El Evangelio de San Mateo

Traducido fielmente del griego en romance castellano y declarado según el sentido literal con muchas consideraciones sacadas de la letra, muy necesarias al vivir cristiano.
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Capítulo XIX

         Y aconteció que, como acabó Jesus estas palabras, pasó de Galiléa y vino á los confines de Judéa allende el Jordan, y siguiéronlo muchas gentes, y sanólas allí. Y llegáronsele los Fariséos, tentándolo y diciéndole: ¿Si es lícito al marido dejar á su mujer por cualquiera causa? Y él respondiendo, díjoles: ¿No habeis leido que el que hizo de principio, los hizo macho y hembra, y dijo: ¿por esto dejará el hombre al padre y á la madre y se allegará á su mujer y serán los dos una carne? De manera que ya no son dos sino una carne. Pues lo que Dios ayuntó, no lo aparte el hombre. Dícenle: Pues ¿por qué causa Moisen mandó dar carta de quitacion y dejarla? Díceles: Porque Moisen por vuestra dureza de corazon os permitió dejar vuestras mujeres, pero de principio no era así, y dígoos que el que dejará á su mujer sino por adulterio y se casará con otra, comete adulterio, y el que se casará con la dejada, comete adulterio.

    Vienen los Fariséos, como santos del mundo envidiosos de la santidad de Cristo, á tentar á Cristo acerca del matrimonio, adonde pienso que la tentacion consistia en esto que, siendo tenida aquella ley del divorcio por muy larga, los Fariséos tuvieron por cierto que Cristo hablaria contra ella y que, hablando contra ella, tendrian ellos con que poderlo calumniar y llevar á la muerte, de manera que, diciendo: «tentándolo,» entienda: provocándolo á hablar contra la ley. Adonde entiendo que, conociendo Cristo sus malos ánimos, no les responde á lo que le preguntan de lo que era lícito entónces por la ley de Moisen, sino á lo que era lícito por la ley natural.

    Y aquí veo una grandísima diferencia entre la ley y el evangelio, en cuanto la ley, condescendiendo á la enfermedad de los hombres, les permitía lo que no les era permitido por el deber natural, dispensando con ellos en el matrimonio y en otras muchas cosas, y el evangelio, reparando la enfermedad de los hombres en la regeneracion y renovacion cristiana, hace que cumplan con el deber natural de la generacion humana y hace que, pasando más adelante, cumplan con el deber espiritual de la regeneracion cristiana, no poniéndoles en cuenta lo que faltan á la una y á la otra, miéntras son imperfectos, ántes, mostrándoles que no les pone en cuenta lo que faltan, los reduce á tal perfeccion que vienen á no faltar en nada por el sentimiento con que sienten que no les es puesto en cuenta lo que faltan.

    Esta verdad no la creerán de ninguna manera los que, siendo carnales, viven segun la carne, conociendo, ellos que, si creyesen que sus bellaquerías no les son puestas en cuenta, serian muy más viciosos y licenciosos de lo que son, pero creeránla los que, siendo espirituales, viven segun el espíritu, porque tienen la experiencia de ella.

    Aquí se me ofrece esto que la ley hacia á los hombres flacos, enfermos y de á poco, y el evangelio los hace fuertes, valientes y esforzados, y entiendo que en los que pertenecian á la ley era necesaria la flaqueza, la enfermedad y la poquedad, porque no tomasen osadía de apartarse de las ceremonias de ella, y que en los que pertenecen al evangelio es necesaria la fortaleza, la valentía y el esfuerzo, porque, como ha dicho Cristo en el cap. 11, los esforzados son los que toman el reino de Dios.

    Diciendo Cristo «¿no habeis leido» etc., entiendo que pretende decirles que, pues es así que, criando Dios á los primeros hombres, los hizo macho y hembra, diciendo por boca de Adam que su voluntad era que el hombre de tal manera se ayuntase á la mujer que tomase en su compañía, que por ella se apartase de todas las otras cosas del mundo, hasta del padre y de la madre, persuadiéndose que, aunque ántes de ayuntarse eran dos cuerpos, ya despues de ayuntados son un solo cuerpo, y como tal debe el hombre perseverar en compañía de la mujer y la mujer en compañía del hombre sin pensar en apartarse ni él de ella ni ella de él, que es grande atrevimiento el de los hombres cuando por propia autoridad apartan una cosa que ha Dios ayuntado así estrechamente.

    Y porque de esta respuesta de Cristo no se podia colegir que condenase lo que la ley mandaba, queriendo los Fariséos salir con su intento, le repreguntan, diciendo: «pues ¿por qué causa Moisen» etc. A lo cual Cristo responde que Moisen no tuvo intento al deber de la generacion humana, sino á la dureza, ó por mejor decir á la flaqueza de los judíos que no les bastaba el ánimo á permanecer con la mujer que tomaban, de manera que por la ley de Moisen era lícito á los hombres lo que no les era lícito por la ley natural, por el deber de la generacion humana.

    Lo que añade Cristo, diciendo: «y dígoos que el que dejará á su mujer» etc., entiendo que pertenece al tiempo del evangelio, en el cual parece que la voluntad de Dios es que el cristiano en el matrimonio siga el deber de la generacion humana, el cual en el matrimonio es casi conforme con el deber de la regeneracion cristiana, y no la permision de la ley de Moisen que se apartaba del un deber y no se allegaba al otro. Y he dicho «casi,» porque el deber de la regeneracion cristiana, fuera del deber de la generacion humana, quiere que por el evangelio deje el hombre á la mujer, no que la repudie, sino que le pierda el aficion que le tiene como á mujer y que la deje del todo cuando le será impedimento, hora sea en el predicar la fé cristiana, hora sea en el enseñar el vivir cristiano, hora sea en el vivir cristianamente, imitando á Cristo. Lo mismo es de la mujer con el marido que del marido con la mujer.

    Cuanto á lo que he dicho sobre San Pablo, 1ª Corintios 7, y cuanto al divorcio, al dejar ó no dejar la mujer, al matrimonio cristiano, al intento que el cristiano ha de tener casándose y como se ha de gobernar en el matrimonio, y al casarse ó no casarse la dejada ó repudiada, me remito á lo que se usa.

    Adonde dice dejar y dejada, se ha de entender repudiar y repudiada. Y diciendo «el que hizo de principio,» pienso que entiende: el que dió principio á todas las cosas, el que las crió, dándoles el sér que tienen. Y adonde dice: «por esto,» entiendo: por este ayuntamiento ó matrimonio. Y diciendo «dejará,» entiende: apartará de sí, desamparará. Adonde dice. «ayuntó,» el vocablo griego significa unció, puso debajo de un mismo yugo. Adonde dice: «por adulterio,» es diferente vocablo en el griego del que está adonde dice: «comete adulterio,» pero en todas dos partes cuadra bien el vocablo de adulterio.

         Dícenle sus discípulos: Si de esta manera está la causa del hombre con la mujer, no conviene casar. Y él les dijo: No todos son capaces de esta cosa sino aquellos á los cuales es concedido, porque hay eunucos los cuales del vientre de la madre son nacidos así, y hay eunucos á los cuales los hombres han hecho eunucos, y hay eunucos los cuales se han hecho eunucos por el reino de los cielos. El que puede tomar tome.

    Pareciendo dura á los discípulos la ley del matrimonio que decia Cristo conforme al deber de la generacion humana, porque tenian la costumbre en contrario por la permision de la ley de Moisen, dicen á Cristo: «si de esta manera está» etc., entendiendo que, si el hombre ha de estar atado á la mujer que toma, conforme al deber de la generacion humana que Cristo ha dicho, no le está bien, tomar mujer, casarse. Y respondiéndoles Cristo: «no todos son capaces» etc., confirma lo que los discípulos han dicho que no le está bien al hombre casarse, por las causas que pone San Pablo 1ª Cor. 7, y, añadiendo «sino aquellos» etc., entiende que son capaces para vivir sin mujer aquellos que tienen don de Dios para ello, siendo todos los otros incapaces, en cuanto no puede caber en ellos el vivir castamente.

    Y porque pudiera serle replicado que hay algunos que viven sin mujer, no teniendo aquel don de Dios que él entendia, añade: «porque hay eunucos» etc., poniendo tres suertes de hombres que pueden vivir sin mujer. Los primeros son los que son de natura frios, naciendo tales del vientre de la madre; estos pueden vivir sin mujer por defecto natural. Los segundos son los que los hombres hacen eunucos; esto se hacia antiguamente por grandeza de los que se servian de los tales hombres, los cuales viven sin mujer por fantasia de hombres. Los terceros son los que, teniendo don de Dios para poder vivir sin mujer, y conociendo que les está mejor, en cuanto están más libres y más desocupados para gozar del reino de Dios y servir en él á Cristo, no se casan.

    Añadiendo Cristo: «el que puede tomar» etc., muestra dos cosas, la una, que es buena cosa estar sin mujer, y la otra, que es cosa difícil, pues es así que, de todo el número de los hombres que no son comprehendidos ni entre los primeros ni entre los segundos que aquí nombra Cristo, solamente está bien, vivir sin mujer, fuera del matrimonio, á los que conocen que tienen don de Dios para ello, conociéndose capaces de este vivir castamente. El cual vivir en tanto es bueno, en cuanto el hombre goza de las comodidades y se libra de las incomodidades que leemos 1ª Cor. 7, y á lo que allí he dicho me remito, aquí añadiendo esto: que parece cosa digna de consideracion que solamente en esta cosa del matrimonio habla Cristo así retenido, no persuadiéndolo ni disuadiéndolo.

    Adonde dice «tomar tome», en el griego está el mismo vocablo que adonde dice «capaces». Y adonde dice: «cosa», puede decir: palabra. Eunucos en griego significa guardadores de cama, porque para este efecto los hacian eunucos los hombres ricos, los grandes señores.

         Entónces le fueron traidos niños para que les pusiese las manos encima y orase. Y los discípulos les reñian. Y Jesus dijo: Dejad á los niños y no les vedeis el venir á mí, porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiéndoles puesto las manos encima, se partió de allí.

    Por lo que esta dicho en el capítulo precedente acerca de los niños, se entiende qué es lo que Cristo pretendió, diciendo: «de los tales es el reino de los cielos», adonde entiendo que, considerando Cristo que por la regeneracion y renovacion cristiana los cristianos tornamos á ser niños de la manera que habemos visto, se deleitaba y se holgaba con aquella edad, de manera que, diciendo: «de los tales», entienda: de los que son niños como estos, no en generacion sino en regeneracion.

    El intento, que tenian los que traian á Cristo estos niños, era el mismo que tienen los que llevan sus niños á que uno, que conocen por buen cristiano, los santigüe y los bendiga, diciendo: Dios te haga bienaventurado, ó una tal cosa; y es así que, en lugar de nuestro santiguar, los hebreos usaban poner las manos sobre la cabeza, por ventura imitando al patriarca Jacob cuando bendijo á sus hijos.

    Diciendo: «y orase», entiende: y rogase á Dios por ellos. El intento, con que los discípulos reprehendian ó reñian á los que traian á los niños, era porque pensaban que Cristo recibia pesadumbre y fastidio; y el intento, con que Cristo dice: «dejad á los niños» etc., es el que habemos dicho y mostrar que el cristiano, que toma posesion en el reino de los cielos, se ha de conocer niño y ha de atender á ir creciendo en Cristo hasta venir á ser de edad perfecta en él.

    Aquí se puede decir que vedan el venir á Cristo á los que son niños de Cristo los que, pretendiendo predicar á Cristo y al evangelio, predican á Moisen y á la ley. Tambien vedan el venir á Cristo á los niños los que no les quieren dar el agua del bautismo.

         Y hé aquí que llegándose uno le dijo: Maestro bueno ¿qué bien haré para alcanzar vida eterna? Y él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno, Dios. Pero, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Dícele: ¿Cuáles? Y Jesus le dijo: No matarás, no adulterarás, no hurtarás, no atestiguarás lo falso, honra al padre y á la madre, y ama á tu prójimo como á tí mismo. Dícele el mancebo: Todo esto he guardado desde mi mocedad. ¿Qué me falta? Dícele Jesus: Si quieres ser perfecto, ve, vende tu hacienda y dala á pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven sígueme. Y oyendo el mancebo la cosa, fuése entristecido, porque tenia muchas posesiones. Y Jesus dijo á sus discípulos: Dígoos de verdad que el rico con dificultad entrará en el reino de los cielos. Y otra vez os digo: más fácil cosa es pasar un camello por el ojo de una aguja que un rico entrar en el reino de Dios. Y oyendo esto sus discípulos se espantaron mucho, diciendo: Pues ¿quién se podrá salvar? Y mirando Jesus les dijo: Esto es imposible acerca de los hombres, pero acerca de Dios todo es posible.

    Tanto con mayor atencion debe el cristiano mirar que en la inteligencia de estas palabras entre Cristo y el mancebo no se deje engañar, cuanto que, porque hablaba Cristo con un hebreo, parece que de ellas se puede colegir que por las obras exteriores el hombre puede alcanzar vida eterna, cosa contrarísima á la verdad evangélica; y por tanto conviene advertir que Cristo habla con un hebreo mancebo, el cual atendia á justificarse y á buscar vida eterna, pero por sus obras y no por Cristo, como lo muestra preguntando: «¿Qué bien haré,» y el cual tenia buena opinion de sí, persuadiéndose haber cumplido la ley, como lo muestra diciendo: «todo esto he guardado desde mi mocedad,» y el cual estaba enamorado de sus riquezas más que de la vida eterna, como lo muestra partiéndose de Cristo, entristecido porque le tocó adonde le dolia.

    Llevando pues nosotros en la inteligencia de estas palabras, este concepto que Cristo tuvo del mancebo, luego que comenzó á hablar con él, las iremos considerando de esta manera. Diciendo el mancebo á Cristo: «maestro bueno ¿qué bien haré?» etc., mostró tres cosas. La una, que tenia á Cristo por bueno, no conociéndolo por más que hombre, y por el consiguiente se tenia á sí por bueno, pues se persuadia haber cumplido lo que mandaba la ley. La segunda, que su intento era alcanzar vida eterna, por el cual intento pienso que Cristo se contentó de él, como muestra San Marco. Y la tercera que pensaba alcanzar vida eterna obrando, en la cual cosa mostró que no se conocia á sí ni conocia á Dios, porque, si se conociera á sí y conociera á Dios, fuera imposible que tuviera tal pensamiento, como lo he dicho en una consideracion (141).

    Respondiendo Cristo al mancebo: «¿porqué me llamas bueno?» etc., le comenzó á dar conocimiento de sí mismo para que perdiese la buena opinion que tenia de su propia bondad, considerando: este es mejor que yo, y no quiere ser llamado bueno, luego tampoco soy yo bueno, pues es así que á solo Dios pertenece el ser bueno. De manera que no entendamos que Cristo reprehendió al mancebo porque lo llamó bueno, sino porque, no conociéndolo por más que hombre, lo llamó bueno, teniéndose él tambien por bueno, y que entendamos que de la misma manera, que es Dios bueno, es Cristo bueno, siendo en el hijo lo que es en el padre, porque es de la misma sustancia que el padre. Y aquí diré esto: que es así natural á Dios el ser bueno como es natural al hombre el ser malo por la generacion humana, siendo natural el ser buenos á los que dejan de ser hombres, muriendo y resucitando con Cristo por la fé y el bautismo, en lo cual consiste la regeneracion cristiana.

    Diciendo Cristo: «pero si quieres entrar» etc., le responde conforme al tiempo en que habló, en el cual la ley estaba en toda su gloria y majestad, y el evangélio no era aún comenzado á ser predicado á la descubierta, porque aún Cristo no habia sido castigado por nuestros pecados; y respóndele conforme á su pregunta. El preguntó: ¿qué haré? y Cristo le responde: haz esto. Replicando el mancebo: ¿cuáles?, parece que tenia en poco el guardar los mandamientos del decálogo y que deseaba saber si habia otros mandamientos que guardar, y tornando á replicar despues de haber oido los mandamientos de la ley: ¿todo esto he guardado» etc., mostró su temeridad, afirmando haber cumplido con la ley.

    La cual temeridad se me representa tanto mayor, cuanto que me acuerdo de aquello que dice David: «delicta quis intelliget?» (142) Y así entiendo que los que son santos del mundo, persuadiéndose por su vivir moral que cumplen la voluntad de Dios, afirman lo que temerariamente afirmó el mancebo, diciendo: «todo esto he guardado,» y que los que son santos de Dios, conociéndose á si mismos y conociendo á Dios, no se persuaden jamás que cumplen con la voluntad de Dios, ántes dicen siempre con David: «delicta quis intelliget?» Y cuanto ellos más están en este conocimiento, tanto se tienen por más justos no en sí sino en Cristo.

    Y vese más particularmente la temeridad de este mancebo en que afirma haber cumplido con el amor del prójimo amándolo como á sí mismo, lo cual era falsísimo, pues tenia muchas posesiones y se entristeció cuando le fué dicho que las vendiese y las diese á los pobres que eran sus prójimos, y, si los amara como á si mismo, ó no tuviera tantas posesiones ú holgara de venderlas cuando Cristo se lo dijo.

    Añadiendo: «¿qué me falta?» mostró, aún no estar bien seguro en su conciencia, aunque se persuadia haber cumplido con la ley. Y aquí se ha de considerar que, por mucho que el hombre se persuada de su propia justicia, de sí mismo, siempre está mal contento, pareciéndole que le falta algo, porque es así que sola la fé, con que abrazamos la justicia de Cristo, nos aquieta las conciencias, afirmándonos que no nos falta nada.

    Aunque digo esto, no tendria por inconveniente decir que este mancebo no vino á Cristo para saber de él lo que le preguntaba, sino para que Cristo lo tuviese por santo y por tal lo pronunciase, y así pienso que, diciendo; «¿qué me falta?» pensó que Cristo le habia de responder: no te falta nada, tuya es la vida eterna y puedesla demandar á Dios por justicia y quejarte de él si no te la da, pues has hecho todo lo que debes; ántes creo que no fué otro que este el intento del mancebo, y créolo porque conozco la natura del hombre que es lleno de vanidad y de presuncion (143), y conozco que esta vanidad y esta presuncion es más natural á los que son santos del mundo como era este mancebo.

    Al cual muy á propósito respondió Cristo: «si quieres ser perfecto, vé» etc.; conociólo arrogante, en cuanto era santo del mundo, y conociólo avaro, en cuanto amaba sus riquezas, y, porque vió que ya él se tenia por santo, le convida con la perfeccion en la santidad, como si dijera Cristo: pues es así como dices que has guardado los mandamientos, si quieres guardarlos perfectamente, vende tu hacienda y dala á pobres, y de esta manera tendrás tus tesoros en el cielo, habiéndolos dejado por alcanzar vida eterna, y teniéndolos en el cielo tendrás tambien tu ánimo en el cielo, y habiendo hecho esto, ven y sígueme, porque de otra manera no podrás ser perfecto. Esto propio creo que Cristo pretendió decir al mancebo.

    Y de ello se puede colegir que no basta que el hombre guarde los mandamientos, cuando bien le fuese posible guardarlos, ni basta que venda todo cuanto tiene y lo dé á pobres, sino sigue á Cristo, imitando su mansedumbre, su humildad de ánimo, su sufrimiento, su paciencia, su obediencia y su caridad. Tambien se puede colegir de estas palabras que los ricos que de tal manera están aficionados á sus riquezas que se entristecerian y dejarian de seguir á Cristo por no dejarlas á ellas, son amonestados aquí que, por no venir en este terribilísimo inconveniente, vendan sus haciendas, se libren y se despojen de ellas.

    Partiéndose el mancebo entristecido y malcontento de Cristo y siendo la causa de su mal contentamiento el tener muchas posesiones ó heredades, (como habemos dicho), mostró que no decia verdad, diciendo que desde su mocedad habia amado al prójimo, y mostró que combatian en él dos afectos, el amor de la vida eterna con el amor de las riquezas, del cual combate procedia la tristeza, porque se amaba á sí mismo, y mostró que, si bien el amor de la vida eterna era grande, que el amor de las riquezas era mayor, pues no se quiso privar de ellas por amor de ella. De donde tomó Cristo ocasion de decir á sus discípulos: «Dígoos de verdad que el rico» etc., adonde entiendo por «reino de los cielos» el regimiento y el gobierno del espíritu santo que es comunicado á los que aceptan el Evangelio.

    Vengo á entender siete causas de donde resulta la dificultad que el rico tiene para entrar en este reino de los cielos.

    La primera es que, siendo anexas á las riquezas la honra y la estimacion del mundo, y siendo anexas al gobierno del espíritu santo la ignominia y el vituperio del mundo, con grandísima dificultad se reducirá un rico, que por sus riquezas es honrado y estimado en el mundo, á ser por Cristo injuriado y vituperado en el mundo.

    La segunda es que, siendo el fruto de las riquezas el bienestar exterior, satisfaciéndose con ellas el hombre en todos sus afectos y en todos sus apetitos, de los cuales tanto más es solicitado, cuanto tiene mayor aparejo para cumplirlos, y siendo el fruto del gobierno del espíritu santo el privarse el hombre de sus satisfacciones y de sus comodidades, mortificando sus afectos y sus apetitos, viene á ser que halla el hombre tanto mayor dificultad en reducirse á la mortificacion con que se vive en el reino de los cielos, cuanto tiene más parte de las riquezas de este mundo.

    La tercera es que, siendo propio de las riquezas el sustentar al hombre la vida corporal y la sanidad en la presente vida, y siendo propio del reino de los cielos el esperar el hombre su sustentacion de solo Dios, viene á ser que es casi imposible que el hombre rico pueda esperar de solo Dios su sustentacion corporal, reduciéndose á un tal estado que, como pobre, dependiendo de solo Dios, diga estas ú otras semejantes palabras: Dios por Cristo me tiene prometido que, buscando yo el reino de Dios y su justicia, me proveerá de estas cosas exteriores; yo voy buscando lo uno y lo otro, luego no me faltará á mí, cuando bien faltase á todos los otros. Porque el decir esto y sentirlo parece que es propio de los pobres, siendo así que los ricos nunca piensan que les pueda faltar el vivir, acordándose que tienen dineros con que comprarlo, y por tanto, si bien dicen: «panem nostrum quotidianum da nobis hodie» (144), dícenlo por costumbre y dícenlo enseñados y no porque ellos esperen de Dios aquel mantenimiento, desconfiando de poderlo haber por otra vía.

    La cuarta es que, siéndome necesario á mí para entrar en el reino de los cielos despojarme de todo el aficion que tengo á las cosas del reino del mundo, y siendo las riquezas las que más nos tiran y nos aficionan por las comodidades de que gozamos con ellas, viene á ser que, cuanto yo tengo más de riquezas, tanto es mayor la dificultad que hallo en perderles el aficion para entrar desaficionado como conviene en el reino de los cielos.

    La quinta es que, cuanto uno tiene más cosas que le agradan y le contentan en el reino del mundo, tanto le es más dificultosa cosa el desenamorarse de ellas para entrar en el reino de Dios, pues siendo así que cuanto uno es más rico, tanto tiene más cosas que lo tienen como preso en el reino del mundo, es tambien así que tanto es mayor la dificultad que tiene para entrar en el reino de Dios, en el cual se ha de entrar perdiendo el amor de todas las cosas que son del reino del mundo.

    La sexta cosa es que, siendo anexa á las riquezas la solicitud y siendo anexo al vivir en el reino de Dios el descuido de todas las cosas que no son pertinentes á él, viene á ser que cuanto uno es más rico, tiene más cuidados, y cuanto tiene más cuidados, tiene más dificultad de entrar y de estar en el reino de Dios.

    Y la séptima es, que persuadido el rico por la falsa religion que el hombre se justifica con sus limosnas y obras pías; viendo que puede hacer muchas, no se delibera en haber de Dios lo que se persuade poder haber por sí, y así no entra en el reino de Dios.

    Adonde si me preguntara un rico diciendo: pues es así dificultosa cosa entrar en el reino de Dios con las riquezas, ¿parécete que yo deje todas las mias? le responderé que no las deje hasta tanto que, ensayándose en el vivir cristiano y conociendo en sí que no puede seguir á Cristo, que no puede estar en el reino de Dios con las riquezas, comenzará á desear ser libre de ellas por la dificultad que hallará en tenerlas y estar con ellas en el reino; y entónces le diré que se despoje de todas, pero diréle que ruegue á Dios que con algun expediente se las quite, y que esté con el ánimo atento á no hacer resistencia á los hombres que se las querrán quitar en parte ó en todo por cualquiera manera que sea, certificándose que no son los hombres los que se las quitan, pero que es Dios el que se las quita por medio de aquellos hombres, y, haciéndolo así, ganará esto que teniendo las riquezas las tendrá sin estar aficionado á ellas, ántes tendrá por cruz pesada el tenerlas, y perdiéndolas estará cierto que no las ha dejado por su propia fantasía, sino por la voluntad de Dios, y así estará contentísimo, como están las personas cristianas en todo lo que conocen que están por voluntad de Dios, estando descontentísimas en todo lo que conocen que están por propia voluntad.

    Y diréle más que, si aquí reclamará la prudencia humana pretendiendo piedad, diciendo que es mejor que el hombre se despoje que no que se deje despojar, que dé toda su hacienda á buenos hombres que no que se la deje tomar y usurpar de malos hombres, que la deje á ella decir y vocear y que él siga esto, lo cual es tanto mejor cuanto es más contrario á lo que la prudencia humana aprueba y á la natural inclinacion del hombre, el cual se complace en las cosas que hace por su voluntad y se duele y se resiente en las que hace constreñido contra su voluntad.

    Y tornando á las palabras de Cristo, entiendo que, queriendo dificultar más lo que habia dicho, añadió: «y otra vez os digo: más fácil» etc., y es así con efecto, por las causas que arriba habemos visto, cuando el hombre por sí solo, no siendo ayudado del espíritu de Cristo, presume entrar y estar en el reino de Dios, en el vivir cristiano, y no es así, cuando el hombre, aceptando la gracia del evangelio y con ella recibiendo el espíritu cristiano, su poco á poco se va aplicando al vivir cristiano, viviendo como conviene vivir en el reino de Dios, porque es así que en el tal el espíritu de Dios hace posible lo que naturalmente es imposible. Y por tanto respondiendo Cristo al espanto de los discípulos dijo: «esto es imposible acerca» etc., y siendo todo posible á Dios, es todo posible á los que tienen al espíritu de Dios, como lo tenia San Pablo cuando decia: (145)«omnia possum in eo qui me confortat.» y Cristo dice: (146)«ommia possibilia sunt credenti.»

    En la interpretacion de estas palabras me parece quedar satisfecho, y si parecerá extraño á alguno que convidase Cristo con su compañía á, este, sabiendo que no la habia de aceptar, habiendo desechado la compañía de otros que lo querian seguir, sepa que no tuvo Cristo intento á que este lo siguiese, sino á bajarle su arrogancia, dándole conocimiento de sí mismo. Y si parecerá duro á otro que ponga Cristo tanta dificultad en el entrar el rico en el reino de los cielos, habiendo de resolverla diciendo que lo que es imposible á los hombres, es posible á Dios, pues parece que se puede poner la misma dificultad en todas las otras cosas á que los hombres como hombres nos aficionamos, sepa que, porque las riquezas son las que nos tienen más tiranizados y las que nos tienen vivos en las otras aficiones de la vida presente, queriendo Cristo que los, que aceptamos su evangelio, perdamos toda el aficion que tenemos á todas las cosas de la vida presente, porque demos lugar al aficion que debemos tener á las cosas de la vida eterna, pone toda esta dificultad en el entrar el rico en el reino de los cielos. Y rico es el que está aficionado á lo que tiene, poco ó mucho, y por el contrario es pobre el que ha perdido toda el aficion á todo lo que tiene.

    Cuanto á la letra, diciendo: «sino uno, Dios,» entiende: sino uno y este es Dios. En aquello: «no matarás, no hurtarás» etc., se ha de entender que refiere Cristo las propias palabras de la ley. Por lo que aquí dice, «¿qué más me falta?» en el griego á la letra dice: ¿qué más despues? pero significa: ¿qué más me falta? Y por lo que dice: «tu hacienda,» el griego dice: lo que tienes y entiende: tu hacienda, tu ropa. Adonde dice «cosa,» el griego dice: palabra, pero segun el hablar de la lengua hebréa entiende: cosa. Por camello, entienden algunos maroma de nao, y no importa, solamente que se entienda que Cristo pretendió mostrar la imposibilidad.

    Aquello «y mirando Jesus» se puede entender que Cristo miró á sus discípulos para que estuviesen más atentos á lo que les queria decir y así fuesen más capaces de ello, importándoles mucho saber que Dios lo puede todo, á fin que ellos estuviesen con sus ánimos reposados, considerando que, así como Dios lo puede todo, así ellos como hijos de Dios lo podian todo. Y no hay duda sino que, si esta verdad estuviese bien impresa en los ánimos de los que sintiendo la incorporacion en Cristo sabemos cierto que somos hijos de Dios, teniendo por cierto que todas las cosas nos son posibles, no dudariamos de ninguna y mucho ménos, que de todas las otras juntas, de nuestra reconciliacion con Dios y por tanto de nuestra resurreccion á inmortalidad y vida eterna.

    Los que están inciertos de esto, dan testimonio de sí que no creen que Dios lo puede todo, y si dicen que lo creen y no están ciertos de esto, muestran que no creen que Cristo lo puede todo ó que no se tienen por incorporados en Cristo y su poco á poco vienen á confesar que no tienen del espíritu de Cristo, y que con efecto no son cristianos. Pues es así que los que son cristianos tienen del espíritu de Cristo, están incorporados en Cristo, son poderosos en Cristo, así como Cristo es poderoso en Dios y así están ciertos que en Cristo pueden todas las cosas y que principalmente pueden vencerse á sí mismos, al mundo, al demonio, al infierno y á la muerte y así alcanzar inmortalidad y vida eterna con el mismo Cristo.

         Entónces; respondiendo Pedro, le dijo: He aquí nosotros lo habemos dejado todo y te habemos seguido. ¿Qué será pues de nosotros? Y Jesus les dijo: Dígoos de verdad que vosotros los que me habeis seguido en la regeneracion, cuando se asentará el hijo del hombre en la silla de su gloria, os asentaréis tambien vosotros sobre doce sillas, juzgando á las doce tribus de Israel. Y todo aquel que habrá dejado casas ó hermanos ó hermanas ó padre ó madre ó mujer ó hijos ó heredades por mi nombre, recibirá cien tanto y heredará la vida eterna. Y muchos primeros serán postreros, y postreros primeros.

    Considerando San Pedro que el mancebo oyendo decir á Cristo: déjalo todo y sígueme, no habia querido hacer lo uno ni lo otro, comenzó á considerar como él y sus compañeros habian hecho lo uno y lo otro y comenzó estimarlo en más que ántes, y por tanto preguntó á Cristo, diciendo: «hé aquí nosotros lo habemos dejado todo» etc., entendiendo: nosotros habemos hecho lo que dijistes al mancebo que hiciese, pues ¿qué sera de nosotros? De la cual pregunta colijo que los discípulos seguian á Cristo simplemente sin haberse movido con deseño á seguirlo, siendo solamente movidos por el llamamiento exterior de Cristo y por la inspiracion interior de Dios.

    Y tengo por cierto que lo que aconteció á los discípulos de Cristo, siguiendo á Cristo, acontece á todos los que siguen á Cristo con la misma vocacion é inspiracion; quiero decir que, así como los discípulos sin propio deseño seguian á Cristo, así ellos todos sin propio deseño siguen á Cristo. Tambien tengo por cierto que acontece y acontecerá á todos los que siguen á Cristo sin deseño como estos discípulos lo que ha acontecido y acontecerá á estos discípulos, quiero decir que, así como estos discípulos siguiendo á Cristo han alcanzado y alcanzarán mucho más sin ninguna comparacion de lo que ellos deseñando se pudieran imaginar, así tambien los que como ellos seguirán á Cristo alcanzarán en la vida presente y en la futura mucho más de lo que ellos deseñando se podrian imaginar.

    Y aquí entiendo dos cosas. La una, que los que se, hallaran en el camino de Cristo, siguiendo á Cristo, y conocerán que no son entrados con deseño ninguno sino simplemente por la vocacion exterior del evangelio que nos llama á todos á Cristo y por la inspiracion interior, se podrán certificar que son verdaderamente discípulos de Cristo. Y la otra, que los que siguiendo á Cristo hallan en el camino cosas que nunca pensaron hallar, se pueden certificar que hallarán en la vida eterna más felicidad de la que ellos en la vida presente se pueden imaginar.

    De manera que es buena señal que los discípulos, habiendo dejado lo que tenian y siguiendo á Cristo, no supiesen qué habia de ser de ellos, bien que el quererlo saber parece que tiene un resabio de curiosidad, la cual no entiendo que era mala en los discípulos, considerando que de ella resultó que fueron confirmados y certificados de su felicidad con la respuesta de Cristo, la cual confirmacion y certificacion no los podia hacer insolentes ni viciosos, como los hiciera en caso que ellos con propio deseño hubieran sido movidos á seguir á Cristo.

    Y aquí entiendo que á los, que siguen á Cristo como estos discípulos, la certificacion de su glorificacion los hace más modestos y caritativos, más humildes y más cuidadosos de seguir á Cristo, de imitar á Cristo, pero esta verdad no la creen los que no tienen experiencia de ella, y por tanto no quieren que el hombre en la presente vida sea cierto de su glorificacion, haciendo injuria al evangelio de Cristo y yendo torciendo las palabras de Cristo, queriendo que digan no lo que él quiso sino lo que ellos quieren, como aquí que quieren que Cristo hablase condicionalmente en la respuesta: si perseveraréis en lo que habeis comenzado etc.

    Y si dirá uno que si Cristo hubiera dicho estas palabras sin esta condicion, no hubieran sido verdaderas en Júdas, le responderé que Cristo las dijo para los que las creyeron, en los cuales fueron verdaderas, como serán tambien verdaderas en todos los que las creerán, y que no las dijo para Júdas, el cual no las creyó, porque, si las creyera, no vendiera á Cristo, posponiendo la felicidad que aquí propone Cristo por un precio así vilísimo, antes el creerlas fuera así eficaz en él como fué en los otros discípulos para mortificarlos y así hacerles perseverar perpétuamente en Cristo.

    Y viniendo á la declaracion de las palabras, se ha de considerar que, habiendo los discípulos propuesto dos cosas á Cristo, la una: lo habemos dejado todo, y la otra: y te habemos seguido, Cristo respondiéndoles toma primero lo más principal que es el fin de la otra y dice: «vosotros los que me habeis seguido» etc., mostrando que la importancia está en seguirlo á él y no en dejarlo todo.

    Aquello «en la regeneracion» se puede juntar con lo que precede, de manera que diga: vosotros los que me habeis seguido y seguís en el estado de la regeneracion, entendiendo de la cristiana que hace en nosotros el espíritu cristiano, estaréis asentados en doce sillas en el estado de la resurreccion, juzgando á las doce tribus de Israel; tambien se puede juntar con lo que se sigue, de manera que diga: vosotros los que me habeis seguido en la presente vida, en la resurreccion, que será nueva generacion, os asentareis etc.; esta segunda interpretacion parece más llana, pero, considerando que la santa escritura llama estado de regeneracion al de los cristianos en la presente vida, llamando estado de resurreccion al de los mismos en la vida eterna, me contenta la primera interpretacion, á la cual favorece aquello de San Pablo: per lavacrum regenerationis etc. Tito 3 (147), y aquello de San Pedro: regeneravit nos Deus in spem vivam 1ª Ped. 1 (148). Lo mismo es «en la silla de su gloria» que: en su silla gloriosa; así llama á la gloria y majestad con que vendrá el día del juicio.

    Diciendo: «á los doce tribus de Israel», pienso que entiende que los apóstoles, siendo hebreos condenarán la infidelidad de los hebreos, así como los, que de la gentilidad aceptarán el evangelio, condenarán la infidelidad de los que no lo habrán aceptado en la gentilidad, de manera que sea lo mismo: «juzgando» que: condenando.

    Habiendo Cristo respondido á la parte principal de la propuesta de los discípulos y viniendo á responder á la otra parte, dice: «y todo aquel que habrá dejado» etc., entendiendo que el que por seguir á Cristo, hora sea por predicar el evangelio, hora sea por enseñar el vivir cristiano, hora sea por imitar á Cristo, por vivir cristianamente, se privará con efecto de estas cosas ó de alguna ó algunas de ellas, siéndole impedimento, así como los discípulos se privaron de sus cosas porque no podian teniéndolas seguir á Cristo, será galardonado de Dios largamente en la vida presente y en la futura; en la presente, en cuanto será enriquecido con dones espirituales, y las cosas pertenecientes á la vida presente le serán dadas por añadidura, y en la vida futura, en cuanto como miembro de Cristo hecho hijo de Dios alcanzará la heredad de Dios que es la vida eterna con el mismo Cristo. Aquí conviene advertir que hay dos maneras de dejar el hombre todas sus cosas por seguir á Cristo.

    La una es con el afecto, y esta pertenece generalmente á todos, quiero decir, que á todos los cristianos pertenece dejar con el afecto todas estas cosas, perdiéndoles el aficion con que naturalmente las aman, de manera que amándolas las amen no con afecto natural sino espiritual, y esto es conforme á lo que dice Sau Pablo: ut qui habent uxores tanquam non habentes sint etc. 1ª Cor. 7 (149). La otra es con efecto, y esta pertenece particularmente á los que, cuanto á las casas y heredades, son semejantes al hebreo de quien acaba de hablar el evangelista, á los cuales pertenece, dejar con efecto sus riquezas, y pertenece tambien á los que son tan aficionados á los suyos que por cumplir con ellos se apartan del deber de la regeneracion cristiana ó no están tan enteros en él cuanto debian. Y esto me acuerdo haberlo tratado en una respuesta (150). Cuanto al dejar con efecto la mujer, ó la mujer dejar con efecto al marido, me remito á lo que dice San Pablo 1ª Cor. 7.

    En aquello «recibirá cien tanto» entiendo número finito por infinito, y con efecto es así que cada uno de los que por Cristo, por seguir é imitar á Cristo, por enseñar el vivir cristiano ó por predicar el evangelio de Cristo, se priva como habemos dicho de todas estas cosas que aquí cuenta Cristo, viene á tener mucho más que deja, en cuanto tiene todo lo que tienen todos los miembros de Cristo y tiene tantos hermanos, tantas hermanas, tantos padres, tantas madres y tantos hijos cuantos hay que son miembros de Cristo; esto es en la vida presente, como lo señala San Márcos, y en la futura dice Cristo que los, que por seguirlo habrán dejado estas cosas, alcanzarán vida eterna, no por lo que han dejado sino por el fin porque lo han dejado, que es seguir á Cristo.

    Y por tanto añadió Cristo: «y muchos primeros serán postreros» etc., entendiendo que muchos, que pensarán ser primeros en la vida eterna porque á su parecer habrán dejado mucho, serán postreros, y que muchos, que pensarán ser postreros porque á su parecer habrán dejado poco, serán primeros. Adonde no se ha de entender que los unos precederan á los otros en la vida eterna, sino que los unos serán admitidos á ella y los otros serán excluidos de ella, así como en aquello que dice Cristo (151): «los publicanos y las meretrices os precederán en el reino de los cielos» no entiende que tendrán mejor lugar que los Fariséos, sino que serán admitidos al reino, siendo los Fariséos excluidos de él; y esta manera de hablar que usa Cristo, la he notado en el cap. 5, sobre aquello: «menor será llamado» etc.

    Los primeros que serán postreros entiendo que serán de aquellos que dice Cristo que le dirán en el dia del juicio: «Señor, Señor ¿no profetizamos en tu nombre?» etc., y los postreros que serán primeros, entiendo que serán de aquellos que dirán á Cristo en el dia del juicio: «Señor ¿cuándo te vimos hambriento?» etc., á los cuales responderá Cristo que lo que hicieron á uno de los suyos, lo hicieron á él.