El Evangelio de San Mateo

Traducido fielmente del griego en romance castellano y declarado según el sentido literal con muchas consideraciones sacadas de la letra, muy necesarias al vivir cristiano.
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Capítulo VI

         Advertid no hagais vuestra limosna en presencia de los hombres por ser vistos de ellos; y si no, no tendreis galardon acerca de vuestro padre el que está en los cielos. Por tanto, cuando harás limosna, no tengas (42) la trompeta delante de tí como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles por ser glorificados de los hombres. Dígoos de verdad: ya tienen su galardon. Tú empero, cuando harás limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, á fin que tu limosna sea en secreto; y tu padre el que ve en secreto, él te remunerará en público.

    Habiendo mostrado Cristo en el capítulo precedente que el reino de los cielos habia de ser interior y espiritual, que los que son hijos del reino son sal de la tierra y son luz del mundo, que la ley habia de vivir hasta que fuese guardada por él y cumplida en él, y que el deber del evangelio fundado en la regeneracion cristiana es mucho más perfecto que el deber de la ley fundado en la generacion humana, y que la perfeccion del vivir cristiano en el reino de los cielos es diferentísima de la perfeccion del vivir hebreo en el reino de la ley, viene á instruir á sus regenerados en la manera como se deben gobernar en las obras exteriores que se hacen por religion y piedad, como son la limosna, la oracion, el ayuno etc.

    Adonde su intento es reducirlos á que no pretendan que los hombres del mundo los tengan por santos, porque en esta pretension hay muchos inconvenientes, siendo muy principal la concurrencia con los santos del mundo cuales eran los escribas y los Fariseos. Y hablando primero de la limosna, dice: «Advertid no hagais» etc., como si dijese Cristo: los escribas y los Fariseos, queriendo ser tenidos por santos, van siempre procurando que las limosnas que dan, sean públicas y manifiestas á todos, y en cuanto por ello son tenidos por santos reciben su galardon, alcanzando lo que pretenden, y vosotros que no habeis de pretender ser tenidos de los hombres por santos, sino ser santos delante de Dios, comprehender la santidad en que sois comprehendidos, estad sobre vosotros, de manera que en vuestras limosnas de ninguna manera querais ser vistos de los hombres, porque, si no lo haceis así, dando testimonio de vosotros que no las haceis por Dios sino por el mundo, no tendrá Dios que agradeceros.

    Esta entiendo que es la sentencia de estas palabras, en las cuales el intento que tiene Cristo es desarraigar de los ánimos de sus discípulos, de los que están en la regeneracion cristiana, todo afecto de hipocresía, la cual viniendo cubierta con manto de religion es la propia peste de la regeneracion cristiana, siendo contrarísima al vivir cristiano y espiritual, el cual es ajenísimo de toda apariencia de santidad. Y es así certísimo que el que es más santo delante del mundo, el cual juzga por lo exterior, es ménos santo delante de Dios, cuando él quiere que el mundo lo tenga por santo; y es tambien así, que el que es más santo delante de Dios, el cual juzga por lo interior, es ménos santo delante del mundo, porque él se guarda bien de ser tenido por santo en el mundo. Y debajo de este nombre «mundo» entiendo á todos los hombres que están sin espíritu cristiano y por tanto sin regeneracion cristiana.

    Aquí podria dudar uno, diciendo: que esto es derechamente contrario á lo que Cristo ha enseñado arriba, diciendo que resplandezca nuestra luz delante de los hombres como la candela sobre el candelero, á fin que vean nuestras buenas obras, etc. Al cual se podria responder que allí habla Cristo de las obras que no pueden estar con fingimiento, que son propiamente cristianas, que se aprenden del mismo Cristo, como son la humildad de ánimo, la modestia, la mansedumbre, la sinceridad y resolutamente la mortificacion y la vivificacion, las cuales cosas, siendo obradas en nosotros por el espíritu de Dios, redundan en gloria no nuestra sino de Dios, y es así que el que las tiene en la verdad no se estima ni se precia de ellas, no conociendo en ellas ninguna propia virtud; y que aquí habla Cristo de las obras que pueden estar con fingimiento, que pueden ser hechas con espíritu humano, las cuales, siendo por la mayor parte obras nuestras, redundan en gloria nuestra, y es así que el que hace estas obras por la mayor parte se precia y estima por ellas y huelga de ser preciado y estimado por ellas, conociendo en ellas propia virtud, misericordia y liberalidad, porque estas son las obras que el mundo precia y estima, teniendo por más santos á los que están más puestos en ellas.

    Y si habrá otro que, tomando ocasion de aquellos vocablos galardon y remuneracion, dirá que Cristo quiere que obremos con intento de merecer, se le podrán decir dos cosas: la una, que advierta que aquí Cristo hablaba con hombres que aún no habian recibido espíritu de hijos, aún no eran entrados en el reino de Dios, porque aún no era venido, y los que son tales se mueven siempre por interes, y que si hablara con hombres que fueran ya hechos hijos, no les propusiera el galardon ó remuneracion sino solamente el deber de hijos; y la otra, que puede bien el hombre obrar con intento de premio ó galardon con tanto que conozca que obra como puro hombre, como mercenario y como siervo, no como cristiano regenerado, no como amigo ni como hijo, á los cuales es propio obrar puramente por amor sin tener respeto ninguno á interes.

    Y si habrá otro que desee saber en qué consiste esta remuneracion que dice Cristo, le responderé que no consiste en la inmortalidad y felicidad eterna, porque esta se da á los que aceptan la gracia del evangelio por la justicia de Cristo, sino en el aumento de aquella felicidad, la cual entiendo que será mayor ó menor segun que el hombre partirá de la presente vida más ó ménos mortificado y vivificado, porque, (como otras veces he dicho), entiendo que á la mortificacion responde la vivificacion y que á la vivificacion responderá la gloria de la resurreccion.

    Y al que deseara saber si será cosa cristiana obrar con intento de acrecentar la gloria de su resurreccion, le diré que el cristiano regenerado ha perdido el amor propio y esta todo transformado en el amor de Dios y que, estando así, obra no por propia gloria presente ni futura, sino puramente por gloria de Dios; y por gloria de Dios obran los que dando limosna tienen intento á que el que la recibe, no quede avergonzado ni confuso en la confianza que tiene en Dios.

    Esta palabra limosna en el Griego es derivada de misericordia, porque el que hace limosna usa de misericordia, ántes todas las obras de misericordia son limosna. La misma palabra en el hebreo es derivada de justicia, ó porque es cosa justa que el hombre que puede, ayude al que no puede, ó porque los hebreos se justificaban dando limosnas, obrando obras de caridad, pretendiendo con ellas suplir lo que faltaban en el cumplimiento de la ley; y son hebreos todos los que con este intento obran obras de caridad, y es imposible que no obren con este intento los que no se conocen justos en Cristo, los que no han aún aceptado en sus ánimos la justicia de Cristo, porque solos estos no obran por ser justos sino porque son justos, obrando inspirados y no enseñados, y obrando por amor y no por deseño (43).

    Diciendo «no tangas la trompeta», entiende: no quieras ser visto de los hombres. Hipócritas son los que muestran ser lo que no son, como los que en las comedias representan otro de lo que son. Sinagogas ya he dicho que eran los lugares ó casas públicas adonde los judíos se ayuntaban á oir doctrina. Diciendo «no sepa tu mano izquierda» etc., entiende: hazla lo más secretamente que te será posible. Diciendo «y si no», entiende: y si lo haceis de otra manera, si no lo haceis así, etc.

         Y cuando orarás, no serás como los hipócritas, los cuales huelgan orar en pié en las sinagogas y en los rincones de las plazas, porque los vean los hombres. Dígoos de verdad que ya tienen su galardon. Tú empero, cuando oras, éntrate en tu cámara y cerrando tu puerta haz oracion á tu padre el que está en secreto, y tu padre, el que ve en secreto, te remunerará en público. Y orando no hablareis mucho segun hacen los étnicos, porque piensan que por su mucho hablar han de ser oidos; no seais pues semejantes á ellos, porque sabe bien vuestro padre de qué cosas teneis necesidad ántes que le demandeis. Así pues orad: Padre nuestro que estás en los cielos. Santificado sea tu nombre. Venga ya el tu reino. Sea hecha tu voluntad como en el cielo, así tambien en la tierra. Nuestro pan el ordinario dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas así como tambien nosotros habemos perdonado á nuestros deudores. Y no nos metas en tentacion, pero líbranos de mal. Pues que tuyo es el reino y la potencia y la gloria por siglos. Amen. Por tanto, si perdonáreis á los hombres sus errores, os perdonará tambien á vosotros vuestro padre el celestial, y si no perdonáreis á los hombres sus errores, ni vuestro padre os perdonará á vosotros vuestros errores.

    Habiendo dicho Cristo en qué manera el cristiano regenerado se ha de gobernar, cuando obrar á obras de caridad, para no concurrir en aparente santidad con los escribas y Fariseos que son santos del mundo, viene á decir en qué manera se ha de gobernar en la oracion y qué es lo que ha de orar. Cuanto á la manera, pone dos cosas: la una, que sea en secreto, contra los escribas y Fariseos hipócritas que, haciendo profesion de ser más santos que los otros y procurando ser tenidos y estimados por tales, oraban en público; y la otra, que sea con pocas palabras, contra los gentiles, que pensaban ser oidos hablando mucho como se lee de los sacerdotes de Baal. 3. Reg. 9. (44)

    Estas dos partes quiere Cristo que tenga la oracion vocal del cristiano regenerado, y digo la vocal, porque para la mental no tiene necesidad de encerramiento, pues no la ven los hombres, ni tiene necesidad de tasar palabras, pues no consiste en palabras; y llamo oracion mental al deseo del hombre cristiano que pretende haber alguna cosa de Dios, y así como todo hombre puede desear siempre y en todo lugar sin ser visto, así todo cristiano puede orar siempre y en todo lugar sin ser visto.

    Cuanto á lo que el cristiano ha de orar, pone Cristo siete cosas, de las cuales las tres primeras principalmente tienen intento á la gloria de Dios, la una á nuestra sustentacion corporal y las otras tres á nuestra conservacion en la justicia del reino de Dios. Y porque en una consideracion (45) he puesto lo que entónces entendí en esta santísima oracion, remitiéndome á lo que allí he dicho, diré aquí lo que ahora entiendo, y así digo que la primera cosa que el cristiano ha de orar es que el nombre de Dios sea santificado, y entónces es santificado cuando es glorificado Dios en sus obras y por sus obras, y esto generalmente de todas sus criaturas y por todas ellas. Esta demanda con deseo no puede estar sino en los que santifican á Dios, los que aman la gloria de Dios y no su propia gloria; los otros todos desean sus santificaciones y sus glorificaciones.

    La segunda, que venga ya el reino de Dios, que venga ya aquel tiempo, en el cual, habiendo Cristo entregado el reino á su eterno padre, será Dios el todo en todas las cosas. Esta demanda con deseo no puede estar sino en los que están ciertos que estarán bien en el reino de Dios; los otros todos ántes temen este reino que lo desean. Los discípulos miéntras vivió Cristo entiendo que demandaban lo que Cristo pretendió que demandasen, la breve venida del Espíritu Santo, el cual los puso en el reino de Dios, y nosotros entiendo que quiere Cristo que demandemos su breve venida al juicio.

    La tercera, que sea cumplida y efectuada acá en la tierra aquella voluntad de Dios que agrada y satisface á Dios, de la misma manera que es cumplida y ejecutada en el cielo. Esta demanda con deseo no puede estar sino en los que aman á Dios y están ciertos que son amados de Dios, porque los que no son de estos, desean cumplir sus voluntades no fiándose de la voluntad de Dios.

    La cuarta cosa es que nos provea Dios del necesario mantenimiento para nuestra sustentacion corporal. Y no pueden demandar esto deseándolo sino los que tienen la pobreza en el espíritu que habernos dicho al principio del capítulo precedente, porque solos estos, habiendo renunciado el favor de las criaturas, dependen totalmente de Dios; los otros todos, confiando en sus riquezas y dependiendo de ellas, no desean ser sustentados por favor de Dios. Diciendo «hoy,» muestra que cada día se ha de demandar á Dios esto; y llamando al pan «nuestro» y no tuyo, pienso que alude á que con él somos nosotros sustentados, y parece que es de usanza de la santa escritura.

    La quinta cosa es que nos perdone nuestros errores y defectos, aquellos en que nos apartamos del deber de la regeneracion cristiana y del decoro cristiano, pues tambien nosotros perdonamos á los hombres sus errores. Y no pueden demandar esto deseándolo sino los que, caminando tras la perfeccion que en el capítulo precedente ha puesto Cristo, se van allegando á ella, porque solos estos perdonan á los hombres las injurias que les hacen, no porque por ello Dios los perdone á ellos, sino por cumplir con el deber de la regeneracion cristiana y guardar el decoro cristiano; los otros todos ó quieren ser perdonados sin perdonar, ó no se conocen culpados, no conociendo el deber de la regeneracion cristiana ni el decoro cristiano.

    Huelgan las personas regeneradas en Cristo de decir á Dios «perdónanos nuestras deudas,» etc., porque, aunque se conocen y se sienten perdonados en Cristo y por Cristo, les place humillarse confesando que tienen errores, como hacia David que, aunque estaba cierto que Dios le habia perdonado su pecado, no dejaba de demandar á Dios perdon por confesarse culpado; y les place tambien obligarse á perdonar ó acordarse que han de perdonar, por desarraigar de sus ánimos todo afecto de ira y de rencor.

    La sexta cosa es que, si bien seremos tentados para ser humillados y mortificados con las tentaciones, que no seamos vencidos ni sobrepujados en ellas. Esto no lo pueden demandar deseándolo sino los que confian en Dios, y conocen la malignidad propia, la cual tiene necesidad de ser humillada y mortificada; los otros todos no querrian ninguna suerte de tentacion.

    La séptima cosa es que seamos librados del mal á que esta nuestra vida mortal está sujeta, de manera que los males no nos aparten del reino de los cielos y así de Dios y de Cristo. Esto no lo demandan deseándolo sino los que dependen de Dios, los cuales han renunciado todo el favor de las criaturas; los otros todos, confiando en sí mismos y en las criaturas, pretenden haber esta liberacion por sí mismos y por las criaturas.

    De esta manera entiendo estas siete cosas que Cristo nos enseña que demandemos á Dios, entendiendo que, aunque muchos las demandan con la boca, solamente las demandan deseándolas con el corazon los que, aceptando la gracia del evangelio de Cristo y siendo regenerados en Cristo, son entrados en el reino de Dios por Cristo.

    Con aquello que añade Cristo á su oracion, diciendo: «por tanto si perdonáreis,» etc., entiendo que pretende obligarnos á perdonar, poniéndonos como á imperfectos delante el interes: si perdonáreis, sereis perdonados, y si no perdonáreis, no sereis perdonados. De las cuales palabras no se puede colegir que perdonando merecemos ser perdonados, pero colígese bien que los que perdonan se pueden certificar por estas palabras de Cristo que son perdonados, y que por las mismas los que no perdonan se pueden certificar que no son perdonados.

    Conocía bien Cristo, cuánto es natural al hombre el afecto vindicativo, y, queriéndolo mortificar y matar en los suyos de manera que ningun rastro quede de él, les pone delante que no serán perdonados si no perdonan, bien que, (como he dicho), no son perdonados porque perdonan, ántes ellos perdonan porque son perdonados, y es así que, sintiéndose ellos perdonados de Dios, amorosamente son constreñidos á perdonar.

    Adonde si me preguntara uno: qué es la causa por que en la doctrina del vivir cristiano se hace más instancia en el perdonar que en el no ofender, le responderé dos cosas: la una, que porque el ánimo humano es más solicitado y más inclinado á no perdonar que á ofender; y la otra, porque el ofender por la mayor parte es con ira y cólera, adonde el hombre pierde el sentido y así no mira lo que hace y por tanto es ménos culpable que en el no perdonar, adonde el hombre está, sobre sí y mira lo que hace y por tanto es más culpable. Digo pues que por estas dos causas entiendo que en la doctrina del vivir cristiano se hace más instancia en el perdonar que en el no ofender.

    A la persona cristiana que, movida por aquellas palabras de Cristo «porque sabe bien vuestro padre» etc., dirá: si sabe Dios qué es lo que yo he menester ántes que se lo demande ¿para qué me dicen que le demande? ¿de qué sirve la oracion? se le podrá responder que es así lo que dice Cristo: que sabe Dios nuestras necesidades ántes que se las digamos en nuestras oraciones, y aún más que sabe en qué manera nos ha de socorrer en ellas, y que quiere por nuestra imperfeccion que recurramos á él, á fin que, cuando nos dará lo que le demandaremos, reconociendo en ello su misericordia y su liberalidad nos certifiquemos que nos ama y así nos movamos á amarlo. Es el corazon humano tan incrédulo en tenerse por amado de Dios, y tan duro en amar á Dios, que tiene necesidad de ser certificado y ablandado con todas estas cosas.

    Añadiré yo aquí esto que los, que conociéndose hijos de Dios regenerados y renovados por Cristo y en Cristo, en todas las cosas se descuidarán de sí mismos, de pensar en sus cosas, ora sea en las que pertenecen á la vida presente, ora sea en las que pertenecen á la vida futura, poniendo todo su cuidado en Dios y en Cristo y pensando siempre en Dios y en Cristo y en las cosas que son de Dios y de Cristo, se pueden certificar por estas palabras de Cristo, que Dios tiene cuidado de ellos y que piensa por ellos, sin que ellos le demanden lo que quieren de él, ántes es así que, cuanto ellos ménos piensan en sí por pensar en Dios, tanto piensa Dios más en ellos. Si los hombres nos redujésemos á creer esta verdad, viviríamos en la presente vida una vida celestial y divina. Dios me haga gracia de reducirme á ello. La oracion del cristiano ha de ir siempre llena de fé, de certificacion, que Dios le ha de dar lo que en la oracion le demanda. La oracion que no va así, no es cristiana.

         Y cuando ayunaréis, no esteis mustios como los hipócritas, los cuales descoloran sus caras, porque los hombres vean que ayunan. Dígoos de verdad que tienen su galardon. Tú empero, cuando ayunas, unta tu cabeza y lava tu cara, porque no vean los hombres que ayunas sino tu padre el que ve en secreto, y tu padre, el que ve en secreto, te remunerará en público.

    Porque á la oracion es anexo el ayuno, habiendo hablado Cristo de la oracion, habla del ayuno, en el cual quiere que en los suyos no haya ninguna demostracion ni apariencia ninguna exterior por evitar la concurrencia con los santos del mundo. Adonde se ha de entender que, porque el ayuno hebreo consistia en privacion de todas las satisfacciones con que el hombre se deleita fuera de Dios, queriendo los hipócritas ser tenidos por buenos ayunadores y así por muy santos y justos, se mostraban mustios y descoloridos. Esta demostracion es la que Cristo reprehende aquí.

    Y diciendo «unta tu cabeza»,etc., entiende: si bien ayunaras, muestra que no ayunas. Acostumbraban los hebreos untarse las cabezas y lavarse las caras por señal de alegría y satisfaccion. En efecto quiere Cristo que sus cristianos engañen á la prudencia humana y al juicio humano, haciendo lo que deben hacer y disimulando como si no lo hiciesen. Aquí se ha de notar que hablaba Cristo segun el tiempo en que hablaba; si hablara en nuestros tiempos, por ventura tuviera más que tachar en el ayuno.

    Cuanto á lo demás, así como toda la vida del cristiano debe ser una continua oracion, así tambien debe ser un continuo ayuno, una continua abstinencia de todas las cosas con que se deleita la sensualidad ó con que nosotros sensualmente nos deleitamos en las criaturas y con las criaturas, no siendo nuestro deleite espiritual. Los que no ayunan de esta manera, ayunando ayunan segun el mundo, pero no ayunan segun Dios, y el ayuno de los tales no es anexo á la oracion, y por tanto no es cristiano ni aun hebreo, sino en cuanto es ceremonioso. El intento del cristiano en el ayuno, que consiste en afliccion de la carne, ha de ser solamente el que muestra San Pablo que tenia en sus ayunos, adonde dice que castigaba su cuerpo por ser señor de sus afectos y de sus apetitos. 1ª Cor. 9.

         No os atesoreis tesoros en la tierra adonde el orin y la polilla corrompen y adonde los ladrones horadan y hurtan, pero atesoráos tesoros en el cielo adonde ni el orin ni la polilla corrompen y adonde los ladrones no horadan ni hurtan. Porque, adonde está vuestro tesoro, allí está tambien vuestro corazon.

    Esta amonestacion de Cristo entiendo que pertenece á todo lo que ha dicho arriba acerca de la limosna, de la oracion y del ayuno, y así entiendo que atesoran en la tierra los que, obrando obras de caridad, orando y ayunando, tienen intento á que los hombres los tengan y estimen santos, y que atesoran en el cielo los que, obrando obras de caridad, orando y ayunando, se encubren de los hombres y se descubren á Dios. Y así como los que atesoran en la tierra, teniendo sus corazones en la tierra con los hombres de la tierra, tienen corazones terrenos, bajos y plebeyos que atesoran en el cielo, teniendo sus corazones en el cielo con Dios y con Cristo, tienen corazones celestiales, altos y divinos. Los que atesoran en la tierra, tienen ánimos hebreos, y los que atesoran en el cielo, tienen ánimos cristianos.

    El orin y la polilla, con que son corrompidos ó deshechos los tesoros atesorados en la tierra, entiendo que son la vanagloria y ambicion, y los ladrones, que hurtan estos tesoros horadando las paredes, entiendo que son los demonios del infierno, de lo cual todo están seguros los tesoros atesorados en el cielo, porque allá no hay vanagloria ni hay ambicion ni hay tampoco espíritus infernales. Y es así que el que, obrando obras de caridad, orando y ayunando, solamente mira á Dios, no entra por esto en vanagloria ni en ambicion ni da lugar á las persuasiones del demonio, conociendo que en sus obras de caridad y que en sus oraciones por sí ó por otros no hay más bondad ni más perfeccion de la que Dios les da, queriéndolas aceptar por buenas, y conociendo que, si ayuna, es por no depravarse, y así en el ayuno conoce su imperfeccion, de manera que no le queda de qué gloriarse ni preciarse sino de su imperfeccion.

    De esta manera entiendo estas palabras, bien que no contenderé con quien las querrá entender á la letra, diciendo que atesoran en la tierra los que tienen los ánimos intentos á hacerse ricos de cosas temporales, las cuales cosas están sujetas á orin, á polilla y á ladrones, y que atesoran en el cielo los que tienen los ánimos intentos á hacerse ricos de cosas espirituales, las cuales cosas no están sujetas á orin, ni á polilla ni á ladrones.

         La candela del cuerpo es el ojo. Pues, si tu ojo será sencillo, todo tu cuerpo será claro, y si tu ojo será malo, todo tu cuerpo será obscuro. Pues, si la lumbre, que está en tí, será obscuridad, la obscuridad ¿cuánta será?

    Como por un bonísimo expediente, con qué poder atesorar en el cielo, entiendo que da Cristo este aviso, diciendo «la candela del cuerpo» etc. Adonde parece que entiende Cristo que en el hombre interior es lo mismo que en el hombre exterior, en cuanto, así como el ojo corporal es la lumbre corporal del hombre exterior, así la razon humana es la lumbre natural del hombre interior, y en cuanto, así como, estando limpio y puro el ojo corporal, todo el hombre exterior está limpio y puro, y, estando gastado y estragado, todo el hombre exterior va gastado y estragado, así, estando limpia y pura la razon humana, todo el hombre interior está limpio y puro, y, estando gastada y estragada, todo el hombre interior está gastado y estragado.

    Adonde se ha de entender que la razon humana, la lumbre natural, la ciencia del bien y del mal, que el hombre aquistó perdiendo la lumbre espiritual, está siempre gastada y estragada por más de mil maneras en todos los hombres que son puros hombres, no regenerados ni renovados por espíritu santo, y que está pura y limpia en los hombres regenerados y renovados por espíritu santo, siendo clarificada y purificada con la lumbre espiritual, en los cuales solo el hombre interior está claro y resplandeciente.

    Entendido esto, se entiende bien que con estas palabras pretende Cristo avisarnos que no basta nuestra razon humana, nuestra lumbre natural, nuestra ciencia del bien y del mal á hacer que nuestro hombre interior esté así claro y resplandeciente que pueda atesorar en el cielo de la manera que conviene que atesoremos los que estamos en posesion del reino de los cielos por la aceptacion del evangelio y regeneracion cristiana, porque lo que en nosotros es lumbre, está obscuro y tenebregoso miéntras no es purificado y clarificado con la lumbre espiritual; y que, siendo esto así, debemos atender á alcanzar esta lumbre espiritual, á procurarla y á demandarla á Dios con fe y con importunidad. Y por convidarnos y movernos más á esto, dice: «pues si la lumbre que está en tí» etc., entendiendo: estando en tí la razon, que es tu luz, obscurecida, puedes pensar qué tales estarán las otras cosas interiores que en si no son luz sino obscuridad. Por ojo sencillo entiendo lo contrario del ojo malo ó corrompido.

         Ninguno puede servir á dos señores, porque ó aborrecerá al uno y amara al otro, ó se allegará al uno y despreciará al otro. No podeis servir á Dios y á la hacienda. Por tanto os digo: no penseis á vuestra anima qué comereis ni qué bebereis, ni á vuestro cuerpo qué vestireis. ¿Cómo y el ánima no es más que el manjar? ¿y el cuerpo que el vestido? Considerad las aves del cielo, que no siembran ni cogen ni ayuntan en trojes, y vuestro padre el celestial las mantiene. ¿Cómo y vosotros no valeis mucho más que ellas? ¿Quién de vosotros pensando puede añadir á su estatura un codo? Y del vestido ¿para qué pensais? Reconoced los lirios del campo, cómo crecen, bien que no trabajan ni hilan; y dígoos que ni Salomon en toda su gloria estuvo vestido como uno de estos. Pues si á la hierba del campo, que es hoy y mañana es echada en el horno, viste Dios de esta manera ¿no vestirá mucho mejor á vosotros, oh hombres de poca fé? No penseis pues diciendo ¿qué comeremos? ó ¿qué beberemos? ó ¿qué vestiremos? porque todo esto lo buscan las gentes. Sabe bien vuestro padre el celestial que teneis necesidad de todo esto. Buscad pues el reino de Dios y su justicia, y todo esto os será añadido. No penseis pues á mañana, porque mañana pensará por sí; bástale al dia su afliccion.

    Habiendo puesto Cristo las calidades y felicidades de los que están en el reino de los cielos, su dignidad, su deber, cuanto al ser santos delante de Dios y á no querer ser santos delante del mundo, viene á poner la seguridad con que pueden y deben vivir en la presente vida los que son hijos del reino de los cielos, descuidándose de sí mismos por poner todo su cuidado en Dios, ciertos que Dios tiene cuidado de ellos y que les proveerá mejor de todo lo que será necesario, mientras ellos dejarán de pensar en sí por pensar en Dios, que se proveerían ellos, pensando siempre en sí mismos.

    Adonde me place decir esto que, si los que nos llamamos cristianos, mirando bien á lo que Jesu-Cristo nuestro señor pretendió en estas palabras, sin glosarlas ni limitarlas con la lumbre natural, obscura sin la lumbre espiritual, nos examinásemos bien, qué tanto nos confiamos en ellas, en qué difiere el pensamiento que nosotros tenemos de lo que habemos de comer, de beber y de vestir, del que tienen los que no se llaman cristianos, soy cierto que nos confundiríamos y avergonzaríamos, conociendo que usurpamos el nombre de cristianos, pues, cuanto al confiarnos en las palabras de Cristo, somos iguales á los que no se llaman cristianos.

    Esto lo digo por lo que he conocido de mí y en mí, y ¡pluguiese á Dios que no lo dijese por lo que al presente conozco! y ¡pobre de mí! que lo que más siento, lo que más me duele y me lastima, me llega hasta el ánima y me traspasa el corazon es que, si por lo que me confío en estas palabras de Cristo que pertenecen á la vida presente, quiero juzgar lo que me confio en otras palabras de Cristo que pertenecen á la vida eterna, me hallo tan ajeno de Cristo que casi ninguna parte tengo en él, pues es así que ni estas palabras, que pertenecen á la vida presente, tocan sino á los que las creen, ni las otras, que pertenecen á la vida eterna, tocan sino á los que las creen, y si, por lo que me aseguro en estas, tengo de juzgar lo que me aseguro en las otras, yo estoy fresco.

    En esta agonía y afliccion tengo dos cosas con que me conforto. La una es la confianza que tengo en Dios que, pues me ha dado el deseo que tengo, de depender totalmente de él, tanto en lo que pertenece á la vida, presente cuanto en lo que pertenece á la vida eterna, tambien me dará el efecto del deseo que me ha dado, y así yo viviré alegrísimo y contentísimo. Y la otra es que, conociendo yo como es así que el ánimo humano, mucho más fácilmente se reduce á confiar en Dios en las cosas que el hombre conoce que no puede alcanzar por sí, que en aquellos que piensa poder alcanzar por sí, por su industria y por su diligencia, y sabiendo yo de mí que en mi ánimo está impresa firme y constante esta verdad que de ninguna manera ni por ninguna vía puedo alcanzar vida eterna, sino es remitiéndome á la justicia de Cristo, abrazándome con ella y á ateniéndome á ella, no estando así impresa en mi ánimo esta verdad que ni con mi industria ni con mi diligencia basto á alcanzar lo que pertenece para la vida presente, no hago juicio en lo que creo las palabras de Cristo que pertenecen á la vida eterna por lo que creo las palabras de Cristo que pertenecen á la vida presente, teniendo por cierto que me fio más en las que pertenecen á la vida eterna, porque estoy resoluto que no la puedo alcanzar por mí, que en las que pertenecen á la vida presente, porque no estoy así resoluto de no poderlas alcanzar por mí.

    Y con todo esto no dejo de tenerme por imperfectísimo, siempre que leo estas palabras de Cristo, ni dejo de desear tener la perfeccion de ellas ni de rogar á Dios que me la dé para gloria suya, ni de aplicarme con todo el ánimo á ellas, trabajando por conocer en mí el efecto de ellas.

    Y viniendo á las palabras de Cristo, entiendo que, conociendo él cuánto es el hombre impedido en el cuidado que debe tener de Dios, de estar siempre unido con Dios y de procurar la gloria de Dios, del cuidado que tiene de estas cosas corporales y exteriores, pretende con estas palabras asegurarnos á los que somos suyos, que Dios nos proveerá de las cosas corporales, á fin que, descuidados de ellas, nos demos y nos apliquemos todos á las cosas espirituales.

    Y así comienza diciendo: «Ninguno puede servir á dos señores,» etc. Y declarando qué señores son estos, dice: no podeis servir á Dios y á la hacienda, entendiendo que es imposible que un hombre atienda á las cosas corporales de la presente vida y á las cosas espirituales de la vida eterna sin faltar ó á las unas ó á las otras, de manera que es necesario que se resuelva á atender á las unas ó á las otras. Y queriendo Cristo que los que somos regenerados en él, nos resolvamos en atender á las cosas espirituales, descuidándonos de las corporales, dice, «por tanto os digo: no penseis» etc., como si dijere: y pues es así que no podeis servir á Dios y á la hacienda, atended á servir á Dios, y descuidáos de la hacienda, no pensando en el comer y beber para sustentar vuestras vidas, ni pensando en el vestir para cubrir vuestros cuerpos.

    Y deseando Cristo persuadirnos que perdamos este cuidado, dice: «¿cómo y el ánima es» etc., entendiendo: pues os ha dado Dios las ánimas que son mucho más que el manjar con que son sustentadas, y pues os ha dado los cuerpos que son mucho más que los vestidos con que son cubiertos, bien podeis, aseguraros que, así como os ha dado lo que es más, os dará tambien lo que es ménos, y asegurados perder el cuidado de ello. Y queriendo Cristo que esta cosa nos penetre en los ánimos, teniéndola por importantísima, dice: «considerad las aves del cielo» etc., entendiendo: pues veis la liberalidad de que Dios usa con las aves del cielo, dándoles el comer sin su trabajo y sin su solicitud, bien podeis aseguraros que hará lo mismo con vosotros, y tanto más cuanto que vosotros sois de mayor excelencia que las aves.

    El mismo argumento hace Cristo en los lirios del campo que en las aves del cielo. Y cuanto él más procura hacernos capaces de esta verdad á fin que perdamos este cuidado, tanto yo pienso más en la necesidad que tenemos de perderlo, y tanto me avergüenzo más cuando mirándome me hallo despojado de él, y ruego á Dios me libre y me despoje de tal manera de él, que yo no piense más á lo que tengo de comer que piensan las aves del cielo, ni piense más á lo que tengo de vestir que piensan los lirios del campo, porque hasta que me conozca en este estado, me tendré y juzgaré imperfecto. En aquello «¿quién de vosotros pensando» etc. entiende Cristo que, pues es así que nuestros cuidados no son bastantes á dar crecimiento á nuestros cuerpos y, sin pensarlo nosotros, Dios se lo da como le place, ¿por qué causa no nos descuidaremos, con Dios á nuestro grado, en la sustentacion de nuestros cuerpos, así como á nuestro despecho nos descuidamos en la estatura de los mismos cuerpos?

    Aquello «oh hombres de poca fe» tiene mucha eficacia; y tales somos en la verdad, todos los que oimos estas palabras de Cristo y no nos resolvemos de una á descuidarnos de lo de la vida presente, pasando todo nuestro cuidado á lo de la vida eterna. Tiene tambien mucha eficacia aquello «todo esto lo buscan las gentes,» adonde entiende Cristo que nosotros, los que somos hijos de Dios regenerados por él y en él, no debemos atender á lo que atienden las gentes, pues ya nosotros por la regeneracion y renovacion habemos dejado de ser gentes, habiendo dejado de ser hijos de Adam y venido á ser hijos de Dios.

    Viniendo pues Cristo al punto principal, dice: «buscad pues el reino de Dios» etc., adonde declara que nuestro cuidado debe ser todo y del todo en buscar el reino de Dios y la justicia de Dios, porque esto es lo que pertenece á la vida eterna. Y diciendo «y todo esto os será añadido,» entiende que á los que buscaremos el reino de Dios y su justicia, nos dará Dios lo uno y lo otro, y nos dará como por añadidura sin nuestra solicitud todas las cosas que nos serán necesarias para comer, beber y vestir. Adonde entiendo que buscan el reino de Dios los que, saliéndose del reino del mundo, renunciando el regimiento y el gobierno de su prudencia humana, se entran en el reino de Dios, ateniéndose á estas palabras de Cristo, ciertos que serán cumplidas con ellos, y tanto más, cuanto más ellos perderán el cuidado de sí mismos. Tambien buscan el reino de Dios los que, certificados que estarán bien en él, van deseando el cumplimiento de aquellas palabras que habemos declarado en la santísima oracion de Cristo que dicen: «venga ya el tu reino;» y entiendo que buscan la justicia de Dios los que aceptan el perdon general que predica el evangelio por la justicia de Dios ya ejecutada en Cristo: esta es la justicia con que Dios nos justifica, y esta es la justicia con que se toma la posesion en el reino de Dios; con la misma es defendida la posesion y con la misma es conservada, y la misma lleva á los que la aceptan á la gloria de la resurreccion.

    Concluyendo Cristo esta divinísima y eficacísima amonestacion, dice: «no penseis pues á mañana,» etc., adonde muestra que su intento en todo esto ha sido reducirnos á que en un día no pensemos en lo que habemos de comer, de beber y de vestir otro día, pues basta que pensemos hoy por hoy y mañana por mañana. Y diciendo «bástale al día su afliccion,» muestra Cristo que es una de las miserias humanas el tener cuidado del comer y del vestir, aunque no sea más que para un día, y así lo sienten con efecto los que tienen del espíritu de Cristo, los cuales tendrían por felicidad poderse pasar sin comer y sin vestir. De esta manera entiendo todas estas palabras de Cristo, las cuales me ponen delante los ojos mi imperfeccion, tanto que me avergüenzo de mí mismo, viéndome tan lejos de aquello que Cristo quiere de mí.

    Cuanto á las limitaciones con que son limitadas estas palabras, me remito á los que aciertan mejor, tomando esto para mí que, (como he dicho), me tendré por imperfecto, hasta que me halle tan descuidado de lo que tengo de comer para sustentar mi vida, cuanto están descuidadas las aves del cielo, y tan descuidado de lo que me tengo de vestir, cuanto están descuidados los lirios del campo. Esto he tornado á replicar porque me place, y para mí tanto no quiero limitacion en estas palabras, holgándome de conocer con ellas mi imperfeccion. En todas las partes adonde dice «penseis» y «pensando,» el vocablo griego significa algo más que pensar, tener cuidado ó solicitud; es bien verdad que el evangelista lo usa por pensar simplemente, como veremos en el cap. 10, adonde, diciendo Cristo á sus discípulos que no piensen en lo que han de decir en su defension cuando serán llevados delante de los príncipes del mundo, porque el espíritu santo hablará por ellos, usa de este mismo vocablo, y allí claramente consta que lo usa el evangelista por «pensar.» Adonde dice «hacienda,» el vocablo griego significa, como seria decir, «vitualla,» las cosas de comer y de vestir. Por «ánimas» entiende vidas.