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El evangelio según San Mateo
declarado por Juan de Valdés


Traducido fielmente del griego en romance castellano y declarado según el sentido literal con muchas consideraciones sacadas de la letra, muy necesarias al vivir cristiano.
Capítulo XXVII

           Y venida la mañana, tomaron consejo todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo contra Jesus para matarlo, y atándolo lo trajeron y lo entregaron á Poncio Pilato el presidente. Entónces viendo Judas, el que lo habia vendido, que era condenado, arrepentido tornó los treinta argénteos á los príncipes de los sacerdotes y á los ancianos, diciendo: Pequé vendiendo la sangre inocente. Y ellos dijeron: ¿Qué se nos da á nosotros? Tú lo verás. Y arrojando los argénteos en el templo, se apartó é ido se ahorcó. Y los príncipes de los sacerdotes tomando los argénteos dijeron: No es lícito echarlos en el cepo, porque son precio de sangre; y tomando consejo, compraron de ellos un campo de un ollero por sepultura para los forasteros; por tanto fué llamado aquel campo Campo de Sangre hasta el dia de hoy. Entónces se cumplió lo dicho por Jeremías profeta que dice: Y tomaron los treinta argénteos, el precio apreciado que fué apreciado por los hijos de Israel y diéronlos por el campo del ollero, segun que me ordenó el Señor.

    Con el mismo espíritu entiendo que se conoció condenado Júdas y se ahorcó, conociendo su condenacion, que se habia apasionado para vender á Cristo y lo habia vendido: quiero decir que el mismo espíritu malo, que lo cegó ántes que hiciese el mal para que no lo considerase, le abrió los ojos despues de hecho el mal para que lo conociese y se conociese condenado por él y se ahorcase. Adonde entiendo que, aunque Júdas conocia que hacia mal en vender á Cristo, porque no se conoció condenado por ello, no se desistió de su mal propósito; que esto sea así, consta por esto que, luego como conoció su condenacion, se arrepintió y de mal contento se ahorcó. Y tengo por cierto que todos los que apasionados como Júdas persiguen á Cristo en sus miembros, persiguiendo la verdad cristiana y el vivir cristiano, al fin se resuelven en lo que se resolvió Júdas, y, si con efecto no se ahorcan, es porque su malignidad es áun mayor que la de Júdas, perseverando hasta el fin de sus dias en ejecutarla sin confesarse jamás malignos como se confesó Júdas, la cual confesion, si bien no le sirvió á él, sirvió á la manifestacion de la inocencia de Cristo, pues el mismo que lo vendió dió testimonio de ella.

    En los pontífices hebreos y en los ancianos se ha de considerar al natural la propia condicion de los que se aplican á la falsa religion, que se tragan el camello y van colando el mosquito, mataban al inocente y escrupuleaban el poner en el tesoro del templo los dineros que habian dado al que lo habia vendido. Tales cosas como esta son vistas siempre en los que son tales como estos; y son tales como estos todos cuantos se aplican á la falsa religion, que consiste en vanas ceremonias y en supersticiosas observaciones de dias, de meses, de tiempos y de años etc., y se apasionan por ella, porque, no conociendo la verdadera religion que consiste en aceptar á Cristo y en imitar á Cristo, son casi forzados á perseguir á los que se aplican á ella y más á los que aplicados á ella la enseñan, porque, así como con la claridad del sol son descubiertas las tachas de una cosa fea y mal hecha, así con la claridad de la verdadera religion son descubiertas las tachas y las fealdades de la falsa religion.

    Con la profecía, que alega aquí San Mateo, ha dado bien que hacer y que decir á los que han escrito sobre ella desde entónces acá, á los cuales me remito. Adonde dice: «el presidente,» puede decir: el gobernador. Diciendo que era condenado, entiende que por su pecado merecia el infierno. Por lo que aquí dice «cepo,» el vocablo griego, que es hebreo, significa el lugar adonde eran puestos los dineros que las gentes ofrecian en el templo, como son las cajetas ó arquillas que en Castilla ponen en las iglesias para que los que entran echen allí limosna para la fábrica de la iglesia, á las cuales arquillas llamamos cepos. Adonde dice: «campo,» entiende una tierra ó haza. Y adonde dice: «forasteros,» puede decir peregrinos, extranjeros y huéspedes. «Ollero» es el que hace cosas de barro, por otro nombre es llamado alfaharero.

           Y Jesus estaba delante del presidente, y preguntóle el presidente diciendo: ¿Eres tú el rey de los Judíos? Y Jesus le dijo: Tú lo dices. Y siendo acusado de los príncipes de los sacerdotes y de los ancianos, no respondia nada. Entónces le dice Pilato: ¿No oyes cuántas cosas atestiguan contra tí? Y no le respondió á ninguna palabra, en tanto que el presidente se maravillaba mucho. Y por la fiesta acostumbraba el presidente soltar un preso al pueblo, el que querian; y tenia entónces un preso estimado llamado Barrabás. Ayuntados pues ellos, díjoles Pilato: ¿Cuál quereis que os suelte: á Barrabás ó á Jesus, el llamado Cristo? Sabia bien que por envidia lo habían entregado. Y asentado él en el tribunal, envió á él su mujer diciendo: No te empaches con aquel justo, porque mucho he padecido hoy en sueño por su causa. Y los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron á las gentes que demandasen á Barrabás y que á Jesus lo hiciesen morir. Respondiendo pues el presidente les dijo: ¿A cuál de los dos quereis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. Díceles Pilato: Pues ¿qué haré á Jesus el llamado Cristo? Dícenle todos: Sea crucificado. Y el presidente dijo: ¿Por qué? ¿qué mal ha hecho? Y ellos con más instancia gritaban diciendo: ¡Sea crucificado! Y viendo Pilato que no aprovechaba nada, ántes más bullicio se hacia, tomando agua se lavó las manos en presencia de la gente, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo. Vosotros lo vereis. Y respondiendo todo el pueblo dijo: Su sangre venga sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Entónces les soltó á Barrabás, y á Jesus azotado lo entregó para ser crucificado.

    En estas palabras se ofrecen estas ocho cosas dignas de consideracion. La primera, que los santos del mundo, que escrupuleaban el poner en el cepo los dineros que les arrojó Júdas, estaban acusando al hijo de Dios en presencia de Pilato gentil. Adonde aprendo que me conviene apartar de todo aparente santidad, pues hace tales efectos.

    La segunda, que, preguntando Pilato á Cristo si era él el rey de los judíos, entendió propiamente del Mesía, al cual era cosa pública que esperaban los judíos. Y aquí se conoce más la maldad de los pontífices y letrados hebreos, en cuanto hicieron morir á Cristo, del cual por lo ménos se sospechaba que era el Mesía.

    La tercera, que de la misma manera que se maravilló Pilato, viendo que Cristo callaba, siendo acusado, no disculpándose, se maravillan los hombres del mundo cuando ven que los santos de Dios, miembros de Cristo, no se disculpan, siendo acusados. Y aquí aprendo qué es lo que me conviene hacer, siendo acusado como Cristo, y me avergüenzo de mi poca mortificacion y mucha viveza cuando me pongo á considerar qué es lo que haria cuando me viese en un caso semejante á este en que se vió Cristo, y ruego á Dios, me reduzca á tanta mansedumbre y humildad que conozca yo en mí lo que considero en Cristo. Y aquí cuadrará bien decir que, callando Cristo, se cumplia la profecía de Esaías que dice (205): «como res á la carnecería será llevado y como oveja que en presencia del que la desquila enmudece y no abrirá su boca.»

    La cuarta, que, así como Pilato, hombre del mundo, no era tan injusto contra Cristo como eran los judíos, santos del mundo, así no son tan perniciosos á los miembros de Cristo los hombres del mundo como son los santos del mundo. Y aquí aprendo que me tengo de apartar más de los santos del mundo que de los hombres del mundo.

    La quinta, que andaba el diablo desatinado con Cristo; por una parte le procuraba la muerte, poniendo en el corazon á Júdas que lo vendiese, y por otra parte la impedia, espantando á la mujer de Pilato entre sueños para que enviase á decir á su marido que no se empachase con Cristo; por la cual embajada Pilato procuró tanto librar á Cristo y de miedo se lavó las manos, usando la ceremonia hebrea, porque trataba con hebreos. Y aquí aprendo que, si los secretos de Dios no son entendidos de los demonios, como con efecto no fué entendido este de la muerte de Cristo, ni son entendidos los de las personas cristianas, á las cuales Dios por medio de ellos con tentaciones y con persecuciones mortifica, mucho ménos serán entendidos de la prudencia humana por más acendrada, y afinada que esté, ántes tengo por cierto que, cuanto ella está más acendrada y afinada, tanto es más incapaz de las cosas de Dios. Y aquí aprendo que en las cosas divinas y cristianas ningun crédito tengo de dar á la prudencia humana, no admitiendo sus razones humanas.

    La sexta, que por la mayor parte es tal el pueblo cuales son los que lo gobiernan, mayormente en las cosas que pertenecen á religion; y así no me maravillo que el pueblo hebreo se dejase así fácilmente persuadir de sus pontífices á demandar la muerte del que le venia á dar vida, del que poco ántes habia recibido con su «Osana al hijo de David.» Y aquí entiendo que por lo que veré en las costumbres de los inferiores en una religion, podré conjeturar qué tales son los superiores en ella, para no fiarme de ellos, para guardarme de lo que ellos aprueban, y no curarme de lo que ellos condenan.

    La séptima, que propiamente vino al pueblo hebreo lo que demandó sobre sí, diciendo: «su sangre venga sobre nosotros y sobre nuestros hijos,» comenzando en la destruccion de Jerusalem y viniendo de mano en mano sobre los que aprueban lo que sus padres hicieron, matando á Cristo, en cuanto se están en la pertinacia en que sus padres estaban. Y aquí me espanta la ceguedad en que eran caidos los hebreos al tiempo que decian aquellas palabras, y me espanta más la ceguedad en que están los hebreos de nuestros tiempos, los cuales ni áun por la consideracion de lo, que les ha venido por la muerte de Cristo, abren los ojos para poder ver la luz del Evangelio.

    La octava, que toda la bondad que está fundada y armada sobre falso, sobre temor, como era la de Pilato, da señal de sí, dando consigo en el suelo; primero procuraba Pilato librar á Cristo que lo llamaba justo, y al fin lo entregó á la muerte, pero despues de haberlo hecho azotar segun era la costumbre de los Romanos. Y aquí aprendo cuál es el efecto del temor tan alabado y canonizado de los que no saben qué cosa es amor, porque no aman, no sabiendo qué cosa es fé cristiana, porque no la tienen; y, si la tuviesen, amarian, y si amasen, condenarian al temor como cosa contraria y enemiga del amor.

           Entónces los soldados del presidente tomando á Jesus en el pretorio, allegaron á él toda la compañía y vistiéndolo lo envolvieron con un manto de grana y tejiendo una corona de espinas la pusieron sobre su cabeza y una caña en su diestra y, arrodillándose en su presencia, hacian burla de él, diciendo: Ave, rey de los judíos. Y escupiendo en él, tomaban la caña y heríanlo en la cabeza. Y habiendo hecho burla de él, le desnudaron el manto y le vistieron sus vestidos y lo llevaron á crucificar. Y salidos hallaron un hombre Cireneo, llamado Simon; á este cogieron para que le llevase la cruz. Y venidos al lugar llamado Golgotá, que es dicho lugar de calavera, le dieron á beber vinagre mezclado con hiel y gustando no quiso beber.

    Tengo por cierto que sin ninguna comparacion ofendia más á Cristo la malignidad con que era acusado de los hebreos, que la bestialidad con que era maltratado y escarnecido de los gentiles, los cuales parece que, siendo Cristo acusado de que se hacia rey, por burla y escarnio lo ponian en forma de rey para tratarlo despues peor que siervo y esclavo.

    El manto que le pusieron dicen que era vestidura de guerra, yo más pienso que fuese vestidura real. Cogiendo al Simon Cireneo para que llevase á Cristo la cruz, no pienso que tuvieron intento á quitar á Cristo la fatiga sino á llegar más presto adonde iban.

    El dar á beber á Cristo el vinagre ó vino fuerte, dicen que fué porque acostumbraban los Romanos dar así á beber á los que querian justiciar, á fin que no sintiesen tanto el tormento. El mezclar la hiel con el vinagre nacia de la bestialidad de los ministros.

    Aquí diré esto: que el que considerará á Cristo puesto entre aquellos soldados, tratado con tanta inhumanidad y bestialidad, y considerará aquellas palabras de Esaías adonde dice (206): «despreciado está y esquivado de hombres, como hombre de dolores y experimentado en enfermedad, y como de quien esconden las caras, fué despreciado y no lo estimamos,» será forzado que diga que vió Esaías á Cristo en aquel propio estado en que cuenta el evangelista en que estuvo. De donde se puede colegir que es cosa provechosa para los que son tentados acerca de la verdad cristiana, cotejar con simplicidad y humildad las profecías de la pasion y muerte de Cristo con las historias que escriben los evangelistas.

           Y como lo hubieron crucificado, repartieron sus vestiduras, echando suertes, á fin que se cumpliese lo dicho por el profeta: Repartiéronse mis vestidos y sobre mi vestidura echaron suerte. Y asentados lo guardaban allí. Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: Este es Jesus el rey de los judíos. Entónces fueron crucificados con él dos ladrones, uno á la diestra y otro á la siniestra. Y los que pasaban, lo blasfemaban, moviendo sus cabezas y diciendo: El que destruias el templo y en tres días lo edificabas, sálvate á tí mismo. Si eres hijo de Dios, baja de la cruz. Semejantemente y los príncipes de los sacerdotes burlando con los escribas y ancianos decían: A otros salvó, y á sí no se puede salvar. Si es rey de Israel, baje ahora de la cruz y creerémoslo. Ha confiado en Dios; líbrelo ahora, si lo quiere, porque dijo: Soy hijo de Dios. De la misma manera tambien los ladrones, que estaban crucificados con él, lo injuriaban.

    Tres cosas hay que notar en estas palabras. La primera el repartir entre sí los soldados las vestiduras de Cristo, por donde fué cumplido en él lo que está en el salmo 22, sobre la declaracion de las cuales palabras me remito á lo que he dicho allí; de donde se puede colegir que, aunque los vestidos que traia Cristo no eran preciosos, no eran tan viles que no valiesen algo, pues los soldados con suertes los repartieron entre sí.

    La segunda, que fué obra de Dios que Pilato hiciese poner á Cristo título de rey de los judíos, no tanto para confusion de los judíos que entregaron á muerte á su rey, cuanto para gloria de los verdaderos cristianos, en cuanto, viendo á Cristo crucificado y leyendo el título de la cruz, se precian de haber conocido por su rey al que los judíos condenaron é hicieron morir como á impío, siendo verdaderamente su rey.

    La tercera, que los meneos con que Cristo era escarnecido y las palabras con que era injuriado de los que pasaban por aquel camino (porque, segun parece, la cruz estaba junto el camino) y de los principales de la sinagoga hebrea y de los propios ladrones que estaban crucificados con él, parece que eran otras tantas tentaciones con que era Cristo tentado, no solamente á resentirse viéndose en aquel estado, pero á apartarse de la voluntad de Dios, bajando de la cruz. Esto lo pienso así, considerando que pudiera Cristo, si quisiera, bajar de la cruz y hacerse creer y aceptar por el que era, que podia destruir al templo y edificarlo, en tres días áun de la manera que ellos lo entendían y que pudiera mostrar que era hijo de Dios y que era poderoso para salvarse y librarse de la muerte y que era rey de Israel. Y entiendo que la tentacion que más sentia Cristo era aquella: «ha confiado en Dios; líbrelo ahora, si lo quiere,» ó si lo ama, porque esto tocaba en la honra de Dios, en cuanto parecia que no libraba al que habia confiado en él, y tocaba á la piedad de Cristo, en cuanto parecia que no lo amaba Dios, pues no lo libraba.

    Esto lo entiendo así, parte por lo que leo en David que estaba siempre celoso que no le fuese dicho que le había faltado la confianza en Dios, ó que Dios no lo amaba ni tenia cuenta con él, como particularmente lo he mostrado sobre el salmo 3, y parte por lo que siento en mí mismo que no hay cosa que más me aflija y atormente que los pensamientos que á las veces me molestan, poniéndome en duda esta confianza y este amor, y que las calumnias de los santos del mundo, con que van calumniando mi fé cristiana y mi vivir cristiano, y tengo por cierto que es esto mismo en todas las personas que, teniendo fé cristiana, están aplicadas al vivir cristiano, las cuales si consideran, cuando se hallasen en un caso algo semejante á este en que Cristo se hallaba, del cual se pudiesen librar, pero apartándose de lo que conocen que es la voluntad de Dios, qué es lo que sentirían cuando les fuesen dichas palabras semejantes á las que eran dichas á Cristo y cuántas veces serían movidas á bajar de la cruz, sentirán mejor lo que sentía Cristo puesto en la cruz y conocerán si tuvo razon Esaías (207) de alabar en Cristo esto: que la voluntad de Dios fué prosperada en su mano de él, que salió Dios con su intento en lo que quiso hacer en Cristo y por Cristo, estando él siempre firme y constante en la voluntad de Dios sin apartarse de ella por ninguna manera, y conociéndolo rogarán á Dios que les dé firmeza y constancia para que tambien en ellas sea prosperada su divina voluntad.

    Considerando la fuerza de las tentaciones, con que era tentado Cristo de los hombres al tiempo de su muerte, tengo por ciertas las tentaciones con que dicen que son tentados los cristianos de los demonios al tiempo que están para morir; y entiendo que, diciendo aquellos hombres impíos las palabras que decian á Cristo, no eran ellos los que hablaban, pero era el espíritu diabólico que hablaba en ellos, haciendo en ellos como en sus hijos lo que hace en nosotros el espíritu de nuestro divino y celestial padre: este nos inspira á nosotros á glorificar á Dios y á Cristo, y aquel inspiraba á aquellos á blasfemar á Dios y á Cristo, como inspira siempre á los que son tales como eran aquellos.

    Aquí se ve bien que, diciendo el evangelista: «á fin que se cumpliese» etc., no entiende que el intento fué cumplir aquella profecía, sino que con aquel hecho fué cumplida la profecía, no fué porque estaba profetizado, pero estaba profetizado porque habia de ser. Diciendo: «su causa escrita,» entiende la causa porque moría; esto se ve mejor en San Juan.

    El mover de las cabezas era segun la usanza hebrea, ántes escribe esto David en el salmo 22 como si lo viera con los ojos corporales. A lo que aquí podrian calumniar, como calumnian los judíos, que no era costumbre en Israel crucificar á los hombres de la manera que leemos que Cristo fué crucificado, se les ha de responder que es así verdad, ántes que Israel estuviese sujeto al imperio Romano, en la cual sujecion con otras muchas cosas fué mudada esta.

           Y desde la hora sexta hasta la hora nona sobrevino obscuridad por toda la tierra. Y á la hora nona dió Jesus una grande voz, diciendo: Elí, Elí ¿lamá sabactani? Quiere decir: Dios mio, Dios mio, ¿por qué me has desamparado? Y ciertos de los que estaban allí oyéndolo decian: A Elías llama este. Y luego corriendo uno de ellos y tomando una esponja é hinchéndola de vinagre y poniéndola en una caña, le daba á beber. Y los otros decian: Deja, veamos si viene Elías á librarlo. Y Jesus otra vez dando un grande grito expiró.

    Si, diciendo el evangelista, «por toda la tierra,» entiende: por todo el mundo, yo no lo sé; esto sé que los hebreos llamaban toda la tierra á toda la tierra de Israel. Y por ventura no seria inconveniente decir que esta obscuridad no fué tal cuál es la de la noche, pero que fué tal que los, que tuvieron ojos, conocieron por ella que el sol que da luz á los cuerpos, mostraba sentimiento por lo que padecia el sol de justicia, Jesu-Cristo nuestro señor, el cual da luz á nuestras ánimas, antes parece que es necesario entenderlo así, porque, si por aquellas tres horas la obscuridad fuera tal cual es la de la noche, ni los que miraban á Cristo crucificado burlando de él lo pudieran ver ni ménos las mujeres que desde lejos estaban mirando lo que pasaba, bien que en esto me remito á los que más saben y entienden.

    Aquellas palabras de Cristo: «Elí, Elí, lamá sabactani» ó «azabtani» (208) como está en el hebreo, son á la letra las primeras del salmo 22 que tanto cuadra con lo que Cristo padeció en su muerte.

    Aquello «por qué me has desamparado» se ha de tomar como voz de la carne que, viéndose en aquel estado, se sentia desamparada de Dios y puesta en manos de la tribulacion, así como era tambien voz de la carne de Cristo aquella que dijo en el huerto: «pase de mí este cáliz.» Era la carne de Cristo así carne como la mia, en cuanto al ser pasible y mortal, si bien, en cuanto á ser sujeta á pecado, no era como la mia, y por tanto, como carne pasible, se sentia en el padecer, ántes fué necesario que Cristo mostrase y sintiese toda esta flaqueza á fin que yo me certifique que en una carne pasible como la mia ejecutó Dios el rigor de su justicia por lo que habia de ser ejecutado en mi carne, y así me confirme en la fé del evangelio, en creer que es así lo que me es intimado en el evangelio, la cual intimacion está fundada en el padecer de Cristo, y es tanto más firme la fundacion ó el fundamento, cuanto fué más riguroso el padecer, y no se pudiera mostrar en cosa ninguna tanto su rigurosidad cuanto en mostrarnos cómo Cristo padeciendo se sintió en la carne desamparado de Dios.

    Y las personas cristianas que, habiendo algun tiempo sentido en sus ánimos la presencia de Dios y el favor de Dios y habiéndose en otro tiempo visto por una parte perseguidas de los hombres del mundo y tentadas de los demonios del infierno, y por otra parte privadas del sentimiento de la presencia de Dios y del favor de Dios, podrán dar algun testimonio de lo mucho que sintió Cristo al tiempo que dijo estas palabras; y estas mismas entenderán que, así como ellos en casos semejantes, diciendo que Dios las ha desamparado, no lo dicen con el corazon sino con la boca, porque en el ánimo no lo sienten así, así, diciendo Cristo: «¿por qué me has desamparado?» no lo decia con el corazon porque lo sintiese, sino con la boca por lo que la carne sentia.

    Los que decian: «á Elías llama este» parece bien que no eran judíos sino gentiles, porque, si fueran judíos, entendieran su lengua, ántes conocieran las palabras del salmo. Lo que dijo Cristo con grande voz al tiempo que expiró ó envió el espíritu, no lo pone San Mateo, como tampoco pone las otras palabras que Cristo dijo en la cruz que escriben los otros evangelistas, de las cuales, placiendo á Dios, hablaremos en su propio lugar.

    Adonde, dice: «dió una grande voz» y adonde dice: «dando un grande grito,» he puesto unas maneras de hablar castellanas por otras griegas. En aquello «y luego corriendo» etc., no se ha de entender que este corrió á hacer aquello por lo que oyó decir á Cristo sino que se movió de suyo á hacer aquello por alguna fantasía suya.

           Y hé aquí que el velo del templo se rasgó en dos partes de arriba abajo y la tierra tembló y las piedras se rompieron y las sepultaras se abrieron y muchos cuerpos de santos que dormian resucitaron y salidos de las sepulturas, despues de la resurreccion de él, vinieron á la santa ciudad y aparecieron á muchos. Y el centurion y los que y estaban con él guardando á Jesus, viendo el terremoto y lo que pasaba, temieron mucho, diciendo: Verdaderamente este era hijo de Dios.

    Habiendo Cristo perseverado en la obediencia de Dios hasta la muerte sin haberse dejado vencer á apartarse de ella ni por la crueldad con que era tratado ni por los denuestos que le eran dichos ni por las tentaciones de los hombres que diciéndole las palabras que habemos visto parece que lo tentaban á que abajase de la cruz, ilustró Dios su muerte con tantas demostraciones milagrosas que bastaron á convencer los ánimos de los gentiles que estaban presentes á que lo confesasen por hijo de Dios, de manera que desde el punto que Cristo expiró en la cruz comenzó su muerte á ser más eficaz que habia sido su vida, ántes es así que hizo muriendo, en cuanto fué conocido por hijo de Dios de los que lo estaban guardando como á enemigo de Dios, mucho más que si bajara de la cruz cuando los judíos lo tentaban diciéndole que bajase. Y lo que hizo Dios con Cristo entiendo que hace siempre con los que son miembros de Cristo, haciendo que sean más ilustres en sus victorias contra las tentaciones, que serian cuando bien alcanzasen toda aquella felicidad que les es propuesta cuando son tentados en caso que se dejasen vencer de las tentaciones.

    En el rasgarse ó romperse el velo del templo que estaba delante del «sancta sanctorum,» parece que fué denotada la abrogacion de la ley, la cual entiendo que duró hasta que Cristo expiró. Diciendo: «y muchos cuerpos de santos» etc., entiende que á la voz con que Cristo expiró revivieron muchos cuerpos de santos que estaban en las sepulturas, pero que no salieron de ellas hasta que Cristo hubo resucitado, á fin que, como dice San Pablo, fuese Cristo «primogenitus mortuorum.» Col. 1 (209). En este caso de estos muertos que resucitaron tengo algunos escrúpulos de que deseo ser libre y, esperando que Dios cuando le placerá me librará de ellos, no los pongo aquí por no dar ocasion á otros que los tomen. Aquello «que dormian» es segun el hablar de la santa escritura, la cual á la muerte de los, que mueren conociendo á Dios por su Dios ciertos que han de resucitar, llama sueño, aludiendo, como creo, á la resurreccion.

           Y estaban allí muchas mujeres mirando de léjos, las cuales habian seguido á Jesus desde Galilea, sirviéndolo, entre las cuales estaba María la Magdalena y María la madre de Jacobo, y de José y la madre de los hijos del Zebedeo. Y siendo ya tarde, vino un hombre rico de Arimatea llamado Josef, el cual tambien era discípulo de Jesus; este yendo á Pilato le demandó el cuerpo de Jesus. Luego Pilato mandó que le fuese dado el cuerpo, y tomando Josef el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y púsolo en su monumento nuevo que habia cavado en piedra y, revolcando una grande piedra á la boca del monumento, se fué. Y estaba allí María la Magdalena y la otra María asentadas en frente de la sepultura.

    Entiendo que hace mencion San Mateo de estas santas mujeres, las cuales no solamente estuvieron presentes hasta ver á Cristo muerto y sepultado, pero perseveraron en estar en lugar de donde siquiera pudiesen ver el monumento ó la sepultura adonde estaba el cuerpo de Cristo, por alabar su constancia y perseverancia en el amor espiritual con que amaban á Cristo. Amábanlo vivo, amáronlo muriendo, amáronlo muerto y amábanlo enterrado, y no lo pudieran amar tanto ni con tanta perseverancia, ni fuera tan firme ni tan constante el amor, si fuera suyo de ellos, pero por eso era así firme y constante porque el amor era de Dios, en cuanto Dios se lo habia dado y se lo conservaba y mantenia, y en cuanto no se amaban ellas á sí mismas en Cristo, pero amaban á Dios en Cristo.

    El caso de Josef entiendo que lo cuenta el evangelista por mostrar que tambien en aquél hombre habia fé y amor, y tambien porque importa á la resurreccion de Cristo que se sepa en donde y como fué sepultado.

Por ventura cuadran en este enterramiento de Cristo las palabras de Esaías adonde dice: «Y dió á impíos su sepultura y á rico en sus muertos, sobre no haber hecho iniquidad y no haber habido engaño en su boca,» Esai. 53, de manera que entienda que la sepultura de Cristo fué dada á guardar á impíos, como veremos, y que la propia sepultura era la que aquel hombre rico tenia hecha para enterrar sus muertos, encareciendo que, no habiendo Cristo hecho jamás ni dicho cosa que lo debiese, fué tratado como si fuera puro hombre y áun de los malos y perversos.

           Y el dia siguiente que es despues del aparejo de la Pascua se ayuntaron los príncipes de los sacerdotes y los Fariseos á Pilato, diciendo: Señor, habémonos acordado que aquel engañador dijo siendo vivo: Despues de tres dias resucitaré. Manda pues que sea guardada la sepultura hasta tres dias, porque no acontezca que viniendo sus discípulos lo hurten y digan al pueblo: Resucitado ha de entre los muertos; y será el error postrero peor que el primero. Díjoles Pilato: Teneis guarda, id y guardadlo como sabeis. Y ellos idos pusieron guarda á la sepultura, sellando la piedra con la guarda.

    Grandísima cosa es esta que, cuanto más la prudencia humana se va ingeniando por ocultar y encubrir la gloria de Cristo, tanto es ella por aquella vía más ilustrada, como fué ilustrada la resurreccion de Cristo por la malvada diligencia de estos santos del mundo; por el contrario entiendo que, cuanto más la prudencia humana por sí sola procura ilustrar la gloria de Cristo, tanto más la oscurece por aquella propia vía que ella procura ilustrarla. De esto se podrian dar hartos ejemplos, los cuales remito á la espiritual consideracion, de las personas, en las cuales la gloria de Cristo es ilustrada por el espíritu santo que por el mismo Cristo les es comunicado.

    Lo mismo es: «despues de tres dias» que: al tercero dia. En aquello: «sellando la piedra» etc., entiendo que declara el evangelista qué guarda fué la que los judíos pusieron á la sepultura, conviene á saber: sellar la piedra que estaba á la boca de la sepultura y poner gente de guarda que no se apartase de allí hasta pasados los tres dias.

    El cristiano, que, siendo perseguido, aunque sea de los que se llaman cristianos y sea con título de no cristiano, considerará bien aquella palabra que dijeron de Cristo los principales de la sinagoga hebrea: «aquel engañador,» soy cierto que no desmayará en la persecucion, ántes se confortará y cobrará fuerzas, viendo que es tratado propiamente como fué tratado el hijo de Dios; y la gloria del cristiano es mayor ó menor segun que él es más ó ménos semejante á Cristo, el cual no solamente murió por nosotros, pero nos dejó su vida y su muerte como por dechado de perfeccion para que nosotros sigamos sus pisadas (210).