El Proemio de los Evangelios
Grandísimo testimonio de la verdad cristiana es este que, cuando el hombre en las cosas que pertenecen á ella, no se sirve en nada de su prudencia ni de su razon humana, acierta, y cuando se sirve, yerra. Esta verdad, la he entendido por propia experiencia en muy muchas cosas, y últimamente la he visto en esto que, si cuando yo me aplique á edificaros á vos y á edificarme á mí en lo que pertenece á la fe cristiana y al vivir cristiano con el medio de las santas escrituras, siguiera el juicio de mi prudencia y razon humana, primero me ocupara en los evangelios, que son historias de Cristo, y os los enviara, por ser tenida comunmente esta escritura por más fácil de ser interpretada y entendida que otra ninguna; luego me ocupara en las epístolas de San Pablo y de San Pedro y os las enviara, porque en ellas está como seria decir la práctica del vivir cristiano con la confirmación de la fe cristiana; y después me ocupara en los salmos y os los enviara, porque comunmente son tenidos por escritura muy difícil de ser interpretada y entendida. Y si lo hiciera así, lo hubiera errado muy mucho, cuanto á vos y cuanto á mí, porque ni yo acertara á traducir ni á interpretar así bien los evangelios, no siendo pasado por las epístolas, ni las epístolas, no siendo pasado por los salmos, ni vos fuérades así capaz de la leccion de los evangelios sino estuviérades instruida en la leccion de las epístolas, ni de la leccion de las epístolas sino os hubiérades ejercitado en la leccion de los salmos. Porque, estando fundados los salmos en el deber de la generacion humana segun la verdadera inteligencia de la ley de Moisen, y estando fundadas las epístolas en el deber de la regeneracion cristiana segun la verdadera inteligencia del evangelio de Cristo, y estando fundados los evangelios en la misma regeneracion cristiana y en exprimir la vida y las palabras del mismo hijo de Dios Jesu Cristo nuestro señor, no hay duda sino que á mí para traducir é interpretar, y á vos para entender y gustar, fué cosa convenientísima tomar primero los salmos, porque es así que más capaces somos de las cosas que pertenecen al deber de la generacion humana, que de las que pertenecen al deber de la regeneracion cristiana, siendo estas como contrarias á nuestra natural inclinacion, y siendo aquellas como propias á ella, y tomar luego las epístolas ántes que los evangelios, porque es tambien así que somos más capaces de los conceptos y sentimientos que en el negocio cristiano, en la regeneracion cristiana tuvieron los apóstoles de Cristo, que de los conceptos y sentimientos que en el mismo negocio tuvo el mismo Cristo, porque en los de los apóstoles nos podemos servir mucho del libro de la consideracion, ayudada de la propia experiencia, como con efecto nos servimos, y en los de Cristo nos podemos servir poco de aquel libro, porque, aunque á los que aceptamos la gracia del evangelio, comunica Cristo su propio espíritu, por nuestra incapacidad no es en tanta abundancia que podamos comprender bien con nuestra propia experiencia todos los conceptos y los sentimientos de Cristo que hallamos escritos en los evangelios, y así, aunque en unos acertamos, en otros apenas atinamos. De manera que con mucha razon puedo decir que acertamos, cuando en las cosas cristianas no nos gobernamos por el juicio de la prudencia y razon humana, y que erramos cuando nos gobernamos por él, teniendo esta por eficacísima señal de la verdad cristiana, sabiendo cierto que, cuando ella no fuese así verdadera, se vería por experiencia todo lo contrario. Y porque deseo que seais bien capaz de la necesidad que tiene el hombre que se aplica á las santas escrituras de seguir no el órden que yo siguiera cuando me aconsejara con la prudencia humana, sino el que he seguido sin mirar en ello y sin pensar en ello, dejando estar aparte los salmos que (como he dicho) siguen el deber de la generacion humana por la ley de Moisen, y tomando las epístolas y los evangelios que (como he dicho) siguen el deber de la regeneracion cristiana por el evangelio de Cristo, digo que hay aún otra causa, por la cual parece que el hombre cristiano debe atender primero á la leccion de las epístolas que á la leccion de los evangelios. Y es esta que es así peligrosa la leccion de los evangelios mal entendidos para hacer que un hombre pretenda ser justo, y así alcanzar salud y vida eterna por sus obras, descuidándose de la fe, como es peligrosa la leccion de las epístolas mal entendidas para hacer que otro hombre pretenda ser justo y así alcanzar salud y vida eterna por la fe, descuidándose del bien obrar. Pues siendo así que el hombre no regenerado más presto se inclina á justificarse por sus obras sin su fe que á pensar en justificarse por su fe sin sus obras, y siendo tambien así que el fundamento de la iglesia cristiana es la fe cristiana, la aceptacion de la gracia del evangelio, y que las obras en tanto son buenas en cuanto el que las hace está bien fundado en la fe cristiana, porque, como dice San Pablo, sine fide impossibile est placere Deo, está claro que es menor el inconveniente en que puede caer el hombre leyendo con descuido las epístolas, que leyendo con descuido los evangelios, pues está más cerca de apartarse del fundamento cristiano leyendo y no entendiendo los evangelios, que leyendo y no entendiendo las epístolas. Y aunque no tengo temor que vos hayais de caer en ninguno de estos dos inconvenientes, todavía es bien avisaros que, leyendo las epístolas, de tal manera os fundeis en la fe cristiana, que no os descuideis de las obras cristianas, y que leyendo los evangelios, de tal manera os apliqueis al vivir cristiano, á las costumbres cristianas y obras cristianas que no olvideis la fe cristiana. Y porque podría ser que os aconteciese á vos lo que acontece á muchos, los cuales, haciendo de los evangelios ley, pretenden justificarse por el cumplimiento de la doctrina de Cristo, y así nunca jamás hallan paz en sus conciencias, porque nunca jamás conocen haber satisfecho, como con efecto no satisfacen; os aviso que de la doctrina de Cristo os habeis de servir por una instruccion del vivir cristiano. Porque habeis de saber que, así como á un villano, siendo tomado por hijo del emperador, le seria propuesta y dada una instruccion por la cual entendiese en qué manera se deberia gobernar para cobrar costumbres de hijo de emperador, viviendo segun el deber y decoro de hijo del emperador, así á vos, que de hija de Adam sois tomada por hija de Dios, os es propuesta y dada la doctrina de Cristo que está en los evangelios, para que por ella entendais y sepais en qué manera conviene que os goberneis para obrar costumbres de hija de Dios, viviendo segun el deber de hija de Dios y guardando el decoro de hija de Dios. El cual decoro, aunque está muy bien exprimido en las palabras de Cristo, todavía lo aprendereis mucho mejor considerando las obras del mismo Cristo. Y en esto hablo con propia experiencia, habiendo experimentado en mí que, aunque son muy eficaces en mí aquellas divinas palabras de Cristo «aprended de mí que soy manso y humilde en el corazon,» todavía es sin ninguna comparacion más eficaz la consideracion de la mansedumbre y de la humildad de Cristo en toda su vida, y principalmente en su pasion y en su muerte. Porque os certifico, que esta consideracion me reduce á esto que, cuando me fuese dado á escoger cuál quería más, la mansedumbre y la humildad de Cristo ó todas juntas las otras cosas que en Cristo fueron vistas gloriosas miéntras anduvo entre los hombres, yo escogería la mansedumbre y la humildad que veo en Cristo, tanto me parecen anexas y como propias y naturales al cristiano en este estado de pasibilidad y mortalidad. Y aquí viene bien daros este aviso: que en Cristo habeis de pretender imitar aquellas cosas que pertenecen á la mansedumbre, á la humildad, á la caridad y á la obediencia á Dios, procurando ser así excelente en la mansedumbre, en la humildad, en la caridad y en la obediencia como conocereis que lo fué Cristo, no teniéndoos jamás por perfecta en cosa ninguna de estas, hasta tanto que conozcais en vos lo que conocereis en Cristo. No digo lo que conoceis, porque sabed de cierto que es muy poco lo que conoceis con lo que conocereis, tomando estrecha familiaridad con Cristo, examinando bien todas sus palabras y considerando bien todas sus obras.
Allende de esto, es bien que sepais que no todas las cosas que dijo y que enseñó Cristo, pertenecen á todas las personas ni á todos los tiempos. Porque es así que hay muchas cosas de ellas, que eran necesarias en aquellos tiempos y serían dañosas en estos tiempos, como es la observacion de la ley de Moisen, á la cual observacion pertenece el mandar Cristo á los leprosos que ofreciesen por su alimpiamiento lo que estaba mandado ea la ley de Moisen, y pertenecen aquellas palabras de Cristo: Sobre la cátedra de Moisen se asientan, etc., Mat. 23, y aquellas: No soy venido á romper la ley sino á cumplirla, Mat. 5; y porque es tambien así que muchas cosas dijo Cristo que no se han de tomar en general para todos, como aquello que dijo al mancebo hebreo: Si quieres ser perfecto, ve y vende, Mat. 12, y como aquello que dijo á los escribas y fariseos: Escudriñad las escrituras, Juan 5, diciendo á sus discípulos: Y el Espíritu Santo, que enviará mi padre en mí nombre, él os enseñará toda cosa, Juan 14; por donde parece que las unas palabras pertenecen á los que son discípulos de Cristo, y las otras á los que, estándose en la escuela de Moisen ó en la escuela de la filosofía, no son entrados en la escuela de Cristo. De este aviso os servireis así para saber que no habeis de pensar que os es dicho á vos sino aquello que Cristo dice á sus discípulos, á lo cual solamente os habeis de aplicar, como para entender que no habeis de aplicar á estos tiempos sino las cosas que cuadran con la fe cristiana y con el vivir cristiano, pasando ligeramente por todas las otras cosas. Hora porque acostumbraba Cristo á exprimir y declarar algunos de sus conceptos con parábolas y comparaciones, en las cuales hallan mucha dificultad los que las quieren reducir á que cuadren en todo y por todo, os aviso que no penseis vos, como tampoco he pensado yo, reducirlas á esto, porque perdereis tiempo, pero pensad de hacer que cada una cuadre con el propósito á que parece que Cristo la dijo, y así acertareis. Y que sea así que en las parábolas no pretende Cristo que cuadren en todo y por todo, consta por algunas que él propio declaró, y si él no hizo que aquellas cuadrasen en todo y por todo, muy grande indiscrecion sería la nuestra cuando las quisiésemos reducir á que cuadrasen en todo y por todo.
Á muchos ha ofendido y ofende la disconformidad que parece que hay entre los evangelistas, así en el órden de la historia, como en la continuacion de los razonamientos de Cristo y como tambien en algunas otras cosas, y por tanto se van fatigando por concordarlos. Esta empresa, yo no la he tomado, ni me parece que la debeis vos tomar. Porque habeis de saber que aunque yo no condeno la pia curiosidad de estas personas, tengo por mejor la cristiana simplicidad de los que, tomando de cada uno de los evangelistas lo que dan, se contentan con esto. Que en lo que es el fundimento del evangelio de Cristo y de la iglesia cristiana, que Cristo es el Mesía, que es hijo de Dios, que murió en cruz, que resucitó y que vive, todos concuerdan sin que haya entre ellos la menor disconformidad del mundo. Y de mí, tanto os certifico, que pienso que sentiria más fastidio y me ofenderian más los evangelios cuando los hallase conformes en todo y por todo sin que discrepasen en cosa ninguna, que hallándolos como los hallo, que al parecer son disconformes en algunas cosas, tanto porque me huelgo que mi fe no dependa de escrituras ni esté fundada en ellas, pero que dependa de inspiraciones y experiencias y esté fundada en ellas, como estuvo la fe de los de Samaria, despues que habiendo visto á Cristo y habiéndole oído hablar, creyendo por inspiracion y por experiencia, decian á la mujer que ya no creian por su relacion de ella sino por la experiencia que ellos tenian, cuanto porque veo conocidamente que el intento de Dios en las Escrituras, ha sido dar tanta luz cuanta basta á alumbrar á los que tienen las inspiraciones interiores, y no dar tanta cuanta podria bastar á alumbrar á la prudencia humana, cuando sin las inspiraciones interiores quisiesen entender las cosas cristianas, espirituales y divinas. Y así entiendo que la disconformidad que parece que hay entre los evangelistas, es para los que los leen con prudencia humana y con lumbre natural, lo que era la bajeza y humildad de Cristo para los que lo miraban con la misma prudencia y con la misma lumbre; á estos la bajeza y la humildad de Cristo hacian tropezar y caer sin poderse levantar, ya aquellos la disconformidad que parece que hay entre los evangelistas, hace tropezar y caer sin poderse levantar. Y así viene á ser Cristo siempre y en todas maneres lapis offensionis et petra scandali conforme á lo que segun San Pedro estaba profetizado de él. Y advertid que lo que entiendo en la disconformidad que parece que hay en los evangelios, lo entiendo tambien en ha disconformidad que parece que hay en algunas de las autoridades de la ley y de los profetas que están alegados en los evangelios.
En los milagros que hacia Cristo, considerareis su caridad, y serviros heis de ellos para confirmar vuestra fe cristiana, pensando así: si Cristo hacia beneficios temporales á los que, confiando en él, se iban tras él y se encomendaban á él, no siendo este el principal intento de su venida al mundo, cuánto mejor hará beneficios eternos á los que, confiando en él, se irán tras él y se encomendarán á él, siendo esto el principal intento de su venida al mundo.
En la pasion y muerte de Cristo, considerareis su obediencia á Dios, y os servireis de ella para reduciros vos cada día más á no apartaros en poco ni en mucho de lo que conocereis que es la voluntad de Dios, examinándoos si os bastaria el ánimo á pasar por lo que Cristo pasó; en la paciencia con que Cristo comportaba y sufría las injurias y las afrentas que lo eran dichas y hechas sin dar mal por mal, no siendo perjudicial á ninguno, considerareis su admirable mansedumbre y os servireis de ella para imitarla, y para conocer que tanta parte habeis alcanzado de ella despues que os sentís incorporada en Cristo.
Y cuando leereis lo que Cristo dice contra los escribas y fariseos, tratándolos mal de palabras, considerareis que aquellas palabras no salen de afecto de carne, sino de ímpetu de espíritu, y os servireis de esta consideracion para no dejaros jamás trasportar de vuestro afecto carnal á hablar mal ni aún contra los que conocereis que son escribas y fariseos, siendo contrarios á la fe cristiana, á la gracia del evangelio y al vivir cristiano, á la imitacion de Cristo, ateniéndoos siempre á la parte más segura que es á ser útil á todos, sin ser perjudicial á ninguno.
En la sumision con que Cristo se sujetaba á los hombres hasta pagarles el tributo, siendo hijo de Dios, como si fuera puro hombre, considerareis su profundísima humildad, considerando que fuera grande humildad cuando, siendo hijo de Dios, se abajara á ser hombre en el mayor grado y en la mayor dignidad que se podría pensar ni imaginar entre los hombres, y que fué grandísima, abajándose á ser hombre en el más ínfimo grado que puede ser entre los hombres; y de esta consideracion os servireis para amar la humildad y para no teneros jamás por humilde hasta que os conozcais inferior á todos los hombres del mundo, y holgueis de ser tenida por tal y de ser tratada por tal.
Si, leyendo la transfiguracion de Cristo, os subireis con él en el monte Tabor á considerarlo transfigurado, y allá os vendria gana de transfiguraros con él, bajáos luego del monte Tabor y ponéos en el monte Calvario á considerar á Cristo crucificado, y si estando allí, no os vendria gana de ser crucificada con Cristo como os venia acullá de ser transfigurada con Cristo, conoced que érades tirada de vuestro amor propio y no del amor de Cristo y que por consiguiente os amais mas á vos que á Cristo. Esta misma prueba hareis siempre que, considerando las cosas que son gloriosas en Cristo, os vendria deseo de ser en ellas semejante á Cristo.
Si leyendo las autoridades de la ley y de los profetas que están alegadas en estas santas escrituras, os vendria gana de irlas cotejando y examinando, conoced que sois movida con curiosidad y dejadla estar, porque así lo he hecho yo en las que en el cotejarlas y examinarlas no he hallado edificacion cristiana.
Si, leyendo en San Juan la divina generacion de Cristo, os vendria deseo de entender en qué manera el Hijo es engendrado del Padre, y en qué manera el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, considerad vuestra incapacidad y pensad que no es menor vuestra temeridad en esto, que seria la de un gusano cuando quisiese entender en qué manera vos habeis sido engendrada en el vientre de vuestra madre. Esto mismo considerareis cuando os vendria voluntad de entender en qué manera fué Cristo engendrado en el vientre de la santísima vírgen María.
Cuando leereis la ferocísima rabia con que los principales de la sinagoga hebrea persiguieron á Cristo hasta hacerlo morir cruelísimamente con título de impío y enemigo de Dios, siendo él venido á hacerlos amigos de Dios y justos, y darles vida eterna, considerareis en qué inconvenientes caen los hombres cuando se dejan cegar de sus pasiones, y cuan poco os podeis fiar de hombres ningunos por muy principales que sean; y servireis os de esta consideracion para tener siempre vuestro ánimo libre de toda pasion, y para no fiaros de hombre ninguno en las cosas cristianas, espirituales y divinas, por muy principal y eminente que sea, porque no toque á vos aquello Maledictus homo qui confidit in homine; conteniéndoos una cosa tal cual aconteció á los del pueblo hebreo, que fiándose de los que entre ellos eran principales y eminentes en la religion, demandaron á voces que Cristo fuese crucificado.
Cuando leereis la incredulidad y poca fe, la ignorancia y ceguedad en que estuvieron los discípulos de Cristo, todo el tiempo que él estuvo con ellos, considerareis de qué manera trató el padre eterno á su unigénito hijo mientras vivió como hombre entre los hombres, privándolo áun de la satisfaccion que le fuera ver á sus discípulos espirituales y cristianos como fueron despues de su ascension; y servireis os de esta consideracion para no pretender que Dios os muestra el amor que os tiene, dándoos satisfacciones ni aún espirituales, pretendiendo que os lo muestre dándoos fuerzas y esfuerzo con que pasar animosamente por los fastidios corporales y espirituales que se os ofrecerán en la presente vida.
Y si leyendo algunas palabras de Cristo á donde está entendida la predestinacion como aquellas: Non rapiet eas quisquam de manu mea, Juan 10, os vendria deseo de entender cómo pueda estar la predestinacion con el líbero arbitrio, y como puede estar que Judas fuese necesitado á vender á Cristo y que sea condenado por ello, os acordareis de lo que dijo Cristo á San Pedro, porque quería saber lo que no le pertenecia: Quid ad te? Tu me sequere. Por último, y de estas mismas palabras os servireis siempre que sereis asaltada de alguna cosa curiosa que no pertenezca á vos, tanto de las que resultarán de esta divina leecion, cuanto de las que cada dia se os podrán ofrecer. Y tened por cierto que, tanto en leer estas Santas Escrituras cuanto en el tratar todas las cosas cristianas espirituales y divinas, vale mucho la simplicidad y daña mucho la curiosidad, la cual debe ser del todo desterrada de los ánimos de las personas cristianas, dando lugar á la simplicidad que le es propia y natural en la regeneracion. Y así como os será provechosa cosa estar apercibida contra la curiosidad con aquellas palabras: Quid ad te? Tu me sequere, así os será tambien cosa provechosa estar apercibida de otras palabras de Cristo semejantes á aquellas contra los otros efectos de que sereis combatida. De esta manera, si sereis combatida del temor ó de la desconfianza tanto en las cosas temporales cuanto en las eternas, acordáos de aquellas palabras de Cristo: Quare dubitas? y de aquella: Ubi est fides tua? Si del afecto vindicativo, acordáos de aquellas: ¿Nescitis cujus spiritus estis? Si de la ocupacion de las cosas que son del mundo acordáos de aquellas palabras: Quis me constituit judicem inter vos? Y sí leyendo la perfeccion cristiana que particularmente está escrita en San Mateo, cap. 5. 6. 7, se os representara tan alta que, comenzando á desconfiar de poder llegar á ella, sereis tentada á apartaros de ella, os acordareis de aquellas palabras de Cristo: Omnia possibilia sutil credenti, y con ellas os certificareis en esta verdad, que aunque el que no tiene fe cristiana es imposible reducirse á aquella tan alta perfeccion, porque le es imposible amar á Dios más que se ama á sí y amar al prójimo como se ama á sí, que á vos que teneis fe cristiana os es posible, porque la fe cristiana os ha incorporado en Cristo é incorporada en él podeis decir con San Pablo: Todo lo puedo en él que me hace poderosa y poder lo que podía San Pablo. Y de esta manera ireis encomendando á vuestra memoria algunas palabras de Cristo con que estar apercibida para reprimir todos los afectos con que sereis asaltada, teniendo siempre intento á comprender aquella perfeccion en que sois comprendida por la incorporacion en Cristo. Incorporada en Cristo por la aceptacion de la gracia del evangelio y por el bautismo, sois muerta cuanto al mundo, y sois resucitada y vivís cuanto á Dios, siendo de vos lo que es de Cristo, en cuanto os considera Dios no por lo que sois por vos, sino por lo que sois por Cristo.
Atended vos á vivir como muerta cuanto al mundo y á todas las cosas que son del mundo, pasando por ellas como si realmente y con efecto fuésedes muerta, y á vivir como resucitada cuanto á Dios, de manera que, viviendo vos en la presente vida como muerta y resucitada, comenceis á vivir una vida muy semejante á la que habeis de vivir en la vida eterna despues de la general resurreccion. Y sabed que cuanto vuestro vivir será más conforme á aquel, tanto podeis creer que habeis comprehendido mejor aquella perfeccion en que, incorporada en Cristo, sois comprehendida, siendo en todo y por todo muy semejante á Cristo. Y cuando querreis examinar qué tanto habeis comprehendido y alcanzado de esta perfeccion, considerareis qué tan firme y constante os hallaríades cuando fuésedes necesitada á padecer por Cristo la ignominia y confusion, el tormento y dolor que padeció Cristo por vos, porque sabed que á esta firmeza y constancia conviene que os reduzcais, pretendiendo que, compareciendo en el juicio de Dios con mucha firmeza y constancia por el ser que os da la incorporacion en Cristo, no os cause vergüenza y confusion el ser que teneis por vos. Y á este fin conviene que vayan enderezados todos vuestros ejercicios y todos vuestros estudios y más este de la doctrina y vida de Cristo que leereis en estas escrituras, rogando siempre á Dios, nos favorezca á vos y á mí con su divina gracia de tal manera que sea vista en nosotros la propia imágen de su unigénito hijo Jesu Cristo nuestro señor.
En esta traduccion he seguido la letra griega así como la seguí en la traduccion de las epístolas, señalando las palabras que para hacer más inteligible la escritura me ha parecido que convenia añadir. Y en las interpretaciones y declaraciones que he escrito sobre la letra he seguido lo que me ha parecido más conforme á lo que siento y conozco de la verdad de la fe cristiana y de la puridad del vivir cristiano, señalando la edificacion espiritual que mientras escribía se me representaba que las personas cristianas aplicadas al vivir cristiano, á la imitacion de Cristo pueden tomar de estas santas escrituras, y confesando ingénuamente mi ignorancia en las cosas que por mi incapacidad y poco espíritu no he podido alcanzar, pretendiendo que así sea ilustrada la gloria de Cristo por lo que no he entendido, como por lo que he entendido, y que así sean edificadas las personas cristianas con lo uno como con lo otro, considerando en lo uno lo que soy por mí y considerando en lo otro lo que soy por beneficio favorable de Dios, el cual me trujo á Cristo y me incorporó en Cristo, y por liberalidad de Cristo, el cual me comunica la parte que te place de aquellos divinos tesoros que su eterno padre ha puesto en él, para que él los comunique con los que estamos incorporados en él, á fin que en nosotros y por nosotros sea visto y conocido quién es Dios y quién es el Hijo de Dios Jesu Cristo nuestro señor. A los cuales con el Espíritu Santo sea perpétua gloria. Amen.