Capítulo XXIV
Y saliendo Jesus se partia del templo, y allegáronse sus discípulos á mostrarle los edificios del templo, y Jesus les dijo: ¿No veis todo esto? Dígoos de verdad: no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea destruida. Y asentado él en el monte de las Olivas, allegáronse á él los discípulos aparte, diciendo: Dínos, ¿cuándo será esto y cuál es la señal de tu venida y de la fin del mundo? Y respondiendo Jesus les dijo: Mirad, no os engañe ninguno, porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy Cristo, y engañarán á muchos. Y oireis guerras y sonidos de guerras; advertid, no os perturbeis, porque conviene que todo sea hecho así. Pero áun no es la fin, porque se levantará gente contra gente y reino contra reino, y habrá pestilencias y hambres y terremotos por los lugares; todo esto es principio de dolores. Entónces os entregarán á la afliccion y os matarán, y sereis aborrecidos de todas las gentes por mi nombre, y entonces se escandalizarán muchos y se entregarán unos á otros y se aborrecerán unos á otros, y levantaránse muchos falsos profetas y engañarán á muchos; y por el abundar la iniquidad se resfriará la caridad de muchos, y el que perseverará hasta el fin, este se salvará. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo por testimonio á todas las gentes. Y entónces vendrá el fin.
En la inteligencia de este capítulo hallo más dificultad que en ninguno otro de todo el testamento nuevo; yo diré lo que al presente alcanzo á entender: remitiéndome á mejor y más cierta inteligencia. Cuanto á lo primero, entiendo que los discípulos mostraron á Cristo el edificio del templo por una cosa suntuosísima, y que, tomando Cristo ocasion de aquello, les profetizó la destruccion del templo, diciendo, «no quedará aquí piedra» etc., denotando que la destruccion seria en todo extremo terrible.
Y entiendo que, habiendo los discípulos sentido esta profecía, desearon saber el propio tiempo en que habia de ser cumplida, y que, imaginándose que el cumplimiento de aquella profecía habia de ser en el segundo advenimiento de Cristo en la fin del mundo, se llegaron á Cristo á preguntarle de todas dos cosas, de la destruccion de Jerusalem y de su venida al juicio en la fin del mundo.
Y entiendo que Cristo les respondió á todas dos cosas, mezclando la una con la otra de tal manera que los discípulos podian confirmarse en su pensamiento que todas dos cosas habian de ser en un mismo tiempo.
La causa porque Cristo respondió de esta manera, yo no la sé; pienso bien que de esta respuesta tomaron principal ocasion los discípulos de pensar que la fin del mundo habia de ser en su tiempo, como he notado en San Pablo (184), ántes por San Pedro parece que algunos cristianos de la primitiva iglesia comenzaban á vacilar en la fé, viendo que Cristo tardaba en su venida (185), y puede ser que respondiese Cristo así confusamente á los discípulos por tenernos siempre en esperanza de su venida.
La cual esperanza hace estos dos efectos en los que están en ella: el uno es que los tiene alegres y contentos espiritualmente, y el otro es que en gran manera mortifica en los que esperan todos los deseos y deseños de carne y de mundo y, conociendo yo por experiencia la divina eficacia de este esperar á Cristo, tengo por cierto que esta esperanza sea aquella divina virtud puesta entre la fé y la caridad.
Cuanto á la respuesta de Cristo entiendo que todas estas palabras que he traducido pertenecen á todo el tiempo de la manifestacion del evangelio, comenzando desde la venida del espíritu santo hasta el propio dia del juicio, en el cual tiempo, así como son anexas á los discípulos de Cristo todas estas cosas que aquí nos profetizó Cristo, así nos son necesarios todos estos avisos que aquí nos da Cristo.
Y en todas estas palabras entiendo que pretende Cristo avisarnos que ni estemos descuidados de su venida ni tampoco nos creamos de ligero en ella, por los inconvenientes que de cualquiera de estas dos cosas nos podrian entrevenir, en cuanto del descuidarnos podria resultar el hacernos licenciosos, y del creernos de ligero podria resultar el apartarnos de Cristo, pensando que nos llegamos á Cristo, tomando al Anticristo por Cristo.
Y así dice: «mirad, no os engañe ninguno» etc. Y lo que se sigue: «porque muchos vendrán» etc., entiendo que de mano en mano se va cumpliendo y que será colmado al último tiempo. Y aquello: «oireis guerras» etc., entiendo que pertenece á advertirnos que, si bien veremos y oiremos decir que todo el mundo se enciende en guerra, que no pensemos que ha de perecer por guerra, porque, si bien las guerras serán como preludios ó escaramuzas de la fin del mundo, no serán ellas las que lo acabarán.
Añadiendo Cristo: «porque se levantarán» etc., satisface á lo que ha dicho: «oiréis guerras.» á las cuales ayunta las pestilencias y la hambre que son siempre anexas á las guerras, y ayunta los terremotos que atemorizan y amedrentan á los hombres. Diciendo: «todo esto es principio de dolores,» entiende que estos males que habian y han de venir de tiempo en tiempo, en el mundo ántes de la fin del mundo, no serán el mal de los males á los hombres del mundo sino el principio de los males, siendo el fin el dia del juicio, dia de supremo dolor para los hombres del mundo y de sumo gozo para los hijos de Dios.
Añadiendo Cristo: «entónces os entregarán» etc., parece que entiende que en todos estos tiempos crecerá sobre manera el ódio que los hombres del mundo concebirán contra los hijos de Dios, santos de Dios, como adivinando que desean que el mundo perezca, y por tanto los perseguirán y matarán cruelísimamente.
Y esta persecucion entiendo que será sin ninguna comparacion más terrible y más cruel en el tiempo vecino al juicio que la que padecieron los cristianos en la primitiva iglesia y que de mano en mano habrán padecido hasta entónces, consistiendo la mayor terribilidad en esto, que los que tendrán nombre de cristianos, pretendiendo religion y santidad cristiana, perseguirán á los que confesarán la fé cristiana y vivirán como cristianos, imitando á Cristo; y así vendrá á ser mayor la gloria de la iglesia cristiana en su fin que en su principio.
Por aquello: «y entónces se escandalizarán muchos» me confirmo en que toda esta persecucion vendrá de los falsos cristianos á los verdaderos cristianos, muchos de los cuales se escandalizarán, se ofenderán, viendo que permite Dios que sean tratados de aquella manera de los que se llamarán cristianos.
Lo mismo es: «se entregarán» que: se venderán; los falsos cristianos venderán á los verdaderos y los aborrecerán, y verdaderamente se me representa en esta última persecucion de la iglesia una tanta confusion y un escándalo tan general en las personas no bien fundadas y fortificadas en la fé cristiana, habiéndola confirmado con propia experiencia del vivir cristiano, que apénas oso pensar en ella, ántes no me basta el ánimo por mi flaqueza y poquedad, mayormente cuando ayunto lo que añade Cristo: «y levantaránse muchos falsos profetas» etc., porque se me representa que tras estos irán los falsos cristianos, y que los unos y los otros, pretendiendo hacer servicio á Dios y á Cristo, darán tras los verdaderos cristianos, no pudiendo sufrir ni comportar que no sigan lo que ellos y vivan como ellos.
Profetas llama á los que pretenderán predicar el evangelio y entender las santas escrituras. Aquello: «y por el abundar» entiendo que está dicho al trocado segun el hablar de la lengua hebrea; quiero decir que, entendiendo Cristo que de resfriarse la caridad en muchos resulta que abunda la iniquidad, dice que de abundar la iniquidad resulta el resfriarse la caridad.
Esto lo entiendo así, entendiendo que habla aquí Cristo de los malos cristianos, la depravacion de los cuales entiendo que comienza en que se descuidan de la fé cristiana, de donde resulta el resfriarse en la caridad cristiana, del cual resfriamiento resulta la depravacion en las costumbres cristianas y así la malicia y malignidad en los ánimos; y es esto así siempre, que, atendiendo nosotros á tener siempre viva en nuestros ánimos nuestra fé cristiana, crecemos en caridad cristiana y en costumbres cristianas, y, descuidándonos nosotros de nuestra fé cristiana, nos resfriamos en la caridad cristiana y así perdemos las costumbres cristianas.
De esto he hablado en dos respuestas. Y aunque me parece buena esta interpretacion, tengo por mejor decir que entiende Cristo que del abundar la iniquidad, malignidad y perversidad en los hombres del mundo, resultará el resfriarse en la caridad muchos santos de Dios, atemorizados por la furia con que serán perseguidos de los hombres del mundo.
Añadiendo Cristo: «y el que perseverará» etc., entiende que se salvarán, que alcanzarán vida eterna los que no se apartarán de la fé cristiana y caridad cristiana ni por las persecuciones de los falsos profetas ni por las persecuciones de los falsos cristianos.
Y concluyendo Cristo esta su amonestacion que pertenece hasta el dia del juicio, añade: «y será predicado este evangelio» etc., entendiendo que, ántes que venga la fin del mundo, ha de ser predicado por todo el mundo el evangelio, la buena nueva de la remision de pecados y reconciliacion con Dios, que es intimada generalmente á todos los hombres á fin que no haya ninguno que se pueda quejar sino de sí mismo.
Adonde entiendo que, porque los hombres podrian alegar en su defension su fragilidad, el ser concebidos y nacidos en pecado conforme á aquello: «ecce enim in iniquitatibus conceptus sum» etc. (186), el evangelio les quita esta desculpa, en cuanto, ofreciéndoles él la remision de los pecados y no queriendo ellos aceptarla, no les quede desculpa ninguna, y de esta manera el evangelio será testimonio á todas las gentes porque les mostrará su infidelidad, impiedad y malignidad.
Aquí queda este escrúpulo: ¿cómo podrá el evangelio ser testimonio á aquellas gentes que serán muertas sin haber tenido ninguna noticia de él como será decir á los indios que murieron ántes que oyesen nombrar á Cristo, y aún á muchas gentes que mueren ántes que les sea propuesta la verdad cristiana, la remision de pecados y reconciliacion con Dios de que gozan los que la creen, en lo cual consiste el evangelio? Pero aquí es necesario que cautive el hombre su entendimiento y que, confesando su ignorancia, adore lo que no entiende, certificándose por las palabras de Cristo que, luego que el evangelio será predicado por todo el mundo, vendrá la fin del mundo. Pues cuando vereis la abominacion de la destruccion., la dicha por Daniel, profeta, estar en lugar santo ¡el que lee entienda! entónces los que estarán en Judéa, huyan á los montes, y el que en el tejado, no baje á tomar nada de su casa, y el que en el campo, no torne á tomar sus vestiduras, y ¡guai de las preñadas y de las que darán la teta en aquellos dias! Orad, pues, para que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado, porque habrá entónces grande afliccion cual no ha sido desde el principio del mundo hasta ahora ni será. Y si aquellos dias no fuesen acortados, no sería salva toda carne, pero por los escogidos serán abreviados aquellos días.
Estas palabras parece que pertenecen á la primera pregunta que hicieron los discípulos, acerca de la destruccion de Jerusalem, y así parece que en lo que dice de la abominacion de la destruccion ó abominacion destruidora, tomándolo de Daniel, alude á la estátua de Adriano que dicen que estuvo en el templo de Jerusalem, algunos años. Y parece que, porque las palabras de Daniel están obscuras, añadió Cristo: «el que lee entienda;» yo tanto no las entiendo, como tampoco entiendo en qué manera la estátua de Adriano puesta en el templo de Jerusulem, habia de ser señal de su ruina que ya era pasada. Entiendo bien que, queriendo Cristo exprimir una terrible y espantosa ruina y persecucion, pone aquellas cosas que acontecen cuando una ciudad es entrada por fuerza y es puesta á cuchillo, en cuanto los moradores de ella, habiendo perdido la esperanza de salvar las haciendas, atiendan solamente á salvar las vidas, huyendo á los montes, escondiéndose en lo alto de sus casas y no curando ni áun de tomar sus vestidos, y en cuanto están á mal partido las mujeres preñadas porque no pueden huir, y las que dan la teta porque no les basta el ánimo dejar sus niños.
Y queriendo Cristo exprimir aun mejor la furia de la persecucion, añade: «rogad, pues, que vuestra huida» etc., acomodándose al tiempo en que hablaba, en el cual no era lícito caminar en sábado más que cierto número de pasos, ántes pienso que era un comun hablar como sería decir: guárdeos Dios de venir en necesidad de huir en invierno que hay malos caminos, y en sábado que no es lícito caminar. Y poniendo la causa de estas amonestaciones, dice: «porque habrá entónces grande afliccion» etc.; y añadiendo: «y si aquellos dias» etc., puede entender que, si Dios no atajase la afliccion de aquel tiempo, no consintiendo que la persecucion pasase adelante, no quedaría vivo judío ninguno; y añadiendo: «pero por los escogidos» etc., puede entender que atajaria Dios la furia de aquella persecucion porque no pereciesen en ella los judíos que él tenia escogidos para traerlos á Cristo y darles vida eterna con Cristo.
De toda esta interpretacion quedo mal contento, pareciéndome que cuadrarian mejor á lo ménos estas últimas palabras en el dia del juicio, tanto porque no entiendo que la destruccion de Jerusalem haya sido mayor que fué la del diluvio ni que será la del tiempo del juicio, y entiendo que la del juicio será mayor que la de Jerusalem y que la del diluvio, cuanto porque aquello: «no sería salva toda carne,» que es lo mismo que si dijese: no se salvaria hombre ninguno, pertenece más al tiempo del juicio que al de la ruina de Jerusalem, siendo como es un hablar general, cuanto tambien porque aquello: «pero por los escogidos» etc., cuadra mucho mejor en el tiempo del juicio en el cual abreviará y acortará Dios la persecucion con que será perseguida la fé cristiana y será perseguido el vivir cristiano, porque no perezcan en ella sus escogidos y así no perezca toda la carne. Van estas palabras tan mezcladas las que pertenecen al juicio con las que pertenecen á Jerusalem y áun á las persecuciones contra los verdaderos cristianos que han sido y serán hasta la fin del mundo, que apenas puede el hombre distinguir las unas de las otras.
Entónces si alguno os dirá: ¡Hé aquí á Cristo! Ó: aquí! no lo creais, porque se levantarán falsos cristianos y falsos profetas, y darán grandes señales y milagros hasta ser engañados, si fuese posible, tambien los escogidos. Hé aquí, os lo he dicho. Por tanto si os dirán: ¡Hé aquí está en el desierto! no salgais. ¡Hé aquí en los escondrijos! no lo creais. Porque así como el relámpago sale de oriente y es visto hasta poniente, así será el advenimiento del hijo del hombre. Porque adonde estará, el cuerpo, allí se ayuntan las águilas.
Estas palabras propiamente pertenecen al tiempo del juicio y fin del mundo, en las cuales aprendemos cinco cosas.
La primera, que no habemos de dar crédito á ningun hombre que se nos haga Cristo, aunque le veamos hacer mucho mayores milagros de los que leemos que hizo Cristo.
La segunda, que los que, sintiendo su vocacion interior, se conocen escogidos de Dios, pueden estar ciertos que, por mucho que los hombres del mundo ayudados de los demonios del infierno trabajen por engañarlos, no serán bastantes á ello.
La tercera, que el engaño de los escogidos de Dios podria consistir en ir á buscar al que se hiciese Cristo, puesto en el desierto ó escondido en lo más secreto de la casa, porque correrian peligro de seguirlo y siguiéndolo se apartarian de Cristo.
La cuarta, que la venida de Cristo será presta, ilustre, clara y manifiesta por todo el mundo, comparada al relámpago que en un punto se muestra desde oriente hasta poniente.
La quinta, que en el dia del juicio los escogidos de Dios serán ayuntados con Cristo así como las águilas se ayuntan adonde ven un cuerpo muerto. Aquello: «hasta ser engañados» etc., parece que responde á lo que ha dicho que por los escogidos serán abreviados aquellos dias de persecucion, siendo el remedio de ella la presta venida de Cristo. En aquello: «en el desierto y en los escondrijos,» se han de entender todas las otras partes para donde los falsos cristianos llamarán á los verdaderos, llevándolo al Anticristo con achaque de llevarlos á Cristo.
Y luego despues de la afliccion de aquellos dias se oscurecerá el sol, y la luna no dará su claridad, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias del cielo se moverán. Y entónces será vista en el cielo la señal del hijo del hombre. Y entónces lloraran todos los tribus de la tierra y verán al hijo del hombre venir en las nubes del cielo con potencia y gloria grande, y enviará á sus ángeles con voz grande de trompeta y ayuntarán á sus escogidos de cuatro vientos desde lo alto de los cielos hasta el término de ellos.
Entiende Cristo que, pasada la afliccion y persecucion que será ántes de su advenimiento, sucederá esto que el sol se oscurecerá etc., y que entónces, faltando la luz del sol y la claridad de la luna, vendrá él con su luz y su claridad en el mundo, y así á esta luz y claridad será vista su gloria y su majestad, á la cual entiendo que llama «señal del hijo del hombre,» entendiendo su humanidad glorificada. Y queriendo Cristo mostrar que esta su venida hará dos efectos, uno de miseria en los hombres impíos y otro de gloria en los justos, dice: «Y entónces llorarán» etc.; y por «llorarán» el vocablo griego significa llorar de rabia, como los que llorando se mesan, se rascan y se muerden las manos.
Por tribus entiendo naciones ó linajes. Y diciendo: «de cuatro vientos,» entiende: de las cuatro partes del mundo, y diciendo: «desde lo alto de los cielos» etc., entiende; de la una extremidad de los cielos hasta la otra, porque en el griego es un mismo vocablo en el «alto,» que en el «término;» y parece que en estas palabras ha respondido Cristo á las dos cosas que habia tocado en las precedentes cuanto á su venida que la comparó al relámpago y cuanto al ayuntarse á él sus escogidos como las águilas al cuerpo muerto.
Y de la higuera aprended la parábola, ya cuando su ramo se enternece y nacen las hojas, conoceis que está cerca el verano; así tambien vosotros, cuando vereis todo esto, conoced que está cerca á la puerta. Dígoos de verdad: no pasará esta generacion hasta que todo esto sea hecho. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras norpasaran. Y de aquel dia y hora ninguno lo sabe ni los ángeles del cielo sino solo mi padre.
Cuatro cosas hay en estas palabras. La primera la comparacion de la higuera, adonde entiende Cristo que, así como por la higuera conocemos la venida del verano, así por el cumplimiento de todas estas señales que él ha dicho, conoceremos su venida al juicio.
La segunda, que, ántes que se pasase aquella edad de hombres que vivian entonces, vendria la ruina de Jerusalem, como con efecto vino. Y aunque parece extraño referir estas palabras á la ruina de Jerusalem, yo no hallo otro expediente con que salir de esta dificultad, porque el expediente que toman los que por generacion entienden á los hebreos, que diga Cristo: no será deshecho del todo este linaje de judíos sin que primero sean cumplidas todas estas cosas, no lo sufre la letra griega, la cual propiamente entiende: esta edad, estos hombres que viven ahora, y comunmente dicen que una edad es espacio de cien años, y el expediente que toman otros, diciendo que todas las cosas que aquí dice Cristo, cuanto á las persecuciones, cuanto á las guerras y sonidos de guerras y cuanto á los falsos cristianos y falsos profetas, segun escribe Josefo fueron vistas ántes de la destruccion de Jerusalem, tampoco cuadra así, porque no escribe Josefo que aquellos falsos cristianos y falsos profetas hicieron las señales grandes y prodigios ó milagros que aquí ha dicho Cristo, como porque viene á ser casi el mismo inconveniente en este expediente que en el referir estas palabras á la ruina de Jerusalem, pues es así que en aquello: «hasta que todo esto sea hecho» parece que viene tambien incluido lo que ha dicho del sol, de la luna y de las estrellas con todo lo demás que pertenece al juicio universal; y por tanto pienso que sea buen expediente referirlo á lo que ha dicho de la destruccion de Jerusalem. Y es mejor expediente confesar el hombre su ignorancia y decir: esto no lo entiendo.
La tercera cosa que hay en estas palabras, es la estabilidad y firmeza de las palabras de Cristo, que son más estables y más firmes que el cielo y que la tierra.
Y la cuarta el mucho secreto que tiene Dios en sus cosas, pues ni aun á sus ángeles ha revelado el dia en que será el juicio final; y si á los ángeles es encubierto, grandísima temeridad seria la nuestra si pretendiésemos saberlo.
Tambien entiende San Pablo que nunca los ángeles entendieron la vocacion de las gentes á la participacion de la gracia del evangelio hasta que la vieron, y él mismo prueba que la entendieron algunos hebreos como seria decir David y Esaías; y si la entendieron y profetizaron estos, cosa grande es decir que no la hubiesen entendido los ángeles, á lo ménos por las escrituras; en efecto, es grandísima nuestra ceguedad.
Y así como fué en los dias de Noé, así tambien á la venida del hijo del hombre, porque así será como en los dias de ántes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y casando hasta el dia que entró Noé en el arca y no conocieron hasta que vino el diluvio y los llevó á todos, así tambien será la venida del hijo del hombre. Entónces estarán dos en el campo, el uno será tomado y el otro será dejado; y dos moliendo en la muela, la una será tomada y la otra será dejada. Así que, velad, pues que no sabeis á que hora ha de venir vuestro señor. Y sabed esto que, si supiese el señor de su casa á qué hora el ladron ha de venir, velaria cierto y no consentiria que su casa fuese minada. Por tanto y vosotros estad aparejados, porque á la hora que no pensais vendrá el hijo del hombre.
Tres cosas notables toca aquí Cristo, en las cuales todas tiene intento á hacernos estar alerta, esperando cada dia y cada hora su venida al juicio.
La primera, que su venida al juicio será semejante á la venida del diluvio, en cuanto, así como en el diluvio perecieron casi todos los hombres, porque estaban descuidados como si no hubiera de venir, salvándose solamente los que estaban con cuidado, esperando, sabiendo y creyendo que habia de venir, así en su venida al juicio perecerán casi todos los hombres, porque estarán descuidados como si no hubiese de venir, salvándose solamente los que estarán, con cuidado, esperando, sabiendo y creyendo que ha de venir y que ha de tornar seguros á los hombres del mundo. De esta misma comparacion he hablado, 1ª Pedro 3, y aquí viene á propósito una consideracion que he escrito (187).
La segunda, que en la venida de Cristo estarán mezclados malos y buenos, justos é injustos, y que el bueno y justo será tomado y llevado á la inmortalidad y vida eterna, y el malo é injusto será dejado en afliccion y en miseria. Y esta eleccion de Dios entiendo que pertenece á la predestinacion. Y llamo bueno y justo al que su vivir cristiano, imitando á Cristo, da testimonio de su fé cristiana, de su incorporacion en Cristo.
La tercera, que el deber de toda persona cristiana es tener siempre delante sus ojos la venida de Cristo, esperándolo cada dia y cada hora sin descuidarse, si es posible, ni un momento; y cuánto sea útil y provechoso á las personas cristianas este contínuo cuidado para mantenerlas en el deber cristiano, para hacerlas vivir en la presente vida como muertas, viviendo una vida muy semejante á la que se ha de vivir en la vida eterna, lo saben por propia experiencia los que, siendo verdaderos cristianos, atienden á vivir cristianamente.
Cuanto á la comparacion del ladron al cual es comparado el dia del juicio, me remito á lo que he dicho 1ª Tesal. 5, que entiende Cristo: así como el señor de la casa, sabiendo cierto que un ladron ha de venir á robársela, está alerta para defendérsela, así cada uno de nosotros, sabiendo cierto que ha de venir este dia del juicio y que ha de poner en perpétua miseria á los que hallará descuidados, debe estar alerta y con cuidado para defenderse en aquel dia, como Noé se defendió del diluvio.
Diciendo: «casándose,» entiende los hombres, y diciendo: «y casando,» entiende á las mujeres. Diciendo: «y no conocieron,» entiende el peligro en que estaban. Diciendo: «moliendo en la muela,» alude á los molinos de mano adonde molian las mujeres. Al que ha llamado: «vuestro señor,» llama despues: «hijo del hombre.»
¿Cuál pues es el criado fiel y prudente al cual constituye el señor sobre los suyos para que les dé el comer á tiempo? Bienaventurado aquel criado al cual viniendo su señor hallará que hace así. Dígoos de verdad que lo constituirá sobre todo lo que tiene. Pero si aquel mal criado dirá en su corazon: Tarda mi señor de venir, y comenzará á herir á los otros criados y á comer y beber con beodos, vendrá el señor de aquel criado en el dia que no espera y en la hora que no sabe y partirálo por medio y pondrá su parte con los hipócritas, allí habrá llanto y batimiento de dientes.
Parece que esta parábola pertenece solamente á los discípulos de Cristo, quiero decir á los que por don de Dios son apóstoles ó doctores en la iglesia cristiana, predicando el evangelio ó enseñando el vivir cristiano, cada uno de los cuales es semejante al criado ó siervo que el señor constituye sobre los otros sus criados, en cuanto su deber es atender á predicar el evangelio y á enseñar el vivir cristiano á los que le son encomendados. Y cuando hará así, viniendo Cristo al juicio, la dará grande grado de gloria, así como por el contrario al mal discípulo que, descuidado de la venida de Cristo, pareciéndole que, pues Cristo tarda de venir, que no vendrá, usará mal de los dones que tendra de Dios, tiranizando á los que dependerán de él y viviendo viciosa y licenciosamente con hombres viciosos y licenciosos, tomándolo la venida de Cristo descuidado, será castigado terribilísimamente.
Adonde se entiende que, así como la gloria será mayor en los que emplearán bien los dones que Dios les habrá dado, así la pena será mayor en los que emplearán mal los dones que Dios les habrá dado. En efecto se ve bien que Cristo quiere que sus cristianos estemos siempre vigilantes, no descuidándonos jamás de su venida, y que atendamos á emplear bien los dones que él nos habrá dado.
Adonde dice: «sobre los suyos,» entiende: sobre su familia, sobre los de su casa; y adonde dice «á los otros criados,» el vocablo griego significa á los que son criados como él, en su compañía. Diciendo: «partirálo por medio,» entiende: castigarálo reciamente como son castigados los que son descuartizados. Tanto entiendo que vale decir: «con los hipócritas» como si dijese: con los santos del mundo, los cuales son hipócritas en cuanto, atendiendo á la santidad exterior y no á la interior, muestran ser lo que no son, y pertenéceles este nombre áun cuando ellos no tienen aquel intento, quiero decir cuando no pretenden en sus obras ser tenidos por santos en los ojos del mundo, si pretenden justificarse con ellas en presencia de Dios.
Y aquí entiendo cuánto será recio el castigo con que serán castigados los santos del mundo, pues, queriendo Cristo encarecer el castigo del mal siervo, dice que será puesto con los hipócritas que son los santos del mundo, los cuales serán puestos en perpétua miseria, entendida por el planto ó llanto y batimiento de dientes.
Esto es lo que al presente yo alcanzo á entender en todo este capítulo; si en algun tiempo entenderé alguna cosa mejor, no dejaré de añadirla aquí, como añadiré ahora dos cosas.
La una es que, viendo yo que á las curiosas demandas de los discípulos, que deseaban saber el tiempo de la ruina de Jerasalem y del dia del juicio cristiano, respondió de manera que de su respuesta no podian colegir lo uno ni lo otro, porque, cuanto á la ruina de Jerusalem, parece que no les dice sino que entiendan la profecía de Daniel, y, cuanto al dia del juicio, no les dice sino muchas señales que serán vistas primero, avisándolos de la manera como se debian gobernar en aquel tiempo y reduciéndolos á que pasasen toda su curiosidad en esperar continuamente cada dia y cada hora su venida al juicio, entiendo que debo mortificar y matar en mí toda manera de curiosidad, estando asimismo advertido á mortificarla y matarla en las personas cristianas que platicarán y conversaran conmigo. Y curiosidad entiendo que es todo aquello en que no hay edificacion cristiana, como eran estas preguntas de los discípulos de Cristo.
La otra cosa es que, siendo todo este capítulo profecía de la ruina de Jerusalem, y del dia del juicio, no es maravilla que Cristo proceda en él mezclando lo uno con lo otro de la manera que algunos profetas, antes los más principales, proceden en sus profecías, mezclando unas cosas con otras, como se vé en Esaías y en Jeremías, los cuales, profetizando la liberacion del pueblo hebreo de la cautividad de Babilonia, su tornada en Jerusalem, la reedificacion de la ciudad y del templo, con los dos advenimientos, el humilde que habemos visto y vemos en los que son sus miembros, y el glorioso que veremos en él y en los que son sus miembros, y así la felicidad del reino de Cristo en la presente vida, cuanto á la comunicacion del espíritu santo que es comunicado á los que creen, con la gloria del reino de Dios en la vida eterna, cuanto al ver á Dios cara á cara, al conocerlo á él como él nos conoce á nosotros, de tal manera van mezclando lo uno con lo otro que no basta toda junta la prudencia humana á poder distinguir lo uno de lo otro.
Adonde entiendo que, así como es menester espíritu de profecía para hacer distincion en lo que dicen los profetas, así es tambien menester espíritu de profecía para hacer distincion en lo que aquí con espíritu de profecía dice Cristo.
Tambien entiendo que, así como la feliz tornada del pueblo hebreo en Jerusalem fué como sombra de la felicísima tornada del pueblo cristiano despues de la resurreccion en el reino de Dios y vida eterna que es celestial Jerusalem, así la particular ruina de Jerusalem, con las persecuciones, con los trabajos y con las miserias que fueron antes de ella, fué como sombra de la general ruina de todo el mundo con las persecuciones, con los trabajos y con las miserias que serán ántes de ella.
Para lo cual todo conviene que todos nosotros estemos armados, con estas amonestaciones que aquí da Cristo á sus discípulos y por ellos á todos nosotros, tomando por principal amonestacion el estar continuamente alerta, esperando esta felicísima venida de Jesu-Cristo nuestro Señor, ciertos que viene á darnos inmortalidad y vida eterna porque esta, como he dicho, entiendo que es la esperanza cristiana la que pone San Pablo entre la fé y la caridad, como he dicho en una consideracion (188).