PREFACIO

N0 me disculpo por presentar otro libro acerca de Jesús. El tema es inagotable. ¿Quién puede presentar todas "las riquezas inescrutables de Cristo?" Cada época tiene que interpretar a Cristo por sí misma. En verdad cada hombre tiene que hacer lo mismo. Hemos vivido en un siglo de crítica aguda de sus orígenes. Hablando en general, el resultado ha sido sobre manera provechoso. Todo cuanto tiene que ver con los aspectos históricos de la carrera de Cristo ha sido investigado. Ya sabemos más de
los tiempos y del pensamiento de ese período. Ya ha sido examinado bien el fondo de la obra de Cristo. Estamos entrando en otro período de controversia teológica sobre la persona de Cristo. Esta es aún la idea dominante en los pensamientos de los hombres modernos.

Este librito procura hacer una discusión franca y constructiva de la carrera de Jesús como, está manifestada en los Evangelios. No hay crítica técnica de los orígenes, aunque el que lo escribe ha sacado sus propias conclusiones sobre muchos puntos que se mencionan incidentalmente. Los ocho capítulos fueron pronunciados como discursos populares en julio de 1906 ante un auditorio compuesto de ministros y un cuerpo grande e inteligente de otros obreros cristianos. La asamblea pidió la publicación de los discursos. Se espera que, como publicaciones, sean útiles a algunos que desean una presentación Positiva de la carrera de Jesús a la luz de la ciencia moderna, y en plena simpatía con la posición que se da a Cristo en los Evangelios.

No se procura aquí decir la historia de la vida de Jesús, excepto cuando es necesario hacer un breve resumen para la interpretación de aquella vida. Antes bien se llama la atención al movimiento y poder climatérico en la carrera de Jesús. Las fuerzas históricas de esa vida parecen mezquinas desde un punto de vista, pero la corriente es profunda y rápida. Se presentan claramente los puntos decisivos en la vida de Cristo, acentuando menos otras cosas, a fin de que se sienta mejor la lucha titánica que Jesús tuvo que trabar con la tiranía* y el fanatismo eclesiástico. Si el lector puede así "realizar" a Jesús, hallará los Evangelios luminosos con una nueva luz. Se omite aquí toda la tablazón de la erudición, para que toda la atención del lector se fije en Cristo, quien luchó por la libertad humana en el más heroico de todos los conflictos. Ganó la libertad del espíritu humano al costo más alto posible. Ahora los Gentiles pueden en verdad ver a Jesús sin meter en pánico a ningunos predicadores. Todo el mundo puede ahora ver a Cristo, si es que los hombres tienen ojos para ver. "En medio de vosotros está uno a quien no conocéis" (Juan 1:26).

Podría añadir que por veinte años he estado enseñando a estudiantes de Teología “Las cosas de Cristo.” No doy bibliografía, pero mis agradecimientos a los grandes escritores sobre la Vida de Cristo son demasiado numerosos para que los mencione. Sin embargo, no puedo menos que confesar que debo muchísimo a la enseñanza sin par de Juan A. Broadus en esta institución. Pero los mismos Evangelios han sido mi inspiración principal en este estudio.

A. T. Robertson,
Louisville, Ky.,
Septiembre, 1907

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CAPITULO I.

LA CONCIENCIA MESIANICA DE JESUS

"Este es mi amado hijo, en quien tengo mi complacencia" (Mat. 3:17).

HAY MUCHAS maneras de acercarnos a la vida de Jesús. Ningún otro tema como éste ha producido tantos libros, y sigue produciéndolos de continuo. El conocimiento de Jesús es, por cierto, la más excelente de las ciencias. Y, sin embargo, nadie ha agotado el asunto ni escrito una discusión completa de Cristo. Siempre ha sido así. Ninguno de los Evangelios da un retrato completo del Maestro; tampoco nos dicen los cuatro Evangelios todo cuanto quisiéramos saber, ni, en verdad, todo cuanto antes se sabía de Jesús. En esto se encuentra un fuerte argumento en favor de la deidad de Cristo-esto es, lo inagotable que es el asunto. "Las riquezas de Cristo" son “inescrutables,” no se pueden sondear; y además, son inagotables.

1.El problema de Jesús. Es un reto constante para los hombres, para los más grandes de los hombres. Fue así al principio, y es así hoy día. Los hombres han estudiado el universo bajo el encanto de una gran teoría de desarrollo. Un desarrollo ordenado ha sido hallado en las distintas esferas de la ciencia humana. ¿Pero qué hemos de decir acerca de Jesús de Nazaret?

¿Acaso será él el producto de] mezquino ceremonialismo y del fanatismo eclesiástico del farisaísmo de Palestina? No se puede descubrir ninguna conexión entre Cristo y Platón, Sócrates, Buda, o algún otro de los grandes pensadores que estén fuera del judaísmo. Aquí está la verdad universal y absoluta que brotó de una atmósfera de intenso orgullo y odio raciales. Aquí está el hombre que dio más énfasis a los aspectos espirituales y morales en medio de los maestros que diezmaban la menta, el eneldo y el comino.

Pero esto no es todo. Aquí está un hombre que vivió sin pecado en presencia de enemigos malignos, cuyo carácter es el ideal inaccesible de cuantos hombres han leído su historia. Aquí está uno que tenía las más grandes pretensiones, que se decía ser igual al Dios viviente, según el testimonio de los Evangelios que nos relatan la historia de su carrera. Aquí está uno que proclama su derecho a la lealtad de todos los hombres, que ofrece rescatar a todos los que vienen a él, del pecado y sus efectos. Su perfecta vida y sus sublimes enseñanzas dan un aspecto serio a lo que de otro modo serían pretensiones absurdas.

El tremendo poder de Jesús sobre el mundo exige respeto, sea cual fuere la explicación. Los hombres que son más leales a Cristo son precisamente los que se han destacado como los más prominentes en el adelanto de la civilización y en el mejoramiento de la raza. Las naciones donde la influencia de Jesús es más grande son las más respetadas entre los reinos de la tierra. Hace mucho que las naciones protestantes que están libres de la dominación sacerdotal han sido las más influyentes en el mundo.

Aun aquellos que desechan las pretensiones de Jesús a la deidad por razones filosóficas, como el Profesor G. B. Foster (siguiendo a Pfleiderer) o por razones críticas deshaciéndose de la evidencia de su carrera como el Profesor N. Schmidt (siguiendo a Bousset y a Wrede), son reverentes al tratar de la persona de Jesús, y hasta entusiastas acerca de su carácter.

"¿Qué pensáis de Cristo?" En verdad fue puesto para la caída y el levantamiento de muchos no sólo en Israel, sino en todo el mundo. Es el imán de los corazones humanos y la piedra de toque de la vida de todo hombre. Como Carlos Lamb, todos sentimos que si Jesús viniera a nuestra presencia, instintivamente nos arrodillaríamos. Jesús se impone en nuestros corazones y en nuestras mentes. No espera que dejemos a un lado la razón al llegar a resolver la cuestión con él. Necesitamos entonces toda la inteligencia que tenemos. La dificultad es ver el problema como un todo y como es en realidad. En este estudio nos fijamos en las cosas principales en su desarrollo histórico y procuramos entender su relación mutua y sus resultados. No es posible ninguna explicación meramente natural de Jesús. Es absurdo, en vista de todos los hechos, procurar hacerlo. Uno "mayor que Jonás" está aquí, el Hijo de Dios. Los hombres no siempre han podido mostrar a Jesús a los que han deseado verle. Felipe y Andrés estuvieron perplejos por la súplica sencilla y cortés de los griegos. A veces nuestros sermones esconden a Cristo,-es triste decirlo-en vez de revelarle. Nuestra teología puede llegar a ser un velo que esté sobre el corazón de modo que no se vea a Jesús cuando se lee el Evangelio. Puede ser que nuestras disputas retraten a un Cristo ausente y reflejen las ambiciones eclesiásticas de los primeros discípulos en lugar de la elevación espiritual de Jesús.

La luz escrutadora de la investigación histórica moderna ha puesto en un relieve más claro al Cristo histórico y las circunstancias en que vivía. Podemos pasar por alto a Calvino y Agustín en nuestra busca de Cristo. Hasta podemos pasar por alto a Pablo, Pedro y Juan para llegar a Cristo mismo. Podemos ver cómo comprendió a Jesús cada uno de los apóstoles, con lo cual cada uno contribuyó a nuestros conocimientos del Maestro. Podemos ver cómo al principio fueron ofuscados por la gran luz que los dejó perplejos, cómo paulatinamente llegaron a comprenderle a él, a su mensaje y su misión. La revolución obrada en los primeros discípulos es el milagro eterno del cristianismo y se repite todos los días en el mundo.

Es la visión del Cristo Eterno. En nuestro estudio de Jesús no podemos rodearle con limitaciones solamente históricas. Mientras estudiamos la lucha, la más grande de todos los siglos, que trabó con las fuerzas humanas y sobre-humanas que hubo en su derredor, somos conscientes de un elemento más sublime en él. El mismo habló de este hecho trascendental, y esto dejó perplejos y aturdidos a todos los que estaban en su derredor. Su vida no comenzó cuando nació, ni terminó cuando murió. El día de hoy el mundo no se arrodilla delante de un héroe de odio cuyo cuerpo está todavía sobre el cerro del Gólgota, sino delante del Cristo resucitado que está sentado sobre el trono de la majestuosa gloria a la diestra del Padre. Este es el retrato novotestamentario del Redentor que ha triunfado sobre la muerte y el sepulcro, y quien está dirigiendo una guerra victoriosa contra las huestes del mal. Este es el Salvador del pecado, quien ha hablado paz a nuestros corazones y en cuyo nombre trabajamos ahora. De modo que, cuando estudiamos juntos las condiciones humanas y las distintas épocas históricas en la carrera de Cristo, no pensemos que semejante esfuerzo puede explicar cuanto sea verdadero acerca de Jesús entonces y ahora. Pero, que ardan nuestros corazones dentro de nosotros; que Jesús venga, ande y hable con nosotros entre tanto que procuramos explicar algo del misterio del Nazareno.

2. La Primera Vista de Jesús. Cuando el jovencito Jesús viene a Jerusalén a los doce años de edad, sabe que es el Hijo de Dios, y esto, en un sentido que no es verdadero de otros hombres. " ¿No sabíais que debo ocuparme en los negocios de mi Padre?" Sus padres estuvieron admirados por la facilidad y poder que mostraba en semejante lugar de dignidad, enseñando y asombrando a los doctores de teología en el seminario teológico rabínico. Pero no está menos admirado él porque ellos ignoren que éste es el lugar más apropiado del mundo para éL ¿Quién puede adivinar cuáles son los sueños dorados del futuro de un jovencito hasta que un día el sol sale en su plena gloria? El jovencito ha desaparecido para siempre por la revelación del hombre, y el propósito varonil ha llegado para llenar el corazón y la vida. La palabra "debo" arroja una luz muy atrás sobre los años sosegados de la vida del jovencito en Nazaret. Los teólogos modernos especulan con mucha erudición acerca del tiempo en que Jesús llegó por primera vez a ser consciente del hecho de que él era el Hijo de Dios y tenía que desempeñar una misión mesiánica. Esta es una especulación ociosa. Sólo sabemos que a la edad de doce años Jesús sabe que Dios ha puesto su mano sobre él. Se siente a gusto en la casa de su Padre y se regocija en discutir cosas altas y santas.

Todo el problema de la persona de Jesús se nos presenta en este incidente. Lado a lado con esta temprana conciencia mesiánica está el otro hecho de que "Avanzaba en sabiduría y en estatura." Era un verdadero muchacho no obstante el elemento divino que había en él, y también un muchacho obediente, porque estuvo sujeto alegremente a sus padres después de este incidente. El único muchacho que realmente sabía más que su padre y que su madre era un modelo de obediencia.

Nos impresiona la soledad del jovencito Jesús en este tiempo. No fue comprendido por los profesores de teología en Jerusalén, ni por sus padres, ni aun por su madre a quien hacía mucho había sido revelado el futuro de su hijo. ¿Acaso había ella escondido su secreto tan profundamente en su corazón que faltaba poco para que fuera perdido? Pero había pasado mucho tiempo y probablemente hacía poco, o nada, de las cosas tontas relatadas por los evangelios apócrifos. Solamente una vez se levanta el velo durante los años silenciosos, y así se arroja luz sobre la conciencia mesiánica de Jesús. Durante esos años en Nazaret tuvo una educación humana, en su casa, en la sinagoga, en los campos con los pájaros y las flores, con sus compañeros de juegos, en su trabajo en el taller de carpintería.

Lucas es quien escribe este incidente, y su introducción se parece mucho a la del historiador griego Tucídides. Es Lucas quien dijo que había examinado cuidadosamente los orígenes y había puesto cuidado para escribir con exactitud. La narración lleva el sello de la veracidad con la sencillez y realidad de ésta. Es muy probable que María misma haya dicho a Lucas lo que se narra aquí. Es la moda actualmente, para algunos, poner en duda lo que dice Juan acerca de Jesús, pero nótese que Lucas es el historiador.

Se necesita decir una palabra, de paso, acerca de lo natural y real de una vida que tan pronto tiene conciencia de una misión sublime. La explicación se halla en los hechos. No hay vestigio de artificialidad, de jugar un papel, en la carrera de Jesús. Pasamos por alto a los que voluntariamente ciegos niegan que Jesús alguna vez pensara que era el Mesías y aun dicen que el Antiguo Testamento no predice un Mesías. Este resultado sorprendente se obtiene o desechando los pasajes o por una maravillosa exégesis de cuanto insinúa un Mesías. No es extraño que el Hijo de Dios conociera a su Padre. ¿Qué mejor lugar para que aquella conciencia llegara a una actividad más amplia y viva que en el templo del pueblo de Dios?

Este jovencito de doce años, que amaba a los pájaros y las flores y trabajaba bien en el oficio de carpintero, progresaba en favor para con Dios y los hombres. Y no es esto extraño. Combinaba la piedad precoz con la popularidad. Cuando murió José, sin duda llegó a ser, en cierto sentido, el principal apoyo de su madre. ¿Ha habido jamás otra madre que tuviera tantas cosas por qué regocijarse o tantas cosas que no entendiera acerca de su maravilloso hijo?

3. ¿Nació Jesús de una Virgen? De propósito antes pasamos por alto su nacimiento para tratar de él hasta aquí. Esto ha llegado a ser una cuestión palpitante en la actualidad. El temperamento científico desea profundizarlo todo y a veces cree que ha logrado hacerlo; pero este sentimiento de omnisciencia no es monopolizado por el espíritu científico. Los rayos X, el telégrafo inalámbrico, el radio, para no decir más, hacen hoy día que el verdadero científico tenga dificultad para decir lo que puede suceder en la naturaleza, aun cuando no existiera Dios. Si en efecto existe Dios, no hay verdadera dificultad desde el punto de vista de Dios.

Pues bien, tanto Mateo como Lucas relatan la historia del nacimiento sobrenatural de Jesús, pero desde distintos puntos de vista; Lucas desde el punto de vista de María, Mateo desde el de José. Evidentemente, pues, hay dos relatos independientes de este gran acontecimiento, viniéndonos ambos relatos de cerca de Jerusalén, mientras vivían aún Santiago y Judas, hermanos de Jesús, y posiblemente, mientras vivía María, la madre' Lucas pasó dos años en Cesarea, y era un historiador cuidadoso. En los primeros capítulos de este evangelio que relatan este maravilloso acontecimiento hay indicios de que usó un documento aramaico o hebreo y de que oyó la historia de alguno que hablaba el aramaico. La primera cosa que se relata, después de la introducción de este cuidadoso historiador, es la narración del nacimiento. Se narran aquí milagros, no necesariamente hermosas leyendas para idealizar o deificar a Jesús. Serían posibles las leyendas si la encarnación de Jesús fuese inherentemente imposible. ¿Pero quién puede afirmar esto con confianza?

El silencio de Marcos no puede alegarse contra Mateo y Lucas. Este Evangelio se escribió probablemente en Roma bajo la influencia de Pedro y lejos del círculo de Jerusalén. No es sorprendente que no se dijera nada al principio acerca del verdadero nacimiento de Jesús. Fue conocido como el hijo de José y María. El nuevo manuscrito siriaco de Mateo hallado en Sinaí dice, por cierto, en un pasaje, que José engendró a Jesús, pero en otro lugar se deja la declaración original. El texto estuvo probablemente sujeto a la escritura de los ebionitas, los cuales negaron la deidad de Cristo.

Aunque el prólogo de Juan, que tiene un reconocimiento maravilloso del estado de Jesús antes de su encarnación, omite, en efecto, una discusión del nacimiento de Jesús y así no tiene nada acerca del nacimiento de una virgen; no es para darnos una interpretación fácil del origen de la persona de Cristo. Ciertamente Juan, porque no dudo que fue él quien escribió el cuarto Evangelio, no encierra la carrera ni ¡a persona de Jesús dentro de límites puramente humanos. La carrera terrenal de Jesús no es sino una porción muy pequeña aunque importantísima, de la existencia eterna del Hijo de Dios, quien estuvo con el Padre en el cielo antes de la encarnación y quien ha vuelto al Padre después de la resurrección y la ascensión. No es meramente una preexistencia ideal en lo que está pensando Juan aquí, sino la presencia personal con el Padre. Juan va más allá todavía. El dice claramente acerca del Logos: "Era Dios." Este es un concepto capaz de comprenderse, que el Padre tuviera un Hijo, que es en efecto un corolario necesario de Padre. Pero Juan aun dice que este Hijo o Logos se hizo carne y habitó entre nosotros. El Hijo de Dios, que era Dios y coexistió con el Padre, se hizo carne. ¿Cómo? Me aventuro a preguntar: ¿Sería esto una mera teofanía? ¿Era Jesús un verdadero hombre? ¿Tenían razón después de todo, los gnósticos docéticos, que sostenían que Jesús sólo parecía ser hombre? La interpretación propia del lenguaje de Juan se halla en el nacimiento de una virgen, y sólo allí. El lo da por sentado como bien conocido. Si fuera en verdad el hijo de José, no sería "Dios unigénito" (El verdadero texto).

La dificultad es igualmente grande si volvemos a Pablo. Dice que Jesús nació de una mujer, deshaciéndose así del gnosticismo docético. Según Pablo, era verdadero hombre. ¿Pero sostuvo Pablo que también era verdadero Dios como Juan claramente creía? No aplica a Jesús el término Dios, a menos que así lo indique en Rom. 9:5, y leemos iglesia de Dios (el texto correcto) en Actos 20:28. Pero en Col. 1: 15-18, y en otras partes (como en II Cor. 8:9 y Fil. 2:6) Pablo describe a Jesús de tal manera que no puede ser para él otra cosa sino Dios. Puede ser que la cuestión del nacimiento de Jesús de una virgen no fuese presentada a Pablo. Pero la verdadera deidad de Jesús es enseñada por Pablo, y esto es la cruz de todo el asunto. No tiene nada de inconsecuente con ello, ni tampoco lo tiene Juan. Todo el testimonio positivo del Nuevo Testamento favorece esta explicación, y no hay ni una palabra en contra de ella. En verdad los conceptos teológicos de Pablo y Juan la demandan. El Prof. Briggs (en North American Review de junio, 1906) afirma osadamente que el negar el nacimiento de una Virgen es negar la base filosófica de la encarnación de Cristo. Puede uno creer aun en la deidad de Jesús -y ser ¡lógico. Esto inquieta poco a muchas personas. La lógica hace Poco papel en la teología de muchos. Pero no es posible pensar que Dios llegara a ser hombre sino por el nacimiento de una Virgen a menos que ha de tener así dos personas en la una en quien Dios ha entrado. Entonces la herejía del nestorianismo o dos personas es inevitable. Y aun cuando Dios pudiera entrar así en semejante hombre, haciéndolo no afectaría a ningún otro hombre. Si Jesús es en verdad el Dios-Hombre, Hijo de Dios e Hijo de hombre, el nacimiento de una Virgen es la única manera concebible en que se efectuara aquel gran acontecimiento. Y en verdad, este problema no es más difícil que ninguna otra cosa relacionada con la deidad de Jesús. Esto es, después de todo, el problema. La deificación del emperador romano y de otros héroes y semi-dioses en tiempos antiguos no prueba que esto es lo que sucedió en el caso de Jesús.

Por esto pongámonos entre los pastores en los cerros de Belén p ara oír cantar a los ángeles acerca de la paz en la tierra a los hombres que reciben el beneplácito de Dios. Encantémonos con este misterio trascendental. El niño en el pesebre ha dado nueva esperanza a toda madre que hay en el mundo, nueva gloria a todo niño que existe en la tierra, nueva dignidad a todo hombre que ha sentido la influencia del Hijo de Dios. En verdad salvará a su pueblo de sus pecados. Zacarías y María, Simeón y Ana vislumbraron la luz que ilumina al judío y al gentil. Estos cantaron los primeros himnos cristianos. Habían visto la salvación de Israel. Los sabios caen a sus pies y los Herodes y Satanás todavía están procurando obrar la ruina del Cristo. Pero ni sacerdote, ni rey, ni diablo pueden detener la marcha del reino de Dios.

¿Quién, pues, es Jesús? Ninguna doctrina que nosotros podamos manifestar expresará todos los hechos-. Las teorías Kenolis de la humillación de Cristo meten en la palabra de Pablo. en Filipenses 2:9, más de lo que tenía. Multiplican en vez de aminorar los problemas. Se deshacen en vaguedad. ¿De qué se desprendió Cristo cuando dejó el lugar que tenía al lado de su Padre en las alturas? ¿Se aplicaba esto a su naturaleza divina o solamente a su gloria divina? ¿Cuánto del conocimiento de Dios y del poder de Dios tuvo Cristo mientras fue hombre? ¿Cómo podría el infinito Hijo de Dios someterse a limitaciones humanas? ¿Cómo podría el Impecable morar en la carne y no tener pecado? Si tuviera pecado, no podría salvarnos a nosotros del pecado. Si el verdadero teólogo se siente humilde aquí, debemos acordarnos de que el verdadero científico no se jacta de conocer la vida, la vida fundamental, la Fuente de todas las cosas. No entendemos ni la primera ni la segunda mitad de este problema, Dios u hombre. No es extraño que la combinación causara nuevas dificultades. Tal vez cuando lleguemos a tener una visión clara acerca de Dios y el hombre, nos pondremos a estudiar con más confianza el asunto del Dios-Hombre. De todos modos estamos seguros de que esta unión sublime de Dios y hombre ofrece la única resolución verdadera de la carrera y carácter de Jesús de Nazaret. Es en la personalidad donde Dios y el hombre pueden propiamente encontrarse. La filosofía puede ayudar un poco aquí por el nuevo énfasis dado a los problemas de la personalidad. Podemos por medio de Cristo formar un concepto inteligible de Dios. Sin Cristo nuestras ideas de Dios tienden a deshacerse en lo abstracto.

4. El Padre Sanciona al Hijo. La nueva de que se hacían cosas extrañas junto al río Jordán llegó a Jesús cuando él estaba en Nazaret. Ya era hombre entonces, el hombre Jesús, y la nueva le interesó. No fue el llamamiento del desierto sino el llamamiento de su Padre el que oyó aunque tuvo que ir al desierto. Un nuevo profeta había aparecido en el desierto, un hombre que se vestía con ropa vieja, que tenía hábitos extraños y un mensaje maravilloso. Pero el encanto de Juan no consistía en su manera de vestirse ni en su alimento. La grandeza no se adquiere imitando las excentricidades de otros, así que, no era el vestido semejante al de Elías el que distinguió al Bautista, sino el espíritu y el poder del profeta. El mensaje era la cosa más maravillosa acerca del hombre. Dijo que el reino de Dios estaba cercano, en vez de estar en el futuro lejano. ¿Era verdad? La noticia se extendió hasta que toda Jerusalén y Judea salieron a ver lo que era más que tina caña mecida por el viento. Al fin los predicadores y maestros salieron para oír a este profeta de las montañas, algunos tal vez para burlarse de él y escarnecerlo. ¡La osadía del hombre los admiró! Dijo que aun los predicadores debían arrepentirse como cualesquiera pecadores: publicanos y gentiles, y ser bautizados. ¡Cómo si no fuéramos los hijos de Abraham! Pero este profeta no perdonó ni a los encumbrados ni a los humildes: soldados, publicanos, ni sacerdotes. A los que se arrepintieron los sumergió en el Jordán, y el nuevo rito hizo que muchos supusieran que él era el mismo Mesías. Por un poco de tiempo Juan fue estimado en más de lo que realmente valía (como sucede con frecuencia con los reformadores),, pero pronto disipó semejantes opiniones fa as diciendo bruscamente que él no era el Mesías. No era sino la voz del heraldo que clamaba en el desierto. No era digno de desatar los zapatos del Mesías, el cual tendría un bautismo del Espíritu Santo. ¿Pero dónde es

¿Diría Jesús a su madre a dónde iba cuando salió de Nazaret? Había llegado su crisis y él lo sabía. Juan y Jesús se encontraron en la ribera del río. Juan había recibido una señal por la cual habría de reconocer al Mesías. Sin duda había esperado cada día aquella señal mientras bautizaba a las multitudes, y anhelosamente había examinado cada rostro que se levantaba al emerger de las aguas. Tal vez nunca había visto a Jesús, y si lohabía visto antes, fue sólo brevemente, y no sabía quién era el Mesías. Pero antes de que viniera la señal sintió instintivamente que estaba en presencia de él! Era incongruente que el Mesías le pidiera a él el bautismo. Parece que Juan mismo no había sido bautizado. Su bautismo exigía la confesión de pecado, y en presencia del Impecable, Juan sentía de nuevo su propia indignidad y suplicó que Jesús le bautizara. Pero Jesús se mantuvo firme. Juan hacía bien en sentir así, pero Jesús era hombre y judío y debía obedecer el mandato que el Padre había dado de que todos fuesen bautizados confesando sus pecados. El hecho de que no tenía pecado que confesar no le eximía de la obligación de cumplir con este acto recto de obediencia. No olvidemos nunca que a Jesús le parecía que valía la pena venir desde Nazaret al Jordán, no para salvarse, porque no necesitaba ser salvo, y el bautismo no salva a nadie sino simbólicamente. Sancionó por su propio ejemplo el bautismo en el Jordán, y más tarde lo exigió de todos sus discípulos. En verdad de un modo simbólico manifestaba su propia muerte y resurrección también, pero no es nada probable que Juan viera este punto.

Pronto Juan vio que Jesús tenía razón para ser bautizado, porque el Padre habló en alta voz al Hijo, y el Espíritu de Dios descansó sobre Jesús cuando salió del agua orando. Fue un momento augusto. El Padre, el Hijo y el Espíritu se unieron para celebrar este acontecimiento. Es claro que el bautismo de Jesús tuviera una maravillosa significación personal. Ha sido interpretada de distintos modos. Algunos imaginan que en esa ocasión Jesús llegó a saber por primera vez el hecho de que él mismo era el Mesías, el Hijo de Dios, pero esta interpretación no es justificada por los hechos. La protesta dirigida a Juan precisamente antes del bautismo no era una negación de que era el Mesías. Toda su conducta para con Juan fue la de quien ha arrostrado su destino y lo ha aceptado. Algunos de los gnósticos cerintianos imaginaron que el Cristo, como un Aeón o Emanación de Dios, bajó sobre Jesús en su bautismo semejante a una paloma, y que este Cristo Aeón era lo divino, siendo Jesús mismo un mero hombre. Sin embargo, su bautismo era el principio de la obra pública mesiánica. Jesús ahora se presentaba públicamente. Había cruzado ahora el Rubicón y no era posible volver atrás. Había puesto su mano en el arado y tenía que seguir hasta el fin y meterlo profundamente. Fue la venida del Espíritu Santo lo que constituyó el ungimiento de Jesús y no el bautismo.

No confundamos las dos cosas. Podemos comparar con esto la dotación profética de] Antiguo Testamento.

5. La Significación Moral de la Tentación. Los que escribieron los Evangelios no podían haber conseguido esta narración sino de Jesús mismo. Es probable que, mucho tiempo después, relatara a los discípulos esta fiera lucha que, al principio de su ministerio, sostuvo con el príncipe del mal, como con frecuencia sucede con el joven predicador. Marcos apenas menciona el hecho, pero Mateo y Lucas dan los detalles de la lucha titánica. No podría ocurrir sino al principio del ministerio. Satán desearía retar de una vez al Mesías. Como un león de la selva reta al que se mete en sus dominios. Con derecho o sin él, el diablo pretendía que este mundo fuera suyo y de nadie más. El había hecho mucho para hacerlo un matorral de pecado y dolor. Sentía que no podría existir sino la enemistad entre él y Jesús. Los Evangelios Sinópticos todos están de acuerdo en poner la tentación exactamente después del bautismo. Era el momento psicológico. Todo converso nuevo tiene que sostener una nueva lucha con el diablo después de su bautismo, "Te has portado locamente" dirá el diablo.

No podemos detenernos para discutir si fue una visita objetiva del diablo o meramente la influencia de una sugestión diabólica sobre la mente de Jesús. Lo más probable es que existieron ambos elementos. No es más difícil pensar que el diablo hiciera una manifestación visible de sí mismo a Jesús, que creer de alguna manera en la existencia del diablo. Este es el verdadero problema. Si existe un verdadero espíritu del mal que tiene acceso al alma del hombre y poder sobre ella, no necesitamos inquietarnos acerca de lo demás. Sería un consuelo creer, como lo hacen algunos, que el diablo ha muerto. Ciertamente el pecado no ha muerto. Si no hay diablo, no lisonjeamos al hombre haciéndole originalmente responsable de todo el mal que está en el mundo. Pero sea o no que el diablo apareciera objetivamente a Jesús, fue en la región espiritual donde se verificó la tentación. Marcos aun dice que Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado del diablo. Esto parece al principio ser un dicho duro, pero probablemente no quiere decir otra cosa sino que Dios deseaba que su Hijo encontrara de una vez al tentador para resolver la cuestión inmediatamente. No es que el diablo no hiciera otro esfuerzo, sino que se hiciera clara la manera de afrontar los conflictos futuros.

Es evidente que el diablo hace alusión a la aprobación del Padre en el bautismo de Cristo cuando dijo: "Si eres el Hijo de Dios," como Dios había dicho. No es que el diablo niegue que sea así; por cierto, la forma de la condición da a entender que es verdad, y él dice, en efecto, "un Hijo de Dios," y no "el Hijo de Dios," como Dios había dicho, pero sugiere a Jesús que haría bien en comprobar lo que había dicho Dios. En esto no haría mal. Entonces tendría la experiencia personal para sostenerle. Tenía mucha hambre y seguramente, si era Hijo de Dios, podría hacer obra creativa como la había hecho Dios. Era una sugestión sutil. Jesús haría milagros a favor de otros. ¿Por qué no había de empezar haciendo uno a favor de sí mismo? En una palabra, ¿Había Jesús de ser un Mesías egoísta? Pero la tentación no habría sido tentación si hubiera sido puesta en aquella forma. En esto consiste el peligro de una tentación, en que, al principio, su verdadero carácter está oculto y difícil de descubrir. Aquí se ocultaba la desconfianza en Dios.

Los judíos esperaban que la venida del Mesías fuese un gran espectáculo. Con frecuencia suplicarán a Jesús que dé una señal, que no meramente obre milagros, sino que, por ejemplo, obre algún gran portento en el cielo. El diablo sugiere que Jesús se acomode a la expectación popular dejándolos verle bajar por el aire desde el pináculo del templo, como si descendiera directamente del cielo. Le saludarían con aclamaciones. Pero Jesús no era un mero prestidigitador, no era un aeronauta de globo o paracaídas. El diablo se hace piadoso y cita la Escritura, no citándola mal como lo hacen algunas buenas gentes, sino que la aplica mal. En esto también el diablo no tiene monopolio. Pero Jesús vio que sería presuntuoso, en lugar de confiado, osar hacer semejante hazaña. Además de esto, haría mejor resolviendo la cuestión ahora, en lugar de más tarde, si habría de ser la clase de Mesías que el pueblo deseaba o la que el Padre había ideado. Todo predicador en una manera más humilde, tiene que resolver un problema semejante. Es tan fácil seguir con la corriente, tan fácil caer desde una gran altura cuando está uno nervioso y lleno de miedo.

Pero el diablo no había acabado. Apeló a la ambición de Jesús. Le ayudaría a hacerse el rey del mundo. En esto el diablo había tenido mucha experiencia. No que abdicaría exactamente; él y Jesús podrían gobernar juntos. Esto sería mejor que la guerra declarada. Ofreció a Jesús todos los reinos del mundo y la gloría de ellos. Era un cuadro fascinador que se presentó a la mente de Jesús. Sólo suplicó como recompensa que Jesús se arrodillara delante de él aquí, en la montaña. Nadie más estaba presente, y sería meramente un reconocimiento de los hechos del caso. El diablo realmente tenía los reinos del mundo en su poder; por ejemplo, el gran Imperio Romano. ¿No sería mejor hacer la paz y ser amigos en lugar de pelear? Podría volver este gran Imperio Romano, contra Jesús, quien todavía no tenía discípulos, y si ganara algunos, podría usar este imperio contra el reino de Jesús. Esto fue el busilis de la tentación. Jesús deseaba el mundo. En verdad había venido para ganar el mundo, pero tenía que quitar el mundo al diablo, y no tomar el mundo en las condiciones propuestas por el diablo y con el diablo como dictador. Cristo no fue confundido por la expectativa. Sabía lo que significaba su decisión. Pero amaba demasiado al mundo para traicionarlo así. No quería tener una mezcla del reino del cielo con el reino del mundo. Estaba dispuesto a morir por el mundo. Es extraño decirlo, pero el diablo, en efecto, hizo que el Imperio Romano peleara con Jesús y lograra injertar mucho del mundo en la iglesia de la Edad Media. Pero Jesús desechó todo compromiso y rendición y mandó a Satanás que se fuera. Se fue, sojuzgado por el momento pero esperaba aprovechar otra oportunidad. Así es que Jesús tuvo que arrostrar la muerte en el mero principio. Tenía que estar dispuesto a morir por los hombres antes de poder salvar a los hombres. Así es que Jesús escogió la sublime pero áspera senda que conducía al Calvario, camino solitario y cansado. Su decisión significó un conflicto eterno con Satanás hasta vencer a éste, y hasta que los reinos de este mundo hayan llegado a ser los reinos de nuestro Señor y de su Cristo.

6. La Presentación de Jesús hecha por Juan. Esta se halla de acuerdo con la descripción sinóptica, como se ve, por ejemplo en la tentación. En el Evangelio de Juan, Jesús es presentado como consciente desde el mismo principio de que es el Mesías a quien ha sido encargada una gran obra para Dios, consciente también de que habría de morir por los hombres. Debemos notar también que este concepto de Cristo es presentado también en los Evangelios Sinópticos. Juan no ha hecho más que acentuar lo que está implícito en la tentación y expresado por el Padre en el bautismo. Jesús es el Hijo de Dios. Juan presenta a Cristo reconocido como el Mesías ya en el principio, y que aun entonces pretendía ser el Mesías. Esto no es extraño, sino natural. Así Juan relata que al principio los discípulos de Jesús bautizaban, lo que según parece dejó de hacerse a causa de la popularidad de Jesús con el pueblo y la hostilidad que resultó de parte de los fariseos; de] mismo modo relata las pretensiones mesiánicas que pronto dejaron de mencionarse por la misma razón. El choque con las autoridades de Jerusalén en la primera pascua evidenció que la crisis se precipitaría de una vez si Jesús persistía en pretender abiertamente ser el Mesías o en permitir que le llamaran así. Por lo tanto llegó a ser necesario que Jesús usara de reserva en cuanto a la pretensión mesiánica. Pero esta reserva no significa de manera alguna que Jesús comenzara su carrera pública meramente como otro rabí o como profeta, a semejanza de Juan cuando esperaba al Mesías, inducido finalmente por la expectación pública a pensar que él era el Mesías o a proponerse como el Mesías. Estas alternativas son muy inconcebibles e inconsistentes con cuanto sabemos de Jesús. No era un mero soñador, no era fanático, ni actor, ni demagogo ni charlatán. Es difícil pensar en Jesús como sabiendo él al principio de su ministerio que él mismo era el Mesías y que tendría que sufrir la muerte, pero tal destino está delante de todo verdadero soldado. Jesús sigue valerosamente caminando para encontrar su hora y cumplir su tiempo. La experiencia nos muestra que el tipo más alto de varonilidad se desarrolla en tiempos difíciles.

7. Los Términos Aplicados a Jesús Tienen un Interés Peculiar. Su propia frase favorita, Hijo del Hombre, tenía una significación mesiánica, aunque no se entendía generalmente así en ese tiempo. Servía como una pretensión a su oficio, aunque en una forma oculta. Ciertamente significaba más que la insípida palabra aramaica "barnasha," hombre. En algunos pasajes esta idea es positivamente ridícula. Además de esto el término acentúa la encarnación de Cristo. Es el hombre representativo. En pocas ocasiones Jesús se llamó el Hijo de Dios (en los Sinópticos así como en Juan) en un sentido que no es verdadero de los otros hombres. Los judíos consideraban como blasfemia esta pretensión, porque pretendía ser igual a Dios y recibía adoración como Dios. Después del principio de su ministerio no permitía que le llamaran claramente el Mesías hasta que suplicó a Pedro directamente que dijera lo que pensaba de él. Aun entonces amonestó a Pedro y a los discípulos a no llamarle Mesías públicamente. Y sin embargo, bajo juramento delante del Sanedrín, Jesús afirmó que él era el Mesías, el Hijo de Dios, y el Hijo del hombre. Sufrió en su muerte la pena de aquella confesión. No era blasfemia que el verdadero Mesías hiciera esta pretensión. Y Jesús había sido identificado por Juan como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La última vez que el Bautista viera al Mesías se paró mirándole, extasiado, con la gloria de la visión. "El está en medio de vosotros" había dicho, "y no le conocéis." Y con frecuencia esto es cierto ahora con respecto al Cristo invisible y no reconocido.
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CAPITULO II.
LA PRIMERA INVITACION DE JESUS

"Venid y veréis" (Juan 1:39).

SE NOS dice en Hebreos 5:8 que, "Aunque S Jesús era Hijo, aprendió la obediencia por las cosas que padeció." Tenía que ser hecho perfecto por la disciplina de la experiencia (Heb. 2:10). Sólo así podría llegar a ser el Capitán (o Autor) de la salvación, y podría alcanzar poder para ayudar a los tentados (Heb. 2:18). La experiencia no viene como un don o una herencia, ni puede comprarse. Jesús ya ha dado a entender al gran tentador el carácter de su trabajo. La larga guerra para el rescate del mundo ha comenzado, porque Jesús vino no para traer paz, sino espada.

1. Conexión con el Trabajo de Juan el Bautista. Cristo no estuvo completamente solo en su trabajo que desempeñaba en favor del Reino de Dios. Unas pocas personas espirituales como Simeón y Ana, Zacarías y Elisabet, de una generación anterior, se quedaron, esperando la consolación de Israel, aunque, generalmente hablando, la semilla del cristianismo se sembró en suelo estéril. Pero Juan el Bautista, como Precursor del Mesías, había descubierto algunos espíritus escogidos que recibirían al Mesías con gozo.

Juan el Bautista nunca vaciló ni por un momento acerca del Mesías. Podía medirse a sí mismo perfectamente-cosa muy difícil de hacer. Nos equivocamos en esto muy fácilmente. No permitió que las lisonjas ni las intrigas le apartaran de su cordial lealtad a Jesús como el verdadero Mesías, la Esperanza de Israel. El Evangelio de Juan no narra el bautismo de Jesús por el Bautista, aunque lo insinúa aludiendo a la señal del Espíritu Santo descendiendo sobre él (1:33). Después del bautismo de Jesús, Juan no le vio sino dos veces, por lo que sabemos, y esto en dos días sucesivos. Pero en cada ocasión su alma se extasió con la visión. ¡Allí está el Cordero de Dios! Nada merecía ser mirado mientras Jesús podía ser visto. "Miró a Jesús que iba pasando" (Juan 1:36). Se regocijó de poder dar su testimonio de identificación. "Yo he visto, y he testificado que éste es-el Hijo de Dios" (Juan 1:34). Vio claramente también el aspecto sacrificial del Mesías. "E] es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). El Bautista no equivocó completamente, como sostienen algunos, la obra del Mesías, porque dijo expresamente que Jesús desempeñaría un ministerio espiritual (bautizar con el Espíritu), no obstante que su venida trajo inevitablemente juicio sobre el mundo.

2. Los Primeros Discípulos. Estos eran discípulos del Bautista, Andrés y probablemente Juan el Evangelista, quienes creyeron al Bautista y dejándole siguieron a Jesús. Fue un momento de mucha significación para Jesús. Aquí, al menos, hubo un principio: dos almas preparadas por la obra del Bautista. Juan el Evangelista escribió de ello cuando era anciano, pero nunca olvidó al través de los años el acontecimiento ni la hora del día, las diez de la mañana (tiempo romano). Pasaron el día con Jesús, el primero de muchos días semejantes. La levadura del reino ya obraba. A Andrés pertenece la distinción de esforzarse primero para ganar a otro. El texto correcto (Juan 1:41) realmente dice que ésta fue la primera cosa que hizo Andrés después de su entrevista con Jesús. Puso las cosas primordiales en primer lugar. No tenía tiempo para hacer otra cosa. A Simón su hermano dice sencillamente: "Hemos hallado al Mesías." Fue una nueva de tremenda importancia. ¿Podría ser la verdad? Pronto Simón mira cara a cara a Jesús. Desde luego este hombre impresionó a Jesús. 'Te miró" con toda la penetración de la naturaleza humana que caracterizaba tanto a Cristo. Vio en Simón lo que en ningún otro jamás había visto -vio en verdad la inestabilidad, la mutabilidad, lo impulsivo, la debilidad de su naturaleza, pero más allá de todo eso vio las posibilidades más profundas y fuertes de este hombre y apeló, como lo hace siempre, a lo mejor de él. Profetizó un nuevo nombre para Simón, el de Cefas o Pedro. No merecía aún ser llamado Roca pero lo merecería. Lo que hizo Jesús con Simón lo hace con todo hombre. La cosa más notable acerca de Jesús es que él pone en un hombre, lo que no ve en él. Así Cristo ha levantado al mundo, hallando la mejor cosa en el hombre, desarrollándola, e introduciendo nueva vida en él, el Reino de Dios.

El día siguiente Jesús halla a Felipe y le dice explícitamente: "Sígueme." Fue un mandato extraño. Felipe no conocía a Jesús. ¿Por qué había de seguir al extraño? Puede ser que fuese él discípulo del Bautista, pero de todos modos Felipe era de Betsaida, la población de Andrés y Pedro, los cuales estaban ya con Jesús. Este hecho cedió ante la demanda de Jesús. Así es actualmente. Seguimos a Cristo en parte porque lo hacen nuestros amigos. Además de esto, hubo un tono de insistencia en las palabras de Jesús. Parecía tener derecho de pedir este servicio supremo a Felipe. Es claro ahora que los hombres escucharán la invitación de Jesús. Será posible ganar a los hombres para el reino de Cristo en oposición al reino del diablo.

Así como Andrés (y probablemente Juan el Evangelista) fueron movidos por el poder de la levadura, así Felipe es movido para hallar a Natanael. Cada uno trae uno. ¿Por qué no? Esta es la obra normal del reino de Dios. "Le hemos hallado," dice Felipe. Eurékamen. Fue el mayor descubrimiento del mundo. Ni el oro, ni los diamantes, ni los planetas, ni un nuevo sol, ni el radio pueden mencionarse al lado de este descubrimiento de quien escribió Moisés y los profetas. Pero Natanael no era impulsivo como Simón. Era escéptico. "¿De Nazaret acaso puede salir cosa buena?" (Juan 1:46). Como otros muchos escépticos resolvió todo el asunto refiriéndose a una cosa subordinada. Felipe le había llamado "Jesús de Nazaret hijo de José." Natanael no vivía lejos de Nazaret. Ser ciudadano de aquella población le parecía un reproche. Nazaret tenía mala reputación, y de todos modos no era el lugar mencionado en el Antiguo Testamento; por lo tanto el Mesías no podía vivir allí. Después de todo la lógica no sirve como coche en qué viajar. Ha dicho alguien que la mejor cosa del mundo salió de Nazaret. Pero Felipe tuvo paciencia. Sólo suplicó que lo probara. "Ven y ve." Las pretensiones de Jesús no han de resolverse por las discusiones abstractas. El argumento de la experiencia es un argumento científico. Felipe apoyó su argumento precisamente en esto. Sabía lo que Jesús había hecho por él. Natanael no podía rehusarse a venir. De modo que vino para investigar a Jesús, pero halló que Jesús ya lo había diagnosticado diciéndole que era "verdaderamente un israelita en quien no había engaño." Así, pues, es una cuestión personal entre Natanael y Jesús. "¿De dónde me conoces?" Es la primera vez que Jesús exhibe a los hombres su conocimiento sobrenatural. El escepticismo de Natanael se desvanece ante esta experiencia sobrenatural. Acepta a Jesús como el Hijo de Dios y el Rey de Israel. Salta al fin del camino y reconoce el elemento divino de Jesús "el hijo de José." Jesús profetiza cosas mayores que las que Natanael ha de ver, porque Jesús es el vínculo entre la tierra y el cielo. Los ángeles ascienden y descienden sobre el Hijo del hombre, como Cristo se llama ahora por primera vez. Es significativo notar cómo los términos principales aplicados a Jesús después se presentan juntamente al principio. El es el Mesías, el hijo de José, de Nazaret, el Hijo del hombre, rabí o maestro, el Rey de Israel, él Cordero de Dios, el Hijo de Dios.

3. El Primer Milagro. El diablo había procurado hacer que Jesús obrara su primer milagro para su propio favor. Nunca obró milagros sencillamente para sí mismo, aunque él mismo era el gran milagro. Juan Bautista no obró milagros, de modo que no podemos decir que era dado por sentado que un profeta obrara milagros. Es verdad que los milagros de Cristo presentan dificultades a la moderna mente científica. En ese tiempo crearon una dificultad también; y tanto fue así, que los enemigos de Jesús atribuyeron al diablo ese poder milagroso. Pero los modernos consideran los milagros como relacionados con la persona de Cristo. Si era en realidad el Hijo de Dios no es sorprendente que ejerciera el poder de Dios. La otra dificultad se halla en la relación de Dios al mundo. Si Dios no ha agotado su poder en las leyes de la naturaleza que nos son conocidas, no podemos limitar la expresión de su voluntad. Mientras más real y espiritual sea Dios, menos razón tenemos para negar su poder en la naturaleza. La sugestión para este milagro vino de la madre de Jesús, y muestra que ella sabía que había entrado en su obra mesiánica y creía en él. Y, sin embargo, aunque la demanda era perfectamente natural e indica una relación íntima de compañerismo entre madre e hijo, una demanda fue creada por ella para que se precisara la nueva situación. El mismo hecho de que había entrado en su obra mesiánica hizo imposible que María ejerciera ya el poder de madre sobre él. Jesús no manifestó aspereza usando la palabra "mujer," pero era necesario que ella llegara a entender la nueva relación. Tal vez no había llegado su "hora" para una demostración pública como la que llegó más tarde en Jerusalén. En efecto adoptó la sugestión de su madre y cambió el agua en vino, en verdadero vino. Así, pues, Jesús tenía poder sobre la naturaleza. Su primer milagro es tan difícil como otro cualquier, él es Señor de la naturaleza y el agua reconoció ese hecho y respondió a su voluntad.

"El agua consciente vio su Dios y se sonrojó."

Jesús sabía cómo mezclarse en la vida social en una manera tal que bendijera y regocijara a otros. No era un asceta que se guardara separado de los hombres. Vivió en el mundo pero no fue contaminado por el mundo. El que ama la temperancia, como lo hacía Jesús, no tiene que hacer una exégesis falsa de este hermoso incidente para justificar su defensa de la prohibición. Los vinos poco intoxicantes de aquel tiempo fueron tomados con tres partes de agua y eran semejantes a nuestro te o café en sus efectos. Jesús no abogaba por la cantina moderna con su tráfico en almas humanas. La gloria de Jesús se manifestó al pequeño grupo de media docena de discípulos quienes ahora ya ejercían más fe que antes en el nuevo Maestro. Una visita breve a Capernaum con su madre y el grupo de discípulos siguió a la fiesta de las bodas de Caná.

4. La Crisis con las Autoridades de Jerusalén. Era propio que fuera Jesús a la fiesta de la Pascua. No hubo ocasión mejor para que el Mesías llegara a conocer a los líderes religiosos del pueblo que esta gran fiesta. Aquí, por primera vez vemos una nota de tiempo en el ministerio público de Cristo, y es Juan en su evangelio quien la da, y no uno de los Sinópticos. Tomando en consideración sólo lo que ellos dicen, la obra de Cristo podría haber ocupado un solo año, aunque un año muy lleno de trabajo. Pero Juan, si tomamos su evangelio como regularmente cronológico, lo hace ocupar por lo menos dos años y medio con tres pascuas, con la posibilidad de tres años y medio. De modo que fue en la primavera del año 27 D. de C. cuando Jesús estuvo en Jerusalem por primera vez desde su bautismo, el cual se efectuó seis meses antes. Está en el templo, la casa de su Padre, donde al estar tuvo gusto siendo un jovencito de doce años. Sabe que la casa de su Padre es contaminada con el tráfico y venta de palomas y ovejas, el sonido del dinero y la gritería de los cambistas posados en los corredores del Atrio de los Gentiles. No se ocupa en la discusión teológica como antes, pues este ultraje, pues estas supercherías que enriquecían a las autoridades sacerdotales, conmovieron tanto a Jesús que desde luego se volvió reformador y manifestó su autoridad profética y mesiánica. Se objeta que los Sinópticos dan el incidente al fin del ministerio de Cristo y no al principio como lo hace Juan. Pero seguramente era de tal naturaleza que es probable que volviera a suceder cuando los traficantes contaminaron así el templo otra vez. La influencia de Jesús no era sino personal y momentánea. Los hombres volvieron en sí y quedaron admirados de que se hubieran salido. Los judíos demandaron una señal en defensa de sus pretensiones, pues hacía lo que solamente el Mesías tenla el derecho de hacer. De modo que aquí, al principio, la cuestión se suscita entre Jesús y las autoridades eclesiásticas. Podría haber hecho una gran señal y hecho afirmación verbal de que él era el Mesías. ¿Le habrían aceptado? Al contrario, le habrían matado entonces en lugar de haberlo hecho tres años más tarde. En efecto, les da una señal, pero de tal manera que ni ellos ni los discípulos la entienden. Les dio la señal de su muerte y resurrección, la gran señal en que basaba toda su carrera. La dio en forma simbólica y parabólica, pero por ese mismo motivo se grabó en la mente del pueblo, aunque mal entendida, como se ve cuando en el juicio de Jesús esta mala interpretación es la única cosa que los enemigos de Jesús pueden hallar en su contra. Y en la cruz le arrojarán a su rostro su dicho de que destruiría el templo y volvería a levantarlo en tres días. No había dicho esto. Había dicho que, si ellos destruyeran el templo de su cuerpo, volvería a levantarlo en tres días. Esta no es meramente la interpretación que Juan hace de la parábola de Jesús. Es la única interpretación que está de acuerdo con la carrera de Cristo. Se objeta que es un anti-clímax que Jesús anunciara su muerte así, al principio, y que no habría tenido ánimo para seguir adelante si éste hubiera sido el fin previsto. Pero esta objeción mira de una manera demasiado mezquina la carrera de Jesús, y hace demasiado pequeña su alma. Su único objeto al venir al mundo fue el de morir por los pecadores. No se suicidaría. Dejaría cumplirse los acontecimientos. No apresuraría su "hora," pero seguiría valerosamente hasta encontrarla. Quitar de la mente de Cristo este anticipado conocimiento de su muerte le robaría de este elemento trascendental de heroísmo, le representaría como un ciego andando a tientas buscando el bien, en lugar de ser el gran espíritu constructivo quien vio que la única esperanza de la raza era que pusiera su vida por ella. Pero haciéndolo y antes de hacerlo hará también la parte de un hombre. Atacará las condiciones malas en la religión y en la vida que hay en todo su derredor. Presentará a los hombres lo ideal, tanto en la palabra como en el hecho. Su muerte descansará sobre una vida que merecía vivirse, y esto le recomendará á los hombres por todos los siglos. Este es un concepto digno de Cristo, y es el que se da en los evangelios. Comenzará con la casa de Dios. Esta necesita ser limpiada, Aun cuando los hombres investidos de privilegios concedidos o permitidos Por las autoridades profanaran la casa de Dios, protestará. Protestará aún cuando vuelvan. Levantará su voz y su mano en contra de los que violan la ley y la decencia. La mano está levantada todavía y azota a todo violador de la ley y de] orden.

5. Una Entrevista con un Erudito Judío. Nicodemo se sentía atraído a Jesús como lo es un erudito a otro. Era un espíritu semejante, un hombre versado en las cosas más profundas. Pero había más. Las señales que él obró en Jerusalén probaron que Dios estaba con el nuevo maestro. Y sin embargo Jesús era Persona non grata al Sanedrín, del cual Nicodemo era miembro. Cristo era ya un hombre desechado por los doctores en teología. Se debía en parte al hecho de que Jesús no era técnicamente hombre as como ellos lo entendieron, no era graduado de su seminario rabínico, no había aprendido de ellos; pero en parte también a que había un elemento novedoso en sus enseñanzas. Su punto de vista era tan extraordinario Y tan distinto, que al principio no podían comprenderle. Ponía en peligro la teología de ellos. Su choque con ellos en el templo lo acentuaba todo. Los rabíes recelaban dificultades. No obstante todo esto, Nicodemo se sentía atraído hacia él. Podemos imaginar a este erudito tímido pero inquisitivo yendo a una tienda de campaña fuera de la ciudad, mirando recelosamente por todos lados. Sus observaciones introductorias abrieron el camino para una conversación más íntima. Aquí está un hombre muy distinto, tanto de Simón como de Natanael. Es el erudito investigador limitado por las costumbres y por una abstracción intelectual, atraído por la verdad a fin de hallar el camino que lo lleve fuera del laberinto. Nicodemo es el esclavo del sistema ceremonial, y no lo sabe. Por esto Jesús inmediatamente le presenta el corazón de todo el asunto, la necesidad del nuevo nacimiento para la entrada al Reino de Dios. La impotencia de Nicodemo en presencia de la idea fundamental en el reino de la gracia muestra cuánto estuvo enredado en la red del legalismo. Jesús procura ayudarle sugiriéndole una idea más adelantada que su propio punto de vista. Debe haber no solamente un nacimiento nuevo ceremonial, lo cual era fácil para Nicodemo, sino un nacimiento espiritual, que es dado por sentado entre nosotros. "Os es necesario nacer de nuevo." Nicodemo había venido para pedir luz y había recibido más de la que sabía utilizar, aunque era destinada a atraerle hacia el reino. Pero Jesús insistió en que esto era una verdad meramente elemental y terrenal en el reino y no una verdad celestial que tuviera su origen en el propósito eterno de Dios como se muestra en la necesidad de la muerte propiciatoria de Cristo. Este "necesario" era demasiado profundo para Nicodemo, y todavía estamos admirados por la profundidad del amor manifestado en Juan 3: 16, ya sea porque estas palabras fueran la interpretación del evangelista o las últimas palabras de Jesús a Nicodemo.

Jesús tuvo más éxito en su obra realizada en Judea que en la que hizo en Jerusalén, no obstante que, aun allí, más gente creía nominalmente en Jesús que la que merecía su confianza. En Judea la ola de la popularidad se levantó tan alta que se despertaron los celos de los fariseos. Pero el Bautista no permitió que los celos entraran en su corazón, cuando Jesús le ganó en el favor popular. El arresto de Juan meramente mostró lo que sucedería a Cristo cuando llegara la hora de la crisis.

6. Una Entrevista con una Mujer Samaritana. Es difícil ponernos en el lugar de Jesús mientras hablaba con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob. Todo se oponía a su esfuerzo para ganar a esta mujer solitaria. Tenía las fuerzas agotadas por el largo viaje de] día sobre los montes. Tenía hambre. Era mujer, y los judíos no esperaban que un rabí platicara en público con una mujer. Era samaritana, y odiada aún más enérgicamente por los judíos por ser media judía. Era una mujer que había tenido maridos en demasía y cuyo carácter y reputación creaba un caso muy delicado y difícil de manejar. Seguramente éste era un caso más desesperado que el de Nicodemo. Todo motivo de raza, preocupación e inclinación personal le sugeriría que la dejara sola. Pero Jesús nunca llegó a mayor altura que cuando se despertó para ganar a esta mujer pecadora. Comenzó con pedir un poco de agua: El único tópico que tenían en común. No hay estudio más fino en el método de ganar almas que en la pericia suprema mostrada por Jesús aquí para vencer todo obstáculo y para despertar al fin la conciencia de la mujer misma. Anheló una controversia teológica cuando llegó a sospechar que Jesús era profeta. No veía que un predicador fuera necesario para otra cosa, sino para disputar con él. Pero Jesús no le permitió divagar y le reveló la palabra más alta que tenía que pronunciar acerca de Dios y de] culto, y le dijo claramente que él era el Mesías, cosa que no había dicho a Nicodemo. El resultado justificó la paciente perseverancia de Jesús, porque la conversión de ella condujo a la de otros muchos. Jesús vio en la salvación de esta mujer samaritana la promesa de la victoria. En verdad, los campos de] mundo estaban blancos y listos para recibir la hoz del segador, ya que una mujer como ésta podía ser convertida. La mies está todavía blanca esperando a los segadores, pero el alma de Jesús se alimentó con este bendito fruto. Ya no deseaba alimento ni agua. Le bastaba la voluntad de Dios. Ahora se estaba haciendo el Salvador del mundo, para que aun los samaritanos pudieran ser salvos.

7. El Llamamiento a Nazaret. No es sorprendente que Jesús deseara visitar a Nazaret. En verdad, más tarde hizo una segunda visita, según la narración de Marcos y Mateo. Era justo que diera a Nazaret, el lugar de su niñez y juventud, una buena oportunidad. Por cierto, Jesús se ausentó después de su bautismo, hasta que hubo iniciado bien su ministerio. Vino después de haber adquirido una reputación como rabí, y aun más, porque muchos habían oído hablar de sus milagros. Pero quedaron dudas en la mente de algunos de que un joven carpintero, creado en su población, a quien conocían, pudiera hacer todas las cosas que le eran atribuidas. Les parecía que habían oído informes equivocados. Pero al principio Jesús fue tratado con suma cortesía. Después de haber leído el famoso pasaje en el rollo de Isaías y de haberlo devuelto al ayudante, Jesús se sentó junto al pupitre de lectura. Esta era la señal de que iba a pronunciar un discurso, y al memento todos los ojos se fijaron en él. Estuvieron muy alertas porque entonces podrían juzgar ellos mismos lo que había en él para justificar su reputación repentina ganada desde que los había dejado. No tenían que esperar mucho porque Jesús se apropió el cumplimiento en este día de la promesa mesiánica que acababa de leer. La misma osadía de la pretensión los hizo escuchar al principio con simpatía. ¡Pensar que el Mesías haya aparecido en nuestra población! Se despertó su orgullo, y fueron encantados por sus maravillosas palabras. Sin embargo, ¿no era éste el hijo de José? La incredulidad se expresó en sus rostros y tal vez hubo murmullos. Algunos son mortalmente ofendidos cuando sus vecinos y amigos tienen más éxito en la vida que ellos. No pueden admitir en ellos dones y trabajo superiores a los suyos propios. Es este resentimiento oculto que encuentra Jesús cuando lo interpreta con la parábola o proverbio, "Médico, cúrate a ti mísmo." Anhelaban que hiciera algunos de los milagros de que habían oído hablar. Después de todo, era fácil hablar. Haznos uno o dos milagros. Jesús podía interpretar con exactitud la psicología de una multitud. Pero en vez de satisfacer su curiosidad ociosa, les dio una reprensión severa, citándoles el ejemplo de la soberanía de Dios como se muestra en el caso de la viuda de Sarepta y el de Naamán el siro. Nazaret no tenía más privilegios naturales en el reino que cualquiera otra población. Entendieron esto como una ofensa a su orgullo de pueblo, e inmediatamente todos se llenaron de ira, de modo que procuraron quitar la vida al héroe de la hora anterior. Fue un resultado triste, pero Jesús no fue sorprendido, porque dijo, “Ningún profeta es acepto en su misma patria”. Ya era claro que Nazaret no podía ser el centro de su trabajo en Galilea. Jesús había tenido demasiada popularidad en Judea y por esto había tenido que poner fin a su trabajo allí. Pero no tiene demasiada popularidad en Nazaret.

8. El Nuevo Hogar. ¿Dónde había deponer Jesús ahora el centro de su obra? Tenía que estar en alguna parte de Galilea. Se había hecho imposible tenerla en Judea, y por supuesto no podía estar en Samaria. En Galilea no había otra ciudad más cosmopolita que Capernaum. Los fariseos tenían menos influencia en Galilea que en Judea, y al menos había aquí una oportunidad de sembrar la semilla del reino libre de la influencia dominante de los eclesiásticos de Jerusalén. El elemento gentil en Galilea era todavía considerable, especialmente alrededor del mar de Galilea, que era el centro de un gran comercio. El mundo exterior se hacía sentir en Capernaum, aunque los judíos tenían allí una sinagoga, dádiva de un generoso centurión romano. Nazaret misma estuvo cerca de uno de los grandes caminos que habla entre Egipto, Siria y Mesopotamia para las caravanas. El aramaico y el griego eran los idiomas que se oían con más frecuencia, y Jesús y los discípulos probablemente hablaban ambos, según la ocasión, así como lo hacía Pablo también.

Parece que la media docena de discípulos que habían estado con Jesús en Judea y Samaria no fueron con él a Nazaret, sino antes bien a sus distintos hogares. Cuatro de ellos, que eran dos pares de hermanos, habían vuelto a ocuparse de la pesca. Cuando Jesús vino a Capernaum para vivir, pronto halló a Andrés y a Simón, a Santiago y a Juan. Es verdad que no habían tenido en esta ocasión ningún éxito, y estaban remendando y lavando sus redes. Jesús sugirió a Simón que guiara su barca más adentro para hacer otro esfuerzo. Un pescador siempre puede hacer un esfuerzo más. Pero Simón ya no tenía esperanza. "Alas a tu palabra echaré las redes." Si eso agradaba a Jesús, haría otro esfuerzo, aunque había trabajado toda la noche sin cog& nada. El resultado humilló a Simón y fue posible que Cristo enseñara una lección espiritual valiosa para Simón y para todos los otros. ¿Tendrá tan poca fe como pescador de hombres? Esta es la segunda vez que estos cuatro hombres siguen a Cristo, aunque todavía no como Apóstoles. Continúan con él, dejando definitivamente de pescar.

En la sinagoga de Capernaum Jesús se pone frente a un extraño auditorio, aunque no hostil. Lo que asombró a la asamblea fue la independencia personal de Jesús como maestro. No era esclavo del pasado, corno lo era el rabí ordinario que temía una opinión nueva que no tuviese el apoyo de algún rabí de la antigüedad. Pero Jesús no enseñaba como los escribas, sino como uno que tenía autoridad. Tenía la autoridad de la verdad en lugar de la de algún custodio que se había apropiado el deber de la ortodoxia. Había pasado mucho tiempo desde que una nueva idea se había expresado en esta sinagoga, e hizo una conmoción. Lo que necesita el mundo es la verdad, sea nueva o antigua. Una mentira no es una verdad por habernos llegado desde muchos siglos pasados. Un púlpito no debe tener el afán de cosas meramente antiguas, ni la comezón de cosas meramente nuevas. En este caso la verdad era una sensación. ¿Qué es esto? ¿Una nueva enseñanza?" Tenemos aquí el primer caso de muchos en que Jesús sanó a un pobre endemoniado. El demonio reconoció a Jesús como el Santo de Dios, pero su testimonio no fue bien recibido por motivos obvios. No sería provechoso para Jesús recibir tal atención. Pero el pueblo se asombró por su poder de echar fuera al demonio. Hay dificultades serias en conexión con los demonios, su realidad y su relación con la enfermedad. Sabemos muy poco del mundo de los espíritus y de los fenómenos psíquicos para poder negar la realidad de los demonios. Si existe el diablo, sin duda pueden existir los demonios. Los misioneros en China actualmente afirman que han visto fenómenos semejantes. No quisiéramos dar a entender que Jesús meramente condescendió con las ilusiones del tiempo. Las enseñanzas de los babilonios y persas acerca de los demonios no prueban necesariamente que la idea de Jesús fuera una ilusión o un engaño.

Es claro que la vida en Capernaum era llena de actividad. En este mismo sábado Jesús sanó a la suegra de Pedro, de una fiebre. Notad que no se hace protesta alguna en este sábado contra las curaciones hechas en este día. Los fariseos no han comenzado todavía a obrar en su contra en Galilea. Una de las escenas más be~ llas en la vida de Jesús se ve al fin de este día. Al ponerse el sol, se paró en la puerta de la casa y sanó a todos los que pasaban. Su nombre y su fama llenaron toda la población.

9. La oposición comienza también en Galilea. La tensión sobre Jesús fue ahora muy grande. Le vemos levantándose mucho tiempo antes del amanecer para hallar un lugar tranquilo y dedicarse en él a la oración, Y aun así la multitud le busca. Jesús ya no se queda en Capernaum, sino que hace un viaje por casi toda Galilea, según parece, con estos cuatro discípulos. No nos quedan ningunos incidentes de este primer viaje formal por el País, aunque Puede ser que la curación de] leproso sea uno. Debemos ampliar las declaraciones generales hechas en los evangelios e imaginar la gran cantidad de trabajo hecho. En el caso de] leproso se hizo tanta excitación que Jesús tuvo que retirarse de nuevo al desierto para orar. Había mandado estrictamente al hombre que no dijera nada, pero, corría sucede con frecuencia, mucho más se divulgó la noticia.

Se nos dice, sin embargo, de varios incidentes que acaecieron en Capernaum después de su vuelta allí. Uno de ellos es el del caso del paralítico que fue bajado por el techo a causa de la multitud que estaba al derredor de la puerta. La cosa significativa aquí es que los fariseos están presentes, anhelando culpar a Jesús y hacer acusaciones contra él. Esta es la primera vez que vemos a los fariseos oponiéndose a él en Galilea.

Cristo ya no tendrá libertad de obrar aquí en Galilea. Ha de observarse también que vinieron no sólo de toda aldea de Galilea, sino también de Judea y Jerusalén estos fariseos y doctores de la ley que estaban sentados allí (Lucas 5: 17). El viaje reciente había perturbado las aguas en Galilea, y evidentemente los teólogos locales habían pedido ayuda a los de Jerusalén. ¿Qué había de hacer Jesús en medio de tanta ortodoxia tradicional? Ya le habían condenado en su corazón como culpable de herejía. Los ojos de estos hipócritas de larga barba, brillaban de envidia y sonrieron de satisfacción. Han de haber dicho: ¡No procurará engañar ya que estamos nosotros aquí, porque estamos prontos para descubrir sus imposturas! Jesús de una vez les dio la oportunidad. Ofreció al paralítico el perdón de sus pecados. Esto irritó sus corazones porque según su teología nadie sino Dios puede perdonar pecados. Por lo tanto Cristo había pretendido ser Dios. Pero aun así no hicieron más que sentir indignación y manifestarla por sus miradas. No tenían tanto valor corno suponían tener. Pero Jesús conocía sus corazones y aceptó el reto no expresado. Mandó al paralítico que alzara su cama y anduviera inmediatamente allí mismo como una prueba de su poder sobre la tierra, y como el Hijo del hombre, para perdonar pecados. Era audaz. ¡La mayor ofensa de todo fue que el paralítico en efecto se levantó sin pedir el permiso de ellos! "¡Jamás vimos semejante cosa!", dijo el pueblo. ¿Y los fariseos? Ya le temieron; y aún más, resolvieron arruinarle. Si le dejamos sólo destruirá toda la teoría farisaica. ¡El mundo no podría sobrevivir aquella calamidad!

Jesús ganó un discípulo notable cuando Leví aceptó su invitación. Los fariseos no le habrían invitado a ser discípulo de ellos. "Los publicanos y los pecadores" eran reprochados como los hombres más bajos. Esto era peor que tomar unos pescadores ignorantes como discípulos. Tal vez fue el mismo hecho de que Jesús menospreciaba la casta social por buscarle, lo que impresionó a Leví. Este publicano era un verdadero hombre, y al momento siguió a Jesús. Fue lleno de gratitud al nuevo ministro y leal a sus viejos amigos. Por esto hizo un banquete para Jesús y convidó a una gran multitud de publicanos y pecadores, y Jesús aceptó la invitación. ¡No convidó a los fariseos pero ellos fueron! Habrían rehusado una invitación formal. Eran demasiado piadosos para asociarse con semejante "gentuza." Era la costu7mbre en ese tiempo que vinieran a un banquete cuantos quisieran y se pararan junto a la pared para rnirarlo, si querían hacerlo. Estos piadosos fariseos y sus escribas (estudiantes) hicieron esto. Ellos, parados allí, comentaron la conducta de Jesús-¡ Ocupación del eitos a !-mientras él comía a su gusto. "Come y bebe con publicanos y pecadores." Jesús oyó lo que decían y dijo: "Id y aprended." ¡Esto a los doctores en teología! Sí, id y aprended que el espíritu es más que el formulismo ante los ojos de Dios, aunque no ante los vuestros. Estimando a los fariseos así como ellos se estimaban, Jesús había venido para sanar a los enfermos, no a los sanos.

Después de esta disputa viene la discusión acerca del ayuno. Aun algunos de los discípulos de Juan el Bautista son influenciados por los fariseos para que se quejen de que los discípulos de Jesús no observan los ayunos prescritos. Por esto no son ortodoxos. Esta queja da a Cristo una oportunidad para bosquejar por medio de tres ilustraciones (la del esposo, del vestido nuevo, de los cueros para el vino), la distinción vital entre el Cristianismo y el Judaísmo. El Cristianismo es espíritu y el Judaísmo es forma. Es imposible injertar el judaísmo en el cristianismo. El dejar de ver esto casi hizo naufragar el Cristianismo en el tiempo de Pablo, y al fin hizo un tipo híbrido que dominó al través de la Edad Media, perjudicando así permanentemente la causa de Cristo.

Por primera vez vemos a Jesús junto al lecho de un moribundo. No tomó sino a Pedro, Santiago y Juan, y al padre y la madre de la muchachita. Tomó a ésta de la mano, y ella se levantó. La muerte no podía permanecer donde estaba la vida cuando la vida habló. Si este milagro nos parece difícil de creer, podemos recordar que todos son difíciles para nosotros y fáciles para Dios. Jesús deseaba guardar secreto este gran hecho, porque ya se había despertado la envidia de los fariseos, y él preveía una nueva hostilidad de parte de ellos. Así como en el caso de los dos ciegos, mandó que nadie lo supiera, pero fue inútil. El resultado fue lo que previó Cristo. Ya osaban decir los fariseos, "Por el príncipe de los demonios echa él fuera los demonios." No negaron la curación, mas la atribuyeron al diablo. Los demonios simplemente obedecieron a su príncipe.

Jesús no es ya oscuro ni desconocido. Su pretensión ha sido oída por toda la tierra. Es el blanco de todas las miradas. ¿Pero ha ganado en la rápida y creciente lucha con los fariseos?

***
CAPITULO III.
LA NUEVA PARTIDA

"Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí" (Mat. 11:29).

JUAN REANUDA la narración, y estamos en Jerusalén en una fiesta (Juan 5:1). No sabemos sin embargo cuál fiesta será, ni en qué tiempo del año Jesús está aquí. Considerándolo todo, podemos mirarla como una pascua, aunque con mucha reserva e incertidumbre. Si es así, el ministerio de Jesús ha seguido un año y medio. De todos modos, es la segunda vez que hallamos a Jesús en Jerusalén, siendo ambas ocasiones descritas por Juan, quien por regla general escribe del ministerio de Jerusalén o Judea, mientras los Sinópticos generalmente presentan, la obra en Galilea. Cuando Jesús estuvo aquí antes, tenía cierta popularidad entre el pueblo, tanto en la ciudad como en el país alrededor. Pero los gobernantes le eran hostiles. Jesús ya no viene como un rabí oscuro de Nazaret, sino como un maestro y obrador de milagros que ha conmovido toda la Galilea, Ya tiene una gran reputación.

1. Un Conflicto Sobre el Sábado. Los fariseos no se atenían sencillamente a las ordenanzas literales y ceremoniales del Antiguo Testamento, sino que habían añadido muchas más.

En verdad habían hecho que el día fuese una carga en lugar de una bendición. Una gran parte de la religión farisaica consistía en cuidar de que otros obedecieran al pie de la letra todas las reglas insulsas que habían inventado. Apenas podía uno voltearse en el día del sábado sin quebrantar una de aquellas leyes farisaicas. Si una mujer se miraba al espejo en el día del sábado, podría ver una cana y ser tentada a arrancarla. Usar dientes postizos en el sábado era llevar una carga. Pero en el caso de Jesús la cuestión del sábado era más ocasión que causa. Y hacía mucho que se habían resuelto oponerse a él y a sus enseñanzas. En Galilea lo culparon de comer con publicanos y pecadores, por no hacer que sus discípulos ayunaran, por arrogarse el poder de perdonar pecados y por lo tanto de la blasfemia, por estar en liga con el diablo. Cada nuevo eslabón que pueden añadir a la cadena es bien recibido. No se le suplicó a Jesús que sanara al hombre que estaba junto al Estanque de Betesda. No era conocido al hombre impotente que por mucho tiempo había esperado una curación junto al estanque. Era el día del sábado y Jesús tomó la iniciativa. Aunque el pobre hombre no sabía quién era el que le decía que se levantara y llevara su cama, la misma cosa que no podía hacer, sin embargo, se sentía impelido a procurar hacerlo. A los judíos que le vieron no les importaba su curación. Esta les parecía cosa comparativamente insignificante. La cosa de importancia para ellos era que cargaba su cama en sábado. El hombre sentía que era culpable, y echó la culpa en el que le había curado---seguramente una gratitud extraña. Para colmo de todo, cuando llegó a saber quién lo había curado, fue y lo dijo a los judíos.

Jesús no había buscado inquietudes sobre el asunto, pero no quería esquivarlas. No se nos dice cuál fue la forma de persecución que usaron al principio contra Jesús, pero se defendió alegando el ejemplo del Padre. La defensa era peor que la ofensa. Esta vez procuraron matarle porque se hizo igual con Dios, llamándole su propio Padre. Jesús no negó la acusación. Antes bien la admitió, y prosiguió, haciendo la primera apología formal que de sí mismo y su trabajo poseemos (Juan 5:19-47), para probar que es igual al Padre en todas las cosas esenciales, sin embargo no hace nada contrario al Padre. Más bien se regocija en hacer la voluntad del Padre, y el Padre le ha puesto su sello de aprobación, y lo hará así hasta el fin. Era, como se dice, lanzar el guante a sus enemigos, aunque ellos no lo alzaron. No sabían exactamente cómo sería mejor proceder, porque el hombre que había sido curado era un argumento tremendo a favor de Cristo. No podían igualarle en el debate, a pesar de todas sus sutilezas dialécticas. Pero la cuña había entrado más profundamente.

2. La Batalla se Renueva en Galilea. Para los fariseos de Jerusalén Jesús era ahora un mero violador del sábado. Vuelto a Galilea los fariseos no tardan en presentarse otra vez. Pasando por los campos de trigo en el sábado, sus discípulos cortaron las espigas y restregaron el grano con las manos. La ofensa técnica para los fariseos era el restregar el grano. Esto era trabajo. Al momento los fariseos hacen el ataque contra los discípulos. Es cansado y mezquino tener que tratar seriamente semejantes quisquillas. Pero Jesús procedió a defender lo que habían hecho sus discípulos con cinco argumentos. Apeló al ejemplo histórico de David quien comió los panes de la proposición en sábado, cuando huía. Les recuerda que los sacerdotes trabajan en el templo el sábado, y Jesús se dice ser más grande que el templo. Recuerda el mensaje de Dios en Óseas: "Deseo la misericordia, y no el sacrificio." La ceremonia no valía nada ante los ojos de Dios a menos que el culto espiritual la acompañara. Una lección que los escribas habían obscurecido y uno de los profetas tenía gran dificultad en reforzar. Además de esto, el hombre no fue hecho para el sábado, sino el sábado para el hombre, una verdad obvia, pero que con frecuencia se esconde de la vista. Esto sucede con la misma Biblia. Los hombres no son salvos para que haya quien obedezca la Biblia, sino que la revelación se da para ayudar a los hombres a venir a Dios. Y, para poner fin a todo el negocio, Jesús es Señor aun del sábado. Jesús acataba la enseñanza del Antiguo Testamento, pero no se esclavizaba a la mera forma. Negó que lo que habían hecho los discípulos contradecía la verdadera significación del Antiguo Testamento. Pero aun cuando lo hiciera, dio a entender que tenía derecho a introducir un nuevo orden de cosas, porque él era y es más grande que el sábado. No amplificó este punto, pero en él se halla el germen de la actitud del Nuevo Testamento respecto al día de descanso. Se había librado de sus enemigos pero les había dejado una picadura molesta afirmando su supremo poder sobre el día de descanso.

La controversia acerca del sábado sigue todavía hasta ahora en varias partes de Palestina, y sin embargo los enemigos de Cristo no pueden alegar en contra de él algo que sea bastante serio para que sirva a su propósito. Una dificultad que tenían los rabíes era que ni ellos mismos acataban estrictamente lo que tan diligentemente predicaban a otros. Ellos tenían ortodoxia farisaica, pero no la practicaban. Por esto nunca podían llegar hasta el límite del negocio. El sábado siguiente, sin embargo, en una sinagoga de Galilea' vuelve a trabarse de nuevo la lucha. Esta vez los fariseos están prevenidos. Parece que sabían que Jesús asistiría a esta sinagoga, y querían ver si sanaría allí al pobre hombre que tenía una mano seca y que estaba presente. ¿Lo haría estando ellos allí para delatarle? Estuvieron muy conscientes de su importancia, estos defensores de la fe. Pero Jesús sabía sus pensamientos -pensamiento solemne para nosotros-y se refirió al asunto. Hizo que el hombre se parara donde todos pudieran verle. Entonces trabó la lucha con sus enemigos: Mucho depende de la manera en que se manifiesta una cosa. Jesús les preguntó si era recto hacer bien o hacer mal en el día sábado. Esto era incontestable. Entonces preguntó si un hombre valía más que una oveja. Esto era el nudo de toda la cuestión. Temían contestar esto. Los ojos de Jesús chispearon disgusto al mirarlos, mientras mandaba al hombre que extendiera su mano, precisamente delante de los fariseos y muy cerca de ellos. Para los fariseos esta completa derrota les era insoportable, y sin embargo, ¿qué podían hacer? No podían evitar que el hombre extendiera su brazo. No hubo sino un remedio. Matarían a Jesús. Un hombre nunca os perdonará por contestarle con un argumento incontrovertible. Es una ofensa mortal. Hasta consultan con sus antiguos enemigos, los herodianos, sobre el asunto, tan amargo era ahora su odio al Nazareno.

3. La Nueva Organización. La necesidad de ella es ahora manifiesta. No necesitamos especular sobre cuál sería el plan de Jesús antes de este tiempo, ni decir que ahora hace un cambio radical en sus ideas. No hay nada que justifique semejante declaración. Lo que es claramente cierto es que ahora ya no puede más esperar que los acontecimientos sigan su curso. Hay una oposición organizada contra Jesús la cual tiene su centro en Jerusalén, una verdadera conspiración resuelta a no perdonar esfuerzo para lograr la destrucción de Jesús. Satanás ya está apresurándose a llevar a cabo su amenaza.

Ha puesto en contra de Jesús a los líderes religiosos de la época, los expositores de la ortodoxia tradicional del día. El diablo ansía conservar la fe inicua de los fariseos. Se muestra como el campeón de la fe. Presenta a Jesús como un innovador, un hereje. Si Jesús ha de ganar la victoria, tendrá que vencer el Judaísmo rabínico así como los poderes del pecado. Por más que Jesús previera todo esto, el resultado sería inevitablemente el aislamiento. Vino como el Mesías de su pueblo, y los maestros acreditados del tiempo le cerraron la puerta en su rostro.

Ni es esto todo. Tenía unos pocos creyentes sinceros, pero hasta ahora ningún grupo organizado de adherentes, ningunos discípulos unidos a él con ganchos de acero. Era un conflicto tan amplio como el mundo y que tenía que durar por los siglos. Debían darse pasos respecto al futuro. Ya había pasado la mitad del ministerio público.

El propósito de este grupo se manifiesta en Marcos 3:14.... Han de estar con Jesús, de predicar, y tener autoridad sobre los demonios. Este cuerpo de predicadores no era una iglesia local, ni la iglesia general. Es un cuerpo especial de hombres escogidos para un prop6sito especial. A ellos ha de ser encomendada la obra de hacer que el Cristianismo inicie su carrera universal. Han de estar con Jesús hasta que vuelva al Padre, a fin de que aprendan de Cristo y sean verdaderos expositores de él y sus ideas. Estos hombres deben ser maestros del Reino. El propósito de Jesús es, pues, el de enseñar a los maestros. Así garantizará la interpretación correcta de su mensaje y misión y la obra del Reino de Dios. Es verdad que el trabajo de Jesús con estos hombres necesitará también la enseñanza del Espíritu Santo, pero el cimiento en que edificarán será puesto por Jesús mismo. Cuando este grupo de hombres haya sido educado por Jesús, los dejará para que hagan el trabajo bajo la dirección de Espíritu Santo. El gran Maestro, pues, tenía una clase de doce para que le acompañasen de continuo por casi dos años. El escogimiento se hizo bajo circunstancias muy solemnes. Jesús había pasado toda una noche en oración. Fue una crisis, porque, humanamente hablando, todo dependía de la selección de estos hombres. Habló con el Padre acerca de ello toda la noche. En el vago crepúsculo de la mañana bajó la montaña con el rocío del cielo sobre su frente. Ya, tan temprano, en el día se había reunido una gran multitud de creyentes e incrédulos. Parece que llamó a unos hombres, a "los que él quiso," para que subiesen a él, dejando la multitud. Entonces los nombró como Apóstoles. Este era un término antiguo, pero desde entonces habría de tener para ellos una nueva significación. Después bajó con ellos a una planicie de la montaña. Aquí, al menos, está un núcleo. ¿Justificarán la elección de Jesús? Había arriesgado su todo en ellos escogiéndolos, como dijo después, porque los conocía. Algunos de ellos, en verdad, los más de ellos, habían estado con él bastante tiempo. A los demás, probablemente Jesús los había observado cuidadosamente.

¿Pero quiénes son estos hombres? Seis de ellos probablemente, Andrés y Simón, Santiago y Juan, Felipe y Natanael, se hicieron discípulos al principio en Betania, más allá del Jordán. Otro, Leví, dejó su asiento de publicano algún tiempo después. A los otros cinco, Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo, Tomás, Simón el Cananeo, y Judas Iscariote, los encontramos aquí por vez primera. Todos son de Galilea con excepción de Judas Iscariote, quen es de Judea. Este hecho le separa de una vez, pero parece tener capacidad para los negocios (no obstante que era predicador), y pronto llega a ser el tesorero de la compañía. Hay tres grupos de hermanos, Simón y Andres, Santiago y Juan, Santiago hijo de Alfeo y Judas el hermano de Santiago. Simón el Cananeo, o Celotes, había pertenecido al partido de los Celotes que más tarde instigaron la guerra con los romanos. Cuatro de ellos eran pescadores. Ninguno de ellos había tenido educación teológica hasta ahora. Con Jesús habían de estar en la escuela más excelente que el mundo había visto. Aristóteles enseñó a Alejandro el Grande, pero Jesús era el maestro de estos hombres. Aprendieron menos que lo que merecía olvidarse, de lo que tendrían que olvidar si hubieran estudiado en las escuelas de Jerusalén; pero todavía participaron de las opiniones teológicas comunes al tiempo. Será una tarea demasiado difícil aún para el poder de Cristo levantar a estos hombres a la interpretación espiritual de] Reino de Dios antes de su muerte y resurrección.

¿Se equivocó Jesús al escoger estos hombres? ¿Dónde podríamos haber hallado hombres mejor adaptados a su propósito? Ni en Jerusalén ni en Judea, y Judas salió de Judea. Todos eran hombres de habilidad, como enseña el resultado. Jamás ha vivido un espíritu más raro que Juan. Simón Pedro era versátil y alerta. Andrés era hombre prudente. Tomás era cauto. Natanael (Bartolomeo) era libre de engaño, aunque un poco escéptico. Leví tenía los hábitos rnetódicos del hombre de negocios. Simón el celote tenía abundante celo. Santiago, hermano de Juan, era uno del círculo de los tres escogidos, y hombre en quien se podía confiar. Parece que Felipe era práctico y prudente. De Santiago el Menor y de su hermano Judas (Tadeo) no podemos formar un retrato muy claro, aunque no podemos asegurar que fuesen caracteres negativos. En una ocasión Judas muestra una falta de entendimiento espiritual (Juan 14: 22). Había así una gran variedad en características personales, y cada uno tenía su lado fuerte. Aun Judas Iscariote no carecía de aptitudes especiales pues de otro modo no habría sido escogido como tesorero (así es en cuanto a los tesoreros actuales que se fugan con el dinero; no se les hubiera confiado al no haber tenido ellos capacidad para manejarlo). Tenía su oportunidad, aunque hacía mal uso de ella.

4. La Declaración de Principios. El Sermón del Monte había causado mucha discusión y aun controversia. Ningunas otras palabras de Jesús resaltan tan decisivamente como éstas. Comúnmente se entienden como típicas de la mente de Cristo. El ideal de la justicia manifestado aquí es todavía la meta del mundo civilizado a pesar de la idea de unos pocos de que las enseñanzas de Jesús carecen del todo de consonancia con la vida moderna.

Parece que la ocasión de este discurso fuese la elección de los doce apóstoles. Lucas representa así el asunto, y por lo general él es cronológico. Según Mateo el Sermón está al principio del ministerio en Galilea más bien como un tipo de las enseñanzas de Jesús. Pero tanto Mateo como Lucas, lo dan como un verdadero discurso en un lugar definido. No se diferencian esencialmente en las circunstancias, porque el lugar "llano" de Lucas, como dice la versión nueva, era probablemente un lugar llano en la falda de la montaña tal como el que se ve en los Cuernos de Hattin cerca de Tiberias. Desde este lugar llano es probable que Jesús subió un poco la falda de la montaña y se sentó para dirigirse al pueblo.

Pero no hemos de pensar que Jesús se dirigía solamente a los doce o simplemente a los creyentes, porque tanto Mateo como Lucas mencionan la presencia de las multitudes, narrando Lucas, en verdad, que vinieron de Jerusalén y de Tiro y de Sidón. Es probable que hubiera muchos gentiles allí, o ciertamente muchos judíos que hablaban el griego. Es posible, aunque no indubitable, que Jesús en esta ocasión hablara en griego. Pero aunque el discurso era general en su naturaleza e idóneo para todos, tenla una aplicación especial para los doce y puede compararse con el discurso final dirigido a ellos la noche antes de su muerte, como se narra en Juan 14-17. Estas dos ocasiones distan mucho la una de la otra. La realidad y la unidad del sermón, por lo tanto, pueden asumirse.

Mateo relata mucho más que Lucas, pero son en su mayor parte cosas concernientes a su actitud respecto a la enseñanza judaica. Los informes dados por Mateo y Lucas comienzan y concluyen de la misma manera y están de acuerdo en sus argumentos generales. Es posible, aunque no necesariamente cierto, que algunos de los dichos subsecuentes de Jesús hayan sido introducidos en este gran discurso. Pero es mucho más probable que los mismos dichos, o. Dichos semejantes que se hayan aquí fueron sencillamente repetidos por Jesús en otras ocasiones. La repetición no es sencillamente permisible; sino que es necesaria para el servicio efectivo, especialmente en el caso de un maestro popular que tenía que hablar a auditorios distintos en partes diversas del país. Todos admiten que este sermón tiene esencialmente la unión retórica como está narrado por Mateo y Lucas. El Sermón del Monte es un buen ejemplo de Jesús. El elemento de la parábola no es tan conspicuo como en algunos de los discursos subsecuentes, pero está aquí en el caso de los dos caminos, los dos edificadores, y en numerosas alusiones figurativas. Aquí se hacen distinciones claras, antítesis, invectivas, paradojas, ilustraciones, preceptos, amonestaciones, ruegos. Pero no debemos cometer la equivocación de suponer que Jesús haya dicho en esta ocasión, en forma condensada todo cuanto tuvo que decir. De ninguna manera. A muchas ideas grandes enseñadas por Jesús ni siquiera se hace alusión aquí. Otras meramente las asume o implica, como por ejemplo el nuevo nacimiento. Los discípulos no estaban listos todavía para todo lo que tenía que decir Cristo, ni estaban listos para todo cuando Cristo llegó a morir. El Espíritu Santo reanudará la enseñanza y la llevará a cabo. Pero Cristo había planteado principios muy importantes relativos al Reino del Cielo. De ninguna manera deseaba que los hombres entendieran que no necesitaban otra enseñanza, aunque puede uno fácilmente admitir que esto sea suficiente, y demasiado para muchos. Los que desacreditan más la teología y apelan al Sermón del Monte como el único modelo del hombre son probablemente los mismos que menos alcanzan el ideal de la vida humana bosquejada aquí. Este ideal de justicia es imposible, excepto a aquel que tiene un nuevo corazón para comenzar y la ayuda del Espíritu Santo hasta el fin. Pero el epítome claro de principios éticos hizo una impresión decisiva entonces, y en la actualidad supera a todos los modelos humanos. El pueblo se admiró de estas palabras y el mundo está aún admirado. Este es probablemente un informe incompleto del Sermón, un abstracto breve, las cosas más notables que fueron recordadas y repetidas con frecuencia.

Hay una poca de diferencia en cuanto al tema del Sermón (como sucede con frecuencia hoy día acerca de los sermones), porque Lucas no da lo que tenemos en Mateo 5:17-20. Allí la Idea de Cristo acerca de la Justicia parece manifestarse como el tema. Y aun en Lucas éste es el asunto sobreentendido de la discusión. Está introducido por las Bienaventuranzas e ilustrado y discutido desde distintos puntos de vista. La idea de Cristo respecto de la Justicia es hoy día el ideal de Justicia del mundo, aunque no se puede afirmar que hasta ahora el mundo se aproxima a su ideal. Pero es una ganancia haber puesto esta meta delante del mundo. Con un solo golpe Jesús derribó los modelos levantados por los escribas y fariseos. Hasta dijo que si sus oyentes no obraban mejor que ellos no tendrían nada de esperanza. Los escribas y fariseos eran los líderes religiosos del tiempo. ¡Qué lastimera la situación! La osadía de los conceptos es manifiesta aquí. No transigió ni vaciló. Estaba poniendo fundamentos para todo el tiempo. Vio todo lo escondido de las cosas, y las vio como son en realidad. Por esto, su enseñanza es universal, penetrante, eterna.

Las Bienaventuranzas forman la introducción a este gran discurso. No es un nuevo estilo de discurso, pues ocurre a menudo en los Salmos. Cada Bienaventuranza tiene dos partes, y hay una -significación especial en cada una. Lucas no da sino cuatro que son contrastadas con cuatro ayes. La cosa más llamativa en las Bienaventuranzas es que el concepto que tiene Cristo de la felicidad es radicalmente muy distinto del de los maestros de esos tiempos, tanto judíos como griegos. El ceremonialismo formal de los fariseos fue reducido a la nada por la sublime espiritualidad que se exige aquí. El mismo saduceo hallaría poco que le atraería en esta filosofía espiritual trascendental. Si estuvieron allí han de haber estado igualmente perplejos. Los epicúreos preferirían el mundo sensible a esta felicidad de espíritu. El estoico entendería mejor la apelación espiritual, pero era todo demasiado altruístico para él. Todos ellos preferían ser los perseguidores que sufrir persecución. La venganza les era más dulce que la misericordia, el orgullo que la humildad, el egoísmo que el anhelo de ser mejor. La pureza de corazón no convenía al mundo de los negocios. Solamente en algunas partes del Antiguo Testamento, especialmente en los Salmos, hallamos algo semejante a este sublime ideal sino espiritual. Las Bienaventuranzas implican un nuevo corazón o sea la regeneración. El Reino del cielo pertenece a los que se regocijan en estas cualidades. En verdad ningunos se regocijarían en ellas. No debe olvidarse nunca que la posesión de la renovación espiritual está a la base de la Idea de Cristo acerca de la justicia. Es imposible para todos los demás. No es sino una imitación meramente mecánica procurar llegar a este ideal sin comenzar con el fundamento puesto por Jesús. El Reino de Dios está antes que la justicia. "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia."

El ideal de la justicia se desarrolla desde distintos puntos de vista. Debe exceder al modelo de los escribas, los maestros aceptados de ese tiempo entre los judíos. Estos escribas enseñaban el Antiguo Testamento y además su propia interpretación de él, que era una segunda Biblia que tapaba la primera. Un ejemplo de aquella enseñanza es condenada aquí por Jesús, "Y odiarás a tu enemigo" (Mat. 5:43). Pero no basta procurar una obediencia meramente formal al Antiguo Testamento. La revelación es progresiva. Jesús no desecha las enseñanzas del Antiguo Testamento sobre estos puntos como incorrectas. Es meramente inadecuada para el nuevo tiempo. Lleva más adelante la enseñanza en la misma dirección, desde la letra hasta el espíritu, como por ejemplo en los casos del asesinato, del adulterio, del juramento, del desquite, de los enemigos. Sus propias palabras aquí no han de entenderse en todos los puntos. Usaba la paradoja y aun la hipérbole para hacer una impresión. Pero su punto es claro. En verdad, el ideal de la enseñanza de Cristo es el Padre. "Sed pues vosotros perfectos así como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mat. 5:48). La mera adaptación forzosa a este o aquel detalle no servirá. Ni es en lo más mínimo mejor la justicia práctica de los fariseos que esta enseñanza incorrecta. Fue contaminada por una falta grave, la del egoísmo. Limosnas, oración, ayuno, todo fue hecho para ser visto de los hombres. No ser visto no significaba nada para el fariseo. Para él la virtud no era su propio premio. Debe saberse que un hombre da limosnas. Si es necesario, ¡hágase sonar una trompeta para atraer una gran multitud y ser visto! La oración modelo de Jesús trae toda la vida en relación con el Padre y pone primero su Reino. No es original en muchas de sus frases. ¿Cómo podría una oración modelo ser del todo original?

La amonestación en contra de la mundanalidad toca una parte sensitiva. Puede ser muy bueno confiar en Dios, pero los sabios en las cosas de este mundo prefieren aprovechar las oportunidades. Pero es mejor que ambos ojos miren al mismo punto. No es la prevención la que condena Jesús, sino la ansiedad. No es el trabajo, sino la inquietud que gasta la maquinaria de la vida. Cuando la máquina hace demasiado ruido siempre se sabe que algo va mal. Los pájaros cantan al tomar lo que Dios les da. La mayoría de los hombres cree que tienen razón. Por esto tienen el privilegio de juzgar a otros. Es su segunda naturaleza, si acaso no es la primera. Es más fácil ver la paja en el ojo del hermano que la viga en el propio ojo. Jesús no quiere decir que no debemos formarnos opiniones acerca de los otros. Esto no puede evitarse. Quiere decir que no debemos ser precipitados, capciosos, ni injustos en nuestras críticas. El hábito de criticar es un vicio. Es muy fácil ser agrio y desagradable. Jesús no originó la regla de oro, aunque él fue el primero que la expresó en forma tan vigorosa y positiva. La práctica de ella es la cosa que originó Jesús. El hombre que dice que ésta es su religión tiene algo de justificación en teoría, porque dijo Jesús que es la ley y los profetas. Es claro que Jesús quería decir que ésta era la suma de la ley y los profetas como se relacionaban con nuestros semejantes. Si se extiende hacia Dios, todo se incluiría sin ningunas reservas. Sin embargo, se necesita una palabra de amonestación; es necesaria para uno que se satisface con tanta facilidad. Este principio inclusivo de la vida es muy difícil de cumplirse. Significa mucho más que meramente desear el bienestar para todo el mundo y todas las cosas. Es la práctica del amor para con Dios y el hombre en el sentido más amplio. Es más que la mera abstinencia del mal para con nuestros vecinos. Es el ser exponente de toda gracia y virtud positivas.

La puerta angosta y el camino ancho son figuras favoritas en la enseñanza ética. La idea está en el Salmo primero. Se ve en los Dos Caminos, en Barnabás, etc. Es una parábola obvia de la vida. Es el camino estrecho, no necesariamente el camino recto. La prueba suprema es la de la vida. El carácter, y no la profesión es el elemento que sufre el crisol de estos exámenes. Muchos entonces dirán volublemente que no están dispuestos a obrar ahora. Las excusas y explicaciones están siempre a la mano, y es muy fácil hablar por hablar. No se debe imaginar que Jesús haya cambiado su teología haciendo la demanda de que el árbol sea juzgado por sus frutos. Si el Reino de los cielos con el nuevo nacimiento descansa sobre la base de la idea de Cristo acerca de la justicia, el hombre cuya casa es estable por estar construida sobre la roca representa gráficamente la consumación de aquella justicia. El buen árbol no deja de dar algún fruto bueno. Hay una nota de confianza así como de amonestación aquí. Jesús se diferencia de todos los demás maestros éticos precisamente en esto. Da el poder para que uno ponga en práctica estas ideas éticas. Es precisamente porque el reino está dentro del hombre que al fin puede llegar al Ideal de Cristo. Puede y lo hará. La prueba final y suprema de la semilla es el fruto. El hombre cuya vida perfecta se conforma al gran ideal es indubitablemente una persona cuyo corazón fue renovado por el Espíritu de Dios. Aquí, pues está un sistema vital de ética. Es la justicia aplicada a la vida, y ésta da fruto. La enseñanza ya no está en las nubes, sino que está bajada hasta el nivel de los hombres. No es extraño que el pueblo se asombre por semejantes palabras. Fue el brillo del sol a través de las nubes del rabinismo. Jesús realmente tenía ideas propias y hablaba con la autoridad de la verdad transparente, no con la repetición mecánica de otros rabíes. Sus palabras todavía compelen nuestra admiración y se dirigen a lo mejor que está en nosotros. El ser lo que Jesús recomienda aquí es ser el tipo más noble de los hombres que alguna vez se haya presentado al mundo, porque la conciencia de Jesús ha llegado a ser el delicado modelo para todo el mundo. La condenación de él no deja lugar para apelar a otro.

5. La Desesperación de Juan el Bautista. Al mismo tiempo que Jesús hacia planes para una campaña agresiva con alguna organización, Juan el Bautista languidecía en la cárcel de Machaerus. A sus amigos se les permitía verle, pero era una vida triste muy distinta de la completa libertad del desierto y del favor de las grandes multitudes. Después de toda la excitación, el llegar a esta obscura soledad era demasiado para una naturaleza robusta como la de Juan. Le acometieron dudas aun acerca de Jesús, a quien había bautizado e identificado como el Mesías. La lógica en una celda y fuera en la ribera del Jordán no es la misma cosa. Si Jesús era el Mesías, ¿por qué se tardaba tanto en establecer el reino? ¿Por qué dejaba que Juan se quedara en la cárcel? Quizás, después de todo, haya habido alguna equivocación. Tal vez Jesús no era sino otro precursor, como Juan mismo, y el verdadero Mesías habría de venir después. De vez en cuando llegaban a Juan algunos informes acerca del trabajo de Jesús. Probablemente la resurrección del hijo de la viuda de Naín le llegó, y reanimó en su espíritu oprimido un nuevo interés. Por esto envió a dos de sus discípulos a Jesús con una súplica patética de que le diera más luz. Jesús estaba ocupado en esa hora con sus curaciones y siguió haciéndolas hasta acabar. Entonces mandó a estos dos discípulos que fueran a decir a Juan lo que habían visto y oído. Añadió una bienaventuranza al efecto, de que era feliz quien no hallaba en él ocasión de tropezar-una reprensión suave para Juan. Jesús no carecía de simpatía para Juan en semejante prueba, pero la respuesta más efectiva eran las obras, no las palabras. Hacía la obra de] Mesías. Jesús trató seriamente esta súplica de Juan. No hay nada que indique que Juan fingía dudas. Si nos admiramos de que Juan cayera en dudas, acordémonos del caso de Elías, su prototipo, y aun de la madre de Jesús, más tarde. Después de todo, Jesús no era el Mesías esperado, y escondido en la oscuridad como estaba Juan en este tiempo fácilmente podría desviarse.

Pero Jesús aprovechó la ocasión para dar a Juan un maravilloso tributo uno que le habría alegrado mucho si pudiera haberlo sabido. Recuerda a las multitudes que acudieron al desierto para ver, no ' una caña mecida del viento, no un hombre afeminado de la ciudad; sino un profeta y más, un hombre como cualquiera nacido de mujer, hombre que hacía una época dividiendo el pasado del futuro. El era el fin de la vieja edad y el principio de la nueva, de modo que en cierto sentido todos los que están en la nueva tienen una ventaja sobre él. El es Elías que habría de venir. Es verdad que no fue aceptado por todos los hombres así como Jesús no lo fue. Los fariseos y los saduceos desecharon su bautismo, mientras las masas y aun los publicanos justificaron y glorificaron a Dios por causa de Juan. Para los líderes Juan era demasiado ascético. Era peculiar, distinto de otros. Su vestido, su alimento, su vivienda, todos le señalaron como hombre distinto de otros. Pero para los mismos hombres Jesús era igualmente desagradable. El sí vivía con los hombres, comía su alimento, vivía en sus casas. Por esto le llamaron un bebedor de vino y un glotón, una mentira palpable. Pero tenían que culparle por algo. ¡Dijeron que se parecía demasiado a otras personas para ser rabí! Y así por el estilo. ¿Qué puede hacer un predicador? ¿Cómo puede complacer al pueblo? Es dudoso que pueda tener éxito, y no debe tener éxito si hace que esto sea su meta. Lo mejor que puede uno hacer es obrar bien y dejar que el resultado hable por él. La sabiduría es justificada al fin por sus hijos (u obras). Al fin gana el hombre que sigue el recto camino haciendo su deber. No faltaba mucho tiempo para que Herodes cediera a las intrigas de su mujer Herodías y fue cogido en su trampa para matar a Juan. Nunca le había perdonado el que la hubiera reprendido. Lo tenía en contra de él. Los discípulos de Juan "fueron y lo dijeron a Jesús." El lo entendería.

6. La Relación del Hijo con el Padre. En esta gran crisis de su carrera, Jesús está plenamente consciente de que el Padre está con él. En Mat. 11:25-30 tenemos una sección que es idéntica en tono y punto de vista y aun en estilo con el Evangelio de Juan. Corazín, Betsaida, Capernaum le desecharán y serán castigados, pero Jesús ve la victoria en el futuro. Todas las cosas han sido entregadas en sus manos por el Padre. No hay quien realmente le conozca sino el Padre, así como nadie conoce realmente al Padre sino el Hijo. El camino para el Padre depende de la voluntad del Hijo, y ésta es una apropiación maravillosa de poder electivo. Basándose sobre ese poder extiende una invitación sumamente bondadosa a los cansados y trabajados. Convida a todos a venir a su escuela y promete que su yugo será fácil y ligera su carga. Los doce apóstoles ya están en su escuela. Busca más discípulos que estén dispuestos a aprender de uno que, aunque es el Hijo de Dios con todo conocimiento y poder, es, no obstante, manso Y humilde de corazón. ¿Quién puede rehusar aprender de semejante maestro cuyas palabras se quedan en la mente como la dulce música de unas campanas al caer la tarde? Ningún otro maestro ha hecho semejante oferta como ésta que hace Jesús aquí. Por cierto nos pondrá bajo el yugo, pero después de todo el yugo es fácil y la carga se hace ligera.

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Biblioteca
Épocas En La Vida De Jesús

por A. T. Robertson
Prefacio
Capítulo 1: LA CONCIENCIA MESIANICA DE JESUS Mat. 3:17
Capítulo 2: LA PRIMERA INVITACION DE JESUS Juan 1:39
Capítulo 3: LA NUEVA PARTIDA Mat. 11:29
Capítulo 4: LA CAMPAÑA EN GALILEA Juan 6:67
Capítulo 5: LA ENSEÑANZA ESPECIAL DADA A LOS DOCE Mat. 16:15
Capítulo 6: EL ATAQUE SOBRE JERUSALEM Lucas 13:34
Capítulo 7: LA RESPUESTA DE JERUSALEM Lucas 23:21
Capítulo 8: EL TRIUNFO FINAL DE JESUS Lucas 24:34