La « Profecía »
de Ulrico Zuinglio
Desde un principio, o sea, desde que Zuinglio entendió que era preciso promover una reforma de la Iglesia, le apasionaron los profetas del Antiguo Testamento y la misión que les fue encomendada. Pero con extraordinaria clarividencia advirtió que el Antiguo Testamento únicamente podía ser comprendido mediante el Nuevo Testamento. Y se dedicó a éste tan intensamente que entre los años 1519 y 1525 lo había predicado públicamente y por completo.
Ya antes de haber llegado a Zürich había tomado sobre sí el gran trabajo de escribir o copiar en griego no solamente el evangelio de Juan, sino todas las epístolas paulinas; única manera, en verdad, de asimilarse el texto bíblico. Y como quiera que cual buen humanista dominaba el latín y conocía el hebreo a fondo, su conocimiento del texto bíblico resultaba parejo al que Lutero poseía. Por otra parte, sus sermones siempre los pronunció en la lengua alemana usual en Suiza, aunque en casos especiales los redactase después en latín o alemán. No solía escribir nunca sus sermones, que en la catedral de Zürich pronunciaba casi a diario, y solamente gracias a algunos apuntes tomados por uno u otro de los asistentes sabemos que se compaginan perfectamente con lo que él en contadas ocasiones redactó después.
Si de admirar es su capacidad de improvisación, tanto más admirable es el poder de inspiración y la facilidad retórica con que Zuinglio, gran predicador, podía expresarse luego de haber estudiado muy a fondo el texto bíblico y reflexionado sobre la manera de su exposición ante el pueblo. Porque a sus sermones acu-día el pueblo en masa y Zuinglio tenía que contar con gentes muy cultas y también con gentes sencillas y muy iletradas. Sencillo, seguro, inflamado, elocuente, encarnaba Zuinglio lo que él mismo dice en cierta ocasión: «Ninguna dicha mayor, puede alcanzar al hombre que la de echar la red.» Pescador de hombres, ciertamente, era el Reformador. Y sin embargo jamás intentó sub-yugar personalmente a nadie: Todo lo confiaba a la Palabra de Dios, mas nunca al efecto de lo que él mismo hablaba. «Dios envía ahora su Palabra —dice el Reformador— para curación y salvación. Y estamos presenciando el resplandor de la Palabra, un resplandor tan potente que abrigamos la firme esperanza de que el Espíritu también hoy en día liberará al pueblo como lo liberó de Egipto bajo el mando de Moisés.»
¿Por qué minimizar, como algunos hacen, este espíritu profético de Zuinglio invocando motivos políticos que, sin duda, también movían su ánimo? ¿No alzaron, acaso, los profetas de Israel una y otra vez su voz frente a cuestiones políticas? ¿No tenemos a un Jeremías como consejero político que pretende el acuerdo de Israel con Babilonia y rechaza que Jerusalén busque una alianza con Egipto?
Siempre depende del espíritu que anime al predicador de la verdad de Dios: Lo demás son, más bien, contingencias pasajeras, ciertas o equivocadas.
Nunca han podido los pueblos vivir sin política. La cuestión es si ésta pregunta por Dios y su voluntad o prescinde de Dios y su voluntad. Y como, a nuestro parecer y conforme a nuestra fe, solamente en la Biblia Dios manifiesta su voluntad, estamos con el Reformador (y los Reformadores en general) suizo considerándole como profeta, que, pese a todo, no mira ni a derechasni a izquierdas, sino que solamente inquiere la verdad según se revela en la Palabra divina.
Aparte de lo expuesto, conviene señalar el talento pedagógico de Zuinglio, un talento, por cierto, que igual-mente observamos en Lutero y, más tarde, en Calvino. Este talento no indujo a Zuinglio a redactar ningún catecismo,* pero fue advertido por el Consejo Municipal de Zürich, el cual le nombró en abril del ario 1525 Consejero de Educación y Enseñanza.
Posiblemente, la designación del Consejo se basaba no sólo en el deseo de que la Escolanía de la abadía titulada «Monasterio Grande» llegase a convertirse en una verdadera Universidad, sino que el mencionado Consejo tenía presente las ideas de Zuinglio. Este las había expuesto en un tratado escrito en latín y dedicado a su hijastro Gerold Meyer, tratado que en poco tiempo se publicó en varias traducciones al alemán. Rezaba el título del tratado así: «Sobre la educación y formación de la juventud». Fecha: 1 de agosto de 1523.
Se compone el tratado de tres partes y el mismo Reformador señala lo siguiente: «La primera parte se refiere a la enseñanza de la bienaventuranza en Dios, enseñanza del sentimiento todavía voluble del joven. La segunda parte atañe a la autodisciplina y la tercera al comportamiento del joven para con el prójimo.» Y Zuinglio concluye, diciendo: «No es mi intención que la educación de los jóvenes se inicie ya desde la cuna, ni tampoco durante la primera enseñanza escolar. No. Yo parto de la edad en que el joven razona y empieza a nadar sin necesidad de cinturón salvavidas. En esta edad estás tú ahora ** y espero que leas despacio mis consejos y que conforme a ellos inclines tu vida y seas un vivo ejemplo para los demás. ¡Cristo nos ayude a conseguirlo! Amén.»
Como testimonio de la fe del Reformador no podemos por menos de incluir el final de su tratado: «El joven debe esforzarse seriamente en aceptar a Cristo en la forma más pura posible. Así, Cristo será su norma. Nunca perderá el ánimo, nunca se sobretasará en hacer el bien que realiza. Crecerá cada día, pero pensará que decrece. Avanzará, sin duda; mas pensará que no es en nada superior a los demás. Hará el bien a todos, pero no lo hará por lograr méritos. Y es que así obró también Jesucristo. Cualquiera que pretenda seguir solamente a Cristo será perfecto. Tú, por tu parte, emplea, como Ovidio dice, tu juventud solamente para lo bueno y provechoso. Porque el tiempo pasa rápidamente. La juventud es el tiempo mejor y lo que a ella sigue no lo supera. El cristiano guárdese de altisonantes doctrinarismos. En su lugar intente con ayuda de Dios cosas difíciles y grandes...»
«Cosas difíciles y grandes» imaginaba el Reformador cuando a mediados de junio del ario 1525 inició la «Profecía». Para él «Profecía» quería decir (y bíblicamente considerado lo es en realidad): Investigación de la Sagrada Escritura a fondo y esto de modo que los predicadores ya formados o todavía en ciernes estuviesen bien pertrechados. Al mismo tiempo la «Profecía» habría de abrir camino a una verdadera Facultad de Teología. Cuando en otros tiempos fue fundada la «Abadía Grande» de Zürich su finalidad era, justamente, el fomentar el ministerio eclesiástico. Ahora había sonado la hora de hacerlo, la hora de que hombres bíblica-mente bien preparados predicasen el Evangelio y cumpliesen la misión que desde siempre a la Iglesia, y so-lamente a ella, Cristo encomendara.
Zuinglio no disponía como Lutero de una Facultad de Teología ya formada. ¡Tenía que formarla! Era, sinduda, una ingente labor; pero sin arredrarse, él se lanzó a realizarla,
Menos los domingos y los viernes, todos los predicadores, canónigos y estudiantes, empezaron a reunirse a las siete de la mañana en verano y a las ocho en invierno en el coro del gran templo. Además estaba permitida la asistencia de todas las personas interesadas en la «Profecía».
¿Cómo se desarrollaba ésta? Un investigador moderno y erudito por excelencia dice: «Primero, ocupa el "Maestro" Zuinglio el atril y ruega suplicando la iluminación del Espíritu Santo. Se retira y hace una seria a otro, que abre la Biblia y tiene la sola encomienda de leer el texto correspondiente en latín, o sea, según la "Vulgata".1 Leído el capítulo, el lector es sustituido por un tercero que lee el mismo capítulo en hebreo. A un cuarto lector le cabe leer el mismo capítulo en la traducción clásica griega del Antiguo Testamento, o sea, la llamada Septuaginta. Pero, al mismo tiempo, tiene que explicar el sentido del texto. Acabada esta explicación textual, otro teólogo dice en latín lo que todo lo leído ha de ser expuesto como Palabra de Dios en los sermones. Finalmente, otro teólogo, a veces el mismo Zuinglio, o si no, cualquier otro predicador se encarga de explicar en alemán el texto bíblico tan a fondo tratado. Esta explicación se dirige especialmente a los asistentes no versados en latín, hebreo o griego.2
El que desde un principio se tratase en la «Profecía» solamente el Antiguo Testamento se explica porque Zuinglio y sus colaboradores, así como todas las personas interesadas en la Reforma, poseían y usaban ya el Nuevo Testamento publicado por Lutero en el ario 1522. El Nuevo Testamento alemán de Lutero les eximía de exponerlo, o mejor dicho, de traducirlo al alemán. Como excelente grecista, Zuinglio basaba sus sermones desde el ario 1519, cuando empezó a predicar en Zürich, en el Nuevo Testamento griego de Erasmo, así como también en el texto latino de la «Vulgata».
La temprana muerte del Reformador, acontecida unos 6 arios después de haber sido iniciada la «Profecía», no impidió la continuación de la misma. Las traducciones del Antiguo Testamento, o sea, de diversos libros del mismo, empezaron a ser publicados entre los arios 1525 y 1529 en la ciudad de Zürich. La hoy ya completa «Biblia de Zürich» se remonta, pues, a la «Profecía». En el ario 1530 se publica completo el Antiguo Testamento y en la edición del ario 1531 se advierten influencias de la versión de Lutero. Por fin, en el ario 1534 el impresor Froschauer publica la «Biblia de Zúrich» completa y que ha sido objeto de diversas revisiones hasta la actualidad.3
Colaboradores y fieles seguidores de Zuinglio logra-ron el auge de una Escuela de Altos Estudios Teológicos (diríamos hoy), que prosigue actualmente como Facultad Teológica de Zürich integrada en la Universidad. Pero la existencia de dicha Facultad, como igual-mente de las diversas Facultades de Teología suizas hoy existentes, se debe a la «Profecía» instituida por Zuinglio.4 La oración con que diariamente se iniciaba la «Profecía» dice así: «Dios todopoderoso, eterno y misericordioso: Tu palabra es una lumbrera ante nuestros pies y una luz en nuestras sendas. Abre e ilumina nuestros sentidos para que entendamos limpia y santamente tus promesas y también para que aquello que entendamos nos conmueva y transforme. Así, agradaremos a tu majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.» 5
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1 La Biblia en latín usada en la Iglesia Católica.
2 Oskar Farner, «Der Reformator Ulrich Zwingli», Zürich, 1949, pág. 66.
3 La actual «Biblia de Zürich» se edita en alemán sin otra influencia dialectal que la impuesta por la antigua traducción al alemán hablado en Suiza.
4 Los «Coloquios» que Calvino introdujo en Ginebra se inspiraron en la «Profecía». Véase «Calvino - Antología», M. Gutiérrez Marín, Barcelona, 1971, pág. 149.
5 Texto vertido al alemán moderno por Edwin Künzli, «Huldryich Zwingli, Auswahl seiner Schrif ten», Zürich, 1962, pág. 312.
* La «Breve Instrucción Cristiana», publicada en el año 1523 por Zuinglio, no es propiamente un catecismo.
** Se trata de Gerold Meyer.