El evangelio según San Mateo
declarado por Juan de Valdés


Traducido fielmente del griego en romance castellano y declarado según el sentido literal con muchas consideraciones sacadas de la letra, muy necesarias al vivir cristiano. 
www.iglesiareformada.com
Capítulo XXV

         Entónces será semejante el reino de los cielos á diez vírgenes, las cuales tomando sus lámparas salieron á recibir al esposo. Las cinco de ellas eran nécias y las cinco sabias. Las que eran necias, tomando sus lámparas, no tomaron consigo ólio, y las sabias tomaron ólio en sus vasos con las lámparas. Y tardando el esposo, se adormecieron, todas y durmieron; y á media noche fué dicho á voces: ¡Hé aquí, viene el esposo! Salid á recibirlo. Entónces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. Y las nécias dijeron á las sabias: Dadnos de vuestro ólio porque nuestras lámparas se apagan; y respondieron las sabias, diciendo: No, porque por ventura no falte á nosotras y á vosotras; mejor será que vais á los que lo venden y que os compreis. Y como fueron idas á comprar, vino el esposo, y las aparejadas entraron con él á las bodas y fué cerrada la puerta. Y despues vinieron tambien las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, Señor, ábrenos! Y él respondiendo, dijo: Dígoos de verdad: no os conozco. Así que velad, pues que no sabéis el dia ni la hora en que el hijo del hombre viene.

    El intento de Cristo en esta parábola, como parece por las palabras con que la concluye, es el mismo que habemos visto en la parábola precedente, avisarnos que estemos alerta y á punto, esperando siempre su venida al juicio. Y no la esperan sino los que la desean, y no la desean sino los que por el evangelio tienen por cierto que será gloriosa para ellos.

    Adonde se ha de notar la manera que usaba Cristo en sus comparaciones, porque dice: «entónces será semejante el reino de los cielos á diez vírgenes,» entendiendo que en su venida al juicio acontecerá á los cristianos, comprehendiendo buenos y malos, lo que en unas bodas aconteció á diez vírgenes, en cuanto, así como todas estas diez se aparejaron con sus lámparas para recibir al esposo, así todos los cristianos se aparejan con el bautismo y con los otros sacramentos y las otras ceremonias de la iglesia para recibir á Cristo cuando vendrá á tomar consigo á su esposa que es la iglesia; y en cuanto, así como las cinco vírgenes siendo nécias no llevaron consigo ólio con que encender sus lámparas, y las otras cinco vírgenes siendo sabias llevaron ólio consigo en sus vasos, así los malos cristianos siendo nécios no llevan consigo aquella fé, con que, aceptando el hombre la gracia del evangelio, hace suya la justicia de Cristo, y la cual tiene al hombre en continua esperanza de la venida de Cristo, cierto que será gloriosa para él, y la cual, mortificando y vivificando al hombre, hace en él aquellos efectos de caridad que pone San Pablo 1ª Cor. 13, la cual fé con sus efectos es la que hace que las lámparas ardan, que los cuerpos resuciten gloriosos, y los buenos cristianos siendo sabios con aquella divina sabiduría, llevan consigo aquella viva fé, demandando siempre á Dios que se la acreciente, la cual tiene vivas sus lámparas, teniendo siempre viva en sus memorias la sangre que Cristo derramó por ellos; y en cuanto, así como, tardando la venida del esposo, todas diez vírgenes, vencidas del sueño, se durmieron, así, tardando la venida de Cristo al juicio, todos los cristianos, malos y buenos, morimos; y en cuanto, así como, viniendo el esposo, las vírgenes á voces fueron despertadas y todas despertaron, así, viniendo Cristo al juicio, los cristianos al sonido de la trompeta seremos llamados para que lo salgamos á recibir y todos resucitaremos; y en cuanto, así como, queriendo las vírgenes nécias encender sus lámparas, echaron ménos el ólio, viendo que no ardian, así, queriendo los malos cristianos comparecer delante de Cristo, echarán ménos la fé con los efectos de la fé, viendo que no les basta el ánimo á comparecer con sus justificaciones exteriores salidas de amor propio; y en cuanto, así como no sirvió á las vírgenes necias el ólio que llevaban las vírgenes sabias, así no servirá á los malos cristianos la fé cristiana con los efectos de la fé que llevarán los buenos cristianos.

    El resto de la parábola cuadra bien en las cosas humanas, pero no cuadra en las cosas divinas, quiero decir la respuesta de las vírgenes sabias con el ir las nécias á comprar el ólio y el tornar despues de haberlo comprado. Y sí dirá uno: si no cuadra ¿para que lo puso Cristo? le responderé que lo puso por venir á decir aquella terrible palabra que será dicha á los malos cristianos: «no os conozco.»

    Y no conoce Cristo sino á los que, aceptando por divina inspiracion su santo evangelio, la aceptacion es en ellos eficaz, en cuanto los incorpora en él á hacerles vivir como vivió él, quiero decir, á aplicarlos á vivir en la presente vida una vida muy semejante á la que han de vivir en la vida eterna con puridad y limpieza, con humildad y mansedumbre y con caridad y obediencia á Dios en todas las cosas; á los que no son tales no los conoce Cristo, y por tanto no entrarán en las bodas de la vida eterna cuando Cristo ayuntará consigo á su iglesia, y, como dice San Pablo (189), entregará el reino á su eterno padre.

    Para la cual fiesta nos amonesta Cristo que estemos siempre apercibidos con el ólio de la fé que abraza la remision de pecados y reconciliacion con Dios por Cristo y en Cristo, y que es eficaz en nosotros para hacernos vivir cristianamente, mortificados cuanto á Adam y vivificados cuanto á Cristo, esperando con mucho deseo la venida de Cristo, ciertos que nuestras lámparas, que son nuestros cuerpos, teniendo en sí el ólio de la fé cristiana, serán gloriosos, claros y resplandecientes, y no como los de los malos cristianos que serán como las lámparas de las vírgenes nécias, obscuras y tenebregosas.

    Y aquí es bien decir que la diferencia que hay entre la fé humana de los falsos cristianos y la fé cristiana de los verdaderos cristianos, es esta: que la fé humana hace que los falsos cristianos, creyendo por opinion, por relacion y por informacion, creen la historia de Cristo, pero no creen el prometimiento en Cristo, no creen que en Cristo han sido castigados y que son reconciliados; con Dios por Cristo, ni se aplican á la imitacion de Cristo porque no aman á Dios ni á Cristo, y por tanto no esperan el dia del juicio, ántes lo temen y nunca querrian que viniese; y la fé cristiana hace que los verdaderos cristianos, creyendo por inspiracion y revelacion, no solamente creen la historia, de Cristo, pero creen el prometimiento de Dios en Cristo y por Cristo, aceptando la gracia que les ofrece el evangelio, teniéndose por justos y por reconciliados con Dios en Cristo y por Cristo, y se aplican á la imitacion de Cristo, deseosos de comprehender la perfeccion en que son comprehendidos por la incorporacion en Cristo, y de aquí es que con grandísimo deseo esperan el dia del juicio como dia de su entera glorificacion. Adonde dice: «fué dicho á voces,» en el Griego á la letra dice: fué gritado ó fué voceado.

         Así como un cierto hombre, queriendo ir un largo camino, llamó á sus criados y dióles su hacienda; y á este dió cinco talentos, á este dos y á este uno, á cada uno segun su propia fuerza, y partióse luego. Fué pues el que habia recibido los cinco talentos y negoció con ellos é hizo otros cinco talentos. Semejantemente y el que habia recibido los dos, tambien él ganó otros dos. Y el que habia recibido el uno, ido cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor. Y despues de mucho tiempo vino el señor de aquellos criados y púsose á cuenta con ellos. Y venido el que habia recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me diste, hé aquí, otros cinco talentos he ganado con ellos. Y díjole su señor: Oh, buen criado y fiel, en poco has sido fiel, en mucho te constituiré, entra en el gozo de tu señor. Y viniendo tambien el que habia recibido los dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me diste, hé aquí, otros dos talentos he ganado sobre ellos. Díjole su señor: Oh, buen criado y fiel, en poco has sido fiel, en mucho te constituiré, entra en el gozo de tu señor. Y viniendo tambien el que habia recibido el un talento, dijo: Señor, conociéndote que eres hombre terrible, que siegas adonde no has sembrado y que allegas adonde no has derramado, tuve miedo y fuí y escondí tu talento en la tierra; hé aquí, tienes lo tuyo. Y respondiendo su señor le dijo: Mal criado y perezoso, sabias que siego adonde no he sembrado y allego adonde no he derramado, convenia pues que tú dieses mi dinero á los cambiadores, y viniendo yo habria recibido lo mio con logro. Quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene diez talentos. Porque á todo aquel que tiene será dado y abundará, y del que no tiene áun lo que tiene le será quitado. Y al criado inútil echadlo á la obscuridad postrera, allí habrá llanto y batimiento de dientes.

    El intento de Cristo en esta parábola es exhortar y amonestar á los que por beneficio suyo de él tienen dones espirituales á que aprovechen con ellos á sus prójimos, predicando á todos los hombres el evangelio y enseñando á sus hermanos el vivir cristiano, y aprovechando y sirviendo á los unos y á los otros conforme á los dones que tienen de Dios, y mostrar que los que lo harán así, serán admitidos á la gloria de la vida eterna, y que los que harán de otra manera, miserablemente serán echados de ella.

    El hombre, que, queriéndose partir un largo camino, reparte su hacienda entre sus criados ó siervos, es Cristo, el cual continuamente desde el cielo, adonde está sentado á la diestra de su eterno Padre, reparte su espíritu, con los otros tesoros divinos que Dios ha puesto en él, con los que Dios trae á él, porque estos son sus criados, sus siervos. Y el repartimiento es, como dice San Pablo, «secundum mensuram donationis Christi,» Efes. 4 (190), y como dice en otra parte: «sicut Deus divisit mensuram fidei,» Rom. 12 (191), y esta es la propia fuerza, habilidad ó capacidad de cada uno de los que somos criados, y siervos de Cristo.

    Por el que recibió los cinco talentos y por el que recibió los dos son entendidos todos aquellos que, habiendo recibido dones de Dios, los emplean bien, granjeando con ellos, quién más y quién ménos, segun son mayores ó menores los dones. Estos en el dia del juicio serán alabados de Cristo y admitidos á la vida eterna que es «el gozo de su señor,» adonde Cristo esta glorioso y triunfante.

    Por el que recibió un talento son entendidos todos los que, teniendo mala opinion de Cristo, lo temen como siervos, lo temen como á tirano cruel y vindicativo, y por tanto, teniendo miedo que, si se ponen á granjear con los dones que les da, más presto los hombres los gastarán y estragarán á ellos de manera que vendrán á perder sus dones, que no ellos aprovecharán á otros con ellos, ó se callan con ellos no queriéndolos comunicar, ó se van á esconder en desiertos ó lugares solitarios. Estos en el dia del juicio serán injuriados de Cristo y privados de lo que recibieron y echados en el fuego del infierno.

    Y aquí principalmente aprendemos dos cosas importantísimas. La una, que, porque siempre los hombres nos gobernamos con Dios y con Cristo segun la buena ó mala opinion que tenemos de Dios y de Cristo, á cada uno de nosotros pertenece atender á formar dentro de nuestros ánimos buena opinion de Dios y de Cristo, para lo cual debemos huir toda leccion de escrituras escritas con espíritu humano y aplicarnos á la leccion de las escrituras escritas con espíritu santo é interpretadas con aquel mismo espíritu con que fueron escritas, conforme á lo que dice San Pedro en su epístola segunda, cap. I. Lo que digo de las escrituras, entiendo tambien de las conversaciones; los hombres como hombres no pueden hablar bien de Dios ni de Cristo, aunque ellos trabajen por hablar bien, porque de la abundancia del corazon habla la boca, y el espíritu santo en los hombres por la misma causa no puede sino hablar bien de Dios y de Cristo. Y casi siempre es así que tales somos nosotros cuales son las escrituras en quienes leemos y son los hombres con quienes platicamos y conversamos.

    La otra cosa, que aprendemos aquí, es: cuánto es peligroso el temor, pues á los temerosos acontecerá lo que aconteció al mal siervo. Los hombres que sin espíritu cristiano leen las santas escrituras, viendo que casi toda la piedad de los santos de la ley estaba fundada en temor, van canonizando el temor, y no consideran que á aquellos santos que estaban debajo de ley, era tan propio y tan anexo el temor como es propio y anexo el amor á los santos del evangelio que como dice San Pablo (192), no están debajo de ley sino debajo de gracia, antes no consideran que el temor de los santos hebreos no era por tener mala opinion de Dios, porque lo tuviesen por tirano, por cruel ni por vindicativo, sino por tener mala opinion de sí mismos, hallándose vivísimos en sus afectos y en sus apetitos, porque aún no habia Cristo mortificado la carne de sus miembros, matando la suya en la cruz, de la cual mortificacion sienten los efectos los que por la fé cristiana están incorporados en Cristo (193).

    Adonde yo, teniendo por certísimo que todos cuantos irán por la vía del temor, el cual no puede ya ser divino sino humano, por mucho que lo quieran colorar, intitulándolo temor filial, tendrán de Dios y de Cristo la misma opinion que el mal siervo tenia de su señor, aconsejaré siempre á las personas que se hallarán con dones espirituales y cristianos, que se aparten del camino del temor y se alleguen al camino del amor, y será así certísimo que será en ellos más eficaz para hacerlos vivir vida espiritual y divina un quilate de amor que ciento de temor. Los que no aman, porque no saben qué cosa es amar, no creen que pueda ser esto, así como el que no es magnánimo, porque no sabe qué cosa es magnanimidad, no cree lo que le es dicho de la magnanimidad.

    Haciendo Cristo que el Señor repita las palabras del mal criado para justificar su sentencia, muestra que el espíritu santo convence á los hombres del mundo con sus propias palabras, conforme á aquello: «qui comprehendit sapientes in sapientia sua.» (194) Aquello: «porque á todo aquel que tiene» etc., entiende que es proverbio vulgar del cual se sirvió Cristo como si dijera: y cúmplese el proverbio que dice que al que tiene dan y al que no tiene quitan lo que tiene; y aunque parece extraño decir que al que no tiene quitan lo que tiene, no es extraño, porque entiende Cristo que al que no tiene más de lo que ha recibido, como el mal siervo, le es quitado lo que tiene, lo que ha recibido.

    Y aquí se ha de advertir que no es necesario que la parábola cuadre en que el talento del mal criado será dado al buen criado, porque cuadra bien esto en el hombre que repartió su hacienda, pero no cuadra en Cristo, el cual no tiene necesidad de quitar á unos para dar á otros, siendo él riquísimo y abundantísimo de dones espirituales y divinos, así como el sol no tiene necesidad de privar á uno de su luz para hacer que otro vea más luz.

            Pues cuando vendrá el hijo del hombre en su gloria y todos los santos ángeles con él, entónces se asentará en el trono de su gloria y serán ayuntadas delante de él todas las gentes, y apartará á los unos de los otros así como el pastor aparta las ovejas de los cabritos y pondrá á las ovejas á su diestra y á los cabritos á la siniestra. Entónces dirá el rey á los que estarán á su diestra: Venid, benditos de mi padre, heredad el reino aparejado para vosotros desde el principio del mundo, porque hube hambre y dístesme de comer, hube sed y dístesme de beber, fuí peregrino y acogístesme, desnudo y vestístesme, enfermo y visitástesme, estuve en cárcel y venístes á mí. Entónces le responderán los justos diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, ó sediento y te dimos de beber, y cuándo te vimos peregrino y te acogimos, ó desnudo y te vestimos, y cuándo te vimos enfermo ó en carcel y venimos á tí? Y respondiendo el rey les dirá: Dígoos de verdad: en cuanto habeis hecho esto con uno de estos mis hermanos los pequeños, conmigo lo habeis hecho. Entónces dirá tambien á los de la siniestra: Partíos de mí, malditos, al fuego eterno el aparejado al diablo y á sus ángeles, porque hube hambre y no me dístes de comer, hube sed y no me dístes de beber, fuí peregrino y no me acogístes, desnudo y no me vestístes, enfermo y en cárcel y no me visitástes. Entónces le responderán tambien estos diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, ó sediento, ó peregrino, ó desnudo, ó enfermo, ó en carcel y no te servimos? Entónces le responderá diciendo: Dígoos de verdad: en cuanto no habeis hecho esto con uno de estos pequeños, ni conmigo lo (195) habeis hecho. E irán estos á castigo eterno, y los justos á vida eterna.

    Así como en la parábola precedente entiendo que tuvo Cristo intento á amonestar á los que tienen dones espirituales, que sirvan y que aprovechen con ellos á sus prójimos para hacerlos hermanos y á sus hermanos para perfeccionarlos más, así entiendo que en estas palabras tiene Cristo intento á persuadir á los que tienen de las riquezas de este mundo, que sirvan y que provean las necesidades de los que son sus miembros, persuadiéndose, como es así verdad, que no sirven á ellos sino á él en ellos.

    Esto hace mostrándoles que en el dia del juicio no conocerá por suyos á los que en la presente vida no lo habrán conocido á él en sus miembros, en los que, aceptando su evangelio, están incorporados en él, y así no habrán hecho con ellos el deber de personas cristianas, mostrando en ellos el amor que se persuaden tenerle á él, y que en el mismo dia conocerá por suyos á los que lo habrán conocido y servido á él en sus miembros; y así á estos dará vida eterna, y á los otros enviará al fuego eterno. Este es el intento de Cristo en todas estas palabras, en las cuales hay muchas cosas dignas de mucha consideracion.

    La primera, la forma del juicio universal, quiero decir la gloria y la majestad con que Cristo vendrá á él. La segunda, que resucitarán buenos y malos, justos é injustos. La tercera, que holgaba siempre Cristo de compararse al pastor, adonde nos podemos consolar los que somos de Cristo, ciertos que tiene de nosotros el cuidado que tiene el buen pastor de sus ovejas. La cuarta, que en los que son justos, concurren estas dos calidades: la una, que son benditos de Dios, la cual bendicion los hace justos; y la otra, que son predestinados para la vida eterna, cosa que da grande ánimo á los que sienten en sí la bendicion de Dios, con que son certificados que serán herederos del reino de Dios.

    La quinta, que mostrará Cristo la justicia de los verdaderos cristianos por la misericordia que ellos habrán mostrado con él, proveyendo las necesidades de sus miembros, quiero decir que, alegando Cristo las obras de misericordia que sus miembros habrán hecho con sus miembros, mostrará que han sido justos, porque, si no lo fueran, no las hicieran, en cuanto, si no fueran ellos miembros de Cristo, no conocieran á los miembros de Cristo, y no conociéndolos no pudieran haber hecho con ellos lo que aquí dice Cristo.

    La sexta, que, porque los que son justos, obrando obras de caridad, no pretenden justificarse por ellas ni aun hacen cuenta que las obran ellos sino el espíritu de Dios en ellos, como no las tienen por suyas, no tienen cuenta con ellas, y así, siéndoles hablado en ellas, se maravillan. Tal es la condicion de los que obran porque son justos, no obrando por interes sino por aficion; los que obran por ser justos, obrando por interes, tienen gran cuenta con sus buenas obras, y no son buenas, porque nacen de amor propio, pues es así que obran por interes, obran por ser justos, no siendo justos, y el mal árbol no puede dar buen fruto.

    La séptima, que condenará Cristo la injusticia, la impiedad y la infidelidad de los falsos cristianos que son los cabritos; porque este juicio es entre verdaderos y falsos cristianos, alegándoles el no haber usado de caridad con sus miembros, porque, si la hubiesen usado, habrian dejado la injusticia, la impiedad y la infidelidad, en cuanto no la puede usar el que no se aparta de todo esto, y apartándose habrian sido verdaderos cristianos. Adonde se ha de considerar que, si tratará Cristo con todo este rigor á los falsos cristianos que no habrán usado misericordia con sus miembros ¿qué pueden esperar que les entrevendrá los que habrán perseguido á los miembros de Cristo?

    La octava, que, así como la heredad de Dios, que es la vida eterna, está aparejada desde el principio del mundo para Cristo y para los miembros de Cristo, así el fuego eterno está aparejado para el diablo y para sus ángeles; y aquí parece que llama Cristo ángeles del diablo á los hombres del mundo y santos del mundo, y estáles bien este nombre o esta semejanza, porque el diablo se sirve de ellos para impedir las obras de Dios, tentando, molestando, persiguiendo y matando á los que son escogidos de Dios por apartarlos de Cristo y de Dios.

    La nona, que si bien los falsos cristianos hacen alguna vez algun bien á Cristo, á los que son miembros de Cristo, porque no tienen intento á servir á Cristo, no moviéndose por amor de Cristo sino por amor propio, por interes propio de la vida presente ó de la futura, no les es tomado en cuenta aquel bien que hacen; es bien, en cuanto sirve á los escogidos de Dios, y no es bien, en cuanto no sale de ánimo bueno, y por tanto no agrada á Dios.

    La décima, que los falsos cristianos que, no conociendo á Cristo en sus miembros, no lo habrán servido en ellos, serán castigados con pena eterna, y que los verdaderos cristianos que, conociendo á Cristo en sus miembros, lo habrán servido en ellos, serán remunerados con gloria eterna. Adonde no se ha de entender que los falsos cristianos serán condenados porque no habrán servido á Cristo en sus miembros sino que serán condenados porque, habiendo aceptado á Cristo con las bocas y no habiéndolo aceptado en sus corazones, se habrán estado en sus pecados, en su impiedad é infidelidad, mostrando ser tales en no haber servido á Cristo en sus miembros, porque, si no fueran tales, le hubieran servido; ni tampoco se ha de entender que los verdaderos cristianos serán remunerados porque habrán servido á Cristo en sus miembros sino que serán salvos porque, habiendo aceptado á Cristo en sus corazones, habrán alcanzado remision de sus pecados y sido píos, santos y justos, mostrando ser tales en haber servido á Cristo en sus miembros, porque, si no fueran tales, no le hubieran servido.

    De manera que el servir ó no servir á Cristo en sus miembros no nos hace justos ni injustos, sino da testimonio de nuestra justicia ó injusticia. Los que pretenderán ser justos, sirviendo á los que conocerán ó pensarán que son miembros de Cristo, darán testimonio de sí que no conocen á Cristo, que no saben qué cosa es la justicia de Cristo, porque en aquella pretension está el error; y los que dudarán si son ó no son justos, pareciéndoles que no sirven á los que son miembros de Cristo, ó porque no conocen ningunos ó porque no se ofrece en qué servirlos, darán tambien testimonio de sí que no conocen bien á Cristo, que no han aún aceptado en sus corazones la justicia de Cristo; porque es así que los que conocen bien á Cristo y han aceptado bien en sus corazones la justicia de Cristo, conociéndose justos en Cristo, no pretenden justificacion ninguna por sus obras, y obrando obran por aficion y obran descuidadamente, porque no obran ellos sino el espíritu de Cristo en ellos, el cual les ofrece y pone delante, sin que ellos las busquen ni las procuren, grandes ocasiones en que, sirviendo por aficion á Cristo en sus miembros, muestran que conocen á Cristo, que aman á Cristo, que tienen por suya la justicia y la inocencia de Cristo y que por tanto son píos, justos y santos, no por sí ni por sus servicios sino porque creyendo están incorporados en Cristo y atienden á comprehender la perfeccion en que son comprehendidos por la incorporacion en Cristo.

    Cuanto á lo que demás de esto se podria decir sobre estas palabras, me remito á lo que he escrito en una consideracion (196). Aquello: «entónces dirá el rey,» se ha de considerar, porque, hablando Cristo de sí, se llama rey. Tambien se ha de considerar que debajo de estas obras de misericordia, que aquí nombra Cristo, habemos de entender todas las que son en utilidad corporal de nuestros hermanos, porque en estos servimos á Cristo. Diciendo: «pequeños,» entiendo humildes y despreciados en el mundo.

    Y porque aquí no hace Cristo mencion sino del bien que se hace á los que, siendo sus miembros, son sus hermanos y padecen como él, es bien añadir aquí esto que al cristiano pertenece hacer bien á todos, á unos, como á prójimos, y á otros como á hermanos, á los prójimos con intento de traerlos y reducirlos á que sean hermanos, y á los hermanos con intento de servir á Cristo en ellos, pretendiendo que ellos conozcan y vean que Cristo cumple con ellos lo que les tiene prometido en la vida presente, á fin que así se certifiquen más que les cumplirá tambien lo que les tiene prometido en la vida eterna, y, certificados más, sean más verdaderos cristianos; de manera que siempre el hermano sea prepuesto al prójimo. Esto es conforme á lo que dice San Pablo: «operemur bonum ad omnes, maxime autem ad domesticos fidei.» Gal. 6 (197).

    Esta forma del juicio final, cuanto al condenar y salvar, entiendo que está declarada por Cristo, Lucas 7, en el caso de la mujer y del Fariseo, como lo mostraré allí.