Capítulo XX
Porque el reino de los cielos es semejante á un hombre señor de casa que salió luego de mañana á coger peones para su viña, y concertado con los peones por un denario al dia, los envió á su viña. Y saliendo á hora de tercia, vió otros que estaban ociosos en la plaza y díjoles: Id tambien vosotros á la viña y daréos lo que será justo: y ellos fueron. Y tornando á salir á hora de sexta y de nona, hizo de la misma manera. Y saliendo á la undécima hora, halló á otros que estaban ociosos y díceles: ¿Por qué causa estais aquí todo el dia ociosos? Dícenle: Porque no nos ha cogido ninguno. Díceles: Id tambien vosotros á la viña y recibiréis lo que será justo. Y venida la tarde, dice el señor de la viña á su hacedor: Llama á los peones y págales el jornal, comenzando de los postreros hasta los primeros. Y viniendo los de la undécima hora, recibieron sendos denarios; y viniendo los primeros, pensaron que habian de recibir más y recibieron ellos tambien sendos denarios; y habiéndolos recibido murmuraban contra el señor de casa, diciendo: Estos postreros no han trabajado sino una hora y haslos hecho iguales á nosotros que hemos soportado el peso del dia y el calor. Y él respondiendo dijo á uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; veamos: ¿no te concertaste conmigo por un denario? Toma lo tuyo y véte. Quiero yo dar á este postrero como á tí. ¿Cómo, no me es lícito á mí, hacer lo que quiero en mis cosas? O ¿tu ojo es malo porque yo soy bueno? De esta manera serán los postreros primeros y los primeros postreros. Porque muchos son llamados y pocos escogidos.
De las palabras de donde parece que tomó Cristo ocasion para decir esta parábola y de las palabras con que la concluye, que son las mismas, con aquella añadidura: «muchos son llamados y pocos escogidos,» se colige bien que su intento es mostrar en qué manera los primeros serán postreros y los postreros primeros. Adonde se ha de entender que el señor de casa es Dios; la viña es la iglesia, la cual, como ha mostrado Cristo en otras parábolas, comprehende buenos y malos; los peones que van á cavar la viña somos todos nosotros; y el hacedor del señor de la viña es Cristo. Y es así que todos los que entran en la iglesia entran llamados de Dios, pero unos solamente con la vocacion exterior, que es la predicacion del evangelio, y otros con la exterior y la interior.
Los que entran con sola la vocacion exterior, creyendo por relacion, nunca entienden la justicia de Cristo, y, pretendiendo alcanzar vida eterna por sus obras y trabajando y fatigándose dias y noches, se hallan tan ricos de obras exteriores que se tienen por primeros en el reino de Dios; y los que entran con la vocacion exterior y con la interior, creyendo por revelacion, abrazan la justicia de Cristo, y como no obran por ser justos sino porque son justos, por mucho que obren, siempre les parece que obran poco, y así se tienen por postreros en el reino de Dios; pero viniendo Cristo al juicio, admitirá en el reino á los que se tienen por postreros y echará del reino á los que se tienen por primeros, no mirando á la cantidad de obras de los unos ni de los otros sino á la fé y al intento con que habrán obrado. De donde resultará la murmuracion de los que serán excluidos del reino, los cuales alegarán sus buenas obras, pero aprovecharánles poco sus alegancias (152).
De esta manera entiendo toda esta parábola, considerando en los murmuradores la propia condicion de los santos del mundo que se tienen y son tenidos de los hombres por primeros, y considerando en los otros la propia condicion de los santos de Dios que se tienen y son tenidos de los hombres por postreros, y considerando en el señor de la viña la bondad y liberalidad de Dios, y entendiendo que en los muchos llamados son comprehendidos los que tienen sola la vocacion exterior y que en los pocos escogidos son comprehendidos los que tienen la una y la otra. Adonde si parecerá extraño á alguno que entendamos que serán excluidos del reino los primeros que dice Cristo que serán postreros, lea en San Lúcas, cap. 13, adonde verá que estas palabras de Cristo no pueden ser entendidas de otra manera.
Y si parecerá duro á otro que esta parábola no cuadre en muchas cosas y mayormente en esto que la murmuracion de los primeros no fué porque no eran pagados, sino porque eran igualados con los otros, lea en el cap. 13 de San Mateo la declaracion de Cristo en la parábola de las cizañas, y hallando que la declaracion no cuadra en todo con la parábola ni áun con lo que pudiéramos pensar que era el intento de ella segun que lo he mostrado allí, no se maravillará, ántes conocerá que, siendo las parábolas tomadas de cosas humanas para explicar las cosas divinas y siendo diferentísimas las unas de las otras, basta harto que cuadren en el intento principal.
Aquí añadiré dos cosas. La una, que siempre esto es así que los, que segun el juicio humano son primeros por ser muy ricos de obras exteriores, segun el juicio divino son postreros porque obran sin fé, y así como la fé sin obras de fé no vale nada, así las obras sin fé no valen nada; y que por el contrario los, que segun el juicio humano son postreros por ser pobres de obras exteriores, segun el juicio divino son primeros porque tienen fé; la cual es eficaz en sus corazones para reducirlos á que obrando obren por puro amor, y vale mas una obra pequeña con fé que cien mil grandes sin fé. Y la otra, que los que obran sin fé, obrando por amor propio, son siempre temerarios, presuntuosos y murmuradores, y que los que obran con fé, obrando por puro amor de Dios, son siempre modestos, humildes y callados; estos dan testimonio de sí que son santos de Dios, y aquellos dan testimonio de sí que son santos del mundo, y por tanto serán condenados con el mundo.
Y subiendo Jesus á Jerusalem, tomó á los doce discípulos aparte en el camino, y díjoles: Hé aquí subimos á Jerusalem, y el hijo del hombre será entregado á los príncipes de los sacerdotes y á los escribas, y condenaránlo á muerte y entregaránlo á los gentiles á que hagan burla de él y lo azoten y lo crucifiquen, y al tercero dia resucitará.
Casi las mismas palabras habemos visto en el capítulo 16 que dijo Cristo á sus discípulos, solamente que aquí están un poco más claras, porque, diciendo «será entregado á los príncipes» etc., y despues: «y entregaránlo á los gentiles» etc., muestra como habia de ser vendido y puesto en las manos de los que entre los judíos tenian la cumbre de la santidad y letras, y como ellos lo habian de juzgar digno de muerte y como, no pudiendo ser ejecutores de la muerte, lo habian de poner en las manos de Poncio Pilato y de sus ministros para que ellos fuesen los ejecutores, precediendo los escarnios y los azotes que acrecentaban el dolor y al sentimiento de la muerte; y siendo el género de muerte en sí cruelísimo y terribilísimo y condescendiendo Cristo á la flaqueza de los discípulos, les intima la resurreccion juntamente con la muerte.
Adonde entiendo que siempre que á los que aceptan la gracia del evangelio de Cristo es propuesta la cruz de Cristo, lo que se obligan á padecer con Cristo, les debe ser juntamente propuesta la resurreccion de Cristo, mostrándoles como es así que no gozarán de la resurreccion de Cristo sino los que poco ó mucho habrán sentido en la presente vida la cruz de Cristo; y la cruz de Cristo sentimos cuando, aplicándonos á la fé cristiana y al vivir cristiano, somos murmurados ó despreciados ó perseguidos ó martirizados de los hombres del mundo. Y tengo por cierto que no hay hombre ninguno de los que se aplican á la fé cristiana y al vivir cristiano que no sienta muy gran parte de esta cruz; en esto me certifico por la experiencia que tengo y por lo que dice San Pablo «omnes qui pie volunt vivere in Christo Jesu persecutionem patientur,» (153) la cual sentencia ha sido, es y será verdadera hasta la fin del mundo, y el que no siente esta persecucion y contradiccion por Cristo, no sé como se pueda asegurar que vive píamente en Cristo.
Entónces se llegó á él la madre de los hijos del Zebedeo con sus hijos, adorándolo y demandándole alguna cosa. Y él le dijo: ¿Qué quieres? Dícele: Dí que estos mis dos hijos se asienten en tu reino uno á tu diestra y otro á la siniestra. Y respondiendo Jesus dijo: No sabeis lo que demandais. ¿Podéis beber el cáliz que yo tengo de beber? Y con el bautismo, con que yo soy bautizado, ser bautizados? Dícenle: Podemos. Y díceles: Bebereis bien mi cáliz, y con el bautismo, con que yo soy bautizado, sereis bautizados, pero el asentar á mi diestra y á mi siniestra no es mio darlo, pero será de aquellos á los cuales lo tiene aparejado mi padre.
Habiendo Cristo intimado á sus discípulos su muerte y su resurreccion, parece que pensando los dos hijos del Zebedeo que ya era tiempo de demandar mercedes á Cristo, rogaron á su madre que hablase por ellos, la cual, cuenta San Mateo, que vino humildemente á Cristo y que le demandó alguna merced y que, diciéndole Cristo que demandase lo que queria, ella le demandó para sus dos hijos los dos primeros lugares en su reino -esto entiendo por el asentar á la diestra y á la siniestra, á la mano derecha y á la izquierda. Adonde es digno de consideracion cuán poco estaban mortificados los dos discípulos, pues hacian semejantes diseños, y más, que se imaginaban que el reino de Cristo habia de ser conforme á los reinos del mundo, no entendiendo aún como, si bien en la vida eterna el reino de Cristo consiste en gloria, que en la vida presente consiste en vituperio, en cuanto el mundo tiene y juzga por cosa ignominiosa y vituperosa el estar en el reino de Cristo aceptando la justicia de Cristo y atendiendo á la imitacion de Cristo.
En la respuesta de Cristo que dice: «no sabeis lo que demandais» se entienden dos cosas: la una, que conociendo Cristo que la demanda no salia de la madre sino de los hijos, no respondió á ella, sino á ellos; y la otra, que les quiso mostrar como el no darles lo que demandaban no procedia de falta de él sino de ignorancia de ellos que demandaban cosa impertinente.
Añadiendo Cristo: «podeis beber el cáliz» etc., les mostró bien claramente que á la gloria de su reino no se va sino por el vituperio, pasando por donde él pasó, quiero decir que no gozarán de la gloria de Cristo los que no habrán gustado y sentido el vituperio de Cristo. Adonde no se ha de entender que por premio del vituperio es dada la gloria sino que el vituperio es el camino por donde se va á la gloria, así como por el sudor se va á la victoria, pero no se da por el sudor la victoria, pero es necesario que suden los que quieren salir victoriosos.
Lo mismo es cáliz que suerte ó parte; la santa escritura lo toma unas veces en mala parte, como allí: ignis, sulphur, spiritus procellarum pars calicis eorum, salmo 10 (154), y allí: bibisti de manu domini calicem irae suae, Esaías 51 (155), y otras veces lo toma en buena parte, como allí: dominus pars hereditatis meae et calicis mei etc., salmo 15 (156), y allí: calix meus inebrians, salmo 22 (157). Añadiendo: «y con el bautismo con que» etc., declara lo que ha dicho, entendiendo que su cáliz era su muerte y pasion, y que su bautismo era lo mismo que su cáliz, de manera que beben el cáliz de Cristo y son bautizados con el bautismo de Cristo los que en la presente vida siendo bautizados son vituperados y martirizados por Cristo, por la fé cristiana y por el vivir cristiano.
Respondiendo los discípulos: «podemos,» concedieron que la demanda salia de ellos y mostraron bien la gana que tenian de haber lo que la madre demandaba para ellos, afirmando que les bastaba el ánimo á pasar por lo que no sabian qué cosa era y que podian lo que no podian, como lo mostraron huyendo tambien ellos como los otros discípulos, y, si pudieran lo que pensaban que podian, no huyeran; y tales como eran en aquella sazon estos dos discípulos de Cristo que se persuadian poder lo que no podian, si bien despues que recibieron al espíritu santo pudieron, son todos los que, confiados en sí mismos, se persuaden poder grandes cosas y despues caen en las pequeñas, los cuales nunca podrán lo que se persuaden poder, si Dios por su misericordia no les envia su espíritu santo.
Replicando Cristo: «bebereis bien mi cáliz» etc., profetizó el martirio á los dos discípulos y confirmó la sentencia de la predestinacion, diciendo que ya Dios tiene aparejados los lugares que cada uno ha de tener en el reino celestial. Y es bien digna de consideracion esta humilde respuesta de Cristo, en la cual atribuye á solo el padre el dar y repartir los grados de gloria, como si dijese: mi oficio es aquistaros vida eterna, habilitaros para que tengais parte en la heredad de mi padre, en el reino de mi padre, y á mi padre toca dar esos lugares que vosotros demandais, y darálos á los que él en su mente divina tiene determinado de darlos.
Aquí conviene repetir esto: que el que tiene por cierto y firme que en la vida eterna le tiene Dios aparejado lugar, se aplica á vivir en la vida presente con aquella puridad, justicia y santidad que ha de vivir en la vida eterna, y el que no tiene esta aplicacion, da testimonio de sí que no tiene la certificacion, de manera que la certificacion es eficacísimo instrumento para la mortificacion, y la mortificacion, el vivir con mansedumbre y humildad, es grande contraseño de la certificacion. Siempre que en la vida de Cristo nos es representada su humildad y obediencia á Dios, se nos ha de representar que convenia que fuese tal, pues venia á reparar lo que Adam habia perdido por soberbia y desobediencia.
Y oyendo esto los diez se indignaron de los dos hermanos; y llamándolos Jesus dijo: Ya sabeis que los príncipes de las gentes las enseñorean, y los que son grandes se apoderan de ellas. No será de esta manera entre vosotros, pero el que entre vosotros querrá ser grande, sea vuestro mozo, y el que entre vosotros querrá ser primero, sea vuestro siervo; así como el hijo del hombre no vino á ser servido sino á servir y á dar su ánima en rescate por muchos.
De resentirse los diez discípulos por la ambiciosa demanda de los dos, en la cual mostraron querer ser superiores á los otros, ganamos nosotros esta necesarísima respuesta de Cristo, la cual entiendo que perteneció á los apóstoles para el tiempo, en el cual, habiendo recibido el espíritu santo, se hallaron y conocieron en el reino de Cristo, y que pertenece á todos los que, recibiendo el mismo espíritu, se hallan y se conocen en el mismo reino, los cuales todos son por estas palabras avisados que tiene el primer lugar y es principal en el reino de Cristo el que es más semejante á Cristo, señaladamente en esto que, así como Cristo no vino al mundo á ser servido, honrado, preciado ni estimado, sino á servir, consistiendo su servicio en dar su vida por las vidas de muchos, muriendo él por resucitar á vida eterna á muchos, así el que está en el reino de Cristo, no ha de tener intento á ser servido, honrado, preciado ni estimado por el grado que tiene en el reino, sino á servir, constituyendo su servicio en poner su vida con todo lo demás por predicar á otros el evangelio y por enseñarles el vivir cristiano y así ayudarles para que gozen del beneficio de Cristo.
Adonde entiendo que los que de esta manera imitan á Cristo, sirviendo como él sirvió, pueden decir con San Pablo (158); que suplen lo que faltó en la pasion de Cristo por el cuerpo de Cristo que es la iglesia, pues es así que Cristo muriendo rescató las vidas de todos, y ellos predicando y enseñando y padeciendo lo que por el predicar y enseñar se les ofrece, son medios para que muchos gozen del rescate de Cristo, y este es el propio servicio cristiano, en el cual no hay ambicion ninguna ni cosa que tenga resabio de ella.
Los que en el reino de Cristo presumen ser primeros y ser principales, dan testimonio de sí que áun no están en el reino de Cristo, ó que, dejándose vencer de sus afectos, son flacos é inperfectos y por tanto no tienen el primer lugar sino el último. Diciendo Cristo: «ya sabéis que los príncipes» etc., pretende mostrar la diferencia que hay entre el reino del mundo y el reino de Dios que es reino de Cristo, en cuanto en el reino del mundo son mayores y más principales los que son servidos y tienen en sujecion y debajo de tiranía á los hombres, y en el reino de Dios, en la iglesia cristiana son mayores y más principales los que sirven más y por ello son más oprimidos y más maltratados de los hombres.
Diciendo Cristo: «así como el hijo» etc., nos convida á su imitacion, á que procuremos en la vida presente la grandeza que él procuró, viviendo como él vivió, siguiendo lo que él siguió y muriendo como él murió, dando con su muerte vida á muchos. Dió bien Cristo con su muerte vida á todos los hombres, en cuanto en él nos mató Dios á todos y en él nos resucitó á todos, pero, porque no gozarán de esta resurreccion sino los que se tendrán por muertos en Cristo y por resucitados en Cristo, dice la santa escritura unas veces que Cristo murió por muchos, teniendo respeto al efecto, y dice otras veces que murió por todos, teniendo respeto al acto. Aquí se ha de advertir que estas palabras de Cristo no quitan los dominios ni las superioridades entre cristianos, cuanto á lo temporal, ni cuanto al vivir cristiano, porque Cristo fué superior entre los discípulos, de los cuales era llamado Señor.
Y saliendo ellos de Jericó, lo siguió mucha gente, y hé aquí que dos ciegos asentados al camino, oyendo que Jesus pasaba, dieron voces diciendo: ¡Compadécete de nosotros, Señor, hijo de David! Y la gente los amenazaba que callasen. Y ellos daban mayores voces diciendo: ¡Compadécete de nosotros, Señor, hijo de David! Y deteniéndose Jesus los llamó y dijo: ¿Qué quereis que os haga? Dícenle: Señor, que nos sean abiertos los ojos. Y movido Jesus á misericordia, les tocó los ojos y luego sus ojos cobraron la vista, y siguiéronlo.
Si estos dos ciegos no conocieran su ceguedad, no demandaran la sanidad, y sino desearan muy mucho la sanidad, no fueran así importunos en demandarla, y á lo ménos, siendo reprehendidos, callaran y así no cobraran la vista de los ojos. De la misma manera acontece á los hombres y es así que los, que no se conocen ciegos, no demandan á Dios que les abra los ojos interiores, y que los que se conocen ciegos, si no desean muy mucho ver, no son importunos en la oracion, y así ni estos ni los otros no cobran la vista, y cóbranla solamente los que por don de Dios se conocen ciegos é imitando á estos dos ciegos demandan con importunidad á Cristo que los sane, y no dejan de demandar por mucho que los hombres del mundo y que los demonios del infierno los reprehendan y los estorben, ántes son más impetuosos y más importunos en demandar, cuanto son más reprehendidos y estorbados. A estos tales abre Cristo los ojos interiores, y ellos, conociendo con ellos á Cristo, siguen á Cristo, imitando á Cristo. Y aquí entiendo que no siguen á Cristo sino los que, habiendo cobrado la vista interior por beneficio de Cristo, comienzan á conocer á Cristo.