Sólo por el Señor y Salvador
¿Dónde estas? Bendición que no te veo,
mi mirada se pierde en el frío horizonte
de la oscuridad, supura mi piel, lánguidos
recuerdos, que son huellas del ser inerme.
Mi alma se fatiga cual viento que nunca
cesa de pasar, busca sosiego sin parar, llama
a lo invisible, husmea el olor de la noche,
sin encontrar – nada - nada – que la pueda consolar.
Angustia aguda que te asomas, sin clemencia y sin verdad,
eres la más dura realidad, que quema el alma sin piedad.
Visitas por las tardes y te plantas por las noches
desgarrando el espíritu caído, sin que éste se pueda salvar.
Hay veces en que sólo me consuelo, con el piar de las aves,
el ruido apacible de las brisas del mar, el musitar sereno de mi
conciencia, la voz cándida de mi mujer, el soplo agudo del
viento; pero, - nada – nada - me puede consolar.
Lágrimas negras se destilan por el alma,
pensamientos grises difíciles de controlar,
mente inagotable que nunca dejas de soñar;
llevando al alma a un estado de iniquidad.
Apresúrate esperanza, ven de los cuatro vientos,
abrásame con tus manos de paz, consuela mi alma muerta,
incapaz de soñar, de pensar, de querer, de decidir,
algo – algo - que sea verdad. Sólo tú esperanza puedes
renovar, a un alma llena de maldad.
Cristo esperanza de verdad, que sacias al alma sin piedad,
plácete en venir sin parar, ya que, me voy al infierno
por mi maldad. Sólo tú Jesús puedes consolar,
a un pecador que no puede ni se quiere salvar.
Para tu gloria fue mi alma, a ti debe alabar;
sálvame según tu voluntad, sólo así
puedo encontrar, la paz por mi iniquidad, pues,
tú la pagaste sin cobrar; mi pecado y mi maldad.
Colección: Abril de poesía. Rafael Correa. 2009. Bogotá – Colombia.