Música y Liturgia

por Ulrico Zuinglio

ZUINGLIO, EL CANTICO EN LA IGLESIA Y LA LITURGIA

Parte integrante e imprescindible del Culto evangélico es hasta hoy la música y el cántico de los fieles. Así lo reconocieron los Reformadores..., menos Zuinglio, al cual todavía acompaña la triste fama de haber sido enemigo del cántico y la música.

Sin embargo, quienes actualmente se han ocupado de la cuestión demuestran, por una parte, el gran interés del Reformador suizo por la liturgia y explican satisfactoriamente las medidas por él tomadas en favor de alabar a Dios en relativo silencio, «con el corazón», como él dice.

A este respecto, es fundamental el libro de H. Reimann, aparecido hace pocos años.1 El autor recoge y considera el testimonio de los tiempos reformistas y post-reformistas hasta el día de hoy.

Por nuestra parte, también basándonos en otras fuentes, sobre todo en lo manifestado por el mismo Zuinglio en diversas ocasiones, señalamos que, en primer lugar, el Reformador no solamente era amante de la música y el canto, sino que tocaba diversos instrumentos (laúd, arpa, violín, flauta, címbalo, cítara de cuerdas y diversas clases de trompeta incluyendo el cuerno de caza) y compuso no pocas melodías, algunas para cantar a cuatro voces. Entre sus adversarios no faltaban quienes le echaran en cara su afición a la música y le llamaban: «Guitarrista y trompetista».

En su casa se cantaba mucho..., e igualmente en las demás familias. Aparte de esto es bien sabido que Zuinglio no se imaginaba la educación escolar de la juventud sin la asignatura de música. Aún más: alentó el teatro popular, en el que no podían faltar la música ni el canto. Y para la representación en griego de la obra de Aristófanes, «Pluto», compuso la melodía para el coro. Esta pieza teatral ocupó la escena el 1 de enero de 1531.

Si Zuinglio era tan reacio a la música y los cánticos, ¿por qué se alegraba de que en Estrasburgo entonasen los fieles los Salmos en alemán? Completamente con-forme se manifestó el Reformador conque en 1526 hubiese himnos y cánticos en el culto evangélico de Basilea. Tampoco se opuso a la música y los cánticos (Salmos, sobre todo) que ya en 1527 se entonaban en el culto evangélico de Winterthur, aunque esta ciudad y sus iglesias dependían de Zürich.2 En abono de que Zuinglio no era refractario al cántico de los fieles (sus manifestaciones en contra del mismo son todas del ario 1523: ¡el ario de lucha por excelencia!) tenemos el hecho de que se mostrase satisfecho cuando en 1524 empezaron a imprimirse himnarios.

La única explicación plausible de que en Zürich mismo no fuese introducido en el culto el cántico de los fieles hasta el ario 1598 se debe a la fidelidad a la memoria del Reformador. Profundamente grabada en la mente tenían sus sucesores y partidarios que para él la predicación estaba por encima de todo y que correspondía a los fieles el escuchar la palabra de Dios sin dejarse distraer por la música. «El Reformador zuriqués amaba el silencio en el templo, y por esta razón se refiere repetidamente a ello: al escuchar y orar en silencio y cantar con el corazón. Este silencio que el Reformador impuso a los fieles de Zürich es el callar ante los más lejanos límites de las posibilidades humanas.»3 «Zuinglio no tuvo tiempo de formular una doctrina sobre el cántico en el culto, sino que también con respecto a esta cuestión se encontraba a medio camino. Y esto es propio de un hombre cuyas características no eran la inmovilidad, sino el dinamismo. El que no acertase a conjugar la música con el culto y el que aboliese radicalmente las salmodias corales de la misa no significa que quisiera abolir para siempre música y cánticos en los lugares destinados al culto.» 4

No deja de ser interesante que a partir del ario 1533 se imprimiesen en Zürich 17 Himnarios distintos, mayormente con el subtítulo de «Salmos y cánticos espirituales». (Entre los 17 se trata, a veces, de nuevas ediciones.) En cuanto al himnario impreso en Zürich para uso de las iglesias de la ciudad (ario 1598), contenía dos partes: «Salmos y cánticos espirituales» con melodías alemanas, y como parte segunda «Salmos de David» con melodías francesas. En la primera parte del himnario figuran 18 himnos de Lutero, entre ellos, naturalmente, el himno «Castillo fuerte es nuestro Dios». También figuran 3 himnos de Zuinglio, aunque él no los escribiese ni compusiese para ser cantados en el culto.5

Aparte de la música propiamente dicha, queda hoy fuera de duda que Zuinglio descuella como innovador de la liturgia por encima de Lutero. Como prueba de ello ofrecemos su liturgia de Santa Cena, usado por vez primera en Zürich el día de Jueves Santo (13 de abril) de 1525.

Precisamente en el prólogo de dicho ritual dice el Reformador al razonarlo: «Con esto no queremos des-echar las ceremonias usuales en otras iglesias por parecerles a éstas que son convenientes y fomentan la meditación; nos referimos al cántico en el culto y también a otras cosas.» 6

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1 Hannes Reimann, «Die Einführung des Kirchengesanges in der Zürcher Kirche nach der Reformation», Zürich, 1959. A esta obra apela F. Schmidt-Glausing, mencionado en nuestra Antología al final de la Liturgia de Santa Cena, que hemos vertido al castellano. H. Reimann ofrece más de 50 títulos de obras o estudios por él consultados (págs. 125-127). En nuestro idioma su obra se titularía: «La introducción del cántico en la iglesia de Zürich después de la Reforma».
2 H. Reimann, o. a. c., págs. 18-19.
3 Julius Schweizer, «Reformierte Abendmahlsgestaltung in der Schau Zwinglis», Basel, 1954, pág. 58 (El Culto con Santa Cena considerado por Zuinglio).
4 H. Reimann, o. a. c., págs. 12-13.
5 H. Reimann, o. a. c., pág. 35 sgs. Markus Jenny, «Geschichte des deutschschweizerichen evangelischen Kirchengesang-buches im XVI Jahrhundert», Kassel y Basel, 1959. Ina Lohr, «Lieder für den Gottesdienst bei Luther, Zwingli und Calvin», Zürich, 1949. (M. Jenny escribe sobre la historia del himnario de Lutero, Zuinglio y Calvino para el culto). Detalles sobre el himnario de 1598 e índice del mismo: H. Reimann, o. a. c., págs. 99-104.
6 E. Künzli, o. a. c., pág. 244.


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