EL MOVIMIENTO DE LA PROSPERIDAD:

Los carismáticos heridos

por

Rev. Roger L. Smalling, D. Min.

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CAPÍTULO 12
La psicología del movimiento

Por coincidencia, mis parientes de ambos lados familiares provienen de la misma región de Estados Unidos de la que son los fundadores del Movimiento Palabra de fe. Cada país tiene sus regiones distintas, que comparten el mismo acento y ciertos patrones de pensamiento.

Estoy muy familiarizado con la cosmovisión de la región centroccidental. Puedo a veces detectar a una persona que ha sido criada en dicha región, aunque haya perdido su acento, pues sus actitudes y formas de percibir la realidad, la delatan.

No me ha sorprendido descubrir actitudes típicas de centroccidente reflejadas en las enseñanzas de Palabra de fe. La mentalidad de sus fundadores es tan clásica de esa región, que aun cuando no hubiera sabido su procedencia, la habría adivinado sin dificultad alguna.

No todos sus adherentes muestran estas características, ni estos comentarios constituyen evidencias objetivas. Pero ciertas tendencias se notan en sus libros y sermones de manera tan destacable que valen la pena subrayarlas.

Extremismo

El extremismo ve la realidad en blanco y negro. Todas las cosas tienden a ser absolutamente correctas o puramente incorrectas.

El extremista categoriza a la gente de manera similar. Para él todos son buenos o malos, llenos de fe o completamente incrédulos. Siente que hay una sola forma correcta de hacer cualquier cosa. La idea de que pueda existir más de una manera o, de que un punto de vista esté parcialmente correcto o incorrecto, no cabe con facilidad en la mente de un extremista.

Para el extremista, si el Señor prospera a los piadosos, algo malo debe haber en quien no es rico. Si alguien enferma y Dios no le sana, debe ser por pecado o falta de fe. Interrogantes más allá de eso son innecesarios.

Seria muy conveniente si la realidad operara de manera acorde. Pero no es así. En efecto, ni Dios actúa así. ¿Se ha dado cuenta de que cada vez que pensamos haber descubierto la fórmula espiritual perfecta, Dios hace algo para mostrarnos que no es así? Así crecemos. Cuando las cosas no salieron como pensábamos, buscamos a Dios y descubrimos nuevas verdades.

Un pastor responsable no cerrará los ojos ante los problemas de la gente, solamente porque sus fórmulas no funcionaron de acuerdo al plan. Tampoco tachará a la gente de insinceros o ignorantes.

La ley más elemental para razonar e investigar en cualquier campo o dominio humano, espiritual o secular, funciona bajo el siguiente principio: si un fenómeno no se conforma a la teoría aceptada, se debe investigar hasta saber por qué. Dios usa este proceso natural para guiarnos a un nuevo entendimiento. Pero a veces cerramos nuestra mente de una manera necia, actuando irresponsablemente hacia nosotros mismos, hacia los demás y hacia Dios.

Antiintelectualismo

“¿No es preferible pertenecer a un grupo de predicadores incultos llenos del Espíritu Santo que a uno de teólogos áridos?” decía un predicador en la grabación. “Bueno, sí —pensé—, cualquier cristiano preferiría estar en el primer grupo, lleno del Espíritu Santo, sin tomar en cuenta el grado de educación.”

Sin embargo, agradezco mucho que esa no sea la única opción que tengo. ¿Qué tal la siguiente?: ¿Entre cuáles quisiera estar: entre un grupo de predicadores incultos llenos del Espíritu Santo o uno de teólogos llenos del Espíritu Santo?

Para algunos del movimiento esta última opción es imposible. ¿Por qué? Por el fenómeno del antiintelectualismo.

Esta postura sostiene que el intelecto es poco válido en la búsqueda y evaluación de la verdad. El corazón es bueno y malo para la cabeza. La razón se opone a la fe o al menos es un obstáculo. La educación es peligrosa para el crecimiento espiritual. Así son las actitudes que tipifican el antiintelectualismo.

Durante la primera mitad del siglo XX, hubo gran cantidad de avances científicos y, junto con ellos, también fueron proclamadas teorías pseudocientíficas, como por ejemplo, la teoría de la evolución. En las universidades predominaba la enseñanza de las filosofías materialistas y humanistas. La teología liberal también mostró gran crecimiento.

Por todo lo expuesto, se produjo un clima poco manejable para muchos cristianos y, en vez de sostener su postura y derrotar tales ideas en sus propios términos, casi todos se retiraron del área del pensamiento y el intelecto. Solo el "corazón" interesaba (pero sin definir exactamente qué se entiende por corazón) y como resultado, surgió una ola de antiintelectualismo entre los evangélicos.

Esta postura es también un aspecto del pensamiento místico. Para el místico, la razón es un medio innecesario para la verificación de la verdad. Tal vez no lo exprese en estos términos, pero en su corazón, lo piensa así.

Es imprescindible aceptar la validez de la razón para evaluar las verdades. Sin eso, ningún pensamiento puede ser válido, incluyendo el cristianismo. Al rechazar el valor de la razón, ni siquiera podemos evaluar las verdades bíblicas. No se puede usar el intelecto para descalificar su propia validez.

El antiintelectualismo nunca es válido. Por definición, se invalida solo. Aun cuando puede ser expresado en términos muy "espirituales" y sonar muy santo, siempre es un error.

Aunque nuestra razón sea válida, nuestro nivel de conocimiento puede no serlo, especialmente cuando es conocimiento fuera de los límites de la creación material, es decir del campo espiritual. Pues, ¿cómo se puede saber si alguna información que llega desde fuera de la creación es correcta?

Para saberlo es necesario un estándar con el cual se pueda establecer un juicio. Tal norma debe ser racionalmente congruente consigo misma y con el criterio para establecer un juicio: solo la Biblia llena estos requisitos y puede ser el estándar para la revelación tanto de la verdad como del conocimiento.

Por eso afirmamos que cualquier supuesta revelación espiritual que nos urge a pasar por alto la razón, también está urgiéndonos a obviar la Biblia.

Además, se hace evidente que la doctrina de Palabra de fe se coloca ingenuamente en manos del existencialismo y humanismo secular. Estos afirman que el cristianismo es una creencia sin base racional. Ambos declaran que existe una dicotomía irreconciliable entre la fe y la razón. Para estos la fe es creer algo sin evidencias, o en contra de ellas. Significa un paso no racional, abandonando por total la facultad humana de razonamiento.

La fe, vista de esa manera, no es bíblica. La fe bíblica es un paso lógico de confianza, basada en un Dios siempre congruente consigo mismo. Es decir, que la fe, en el verdadero sentido cristiano, no puede ser vaciada de su contenido racional.

En todos los demás puntos, el humanismo y la Palabra de fe son contrarios. Pero concuerdan en su definición de fe. El humanista puede señalar a los cristianos y manifestar: ¡Ahí está! Los mismos cristianos admiten que su fe no es racional. ¡Así se ve su falsedad!

Misticismo cristiano

Un cristiano místico es aquel que basa su percepción de la realidad en la subjetividad y en experiencias internas que él piensa provienen de Dios, en vez de basarse en hechos objetivos (como por ejemplo el análisis de las Escrituras).

Este tipo de creyente solo acepta los hechos que son consistentes con lo que él cree haber recibido de Dios. Si los hechos no son consistentes con sus impresiones internas, los descarta y continúa proclamando lo que imagina haber escuchado de Dios.

Todos los creyentes experimentamos impresiones subjetivas del Espíritu Santo. Con el tiempo aprendemos cómo responder a ellas. Pero, todos los teólogos cristianos concuerdan en que es antibíblico basar las doctrinas en algo externo a las Escrituras. Desafortunadamente, existen otros espíritus que tratan de influenciarnos: el diablo existe. De allí, la razón de que debemos basarnos en un estándar externo como medida de las cosas, es decir, la Biblia.

Algunos líderes del Movimiento Palabra de fe siguen ese mismo patrón de misticismo. Después de haber leído unos 40 de sus libros, me es evidente que ellos no llegan a sus creencias por medio del escudriñamiento de las escrituras. Todos mencionan algún tipo de "conocimiento revelado" como base de sus posiciones. Buscan versículos después para confirmar tales revelaciones.

En vista de que un análisis escritural serio no fue lo que les convenció desde el principio, es casi imposible convencerles de sus errores por media de las escrituras. Perciben sus revelaciones con un entendimiento superior.

El místico eventualmente se vuelve una victima de su propio pensamiento, ya que si confesara que los hechos prueban su error, esto le ocasionaría una tremenda duda en todas las creencias de su vida y ministerio. El precio que tendría que pagar por cuestionar sus propios métodos se vuelve demasiado elevado. Hay demasiado en juego, demasiada realidad que afrontar.

Descarta a todas las personas y hechos en contra. El místico se dedica a vivir el resto de su vida en una burbuja psicológica irreal pero segura, construida por él mismo. La gente que no concuerda con sus ideas, es tachada como "incrédula" y aquellos que le dicen que han puesto a prueba sus enseñanzas, sin ningún resultado, son vistos como personas que se engañan a si mismas.

Pragmatismo

Si algo suena bien, se siente bien y funciona bien, debe ser lo correcto. Esta fórmula parece ser la seguida por muchos cristianos de hoy, para llegar a sus posturas doctrinales.

El pragmatismo se basa en la premisa de que si algo funciona bien en la vida, debe ser verdad. Esta actitud, tan profundamente basada en la cultura estadounidense, es producto de nuestra historia.

Cuentan que un pastor entró cierta noche a una reunión de cristianos y encontró a varios de ellos jugando a la ouija. Cuando les advirtió: “¿No saben que eso está mal?,” le contestaron: “¡Pero funciona!” No fue fácil para el pastor llegar a persuadirles de que el hecho de que funcionara no lo hacía bueno.

Las fórmulas espirituales dan resultado si son verdaderas, pero el hecho de que algo funcione no constituye evidencia de verdad. Puede darse el caso de que la razón que parece funcionar sea un espíritu falso, como en el juego de la ouija. La evidencia de la verdad espiritual es la Biblia y nada más. Por esa razón, el que un individuo sea próspero en su vida no prueba nada de nada.

Culto a los héroes

“Bueno, si toda su doctrina es errada, ¿Cómo se explica que estos maestros tengan ministerios tan grandes?,” me preguntaba el anciano de una iglesia. Para él, este argumento era devastador. Y yo, en verdad me sentí devastado por un momento. No porque la pregunta fuera de difícil respuesta, sino por pensar que una persona de ese rango en la iglesia, pudiera considerar eso como un argumento convincente.

Muchas sectas falsas tienen ministerios en gran escala, entre ellos los mormones, testigos de Jehová y otros. El “ministerio” del Papa es muy grande también. El tamaño de un ministerio nunca prueba que sea portador de la verdad.

Indudablemente que un líder muy conocido y respetado causa gran impacto psicológico. Las buenas cosas que ha hecho en el pasado tienden a darle un aire de credibilidad a las que dice en el presente.

Pero incluso un hombre bueno puede decir cosas erradas y malas. Pedro es el ejemplo clásico, cuando dijo e hizo varias cosas más bien tontas, incluso después de Pentecostés. Pablo tuvo que reprenderlo, en Gálatas capítulo 2.

Pedro tenía una excelente reputación en la Iglesia, sin embargo lo encontramos haciendo ciertas necedades que podía haber puesto en peligro el futuro de la iglesia. Pablo lo corrigió para bien de todos. Algunos hombres buenos empiezan bien, pero terminan haciendo necedades; esto no los transforma en malas personas, simplemente en seres falibles, como lo somos todos.

En los Estados Unidos, nuestra tendencia a rendir culto a los héroes ha llevado a que algunos líderes de personalidad encantadora sean puestos en alta estima, sin que realmente lo merezcan. Algo similar puede ser el caso de estos maestros de la Palabra de fe.

En este capítulo aprendimos que...

Los  maestros de la fe comparten ciertos atributos: una mezcla de normas culturales estadounidenses junto con misticismo gnóstico.
-Misticismo cristiano
-Extremismo
-Antiintelectualismo
-Pragmatismo
-Culto a los héroes

CAPÍTULO 13
La negación de los síntomas: ¿Es válida?

"El evangelista no debe llegar enfermo," pensé. Pero, ahí estaba yo, quince minutos antes de la reunión, afuera de la carpa con dolor de estómago.

Había ido a respaldar a un misionero amigo que realizaba reuniones evangelísticas bajo carpa. En el camino, tuve la sospecha de que iba a predicar. Así, cuando el predicador local no apareció, no me sorprendió que me mi amigo misionero me pidiera que predicara. La sorpresa era mi dolor de estómago.

"Bueno,” pensé, “si no es la voluntad de Dios que predique, me lo podría decir de otra forma.” Concluí entonces que Satanás era al culpable. Súbitamente, el Espíritu de Dios me dio la impresión de que el dolor era una mentira de Satanás y que debía declararme sano en el nombre de Jesús. Reprendí al diablo y sané antes de siquiera terminar la oración. La reunión continuó en el horario planeado, y ¡hubo sanidades!

Existen incontables promesas sobre la sanidad en la Biblia. Aquellos que presumen que el ministerio de sanidad existió solo en la primera época de la Iglesia tienen serias dificultades para comprobar su negación por medio de la Biblia. Milagros de sanidad existen hoy en día.

Al otro extremo, continuamente se nos exhorta a través de los canales cristianos y libros populares acerca de que podemos ser sanados instantáneamente, de cualquier dolencia, si ponemos en práctica nuestra fe en Cristo.

Una popular "alabanza" dice que nos "levantemos y seamos sanados" en el nombre de Jesús. Se nos recalca que Dios ya ha hecho todo lo que tiene que hacer y que Cristo murió por todas nuestras dolencias, además de nuestras culpas. Si no recibimos sanidad es porque no tenemos la voluntad de apropiarnos de las promesas de Dios.

No se trata de cuestionar la validez de la sanidad divina ya que el testimonio de la Escritura es claro. Lo que preocupa es que mucha gente ha tratado de "levantarse y ser sanada" y no ha podido. Saben que creyeron a Dios y esperaron con gran expectativa los resultados de su fe. Cuando la sanidad no se manifiesta, comienzan a sentir culpabilidad, pensando: "No practicamos la fe" o "Sucede algo malo con mi espiritualidad," y entran en un círculo de sufrimiento, culpa y duda que les lleva a la desesperación.

En ningún lugar del Nuevo Testamento se garantiza que los enfermos serán sanados instantánea y milagrosamente, sin excepción alguna, bajo la sola condición de su fe en Cristo. Tras años de estudiar el tema de la sanidad divina, no he podido hallar ese tipo de promesa. Aunque todos los maestros de la Palabra de fe lo expresen juntos y a coro, no podrán encontrar esta promesa donde no existe.

La forma más popular de aproximación al tema de la sanidad divina se la puede llamar "la negación de los síntomas" y constituye la piedra angular del movimiento de la Palabra. Esta forma consiste en que a la persona afligida por enfermedad se le urge —después de haber orado por ella— a que niegue que sus síntomas sean indicativos de enfermedad. Estos síntomas son entonces llamados "mentiras del enemigo.”

Las premisas bajo las cuales funciona este método son las siguientes:

1. Es la voluntad de Dios que la persona goce de perfecta salud. 

2. Uno debe creer que ya está sano antes de que se manifiesten los resultados, se deben negar todos los síntomas. 

3. Si no se consigue la sanidad, se considera como falta de fe o de pecado oculto. 

Los que lideran el uso de este método no están totalmente de acuerdo entre sí en su forma de aplicación. En cuanto a la doctrina de la prosperidad sí existe un consenso, pero no respecto a la doctrina de la sanidad.

Algunos llegan a creer que recurrir a la ciencia médica constituye una falta de fe. Otros consideran que la medicina es meramente una forma en que Dios manifiesta su sanidad y no ven sus visitas al doctor como una contradicción a sus ministerios de sanidad.

Varios seguidores de la Palabra de fe niegan la existencia de la enfermedad que les aflige y prefieren decir que son síntomas engañosos. Otros no niegan la realidad de la enfermedad, pero declaran que esta tiene “derecho” de estar en ellos. 
Un reconocido maestro de la fe, por ejemplo, explicaba en uno de sus libros cómo lo atacaban los síntomas de la gripe: congestión nasal, dolor en los ojos y dolores musculares por todo el cuerpo; pero que se rehusó absolutamente a aceptarlos. Luego de varios días de valiente lucha y por abundante confesión positiva, los “síntomas engañosos” lo dejaron y no llegó a tener la enfermedad para nada.

Tales “testimonios” son el colmo del absurdo. ¿Está diciendo que los microbios de la gripe no estaban en su cuerpo después de todo? ¿O que los “síntomas engañosos” tenían alguna causa espiritual independiente de los microbios?

En esta sección resulta innecesario tratar extensamente con ciertos textos o líneas argumentativas, debido a que son idénticos a los ya tratados en la doctrina de la prosperidad. Los capítulos acerca de la confesión positiva, 3 Juan 2 y Marcos 11:24, se aplican igualmente a la cuestión de la sanidad y haremos alusión a ellos solo cuando sea necesario clarificar algún punto.

Se debe aclarar que no todos los practicantes de la sanidad por fe son miembros del Movimiento Palabra de fe. Por ejemplo, la fallecida Kathryn Kuhlman que fue una de sus principales practicantes, tenía poca paciencia con aquellos que mantienen que la fe inevitablemente lleva a la cura de las dolencias.

En su obra titulada Creo en los milagros, declara con desdén que muchas veces vio cómo a personas tremendamente enfermas se les decía que no eran sanadas debido a su falta de fe. También dice que muchas veces se vio inclinada a reaccionar contra aquellos que juzgan a los demás en base a eso.

Cuando le preguntaron a Kuhlman por qué nunca había escrito un libro sobre el mecanismo del ministerio de la sanidad, ella declaraba no haberlo hecho porque no lo entendía ni ella misma. Durante un tiempo pensó que era absolutamente necesaria la fe del enfermo, pero dice que Dios le demostró lo contrario, cuando sanó a un hombre sordo que declaró no creer. Tales experiencias echaron por la borda su creencia anterior.

Inclusive en cuanto toca a la voluntad de Dios acerca de la sanidad, Kuhlman dudaba. Aunque, en sentido general, ella sentía que la voluntad de Dios era sanar, también menciona que no estaba segura si era o no cierto en diversos casos. Debido a esto último, si siguiera viva, Kuhlman no sería considerada como maestra del movimiento de la fe, pues no estaría alineada con las premisas del mismo. Aunque varios maestros de la fe considerarían estos puntos de vista como expresión de incredulidad, pocos han visto las multitudes que ella atraía o visto resultados semejantes a los que obtenía.

Como varios de los principales maestros están en total desacuerdo entre sí, y debido a que la cuestión de la sanidad divina es muy compleja, debemos limitar nuestro estudio al método de la negación de los síntomas. Examinaremos las premisas y las Escrituras relacionadas con ellas, en un intento por determinar si este método es correcto con respecto a las Escrituras y a qué grado se justifica el interés generalizado que causa en nuestros días.

Esperamos llegar a una conclusión equilibrada como para sostenerla sin dañar la fe ni restringir la mano del Dios soberano; sea con respecto a su habilidad de sanar o a los métodos que Él emplea.

Examinemos, pues, algunas preguntas vitales.

En 1 Pedro 2:24, ¿se nos garantiza la sanidad instantánea y milagrosa?

por sus llagas... (1 Pedro 2:24).

Quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados (1 Pedro 2:24).

La más mínima mención del tema de la sanidad en los círculos de la Palabra de le, provoca —casi garantizado— los clamores de "por cuya herida fuisteis sanados." Esta cláusula es vista como evidencia adecuada para el método de la negación de los síntomas, capaz de silenciar toda oposición.

Esta interpretación gira alrededor del uso del tiempo pasado del verbo "sanar.” Para el movimiento de la Palabra, nuestra salud física es algo ya legalmente obtenido, tan a nuestra disposición como la salvación de los pecados; y ya que esto último puede ser ganado por fe solamente, igual lo primero. La única barrera posible es la incredulidad.

Las marcas del látigo (las llagas) en la espalda de Jesús fueron un sustituto para nuestras enfermedades, según estos maestros, así que no hay base legítima para estar enfermo, aparte del pecado. Cualquier síntoma de enfermedad es una mentira del enemigo, que debe ser rechazada de plano.

Aunque han sucedido milagros a través de este método, no estamos tratando con testimonios, sino con análisis de la Escritura. A pesar de que el método de la negación de los síntomas puede tener base escritural, es inaceptable que 1 Pedro 2:24 sea prueba de ello. Mis razones, a continuación:

1. Nada cambia, sea que la sanidad esté o no presente en la expiación.

Aunque reconozcamos que este versículo prueba que la sanidad está en la expiación, aun así no es prueba de que deba ocurrir instantáneamente o por medios milagrosos. El asunto del cuándo y el cómo no se menciona, solo lo asumen aquellos que desean interpretarlo de esa manera.

Todo aspecto de salvación se cumple en la expiación: algunos de estos aspectos están a nuestra disposición al momento, pero otros no. La glorificación de nuestros cuerpos, la plena restauración de la creación material, nuestro derecho a gobernar y reinar junto con Cristo en la tierra, todos son parte de la expiación.

Nuestro perfeccionamiento y santificación fueron también logrados en el Calvario, por lo cual podemos experimentar paz con Dios y seguridad de nuestra salvación. Pero, ¿cuántos somos ya perfectos? La santificación es un hecho legal y un proceso a la vez. Dios usa una variedad de experiencias para aplicar estos beneficios a nuestras vidas, algunos agradables, otros no tanto.

Lo que se pasa por alto en la interpretación que hace la Palabra de fe de 1 Pedro 2:24, es la distinción entre la compra legal realizada en el Calvario y su resultado en la experiencia. Aunque aceptemos que Jesús murió por nuestras enfermedades, la cuestión del tiempo y el método de aplicación todavía queda abierta.

2. La sanidad física no está en el contexto

Al ver la palabra "sanado,” el concepto de enfermedad física al instante nos viene a la mente. Los usos figurativos de esta palabra son menos frecuentes en el castellano. Pero en la Biblia, sanidad se entiende también como salvación.

En el capítulo 28 de los Hechos, por ejemplo, Pablo cita del capitulo 6 de Isaías: Y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane. En el contexto, tanto de los Hechos como de Isaías, la purga de la culpa moral es el tema, no la sanidad física.

En toda la Primera Epístola de Pedro no se menciona la sanidad divina, aunque es seguro que el apóstol creía en ella. La primera mitad del versículo demuestra que Pedro se refiere a la crucifixión de Cristo por el pecado quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo.

El Nuevo Testamento básicamente emplea tres palabras griegas para "sanar.” Una de ellas es therapeuo, la cual significa sanidad física (literalmente "sanar"). La otra palabra es sozo, que significa "salvar" y también "sanar," pues se salva al enfermo de las consecuencias de la enfermedad. La tercera es hiaomai, siendo esta la que escribe Pedro en su primera carta (2:24), y significa "curar.”

Este último término tiene le peculiaridad de que es una palabra "camaleón,” es decir, que toma su significado del contexto. Si el objeto gramatical es algo espiritual, la palabra significa sanidad espiritual. Si el objeto es algo físico, debe dársele el significado de sanidad física. Para interpretar este verbo, uno debe preguntarse: "¿Es el objeto del verbo algo espiritual o algo físico?” La interpretación acorde será la correcta.

Al aplicar este principio a 1 Pedro 2:24, se puede ver que Pedro se refiere a algo espiritual: el pecado. Por las heridas de Cristo hemos sido curados de la "enfermedad" del pecado; concepto que encaja perfectamente en la teología y énfasis de toda la 1 Epístola de Pedro.

Si Pedro hubiera deseado aclarar que se trataba de sanidad física, el término más apropiado habría sido therapeo, y no hiaomai.

3. Es una cita de Isaías 53:5

Algunos han argumentado que sería repetitivo decir la misma cosa dos veces en un versículo. Por lo tanto, Pedro debe haber querido referirse a algo diferente del pecado, en su última cláusula.

Debe tomarse en cuenta que esta cita es una forma muy típica de la poesía judía, llamada paralelismo y ejemplificada en el libro de Isaías. La poesía hebrea es una rima de ideas más que de sonidos. La última sección de un versículo repite el significado de la primera parte, pero en diferentes palabras. Esta fórmula se ve constantemente en los Salmos, de allí su belleza. Por ejemplo: De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo y los que en él habitan (Salmo 24:1).

Varios de los profetas usaban este formato y tenemos en Isaías el principal ejemplo. Si la cláusula de "por su herida hemos sido sanados" se refiriera a algo diferente de la primera parte del versículo, constituiría una ruptura del patrón poético de todo el capítulo 53 de Isaías.

Algunos maestros accidentalmente confunden la diferencia entre Isaías 53:5 y el siguiente versículo citado por Pedro. Se extienden para probar que el versículo 4 se refiere a la sanidad física, señalando que "dolores" en realidad significa "dolencias.” De alguna manera lo mezclan con el versículo de "por su herida" y ¡listo!, encuentran la relación con la sanidad física.

Para ser precisos, debemos distinguir cuidadosamente estos dos versículos y dónde se los cita en el Nuevo Testamento. Mateo cita el versículo 4 en Mateo 8:17, refiriéndose con claridad a la sanidad física. Pero Pedro tomó el versículo 5 de Isaías para citarlo en su segunda carta 2:24, y este no se refiere a sanidad del tipo físico.

¿En qué versículo del Nuevo Testamento se encuentra algo de la negación de los síntomas? Lo más posible es que en Marcos 11:24, que ya fue analizado en el capítulo cinco de esta obra. Lo esencial de dicho texto es que la respuesta se ha dado en sentido legal, antes de la manifestación visible.

Negar que el término "todo" incluya la sanidad sería absurdo. Tampoco podemos excluirla en base a que no sea mencionada (la sanidad) específicamente en todo el capítulo. Negarlo nos obligaría a limitar la fe a “mover montañas” y “marchitar higueras.”

La única precaución que debemos tener en cuanto a la aplicación de este texto a la sanidad por negación de los síntomas reside en el discernimiento de la voluntad revelada de Dios, en cuanto al tiempo y al método.
Las Asambleas de Dios, una denominación clásicamente pentecostal que en verdad cree en la sanidad divina, toman una posición moderada acerca de lo del sufrimiento por enfermedad de los creyentes.

...cuando los creyentes optan seguir el modelo del Rey de reyes ... Podrán reconocer la verdad de Romanos 8:17, acerca de que son herederos junto con Cristo: “si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”. Pablo incluso llegó a gloriarse en sus debilidades, en vez de negarlas (2 Corintios 12:5-10.)

Algunos evangelistas del movimiento testifican que han recibido sanidad milagrosa por medio de Marcos 11:24. Su entusiasmo es entendible. Se les hace fácil confundir el don especial de la fe que experimentaron, con la fe general de la vida cristiana ordinaria y, por eso, caen en error doctrinal y en juicios críticos.

¿Vemos a Jesús o a los apóstoles aplicando el método de sanidad por negación de síntomas? Consideremos algunos posibles ejemplos:

1. Los diez leprosos, Lucas 17:12-14

Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él les vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.

La sanidad tomó lugar después de que los leprosos creyeron su palabra y la obedecieron. Este ejemplo claramente contiene el elemento de la fe, pero no cumple los pasos de la negación de los síntomas. Jesús no les requirió que confesaran su sanidad como obtenida antes de que realmente ocurriera.

2. El hijo del noble, Juan 4:49-51

El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes de que mi hijo muera. Jesús le dijo: Ve tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.

El noble demostró su fe en Marcos 11:24, ya que creyó sin tener ninguna evidencia visible de la sanidad, aparte de la palabra de Jesús. No podía ver a su hijo, pues no se encontraba presente. Jesús no le requirió que negara ningún síntoma, solamente que creyera su palabra.

3. El criado del centurión, Mateo 8:13

Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.

La sanidad fue efectiva al instante, basada en la fe del centurión. Este debía creer que su criado sería sanado con solo una palabra de Jesús. La ausencia del criado presenta el mismo problema del caso anterior. Estos incidentes son excelentes ejemplos de fe, pero quedan muy lejos de ser prueba de la sanidad por negación de los síntomas.

Otros ejemplos del Nuevo Testamento sobre este método de sanidad no vienen pronto a la mente. Si aceptáramos que los mencionados pueden ser tomados como ejemplos del método, apenas serían tres casos de un total de treinta aproximadamente, aparecidos en el Nuevo Testamento. Es decir un diez por ciento del total.

Nos preguntamos por qué tanto énfasis en un método que representa no más del diez por ciento de los casos. ¿Por qué se lo proclama como si representara el cien por ciento? ¿Es apropiada esta perspectiva bíblica?

Es mi parecer que un ministerio responsable debería someter este método a la guía del Espíritu Santo para cada caso individual y no emplearlo cuando no existe indicación de que deba ser aplicado. La iglesia debe reconsiderar su postura y adoptar un equilibrado y moderno enfoque del tema de la sanidad.

¿Y qué acerca de las sanidades que se atribuyen los maestros de la fe? ¿Son genuinas?
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Posiblemente lo sean. No por sus enseñanzas, sino a pesar de ellas.

Por mis conexiones con una variedad de grupos cristianos, he podido concluir que estos maestros no experimentan un mayor porcentaje de sanidades que otros. Lo que sucede, es que ellos hablan más al respecto.

Ya se discutió el tema de la “manipulación semántica,” por la cual se alteran las definiciones bíblicas. Los milagros experimentados en el movimiento de la fe pueden ser un efecto reverso de manipulación semántica.

Cuando dichos maestros usan las palabras Dios, Cristo o fe,” los oyentes pueden asumir que están hablando sobre una sola confianza en Dios. Posiblemente ignoran que los maestros en verdad se refieren a la manipulación de Dios y a una fuerza mística llamada “fe.” Dios, en su misericordia, pasa por alto la ignorancia de tales oyentes y responde a sus clamores.

Mi sospecha es que esto sucede a menudo en América Latina. El catolicismo enseña una correcta doctrina de Dios, a pesar de sus crasos errores. Los católicos, o quienes dejaron el catolicismo, pueden¬ clamar el nombre de Dios, como fueron adoctrinados. Por su gracia, Dios puede usar ese llamado, a pesar del contenido falso de las palabras que los maestros predican.

En este capítulo aprendimos que...

El Movimiento de la fe sostiene falsas premisas con respecto a la sanidad.
-Premisa falsa # 1: La salud perfecta es siempre la voluntad de Dios.
-Premisa falsa # 2: Una persona debe creer que ya está sana, ignorando los síntomas, antes de que se manifieste su sanidad.
-Premisa falsa # 3: Si no se da la sanidad, esto evidencia la falta de fe o que existe pecado oculto.

Ninguna de las premisas mencionadas es bíblica.
-El texto clave de la Palabra de fe, 1 Pedro 2:24, no apoya estas premisas.
-Incluso si la sanidad es parte de la expiación, el contexto no menciona nada sobre el tiempo o método de la sanidad, ni si esta será durante la vida terrenal.
-El tópico del texto es el perdón, o sea sanidad espiritual, no  física.
-El texto es una cita de Isaías 53:5, el cual tampoco tiene nada que ver con la sanidad física.

Aunque  Dios puede llevar a que alguien niegue los síntomas de su enfermedad, esto no debe ser tomado como la norma para todos los casos.

CAPÍTULO 14
¿Sanó Jesús a todos?

Todo mensaje del movimiento pone un gran énfasis en el ministerio sanador del Señor Jesús. Esto en sí no es malo. Jesús, en efecto, es nuestro sanador.

Los maestros de la Palabra de fe casi siempre recalcan que Jesús sanó a todos los que acudieron a Él con fe. Citan textos como Mateo 4:24 (y le trajeron todos los que tenían dolencias; y los sanó). Luego explican que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). De lo cual concluyen que Jesús siempre sana a aquellos que oran en fe, incluso hoy.

Algunos se sorprenden al saber que Jesús no siempre sanó a los que iban a Él. Para prevenirnos de pensar que está obligado a hacerlo, nos dejó un ejemplo en Lucas 5:15-16:

Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Mas él se apartaba a lugares desiertos y oraba.

La conjunción mas indica que Jesús no hacía lo que se esperaba de Él todas las veces. A menudo hizo otra cosa.

Aparentemente Jesús deseaba enseñar a sus discípulos que la comunión con el Padre era más importante que el propio ministerio, por más glorioso que este fuera. Así que, por excepción, a veces Jesús se rehusaba a sanar a la multitud.

También debemos considerar el factor de la elección divina en cuanto a la sanidad. Los cristianos no concuerdan en cuál sería su causa. Pero tenemos un ejemplo de ella en Juan 5:1-5, donde se relata la sanidad de un hombre incapacitado en el estanque de Betesda.

Jesús no fue atraído a sanar a este hombre por su fe, pues no la tenía. Este ignoraba la identidad del Señor tanto antes como después de ser sanado. Este milagro no está relacionado con la fe, sino con la soberana voluntad divina.

El versículo 9 aclara que fue sanado mientras estaba acostado en su lecho. Este hombre no mostró más fe que cualquier otro allí presente.

Sería vano preguntar por qué Jesús lo escogió a él y no a otro. Se perdería de vista la lección de este suceso. La decisión soberana de Dios en la sanidad opera aquí y la pregunta es incontestable. Dios no está interesado en ajustarse a nuestros sistemas exactos de lógica o fórmulas espirituales e ignora nuestros sentimientos acerca de lo que es o no justo.

Jesús es verdaderamente la misma persona que era aquí en la tierra, pero ya no tiene el mismo ministerio. Él está en una posición de autoridad y sus propósitos son dirigidos de manera muy diferente a como era cuando estuvo de forma visible entre nosotros.

Ahora es la Cabeza de la Iglesia, la cual es Su Cuerpo. Esto significa que su ministerio de sanidad ha sufrido un cambio fundamental; ahora este ministerio lo cumplen seres humanos, agentes imperfectos. Con esto ya tenemos suficientes nuevos problemas, que deberían suavizar el martillo dogmático.

Cuando llamamos a la gente a seguir a Cristo, también les estamos llamando a nosotros y a la iglesia. Nos hemos vuelto participantes activos del proceso de sanidad. No está ya en la mano de Jesús puesta sobre los cuerpos enfermos, sino en nuestras manos. Más deberíamos temblar que enorgullecernos. Si consideramos esta realidad, resulta más acorde ser humildes que hacer burdas declaraciones.

El caso de Timoteo

Timoteo es otra interesante excepción de la postura de la superfe. Pablo lo urge en 1 Timoteo 5:23 a que no bebas agua, sino usa un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades. Sus aflicciones eran sin duda, físicas. La palabra "estómago" no puede tomarse como figurada, ni podemos pensar que el vino tenga que ser administrado por razones espirituales.

Pero, ¿estamos seguros de que Timoteo tenía fe? En 1 Timoteo 1:2 el discípulo de Pablo es llamado "verdadero hijo en la fe.” En el original se lee "a Timoteo, un genuino hijo en la fe.” Pablo felicita a Timoteo por tu fe auténtica. Y añade, en 2 Timoteo 1:5, trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti. “No hay duda del nivel de fe de Timoteo, y aun así sufría frecuentes enfermedades.”

Nunca escuchamos que Pablo le exhorte diciendo: "Solo cree en Dios para tu sanidad,” ni llamando a sus síntomas mentirosos. Quedamos sin saber por qué Dios no lo habrá curado de manera sobrenatural. Lo que sí sabemos es que el problema no era falta de fe.

A través de todo el Nuevo Testamento, no se ve crítica de parte de los apóstoles hacia los enfermos. No se critica a nadie por falta de fe, si estaban enfermos o sufrían pobreza.

El aguijón de Pablo

Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera (2 Corintios 12:7).

Nunca ha dolido tanto una espina como la de Pablo en el costado de los evangelistas de esta doctrina. Ellos dan explicaciones muy complejas para mantener el supuesto de que un hombre de fe y poder, nunca estará enfermo. Les repugna mucho más la noción de que Dios puede realmente usar la enfermedad como un medio de guía en su ministerio.

Pero no se puede inferir de otra manera de la lectura de Gálatas 4:13: Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio.

El término griego dia (en caso acusativo) solo puede significar que Pablo predicó el evangelio en Galacia a causa de su enfermedad, la cual le detuvo el tiempo necesario para establecer allí la iglesia. El supuesto de algunos de que su aflicción no era física, es refutado por la frase "en el cuerpo," del versículo 14.

Una explicación común acerca del aguijón de Pablo, dada por los maestros de la Palabra de fe, es que era un demonio que le habría sido asignado por parte de Satanás, para que le siguiera y pusiera obstáculos a su ministerio. Esta explicación parte de la frase "mensajero de Satanás," del versículo 7 de 2 Corintios capítulo 12.

Pablo dice que su aguijón era algo en su cuerpo. Si fuera un demonio, significaría que lo tenía en el cuerpo. ¿Es esta una perspectiva aceptable? ¡Muy difícilmente! Ni siquiera cuadra con el versículo 10, donde dice: Por lo cual, por amor a Cristo, me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias.

Si la enfermedad de Pablo era una persecución, entonces qué significa la que se menciona en el versículo 10. ¿En qué parte de la Biblia dice que la persecución debe ser vista como "enfermedad" por parte del creyente?

Pablo no era el único que sufría angustias y persecución por Cristo. Pedro fue encarcelado y martirizado. Esteban murió apedreado y Santiago por espada. Parece que las angustias eran comunes entre los primeros cristianos. ¿Había acaso un demonio asignado a cada uno? Cuando los creyentes hoy sufren persecución por Cristo, ¿significa eso acaso que también existe un demonio asignado a cada uno de ellos, para mantenerles humildes?

Algunos reconocen que la aflicción de Pablo era física pero discuten que no se aplica en la actualidad. Este "aguijón en la carne" le habría sido dado para que "por la grandeza de las revelaciones" dadas a él, no se enorgulleciera y exaltara "desmedidamente.”

Según esta lógica, no nos podemos aplicar esto a nosotros a menos que tengamos las mismas revelaciones como Pablo.

Es ilógico asumir que uno debería lograr al menos algo igual a Pablo para ser tratado así por Dios. Algunos cristianos son orgullosos, incluso sin haber logrado nada de nada. La restricción era al orgullo de Pablo, no a sus logros. Asumir que Dios no aplica esas restricciones hoy en día es tanto irracional, como presuntuoso.

¿Quien es el culpable?

“¡El acoso de los miembros de mi iglesia es casi peor que el cáncer!,” me dijo Judy, temblando. “Ya no puedo soportar ni un minuto más y estoy a punto de retirarme de la congregación.”

Judy era una mujer joven, atacada de cáncer al colon, que había postergado su operación por mucho tiempo, mientras buscaba a Dios y creía en ser curada. A pesar de su fe, Dios no la sanaba milagrosamente y ella continuaba asistiendo a su iglesia carismática, donde en cada reunión, los hermanos le decían: “Ay, Judy, ¡cómo desearía que creyeras que Dios te va a sanar!” Tales comentarios herían profundamente sus emociones ya tan delicadas y afectadas.

Cuando ya no se pudo postergar más la operación, su esposo Tom tomó las riendas del asunto y la hospitalizó, antes de que su dolencia fuera inoperable.

“Mientras esperaba la cirugía,” informa Judy, “los hermanos seguían viniendo con libros y grabaciones sobre la fe, para que yo los estudiara. Casi no podía sostener en mis manos un libro, mucho menos leerlo.”

“Me decían: ‘Si tuvieras fe suficiente, no tendrías que pasar por esta operación.’ Yo creía con todas mis fuerzas, pero como Dios no me sanaba, cada vez me sentía más y más culpable. Ese círculo vicioso y el acoso de los cristianos casi me hace perder la razón.”

La cirugía fue un éxito, pero al regresar a la iglesia, una hermana le dio la bienvenida diciéndole en un tono triste: “¡Cómo siento que te hayas operado! Cómo hubiera deseado que tuvieras fe para ser sanada. Así no hubieras tenido que hacerte operar.”

Judy dice que ese comentario le dolió tanto como la incisión. La sanidad lograda a través de la cirugía, en vez de haber esperado por un milagro, era evidencia innegable de fracaso espiritual.

Sería tranquilizador imaginar que el tipo de experiencia sufrida por Judy es algo raro. Pero no es así. Hay cientos de dramas similares sufridos por creyentes que han sido influenciados por la doctrina de la sanidad garantizada. Basándonos en Santiago 5:14-16, vemos que un sinnúmero de errores se han cometido en este caso:

¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor le levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.

Santiago se refiere a enfermedades graves. Debido a que la persona afligida debe "llamar" a los ancianos, está obviamente en incapacidad de ir a verlos. La frase "salvará al enfermo" es muy fuerte e indica que la vida de la persona corre peligro. Es muy dudoso que este texto se lo pueda aplicar a dolencias menores.

Es de notar también que se debe llamar a los ancianos, no a cualquier otro creyente. Aunque es cierto que todos los creyentes tienen derecho de orar por los enfermos, esta debe ser tratada por los líderes de la iglesia en casos de enfermedad grave. La frase "oren por él" se refiere a los ancianos.

El delicado equilibrio existente entre alma y espíritu, cuerpo y mente, debe ser manejado por hombres de Dios maduros por sus años y experiencia. Los que hayan merecido la ordenación a cargos de liderazgo espiritual son los mejor calificados para entender lo complejo de la naturaleza humana. En ocasiones, la confesión de pecados que toma lugar es solo para ser escuchada por personas de esas características.

La oración de fe será hecha por los ancianos, no por el afligido. El texto no menciona que la fe del enfermo sea un requisito. Aunque Jesús y sus discípulos normalmente esperaban fe de la persona por quien oraban, no es un requisito en todos los casos, especialmente en los severos.

A menudo, como en el caso de Judy, existe tal debilitamiento del espíritu, por la debilidad del cuerpo, que a la persona enferma le puede ser muy difícil ejercitar su fe. Cuando la gente enfrenta la posibilidad de morir, generalmente siente miedo y confusión. Algunas veces su única opción es pedir ayuda.

La palabra "enfermo" se repite dos veces en el texto, como resultado de la traducción de dos vocablos diferentes en griego. El segundo se encuentra en la frase "y la oración de fe sanará al enfermo.” La expresión griega aquí traducida “enfermo” es kamno.

El Diccionario Expositivo de Vine expresa que es "común acompañamiento de la enfermedad: cansancio mental, el cual frecuentemente es obstáculo para la recuperación física y está relacionado de manera íntima con toda la idea de la enfermedad." Esta misma palabra se emplea en Hebreos 12:3, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.

Al entender todo esto se aclara por qué las enfermedades serias deben ser tratadas por ancianos experimentados y no por novatos.

Los principales maestros del Movimiento de la fe insisten que la esta es una proposición de parte del enfermo. Sin importar cuánta fe tenga el pastor, las dudas del enfermo neutralizan la del pastor. Aunque esto puede ser cierto en muchos casos, no lo es en todos los casos.

En Santiago 5, la gramática indica que la fe de los ancianos es la que cuenta, y no la del doliente. "Oren por él, y la oración de fe salvará al enfermo.”

Pero, ¿en qué quedamos en cuanto a la premisa: "Si no hay sanidad, esto es clara evidencia de falta de fe"? Podemos preguntar: "¿la falta de fe de quién?” Si la fe requerida es la de los ancianos, entonces cúlpese también a los evangelistas y pastores de falta de fe cuando no haya sanidad. También cúlpeseles de pecado oculto e incredulidad. Pero dudo que esta sugerencia se vuelva popular.

Una premisa equilibrada

Ya que las premisas de la Palabra de fe son difíciles de mantener a la luz de las Escrituras y de la realidad, necesitamos algunas que sean más ajustadas a ambas. Intentemos con las siguientes:

1. Es la voluntad normal de Dios que la gente sea sanada.

2. Casi siempre Dios espera que el enfermo tenga fe, pero Él no está limitado a la falta de ella.

3. El cuándo y el cómo corresponden a la soberanía de Dios, no a la del hombre.

4. El uso de formas naturales de sanidad, como la medicina, no es algo inferior a los medios milagrosos, ni necesariamente una prueba de una fe débil.

5. Existen suficientes complejidades y excepciones para juzgar al enfermo como espiritualmente inferior, solo basándose en eso.

Estas son pautas que dejan suficiente espacio de acción, sin restringir la mano de Dios. Siguiéndolas, el lector puede experimentar nueva libertad y paz en su ministerio y en su conducta con los dolientes.

En este capítulo aprendimos que...

La enseñanza del Movimiento de la fe asume que Dios siempre sana a los que tienen suficiente fe.

Igualmente se asume que Jesús sanó a todos los que se le acercaban. Jesús sigue siendo el mismo, sana a todos los que vienen con fe a Él. Esta suposición es falsa.
-Jesús no siempre sanó a los que se le acercaban (Lucas 5:15-16).
-Jesús sigue siendo el mismo. Sin embargo, esto es irrelevante. Aunque su persona es la misma, sus propósitos y ministerio son diferentes. Su misión en la tierra fue probar que era el Mesías. Su ministerio actual, desde el cielo, es la santificación de su pueblo.
-Hasta ahora nadie ha explicado adecuadamente la espina en la carne de Pablo, en términos de la suposición de que Dios siempre sana a los que tienen fe.
-Acudir a los doctores y a la medicina no es indicador de falta de fe.

CAPÍTULO 15
Fe razonable

Imaginé que veinte años de experiencia en el campo misionero harían de mí un hombre invencible con gran fe y poder. Aunque Dios me ha enseñado muchas lecciones, todavía encuentro áreas en que existen luchas de fe.

El ministerio misionero tiene cierta manera de infundir fe en la persona. Algunas veces es tener la fe o fracasar; andar por la fe o caer. Otras veces las circunstancias difíciles me han transformado en un estudiante indispuesto y ocasionalmente me he sentido más como un conscripto que como voluntario.

Me molesto cuando veo que algunos predicadores declaran su fe en maneras jactanciosas. En charlas privadas con tales personas, observo en ellos los mismos temores y frustraciones que nos acechan a todos nosotros.

Un evangelista compartió conmigo su dificultad de confiar en Dios con respecto a sus finanzas. Esta confesión humilde me bendijo y nos impulsó a una discusión de cómo nuestras fuerzas mutuas están designadas para compensar las debilidades de los demás. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros...” (Santiago 5:16).

La fe es una virtud delicada. Muchos acostumbran usar la palabra “fe” para describir una gran variedad de virtudes o actitudes, sin entender la enseñanza bíblica sobre ella. La fe tiene varias falsificaciones. Por lo tanto es imprescindible identificar la diferencia entre la fe y esas imitaciones.
 
La fe se involucra con la planificación sabia

”Y les dijo: ‘Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo?’ Ellos dijeron: ‘Nada.’ Y les dijo: ‘Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una” (Lucas 22:35-36).

Jesús expresa aquí dos clases de fe en las que el creyente puede caminar. Primero, mandó a los discípulos en una aventura de fe, sin dinero, sin cambio de ropa. Salieron y predicaron, guiados por el Espíritu. Dios hizo milagros y proveyó todas sus necesidades.

Sin embargo, cuando regresaron, Jesús les dijo: “Pero ahora os digo...” ¿Por qué tal cambio de instrucciones? Cristo les estaba enseñando que andar sin preparación ordinaria, bajo la guía especial de Dios, era una clase de fe fuera de lo común. Pero la vida cristiana cotidiana es diferente. La vida de fe normal implica una planeación adecuada bajo la guía del Espíritu, con la confianza de que Dios hará funcionar bien Sus planes.
 
A veces los nuevos misioneros caen en esta trampa. Van al campo sin una ayuda económica adecuada, “confiando en Dios”. Siempre estarán pobres, sin sostén adecuado. Sin embargo Dios, por su misericordia, provee sus necesidades por medio de milagros. Pero esta clase de situación no es lo mejor para ellos. Necesitan aprender que el proceso de fe normal implica una buena planeación bajo la guía del Espíritu.
Algunos piensan en el maná del desierto como el ejemplo ideal de la provisión milagrosa y de la guía divina. Pero los judíos estuvieron en el desierto por causa de su incredulidad. Esa clase de vida desértica no era la de abundancia que Dios quería para ellos. ¿Qué sucedió, pues, cuando entraron en la Tierra Prometida? ¡Se terminó el maná! La provisión milagrosa se acabó. En vez de eso, plantaron mieses, planearon los días de fiesta y trabajaron como cualquier pueblo. Su fe en Dios se manifestaba por el proceso ordinario de sembrar y cosechar. Esto, no el desierto, es la vida de fe.

Conozco una iglesia en Texas que decidió establecer una nueva Escuela Dominical, supuestamente “por la fe”. Compraron materiales y empezaron a cavar el cimiento al lado de la Iglesia, sin planos ni dinero. Pronto vino la policía a preguntar: “¿Dónde está su autorización civil para la construcción?” Fin del proyecto.

La fe es activa

Las personalidades pasivas son susceptibles de imaginar que su temperamento es una manifestación de fe fuerte. Suponen que la fe es una confianza apacible en Dios que no requiere actividad de su parte. Santiago 2 afirma que la fe, no acompañada con obras, permanece estéril.

Algunas iglesias predican poco sobre Santiago 2 por temor a que alguien pueda pensar que están proclamando la salvación por obras. Sin embargo, la afirmación de Santiago de que “La fe sin obras es muerta” revela una verdad esencial. Debemos distinguir entre la mera aprobación mental versus la fe activa. Sin obras, la fe permanece estéril.

Observemos cómo Dios envió agua al rey Josafat en 2 Reyes 3:16-17. Dios les hizo cavar fosos primero. ¿No pudo Dios cavar Sus propios fosos? Claro. Pero quiso que ellos demostraran la realidad de su fe.

El orden correcto de los eventos es importante. Primero, Dios les dio la promesa de que iba a enviarles agua. Luego requirió una manifestación práctica de fe por parte de ellos. Una vez cavados los fosos, Dios envió las aguas.

La fe es superior a la esperanza

Aun el infierno podría ser tolerable si tuviera esperanza. No minimizamos esta relevante virtud. La esperanza es una cierta  expectativa de que algo bueno podría suceder en el futuro. La fe, sin embargo, es una acción en tiempo presente. La fe piensa en la promesa de Dios como un hecho legalmente realizado.

Las personas viven a menudo con esperanza, sin resultados, imaginándose que están ejercitando la fe. ¡Qué trágico! Con un poco de instrucción en cómo acertar la voluntad de Dios y confiar en la promesa, la esperanza podría ser transformada en una fe productiva.

Una buena manera para poner a prueba esta diferencia es preguntarle a una persona: “¿Qué le ha dicho Dios con respecto a esto?” La mirada atónita de la persona revelará que tiene esperanza, no fe.

A veces notamos este malentendimiento en los enfermos que piden oración para ser sanados. Piden con la esperanza de recibir mejoría, aunque viven en pecado, el hogar lleno de ídolos y con poca intención de entregarse plenamente a Cristo. Luego imaginan que la “fe” en Dios falló. No se dan cuenta que esa fe cuesta mucho más que la esperanza.

¿Qué es lo que cambia la esperanza en fe? Solamente una promesa de Dios puede hacerlo. Insisto en que nuestros convertidos reconozcan las promesas de Dios, las escriban y las revisen periódicamente. Sin un entendimiento de las promesas de Dios, el cristiano no avanza espiritualmente.

La vida de Abraham ilustra bien esta verdad. Él deseaba un hijo mucho antes de que Dios le diera las promesas. Tenía la esperanza de que algún día Sara concebiría. Pero cuando vino la promesa, sus esperanzas se transformaron en fe, porque tenía algo más sólido en apoyarse. Sus esperanzas se transformaron en una fe sólida.

Tratar de tener fe sin una promesa de Dios es frustrante. Eso no es fe, es esperanza. Es la promesa que da certeza a la esperanza y la transforma en fe. Así dice Hebreos 11:1:  ...la  fe es la certeza de lo que se espera...  El contexto del capítulo anterior confirma esto. En Hebreos 10:36-39, el escritor exhorta a los creyentes a que se sostengan en las promesas de Dios. Al hacer esto, la esperanza se transforma en fe, como en el caso de Abraham.

¿Es lícito usar la Palabra de Dios para obtener promesas personales como esa? ¡Claro! Tanto que uno no abusa del significado original del texto, apoyándose en el principio básico del texto, es aceptable. Es cuando añadimos interpretaciones imaginarias, o aplicaciones personales fuera del contexto, que estamos abusando de la Palabra de Dios.

La fe no es un asunto de personalidad ni de temperamento.

Algunos nacen con una personalidad encantadora. Este don les abre puertas y les rinde una vida más fácil. El que tiene encanto anda en un camino con pocos obstáculos. Para nosotros los que no tenemos tal don, es una lucha más fuerte. El encanto puede ser una fuerza maravillosa  si Dios lo controla. Pero bajo el dominio de motivaciones carnales, es desastroso. Esto es cien veces verdad cuando esas personalidades encantadoras suben al púlpito.

Cuando los hombres encantadores entran al ministerio, usualmente desarrollan un seguimiento ciego y leal a sí mismos. Todo lo que hacen se ve como correcto a los ojos de sus seguidores. Cada error es disculpado. Son vistos como sabios y sus opiniones son aceptadas. Desarrollan un estilo lleno de retórica entretenida. Por años he tratado de descubrir cómo lo logran. A pesar de que podríamos envidiar a tales personas, podemos confortarnos con esto: El encanto mueve a las personas, pero la fe mueve a las montañas. 

Así como los que tienen encanto también hay predicadores que suponen que las opiniones extremas y las afirmaciones autoritarias son una manifestación de fe. Cuando alguien así hace tal clase de afirmación acerca de la fe, pregúntese si tiene datos firmes equivalentes a la fuerza con que la declara.

Las personalidades fuertes casi siempre están muy seguras de lo que es la voluntad de Dios para otros a su alrededor. Esta tendencia a veces hace que empujen a las personas en direcciones contrarias a la voluntad divina. Si permitimos que nos hagan esto, no estamos andando con fe, sino bajo intimidación. Tales personas son capaces de mezclar un poco de voluntad fuerte con temperamento desenfrenado y rociar esto con fervor. A esta mezcla le añaden la etiqueta de “fe”. Y lo que en realidad logran es una fórmula para el desastre.

La fe está libre de presunción

La falsificación más peligrosa de la fe es la presunción. Esto se asemeja a la fe más que a cualquiera de los otros sustitutos. Desde cierta perspectiva, son casi indistinguibles. La diferencia radica en la voluntad revelada de Dios.

Hace años se reportó que tres diabéticos arrojaron su insulina como un acto de “fe” y murieron al poco tiempo. ¿Osamos afirmar que les faltó fe? Si arriesgar la vida de uno no es un acto de fe, entonces, ¿qué es? ¿Fracasó la fe? No, porque la fe no estaba involucrada. Era la presunción. Dios no les dijo que hicieran eso. Dios solamente cuenta como fe lo que concuerda con su voluntad revelada.

La presunción puede ocurrir por actuar en base a la experiencia ajena, en vez de oír de Dios por sí mismo. También puede venir por confundir la diferencia entre una promesa divina y la manera en que se aplica a su vida personal.

Los israelitas aprendieron esto en una forma dura cuando “subieron presuntuosamente a la montaña” a pelear con sus enemigos (Deuteronomio 1:43). ¿Qué estaba mal con eso? Ellos habían peleado antes con sus enemigos y habían triunfado. ¿Y por qué no también esta vez? Seguramente Dios entendería las intenciones de sus corazones y pasaría por alto el hecho de que les dijo que no lo hicieran. Pero los amonitas vinieron, y los cazaron como abejas, y los derrotaron. La única diferencia real entre ese incidente y las batallas previas, era la voluntad revelada de Dios. Sí, Dios quiere que ganemos nuestras batallas. Pero solamente cómo y cuándo Él diga.

¿Cuál es, pues, una buena definición de fe? La fe es una dependencia activa del poder de Dios para realizar su voluntad revelada. La fe, entonces, contiene tres elementos:

1. Está basada en las promesas de Dios.
2. Es activa, no pasiva.
3. Es dependiente, no presuntuosa.
 
Si cualquiera de estos tres elementos falta, no es realmente fe, sino una falsificación improductiva.

La fe está vinculada con todo lo que somos. Ella obra por amor, se mueve con paciencia y anda con humildad. 

En este capítulo aprendimos que...

La fe es objeto de muchas falsificaciones.

La fe y la planificación trabajan en armonía.

La fe es humilde, no presuntuosa.
 


APÉNDICE A
Cuadro comparativo
¬
TEMAENSEÑANZA DE PALABRA DE FELA BIBLIA DICE
DiosHumanoide. Algunos sostienen que ES humano. Otros dicen que es COMO humano. Todos afirman que tiene algún tipo de forma humana.Dios es incorpóreo e infinito.
HombreUn pequeño dios. Creado como igual a Dios. Imagen de Dios significa un duplicado de Dios.
Un ser creado, dependiente por siempre de Dios. Imagen, no duplicado. Su conciencia moral y voluntad son comunes con Dios.

FeUna fuerza mística, sustancia o ley de la cual depende tanto Dios como el hombre. Sola confianza en Dios.
Caída de AdánEl hombre perdió su divinidad en la caída, la recupera por medio de la regeneración.El hombre perdió su comunión con Dios. Nunca poseyó ni poseerá divinidad.
ExpiaciónLa sangre de Cristo fue insuficiente para la expiación del pecado. Cristo tenía que morir espiritualmente, se hizo pecador y perdió su Deidad, la cual le fue restaurada cuando nació de nuevo en el infierno. La muerte de Cristo en la cruz es totalmente suficiente para la expiación de pecados.
ConfesiónLas palabras poseen un poder místico que cambia la realidad por medio de declaraciones o confesiones positivas.El término “confesión,” en la Escritura, significa declarar la verdad acerca de algo o admitir la culpa.
SanidadLa voluntad de Dios es la sanidad por fe. En consecuencia
somos sanados por nuestra declaración positiva. La enfermedad es una prueba de falta de fe. Los síntomas son mentiras del diablo.Dios sana por fe, aunque no siempre. La enfermedad no es una prueba de falta de fe.
La Escritura nunca exige la negación de los síntomas.
CreaciónDios creó por medio de una fuerza-sustancia llamada fe,
en combinación con su palabra.Dios creó ex nihilo, de la nada, usando su poder, dependiendo
solo de sí mismo.
¬.
La tierra

¬Dada por Dios al hombre y perdida por Dios en la caída de Adán. Dios la está recuperando con la cooperación del hombre.Dios es el dueño para siempre. El hombre habita la tierra, pero Dios es su dueño. Dios no perdió nada en la caída de Adán.
El hombre es el único perdedor.

APÉNDICE B

2 Pedro 1:3-4

Ocasionalmente he escuchado a algunos proponentes del Movimiento de la fe referirse a este texto como base de su pensamiento de que “somos dioses.”

Interpretan la frase “participantes de la naturaleza divina” como que significara que tenemos la misma esencia divina de Dios y que, por lo tanto, somos seres divinos. Esta interpretación confunde la naturaleza de Dios con su esencia.

La palabra esencia es un término con el que los teólogos describen algo espiritual que existe, pero no posee sustancia material. A veces usamos la palabra ser con ese mismo fin.

La palabra griega fusis, naturaleza, se menciona 14 veces en el Nuevo Testamento. Significa carácter cuando se refiere a personas, como en Efesios 2:3: "éramos por naturaleza hijos de ira". Eso significa que nuestro carácter merece la ira de Dios, no que seamos partícipes de una sustancia llamada “ira.”

El contexto menciona el poder de Dios. Su divino poder nos ha dado todo cuanto necesitamos para la vida y la piedad… Participar de su naturaleza divina significa que somos objetos de su poder santificador. Podemos vivir piadosamente gracias al poder que se manifiesta en nuestra vida, no porque compartamos alguna "esencia" de su Ser.

¿Acaso obtenemos lo que necesitamos para una vida piadosa a través de una esencia divina mutua? NO. Es… por medio del conocimiento de Aquel que nos ha llamado… La clave es conocer a Dios.

El punto central del contexto es el desarrollo de nuestro carácter. Pedro no da ninguna indicación de que crea que somos pequeños dioses. La naturaleza a la que se refiere es una semejanza en carácter. Por esto mismo añadid a vuestra fe, virtud; a la virtud, conocimiento …. (v. 5).

Conclusión: Ser participantes de su naturaleza divina significa que participamos de su divino poder y que, por medio del conocimiento de Dios, creceremos en virtud.


APÉNDICE C

150 versículos que no les gusta escuchar a los de la Palabra de fe

Prosperidad

"Si caminas en la Palabra de Dios, prosperarás y gozarás de salud," afirma K. Copeland en su obra Leyes de la prosperidad (p. 17). "Entrega un dólar a favor del evangelio y recibirás cien," declara G. Copeland, autora de La voluntad de Dios es la prosperidad (p. 54).

Pero... la Biblia dice:

disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia, apártate de los tales. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que teniendo sustento y abrigo; estemos contentos con esto (1 Timoteo 6:5-8).

No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así como para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:11-13).

Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija (1 Corintios 4:11).

Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro... (Hechos 3:6).

Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada, anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiado, maltratados; de los cuales el mundo no era digno... (Hebreos 11:37, 38).

Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? (Santiago 2:5,                                    6).

.. Y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos (Hebreos 10:34).

Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad (2 Corintios 8:13, 14).

Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén (Romanos 15:26).

Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico)... (Apocalipsis 2:9).

Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo (Apocalipsis 3:16-17).

Confesión positiva

Kenneth Copeland, en su obra El poder de la lengua (p. 19) afirma: "Todo el curso natural y circunstancial que rodea al ser humano es controlado por su propia lengua."

Pero la Biblia dice:

Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados y no tenemos morada fija (1 Corintios 4:11).

Por lo cual por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Corintios 12:10).

Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados (Santiago 5:16).

Por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra voz, pero Satanás nos estorbo (1 Tesalonicenses 2:18).

antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos (2 Corintios 6:4-5). 

como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo (2 Corintios 6:10).

La soberanía de Dios

K. Hagin declara: "Dios no gobierna este mundo", en El arte de la intercesión (capítulo 1). Y en una intervención en Trinity Broadcasting Network (el 12 de noviembre de 1985) añadió: "¿Saben quién es el más fracasado de la Biblia? El mayor fracasado de la Biblia es Dios."

¿Está Dios al control de toda su creación?

Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo: en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos (1 Crónicas 29:12).

Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti (Job 42:2).

Porque Jehová el Altísimo es temible; Rey grande sobre toda la tierra (Salmos 47:2).

Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho (Salmo 115:3).

Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos (Salmo 135:6).

Él muda los tiempos y las edades... (Daniel 2:21).

formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto (Isaías 45:7).

Mi consejo permanecerá y haré todo lo que quiero (Isaías 46:10).

... por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas (Filipenses 3:21).

¿Está Dios al control de la humanidad?

Aun antes que hubiera día, yo era; y no hay quien de mi mano libre. Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará? (Isaías 43:13).

¡Ay, del que pleitea con su Hacedor! ¡el tiesto con los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: Qué haces? O tu obra: ¿No tiene manos? (Isaías 45:9).

Él... quita reyes y pone reyes; da la sabiduría a los sabios y la ciencia a los entendidos (Daniel 2:21).

... para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere, lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres (Daniel 4:17).

Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga ¿Qué haces? (Daniel 4:35).

Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación (Hechos 17:26).

Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: cegó los ojos de ellos y endureció su corazón; para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, y se conviertan y yo los sane (Juan 12:39, 40).

Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? Porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes oh, hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así? (Romanos 9:16-20).

[de las diez naciones rebeldes] porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios (Apocalipsis 17:17).

¿Está Dios limitado por los deseos y pensamientos de los humanos?

Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina (Proverbios 21:1).

... por cuanto Jehová los había alegrado, y había vuelto el corazón del rey de Asiria hacia ellos, para fortalecer sus manos en la obra de la casa de Dios, el Dios de Israel (Esdras 6:22).

Y Jehová dio gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto pedían; así despojaron a los egipcios (Éxodo 12:36).

Y he aquí que yo endureceré el corazón de los egipcios para que los sigan; y yo me glorificaré en Faraón y en todo su ejército, en sus carros y en su caballería (Éxodo 14:17).

... porque Jehová había resuelto hacerlos morir (1 Samuel 2:25).

Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora (Juan 8:20).

¿Carga Dios con la responsabilidad de las cosas malas también?

Kenneth Hagin señala en Clave de la Sanidad Bíblica (p. 20): “Dios nunca ha enfermado a nadie." Y Savelle, en Si Satanás no puede quitarte el gozo (p. 86) añade: "No fue Dios quien hizo estas cosas a Job. Job mismo se metió en problemas por su lengua larga.”

¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? (Éxodo 4:11).

Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa? (Job 2:3).

Y vinieron a él todos sus hermanos y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron con él, y le consolaron de todo aquel mal que JEHOVÁ había traído sobre él... (Job 42:11).

¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho? (Amós 3:6).

La herejía de que Jesús murió espiritualmente

Esta doctrina sostenida por todos los líderes de la Palabra de fe afirma que la expiación corporal de la cruz fue insuficiente para todo el pecado. Jesús también murió en su Espíritu, dejó de ser Dios, se hizo pecador en la cruz y descendió al infierno donde sufrió por su pecado como un hombre condenado, por tres días, luego de los cuales nació de nuevo por el Espíritu. Además, dicen, derrotó a Satán en una batalla y finalmente resucitó. Estas doctrinas se enseñan en la serie de audio Lo que sucedió entre la cruz y el trono, de K. Copeland.

Suficiencia de la sangre (i.e. Jesús no sufrió por los pecados en el infierno porque su sangre compró la completa redención. No se derramó sangre en el infierno).

porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados (Mateo 26:28).

Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre (Hechos 20:28).

a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre... (Romanos 3:25).

Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira (Romanos 5:9).

En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia (Efesios 1:7).

Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo (Efesios 2:13).

en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados (Colosenses 1:14).

y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas... haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte... (Colosenses 1:20-23).

y no por sangre de machos cabríos o becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención (Hebreos 9:12).

Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta (Hebreos 13:12).

Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad (Hebreos 13:20-21).

elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo (1 Pedro 1:2).

... no con cosas corruptibles... sino con la sangre preciosa de Cristo (1 Pedro 1:18-19).

... y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7).

Al que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre (Apocalipsis 1:5).

y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación (Apocalipsis 5:9).

¿Se volvió Cristo pecador en la cruz, tomando una naturaleza pecaminosa y fue entregado a Satanás?

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Lucas 23:34).
[Nota: Para nada son palabras de un pecador.]

Padre, en tus manos, encomiendo mi espíritu (Lucas 23:46).

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre... (Juan 13:1).

Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lucas 23:43).

¿Fue el sacrificio de Cristo corporal o espiritual?

Este es mi cuerpo que por vosotros es dado (Lucas 22:19).

Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en SU cuerpo de carne, por medio de la muerte... (Colosenses 1:21-22).

aboliendo en su carne las enemistades (Efesios 2:15).

Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo (Hebreos 10:5).

En esa voluntad somos santificados mediante la ofrende DEL CUERPO de Jesucristo hecha una vez para siempre (Hebreos 10:10).

Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu, en el cual también fue y predicó (1 Pedro 3:18-19).

Dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
[Nota: Esta frase "consumado es" corresponde a la palabra griega teletestai, una fórmula usada para la firma de recibos, y que significa "pagado en su totalidad" o "cancelado." Entonces, Jesús declara que se ha logrado la completa redención en la cruz (Juan 19:30).]

No se libró ninguna batalla en el infierno porque...

Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella (Job 1:7),

...conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que hoy opera en los hijos de desobediencia. (Efesios 2:2) [La victoria sobre Satán fue ganada en la cruz, no en el infierno.]

anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz [En la cruz, no en el infierno] (Colosenses 2:14-15).

La herejía de la nueva creación

(Que los cristianos tengan espíritus humanos perfectos que no pueden pecar, en los cuales encontramos nuestra guía y por medio de los cuales controlamos nuestro destino vía la confesión positiva.)

Pero la Biblia dice:

Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios (2 Corintios 7:1).

... y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo (1 Tesalonicenses 5:23). 

Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos (Jeremías 10:23).

Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado (Salmos 130:5).

La fe es un don de Dios, no es generada por nuestro propio espíritu.

Kenneth Hagin, en su folleto "Tenga fe en su fe," afirma: "Nos ayudaría tener la fe muy adentro de nuestro espíritu y decir en voz alta: ‘Fe en mi fe.’”

Pero la Biblia dice:

... fue de gran provecho a los que por gracia habían creído (Hechos 18:27).

Conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno (Romanos 12:3).

Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él (Filipenses 1:29).

puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:2).

Morir según la Biblia (no por enfermedad)

Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió (2 Reyes 13:14).



BIBLIOGRAFÍA

[Nota: Los títulos de los libros han sido traducidos del inglés al español para facilidad del lector. Esto no indica que hayan sido traducidos efectivamente. Si el título en inglés no se menciona es porque el libro existe en español. Una vez que se menciona la traducción por primera vez, las menciones sucesivas se hacen en el idioma original. Asimismo los títulos de las cintas aparecen en español.]

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Savelle, Jerry, If Satan Cannot Steal Your Joy... [Si Satanás no puede quitar tu gozo...], Harrison House, Tulsa, OK, 1983.


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