para Moisen y otra para Elías. Aún estaba él hablando y hé aquí una nube resplandeciente que los cubrió, y hé aquí una voz salida de la nube que decia: Este es mi hijo el amado, en el cual me he contentado. Oidlo. Y oyendo esto los discípulos cayeron sobre sus caras y temieron mucho. Y llegando Jesus asió de ellos y dijo: Levantáos y no temais. Y alzando sus ojos no vieron á ninguno sino á solo Jesus. Y bajando ellos del monte, les mandó Jesus diciendo: No digais á ninguno la vision hasta que el hijo del hombre resucite de entre los muertos.
Lo que Cristo pretendió dando á aquellos tres discípulos este gusto de la gloria de la vida, eterna, puédese bien conjeturar, pero mal se puede acertar, mayormente de los que como yo no nos habremos hallado en cosa semejante para poder testificar del efecto que hace una tal vision en el ánimo del que la ve, y por tanto me remito á lo que dicen ó dirán los que tendrán alguna experiencia. A los cuales tambien remito la consideracion de la causa porque Cristo escogió á estos tres discípulos entre los otros, si fué porque estos eran más capaces que los otros por estar más mortificados y más purificados en sus ánimos, ó si fué porque estos tenian más necesidad de ser certificados y confirmados en la opinion que habian de tener de Cristo, bien que yo me atengo á esto, que dependió de la voluntad de Cristo, elegir más á estos tres que á ninguno de los otros para mostrarles su gloria y su majestad en la vida eterna.
Diciendo: «y transfiguróse,» entiende: mostróse en otra forma de la que solia; solia mostrarse con el ser humano, pasible y mortal, y mostróse con el ser divino, impasible é inmortal. Yo pienso que se mostró Cristo tal en el monte á estos tres discípulos, cual se mostró á todos despues de la resurreccion al tiempo que subió al cielo.
Queriendo San Mateo mostrar en qué cosa consistió esta transfiguracion, dice: «y resplandeció su cara,» etc.; y diciendo: «y sus vestiduras» etc., entiende que tambien los vestidos mudaron color. Adonde dice: «como la luz,» San Marcos dice: como la nieve. Entienden que Moisen y Elías fueron vistos con Cristo, porque la ley y los profetas dan testimonio de Cristo y son como ministros de Cristo.
Lo que hablaban Moisen y Elías con Cristo se entiende por San Lúcas, el cual dice que hablaban de la muerte que Cristo habia de morir en Jerusalem, hablaban, como seria decir, del vituperio, estando en la gloria. Adonde podemos nosotros aprender que es cosa buena hablar de lo que habemos de padecer por Cristo y pensar en ello cuando nos hallamos más favorecidos de Dios y de Cristo, á fin que el favor no nos haga presuntuosos. El hablar en esto pienso que no era por Cristo sino por los discípulos que oian, á fin que supiesen que era necesario que pasase así lo que Cristo ya les había dicho y que no tuviesen aquella, cosa por defecto de Cristo sino por perfeccion de Cristo, pues veían que hablaban de ella Moisen y Elías, la ley y los profetas. Aquí se puede decir que Moisen estaba con Cristo en espíritu y que Elías estaba en cuerpo y en ánima, por lo que se lee, en su historia del carro ó torbellino de fuego en que fué arrebatado.
Lo que San Pedro dijo á Cristo: «Señor, bueno nos es» etc., dicen siempre á Cristo los que, sintiendo los favores de Cristo, se ceban en ellos con los ánimos y con los cuerpos, y no lo dicen los que, sabiendo que al estado de la vida presente es más anexo el padecer que el gozar, estando en la gloria se acuerdan del vituperio y no ménos huelgan de estar crucificados con Cristo en el monte Calvario que de estar transfigurados con Cristo en el monte Tabor, de ser crucificados con Cristo que de ser glorificados con Cristo, ántes se tienen por más seguros hallándose crucificados que sintiéndose como transfigurados.
Y aquí entiendo dos cosas. La una, que con todos nosotros hace Cristo lo que hizo con estos discípulos, en cuanto, así como á estos discípulos primero les hizo gustar de su gloria que de su ignominia, mostrándoseles primero transfigurado que crucificado, así á nosotros primero nos hace gustar la paz de las conciencias por la reconciliacion con Dios, con los otros efectos que hace en nosotros la fé que nos incorpora en él, que nos entrega en las manos á los hombres á que nos traten como trataron á él. Y la otra que muestran grande imperfeccion los que en los gustos y sentimientos interiores se transportan hasta dejar que la carne tome su parte de ellos, así como es imperfeccion en las cosas exteriores transportarse (126) tanto hasta que el ánimo gusta de ellas, siendo así que al perfecto cristiano pertenece usar de las cosas exteriores, que pertenecen al cuerpo, con reguardo y miramiento que el ánimo no guste de ellas, y usar de las cosas interiores, que pertenecen al ánimo, con reguardo y miramiento que el cuerpo no guste de ellas, dejando estar las unas cuando el ánimo se va cebando en ellas, y dejando estar las otras cuando siente que el cuerpo se va cebando en ellas.
La causa que movia á San Pedro á querer hacer las tres cabañas ó chozas, queriendo que cada uno de los tres estuviese en la suya, no pienso que se puede saber, y no importa mucho saberla, pues hablaba como hombre imperfecto. Sería bien cosa digna de saber cómo eran estos tres discípulos, siendo aún imperfectos, hábiles sugetos para poder sufrir tanta gloria y tanta majestad como tenían delante de sí, viendo á Cristo transfigurado y con él á Moisen y á Elías, pero en esto me contento con entender que el mismo Dios, por cuya voluntad subieron al monte, los habilitó para que pudiesen sufrir aquella gloria y majestad. Y aquí se me ofrece esto: que no es señal de perfeccion el ver visiones y revelaciones, pues estos tres discípulos, siendo aún imperfectos, fueron admitidos á ésta. Esto digo á fin que ni los que las tendrán se ensoberbezcan por ello ni los que no las tendrán se entristezcan por ello, considerando que tambien envió Cristo el espíritu santo sobre los discípulos que no subieron al monte como sobre los que subieron.
Las palabras del testimonio, que el padre eterno nos da de Cristo, son dignas de mucha consideracion, pues es así que por ellas entendemos que Cristo es hijo de Dios, y por lo que dice: «el amado» entendemos que el ser Cristo hijo de Dios es muy de otra manera que el ser hijos de Dios los que la santa escritura llama hijos de Dios, pues Cristo es el amado, el querido y favorecido y es el primogénito y unigénito, siendo su divina generacion, como seria decir, «ab initio et ante saecula,» (127) y siendo una misma con Dios, y de la misma sustancia del padre. Y por tanto con solo Cristo se ha contentado y contenta Dios, porque, como dice Esaías (128), en él ha sido prosperada la voluntad de Dios, quiere decir que en Cristo ha salido Dios con lo que queria, en cuanto, poniendo en él los pecados de todos nosotros y castigándolos todos en él, él sufrió el castigo sin apartarse un punto de la voluntad de Dios. Y es bien de notar que en aquello «me he contentado» ó complacido, en el griego está el vocablo de que usa San Pablo cuando habla de nuestra predestinacion.
Y es mucho más de notar aquello «oidlo,» para que sepamos que lo que á nosotros, los que somos cristianos, pertenece, es cerrar los oidos á toda la prudencia y razon humana y á toda la lumbre natural y abrirlos solamente á Cristo para seguir lo que él nos dirá, por mucho que por el contrario brame y vocee la prudencia humana con la lumbre natural. Y al que deseará saber en dos palabras qué es lo que ha de oir de Cristo, en qué cosas ha de obedecer á Cristo, le diré que en las que él ha dicho en el capítulo 11: «Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí» etc., en lo cual encerró Cristo la fé cristiana y el vivir cristiano, como allí habemos declarado.
En aquello que cuenta San Mateo que alzando los ojos los discípulos no vieron á Moisén ni á Elías, viendo solamente á Cristo, se puede entender lo que el mismo Cristo ha dicho en el capítulo 11, que la ley y los profetas sirvieron hasta el tiempo de San Juan; antes entiendo que es así siempre, que, si bien cada uno de los hombres, mientras no oye la voz del padre, mientras no tiene la inspiracion interior, ve á Moisen y á Elías con Cristo, sirviéndose de la ley y de los profetas para ver á Cristo, en oyendo que oye la voz del padre, en siendo inspirado interiormente y traido á Cristo, se le desaparecen Moisén y Elías, no sirviéndose ya más de la ley ni de los profetas para ver á Cristo, para aceptar su justicia y atenerse solamente á ella. Adonde diré esto: que siempre Moisen y los profetas son tan comedidos que, luego que entra Cristo, se salen fuera, dando lugar á Cristo, y por tanto el mejor expediente de todos para librar á uno de Moisen y de profetas es ponerle delante á Cristo, la fé cristiana y despues el vivir cristiano.
Por la misma causa entiendo que mandó Cristo á estos tres discípulos que no publicasen esta vision, que habia mandado ántes á todos que no dijesen que él era Cristo; en efecto, se ve clarísimamente que Cristo no quería manifestar á los hombres quieín era, mientras andaba vestido de humanidad. Y aquí viene bien una epístola que he escrito pretendiendo mostrar las causas por qué Cristo unas veces se encubria y otras veces se descubria, y viene bien una consideracion (129) adonde he puesto seis causas, por las cuales segun entónces me pareció, entendí que Cristo vivió entre los hombres en aquella forma de vida en que vivió.
Y preguntáronle sus discípulos diciendo: ¿Pues cómo los escribas dicen que conviene que Elías venga primero? Y respondiendo Jesus les dijo: Así es que Elías vendrá primero y lo restituirá todo, pero dígoos que Elías ya vino y no lo conocieron, mas hicieron en él todo cuanto quisieron. De la misma manera tambien al hijo del hombre harían padecer aquellos. Entónces entendieron los discípulos que de Juan el Bautista les decia.
Certificados los discípulos que Cristo era el Mesía, parece que de haber visto á Elías en su compañía les nació una duda, de la cual queriendo certificarse preguntan á Cristo, diciendo: «pues ¿cómo los escribas dicen» etc., como si dijesen: pues es así que tú, señor, eres el Mesía y no ha venido Elías primero que tú, ¿en qué se fundan los escribas diciendo: que Elías ha de venir primero que el Mesía?
En esta pregunta entiendo dos cosas: La primera, que los escribas eran en aquel tiempo como son en este los doctores teólogos, los letrados en la santa escritura. Y la segunda, que á todas las personas cristianas es cosa segura manifestar las dudas que se les ofrecerán en el negocio cristiano á personas que sean suficientes á satisfacerlas en ellas, haciendo como hicieron con Cristo los discípulos, y no como hacen muchos que, parte por miedo y parte por vergüenza, porque es deshonra dudar, no osan comunicar sus dudas, y, teniéndolas en sí, no caen en la cuenta que hacen en sus ánimos lo que otra tanta ponzoña haria en sus cuerpos.
A la duda de los discípulos responde Cristo diciendo: «así es que Elías vendrá» etc., adonde, considerando que no veo como pertenezca á San Juan el restituirlo todo, y considerando que Malachías dice que vendrá Elías ántes del día del juicio, entiendo que, diciendo: «así es que Elías» etc., confirma la opinion de los escribas, la cual estaba fundada en la profecia de Malachías, diciendo que Elías vendrá á ántes de su segundo advenimiento al juicio y con su venida serán restituidas todas las cosas en su propio ser, y estas cosas entiendo que son las que la razon y la prudencia humana, pretendiendo adobar y enderezar han gastado y estragado en la iglesia cristiana juntamente con las que el Anticristo habrá gastado y estragado.
Y entiendo que, diciendo Cristo «pero dígoos que Elías etc., entiende que el Elías, que había de venir ántes de su primer advenimiento, ya era, venido, y que, no conociéndolo los judíos por el que era, lo habian hecho morir, conforme á sus dañadas voluntades. Y así entiendo que dice Cristo que San Juan tuvo en su primer advenimiento el oficio que tendrá Elías en su segundo advenimiento, en cuanto, así como Elías aparejará la iglesia cristiana para la venida de Cristo glorioso, así San Juan aparejó á la sinagoga hebrea para la venida de Cristo humilde; y el aparejo entiendo que consistió en mostrarle su depravacion y mostrarle juntamente á Cristo por remedio de ella. Añadiendo Cristo: «de la misma manera tambien al hijo» etc., entiende: y lo mismo que aconteció á San Juan con estos, me acontecería tambien á mí, en cuanto así como no conociendo que San Juan venia en espíritu y virtud de Elías, segun que, ántes que fuese concebido, lo denunció el ángel á Zacharías, su padre, le dieron la muerte, así, no conociéndome á mí por Mesía, me darán la muerte.
Aquello «y no lo conocieron» se puede referir á los escribas juntamente con aquello «harán padecer aquellos.» De esta respuesta, que Cristo respondió á la duda de sus discípulos, deben tomar ejemplo todas las personas que son eminentes en la iglesia cristiana para gobernarse por ella con los que les vendrán á preguntar algunas dudas, siguiendo este ejemplo de Cristo y siguiendo lo que enseña San Pablo. Rom. 14.
Y venidos ellos adonde estaba la gente, se le allegó un hombre hincándosele de rodillas y diciendo: Señor, compadécete de mi hijo que es lunático y padece mucho mal y es así que muchas veces cae en el fuego y muchas veces en el agua y hélo traido á tus discípulos y no lo han podido sanar. Y respondiendo Jesus dijo: ¡Oh generacion incrédula y perversa, hasta cuándo estaré con vosotros? hasta cuándo os tengo de sufrir? Traédmelo aquí. Y amenazólo Jesus, y salió de él el demonio, y sanó el muchacho desde aquella hora. Entónces allegados los discípulos á Jesus aparte, le dijeron: ¿Por qué causa nosotros no lo pudimos echar? Y Jesus les dijo: Por vuestra incredulidad. Porque os digo de verdad que, si tendreis fé cuanto un grano de mostaza, direis á este monte: Pásate de aquí allí, y se pasará, y ninguna cosa os será imposible. Pero este linaje no sale sino con oracion y ayuno.
Parece que al tiempo que Cristo tomó á los tres discípulos, con los cuales se subió al monte, el resto de los discípulos con la otra gente que seguia á Cristo quedaron en el llano, y así cuenta San Mateo que, al tiempo que Cristo con los tres discípulos vino adonde los otros eran quedados, entrevino el caso que aquí se cuenta, en el cual se ofrecen estas cosas dignas de consideracion.
La primera, la indignacion de Cristo contra la incredulidad de sus discípulos y de las otras gentes, y el fastidio que recibia estando y conversando entre los hombres, y el deseo que tenia de ser libre de ellos. Y aquí entiendo dos cosas: La una, que, así como la fé es la cosa que más agrada á Dios, así la incredulidad es la cosa que más le desagrada y le ofende; y la otra, que las personas cristianas pueden tener por buen contraseño de su fé el sentirse indignadas contra la incredulidad de los hombres y el desear salir de entre ellos por no sentir ni ver sus incredulidades.
La segunda, que la incredulidad es un mal tan interior que pocos lo conocen ni aún cuando son caidos en algun inconveniente por él, como los discípulos de Cristo que, no habiendo podido sanar al otro por su incredulidad de ellos, no conocian que la imposibilidad nacia de la incredulidad. Y aquí entiendo que á toda persona cristiana pertenece conocerse incrédula y falta de fé, atribuyendo á su incredulidad todas sus faltas y todos sus defectos.
La tercera, que, pues es así que no hay cosa imposible al que cree hasta mudar los montes de una parte á otra, á toda persona cristiana pertenece perseverar en oracion, demandando á Dios fé y más fé, sin apartarse de esta demanda hasta tanto que se conozca con tanta fé que le parezca poder mudar los montes de una parte á otra, siempre que se ofrecerá caso en el cual por esta mutacion venga á ser ilustrada la gloria de Dios. Lo que digo de los montes, digo tambien de todos los otros milagros, con los cuales es ilustrada la gloria de Dios, siendo con ellos confirmada la verdad de la fé cristiana. La comparacion del grano de la mostaza entiendo que se ha de referir á que es pequeño.
La cuarta, que como consolando Cristo á sus discípulos, no queriendo que faltasen de ánimo por lo que les habia dicho de su incredulidad, añadió: «pero este linaje» etc., entendiendo: y hay tambien otra cosa, que los demonios, que son de la calidad de este, no salen jamás de los cuerpos de los hombres sino es con oracion y con ayuno. Adonde no tendria por inconveniente entender que la oracion del que echa al demonio es inflamada con el ayuno, de manera que con el ayuno sea inflamada la oracion y con la oracion sea acrecentada la fé y con la fé fuerte y eficaz sea echado el demonio, porque, como acaba de decir Cristo, no hay cosa imposible al que cree.
La quinta, que es Cristo superior á todas las cosas, pues es así que, siendo aquella suerte de demonios de tal calidad que no salen de los cuerpos humanos sino con oracion y con ayuno, Cristo hizo salir á aquel sin oracion y sin ayuno, como parece por esto que, en viniéndole delante el hombre endemoniado con amenazar al demonio, á la hora el hombre queda libre y sano. Adonde es cierto cosa admirable que viesen los hombres de aquel tiempo una cosa como esta, y que la crean los hombres de este tiempo, y que ni aquellos tuviesen ojos para conocer á Cristo por hijo de Dios vivo, ni estos tengan ojos para conocer que este Cristo, al cual confiesan por hijo de Dios vivo, cumplirá con ellos lo que les promete de parte de Dios, diciendo que el que creerá al evangelio y se bautizará alcanzará salud y vida eterna. Y al evangelio creen los que, aceptando el indulto y perdon general, se tienen por perdonados y por reconciliados con Dios por Cristo y en Cristo, incorporados por la fé en Cristo.
Y estando ellos en Galilea, díjoles Jesus: El hijo del hombre será entregado en manos de hombres y mataránlo y resucitará al tercero dia. Y entristeciéronse mucho.
Dos cosas son dignas de consideracion en estas palabras. La una, que iba Cristo mezclando á sus discípulos lo dulce con lo amargo, la resurreccion con la muerte. Y aquí entiendo que hace siempre Cristo lo mismo con nosotros mezclándonos la vivificacion con la mortificacion, los favores interiores de Dios con los disfavores exteriores del mundo, porque no desfallezcamos en el camino. Y la otra, que estaban aún los discípulos tan apegados á las cosas de la vida presente que, aunque juntamente con la muerte les fué intimada la resurreccion, se entristecieron, bien que la tristeza se podria referir á la natural inclinacion del hombre, que es fácil á creer el mal y difícil á creer el bien: y así los discípulos, como hombres creyendo fácilmente la muerte y no siendo así fáciles á creer la resurreccion, se entristecieron. Y no se entristecieran, si creyeran tanto la resurreccion como creyeron la muerte. Por lo que aquí dice: «estando,» el vocablo griego significa platicar y conversar.
Y venidos ellos á Capernaum, llegaron á Pedro los que cobran las didracmas y dijeron: ¿Vuestro maestro no paga las didracmas? El dijo: Sí. Y como fué entrado en la casa, lo previno Jesus diciendo: ¿Qué te parece á tí, Simon? los reyes de la tierra ¿de quién cobran tributo ó censo? de sus hijos ó de los ajenos? Dícele Pedro: De los ajenos. Díjole Jesus: De manera que son libres los hijos. Pues porque no los escandalicemos, ve al mar y echa el anzuelo y toma el pez que primero saldrá, y, abriéndole la boca, hallarás una estatera; tomándola dásela por mí y por tí.
Cuenta San Mateo que, siendo venido Cristo con sus discípulos en Capernaum, que era su tierra, los que en aquella tierra cogian las rentas del emperador, pareciéndoles que á Cristo como natural de la tierra pertenecia pagar como pagaban los otros, se llegaron á San Pedro, estando fuera de casa, á preguntarle, pero como maravillaíndose de lo pasado, si Cristo pensaba pagar lo que los otros; y que San Pedro determinadamente les (130) respondió que sí; y que, entrado en casa adonde estaba Cristo, mostrando Cristo que sabia lo que habia pasado con aquellos hombres, le habló en ello ántes que él le hablase; y que, queriéndole mostrar que habia respondido mal en su pensamiento, por su propia respuesta le mostró que, así como los hijos de los príncipes son libres de todo pagamiento, así el que es hijo de Dios y los que estando incorporados en él, son hijos de Dios, son libres de todo pagamiento; y que, queriendo mostrar Cristo á San Pedro que esto no lo decia por no pagarlo, porque con efecto lo quería pagar por no dar escándalo á aquellos hombres, y que para pagarlo no tenia necesidad de demandarlo, siendo él señor de todo, ni de tomarlo á ninguno de los que se aprovechan de ello, mandó á San Pedro que fuese al mar y que echase el anzuelo con la caña y que al primer pez que prendiese lo tomase y le abriese la boca y, hallando, como le hallaria, allí una moneda que valia doblado de lo que tocaba pagar á Cristo, la tomase y la diese á aquellos hombres por todos dos.
Adonde aprendemos todo esto: Primero, que los que, incorporados en Cristo somos hijos de Dios, somos libres y exentos de todo pagamiento, á que los otros hombres son sujetos, no siendo cuanto á Dios, ni en rigor, obligados á pagarlo; y esta es una parte de la libertad cristiana. Y sintiendo esto así San Pablo decia: «cum essem liber ab omnibus» etc. (131), y en otra parte: «omnia mihi licent.» (132)
Segundo, que los mismos que, incorporados en Cristo, somos hijos de Dios, por nuestra voluntad holgamos de pagar lo que los otros, convidándonos á ello la caridad cristiana. Y sintiendo esto San Pablo decia: «omnium me servum feci» etc. (133), y en otra parte: «non omnia expediunt» etc (134).
Tercero, que á los mismos hijos de Dios pertenece tener más respeto á no escandalizar á los hombres del mundo en las cosas humanas que á los santos del mundo en las cosas divinas, pues es así que Cristo tuvo respeto á no escandalizar á estos hombres del mundo como los escandalizara en caso que no les pagara lo que pretendian haber de él, que era cosa del mundo, no habiendo tenido respeto á no escandalizar á los Fariséos, santos del mundo, como los escandalizó defendiendo la calumnia que daban á los discípulos sobre el lavar ó no lavar las manos.
Cuarto, que, pues es así que con la misma facilidad, con que se proveyó Cristo de dineros para pagar el tributo doblado, podria proveer en sus necesidades á todos los que incorporados en él le son hermanos, tambien es así que demandándonos que seamos limosneros, que hagamos bien á los que son cristianos, no nos lo manda tanto porque remediemos las necesidades de aquellos, cuanto porque mostremos en ellos el amor que tenemos á Cristo y á Dios, ayudando á aquellas personas, á las cuales Cristo y Dios tienen prometido que ayudarán, pretendiendo solamente que, hallando ellos verdad en los prometimientos de Cristo y de Dios, crezcan en la fé y confianza que tienen en Cristo y en Dios.
En mandar Cristo á San Pedro que diese aquella moneda por todos dos, solamente entiendo que pretendió mostrar liberalidad y una grande sujecion voluntaria, pues demandándole por sí, pagaba por sí y por San Pedro. Didracma era una suerte de moneda, como seria decir dos carlines ó dos reales, y estatera era otra suerte de moneda que valia doblado, como seria decir cuatro carlines ó cuatro reales.