«EL PASTOR»
por Ulrico Zuinglio
Con motivo de la Segunda Conferencia de Zürich, que tuvo lugar los días 26 al 28 de octubre de 1523, Zuinglio pronunció un sermón dirigido en especial a los pastores reunidos. Inspirándose en Jesucristo como «el Buen Pastor», Zuinglio se expresó acerca de lo que debería ser el pastor evangélico. Como de costumbre no escribió el sermón. A ruegos del Dr. Joaquín Vadiano, dirigente de la Reforma en San Gall, publicó Zuinglio su sermón el 26 de marzo de 1524 con el simple título: «El Pastor». El sermón se convirtió en un tratado, por así decirlo, que no tiene desperdicio. Dada su amplitud, vertemos al castellano únicamente el exordio, la parte que el Re-formador subraya refiriéndose a «los falsos pastores» y las «consideraciones finales sobre el fiel pastor».1
Un pastor y las ovejas de que él se cuida son un ejemplo tan claro de Dios y nuestro ministerio, que la Escritura en el Antiguo Testamento siempre nos muestra la providencia divina y el gobierno de Dios sobre nosotros, pobres hombres, en la imagen del pastor, o sea, Dios mismo y la imagen de las ovejas, es decir, de nosotros mismos. Nuestro salvador Jesucristo también se denominó a sí mismo «pastor» (Ev. Juan 10:11), porque él es el prado verdadero y nuestro alimento y, además, el guía y pastor que luego de habernos sacado del tenebroso establo de la ignorancia y de las cadenas de la doctrina humana nos ha llevado a la luz de la sabiduría divina y a la libertad de los hijos de Dios.
Resulta, por lo tanto, necesario que todos los que han sido enviados como pastores de sus ovejas desempeñen su ministerio y encomienda teniendo como modelo la palabra de Dios única y verdadera, visible en el Señor Jesucristo, verdadero Hijo de Dios, palabra que se ha manifestado clarísimamente ahora, en estos últimos tiempos, y también antes, en el Antiguo Testamento (aunque con menos claridad), mediante los padres y los profetas.
Dice Cristo en Mat. 16:24 sgs.: «El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo y tome su cruz cada día y sígame.» Lo primero de todo es que el hombre se niegue a sí mismo, pues el hombre siempre desea tener importancia y lograr algo para sí mismo. Pero ahora se le conmina a considerarse como un siervo sin independencia y ha de verse como un réprobo, atento solamente a lo que Dios exige de él, y ha de renunciar a cumplirlo valiéndose de sus propias fuerzas o de su propio saber, teniendo delante el único ejemplo y modelo, que es Dios y su palabra. Realizado esto, empieza la cruz. Cada día la tomará sobre sí, pues cotidiana-mente hallará contrariedades que tendrá que soportar, en vez de sustraerse a ellas.
Si el pastor o cualquier otro hombre ha renunciado a sí mismo de dicha manera, lo primero que debe acontecer es que Dios le llene, es decir, que el hombre ponga toda su confianza en Dios y busque en Él el consuelo.
Esto es lo que Cristo dijo a sus discípulos, a los cuales (luego de haber empezado a seguirle) no solamente alimentó materialmente, sino que también les preguntó si alguna cosa les había faltado cuando los envió sin bolsa para el dinero y sin zurrón para las viandas. Los discípulos contestaron que nada les había faltado. Al mismo tiempo Cristo les ordenó que no se preocupasen de cómo defenderse en cualquier caso de acusación, pues en tales momentos les sería dado el saber qué contestar (Mat. 10:19). Además, Cristo sopló su aliento sobre ellos antes de que recibiesen el ministerio de la predicación (Ev. Juan 20:22) y les dijo: « ¡Recibid el Espíritu Santo!» Y esto lo hizo y dijo porque para apacentar las ovejas sólo vale aquel que se haya despojado de todo egoísmo, aquel en que Dios more y hable lo que Dios le inspire.
De lo que acabamos de oír se desprende que no debe predicarse otra cosa que la palabra de Dios. Mediante ella el pastor hará comprender a las almas que le han sido confiadas en qué consisten sus faltas. Si las almas lo comprenden y sienten que no pueden salvarse por sus propias fuerzas, se les encomendará a la gracia divina, indicándoles que confíen en ella enteramente. Y es que Dios, para corroborar su gracia, nos ha dado a su Hijo único, Jesucristo, nuestro Señor, por el cual tenemos entrada eternamente en Dios...
Igualmente nos indica Cristo que no temamos (a los adversarios), y dice: «Estas cosas os he hablado para que tengáis paz en mí» (Ev. Juan 16:33). Aquí vemos al que ha luchado antes que nosotros: Cristo. Y es él quien ordena que no temamos, sino que prosigamos en su obra, pese a las aflicciones que otros nos causen. También el mundo causó grandes aflicciones a Cristo. Precisamente nuestra segura consolación es que él ha vencido al mundo. Y si somos fieles servidores de Cristo, él volverá a vencer al mundo para favorecernos. Por eso gocémonos, como se dice en Éxodo 14:14.
De manera que el pastor ha de realizar el trabajo que su Señor le ha ordenado y, al mismo tiempo, dejar que el mismo Señor actúe y le proteja...
En cuanto a los «falsos pastores», no son más que falsos profetas que Dios pone tantas veces al descubierto..., y sin embargo nos empeñamos en no reconocerlos. Pero Cristo los ha calificado claramente en Mat. 7:15 sgs.2 y así disponemos de una imagen general que nos permite conocer a todos los falsos pastores y profetas sin riesgo de equivocarnos.
Resumiendo: En esto podrás conocer a los falsos pastores:
1. Todos los que no enseñan son lobos, por mucho que se les llame pastores, obispos o reyes. Con respecto a esto, mira cuántos obispos adoctrinan rectamente.
2. Aquellos que enseñan, pero no enseñan la palabra de Dios, sino sus propias ideas, también son unos lobos.
3. Aquellos que enseñan la palabra de Dios, pero no para gloria de Dios sino que refieren la palabra a sí mismos y a su jefe, que es el papa, haciéndolo en defensa del alto estado en que imaginan hallarse, son dañinos lobos vestidos con piel de oveja.
4. Aquellos que, ciertamente, enseñan y usan la palabra de Dios, pero se guardan de tocar a los mayores escandalizadores, que son los que mandan, y consienten en que su tiranía aumente, son lobos aduladores o traidores para con el pueblo.
5. Aquellos cuyas obras no concuerdan con lo que enseñan de palabra, nada significan para el pueblo cristiano, antes bien destruyen con sus obras, en lugar de edificar con su palabra.
6. Aquellos que no piensan en el bien de los pobres, sino que consienten en que sean acuciados y oprimidos, son falsos pastores.
7. Aquellos que ostentan el nombre de «pastor» y, a la vez, imperan a lo mundano son los peores lobos rapaces.
8. Aquellos que atesoran riquezas y llenan sus sacos, sus bolsillos, su despensa y su bodega son verdaderos lobos rapaces. Y, finalmente, aquellos que con la doctrina no se proponen sembrar entre los hombres ni sabiduría ni amor ni temor de Dios son falsos pastores. ¡Fuera con ellos! ¡Que se aparten de las ovejas; porque si no las devorarán!
9. Sin el menor esfuerzo se comprende que son falsos pastores todos aquellos que en vez de guiar a las ovejas hacia su Creador las conducen hacia otras criaturas.
(Consideraciones finales sobre el «fiel pastor».)
¡Oh muy amados hermanos y colaboradores en la viña de Cristo! No os espantéis de la angustia y las olas que os amenazan en este agitado mundo. Si os espantáis, Cristo os tildará de «hombres de poca fe», pues él no duerme, sino que examina vuestra valentía. Y si así le place, ordenará a los vientos que se calmen y él os mantendrá sobre las aguas sin peligro de que os ahoguéis. No os dejará que seáis más tentados de lo que podéis soportar, sino que de continuo os mostrará cómo salir de la tribulación o cómo escapar al poder del mundo y os otorgará poder sobre dragones, leones y basiliscos para que paséis por encima de ellos o los pisoteéis.
Le habéis prometido, por vuestra parte, fidelidad y amor cuando Pedro, respondiendo al Señor, dijo: «Señor, tú sabes que te amo.»3 Si no fuera por vuestra promesa habríais entrado en el redil a la fuerza y por otro camino, en vez del camino que es Cristo.
¡A ver quién quiere ser el primero que por amor a su Señor tenga el valor de afrontar el sufrimiento! ¿Qué beneficios le vais a aportar si solamente trabajáis cuando hace buen tiempo y gobernáis el barco..., pero emprendéis la huida tan pronto como se presenta la tormenta?
Los príncipes de este mundo disponen de gente que luchan por ellos y se dejan matar a cambio de recibir un pequeño salario... ¿Y nuestro Padre y Señor no va a disponer de nadie que luche por El y sufra la muerte, cuando Dios no paga un salario perecedero, sino que concede gozo eterno, además de habernos salvado ya antes y redimido mediante su propio Hijo?
Mientras deis testimonio de Cristo cuando todo marcha bien, pero emprendéis la fuga si las cosas van malamente, nadie os creerá, en vista de vuestro ejemplo. Porque cada cual pensará, si os ve predicar, por un lado, y luego, por otra parte, rehuyendo de afrontar la muerte; cada cual pensará que vosotros mismos no creéis en la palabra de Dios.
Por lo tanto, cuando veáis que se alza el estruendo de la persecución, lejos de vosotros quede el meditar la huida, antes bien pensad en que Dios os ha llamado a las armas y está preparado para ver la valentía de cada uno de vosotros. ¡La vergüenza caiga sobre aquel que medita la fuga y no se pone al frente de las ovejas, mientras su Señor ataca en vanguardia! Por lo que a esto atañe, orad seriamente a Dios, para que confirme la buena obra que El en vosotros inició y también para que consigáis que su nombre y su palabra vuelvan a ser conocidos por las pobres ovejas engañadas y seducidas, de modo que vivamos conforme a la voluntad divina. Porque solamente quien permaneciere hasta el final será salvo.4
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1 El sermón completo figura en la moderna selección de ‹Zwingli Hauptschriften», tomo I, págs. 169-242, Zürich, 1940. Es fácilmente comprensible que el sermón predicado por el Reformador ante 350 sacerdotes adoptara luego la forma extensa de un tratado, un tratado de Teología Pastoral. Leyendo y traduciendo el original alemán de aquellos tiempos advertimos que Zuinglio considera a las autoridades civiles también como pastores obligados a gobernar como servidores de Dios.
2 Mat. 7:15 sgs.: «Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros vestidos con piel de oveja; pero por dentro son lobos rapaces...»
3 Ev. Juan 21:15.
4 Mat. 10:22; 24:13.