El evangelio según San Mateo
declarado por Juan de Valdés


Traducido fielmente del griego en romance castellano y declarado según el sentido literal con muchas consideraciones sacadas de la letra, muy necesarias al vivir cristiano. 
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Capítulo XXI

         Y como se acercasen á Jerusalem y viniese á Betfagé al Monte de las Olivas, entónces Jesus envió dos discípulos diciéndoles: Id á la aldea la de enfrente de vosotros, y luego hallareis una asna atada y un borrico con ella; desatándolos traedlos á mi; y si alguno os dirá algo, decid: el señor tiene necesidad de ellos, y luego los enviará. Y esto todo fué hecho así á fin que fuese cumplido lo que estaba dicho por el profeta que dice: Decid á la hija de Sion: hé aquí tu rey que viene á tí, manso y asentado sobre asna y borrico hijo de la domada. Partidos, pues, los discípulos y haciendo segun que Jesus les habia ordenado, trajeron al asna y al borrico, y pusieron sobre ellos sus vestiduras y asentáronlo á él sobre ella. Y la mucha gente extendia sus vestiduras en el camino, y otros cortaban ramos de los árboles y los extendian en el camino. Y las gentes, las que iban delante y las que iban detras, gritaban diciendo: ¡Hosana al hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas! Y entrado que fué en Jerusalem, alborotóse toda la ciudad, diciendo: ¿Quién es este? Y las gentes decian: Este es Jesus el profeta de Nazaret la de Galilea. Y entró Jesus en el templo de Dios, y echó á todos los que vendian y compraban en el templo y trastornó las mesas de los cambiadores y los asentamientos de los que vendian palomas, y díceles: Escrito está: Mi casa casa de oracion ha de ser llamada, y vosotros la habeis hecho cueva de ladrones. Y allegáronse á él ciegos y cojos en el templo y sanólos. Viendo los príncipes de los sacerdotes y los escribas las maravillas que hacia y los muchachos que daban voces en el templo y decian: ¡Hosana al hijo de David! indignáronse y dijéronle: ¿Oyes lo que estos dicen? Y Jesus les dice: Sí. ¿Nunca habeis leido: De boca de niños y que maman perfeccionaste loor? Y dejándolos se salió fuera de la ciudad á Betania y aposentóse allí.

    En esta entrada de Cristo en Jerusalem y en el templo me parece que mostro más majestad que en ninguna otra cosa de cuantas hizo, la cual majestad se me representa tanto mayor, cuanto la veo más mezclada con profundísima humildad. Grandísima majestad fué entrar en Jerusalem con la ceremonia de los ramos que acostumbraban los hebreos hacer en el séptimo mes, conforme á lo que les era mandado en el Levítico cap. 23, y con las aclamaciones de hosana que habian los hebreos añadido á la ceremonia de los ramos, como consta por sus historias; y fué grandísima humildad, entrando con aquella majestad, entrar cabalgando en un asno, propiamente como lo habia visto entrar el profeta Zacarías cuando dijo: «decid á la hija de Sion» etc. Tambien fué grandísima majestad entrar Cristo en el templo de Jerusalem, haciendo el estrago que hizo y diciendo las palabras que dijo; y fué grandísima humildad salirse aquella noche fuera de la ciudad, no queriendo seguir, como seria decir, la victoria contra los principales de la sinagoga.

    Esto lo considero así en general, y, viniendo al particular, entiendo que, enviando Cristo los dos discípulos con todas aquellas circunstancias á que le trajesen el asna y el borrico con que entrar en Jerusalem, pretendió certificarlos y confirmarlos en la fé y en la opinion que debian tener de él, de su omnipotencia, en cuanto veian que no le era hecha resistencia en lo que queria, y de su verdad, en cuanto veian que acertaba en todo lo que decia.

    En aquello: «el señor tiene necesidad» etc., podria parecer extraño á alguno que Cristo, que era la misma humildad, hablando de sí, se llamase señor, pero, si considera que era necesario que Cristo dijese á los discípulos las palabras formales que debian decir, no le parecerá extraño, mayormente que estaba Cristo más lejos de entrar en ningun género de ambicion por títulos que los hombres le diesen, que está el mar oceano de salir de madre por un pequeño arroyo que entre en él.

    En aquello: «y esto todo fué hecho» etc., entiende el evangelista que esto, que hacia Cristo, cuadraba con la profecia de Zacarías, no lo hacia él, teniendo intento á lo que habia dicho Zacarías, ántes Zacarias lo habia dicho porque lo habia de hacer él; y quien tuviera ojos para cotejar lo que veia en Cristo con las palabras de Zacarías, pudiera bien conocer que Cristo era el Mesía, siendo aquel de quien habló Zacarías, el cual segun la letra hebrea (porque San Mateo sigue la letra griega), dice así (159): «¡Alégrate mucho, hija de Sion; júbila, hija de Jerusalem! Hé aquí que tu rey viene á tí, justo y salvo, humilde y cabalgando sobre asno y sobre borrico hijo de asna,» y más adelante dice: «y su imperio de mar á mar desde el rio hasta los fines de la tierra.» Adonde entiendo que, siéndole mostrado en vision al profeta esta gloriosa entrada de Cristo en Jerasalem, todo alegre y contento comenzó á decir: «alégrate mucho» etc., llamando hija de Sion á Jerusalem que estaba en el monte de Sion, y llamando hija de Jerusalem á la iglesia cristiana que nació en Jerusalem, porque allí fué comenzada la predicacion del evangelio.

    Lo mismo entiendo que es «justo» que «salvo,» libre de todo pecado, en lo cual consiste la gloria de Cristo, antes la nuestra, porque en la justicia é inocencia de Cristo constituimos nuestra justicia y nuestra inocencia, certificándonos que el castigo de Dios, que cargó sobre Cristo, no fué por haber pecado él sino por haber tomado sobre sí nuestros pecados, conociéndose y hallándose tan culpado delante de Dios por cada uno de ellos como si realmente los hubiera, cometido todos.

    En aquello: «humilde y cabalgando» etc., se ha de considerar que juntó bien el profeta la humildad con el ir cabalgando en el asno. Lo mismo es en el evangelista «hijo de la domada» que en el profeta «hijo de asna.»

    Por San Marcos se entiende que Cristo entró cabalgando en el borrico, por ventura significando su superioridad en el pueblo cristiano, el cual no reconoce otro señor que á Cristo. En aquello: «su imperio de mar» etc., significó ó profetizó Zacarías que el imperio de Cristo se extiende por todo el mundo, no digo el temporal y exterior sino el espiritual é interior, porque tiene absoluta potestad en el cielo y en la tierra. Así entiendo la profecia de Zacarias, con la cual se entiende bien la alegacion del evangelista.

    En la profecía parece extraño á algunos que, adonde, dice «salvo,» no diga salvador, no considerando que lo que entenderia diciendo salvador, lo entiende diciendo: «Tu rey,» porque así es llamado el Mesías, ni considerando que cabe el «justo» cuadra muy bien el «salvo,» siendo costumbre de los profetas cuando quieren encarecer una cosa poner dos vocablos juntos que significan una misma cosa y poner dos veces una misma sentencia por diferentes palabras.

    En la misma profecía ofende grandemente á los hebreos que se diga que su rey viene cabalgando en asno y no hallan como pueda cuadrar en su Mesía este cabalgar en asno, y así van imaginando cosas extrañas, porque, no siendo capaces de los dos estados de Cristo, el humilde y el glorioso, no saben distinguir entre las profecías que hablan de Cristo, cuales hablan de él en el estado humilde y cuales hablan de él en el estado glorioso, los cuales dos estados van tan mezclados en los profetas que parece que les eran mostrados todos dos juntos para que hablasen de todos dos juntos como si fueran uno solo, como que quisiese Dios engañar á la prudencia humana, dándole causa para que, cuanto más escudriña las escrituras, tanto más ciega quede en ellas.

    Cuanto á la ceremonia de los ramos, ya he dicho que aludian á la fiesta que hacian en el séptimo mes, y es verdaderamente cosa divina que aquellas gentes, sin saber lo que hacian, hiciesen en honra de Cristo lo que hacian en honra de Dios, añadiendo el extender las capas por el camino, la cual ceremonia no sé de donde la habian tomado, pero me place considerar á Cristo que en cuanto á sí se humillaba yendo cabalgando en un asno, y cuanto á las gentes era ensalzado con todas aquellas ceremonias que ellas podian, con los ramos, con las vestiduras y con las exclamaciones que decian: hosana, que es lo mismo que: salva, ahora y añadiendo: «al hijo de David,» confesaban á Cristo por Mesía, como hemos visto en lo pasado. Y diciendo: «bendito el que viene» etc., confirmaban la opinion que tenian, que era el Mesía, enviado por Dios á redimir á Israel, pero no como ellos pensaban, de la tiranía de los hombres en la presente vida sino de la tiranía de la carne, del demonio, del infierno y de la muerte en la vida eterna, la cual liberacion comienzan á sentir en la presente vida los que han de gozar de ella en la vida eterna. Replicando su hosana con aquello «en las alturas,» pienso que entendian que sus voces subiesen en alto hasta ser oidas de Dios.

    Y háse de entender que era lo mismo decir hosana que si dijeran lo que solemos nosotros decir cuando el rey entra en un lugar: ¡viva el rey! Y tambien que estas palabras con que estas gentes honraban á Cristo son tomadas del salmo 118, adonde está un verso que dice así: «suplícote, Señor, salva ahora; suplícote, Señor, prospera ahora! Bendito el que viene en el nombre del Señor!» Adonde, remitiéndome á lo que he dicho sobre el salmo, diré esto: que fuera verdaderamente grandísima la felicidad de aquellas gentes si supieran lo que hacian y decian, conociendo que eran inspirados por Dios á hacerlo y decirlo, como será grandísima nuestra felicidad cuando, siendo inspirados por Dios, como eran aquellos, conoceremos que aquella es inspiracion de Dios y la abrazaremos, oonsistiendo nuestra felicidad en que juntamente conoceremos la omnipotencia de Dios y de Cristo, lo que sus inspiraciones pueden en nosotros, y así nos certificaremos más en nuestra justificacion, resurreccion y glorificacion.

    El alboroto ó el movimiento y alteracion que hubo en Jerusalem por la entrada de Cristo con gloria y con majestad mezclada con bajeza y con humildad me representan el alboroto, el movimiento y alteracion que hay en cada uno de aquellos en los cuales entra el espíritu de Cristo con gloria y con majestad interior mezclada con bajeza y humildad exterior, en cuanto humilla y abaja á tal hombre, dándole conocimiento de sí mismo; y el alboroto es en la gente de la ciudad en los afectos y en los apetitos que son segun la carne, los cuales todos se resienten en la entrada del espíritu de Cristo. Por lo que respondian los que venian con Cristo á los de la ciudad, diciendo: «este es Jesus el profeta» etc., consta que, sin saber ellos lo que hacian, atribuian á Cristo más de aquello que le pertenecia segun la opinion que ellos tenian de él.

    En el autoridad y majestad con que Cristo echó del templo á los que compraban y vendian, sin que hubiese ninguno que le fuese á la mano diciéndole que no lo hiciese, considero á Cristo mucho más glorioso que cuando lo considero transfigurado en el monte Tabor, teniendo por cierto que, si aquellas gentes no vieran en él más de lo que otras veces solian ver, no le dejaran así salir con aquella rigurosidad que usaba contra ellas.

    Aquellas palabras con que Cristo atapaba las bocas á los pontífices y letrados hebreos diciéndoles: «mi casa casa de oracion ha de ser llamada,» son tomadas de Esaías cap. 56; y añadiendo Cristo: «vosotros la habeis hecho cueva de ladrones,» entiende que, siendo el templo casa de Dios, adonde convenia adorar y hacer oracion á Dios, aquellos lo habian hecho tal que era así pernicioso como es una cueva de ladrones, en cuanto, así como en la cueva se acogen los malhechores que saltean los caminos, así en el templo se acogian los que tiranizaban y robaban al pueblo de Dios, en cuanto en el templo, con achaque del templo pretendiendo religion y santidad, robaban á la pobre gente, disminuyendo las haciendas de los hombres por acrecentar los tesoros y las riquezas del templo.

    Sanando Cristo allí en el templo á los ciegos y á los cojos que se llegaron á él, confirmó la opinion que las gentes tenian de él y dió ocasion á los pontífices y letrados que entónces tenian la cumbre de la santidad exterior para que descubriesen las malignidades de sus ánimos, preguntando á Cristo si oian lo que las gentes decian, pretendiendo decirle que hacia mal en consentirlo, en cuanto segun ellos le atribuian lo que no le pertenecia, como si, oyendo los santos del mundo que tino de los que en Cristo son santos de Dios es llamado justo y santo de otros hombres, ellos lo quisiesen argüir de soberbio y de impío, porque consiente que le atribuyan lo que no le pertenece segun ellos que lo consideran por lo que ven en él.

    Adonde entiendo que, así como á Cristo no ofendia lo que las gentes le atribuian, porque conocia en sí lo que no conocian aquellos santos del mundo, ni tampoco lo ensoberbecia, como ensoberbeciera á aquellos santos del mundo, así no ofende á los miembros de Cristo la santidad ni la justicia que les es atribuida, porque se conocen incorporados en Cristo y por tanto justos y santos en Cristo, ni tampoco los ensoberbece, como ensoberbeceria á los santosdel mundo, porque no se conocen justos ni santos en sí sino en Cristo.

    Y entiendo tambien que, así como Cristo defendió á los que lo alababan alegando las palabras de David, así los miembros de Cristo puede defender á los que los alaban, alegando las palabras de San Pablo, ántes las del mismo Cristo, adonde habla de la union que hay entre él y los que son sus miembros (160). Y entiendo que, alegando Cristo estas palabras: «de bocas de niños» etc., pretendió decir: estos no me alaban á mí pero alaban á Dios en mí y por mí, y su loor es agradable á Dios, y, que esto sea así, consta por lo que dice David que Dios hace que su loor sea perfecto y entero, abriendo las bocas de los niños para que lo alaben; y niños eran todos los que decian aquellas palabras á Cristo, en cuanto no las decian ellos sino el espíritu de Dios en ellos, no entendiendo ellos lo que decian.

    Y aquí entiendo que los, que comenzamos á renacer en Cristo, somos niños mientras que amamos, creemos, esperamos y deseamos, no sabiendo qué es lo que amamos, creemos, esperamos ni deseamos, si bien lo sabe el espíritu santo que nos inspira y mueve á amar, creer, esperar y desear, siendo él el que en nosotros ama, cree, espera y desea. Y entiendo que, segun que vamos siendo capaces de lo que amamos, creemos, esperamos y deseamos, conociéndolo y entendiéndolo, así vamos creciendo en Cristo hasta venir á ser varones enteros y perfectos en Cristo. Por lo que aquí segun la letra griega dice: «perfeccionaste loor,» en el hebreo dice: fundaste fortaleza, sobre la cual interpretacion me remito á lo que he dicho sobre el salmo 8.

         Y tornando por la mañana á la ciudad, hubo hambre, y viendo una higuera en el camino, se fué á ella, y no halló nada en ella sino hojas solamente. Y dícele: No nazca más fruto de tí para siempre. Y á la hora se secó la higuera. Y viéndolo los discípulos se maravillaron, diciendo: ¿Cómo á la hora se secó la higuera? Y respondiendo Jesus les dijo: Dígoos de verdad, si tendreis fé y no dudareis, no solamente hareis lo de la higuera, pero tambien, si direis á este monte: álzate y échate en la mar, será hecho; y todo cuanto demandareis en la oracion, creyendo, lo recibireis.

    Leyendo que Cristo hubo hambre, lo conozco segun la humana generacion sujeto á las miserias, á que esta nuestra carne, mientras es pasible y mortal, está sujeta; y viendo á Cristo ir á la higuera á buscar higos y viendo que no los halló y que maldijo á la higuera y que la higuera se secó, de donde nació admiracion en los discípulos, y así tuvo Cristo ocasion de engrandecer la fé y la oracion con fé, vengo á entender que no fué Cristo á la higuera, pensando hallar higos en ella, porque sabia bien que no los habia, no siendo tiempo de higos, como cuenta San Marcos, sino buscando ocasion con que decir á los discípulos lo que les dijo acerca de la fé y de la oracion con fé, á lo cual daba eficacia el caso de la higuera.

    Pretendia Cristo, como habemos dicho otras veces, mostrar á sus discípulos que eran incrédulos y faltos de fé, á fin que se moviesen á demandarle que se la acrecentase, y aquí tornó á decir que á todo hombre cristiano pertenece tenerse por incrédulo y falto de fé miéntras no tiene tanta que hace con ella mudar los montes, á fin que demande siempre que le sea acrecentada la fé.

    Tambien digo que la oracion que es sin fé no vale nada, y que entónces mi oracion es con fé cuando tengo por cierto que Dios me dará aquello que le demando, y digo que, siempre que yo conozco en mí esta certificacion, me puedo asegurar que oro inspirado y no enseñado, y por tanto es certísimo lo que dice Cristo que alcanzamos de Dios todo lo que le demandamos, ciertos que nos lo ha de dar, porque entónces demandamos inspirados y no enseñados, demandamos por voluntad de Dios y no por nuestras fantasías; los que demandan enseñado (161), y por sus fantasías es imposible que demanden con fé.

    Adonde dice: «y no dudareis,» el vocablo griego significa, como seria decir: hacer exámenes, vacilar en la fé, como hacemos cuando, deseando haber alguna cosa de Dios y mirándonos á nosotros, demandamos dudando de parte de la imperfeccion que conocemos en nosotros, en nuestras costumbres y en nuestro vivir, como si, para darnos ó no darnos Dios lo que le demandamos, tuviese respeto á nosotros ó como si no fuese mayor imperfeccion en nosotros el dudar haciendo estos exámenes que todas juntas las otras imperfecciones que podemos tener.

    El cristiano, cuando deseará haber alguna cosa de Dios, mire primero si tiene prometimiento de Dios en que fundar la fé de su oracion y despues advierta en no mirarse de ninguna manera á sí y mire solamentea Dios y al prometimiento de Dios y creyendo alcanzará todo cuanto demandará. Y cuanto á los prometimientos de Dios, me remito á lo que he dicho en una respuesta (162). A esta higuera que solamente tenia hojas, estando sin fruto ninguno, son semejantes los que solamente tienen nombre de cristianos y tienen ceremonias y obras exteriores, estando sin el fruto del nombre cristiano, que es la imitacion de Cristo, la humildad, mansedumbre, puridad, caridad y obediencia de Cristo, y estando sin el fruto de las ceremonias y obras que son cristianas, que es la mortificacion y vivificacion, los que son tales acontecerá lo que aconteció á la higuera.

         Y venido en el templo se allegaron á él estando enseñando los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo, diciendo: ¿Con qué autoridad haces esto y quién te ha dado esta autoridad? Y respondiendo Jesus les dijo: Preguntaréos yo tambien una cosa, y si me la direis, tambien yo os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde era? Del cielo ó de los hombres? Y ellos consideraban entre sí, diciendo: Si diremos: del cielo, dirános: pues ¿por qué no lo creisteis? Y si diremos: de los hombres, tememos á la gente, porque todos tienen á Juan como profeta. Y respondiendo á Jesus dijeron: No sabemos. Díjoles tambien él: Ni yo os digo con qué autoridad hago esto.

    No entiendo que estos preguntaban á Cristo con qué autoridad hacia lo que hacia, como era entrar en la ciudad con la pompa con que era entrado el dia de ántes, entrar en el templo con la rigurosidad con que era entrado el día de ántes, haciendo lo que hizo y diciendo lo que dijo, porque dudasen ellos que lo hacia con autoridad divina, porque de esto estaban ciertos, si bien porque les pesaba que fuese así, procuraban persuadirse que no era así, como acontece á los santos del mundo que, si bien están ciertos de la santidad de los santos de Dios, porque les pesa que sean santos, procuran persuadirse que no lo son. Pero entiendo que lo preguntaban con dos intentos: el uno, demostrar al pueblo que ellos, que tenian la cumbre de la religion y santidad en el mundo, no estaban resueltos en tener buen crédito de Cristo, á fin que ni el pueblo tampoco se resolviese; y el otro, de venir en palabras con Cristo para tomar ocasion de alguna palabra con que prenderlo ó á lo ménos hacerle perder el crédito que tenia en el pueblo.

    Estos sus intentos entiendo que los conoció Cristo, y así les respondió de manera que no pudieron salir con el uno ni con el otro, no queriéndoles responder á propósito de lo que le preguntaban, y arguyéndoles el no haber recibido á San Juan ó su bautismo y el prometer la observacion de la ley de Dios y no observarla; esto lo muestra por la parábola de los dos hijos que pone luego. Tales son, como los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo, los que, viendo que con la sinceridad de la doctrina y con la puridad de la vida de los que son miembros de Cristo van por tierra sus falsas doctrinas y son descubiertas sus hipocresías, van procurando que no tengan crédito con las gentes y van deseñando cómo tomarlos á palabras para destruirlos.

    Preguntando Cristo á estos si el bautismo de San Juan era del cielo ó de los hombres, entiende: si era cosa divina ó humana, si era ordenacion de Dios ó fantasía del mismo San Juan. Diciendo el evangelista: «consideraban entre sí,» entiende que, queriendo responder á Cristo, deseando que él les respondiese á ellos, hacian estos exámenes entre sí. Cosa es verdaderamente divina que, siendo estos, que vinieron á hacer esta pregunta á Cristo, los principales en santidad y en autoridad entre los hebreos, y siendo Cristo tenido por hombre bajo y plebeyo, tuviese él tanta autoridad sobre ellos que, no queriéndoles responder á su pregunta si ellos no le respondian primero á la suya, se saliese con ello, la cual cosa no la atribuyo yo tanto al crédito que habia alcanzado Cristo en el pueblo, cuanto á la majestad y gravedad que en aquella su bajeza tenia, la cual de suyo se descubria sin que el la descubriese. Y de esta misma entiendo que hay una partecilla en cada uno de los que tienen del espíritu de Cristo, más ó ménos segun que ellos son más ó ménos semejantes á Cristo. A este propósito hace una considoracion que he escrito (163).

         ¿Qué veamos os parece á vosotros? Un hombre tenia dos hijos. Y llegando al primero dijo: Hijo, vé hoy, trabaja en mi viña. Y él respondiendo dijo: No quiero; pero despues arrepentido fué. Y llegando al segundo dijo de la misma manera, y el respondiendo dijo: Yo, señor; y no fué. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? Dícenle: El primero. Díceles Jesus: Dígoos de verdad que los publicanos y las meretrices os precederán en el reino de Dios; porque vino á vosotros Juan por camino de justicia y no lo creisteis, y los publicanos y las meretrices lo creyeron, pero vosotros viéndolo no os arrepentisteis despues para creerlo.

    Habiendo Cristo atapado las bocas á los pontífices y ancianos que eran venidos á demandar cuenta de lo que hacia y decia en el templo, y queriendo mostrarles que su santidad toda consistia en palabras, les propuso una parábola, diciendo: «un hombre tenia dos hijos» etc., entendiendo que el hombre es Dios; y que el trabajar en la viña era el vivir conforme á la

ley de Dios y es el vivir conforme á la voluntad de Dios; y que el hijo que, siendo enviado á la viña, dijo que no queria ir y, despues conociendo que hacia mal, fué, eran y son los hombres del mundo que, por satisfacer á sus afectos y á sus apetitos, dicen que no se quieren sujetar ni á la ley de Dios ni á la voluntad de Dios, pero, despues conociendo que hacen mal, se sujetan á ella; y que el hijo que, siendo enviado á la viña, dijo que queria ir y no fué, eran y son los santos del mundo que, tomando por punto de honra la santidad, dicen que quieren sujetarse á la ley de Dios y voluntad de Dios y hacen todo lo contrario de lo que quiere Dios, siendo ambiciosos, murmuradores, envidiosos, malignos y diabólicos, cuales eran los pontífices y ancianos con quienes Cristo hablaba, y son todos los que, pretendiendo santidad, persiguen á Cristo, los cuales serán excluidos del reino de Dios, siendo admitidos á él los publicanos y las meretrices, porque se humillaran y aceptaran la justicia de Cristo. De manera que (como he dicho otras veces) diciendo: «os preceden» no entiende: son más preeminentes que vosotros, sino: son admitidos, siendo vosotros excluidos. Añadiendo Cristo: «porque vino á vosotros» etc., entiende: esto que digo lo entiendo así, considerando que vosotros nunca os reducisteis á creer á Juan, y los publicanos y las meretrices lo creyeron, aceptando su predicacion y su bautismo; y la aceptacion entiendo que consistia en que creian que estaba cercano el reino de los cielos y se conocian inhábiles para estar en él y se bautizaban en señal de su conocimiento ó reconocimiento y arrepentimiento. Diciendo el hijo segundo: «yo, Señor,» parece que responde á lo que habia dicho el primero: «no quiero,» como si dijera: yo sí quiero. Diciendo: «por camino de justicia» ó «en camino de justicia,» entiende: predicando el reconocimiento ó arrepentimiento que es camino para la justicia del evangelio, porque los que no se conocen no aceptan el indulto del evangelio, pareciéndoles que no toca á ellos.

         Oid otra parábola. Era un hombre señor de su casa, el cual plantó una viña y cercóla de valladar y cavó en ella un lagar y edificó una torre y arrendóla á labradores y fuése camino largo. Y llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados á los labradores para que tomasen lo que le pertenecia de los frutos, y tomándole los labradores á los criados á uno hirieron, á otro mataron y á otro apedrearon. Tornó á enviar otros criados más que los primeros é hicieron lo mismo con ellos. Ultimamente les envió á su hijo, diciendo: Tendrán respeto á mi hijo; más los labradores, viendo al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero, venid, matémoslo y tendremos su heredad; y tomándolo lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vendrá, pues, el señor de la viña, ¿qué hará á aquellos labradores? Dícenle: Como á malos malamente los destruirá, y dará su viña á otros labradores, los cuales les den sus frutos á sus tiempos. Díceles Jesus: ¿Nunca habeis leido en las escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, esta ha sido puesta en la cabeza del rincon; el señor ha hecho esta cosa y es admirable en nuestros ojos? Por tanto os digo que os será quitado el reino de Dios y será dado á gente que hará sus frutos. Y el que caerá sobre esta piedra, será descalabrado, y sobre el que ella caerá será quebrantado. Y oyendo los príncipes de los sacerdotes y Fariseos sus parábolas, conocieron que decia de ellos, y procurando prenderlo temieron á las gentes, porque lo tenian como á profeta. Y respondiendo Jesus tornó á hablarles en parábolas, diciendo:

    El intento de Cristo en esta parábola, como consta por aquellas palabras: «por tanto os digo que os será quitado» etc., claramente parece que fué profetizar la ruina de la sinagoga hebrea que era gobernada por los pontífices, ancianos, Fariseos y letrados, y la sucesion de la iglesia cristiana que es gobernada por apóstoles, evangelistas y doctores, no de doctrina enseñada sino inspirada. Y así entiendo que el hombre señor de su casa es Dios; que la viña es el pueblo de Dios, el valladar, el lagar y la torre eran las escrituras de la ley y de los profetas; y que los labradores eran los pontífices, ancianos etc.; y que los frutos de la viña eran el amor de Dios y del prójimo con el culto divino; que los criados del señor, que mataron los labradores, fueron los profetas y justos que enviaba Dios á la sinagoga, á los cuales todos perseguian ó hacian morir los principales de la sinagoga, como lo dirá Cristo en el capítulo 23; y que el hijo del señor es Cristo, al cual dieron la muerte los mismos. Cuanto á si lo conocieron ó no, me remito á lo que diré sobre San Marcos. A estos principales de la sinagoga hebrea, entiende Cristo que habia de ser quitada la viña de Dios, el pueblo de Dios, y dado á los principales de la iglesia cristiana.

    Adonde entiendo que entónces estos principales dan á Dios el fruto de su viña cuando, predicando el evangelio, enseñando el vivir cristiano y supliendo las necesidades de los cristianos, pueden decir con San Pablo (164) que sirven á Dios en espíritu y en el evangelio de su hijo, y que han aprovechado mucho en el mismo evangelio. Aquello: «tendrán respeto á mi hijo,» aunque cuadra en el hombre señor de la viña, no cuadra en Dios, y ya he dicho que en las parábolas solamente se ha de mirar que cuadre el intento.

    Diciendo Cristo: «¿nunca habeis leido» etc., pretende hacerlos capaces de la inteligencia de la parábola, entendiendo que al hijo, que ellos como malos labradores habian de matar, habia Dios de poner en el más eminente lugar en su reino haciéndolo rey y cabeza en el reino, cumpliéndose verdaderamente en él lo que fué dicho de David en el salmo 117 (165), en cuanto, así como David, siendo desechado de los principales del reino, fué al fin puesto por principal en el reino, siendo hecho rey, así Cristo, crucificado y muerto por los que eran entónces principales en el pueblo de Dios, es puesto por cabeza en el reino de Dios y es hecho rey.

    Cuanto á lo demás, me remito á lo que he dicho declarando el salmo, añadiendo esto: que no entiendo que haya pasado así en la edificacion del templo, como entienden algunos, que una piedra desechada haya despues cuadrado en lo alto del templo, sino que es un hablar figurado, cosa ordinaria en la santa escritura.

    Diciendo: «el señor ha hecho esta,» entiende: el señor ha hecho esta cosa, que la piedra desechada sea puesta en lo alto, y nosotros la tenemos por cosa admirable, cosa de que con razon nos maravillamos. Diciendo: «y el que cairá sobre esta piedra» etc., entiende que, hora el hombre tropiece en Cristo, hora Cristo tropiece en el hombre, de una manera ó de otra el tal hombre perecerá, de manera que sea este un hablar como el que comunmente usamos diciendo: si la piedra da en el cántaro, mal para el cántaro, y si el cántaro da en la piedra, mal para el cántaro; que vayan siempre descalabrados los que, sin ser llamados de Dios, vendrán á Cristo por sus fantasías ó por sus deseños humanos, los cuales todos perecen, hora sea por escandalizarse ellos de la humildad y bajeza de Cristo, hora sea por escandalizarse Cristo de su soberbia y arrogancia de ellos.

    Adonde se ha de entender que es llamado Cristo «piedra» tanto porque todos los hombres, que sin espíritu santo se allegan á él, tropiezan y se rompen las cabezas en él, cuanto porque todos los hombres, que con espíritu santo se allegan á él, están saldos, firmes y constantes en él, como un edificio edificado sobre piedra viva. Así parece que lo entendió Simeon cuando dijo: «ecce positus est hic in ruinam et in resurrectionem multorum in Israel» etc., Luc. 2 (166).

    Añadiendo el evangelista que los pontífices y ancianos, conociendo que Cristo decia por ellos lo que decia, lo prendieran si osaran, nos muestra bien el fruto que hace la palabra de Dios en los santos del mundo. Adonde entiendo que, si estos fueran hombres mundanos, conociendo que Cristo hablaba de ellos, se confundieran y avergonzaran y por ventura se enmendaran, pero, como hacian profesion de santos, se deliberaron de prender á Cristo para hacerlo morir, viendo que los iba descubriendo sus maldades, bellaquerías y ruindades. Y siempre hacen semejantes deliberaciones contra los que son miembros de Cristo los que hacen profesion de propia santidad como la hacian estos principales de la sinagoga.